domingo, 27 de febrero de 2011

De pan y de circo. Parte 4.-

"La búsqueda de Dios es una ocupación inútil, pues no hay nada que buscar donde nada existe. A los dioses no se les busca, se les crea". Maximo Gorki

Mucho se habla de la persecución religiosa que tuvieron los cristianos en la antigua Roma y de los mártires que murieron en la arena, varios de los cuales han sido incluso santificados por la Iglesia Católica. Sin embargo en ello hay mucho de exageración, tanto en la cantidad de cristianos que fueron inmolados, como si se tiene en cuenta que la religión romana era sincretista, es decir, que nunca hubo problemas para adoptar como propios los dioses de los pueblos conquistados. Por tanto casi no hay registros de persecuciones de este tipo. Es decir, no se sabe que haya habido otras religiones en este caso, a excepción de los judíos, en la salvedad que en esa época para los romanos, cristianos y judíos eran una misma cosa. Y es claro que no se perseguía a los cristianos por el hecho de serlo, sino porque además de provocar actos considerados sediciosos para el Estado, no reverenciaban a los dioses oficiales, uno de los cuales era el propio Emperador.
Tampoco es verdadera la leyenda que los cristianos en esta época vivían en las Catacumbas, que eran cementerios subterráneos realizados por los romanos del siglo II, para depositar los cuantiosos cadáveres de paganos, judíos y cristianos que morían especialmente en el circo romano. Tal vez lo hicieron algunos grupos de perseguidos, esporádicamente para evadir ser detenidos, aprovechándose de una ley que impedía a la Guardia Pretoriana entrar al lugar por respeto a los muertos, pero desde luego no vivían allí permanentemente.

Para los antiguos romanos, la religión era la manifestación más importante de la vida ciudadana porque se entendía que no solo era un nexo entre el hombre y la deidad, sino que además conformaba la base de su organización social y política. Los sacerdotes eran funcionarios públicos y el concepto de Ciudad-Estado se basaba justamente en que el Imperio Romano era la reunión de aquellos que adoraban los mismos dioses.

Desde la fundación de la ciudad por Rómulo, los romanos creyeron que los dioses estaban agradados con sus acciones y que siendo tan poderosos era estúpido estar en su contra. Luego, en sus conquistas vieron que cada pueblo tenía sus deidades y pensaron que no había razón para ofenderlos. A Roma le convenía la concordia con todos los dioses, eso les aseguraba protección eterna. Eso dio margen a la doctrina Pax Deorum, la paz de los dioses. Por eso el ateismo no era concebible en la sociedad romana, pues para todos los credos estaba asegurado el respeto del Imperio.

Por tanto Roma protegía la libertad de cultos de los pueblos conquistados que permanecían bajo su protección, pero desde luego cualquiera ideología que alterara el equilibrio político y social, que no admitiera a sus dioses ni acatara que su Emperador lo fuera, iba a ser rechazada y considerada sediciosa, además de acusada de desobediencia civil al no reconocer al máximo Poder Político del Estado Romano.

Paradojalmente, el cristianismo nació a la sombra del judaísmo, sus integrantes eran todos judíos y las primeras persecuciones contra ellos no fueron del ejército romano, sino justamente propiciadas por aquellos judíos que no aceptaban que se les confundiera con estos hermanos de raza que habían adoptado un credo religioso distinto al judaísmo, los que si bien es cierto adoraban a un Mesías judío, este no era reconocido como tal por ellos, sino solo como un agitador de masas.

Cuando los judíos fueron expulsados de Roma en el año 51 -52 por el Emperador Claudio, merced a los escándalos y desórdenes públicos que contravenían las leyes romanas, ocurridos en diversas localidades y provocadas por los seguidores de un tal Cresto, llamado también Yeshua ben Elohim (Jesús judío), éstos hicieron todo lo posible por distanciarse de estos mesiánicos seguidores de Cristo, cuya conducta anárquica y persecuciones por parte de la autoridad romana se les achacaba a ellos. Este sentimiento separatista y de aversión era recíproco. Los judíos eran una etnia poco querida en la totalidad del imperio Romano y eso provocaba que los cristianos en un principio fuesen confundidos y rechazados igualmente.

Basta conocer lo que opinaban algunos historiadores y hombres ilustres de ese tiempo respecto a los hebreos, para saber cuál era el sentimiento de los romanos sobre esta etnia, que por alguna razón que tiene que ver quizás con su naturaleza sectaria de creerse el pueblo de Dios a quienes también les dio la Tierra prometida y lo selló con su Alianza, siempre han sido discriminados y rechazados socialmente en infinidad de países y épocas donde se han establecido.

El historiador Dion Casio, cuyo nombre real era Lucios Vassius Dio Cocceianus, escribió en su “Historia Romana”: "los judíos destruyeron a griegos y romanos. Comieron la carne de sus víctimas, de sus intestinos hicieron cinturones, y se untaron con su sangre”.

El Emperador Romano Adriano, en verdad Publius Hadrianus, en una arenga a sus legionarios expresó: “Aunque juren convertirse en buenos ciudadanos romanos y adoren a Júpiter y a nuestro demás dioses: matadlos, si no queréis que ellos destruyan a Roma o la conquisten, por los medios secretos y cobardes que acostumbran a hacerlo”.

El famoso Séneca, cuyo nombre completo era Lucius Annaeus Séneca, en uno de sus escritos titulado “De la superstición” dice: "la nación más malvada, cuyo despilfarro de un séptimo de la vida [se refiere al Shabat] va contra la utilidad de la misma…"

Apión, gramático Egipcio asentado en Roma, escribió: “Los principios del Judaísmo obligan a odiar al resto de la humanidad. Una vez al año toman un no-judío, lo asesinan y prueban de sus entrañas, jurándose durante la comida que odiarán a la nación de la que provenía la víctima. En el Sancta Sanctorum del Templo Sagrado de Jerusalem hay una cabeza de asno dorado que los judíos idolatran. El Sabath se originó porque una dolencia pélvica que los judíos contrajeron al huir de Egipto los obligaba a descansar el séptimo día”.
Lisímaco de Alejandría dijo que Moisés fue una especie de mago negro y un impostor, y que sus leyes, equivalentes a las registradas en el Talmud, eran inmorales:
"Los judíos, enfermos de lepra y de escorbuto, se refugiaron en los templos, hasta que el rey Bojeris ahogó a los leprosos y mandó los otros cien mil a perecer en el desierto. Un tal Moisés los guió y los instruyó para que no mostraran buena voluntad hacia ninguna persona y destruyeran todos los templos que encontraran. Llegaron a Judea y construyeron Hierosyla (ciudad de los saqueadores de templos”).

En base a esta confusión, de ser tanto cristianos como judíos de una misma raza y ambos grupos igualmente poseedores de un sectarismo extremo, se hicieron muy impopulares y hasta odiados. El problema hizo crisis, cuando Nerón, de quien se dice que en su locura ordenó los incendios de Roma, al ser acusado de ello por el Senado, buscando una víctima propiciatoria culpó a la secta de los cristianos en el año 62, de haber provocado tal siniestro, ordenando diversas medidas persecutorias contra ellos. Los judíos, no queriendo que esta represalia fuese dirigida a su gente, realizaron contactos para colaborar con los romanos, denunciando y juzgando ellos mismos bajo sus leyes las herejías de esta nueva secta en Judea.

Tácito, años después al respecto relata: “A pesar de todos los esfuerzos humanos, de la liberalidad del emperador y de los sacrificios ofrecidos a los dioses, nada bastaba para apartar las sospechas ni para destruir la creencia de que el fuego había sido ordenado (por Nerón).
Por lo tanto, para destruir ese rumor, Nerón hizo aparecer como culpables a los cristianos, una gente a quienes todos odian por sus abominaciones, y los castigó con muy refinada crueldad. Cristo, de quien toman su nombre, fue ejecutado por Poncio Pilato durante el reinado de Tiberio. Detenida por un instante, esta dañina superstición apareció de nuevo, no sólo en Judea, donde estaba la raíz del mal, sino también en Roma, ese lugar donde se dan cita y encuentran seguidores todas las cosas atroces y abominables que llegan desde todos los rincones del mundo.

Por lo tanto, primero fueron arrestados los que confesaron [ser cristianos], y sobre la base de las pruebas que ellos dieron fue condenada una gran multitud, aunque no se les condenó tanto por el incendio como por su odio a la raza humana… Además de matarles [a los cristianos] se les hizo servir de entretenimiento para el pueblo. Se les vistió en pieles de bestias para que los perros los mataran a dentelladas. Otros fueron crucificados. Y a otros se les prendió fuego al caer la noche, para que la iluminaran. Nerón hizo que se abrieran sus jardines para esta exhibición, y en el circo él mismo ofreció un espectáculo, pues se mezclaba con las gentes disfrazado de conductor de carrozas, o daba vueltas en su carroza. Todo esto hizo que se despertara la misericordia del pueblo, aun contra esta gente que merecía castigo ejemplar, pues se veía que no se les destruía para el bien público, sino para satisfacer la crueldad de una persona". (Anales 15:44)."

Pero junto a esta odiosidad por estos extranjeros judíoscristianos, había más razones, que tenían que ver con el comportamiento ciudadano de estos primeros cristianos, de su escasa participación con el pueblo y las costumbres romanas y también por un furioso fanatismo delirante que los mantenía obsesionados en la idea fija que el Salvador, como había prometido vendría luego, antes del término de esa generación, a juzgar a todos los hombres.

Por tanto estos cristianos, como ha ocurrido varias veces con algunas sectas modernas que cada cierto tiempo anuncian el fin de la humanidad, la gran tribulación que elimiminará todo mal y sufrimiento y que restaurará elestado paradisíaco original, deseaban demostrarle a Dios, a Jesucristo redivivo, que ellos habían escuchado el mensaje y que estaban prontos y deseosos de acompañarle al reino de los cielos.

Por eso eran sospechosos para el pueblo romano Por eso el populacho no perdía ocasión de gritar en el circo “los cristianos al león” Y por eso también eran blanco de las comedias y sátiras en las obras exhibidas en el teatro romano, donde se les ridiculizaba para contentamiento de los espectadores que no se cansaban de hacer chistes y burlas sobre ellos.

Estos, enfrentados a cumplir con las leyes romanas, se negaban a hacer el servicio militar, no rendían culto al Emperador y predicaban que hacerlo era una ofensa a Dios.
Había voces que les acusaban de matar infantes en sus misas secretas y de la práctica del canibalismo con esas criaturas. Otros, aseguraban que eran ateos y contrarios a las costumbres romanas.
Los sacerdotes y los intelectuales romanos, predicaban que el cristianismo era una doctrina absurda. Era absurdo que un dios se hiciera hombre, que muriera crucificado en la cruz y más absurdo aún que hubiera resucitado. Sus reuniones eran consideradas clandestinas y de dudoso contenido y el hecho de no participar en las actividades del circo romano los hacía más sospechosos aún.

Además estos eran anárquicos y desafiantes. Anárquicos porque no perdían oportunidad para predicar que la religión romana era acción del demonio y que el único Dios verdadero era el Dios padre de Jesucristo. Desafiantes porque cada vez que eran detenidos no solo no negaban los cargos que se les hacía sino que incitaban a sus captores a que los condenasen por las leyes romanas, lo que era para ellos un honor.

Más aún, pedían ser martirizados porque decían que ese era el camino de la salvación. Cuando eran condenados a prisión o a muerte, gritaban gozosos Deo Gratias y se abrazaban entre ellos congratulándose. Y luego ya en la arena, en presencia de las fieras que se disponían a despedazarles, cantaban, unían sus manos y miraban al cielo, como si la muerte tan cierta, no les importase.

Esta conducta fundamentalista irritaba a los romanos, que los consideraban locos irreductibles, fanáticos peligrosos que incitaban a la gente a rebelarse contra la autoridad establecida y al rechazo de sus dioses tutelares.
No olvidemos que Jesús había sido condenado por un Tribunal romano por actos similares y crucificado como escarmiento, pena habitual para los delincuentes comunes en Roma. Además, hay muchísimos antecedentes que indican que la conducta de los primeros cristianos, era muy distinta de la que se les conoce hoy. Su discurso era francamente provocativo y revolucionario para esa sociedad. Su actitud era delirante y exaltada y su afán era de tipo suicida, ya que solo anhelaban convertirse en mártires.

Eran azuzados permanentemente por sus predicadores y santones. Cada cierto tiempo recibían la visita de algún Apóstol que les decía que morir por Dios era la máxima bendición y les hablaba de Cristo, de sus citas y parábolas, como la que se coloca en Mateo como palabra de Dios 5:11-12.
"Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros".

O aquel otro mensaje anticipativo del mismo Cristo cuando predicaba:" ...Mas cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar. Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros. El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres, y los harán morir. Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo".

Posiblemente estos verdaderos suicidios colectivos de los cristianos, devienen de estas palabras esperanzadoras, de quienes como el escriba Mateo y varios otros iluminados reveladores de verdades escondidas, inventaron irresponsablemente , inflamando la buena fe de varias generaciones en aras de construir una religión superior al judaismo. Quisieron escribir otra Torá, otro Testamento e incorporar nuevas virtudes a este Dios odioso, dejarlo en segundo plano, creando sutiles lazos para enlazarlo con Jesús y luego siglos más tarde, como ocurrió por Decretos Conciliares, instalar a María, su madre, como esposa del Dios, inventándole milagros, una ascención parecida a la de Jesús y sentándola (seguramente sin mucho agrado del Dios viejo a su vera) en el Trono Divino, allí donde quiera que esté El Cielo cristiano, creando una devoción, más amable y cercana a la mujer, tan olvidada y denostada a través de todo el desarrollo del Libro Sagrado.

Del Espíritu Santo, esa deidad invisible, esotérica y sin protagonismo, que antiguamente al menos servía para dar los recados, nadie se acuerda, nadie le reza, ni le levanta altares o venera imágenes. Tampoco nadie se imagina donde puede estar, que papel desarrolla en la actualidad y que monos pinta en ese curioso sitio lleno de Santos, ángeles, arcángeles, serafines y criaturas divinas, con plumas y sin plumas que algunos dicen forman ejércitos para luchar contra Satanás y otros piensan que sencillamente estan cesantes.

Quizás es conveniente acotar, más bien para los creyentes cristianos que rehúsan informarse, basando su fe tan solo en la prédica interesada y proselitista de las sectas e iglesias de este credo, que en este Año I, donde encontramos en pleno desarrollo lo que sería después el cristianismo, uno de los legados culturales del Imperio Romano, aparte de la religión romana y varios otros credos paganos, no existía sino el conocimiento bíblico transmitido en el Antiguo Testamento mediante la Torá, el libro base de la religión judía. Y que al igual que los judíos, los primeros cristianos, que desde temprano tuvieron divisiones y distintas apreciaciones respecto a cuáles fueron realmente las enseñanzas de Cristo, tenían sin embargo la coincidencia en adorar al dios de Abraham, Isaac y Jacob, el dios de Israel.

Y en esta religión hebrea, en su libro sagrado, no existía ni existe hoy, una línea que hable que Jesús es hijo de Dios, de los Apóstoles, de la Iglesia Universal, del culto de María, del calvario y crucifixión. Y menos de la existencia de unos Evangelios que interpreten o traten de hacerlo al menos, la promesa de Dios al pueblo de Israel, todo lo cual, a la vista de esta religión era y sigue siendo solo una herejía.

No había esa Iglesia Primitiva a la que pomposamente se refiere hoy la jerarquía eclesiástica, sino la mística de algunos prosélitos y admiradores de Jesús, quizás un par de cientos de sujetos, distribuidos en las sinagogas de Judea y otras aldeas y pueblos conquistados por Roma, que luego de la muerte violenta de su líder por crucifixión fueron expulsados, o bien, funcionaban como una pequeña secta al interior de la sinagoga, intentando revertir la negativa idea de los rabinos sobre Jesús, pero sin abandonar el reclamo ante la autoridad invasora por la injusticia cometida por Roma con este Mesías.
Todos ellos, sujetos resentidos por la pérdida de su autonomía y restricción de sus costumbres, obligados a obedecer la ley del invasor, sentimiento nacionalista que los hacía ver en este Jesús, al Mesías que Israel estaba esperando, que lideraría la emancipación de sus cadenas, conduciría al pueblo elegido a la victoria y uniría bajo su reinado a todas las naciones.

Es preciso además entender, que en este primer tiempo los admiradores de Jesús, sus discípulos y los mismos Apóstoles nunca abominaron de tal religión. Y que era en estos templos donde ellos presentaban sus dudas e inquietudes y trataban de convencer a sus prosélitos que Jesús era el verdadero Mesías, el Salvador del pueblo judío que estaban esperando. Eso no lo consiguieron nunca. Antes bien, fueron marginados de la sociedad judía, fracasaron en su empresa y debieron volcar su prédica hacia los gentiles. De manera que todos estos seguidores de Jesús, gente sencilla y de poca instrucción, con líderes intelectualmente tan modestos como los mismos apóstoles, no produjeron gran impacto ni daño a las congregaciones judías por cuanto eran muy pocos y entre ellos no había dirigentes de importancia.

No habiendo Jesús mismo escrito nada en su vida, ni dejado sus enseñanzas en manos de biógrafos que las metodizaran y no existiendo entre sus fieles, incluyendo a sus Apóstoles, gente letrada ni de peso en la comunidad – ya que en verdad varios de estos discípulos de su círculo íntimo eran sus hermanos y familiares (Marcos 6:3 (Reina-Valera 1960)
¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él.)
y el resto, algunos vecinos y sus parientes, - que plasmaran tales enseñanzas en documentos, el movimiento pro Jesús resultó en principio solo una vertiente disidente, una secta menguada y muy resistida en la comunidad hebrea.

Un claro ejemplo de cómo esta nueva secta se fue construyendo, lo constituye Saulo o Pablo de Tarso, a quien la Iglesia Católica pondera como uno de los Santos más importantes de ese credo, a la altura del mismo Pedro, a quien se considera el fundador de la Iglesia, la piedra angular en que descansa el catolicismo y primer Jefe de la primera hornada de cristianos.

Solo cuando Pablo publicó sus primeros escritos, los prosélitos del movimiento que había crecido importantemente, se percataron que en verdad no tenían nada y que si querían tener un credo nuevo, diferente al judío, debían ofrecer más de lo que ya estaba inserto en el llamado Antiguo Testamento; era necesario desmarcarse, construir un nuevo camino, no solo para hacer la diferencia con la religión judía, sino para dar a conocer las bases, doctrina y el objetivo perseguido por este Mesías.

Cuando nos referimos a Pablo, estamos hablando de un contemporáneo de Cristo, que nació seis o siete años después que éste y que empezó a predicar a su favor después de treinta o 36 años de su muerte por crucifixión. Antes de ello, aborrecía a sus seguidores, los persiguió tenazmente y negaba que este Mesías tuviera carácter divino.
Por tanto se entiende el reconocimiento de la Iglesia y los honores que se le rinde por este aporte de Pablo, que es el único que fundamenta, compila y publica toda la mitología popular al respecto, dándole cuerpo a una doctrina que hasta ese momento no existía y que si algo había, solo eran relatos parciales, comentarios e impresiones de quienes le conocieron personalmente.

Con razón, se estima que es el co-fundador del Cristianismo y hasta se puede llegar a pensar que no se le hizo real justicia, ya que en verdad Pedro, como se desprende de los relatos bíblicos, nunca fue al interior de sus discípulos un líder o preferido de Jesús, sino Juan. Antes bien, fue quizás el más lerdo de todos, el más porfiado y gruñón, un rústico al que había que explicarle dos o más veces que era lo que quería decir el “maestro”, pues no entendía las parábolas ni las comparaciones y su dominio del léxico, como simple pescador artesanal era limitadísimo. Tampoco más tarde demostró liderazgo, talento o alguna dote especial que enalteciera su ministerio. De hecho, los escritos de Pablo, son en mucho, más relevantes y considerados vitales en la Biblia, que todo lo que pudieron decir o escribir todo el resto de loa apóstoles.

Pablo de Tarso inventó al Jesús actual; entusiasmado por su rol de predicador, en sus giras fue fabulando un discurso cada vez más doctrinario y pleno de referencias novedosas respecto a la misión de Jesús como enviado de Dios, a su calidad de Dios él mismo, a su papel de anunciante de un Nuevo Mundo espiritual, de su carisma de Juez de una humanidad que pronto llegaría a su fin.

Fue él quien colocó la idea sacrificial de que Cristo murió por nuestros pecados; que fue nuestro salvador, que fue sepultado y resucitó al tercer día ; que se apareció a Pedro y luego a sus doce discípulos. Que luego se le apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los que la mayor parte viven todavía, decía, para dar su testimonio…Y que ahora…se me apareció a mí, como si de un hijo nacido a destiempo se tratase.

Pablo, quién murió durante el reinado de Nerón, fue sentenciado a muerte por decapitación hacia el año 67 d. de C., librándose del suplicio obligado de la cruz destinado a todos los criminales no romanos, por tener ciudadanía romana al nacer en Tarso, lo que hoy es Turquía, que estaba bajo la égida del Imperio, pero Pablo no murió por ser cristiano sino por traidor.

Llamado también San Pablo de Tarso o San Pablo Apóstol, nunca perteneció al círculo de Apóstoles de Jesucristo, nunca trabó contacto con él ni lo conoció en vida, y tampoco tuvo acceso a ningún tipo de literatura de éste y menos de los Evangelios que aún no habían sido ni siquiera redactados.

Para los romanos y el pueblo judío, Pablo o Saulo como se le conocía, fue un doble traidor, ya que primero fue un colaborador del Estado Romano desde la facción de los fariseos, el grupo de mayor poder político entre los judíos.
Como alto funcionario de la policía judía del Sanedrín era el encargado de investigar y denunciar a los revoltosos cristianos, función que cumplió cabalmente y con gran celo siendo numerosos los líderes de ese movimiento que fueron condenados a muerte en el Circo Romano por sus actividades clandestinas. Y quien luego, no solo abominó del judaísmo sino que denostó contra sus líderes y los dioses de la sociedad romana, siendo tenazmente perseguido por ello después, hasta ser entregado a la justicia del Imperio, que le dio muerte por los delitos que se le acusó.

De hecho participó y votó en calidad de representante del Sanedrín, de donde procedía su poder y autoridad para perseguir a los cristianos (incluso en ciudades tan lejanas como Damasco) y denunciarlos a la justicia romana, en la ejecución de otro Santo Católico, San Esteban, que tiene la importancia de ser el Primer Mártir de la Iglesia ejecutado por lapidación, es decir, condenado a ser apedreado hasta morir.

Ello supone, de acuerdo a la ley judía de ese entonces que Pablo como acusador fue uno de los que le lanzó piedras y se congratuló con su deceso. Más aún, el que debió iniciar la ceremonia de lapidación con la primera roca lanzada al corazón, para paralizárselo.

Efectivamente, si consideramos las reglas judiciales a que se ajustaba esta condena de lapidación en el Israel de la era romana, tal cual están descritas en el Talmud y mucho antes por el Pentateuco en su Deuteronomio, como bien lo describe Noel Molina en su magnífico Blog "Ateismo para cristianos", de donde he extractado numerosas ideas que hemos insertado aquí, cuya dirección recomiendo y dejo para los interesados, http://ateismoparacristianos.blogspot.com/2011/01/jesus-no-existio-introduccion.html, tenemos que las reglas principales a seguir en una lapidación son:

"A cuatro codos del lugar del suplicio se le retiraban al condenado sus vestiduras, a excepción de una sola, que lo tapara por delante, si era un hombre, y por delante y por detrás si era una mujer. Uno de los testigos (acusador) tumbaba al condenado, de manera que quedara sobre los riñones; si se daba la vuelta, el testigo lo devolvía a la posición deseada. Si a causa de esta caída moría, la Ley se consideraba satisfecha. Si no, el segundo testigo (acusador), cogía la piedra y se la lanzaba apuntando al corazón.
Esta “primera piedra” (Juan, 8, 7) debía ser lo suficientemente pesada como para que fueran necesarios dos hombres (los dos testigos requeridos por la acusación) para levantarla: “Dos de ellos la levantan en el aire, pero uno solo la lanza, de manera que golpee más fuerte” (Sanedrín, -45, b.) Si el golpe resultaba mortal, se había hecho justicia. Si no, la lapidación incumbía colectivamente a todos los israelitas. Porque está escrito: “La primera mano que se levantará contra él para matarlo será la mano de los testigos; a continuación será la mano de todo el pueblo”.
(Deuteronomio, 17, 7.)

Es decir, en el caso de la muerte de Esteban, siendo Pablo su acusador y aprehensor principal, le correspondía el dudoso honor y también la obligación legal de lanzarle la primera piedra. No obstante, la Biblia sale en su defensa y en un indisimulado intento de exculparlo, interpone frases ambiguas y distractoras (intento humano por supuesto, no divino, no inspirado por Dios.)

Veamos. La situación es que Esteban, presentado por Pablo y detenido por su gente es acusado por las autoridades de la sinagoga como blasfemo y conducido a las afueras de la ciudad para aplicarle la condena de lapidación:
Hechos 7,54-60
7:54 Oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él.
7:55 Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios,
7:56 y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios.
7:57 Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él.
7:58 Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo.
7:59 Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu.
7:60 Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.
Hechos 8,1-3
8:1 Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles.
8:2 Y hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él.
8:3 Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.

Como cualquier lector puede apreciar, este contradictorio texto bíblico nos dice que quienes lapidaban a Esteban dejaron sus ropas en manos de un joven llamado Saulo, en un intento de convencer a los fieles que este Saulo,- que es por supuesto Pablo de Tarso,- no tuvo intervención directa en el asesinato de este mártir cristiano, o que es otro Saulo.
Sin embargo, es claro que quien comanda este grupo es el mismo Saulo, el que luego de cumplida esta condena sigue deteniendo cristianos casa por casa para dejarlos en la cárcel.

La frase es sibilina porque se señala que los presentes dejan sus ropas al cuidado de este jovenzuelo que está allí de casualidad y que por su temprana edad no puede participar de esta lapidación. Y por si fuera poco, para describir la atroz muerte de Esteban, dicen que se durmió. Es decir, apenas recibe el primer impacto de esta gran piedra, probablemente utilizada por Pablo, ésta le destroza el corazón y muere instantáneamente. No, no se durmió. Y si alguien supuso que esta palabra encubriría el crimen y mermaría la responsabilidad de Pablo, se equivocó. No se durmió, fue asesinado salvajemente.

Pero esa engañifa del autor de este Evangelio es de corte infantil y solo puede sorprender a los ilusos. Saulo o Pablo ese año 36, tenía a lo menos 35 años de edad ya que se dice que nació con el año I, según sus propias palabras y las de quienes le conocen. A esa altura de su vida es un hombre de confianza del Sanedrín y comanda un cuerpo especial de policía recibiendo órdenes directas del propio máximo pontífice judío. Es el autor de la detención de Esteban, está presente en la lapidación y la ley lo obliga a formular los cargos y a ejecutar al condenado...

Esto además suscita una nueva reflexión y es que si dos años antes solamente no estuvo este mismo Pablo en el proceso de Jesús en el Monte de los Olivos, participó de su detención y en la formalidad de su ajusticiamiento en su calidad de hombre de confianza del hombre más importante de la cúpula del Sanedrín, su maestro Gamaliel. El o Lucas, su ayudante de órdenes y ambos perseguidores de judíos, quienes luego, mintieron afirmando no conocer a Jesús.

También en este episodio, la participación de Pablo que se cuenta, es a todas luces falsa y desapegada a las costumbres de la época. Y lo más grave, hay un indisimulado intento bíblico, más bien de quienes han manipulado los Evangelios, corrigiéndolos, podándolos y agregando frases y conceptos que son absolutamente ajenos a los escritos originales, que por supuesto, se encuentran desaparecidos.

Huelga decir que la Iglesia Católica, que se supone los tuvo primero a la vista, si es que algún día existieron, nunca los ha mostrado para compararlos con los actuales párrafos que se leen en la Biblia. Solamente se ha trabajado con copias entregadas por estas autoridades eclesiásticas. Jamás estos Evangelios en su versión original, han sido cotejados por expertos ni nadie puede afirmar ni aportar ningún antecedente que avale con seriedad que hayan sido obras como se afirma fantasiosamente, de los Apóstoles Mateo, Juan, Lucas y Marcos.

La importancia fundamental que tienen para el catolicismo estas fabulaciones de Pablo, fue que convertido desde su acérrimo fundamentalismo judío a seguidor de Cristo por una famosa visión donde se le apareció Jesús y le objetó su proceder, (en aquellos tiempos no se decía milagro sino que visión o revelación) pasó a ser un gran predicador itinerante de esta doctrina naciente, incorporando escritos y semblanzas donde por primera vez se rodea la figura de Jesús de un halo divino.

Y que, merced a ello sabemos algo de la vida de Jesús y tenemos referencias de los apóstoles y del mismo Pablo, pues no hay ninguna mención de su existencia en ningún relato histórico de la época, ni romano ni judío. Ningún historiador, poeta o escritor de esos tiempos menciona a Pablo de Tarso, solo sabemos de él por los Evangelios. Tampoco en los relatos religiosos de esos tiempos existe recuerdo de su nombre ni aparece registrado como cristiano o ciudadano romano o judío.

Si no fuese, reiteramos, por los escritos dejados por este presunto sujeto llamado Pablo, nunca nadie habría sabido que un día un tal Jesús fue crucificado, que intentó ser el Mesías de los judíos sin lograrlo y que tuvo una docena de discípulos que dijeron que resucitó al tercer día y luego ascendió a los cielos. Tampoco habría podido el Catolicismo, varios siglos después, fundamentar su religión; crear el culto de María; establecer a ese extraño Dios Trinitario dividido en tres entelequias, pero que es uno solo; ni conformar lo que hoy es una de las principales religiones mundiales.

Lo mismo ocurre con Jesús de Nazaret., de quien todos los investigadores, estudiosos del tema, antropólogos, sociólogos o filósofos, además de los historiadores han procurado vanamente ratificar los datos que se mencionan en estos Evangelios, sin ningún resultado. No existe constancia de su nacimiento, de su familia, del pueblo donde se dice que nació ni de varios lugares mencionados en estos escritos, los cuales simplemente no existieron.

Antes de nombrar a Jesús, el historiador contemporáneo Josefo escribió 30 volúmenes alabando y describiendo a los judíos hasta en los detalles más simples y no menciona a Jesús en ningún momento; aunque nombró en numerosas ocasiones a otros “Pseudo Mesías” a los cuales odiaba e instaba a no hacerles caso… y de repente luego de tantos escritos y años… ¡nombra a Jesús!. en un pequeño párrafo que comentaremos.

Curiosamente, en esta misma obra "Antiguedades Judías", menciona 19 Yeshua/Jesii distintos, otros Jesúses, la mitad de ellos contemporáneos de Jesús y transitando por los mismos lugares, sin tomar en cuenta cuatro importantes sacerdotes judíos que vivieron en el tiempo de Herodes. Algunos de estos Jesús son:


Jesús ben Sirach. Este Jesús, según se dice fue autor del "Libro de Sirach", (llamado también Eccesiaticus, o la Sabiduría de Jesús, el hijo de Sirach), parte del Viejo Testamento Apócrifo. Ben Sirach, escribiendo en griego circa 180 a. de C. juntó la “sabiduría judía” y los héroes de estilo homérico.
Jesús ben Pandira. Hacedor de milagros durante el reino de Alejandro Janneus (106-79 a. de C.), uno de los más implacables reyes macabeos. Se lanzó imprudentemente en una campaña de profecías sobre fin de los tiempos, que ofendió al rey. Halló un prematuro fin de los tiempos colgado de un árbol – y la víspera de pascua. Investigadores han especulado si él fundó la secta esenia.
Jesús ben Ananías. A partir del 62 d. de C. éste Jesús causó disturbios en Jerusalén, con un repetido “mantra” de “Lástima sea de la ciudad”. Profetizó vagamente: “Una voz del este, una voz del oeste, una voz de los cuatro vientos, una voz contra Jerusalén y la casa sagrada, una voz contra los desposados, una voz contra el pueblo todo.” – Josefo, Guerras 6.3.
Arrestado y azotado por los romanos, le soltaron como un demente inofensivo. Murió durante el sitio de Jerusalén golpeado por una piedra arrojada por una catapulta romana.
Jesús ben Safat. Durante la revuelta del 68 d.C. que causó estragos en Galilea, éste Jesús dirigió a los rebeldes en Tiberíades. Cuando la ciudad estaba por caer bajo las legiones de Vespasiano, huyó hacia el norte a Tariches sobre el mar de Galilea.
Jesús ben Gamala. Del 68/69 d. de C. éste Jesús era dirigente de Partido por la Paz , en la guerra civil que destrozaba a Judea. Desde los muros de Jerusalén, había protestado contra los sitiadores idumeos (dirigidos por Jaime y Juan, hijos de Susa). No le valió de nada. Cuando los idumeos se tomaron los muros, fue muerto, y sus despojos arrojados a los perros y aves carroñeras.
Jesús ben Thebuth. Un clérigo quien, durante la capitulación final de la parte alta de la ciudad en 69 d. de C, se salvó entregando los tesoros del templo, que incluían dos candelabros sagrados, copas de oro puro, cortinas y hábitos sagrados de los altos sacerdotes. El botín figuró prominentemente en el Triunfo celebrado por Vespasiano y su hijo Tito.
Jesús ben Stada. Fue un agitador judeo quien le causó dolor de cabeza a los romanos a comienzos del Siglo 2. Halló su fin en la ciudad de Lidia (a veinte kilómetros de Jerusalén) a manos de una cuadrilla romana de crucifixión. Y dada la escala en que la represión romana era aplicada – a la altura del sitio de Jerusalén, más de quinientos cautivos por día eran crucificados frente a los muros de la ciudad, cuyos sus cuerpos debían acumularse en el suelo...

No obstante Josefo, de este Jesús de Nazaret no escribe ni comenta nada, de su vida, de su historia.

Hay que tener en cuenta, que todos estos sucesos ocurrieron en el siglo I de nuestra historia, prolífico en el desarrollo de escuelas filosóficas; importantes científicos; un sinnúmero de escritores y pensadores; biógrafos de las guerras, de los reyes y emperadores y de distinguidos historiadores, que hace que sea uno de los períodos más informados y conocidos del mundo antiguo.
Se sabe de todos los grandes y pequeños acontecimientos con gran detalle; quiénes fueron los abuelos, los padres, los nietos de cada uno de estos próceres, sus hazañas, fortuna y como murieron. No obstante no hay una sola línea de la familia de Jesús, de su calvario, de su crucifixión, de sus apóstoles, de José y María, de sus milagros.

Es más, la ciudad de Nazareth de donde se dice que era oriundo y donde habría vivido con sus padres, no había sido construida en la fecha en que se dice nació Cristo, sino en los siglos siguientes. No hay antecedentes históricos, literarios ni arqueológicos que señalen su existencia ni como ciudad ni como pueblo ni como aldea antes de eso.

En el Antiguo Testamente no existe una sola línea que se refiera a Nazareth. En Josué, se enumeran doce poblaciones y seis aldeas de los alrededores, pero no Nazareth. A su vez en el Talmud, que se refiere a los hechos ocurridos en esa área, enumeran 63 poblaciones galileas, pero no se menciona a Nazareth y no hay referencias sobre esta ciudad en toda la literatura rabínica. En la historia no hay registros de los acontecimientos narrados sobre su calvario y muerte de la manera que describen los Evangelios.

El primer Evangelio que se escribió, el de Marcos, da a entender que Jesús nació en Nazaret. Ya al principio, cuando relata su bautismo, dice que Jesús “vino de Nazaret de Galilea”. Es decir, no menciona ninguna otra ciudad de origen fuera de esta. Después, cuando Jesús se va a Nazaret, dice que “se fue a su patria”, y patria (en griego: “patris”) significa literalmente “la tierra natal”, “el lugar de nacimiento”. Esto lo confirma el mismo Jesús cuando, ante el escándalo que producen sus enseñanzas en Nazaret, él exclama: “Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa, es despreciado”.

El cuarto evangelista, San Juan, también afirma que Jesús nació en Nazaret. Comienza presentándolo como “un profeta de Nazaret” y dice que todos saben que era de Nazaret. Por ejemplo, Natanael, no quiere creer en él porque dice: “¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno?”.
En todo caso, ya lo decíamos, estos Evangelistas, que escribieron tales textos, separados a veces por siglos de atraso a estos sucesos y en griego y no en arameo o hebreo como se usaba en ese tiempo, a excepción de Mateo, se contradicen a si mismos y también entre ellos, cosa extraordinaria en un escrito considerado sagrado y fruto de inspiración divina. Si ello fuera cierto, habría que pensar además que estamos en presencia de un Dios contradictorio, olvidadizo, alzéimeco que no tiene clara noción de lo que dictó a sus evangelistas.

En todo caso, nadie espera que todos estos errores históricos y falencias culturales detectadas en La Biblia, dejen de tener explicación por los teólogos cristianos, que se queman por años las pestañas para estudiar como salir airosos de tales patrañas. Como muy bien lo expresó una vez el escritor y columnista norteamericano J.S. Bullion, Jr : "Ejércitos de estudiosos y teólogos han encontrado por siglos un empleo respetado creando artificiosas explicaciones de cómo la Biblia frecuentemente no quiere decir lo que dice."

En Wikipedia, referente a esta localidad se dice: "Debido a la falta de mención de la ciudad de Nazaret en el Antiguo Testamento, el Talmud o en fuentes extra-bíblicas de los siglos primero y segundo (como Flavio Josefo), su existencia en el momento del nacimiento de Jesús está en duda. Fr. Bagatti descubrió cerámica que data de la Edad del Bronce (2200 a 1500 aC) y cerámica, silos y molinos de la Edad del Hierro (1500 a 586 aC), que apuntan a un asentamiento importante en la cuenca de Nazaret, en ese momento. Sin embargo, La falta de evidencia arqueológica asiria, babilónica, persa, helenística o de los primeros tiempos romanos, al menos en las grandes excavaciones entre 1955 y 1990, muestra que el asentamiento al parecer llegó a un abrupto final cerca de 720 AC, cuando muchos pueblos de la zona fueron destruidos por los asirios".
"...El poblado se identifica a partir del siglo IV".

No obstante, ese lugar y a partir del siglo III y IV d. de C. se ha convertido en santuario de peregrinos y fieles, que a raíz de esta falsedad del autor del Evangelio citado, persisten en creer que allí vivió Cristo junto a su familia en su juventud. Incluso, algunos fanáticos antiguos descubrieron una cueva, hoy convertida en capilla, creando la leyenda que allí rezaba la virgen María y que en los alrededores jugaba el niño Dios. Por supuesto, ir allí y visitar estos lugares sagrados cuesta dinero, que ya sabemos va a parar al tesoro papal.

Flavio Josefo, el historiador y cronista de todos los hechos ocurridos en el Imperio Romano no habla de Jesús sino 20 años después de publicar todos sus escritos que fue después del año 114 y nunca menciona a los líderes del pequeño grupo de cristianos (Pedro y Pablo) ni a María (la madre de Jesús). Josefo nacido en el año 37 y que escribió hasta finales de siglo y principios del Año II, minucioso y muy crítico, menciona cientos de nombres y hechos, aún los más corrientes, pero cuando enumera las sectas omite a los cristianos.

Los griegos y los romanos no oyeron hablar de él, su nombre no aparece en obras profanas hasta un siglo después y aún así indirectamente, y solo a propósito de movimientos y de las persecuciones de la secta cristiana. En el mismo judaísmo no dejó una impresión muy duradera y la que hay, es solo como recuerdo de un falso Mesías.

Filón de Alejandría, uno de los filósofos más renombrados del judaísmo helénico, un prolífico autor de su tiempo, muerto hacia el año 50 nada sabe de él.

Un escritor hebreo, Justo de Tiberiades compuso una historia hebrea desde Moises hasta finales del año 50 y no cita siquiera el nombre de Jesucristo.

Plutarco nacido 50 años después de Jesucristo, historiador eminente y concienzudo no pudo haber ignorado la existencia de Cristo y «sus proezas». De haberlas conocido seguramente se habría preocupado de fijar sus impresiones en algún escrito.

Séneca no dice una palabra de Cristo aunque hablando de los cristianos no los distingue de los hebreos.

El mismo silencio de la historia hacia Jesús, se produce hacía los apóstoles acerca de los cuales no existen más documentos que los eclesiásticos.

Por si fuera poco, ninguno de los que debieron tener tratos con Jesús, como Pilatos, Hanán, Caifás, etc., dejó rastro en su historia de estas relaciones. Los únicos testimonios que hablan de la vida y obra de Jesucristo son los Evangelios y datan de los siglos III y IV, no constituyendo esto prueba de la existencia del personaje Jesús.

Abundando más en esta pobreza de antecedentes y la manifiesta intencionalidad de estos poco confiables Evangelios, se puede colegir que solo fueron proyectados para apoyar lo dicho antes por Pablo, ya que ni siquiera se plantea allí, la doctrina de Cristo, salvo no sea recogiéndola a partir de los esbozos y pinceladas de este futuro Mesías del pueblo de Israel, relatadas en las historias del Antiguo Testamento.

Llama poderosamente la atención, establecer que ni siquiera los primeros Padres de la Iglesia como Clemente de Roma; Ignacio; Policarpo, que escribió la Epístola de Bernabé alrededor del años 130, mencionan en sus escritos los Evangelios ni se apoyan en ellos para sus escritos. Solamente entre los años 150 y 160, aparecen las primeras citas en boca de Justino Mártir, quien ni siquiera los conoce como Evangelios sino que los nombra como “Memorias de los Apóstoles”. Tampoco respecto a Hechos, que según los expertos está escrito por el mismo autor del Llamado Evangelio de Lucas, se tiene referencias sino hasta poco antes del año 170. Eso habla claramente, que estos primeros y notables cristianos no sabían nada de estos Evangelios, de la vida de Jesús entre los 13 y 29 años que allí se intenta incorporar, de la que los Apóstoles ni nadie de los primeros siglos nunca dijo nada.

Y lo que es peor, existen innumerables inexactitudes históricas, omisiones y contradicciones entre los presuntos cuatro Evangelistas, algunas de ellas tan graves como las distintas versiones sobre la genealogía de Jesús, de Mateo y Lucas, quienes no se ponen de acuerdo en cuál fue realmente su línea de sucesión.

En su afán de demostrar establecer que Cristo es de la prosapia real de la Casa de David, trazan un distinto árbol genealógico, con personajes inventados y otros que no corresponden a esta dinastía; ni son por tanto de la línea de sus descendientes directos, cayendo en el craso error de fijar en su padrastro José, quien según estos Evangelios no sería su padre carnal, como su ascendiente directo inmediato, desmintiendo con ello que Jesús sea, -como asegura la Biblia por boca de los mismos Evangelistas,- solo hijo de María, ya que el padre sería el Espíritu Santo. Es decir, de estas dos genealogías de Mateo y Lucas, se desprende que Jesús no es el hijo de Dios, sino simplemente el hijo de José, un mortal como cualquier otro.

Pero lo más seguro, es que cuando se confeccionaron estas curiosas genealogías que pretendieron abarcar cerca de ochocientos años, sus autores primitivos no sabían que la intención era hacer un Dios de Jesús, ni de su madre una semidiosa, esposa además del Supremo Hacedor. Ellos solo querían probar que era descendiente de David.

Luego, los escribas y eclesiásticos que le metieron mano a estos Evangelios, para llenar los huecos con todo aquello que les interesaba que tuviese su personaje, en este caso un rasgo divino, no se percataron de estas garrafales discrepancias, resultando verdaderamente estrambótico que ambos evangelios se refieran con detalle a la concepción de Jesús por parte del Espíritu Santo en María (Mt , 20, y Lc 1, 35), y luego en base a la genealogía de Jesús, consideren a José como su padre carnal, dejando de paso a la luz pública, que la Vírgen María no era tan vírgen a esa altura.

En el libro Antigüedades judías (Antiquitates Iudaicae) escrito por Flavio Josefo hacia el año 93 d. de C, específicamente el libro 18, capítulo 3,3, se lee el siguiente párrafo denominado «Testimonio flaviano».

"Por este tiempo apareció Jesús, un hombre sabio (si es que es correcto llamarlo hombre, ya que fue un hacedor de milagros impactantes, un maestro para los hombres que reciben la verdad con gozo), y atrajo hacia Él a muchos judíos (y a muchos gentiles además. Era el Cristo (el Mesías)). Y cuando Pilatos, frente a la denuncia de aquellos que son los principales entre nosotros, lo había condenado a la Cruz, aquellos que lo habían amado primero no le abandonaron (ya que se les apareció vivo nuevamente al tercer día, habiendo predicho esto y otras tantas maravillas sobre Él los santos profetas) La tribu de los cristianos, llamados así por Él, no ha cesado de crecer hasta este día”.

Este fragmento en cuestión, es mostrado en el mundo cristiano como una prueba de la existencia de Jesús en aquellos años, ya que los Evangelios no pueden considerarse obras imparciales ni constituyen documentos históricos y ni tan siquiera existe constancia de su autenticidad.

Y el resto de las mentadas pruebas que exhibe el catolicismo para tratar de probar que Cristo si existió, y que ello está debidamente documentado, son solo menciones de sus patriarcas de haber visto en vida ese u otro evangelio, que conocieron a tal determinado Apóstol o Libro, es decir, versiones internas que no sirven para el examen histórico, casi todas o de gente que murió hace siglos y que no pusieron nada por escrito, o utilizando las clásicas frases: se dice, algunos aseguran, según se dice, la tradición cuenta, etc.

Tal extracto de Josefo ha suscitado extensos debates filológicos e historiográficos entre los especialistas, en cuanto a definir su autenticidad parcial o total, dado que existen varias otras copias de los escritos de este autor donde el mismo párrafo en particular es mucho mas corto y sobrio, suponiéndose que esta es una traducción adulterada por mano de autoridades eclesiásticas, como otras muchas que la historia registra donde se ha comprobado fehacientemente tal frude gestado desde el mismo Papado.

Entre estas está la versión árabe, conocida también como eslava. Incluida en el siglo X en una Obra en árabe de Flavio Josefo por Agapio, Obispo de Hierápolis. Sacada a la luz por el exegeta judío Shlomo Pines, que reza a la letra:

"En este tiempo existió un hombre de nombre Jesús. Su conducta era buena y era considerado virtuoso. Muchos judíos y gente de otras naciones se convirtieron en discípulos suyos. Los convertidos en sus discípulos no lo abandonaron. Relataron que se les había aparecido tres días después de su crucifixión y que estaba vivo. Según esto fue quizá el Mesías de quien los profetas habían contado maravillas."

Como se ve, este párrafo es muy distinto al anterior y desde luego conserva la base sobre la cual fueron colocadas las frases que se agregaron para consumar la adulteración. Y como bien se ha observado por algunos autores, especialmente James Charlesworth en 1988, este texto, que es anterior a la copia manuscrita más antigua de Las Antigüedades Judías, debe reproducir la versión original de Josefo sin las interpolaciones cristianas posteriores.

A propósito de este afán de los Evangelistas de hacer coincidir las profecías de la venida del Mesías y cumplir su pacto con el pueblo de Israel, inventando una historia a partir del último punto aparte de estas leyendas del Testamento Antiguo, es curioso constatar que todo les salió mal en ese sentido. Nunca lograron convencer a los judíos respecto que Jesús era el tan esperado Mesías y además no acertaron en las profecías que los israelitas estaban realmente esperando.

Aquí dejamos una reseña, quizás no completa, de los versículos y profecías del Antiguo Testamento, que estos "astutos" evangelistas procuraron remendar para respaldar sus dichos en el Testamento Nuevo, para ir componiendo la historia de la vida lo que sería después el Jesús mitológico.

Es de la tribu de Judá Génesis 49:10------------------Lucas 3:23-33
Nace de una virgen Isaías 7:14------------------------Mateo 1:18-25
Desciende del rey David Isaías 9:7--------------------Mateo 1:1, 6-17
Jehová lo declara Hijo suyo Salmo 2:7-----------------Mateo 3:17
No creen en él Isaías 53:1-----------------------------Juan 12:37, 38
Entra en Jerusalén montando un asno Zacarías 9:9----Mateo 21:1-9
Lo traiciona un compañero muy cercano Salmo 41:9---Juan 13:18, 21-30
Lo traicionan por 30 piezas de plata Zacarías 11:12----Mateo 26:14-16
Calla ante sus acusadores Isaías 53:7------------------Mateo 27:11-14
Sortean su ropa Salmo 22:18 -------------------------Mateo 27:35
Sufre burlas mientras está en el madero Salmo 22:7,8-Mateo 27:39-43
No le quiebran ni un hueso Salmo 34:20---------------Juan 19:33, 36
Lo entierran con los ricos Isaías 53:9------------------Mateo 27:57-60
Resucita antes de corromperse salmo 16:10-----------Hechos 2:24, 27
Dios lo eleva a su diestra Salmo 110:1-----------------Hechos 7:56

Lamentablemente para ellos, nunca acertaron a saber cuáles eran realmente las profecías que los judíos estaban esperando que fueran satisfechas por el Mesías.
Por ese error de cálculo de estos autores, sumado a su ignorancia del modo de pensar de los israelíes, esa doctrina cristiana nunca ha sido aceptada por el pueblo hebreo, ni en los tiempos de Cristo ni en lo que corren. Antes bien, opinan que éste Nuevo Testamento confirma que el tal Jesús no cumplió las Profecías Mesiánicas de la Biblia, a saber:

Construir el Tercer Templo (Ezequiel 37:26-28);
Reunir a todos los judíos de regreso en la tierra de Israel (Isaías 43:5-6);

Traer una era de paz mundial, acabar con el odio, la opresión, el sufrimiento y la enfermedad.
Como está escrito: "Una nación no levantará espada contra otra nación; y tampoco los hombres estudiarán más cómo hacer guerra"(ver Isaías 2:4);
Esparcir un conocimiento universal sobre el Dios de Israel uniendo a toda la raza humana como una. Como está escrito: "Dios será Rey sobre todo el mundo - ese día, Dios será Uno y Su Nombre será Uno"(Zacarías 14:9).

Los estudiosos bíblicos judíos, afirman además que el Cristianismo Contradice la Teología Judía. La idea cristiana de la Trinidad divide a Dios en tres entes separados: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (Mateo 28:19).
¿Dios como tres? Esto contradice al Shemá, la base de la creencia judía: "Escucha Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es UNO" (Deuteronomio 6:4). Los judíos declaran la unicidad de Dios cada día, escribiéndola en los marcos de sus puertas y atándola a sus brazos y a sus cabezas. Esta aseveración de la unicidad de Dios son las primeras palabras que se le enseñan a un niño judío y las últimas palabras que se dicen antes de morir.

En la ley judía, el adorar a una trinidad divina es considerado idolatría - uno de los pecados cardinales por los que un judío debe dar la vida antes de transgredirlo. Esto explica por qué durante las inquisiciones y durante toda su historia, los judíos han preferido dar sus vidas antes que convertirse.

Tampoco reconocen que Jesús fue un Profeta. La profecía sólo puede existir cuando la tierra está habitada por una mayoría de judíos. Durante el tiempo de Ezrá (C. año 300 a. de. C.) la mayoría de los judíos se rehusaron a desplazarse de Babilonia hacia Israel, por ende la profecía terminó con la muerte de los últimos profetas - Jagai, Zacarías y Malají. Jesús apareció en la escena aproximadamente 350 años después de que la época de los profetas había terminado.

¡Cumplir la profecía mesiánica de ser descendiente del rey David por el lado paterno! (Lo que no ocurre en las geneologías del Nuevo Testamento).

Y por último, el hecho cambiar la Torá como hicieron los cristianos que inventaron el Nuevo Testamento, creando nuevas leyendas e historias para justificar su doctrina, sirve para que la figura de Jesús, sea inmediatamente identificada como un falso profeta (Deuteronomio 13; 1 - 4).

A lo largo del Nuevo Testamento Jesús contradice a la Torá y dice sin autoridad alguna, que seis mandamientos del Testamento Antiguo ya no son aplicables (Juan 1:45 y 9:16, Acts 3:22 y 7:37).
Además, los estudiosos de las escrituras sagradas judías, opinan que los Versículos Bíblicos Referentes a "Jesús" son Traducciones Incorrectas, los cuales sólo pueden ser entendidos al estudiar el texto en su idioma original, lo que revela muchas discrepancias con la traducción cristiana.

La idea cristiana de que una virgen dio a luz por ejemplo, ha derivado de un versículo en Isaías que describe a una "almá" dando a luz. La palabra hebrea "almá" siempre ha significado "una mujer joven", pero los teólogos cristianos vinieron siglos después a traducirla como "virgen". Esto está de acuerdo con la idea pagana de los mortales siendo absorbidos por dioses.

Y por último, opinan que no existen pruebas históricas ni avales creíbles de la existencia del Jesús de Nazareth que hoy se discute, como el hijo de Dios, sacrificado en la cruz y resucitado el tercer día de entre los muertos y que los Evagelios del Nuevo Testamento, esos escritos anónimos que surgieron siglos después de su muerte, que fueron corregidos y seleccionados por la Iglesia, a los que se les agregaron adiciones y se le inventaron dichos, no es prueba independiente.

Por su parte, las objeciones de parte del mundo islámico realizadas por sus estudiosos son también lapidarias. Podemos ver 29 razones sobre LA FALSEDAD DEL CONCEPTO DE LA TRINIDAD EN EL CRISTIANISMO en la página http://www.islamenlinea.com/relig-comparadas/trinidad.html del Primer Portal Interactivo del Islam en español, que probablemente no son oficiales de esta religión, pero que de seguro recogen el sentimiento de sus fieles, de las cuales extractaremos solo algunas:

1. Ningún profeta, ni antes ni después de Jesús, predicó la trinidad. Todos los profetas predicaron a la gente de su tiempo sobre UN ÚNICO DIOS Y SU UNICIDAD ABSOLUTA. Jesús mismo no mencionó nunca la trinidad. Esto prueba que la trinidad no tiene nada ver con Jesús. Es una fabricación posterior inventada por los emperadores y los sacerdotes greco-romanos.

2. El Pentateuco, en el cual los cristianos creen, nunca menciona la trinidad. El Dios es Uno en el Pentateuco. ¿Cómo hicieron para que Él se convirtiese tres en uno más adelante? No hay más Dios que Dios. El Dios de Moisés es el mismo Dios de Jesús.

3. El Antiguo Testamento nunca menciona la trinidad. Dios a través del antiguo testamento es uno. El Dios que envió a Moisés es el mismo Dios que envió a Jesús. Dios no pudo cambiar de un libro a otro en naturaleza o en número.

5. La trinidad cristiana es una oscilación entre el monoteísmo y el politeísmo. Dicen que Dios es uno (pero en tres) o tres (pero en uno) como si no pudieran decidir –ponerse de acuerdo- si Dios es solamente uno o tres. Hicieron un acuerdo y el resultado era TRES EN UNO.

9. La trinidad es una manera torcida del pensamiento. Hicieron a Dios divisible en tres porciones. Hicieron a Dios como una torta o una manzana que se pueden dividir en ¡tres pedazos! Con esta trinidad incomprensible, el cristianismo tiene un dios triple dirigiendo el universo

11. Según los evangelios, Jesús murió por tres días después de su crucifixión ¿Qué sucedió a la trinidad mientras tanto? Un miembro, es decir, Jesús, era muerto por tres días. ¿Dios se dividió temporalmente en dos tercios durante la muerte de Jesús? ¿Entonces fue un dios que funcionaba a dos tercios de su capacidad original?

12. ¿Cómo podría el dios cristiano ser tres en uno cuando uno de los tres estaba en la matriz de su madre? ¿Estaría uno de los tres dioses en estado de embrión-dios en gestación?

13. Jesús dijo, "pero de ese día y hora nadie sabe, ni aún los ángeles de cielo, sino mi padre solamente" (Mateo 24:36). Si Jesús y el espíritu santo, son INFERIORES al padre en conocimiento, por lo tanto queda demostrado en palabras de Jesús que el padre solamente es un dios, ni Jesús ni el espíritu santo son iguales al padre. Esto significa que Jesús es Jesús y el espíritu santo es el espíritu santo. Son tres y cada está aparte de los otros. No uno en tres. Ni tres en uno.

14. Jesús es un hombre tal y como lo vieron los hombres de su época. El espíritu santo es un ángel y Dios es Dios. ¿Cómo podría el dios unirse con un hombre y un ángel para formar la trinidad? La unión de tres diferentes en su naturaleza es lógica y realmente imposible. Es el más imposible de todos los imposibles. 19. Si Jesús vino del padre, por tanto él es subordinado a Dios así que Jesús no puede ser igual a Dios y con esta condición no puede ser un dios igual.

17. Un evangelio (Marcos 16:19) señala que Jesús fue recibido en el cielo, y se sentó " a la mano derecha de Dios" y si Jesús que se sentó a mano derecha de Dios implica claramente que son dos seres diferentes y separados. Son dos (ni tres) en uno. ¿Cómo pueden ambos ser uno cuando uno se está sentando en la mano derecha del otro?

22. Si la trinidad es tan básica en el cristianismo, ¿porqué no es mencionada dondequiera en los evangelios, ni en el antiguo testamento? Jesús, al que los cristianos deben seguir como su propio profeta, no mencionó la trinidad en ningún evangelio. Ningún profeta, ni antes de Jesús ni después de él, mencionaron la trinidad supuesta. La trinidad no tiene nada hacer con Jesús o su enseñanza o predicación. Es obviamente una fabricación herética. Hicieron a Dios como un comité de dioses Uno para arriba en el cielo, uno en la matriz de su madre, y uno como una paloma.

24. Los sacerdotes admiten que la trinidad NO SE PUEDE entender o aún imaginar por la mente humana. Pero, asombrosamente, agregan que la fe debe ser misteriosa e incomprensible. Dicen que porque es incomprensible por la mente humana, es fe. Su lema es "cree y no pide " Pero el dilema es que no se puede forzar a la gente creer en lo que no puede entender y no se puede evitar que la gente investigue y piense. Usted no puede forzar la razón humana de creer en algo irrazonable. Una de las definiciones del hombre es que él es un ser con razonamiento. ¿Cómo podemos prevenir a hombre de que no use su razonamiento?

25. Leamos lo que dice Pablo sobre Dios, "La cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes y Señor de señores. (Timoteo 6:15. Él dice que Dios es el ÚNICO Soberano, en singular..., el Único que tiene inmortalidad (Timoteo 6:16). Esta inmortalidad no puede aplicarse a Jesús porque él murió incluso por tres días como los evangelios señalan.

26. Dios por definición es inmortal. Por lo tanto, Jesús no puede ser dios o un dios porque Jesús estaba condicionado a la muerte. Por lo tanto Jesús no puede ser dios ni dentro de la trinidad ni fuera de ella.

27. La trinidad, en los hechos, fue establecida por los consejos que convocaron más de trescientos años después de Jesús, por el emperador Constantino y desearon una religión que abogó a él personalmente. Él promovió a Jesús de la fila de un profeta a la fila de un Dios. Él forzó a los miembros del consejo a aceptar a Jesús como segundo en la trinidad. Él descalificó dos terceras partes de los miembros del primer consejo porque rechazaron admitir la divinidad de Jesús. Él llamó más adelante a otro consejo de los miembros seleccionados que estaban dispuestos a someterse a la blasfemia del emperador de la divinidad de Jesús.

29. La trinidad es una mentira triple contra dios, Jesús, y el espíritu santo. La trinidad es una mentira contra dios porque le hizo a un tercio del Dios total. La trinidad es una mentira contra Jesús porque le hizo un dios en vez de un profeta. La trinidad es una mentira contra el espíritu santo porque le hizo un dios en vez de un ángel. La trinidad es la innovación herética más engañosa y más grande que se haya inventado.

Y otra cosa más sobre lo que piensa el Islam de Jesucristo, pero esta vez oficialmente por intermedio del propio Corán, la que apunta al corazón mismo del cristianismo, pues su apuesta como religión, es a diferencia del resto de las creencias, validar la resurrección de Cristo después de ser martirizado y muerto en la cruz, acorde a lo que reza Pablo 1 en Corintios 15:14: "Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe."

"Jesús (Isa) (la paz este sobre él), como el resto de los profetas, es un esclavo elegido por Alá que él asignó para llamar a gente a la vía recta. Sin embargo, hay algunas cualidades de Jesús que lo distinguen de otros profetas, el más importante es que él ascendió hasta Alá y que él volverá a la tierra otra vez".

"El plan de los enemigos de Jesús era el de darle muerte en la cruz, pero Dios le salvó y en su lugar, fue crucificado otra persona. El Sagrado Corán considera que esta trama y la falsa acusación en contra de María son una demostración patente de la incredulidad de los judíos. Todo ello queda clarificado en la siguiente cita del Corán:
« Y por su incredulidad y por haber proferido contra María una enorme calumnia, y por haber dicho: "Hemos dado muerte al Mesías a Jesús, hijo de María, el Enviado de Dios".. Realmente, no le mataron ni le crucificaron, sino que les pareció así. Los que discrepan acerca de él, están sumidos en la duda. No tienen conocimiento de ello, no siguen más que conjeturas; pues ciertamente no le mataron, sino que Dios lo elevó a Sí, Dios es Todopoderoso, Omnisciente. Entre la gente de la Escritura no hay nadie, antes de morir que no creyera en él (Jesús), y el Día de la Resurrección será testigo contra ellos.» (4:156‑159.)

Los cristianos y los musulmanes comparten la Biblia judía y están dentro de las cinco mayores religiones mundiales. Por tanto estas críticas de sus socios son muy drásticas para el credo cristiano. Los israelitas les dicen que Cristo es un farsante y ni siquiera le reconocen su calidad de profeta. Consideran la anexión del Nuevo Testamento a la Torá una herejía y piensan que la crucifixión de Jesús nunca ha existido y por ende para ellos la Virgen María solo fue una mujer común. La idea de que Dios haya tenido un hijo y que comparta su reino con él y el espíritu Santo les parece ridícula.
Recordemos que La Trinidad es la creencia central del cristianismo católico, del cristianismo ortodoxo y de algunas denominaciones protestantes. Afirma que Dios es un ser único que existe simultáneamente como tres personas distintas o hipóstasis, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El término es una palabra compuesta de "tres" y "Unidad" = "Tres en uno", Tri-unidad, Trinidad.

Y el Islam, a pesar de reconocer en Jesús uno de los grandes profetas, niega que tenga carácter divino y creen que sin su consentimiento ni aprobación, Pablo inventó toda la trama que le otorga tal carácter. Afirman que no murió en el evento donde se dice que iba a ser crucificado, sino que fue llamado por Alá, quien lo había comisionado para ayudar a la humanidad, quien le hizo ascender a los cielos, de donde volverá un día y servirá de testigo contra los cerdos infieles, que no crean en Alá.

No le reconocen que sea inmortal y la idea de un Dios Trinitario les hace pensar que el cristianismo no puede ser considerada una religión monoteista. Niega la doctrina de la redención porque contradice a la Biblia. Cristo no tenía fundamentos para salvarnos del pecado original, porque los hijos, según el Antiguo testamento no pueden según Dios cargar con las culpas de sus padres. Deuteronomio 24:16 "No morirán los padres por culpa de sus hijos, ni los hijos por la culpa de sus padres, cada uno morirá por su propio pecado". Jeremías 31:30 "Pero cada uno morirá por su propia iniquidad". Ezequiel 18:20 "El que peca es El que morirá. El hijo no cargará con la culpa del padre, ni el padre con la del hijo. Al justo se le imputará con justicia y al Impío su iniquidad".
Entonces Adán y Eva fueron responsables de su propio pecado que también fue perdonado por Aláh de acuerdo a la versión islámica.
Alega que esta doctrina fue incorporada 300 0 400 años después que Jesús dejó la tierra y que esa historia de la crucifixión de un Dios para salvar a la humanidad del pecado original no tiene sentido.

Por su parte, como ya veremos, la doctrina Budista, que en fondo no es exactamente una religión, ya que Buda nunca predicó ser Dios y más bien era ateo pués creía que el universo y todo en él había evolucionado, siendo sus leyendas de dioses, alegorías de "las funciones de la vida" que nos proporcionan todo lo necesario para nuestra existencia, como el sol, el agua y otras dotes que están presente en la naturaleza, tiene como su principal prédica El Nirvana, comprendido como la extinción de todos los deseos, un estado de paz y perfección que no tiene relación con nada celestial, tampoco aceptan la tesis cristiana.

También sus estudiosos y representantes rechazan el cristianismo, achacándole haber plagiado de Buda todas las características con que se ha adornado a Jesús, incluyendo todo lo anexado por los evangelistas en el Nuevo Testamento. El Budismo es una forma de vida y algunos consideran que es una mezcla de las ideas de Siddhartha Gautama o Buda, el Iluminado y la religión hinduista.

Por su parte las creencias politeistas, en especial El hinduismo, como una de las religiones que se considera la mas antigua del mundo y miembro del Club de las cinco más importantes, tiene millones de dioses con los cuales intenta vivir en armonía considerando que toda la vida es sagrada, humanos y animales, particularmente porque cada vez que se muere es posible que se reencarne en uno de ellos, motivo por el cual persigue más la riqueza espiritual que lo material.

El punto de confrontación del hinduismo con el cristianismo es justamente esta idea de la reencarnación. Todo tiene un cliclo de vida y reencarna varias veces para encontrar la paz absoluta. La diferencia del hinduismo y la mayoría de las otras religiones politeístas y reencarnacionistas con el cristianismo es que en esta última creencia no hay reencarnación sino resurrección, es decir no volvemos a vivir una y otra vez sino que tenemos una vida y es la presente y solo se resucitará el día del juicio final. (Claro que los cristianos actuales no mencionan que esto es una versión reciente, ya que la mayor parte de las vertientes cristianas de los primeros tiempos eran creyentes de la reencarnación.

Esta discusión del Trinitarismo cristiano, especialmente del Catolicismo es muy trascendente para establecer la manipulación de la Iglesia en los Evangelios originales.

El dogma Trinitario nace y se fundamenta en el Evangelio de Juan, donde se interpreta la existencia de esta Santísima Trinidad en el versículo 1. Juan 5:7-8, que cualquier persona puede consultar en su Biblia y que dice: “7 Porque tres son los que dan testimonio: [en el cielo: el Padre, el verbo, y el Espíritu Santo; y estos tres concuerdan en uno. 8 Y tres son los que dan testimonio en la tierra:] el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan”.

Bajo este enunciado se forja todo el armazón del tinglado que sostiene la Santísima Trinidad. No hay otro argumento en toda la Biblia. No obstante los estudiosos bíblicos han descubierto que este articulado bíblico ha sido amañado.

Veamos cómo explican esto los expertos: Si el texto hubiese formado parte de la "Biblia" hubiese aparecido lógicamente en los manuscritos de la versión siríaca, el manuscrito de Alejandría, el papiro elefantino, y sobre todo en el manuscrito del Griego Koiné, que son además de los más antiguos existentes, los considerados más fidedignos. El texto NO APARECE en ninguno de estos manuscritos. En todas las versiones antiguas, en la Vulgata y en los manuscritos más antiguos correctos no se encuentra. Tampoco en los padres griegos ni en la mayoría de los latinos. Allí este articulado dice textualmente:
“7 Porque tres son los que dan testimonio: 8 el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan”1. Juan 5:7-8, por lo tanto este es el correcto y primitivo.

El texto sospechoso que comentamos de la Biblia actual, tampoco aparece en la versión siríaca conocida como la "reina de las traducciones". .. Dicho de un modo directo, en el Evangelio de Juan, desde que se conocieron sus primeras "copias" de las que ya dijimos que la Iglesia nunca ha exhibido los hipotéticos originales de ninguno de los cuatro Evangelios, tal frase no ha sido encontrada de esa manera. No está presente en los escritos originales de la Biblia.

Por supuesto, esta burda falsificación realizada con el evidente propósito de insertar el Credo Trinitario, tal cual exigió Constantino en el cónclave de las sectas cristianas conocido después como Concilio de Nicea, donde el Emperador resultó en el Sacerdote Supremo, el Obispo de Obispos, único cargo que podía aceptar dado su carácter divino, como todos los emperadores romanos, fue finalmente concretada.

En este cónclave se determinó elegir los evangelios que serían las bases del credo, dar carácter universal a la nueva religión que sería la oficial del imperio, el carácter divino de Cristo, la virginidad de María y varias otras directrices que pudieron ser cumplidas bajo otros Concilios no sin sobrellevar varios cismas al interior del catolicismo que lo dividieron en facciones ireconciliables y dieron vida a otras sectas.

El Comentario Crítico y Experimental referente a esta sección dice que el versículo no se encontraba en la Vulgata Latina hasta el siglo ocho.

El Comentario de Adam Clarke declara, "Por lo que este versículo no es genuino, no aparece en cada manuscrito de esta epístola escrito antes de la invención de la imprenta, a excepción del Codees Montiforti en el Colegio de la trinidad en Dublín; los otros que omiten este versículo son ciento doce. Este no se encuentra ni en sirio, ni árabe, ni etiope, ni copto sahidic, ni armenio, ni eslavo, etc., en una palabra, en todas las versiones antiguas, en la Vulgata y en los manuscritos más antiguos correctos no se encuentra. Tampoco en los padres griegos ni en la mayoría de los latinos".

Los editores de "El Comentario de Peake" creen en sus creencias que las palabras no son parte del texto original. La famosa interpolación de los ‘tres testigos’ ni se encuentra en la VRS, y correctamente....ella cita el testimonio celestial del Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo, pero nunca es usado en las antiguas controversias Trinitarias. Ningún manuscrito respetable Griego lo contiene. Apareciendo primero en un texto Latino en el cuarto siglo, entró en la Vulgata y finalmente el Nuevo Testamento de Erasmo" (P. 1038).

Eruditos claramente reconocen que 1 Juan 5:7 no es parte del texto del Nuevo Testamento. Aún es incluido por algunos fundamentalistas como prueba Bíblica para soportar la doctrina de la Trinidad. Está muy claro, que estas palabras no son parte del canon inspirado, sino que fueron añadidas por una "mano reciente." Los dos versículos en 1 Juan deben de decir: "Porque tres son los que dan testimonio, el Espíritu, y el agua y la sangre: y estos tres están de acuerdo en uno."

Esta falsificación es conocida como "La Coma Juanina" (o como Paréntesis Juanino, Cláusula Juanina ó Apócrifo Juanino), y es la identificación dada a la cláusula añadida en algunas versiones bíblicas en los versículos de 1. Juan 5:7-8, que cualquiera puede encontrar bajo este nombre para investigar el tema.

Según el Comentario Bíblico de Matthew Henry, Traducido y Adaptado al Castellano por Francisco Lacueva. Editorial Clie. p. 1897, se expresa:

"En el Siglo VIII, la añadidura apócrifa aparece en idioma latín, inmerso en las copias de la Vulgata (Versión oficial de la Iglesia Católica Romana). La primera mención de la Coma Juanina en idioma griego es la versión (latina) de las actas del concilio de Letrán en 1215.
Sólo hasta el Siglo XVI, La Coma Juanina aparece en manuscritos bíblicos en idioma griego".

“Los versículos 7 y 8... Constituyen, sin duda alguna, una glosa marginal, que algún escriba poco escrupuloso intercaló en el texto, al pensar que era buena oportunidad para fundamentar el dogma trinitario. Dichas frases faltan en todos los manuscritos griegos de la antigüedad y aun en las primeras versiones latinas, pero fue introducido en la Vulgata y pasó al Texto Recibido (Textus receptus). La interpolación rompe totalmente el hilo de la argumentación de Juan.”

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo felicito por su redacción impecable, espero algún día Dios tenga misericordia de usted y le permita experimentar su presencia, el poder de Jesus pero sobre todo el poder de la salvación.
Es posible que hayan algunos hechos exagerados como usted lo dice en su estudio, yo no estuve allí así que no puedo dar fe del pasado, pero si puedo dar fe de mi vida, y definitivamente el poder que Dios tiene jamas podrá ser descrito como exagerado.

Que Dios le bendiga conforme a las riquezas de su corazón.

atte.

Denissa de Ramos.