sábado, 21 de agosto de 2010

Mitos, ángeles, dirigibles y otras máquinas voladoras. Parte 2.

"El ser humano no es ave ni tiene alas; actuará contra natura quién a pesar de ello las fabricare; el constructor será decapitado por pactar con el diablo y su ingenio quemado tras rezar la Santa Misa". (Edicto de la Santa Inquisición de la Iglesia Católica Romana).

Entre los seres voladores de nuestro pasado más lejano, quizás extraídos del subconciente y del mundo de los sueños encontramos a las Gárgolas, esas imágenes grotescas, de monstruos infernales y de muecas burlescas que se asoman desafiantes en las cornisas de las grandes catedrales góticas, que a veces se representan con alas que recuerdan las del murciélago, por lo que se las relaciona con el mal. Y en otras, con figuras de animales desconocidos y dantescos, únicos y jamás repetidos.

A pesar que su significado profundo permanece aún sin determinar y constituye una de las deudas pendientes de los secretos del mundo antiguo y a que hay referencias mitológicas que las ligan a los grifos y a los dragones, sus primeras manifestaciones las encontramos como formas arquitectónicas de drenaje de aguas de lluvias, sistema predilecto durante el siglo XII y XIII, donde predominaba el arte gótico. Durante la Edad Media, las Gárgolas se utilizaron como desagües y sumideros a través de los cuales se expulsaba el agua de la lluvia, evitando que cayera por las paredes y erosionase la piedra.

A esta utilidad se refieren todos los idiomas europeos cuando idearon palabras para designar estos apéndices arquitectónicos: el italiano gronda sporgente, frase muy precisa, arquitectónicamente hablando, que significa “canalón saliente”; el alemán wasserspeider, que describe lo que una gárgola puede hacer, esto es, escupir agua; el español gárgola y el francés gargouille, que derivan del latín gargula, garganta; o el inglés gargoyle, derivado de los dos anteriores

En la interpretación mítica y popular, las Gárgolas pueden ser representaciones mágicas que mantienen alejado lo maligno,
guardianes celosas de los sitios sagrados, o bien justamente lo contrario, testigos pétros de la existencia del demonio, las mil caras del mal, reminiscencia de los ídolos adorados por religiones paganas, que fueron recogidos por las nuevas religiones, adaptadas a sus credos e iconos sagrados y mantenidos en sus templos como recuerdo permanente para las generaciones venideras de distinción entre el bien y el mal. Para los creyentes fundamentalistas de todas las épocas, almas en pena sufrientes, peregrinas entre la vida y la muerte en su deambular al Purgatorio, o, a las que se les impide su entrada al cielo por sus pecados, destinadas eternamente a vagar por la tierra.

Leonardo Da Vinci (1452-1519) y muchos otros hombres de espíritu inquisitivo del pasado y la llamada Edad Media, comprendieron tempranamente que las leyes físicas podían hacer realidad la gran ilusión humana de vencer la ley de gravedad, volar con ingenios más pesados que el aire, conquistar el espacio aéreo y viajar hacia otros planetas, pero esto no solo era una herejía que desafiaba el poder de Dios, sino también una amenaza contra el poder terrenal alcanzado por la Iglesia Católica.

Con el reconocimiento del cristianismo como religión estatal en el siglo IV, los herejes empezaron a ser considerados enemigos del Estado y las herejías eran por lo tanto pesquisadas como delitos gravísimos contra las leyes de Dios y del Hombre. En 1252 el Papa Inocencio IV, bajo la influencia del renacimiento del Derecho romano, ya había autorizado la práctica de la tortura para extraer la verdad de los sospechosos. Hasta entonces este procedimiento había sido ajeno a la tradición canónica, pero en los siglos siguientes se convirtió en la técnica preferida de la Inquisición.

Por eso el empeño de destruir bibliotecas, laboratorios alquímicos y perseguir hasta el exterminio total a todos aquellos intelectuales, científicos, artistas y hombres sabios que podían traspasar estos conocimientos al bajo pueblo. Y por eso, los escritos de Da Vinci, fueron realizados de forma encriptada, de derecha a izquierda, que se conoce como escritura especular (legible a través de un espejo), al revés, para que no pudiera ser entendida por profanos, a los que además añadía signos y abreviaciones de su cuño y párrafos escritos con su mano izquierda, pués temía que estas teorías y dibujos de máquinas voladoras y sus otros inventos, cayesen en poder de los feroces inquisidores, ya que como pintor de frescos del Vaticano y dignatarios de la Iglesia, de reyes y Gobernantes europeos, era sabedor que se exponía a ser condenado a muerte por sus ideas.

Ya en 1505 había sido ajusticiado en los alrededores de Moscú un hombre llamado Nikita por atreverse a llevar a cabo un ensayo de vuelo en presencia del Zar Iván III.
Lo mismo le había ocurrido al admirable Alberto de Sajonia 1230-1390, obispo jesuita de Halberstadt y rector de las Universidades de París y Viena, matemático, físico y arquitecto además de filósofo, quién fue un precursor de la moderna teoría de la inercia. Discípulo del filósofo escolástico Jean Burilan y Nicolás de Oresme, cometió el delito de sostener la hipótesis de la rotación de la Tierra, por lo que fue condenado a la hoguera.

También su coterráneo el monje domínico Giordano Bruno (1548-1600), filósofo, astrónomo y poeta italiano, quien escribió y dictó conferencias acerca de la pluralidad de los mundos y sistemas solares, el heliocentrismo, la infinitud del espacio y el Universo y el movimiento de los astros, por lo que fue perseguido por la Iglesia Católica, encarcelado en sus mazmorras durante ocho años, acusado de blasfemia, herejía e inmoralidad, para finalmente ser condenado a la hoguera por herético, impenitente, pertinaz y obstinado, el 17 de febrero de 1600, en Campo dei Fiori, Roma. Y como ellos, no menos de quinientos científicos, gran parte de ellos hombres de iglesia, que era donde se radicaba principalmente la ilustración, soezmente mutilados, torturados y condenados a vil muerte por garrote o incinerados en la hoguera santa.

En febrero del año 1616 la Iglesia Católica romana por intermedio del Santo Oficio, declara oficialmente que la tesis del movimiento de la Tierra y posición central del Sol son falsas y contrarias a la Biblia, prohibiendo todos los libros que enseñan y defienden esta doctrina.

El 22 de junio de 1633 Galileo es condenado por postular que la Tierra gira en torno al Sol, obligándosele a afirmar que detestaba y abandonaba por completo sus ideas, humillando a ese hombre viejo y ferviente católico a renegar de sus descubrimientos científicos en aras de una ignorancia, so riesgo de ser quemado. Aún así fue mantenido en prisión, obligado a permanecer al lado de un monje imbécil y fanático hasta su muerte.

Hasta 1832 la Iglesia no consintió borrar los libros de Galileo de la lista de libros prohibidos para los católicos, bajo riesgo y amenaza de horrendos castigos para sus inmortales almas. Recién en 1992, a regañadientes admitió una posible equivocación pero no se retractó. Sus más recalcitrantes enemigos de la ciencia, cardenales y obispos de la más alta jerarquía, no quisieron aceptar que la infabilidad papal es una engañifa, ciñéndose a la doctrina aún vigente, proclamada en el Concilio convocado por el Papa Pío IX sobre la mentada infabilidad, donde estrambóticamente se expresa taxativamente:
“La revelación divina es perfecta y, por ello, no está sujeta a un progreso continuo e indefinido a fin de equipararla con el progreso humano... Ningún ser humano es libre de abrazar y profesar la religión que crea verdadera, guiado por la luz de la razón... La Iglesia tiene poder para definir dogmáticamente que la religión de la Iglesia católica es la única religión verdadera... Es necesario, incluso en el día de hoy, que la religión católica sea considerada la única religión del Estado, excluyendo todas la demás formas de devoción... La libertad civil para elegir el tipo de fe y la concesión de poder absoluto a todos para manifestar abierta y públicamente sus ideas y opiniones conduce con mayor facilidad a la corrupción moral y mental de las personas... El Pontífice romano no puede ni debe reconciliarse ni estar de acuerdo con el progreso, el liberalismo y la civilización moderna”.

Estas peregrinas, equivocadas, sectarias y obsoletas ideas religiosas, que si se osaba contradecirlas ponían en riesgo la vida del audaz, constituyeron durante cinco siglos, quizás el mayor impedimento que ha tenido la raza humana para conseguir su progreso. En particular la aviación, como interpretación de este anhelo del hombre de conquistar el espacio aéreo, fue sostenidamente perseguido, denostado e impedido por el poder vaticano, con encíclicas, amenazas a sus fieles, excomunión, quema de libros, prohibición de inventos y asesinato de sus pioneros y sostenedores. La sola idea que el hombre descubriera que no existe ese cielo allá arriba, descrito entonces como reino de Dios, habitat de su corte celestial y camino de ángeles y arcángeles, aterraba a la ignorante curia, que veía derrumbarse las falacias predicadas por sus huestes de exaltados y sus delirantes y tenebrosos monjes y teólogos trasnochados.

¿Qué era eso de leyes que rigen el movimiento de los planetas si la Biblia nada decía al respecto? ¿Cómo podía un humano remontarse en los aires cuando eso era atribución de Dios y sus criaturas divinas? ¿Quién podía desafiar a Dios sino el diablo, tan poderoso como él, entregándole estas facultades al hombre...?
No obstante ello, la inventiva humana no pudo ser exterminada, ni controlada ni menguada.
El siglo XIX fue la bella época de los dirigibles y los globos Aerostáticos, que perfeccionaban sus sistemas. Pero ahora el gran intento era crear una máquina más pesada que el aire, que fuese capaz de volar por medios propios. Ello dió paso al planeador, cuyos primeros modelos se encaminaban a conseguir un vuelo controlado y no sujeto al capricho del viento.

En 1799, George Cayley, un inventor inglés, diseñó un planeador relativamente moderno, que contaba con una cola para controlarlo, y un lugar donde el piloto se podía colocar, por debajo del centro de gravedad del aparato, dando así estabilidad a la aeronave. Cayley construyó un prototipo que realizó sus primeros vuelos no tripulados en 1804. Durante las cinco décadas siguientes, trabajó en su proyecto, tiempo durante el cual Cayley dedujo muchas de las leyes básicas de la aerodinámica.

Preconizó el uso de las hélices, las alas fijas y el motor de explosión, que había inventado Niepce en la construcción de aeronaves. En 1816 estudió la posible utilización del dirigible para viajes aéreos de largo alcance previendo la construcción de dirigibles rígidos.
Muchos consideran que Georges Cayley fue el primer verdadero científico de la historia de la aviación. Diseñó numerosos modelos de planeadores y realizó ensayos con ellos.
Entre los años 1856 y 1880, hubo varios pioneros de planeadores que construyeron máquinas voladoras, aportando su experiencia y observaciones a esta disciplina como el francés Jean-Marie Le Bris y su planeador "L'Albatros artificial", que se elevó 100 metros; el campesino polaco Jan Wnek, autodidacta que en 1866 construyó y voló con éxito un planeador controlable que probó lanzándose de la Iglesia de Odporyszów, a 45 mts. de altura y sobre una colina de 50 mts., es decir 95 mts. de altura.

El francés Félix du Temple, que en 1874, en su planeador de aluminio llamado Monoplano, de 13 metros y 80 kilos, consiguió el primer vuelo autopropulsado de la historia. El inglés, Frank Wenham, quién después de numerosos fracasos construyó en 1871 el primer “túnel de viento”, que dio como resultado una mayor sustentación en las alas fijas, demostrándose que la construcción de máquinas más pesadas que el aire era posible.
Ya en la década de 1880, muchos científicos que no dependían de financiamiento ajeno, avanzaron enormemente en el campo de la aeronáutica, destacándose entre estos grandes aportes el trabajo de Otto Lilienthal, Percy Pilcher y Octave Chanute.

A finales del siglo XIX hubo muchos intentos de producir un avión que despegara por sus propios medios, pero tal perfomance resultaba esquiva para los noveles inventores, que no tenían los conocimientos apropiados. En 1843, William Hensen, un inventor inglés, registró la primera patente de una aeronave equipada con motores, hélices y provista de un ala fija, lo que en la actualidad se conoce como avión, pero el prototipo no funcionó. En 1848, su amigo John Strngfellow, basado en esa nave construyó un avión que pudo despegar por sus propios medios, pero lo hacía sin piloto y duraba en el aire solo unos cuantos segundos.

Hiram Stevens Maxim, un americano nacionalizado inglés, constuyó un avión de dimensiones monstruosas para los patrones existentes, un biplano de 3.175 kilos y 32 metros de envergadura. Su interés esa estudiar el comportamiento de la aerodinámica y la potencia. Para el despegue construyó una pista de 550 metros con raíles para situar el aparato. En 1894 hizo varias pruebas incrementando cada vez la potencia de los motores, logrando alcanzar 68 km/hora sobre los raíles, pero sin lograr despegar.

Todos estos comentarios los hacemos para graficar las enormes dificultades que durante siglos impidieron concretar un aparato capaz de volar siendo maniobrado a voluntad, lo que como vemos aún a finales del siglo diecinueve aún no lograba cristalizarse.
Finalmente, los hermanos Orville y Wibur Wright, propietarios de una fábrica de bicicletas en Dayton, Ohio, Estados Unidos, que se dedicaban también a crear modelos de planeadores, lograron algunos éxitos que los animaron a proseguir sus investigaciones, decidiendo en 1902 fabricar un avión más pesado que el aire, consiguiendo tras múltiples pruebas, crear un motor con la potencia deseada, solucionando con una técnica denominada alabeo, los problemas que se presentaban con el control de vuelo
El prototipo de su invención, un biplano al que llamaron "Flyer" (volador en español), estuvo listo para la prueba el 17 de Diciembre de 1903, convirtiéndose Orville Wright en la primera persona en volar sobre una aeronave más pesada que el aire, propulsada por medios propios. El avión para mantenerse en trayecto e impulsarse precisó railes y una catapulta, alcanzando una altura máxima de 37 metros y una velocidad de 48 km/h durante los doce segundos que duró el vuelo.

Ese mismo día, realizaron tres vuelos más que fueron presenciados por cuatro socorristas y un niño de la zona del campo de pruebas Kitty Hawk, convirtiéndose en los primeros vuelos públicos y documentados de la historia. En un cuarto vuelo de ese mismo día, Wilbur consiguió recorrer 260 metros en 59 segundos.
La genialidad de los hermanos Wright, su investigación científica, había conseguido el sueño tan largamente acariciado por tantas generaciones, un vuelo libre, controlado y continuo, dándose así inicio a la era mundial de la aviación.
No obstante, después fueron muchos los que objetaron la hazaña, expresando haber conseguido con sus prototipos estos mismos resultados con fecha anterior al vuelo de los Wright, solo que ellos no tomaron la precaución de entregar el evento al conocimiento público.
Es el caso de Gustave Whitehead que afirmó haber volado en una aeronave más pesada que el aire, por medios propios, el 14 de agosto de 1901.
Cometió el error de no documentar su supuesto vuelo, pero posteriormente, una réplica de su avión denominado número 21 consiguió alzar el vuelo con éxito. El estadounidense Lyman Gilmore también dijo haber volado el 15 de mayo de 1902.


En Nueva Zelanda, el granjero e inventor Richard Pearse construyó un monoplano que alzó el vuelo el 31 de marzo de 1903. Hay grandes evidencias que dicen que eso ocurrió realmente, entre testimonios y fotografías. Pero el propio Pearse admitiría tiempo después que ese vuelo no fue controlado y que terminó al chocarse en un monte después de haber volado a una altura de unos 3 metros.

Todavía en 1903, hubo testimonios que afirmaban haber visto al escocés Preston Watson realizar vuelos en Errol, al este de Escocia. Pero a falta de evidencias fotográficas o documentadas, hacen que sea imposible su verificación.

El alemán Kart Jatho voló en una aeronave más pesada que el aire el 18 de agosto de 1903. Su vuelo fue de corta duración, pero con la velocidad y el diseño de las alas que poseía, hacían que el avión no fuera controlable por el piloto.

El ingeniero rumano Traian Vuia también afirmó haber volado en un avión, y que logró despegar y mantenerse en el aire durante un tiempo razonable, y sin ayuda de ningún elemento. Vuia pilotó el avión que él mismo diseñó y construyó, el 18 de marzo de 1906 en Montesson, cerca de París. Ninguno de sus vuelos superó los 30 metros de altura.

Pero la reivindicación más importante, corresponde al brasileño Alberto Santos Dumont, quien fascinado con la aviación desde que llegara con sus padres a vivir en París, pronto creó una serie de dirigibles, algunos de los cuales volaron con éxito, convirtiéndose en una persona muy famosa en esa ciudad. Su gran pertinacia e ingenio unido a los recursos económicos de su familia, resultaron en la creación de su famoso avión el 14-bis, que al contrario que el Flyer de los hermanos Wright, no necesitaba raíles, catapultas o viento para alzar el vuelo.

Así fue como el 13 de septiembre de 1906 Santos Dumont realizó un vuelo público en París logrando recorrer una distancia de 221 metros. Es importante hacer presente, que cuando se realizó este vuelo poco o nada se sabía de los Wright, por lo que la prensa internacional consideró al 14-bis de Santos Dumont como el primer avión capaz de despegar por sus propios medios.
Tal situación creo una natural controversia entre quienes creen que el primer vuelo autónomo fue de los hermanos Wrigth y aquellos que piensan que fue el de Santos Dumont, pero hoy en día, la mayor parte de las organizaciones relacionadas con la aviación, como es el caso de la comunidad científica, reconocen el vuelo del 14-bis, como el primero en la historia de la aviación mundial que se logra sin artificios externos y que ha quedado debidamente registrado y publicado.
Los expertos objetan al vuelo de los hermanos Wrigth el uso de raíles y catapultas en las pruebas de despegue. Especialistas en aviación acreditan que los hermanos Wright fueron los primeros en volar en un avión más pesado que el aire, pero los mismos especialistas también apuntan que a través de las noticias publicadas en periódicos de Ohio, el testimonio de testigos y de fotos de estos vuelos, demuestran que las aeronaves no despegaban por si solas, sino que utilizaban artefactos que las catapultaban, haciendo que el vuelo de Santos Dumont sea visto como el primero en la historia de la aviación, a pesar de haber ocurrido algunos años después de los primeros vuelos de los hermanos Wright, siendo por tanto considerado en una mayoría de países, con excepción de Estados Unidos, como el “padre de la aviación”.
Santos Dumont diseñó, construyó y voló los primeros globos dirigibles guiados. Llegó a construir hasta 20 modelos distintos Al hacer eso se convirtió en la primera persona en demostrar que el vuelo controlado era posible. Esta conquista le significó el otorgamiento del Premio "Deutsch de la Merthe" el 19 de octubre de 1901, cuando un vuelo de ida y vuelta en torno a la Torre Eiffel con su dirigible número 6, lo transformó en una de las personas más famosas del mundo a fines del siglo XIX. Su escasa estatura no le impidió granjearse los favores de las damas de la alta sociedad, que gustaban fotografiarse a su lado. Es en esos años, una figura pública muy admirada por la juventud e impone la moda de los cuellos altos de camisa y el sombrero panamá en París.

En esa oportunidad gana un premio de 100.000 francos, que donó íntegramente a los obreros que trabajaban en sus aviones y a los improvisados ayudantes que solían ayudarle en sus vuelos, sea para empujar o zafar su avión de alguna zanja, o salvarlo de entre los matorrales en sus accidentados aterrizajes.
También ostenta el honor de haber obtenido la primera Licencia de piloto aeronáutico de la historia el año 1904.

Cuando Santos Dumont llega al lugar donde los jueces decidirían quien fue el ganador del mencionado premio Deutsch, el prestigioso Restaurante "Maxim's", fue recibido por grandes aplausos que le sorprendieron. Su amigo Louis Cartier, el mejor joyero de la época en París, le preguntó por qué se había sorprendido de ser el ganador y Santos le responde: -Pués por que no sabía si me ajusté a los tiempos que fijaba la prueba.
—¿Es que no llevaba usted reloj?
—Sí —respondió el aviador, sacando un fino reloj de bolsillo—, pero no pude consultarlo durante todo el viaje porque el manejo del dirigible no permite quitar las manos de los controles ni un solo instante.
El joyero se quedó un momento silencioso y luego le dijo:
—No se preocupe usted. Yo le resolveré el problema para su próximo vuelo.
Pocos meses después Louis Cartier, le obsequió un reloj de oro de reducidas dimensiones, de forma cuadrada y plana, con la originalidad que no pendía, como era tradicional de una cadena, sino que estaba provisto de una elegante correa de cuero agujereada. El círculo de amistades de Dumont, rápidamente alabó el ingenioso regalo de su amigo y comenzaron a pedir a Cartier más relojes de pulsera. Tal fue la demanda, que Cartier elaboró lo que ha sido la primera linea de relojes de pulsera de la historia: "Cartier Santos", nombre tanto suyo como de su amigo Santos Dumont, que todavía se venden en el comercio a elevadísimos precios.

Santos Dumont, siguió creando dirigibles cada vez más eficientes, veloces y con capacidad de carga. El 20 de septiembre de 1898 realizó el primer vuelo de un globo autopropulsado al que llamó "Brasil", a partir del cual fue creando sus sucesivos diseños hasta el número 18.
A partir del 19 al 22 fueron los Demoiselle, aparatos más pequeños y perfeccionados, mezclas de dirigibles y avión, de donde saltó al avión 14-bis.

Y también siguió creando aviones. La Demoiselle, más conocido como La Libélula, fue el mejor modelo de avión creado por Dumont, con apreciables mejoras en el control del vuelo y en los alerones de sus aeronaves. Fueron los más pequeños y baratos aviones de su época, fabricados expresamente a precios muy populares, a lo menos por cuarenta talleres en toda Francia, dado que su intención siempre fue interesar por esta afición al grueso público.
Santos Dumont pensaba que un día los aviones serían como automóviles aéreos y que cada persona iría en uno de ellos al trabajo. No quedó contento con el rumbo que tomó la aviación comercial mas tarde, al construir aviones más grandes y mucho más caros, desviándose de lo que él tenía como objetivo.

En total Santos Dumont construyó nueve tipos de Demoisellles, negándose siempre a patentar sus inventos, expresando que su interés era no poner trabas a otros investigadores, que podían usar sus descubrimientos libremente y además porque su sueño era que se abarataran tanto los costos, que estos aviones fueran familiares y costaran lo mismo que un automóvil. Jamás se opuso a quienes quisieron copiar sus proyectos ni a quienes quisieron vender prototipos realizados a partir de sus diseños.
Sólo en 1909, Santos Dumont produjo un avión capaz de volar kilómetros de una sola vez, la Demoiselle IV, con motor Dutheil-Chalmers de 18 caballos-vapor y alas arqueadas, que producían bastante sustentación. En la primera prueba, realizada el día 9 de marzo, la nave cayó inmediatamente después del despegue y quedó con una de las ruedas despedazada, pero el aeronauta no se hirió. El día 8 de abril Dumont con la aeronave ya reparada, realizó un vuelo de 2.500 metros a 20 de altura.

En septiembre Santos Dumont adaptó a la avioneta un motor Darracq a vapor de 30 caballos de fuerza y enrolló los tubos del radiador en torno a las alas, creando la Demoiselle VI. Fue en ese aparato donde hizo sus más duraderos y extraordinarios vuelos en avión. El día 13 de aquel mes voló en 5 minutos los 8 kilómetros que separan Saint-Cyr de Buc, en una media de 96 km/h, velocidad inédita para un vehículo aéreo. Al día siguiente hizo el vuelo en camino inverso, usando esta vez 12 minutos en razón del viento contrario.

El día 15, en Saint-Cyr, quebró el récord mundial de salida, con un despegue de 70 metros, cronometrada en 6,25 segundos. El día 16 batió su propio récord, despegando en 60 metros, y aprovechó la oportunidad para hacer un vuelo de 10 minutos y 27 segundos. Poco después se elevó nuevamente, cargando ahora un peso muerto de 20 kilos. Esta carga adicional, al contrario de lo que se esperaba, no estorbó las maniobras y al ser soltado en pleno vuelo, ante un público entusiasmado de cerca de tres mil personas, causó tensión entre los espectadores, que temieron que la delicada avioneta se desestabilizara y capotara. El aparato, sin embargo prosiguió su trayectoria con perfecta armonía y gracia, aterrizando 2 minutos más tarde cerca del hangar de Saint-Cyr.
Santos Dumont sabía que la aviación iba a cambiar al mundo y enfrentó toda clase de peligros para mejorar los artefactos voladores del 1900. Toda su vida estuvo enamorado de la idea de crear un avión que fuera capaz de acortar las distancias, transportar pasajeros, entregar correo y favorecer la unión de las naciones.

En agosto de 1914, Francia fue invadida por las tropas alemanas. Era el inicio de la Primera Guerra Mundial. Los aeroplanos comenzaron a ser usados en la guerra, primero para la observación de tropas enemigas y después en combates aéreos, que fueron tornándose cada vez más violentos con el uso de ametralladoras y bombas. Alberto Santos tuvo que presenciar el horror de ver cómo sus aviones pensados para la paz, fueron utilizados como bombarderos ocasionando la muerte de miles de personas.

Decepcionado, irritado y enfermo, Santos Dumont en 1915 decidió retornar a Brasil y se retiró de toda actividad social o comercial. En ese mismo año participó en el 11º Congreso Científico Pan-Americano en los Estados Unidos, donde se abordó el tema del uso de la aviación como forma de facilitar las relaciones entre los países de América. Pero el avión era utilizado en ese momento para fines militares en la Primera Guerra. En los Estados Unidos eran producidos 16 aviones militares por día. Dumont estaba desolado y bajo una atroz depresión al ver cómo su sueño de ver a la Humanidad volando, se convertía en pesadilla.

En enero de 1926, apeló a la Sociedad de las Naciones para que se impidiera la utilización de los aviones como armas de guerra. Llegó a ofrecer diez mil francos para quien escribiera la mejor obra contra la utilización de aviones en la guerra.En junio de 1930, es condecorado por el Aeroclub de Francia con el título de Gran Oficial de la Legión de Honor de Francia. En ese mismo año fue electo miembro de la Academia Brasilera de Letras. También en 1931.
En 1932 ocurrió la revolución constitucionalista, en la que el estado de São Paulo se levantó contra el gobierno revolucionario de Getulio Vargas. Eso le incomodaba mucho a Santos Dumont, que realizó llamados para que no hubiera una guerra entre brasileños. Pero el conflicto era irrefrenable y los aviones atacaron el Campo de Marte, en São Paulo el 23 de julio de ese año.

Esta visión de los aviones en combate matando compatriotas, causó una profunda angustia en Santos Dumont y ese mismo día aprovechando la ausencia de su sobrino que siempre le acompañaba, puso fin a su vida, ahorcándose con su propia corbata, asqueado de la conducta humana. Tenía 59 años. No dejó descendencia.

En 1976 la Unión Astronómica Internacional rindió homenaje al inventor brasileño, bautizando uno de los cráteres lunares con su nombre.
El 18 de octubre de 2005, la Agencia Espacial Brasileña (AEB) y la Agencia Espacial Federal Rusa (Roscosmos), firmaron un acuerdo para la realización de la “Misión Centenario”, que llevó al astronauta brasileño Marcos César Pontes a la Estación Espacial Internacional.
La misión es un homenaje al centenario del vuelo de Soyuz TMA-8, fue el 30 de marzo de 2006, en el Centro de Lanzamiento Baikonur en Kazajistán.

La figura de Alberto Santos Dumont se ha agigantado a medida que transcurren los años. Fue un auténtico héroe de nuestro tiempo, audaz, generoso y comprometido con la causa de la aviación civil. Resulta un particular orgullo para los sudamericanos, saber que fue uno de los suyos quien cristalizó el sueño humano más esperado de la historia universal.

Con su aguda inteligencia y espíritu de observación del vuelo de los pájaros, como hicieron todos sus antecesores en 19 siglos, pudo encimar el proyecto al que dedicó su vida, abriendo para toda la humanidad el camino del cielo, antes reservado como lar de los dioses.

Algún día, nuestra civilización, -si no se autodestruye antes-, deberá abandonar el planeta en su búsqueda de un sitio incontaminado y con recursos para asegurar la subsistencia de la raza humana. Si ello se convierte en una realidad, esos sobrevivientes solo podrán agradecérselo a los cientos de visionarios y pioneros de la aviación que aportaron su tiempo y su inteligencia a vencer la ley de gravedad y a este sencillo pacifista y altruista sudamericano llamado Alberto Santos Dumont.










1 comentario:

Reinaldo Cedeño Pineda (EL POLEMISTA) dijo...

Amigo Enrique

Ni por asomo pienses que me olvidé de ti., Aprovecho esta oportunida para mandarte un abrazo asltando los océANOS. hECE UN TIEMPO NO TENGO CONEXION PO RUN SEVERO ACCFIDENBTE EN MI COMPUTADORA. esPERO RECUPOERARLO EN UN TIEMPO.

Te pondré ptonto un correo alternativo

Sigo leyéndote
Reinaldo Desde CUBA