LA CIVILIZACION AMURALLADA, Parte 1
“Los hombres construimos demasiados muros y no suficientes puertas”
Isaac Newton, matemático y físico británico (1642-1727)
Quizás una de las mas relevantes características de la raza humana ha sido y sigue siendo esa salvaje costumbre, que deviene probablemente de algún atávico complejo ancestral, de crear divisiones, barreras, muros y fronteras entre lo que consideramos nuestra propiedad y aquello que deseamos excluir, alejar o apartar de nuestras vidas, sea para protegernos, imponernos o defendernos.
Donde quiera que uno fije su atención, hay cercos, murallas, rejas y muretes.
Incluso más allá de lo que alcanza nuestra visión están las fronteras y los límites territoriales, que a porfía de no existir materialmente son líneas imaginarias, parámetros artificiales, hitos o complicadas ecuaciones dimensionadas por la locura humana para prolongar su aislamiento y acotar sus dominios sea en el aire, los mares, el espacio exterior, las cimas o las profundidades del planeta.
Y como si ello no bastase, también ponemos barreras en nuestras elucubraciones cerebrales, en nuestros credos, en la creación intelectual y en nuestros actos, que sin duda no solo son reminiscencia de estos enclaves opresores que encuadran y determinan nuestra conducta, sino más bien constituyen una prolongación ilimitada de estas entelequias que desborda posiblemente todos y cada uno de nuestros espacios interiores, la mente, el espíritu y sus vericuetos, con una persistencia que nos atosiga y acompaña hasta el final de la existencia, aquella encerrada por álamos viejos y cipreses centenarios que rodean y ensombrecen nuestra última morada, sitiada desde luego por los muros y fantasmas que moldean nuestra tumba.
Quizás sea por ello que es tan difícil hablar de libertad, de vuelos elevados, de creación propia y de mentes abiertas a las nuevas ideas, quimeras todas que tienen como freno sus propias fronteras, donde campea el prejuicio, el cinismo, la mojigatería, la ambición y la mentira solapada, exponentes claros de la vileza de la naturaleza humana. ¡Cómo podríamos hacerlo, si en verdad todos somos prisioneros tras nuestras propias utopías e irrealidades que nos hacen pensar que así como no existe el hombre feliz tampoco existe el hombre libre!
Todo a nuestro alrededor son divisiones y murallas. Nuestras casas, nuestros vehículos, nuestras calles, nuestros edificios, nuestros pensamientos, nuestras obras y nuestro hábitat no pasan de ser la recreación de nuestro gran mundo amurallado y compartimentado.
Cerramos los ojos y quedamos encerrados en nuestro mundo interior, reclusos en la esfera del pensamiento propio, ciegos, explorando senderos inconexos que no conducen a parte alguna, obligados a salirnos de la rutina que marca nuestra incapacidad de ver cosas nuevas, de escaparnos como decía Buzz Lightyear, el juguete espacial de Toy Story cuando con su grito de guerra y mirando a lo alto nos interpela ir siempre “Al infinito y más allá”.
Nadie sabe cuál o dónde estuvo el primer muro, pero suponemos que fue el cerco que protegió a la tribu de las fieras salvajes, las rumas de piedras que fijaron las primeras demarcaciones de la propiedad privada y la losa de laja que tapió la caverna.
Muros ha habido siempre. Desde la más lejana antigüedad el hombre marcó la tierra de cicatrices levantando barreras que hoy son recordadas como monumentos a la opresión, como La Muralla de Adriano entre los años 122 y 132 por orden del emperador Antonino para defender el territorio Britanio sometido a Roma, de las belicosas tribus de los Pictos, que con el tiempo llegaría a ser Escocia y que tenía una extensión de 117 kilómetros, un grosor de 3,5 metro y 4,5 metros de alto.
La Muralla de Teodosio, murallas defensivas que rodeaban la ciudad de Constantinopla. Este conjunto de muros se mantuvo inexpugnable durante diez siglos y resistió numerosos asaltos, hasta 1453, cuando finalmente los otomanos tuvieron éxito. El Muro de Danevirke en la frontera germano-danesa en el sur de la península de Jutlandia, durante la Guerra de Los Ducados en 1864.
Londres tiene uno, construido para defender los puertos del Río Támesis en el Siglo XIII. En Francia está el Muro del Atlántico, en Roma los Muros Aurelianos, que se derrumban tras mil 800 años, y por supuesto están las célebres Murallas del Kremlin en Moscú. Grecia está llena de Muros: ahí están los Muros de Falerón, en las afueras de Atenas, el Muro del Pireo y el Muro de Temístocles. Alemania no se queda atrás, con el Muro Rhaetian Limes, y hasta la pacífica Suiza tiene sus Muros de Basel, que rodean la ciudad.
Asia y Africa están plagadas de Muros, desde el de Anastasio en Turquía, pasando por supuesto por la Gran Muralla de Gorgan en Irán. Para no ser menos, Ucrania tiene el Muro de la Serpiente y no se queda atrás el Muro de los Lamentos en Jerusalén, sin contar los míticos Muros de Jericó.
En Perú está el Muro de la ciudad de Lima, y en México del Sur, Hernán Cortés construyó un muro para separar sus propiedades en Coyoacán de las de Diego de Alvarado. Ese aún existe y ahora divide las delegaciones de Coyoacán y Alvaro Obregón.
En Praga está el Muro de Lennon, donde los fanáticos del fallecido Beattle le ponen poemas desde hace dos décadas, y en cambio en París está el Muro de los Comunes, donde 147 combatientes de la Comuna de París, primer experimento socialista en la historia moderna en 1871, fueron fusilados y arrojados a una fosa común. Hace contraste con el Muro de Beijing, que sirvió de "foro de la democracia" durante el movimiento de opinión en China durante 1978-79, que se llenó de críticas contra el régimen, pero donde sin embargo no fusilaron a nadie. Adolfo Hitler en Alemania, rodeó de alambradas los guetos para confinar a millones judíos y enemigos del nazismo, en un claro ejemplo de racismo y segregación.
Belfast, en Irlanda del Norte, tiene sus Muros llamados "líneas de paz", que según la versión oficial sirven para "prevenir la violencia entre protestantes y católicos", y en Zihuatanejo, en la Playa de Las Gatas, todavía quedan restos de la muralla submarina que construyó el Rey Tanganxoan II, conocido por los Tarascos como Emperador Tzitzipandácuri.
Están la Línea Molotov, fortificación entre la Unión Soviética y Alemania en 1941, que ni siquiera estaba terminada cuando los nazis la invadieron, y la Línea Maginot en Francia, que se levantó en 1930 en la frontera noreste francesa para proteger al país de una posible invasión alemana, que tenía el defecto de dejar desamparada la frontera belga. De hecho, el ejército alemán simplemente esquivó el obstáculo en Mayo de 1940 y en cinco días invadieron Francia. Alemania por su parte, frente a la enemiga Línea Maginot, entre 1936 y 1940, construyó la línea de fortificaciones, llamada Línea Sigfrido, que aguantó en pie hasta principios de 1945.
Pero, el más importante de todos los Muros que nos legó la antigüedad es sin duda La Gran Muralla China, edificada a lo largo de 1500 años a partir del siglo III antes de Cristo por distintas dinastías cuya construcción costo la vida a millares de esclavos cuyos cadáveres formaron parte del material usado en sus cimientos y que se extiende por 7.300 kilómetros de este a oeste y cuyo principal objetivo fue atajar las invasiones y ataque de Los Hunos, las salvajes tribus nómades de Manchuria y Mongolia. Hoy, esta fantástica construcción que todavía cubre unos 6.400 kilómetros sigue siendo considerada como una de las siete maravillas del mundo moderno, estableciéndose desde 1987 por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
Después, casi todos los muros que han plagado la tierra constituyen lo que bien se ha bautizado como Los Muros de la Vergüenza, que son también del odio, del miedo, de la humillación, del abuso y la impotencia, llamados así, por el consenso generalizado de los pueblos, que han comprobado con vergüenza ajena, a través de varias generaciones, como la clase gobernante se ha equivocado invariablemente, al crear estas odiosas alambradas primitivas que no hacen sino retrotraer a esta civilización desde el siglo que se vive, hasta los oscuros inicios de la barbarie donde el hombre apenas se distinguía de las fieras salvajes.
Así nació el llamado Muro de Berlín, el más representativo de todos, el más incomprensible, el más tortuoso e hipócrita, que durante 28 años no solo dividió física y moralmente a la nación alemana sino que dio origen a la llamada Guerra Fría, que alineó a toda la humanidad en dos posturas irreconciliables, ambas falsas y decadentes, que ahora lo sabemos, soterraba bajo hermosas consignas solo odio y avaricia, la apropiación indebida de territorios y prebendas y la consigna de hacerse del poder mundial. Eran los tiempos en que Estados Unidos y la Unión Soviética se disputaban el poder planetario a través de una carrera armamentista que preocupaba a todas las sociedades por la constante amenaza de una guerra nuclear.
En 1945, al término de la Segunda Guerra Mundial, los vencedores de Alemania, Estados Unidos de Norteamérica, la entonces Unión Soviética e Inglaterra, y también Francia a quien se invitó a sumarse a los Tres Grandes con ocasión del llamado Pacto de Yalta, donde se planificó la repartición del "botín de guerra", ocuparon y dividieron para su control el territorio alemán.
Ninguno de los vencedores quería que el antiguo régimen fascista volviera a adquirir poder. Los británicos querían mantener su imperio y colonias para seguir teniendo un liderazgo mundial sobre todo en el mediterráneo y medio oriente. Los rusos querían poner bajo su influencia directa a la mayor cantidad de países de Europa del Este, Balcanes, etc. que fuese posible, así como avanzar hacia Oriente lo más que se pudiese. Los norteamericanos querían aplicar su “liberalismo económico” para preparar su política expansionista y poder dominar los mercados resultantes luego de la guerra, bajo su directa influencia y dependencia.
Así fue como los victoriosos aliados después de finalizada la Segunda Guerra Mundial dividieron Alemania en cuatro sectores, cada uno por supuesto bajo el estricto control de un país aliado.
Estadounidenses, Británicos y Franceses juntaron sus nuevas adquisiciones territoriales y conformaron un Estado Democrático que se llamó República Federal Alemana, RFA , también conocida como Alemania Occidental.
La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, como era de imaginar, impuso a su nueva dependencia un régimen comunista que se denominó República Democrática Alemana, RDA.
Berlín, la capital, también fue dividida en cuatro áreas. Nuevamente los sectores estadounidense, británico y francés se combinaron para formar Berlín Occidental. El sector soviético se convirtió en la capital de la RDA: Berlín Oriental.
Esta creación de fronteras y países trajo a los alemanes muchos quebrantos. Las leyes que regían a lo largo de una calle, no eran las mismas de la vereda del frente, los derechos ciudadanos de uno y otro sector tenían fuertes diferencias, así como el valor de la moneda, el costo de los alimentos, las oportunidades de trabajo y sistema de libertad individual. Miembros de una misma familia y que llevaban una vida viviendo juntos en la misma vecindad, ahora pertenecían a dos países distintos.
Durante agosto de 1961, las tensiones entre los sectores Este y Oeste de Berlín derivaron en una peligrosa crisis internacional. Por primera vez desde el fin de la guerra, soldados y policías de ambos sectores sostuvieron enfrentamientos. El origen de la crisis radicó en el continuo flujo de trabajadores desde el territorio controlado por los soviéticos hacia la zona occidental. Cada día, 53,000 berlineses del Este pasaban la frontera para trabajar en Berlín Occidental y no pocos decidían no regresar a la República Democrática Alemana
.
El máximo de deserciones se registró el día 9, cuando 1,926 personas decidieron permanecer en el Oeste. Se calcula que desde el final de la guerra, el número de personas que había abandonado la zona soviética se elevaba ya a 2.689,000. Para poner fin a este flujo que dejaba a la República Democrática Alemana sin intelectuales y mano de obra calificada, el ejército de la Alemania del Este ocupó la ciudad durante la noche del 13 y
levantó barreras y fortificaciones. Todo habitante de la RDA sólo podía pasar al Oeste si poseía una autorización expresa de las autoridades.
Walter Ulbricht, el líder de la Alemania Oriental, firmó las órdenes para cerrar la frontera.
Así, de los 80 puntos de paso permitidos entre uno y otro sector, sólo 12 quedaron abiertos. Más de medio millón de alemanes occidentales se manifestaron por la tarde contra el cierre unilateral de la frontera. Mientras tanto, el canciller de la República Federal de Alemania, Konrad Adenauer, se entrevistaba en Italia con el responsable de la diplomacia norteamericana, Dean Rusk. Ambos dirigentes creyeron, equivocadamente, que las medidas adoptadas por los alemanes del Este serían provisionales y se limitarían a ejercer mayor control sobre los trabajadores que pasaban diariamente la frontera. De ahí la sorpresa con que tuvieron que enfrentarse el 15 de agosto, cuando el ejército de Alemania del Este comenzó a reemplazar las cercas de alambres de púas por gruesos bloques de hormigón prefabricado.
Sólo en el mes de julio de 1961 (el muro se edificó en la noche del 12 al 13 de agosto) treinta mil alemanes orientales habían pasado al oeste. La República Democrática Alemana (RDA) se vaciaba de sus fuerzas vivas. El muro puso fin a esa hemorragia, pero exacerbó el deseo de libertad de los amurallados.
En la construcción del Muro trabajaron más de 50.000 obreros, que ejecutaron los planos del soldado Hagen Koch, después uno de los murólogos más codiciados por los medios de comunicación quien escribió en su Libro de Memorias sus impresiones: «En aquel momento estaba convencido al 300 por cien de que éramos los buenos y que queríamos la paz», asegura Koch, que tenía 21 años cuando Erich Honecker lo reclutó para ese efecto.
El Muro tenía una longitud de más de 155 kilómetros. La construcción inicial fue mejorada regularmente. El "muro de cuarta generación" que empezó a construirse en 1975 era de hormigón armado, tenía una altura de 3,6 metros y estaba formado por 45.000 secciones independientes de 1,5 metros de longitud. Su coste fue de 16.155.000 marcos de Alemania Oriental. Además, la frontera estaba protegida por una valla de tela metálica, cables de alarma, trincheras para evitar el paso de vehículos, una cerca de alambre de púas, más de 300 torres de vigilancia y treinta búnkers. También contiene un pasadizo por el que circulan perros amaestrados, sujetos por una argolla que corre a lo largo de un cable que deja al animal con autonomía suficiente para atacar a cualquiera que intente saltar la valla. Por si fuera poco, una serie de armas situadas a la altura del pecho de un hombre, se disparan automáticamente cuando algún intruso interfiere con los sensores.
El deseo de libertad fue para muchos más grande que la altura del muro. 75.000 personas fueron arrestadas por intentar escapar, 200 resultaron heridas de bala y cerca de 250 fueron asesinadas. Además, miles de ciudadanos fueron juzgados por ayudar a otros en su huída.
El primero en formar parte de la lista negra fue Günther Liltin, de 24 años, que fue abatido a tiros cuando trataba de cruzar nadando el río Spree. Sin embargo, muchos sí lo consiguieron. Más de 40.000 personas lograron escapar. En los últimos años la cifra se disparó. En el verano de 1989 se produjo el mayor éxodo de alemanes orientales hacia la República Federal desde la construcción del muro. Muchos huían aprovechando las vacaciones estivales. Desde Hungría, vía Austria, lograban salir.
El vopo (policía de fronteras) Conrad Schumann, de 19 años, considerado un soldado leal al régimen comunista, fue uno de los primeros en huir a las pocas horas de que se levantara el muro. Quince vopos murieron durante estos 28 años. Uno de ellos fue asesinado por los soldados occidentales que evitaron así la muerte de un joven de 15 años que intentaba huir.
Los berlineses agudizaron su ingenio para intentar escapar: un hombre cruzó el mar Báltico con un minisubmarino y consiguió llegar a Dinamarca; un vehículo Isseta fue empleado 18 veces para transportar a fugitivos, que se escondían en el hueco de la calefacción y en la batería; un coche consiguió pasar por debajo de la barra fronteriza gracias a su pequeño tamaño; una familia utilizó un cable tendido sobre el muro por el que se deslizaron y otros huyeron con un globo aerostático.
Una cadena de televisión norteamericana financió a cambio de la exclusiva la espectacular fuga de 29 personas bajo tierra. Otros tuvieron menos suerte. Las imágenes del joven Peter Fechter agonizando tras ser alcanzado por los disparos de la policía impresionaron al mundo occidental.
Otro caso significativo fue el de Klaus Brüske, que herido por una bala, aguantó al volante de su furgoneta hasta llegar al otro lado del Muro para poder salvar a sus compañeros. La última víctima fue Chris Geoffrey, que murió nueve meses antes del derribo.
El 9 de Noviembre de 1989, aproximadamente a las 7 de la tarde, el líder del Partido Comunista de Berlín Oriental Gunter Schaboswski, anunció que una parte del muro sería abierto para “viajes privados al extranjero”. Era el principio del esperado fin de una de las barbaridades más horrendas que ha soportado la humanidad.
En cuestión de horas, miles de alemanes del este se precipitaron a través de la frontera, ansiosos por saborear la libertad y ver cómo vive la otra próspera mitad. Otros miles pasaron horas bailando de alegría sobre el Muro. Otros desahogaron con picos años de furia contenida, algunos lo hicieron recogiendo trozos para venderlos como recuerdo. Muchos, simplemente se echaron a llorar, quizá recordando a las decenas de personas que murieron intentando cruzarlo. El Muro cayó, sin embargo todo había cambiado.
Finalmente el 1 de Julio de 1990., Alemania Oriental y Occidental se unieron asumiendo el viejo nombre de Alemania Occidental, la República Federal Alemana.
Después de varias décadas, millares de personas volvieron a juntarse con sus familias y pudieron por fin desplazarse por su propio país sin el obstáculo de esos muros que les cerraba la libertad de tránsito.
La caída del Muro de Berlín marcó el término de una época y dio paso a la esperanza de cambios drásticos y trascendentales no solo para Europa sino para toda la humanidad.
No hay que olvidar que finalizada la Segunda Guerra Mundial, las condiciones de quienes sobrevivieron resultaban dramáticas. Millones de personas se veían azotadas por el hambre, falta de trabajo, medicinas y sin hogares. Los sufrimientos por pérdida de familiares y seres queridos, así como de sus enseres y fuentes de trabajo se sumaba al complejo movimiento de masas ocasionado por aquellos que huían de las represalias, los prisioneros de guerra que intentaban regresar a sus países, los soldados que debían hacer respetar las reglas en medio de ciudades y campos arrasados y otras penurias propias de los estados de guerra. Además, como veíamos, desde el punto de vista social, la derrota de los estados fascistas y el reordenamiento de los nuevos límites de los países involucrados en el conflicto traía aparejados nuevos desafíos y sufrimientos, pero sobre todo un descomunal caos.
Nadie, apenas finalizada la más devastadora de las guerras que había vivido la humanidad, que con su terrible poder destructor había causado la muerte de alrededor de cuarenta y cinco millones de personas, arrasado gran parte del aparato productivo y dejado en la memoria reciente los horrores de las bombas atómicas lanzadas en Hiroshima y Nagasaki , podía dejar de celebrar el término del muro de la infamia, que era ahora el último punto de fricción política, entre las potencias aliadas y vencedoras, cuyas escaramuzas - así se creía - al fin habían finalizado.
El Muro de Berlín, ha sido, y es considerado por muchos, la máxima representación de lo que fue la Guerra Fría, la división de Europa y el mundo en dos bloques completamente enfrentados, así como el temor a la destrucción nuclear. Su caída es vista como símbolo del principio del fin de esta guerra fría, de los enfrentamientos ideológicos y de la caída del comunismo. Es vista también como el paso a un nuevo mundo, regido por nuevas reglas, nuevos retos y nuevas esperanzas. Y vista también finalmente, como el comienzo de un difícil período de transición para la economía mundial y la consolidación de viejos problemas como la pobreza, las guerras étnicas y las desigualdades, que ya los economistas habían bautizado como globalización, un Nuevo Mundo donde no existirían fronteras y los flujos de productos y ciudadanos serían absolutamente expeditos y donde por supuesto nunca más habría guerras ni muros.
Semanas antes del anuncio de la apertura y luego destrucción del Muro de Berlín, un desconocido hizo un grafitti con una leyenda en alemán que lo cruzaba, dice: "Eventualmente todos los muros caen"
El mismo día 9 de Noviembre, un prestigioso historiador inglés, Timothy Garton Ash, que en su calidad de reportero atravesó a menudo el llamado Telón de Acero, actualmente profesor de historia contemporánea en Oxford y quien escribe como analista político en el diario El País, se hizo mundialmente famoso al declarar que ese día de la caída del Muro de Berlín “había concluido el siglo XX.”
Y tenía razón, pues nada podía ocurrir en este siglo ni ser tan importante para la raza humana que el desmantelamiento de este oprobioso muro de la discordia que causaba tanta crispación y beligerancia entre los que se habían convertido en los conductores del mundo, que antes fueron aliados para derrotar al fascismo, pero que ahora amenazaban con un enfrentamiento cuyas consecuencias podían llegar a ser, por el manejo de la energía atómica, el fin de la humanidad.
Su desmantelamiento y destrucción, en gran parte por la contenida ira popular fue celebrada en todas las latitudes. Berlín se convirtió ese día en el ombligo del mundo, en el centro de gravitación del destino del planeta, en LA FRONTERA DE LA CIVILIZACION AMURALLADA...
2 comentarios:
Cuanto material amigo, muy bien investigado bajo tu pluma me ilustro no sabes cuanto, gracias por esta obra magistral, que de pensar tienes toda la razón, los muros invisibles empiezan en nuestros corazones, y es que es la mala raza digo yo.
Que bueno es verte de vuelta escribiendo como tu lo sabes hacer y muy bien!!
Abrazos!!!
Felicitaciones por tu trabajo el cual inspira a la refleccion.
Tu blog al cual acabo de conocer me gusto mucho y seguro lo visitare seguido.
Abrazos
Patricia
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