Malleus Maleficarum y la Inquisición Pontificia.
“Tras tolerar todo lo que debe tolerar el historiador y lo que se le permite al cristiano, tenemos que clasificar la Inquisición, junto con las guerras y persecuciones de nuestro tiempo, entre las manchas más negras en la historia de la humanidad, la manifestación de una ferocidad desconocida hasta en las bestias. Will Durant, escritor, filósofo e historiador.
El fenómeno de la Inquisición Pontificia, que sumió al mundo en una pesadilla dantesca, nunca dejará de ser un tema vigente, de plena actualidad y sobre todo inolvidable, por más que los interesados en borrar toda huella de los luctuosos sucesos que recién están siendo de conocimiento general, se afanen en minimizar su trascendencia, hacer desaparecer las pruebas del bestialismo irracional de sus protagonistas y en sumergir en aguas profundas, sus mezquinos intereses y la falsedad de sus predicados.
No ocurrirá, porque es imposible desvirtuar los hechos históricos por mucho tiempo, ni tampoco borrar de un plumazo casi cinco siglos de ocurantismo, atraso cultural, persecución enfermiza de supuestos herejes de la fe cristiana, prohibición y destrucción de bibliotecas, apresamiento y ostracismo de científicos e intelectuales y requisamientos y quema de obras literarias, de arte, estatuas, monumentos y piezas musicales.
El proceso inquisitorial, también destruyó la herencia científica de la época clásica, al negar la causa de la ocurrencia de todos los fenómenos naturales y de las enfermedades, en especial las mentales, que se atribuyeron a la acción del demonio, siendo en consecuencia eliminados los cultores de estas disciplinas y condenados por herejes y satanismo estos enfermos.
El Santo Oficio no sólo quería controlar la religión de las personas o eliminar otras religiones. Se persiguió con igual dureza todo intento del pensamiento libre y crítico sin respetar la natural libertad de culto, asociación ni credo, ni menos los derechos inalienables de toda persona humana ni su dignidad personal
La pregunta es ¿por qué el Papado se tomó la atribución de juzgar a la gente, de inventar brujas, de sumir al mundo en el terror, de asesinar burdamente en base a supersticiones propias o colectivas a millones de seres humanos?
¿Quién le entregó el derecho de disponer a su amaño de la vida de la gente, de arrestarlos, matar a sus hijos, martirizar a su familia o quitarles la vida mediante atroces torturas?
¿De apropiarse de sus pertenencias, de sus tierras y heredades? ¿De condenarlos a galera o a esperar su juicio por años en los sótanos de viejos castillos, condición en que murieron cientos de miles de ellos?
¡Y no solo eso. Ya muertos, declararlos herejes y quemar sus huesos y restos mortales en la hoguera santa!
¿Por qué destrozar sus cuerpos, dejarlos insepultos o a merced de las alimañas? ¿De quemarlos vivos en la hoguera, de violar el recato de las mujeres denudándolas y exponer su cuerpo a la multitud, de destrozar sus partes íntimas con instrumentos desgarradores para castigar supuestas herejías?
¿Por qué rajar, mutilar, desmembrar, sumergir en el agua hasta su muerte a tantas mujeres, a las bonitas, a las parteras, a las pelirojas, a las ancianas solitarias, a las dementes?, ¿aplicarles la pena de horca, del garrote, del suplicio de descoyuntar lentamente todos sus huesos, hacerles beber plomo hirviente..
¿Qué tipo de odio fué necesario para eso. Qué talla de moral humana hubo en esas sociedades que fueron capaces de crear estos monstruos? ¿Y finalmente, que temía la Iglesia Católica, qué trataba de ocultar, qué pretendía con este baño de sangre...?
Para mejor ilustración de los lectores, he aquí un breve desarrollo de los tiempos en que históricamente se desarrollan las principales actividades criminales de la Inquisición.
Aunque el procedimiento inquisitorial como medio para combatir la herejía es una práctica antigua de la Iglesia Católica, la Inquisición Medieval fue establecida en 1184 mediante la Bula del Papa Lucio III Ad Abolendam, como un instrumento para acabar con la herejía cátara. Fue el embrión del cual nacería el Tribunal de la Santa Inquisición y del Santo Oficio. Se entregaba potestad a los Obispos para extirpar la herejía en su diócesis.
En 1231, ante el fracaso de la Inquisición Episcopal, Gregorio IX, mediante la Bula Excommunicamus, creó la "Inquisición Pontificia", dirigida directamente por el Papa y dominada por órdenes mendicantes, especialmente los Domínicos.
En 1252, el Papa Inocencio IV en la Bula Ad Extirpanda autorizó el uso de la tortura para obtener la confesión de los reos, medidas posteriormente confirmadas por Alejandro IV el 30 de noviembre de 1259 y por Clemente IV el 3 de noviembre de 1265. En ella se decretaba que la herejía era una razón de Estado y autorizaba a la Inquisición el uso de la tortura como medio legítimo para obtener la confesión de los herejes. Esta bula concedió al Estado una parte de los bienes confiscados a los herejes hallados culpables. Los que se negaban a abjurar, "herejes relapsos", eran entregados al brazo secular para la ejecución de la pena de muerte.
La Inquisición Española fue creada en 1478 por una Bula papal con la finalidad de combatir las prácticas judaizantes de los judeo conversos españoles. A diferencia de la Inquisición Medieval, dependía directamente de la corona española. Se implantó en todos los reinos de España donde antes no existía, en Sicilia y Cerdeña y en los territorios de América (hubo tribunales de la Inquisición en México, Lima y Cartagena de Indias).
La Inquisición romana, también llamada Congregación del Santo Oficio, fue creada en 1542, ante la amenaza del Protestantismo, por el Papa Pablo III. Se trataba de un organismo bastante diferente de la Inquisición Medieval, ya que era una congregación permanente de cardenales y otros prelados que no dependía del control episcopal. Su ámbito de acción se extendía a toda la Iglesia Católica. Su principal tarea fue desmantelar y atacar la integridad de la fe, y examinar y proscribir los aciertos y verdaderas doctrinas.
Inquisición portuguesa. Todos los judíos españoles expulsados por la inquisición española se refugiaron en Portugal. El Rey Manuel I presionado por sus suegros, los Reyes Católicos, decretó en 1497 la expulsión de los judíos que no se convirtieran al cristianismo. Por supuesto miles de judíos se convirtieron para evitar ser expulsados nuevamente de un país, pero en privado siguieron practicando sus creencias. En un principio, la Inquisición portuguesa estaba bajo la autoridad del Papa, solo en 1547 este aceptó que la inquisición dependiese de la corona portuguesa.
LA PERA ORAL, ANAL, VAGINAL:-
Eran forzados en la boca, recto o vagina de la víctima y allí expandidos a fuerza por el tornillo a su máxima apertura. El interior de la cavidad en cuestion era irremediablemente mutilada, y casi siempre fatalmente. Las puntas al final de los segmentos servian para cortar mejor la garganta, los intestinos y el cervix. El uso de la pera originalmente fue ideado para aquellas mujeres que habían sido encontradas culpables de la unión sexual con el diablo o sus familiares.
En 1555 el Papa Pablo IV, comenzó a perseguir a numerosos sospechosos de heterodoxia, entre los que se encontraban varios miembros de la jerarquía eclesiástica, como el cardenal inglés Reginald Pole.
En 1600, entre otros, fue juzgado, condenado y ejecutado el filósofo Giordano Bruno, sacerdote domínico, Doctor en Teología, filósofo, astrónomo y poeta. Se le adjudicaban cargos por blasfemia, herejía e inmoralidad principalmente por sus enseñanzas sobre los múltiples sistemas solares y sobre la infinitud del universo.
Fue expulsado de la iglesia y sus trabajos quemados en la plaza pública. El Papa Clemente VIII ordenó que fuera llevado ante las autoridades seculares. La sentencia lo declaraba herético impenitente, pertinaz y obstinado. Fue quemado el 17 de febrero de 1600 en Campo dei Fiori, Roma.
En 1965 el papa Pablo VI reorganizó el Santo Oficio, denominándolo Congregación para la Doctrina de la Fe que sigue funcionando sin tregua.
Este resumen, indica que el uso de esta herramienta vaticana llamada Inquisición fue y sigue siendo una política de Estado de la Iglesia Católica y no hechos ocasionales y fortuitos, como algunos teorizantes católicos aseguran.
DESGARRADOR DE SENOS:-
También llamadas "arañas de la bruja", garras con cuatro puntas unidas en forma de tenazas constituían herramientas fundamentales del verdugo. Servían tanto frías como calientes, para alzar las víctimas por las nalgas, los senos, el vientre y la cabeza, a menudo con dos puntas en los ojos o en las orejas.
El Malleus Maleficarum, es sin duda el texto aprobado por la Iglesia Católica mas trascendente del medioevo, referido a la persecución de brujas en el ámbito europeo y también en otros continentes, donde el brazo del Papado tenía potestad sobre reyes y territorios.
El Martillo de las Brujas se publicó por primera vez en 1486 por los inquisidores alemanes Henry Kramer y James Sprenger. Dos años antes de su publicación, ámbos teólogos, hombres de la exclusiva confianza de Inocencio VIII, fueron comisionados e investidos por él de poderes especiales para "investigar" los delitos de brujería que se cometían en las provincias del norte de Alemania.
De los alarmantes informes y testimonios entregados por estos clérigos, se desprende tanto la Bula Papal, como la publicación del Malleus. En efecto, en su Bula "Summis Desiderantes Affectibus", Inocencio VIII ensalzaba a "nuestros queridos hijos Henry Kramer y James Sprenger" que, "mediante Cartas Apostólicas han sido delegados como Inquisidores de esas depravaciones heréticas". Refiriéndose a lo relatado por ellos la Bula decía: "Si las abominaciones y atrocidades en cuestión se mantienen sin castigo", las almas de las multitudes se enfrentan a la condena eterna".
LA SILLA DE INTERROGATORIO:-Las víctimas eran atadas a esta silla, que tenía afiladas puntas aceradas adosadas a su estructura, que hacían sufrir dolores espantosos al interrogado, quien debía responder en esa terrible posición a las preguntas de sus verdugos.
En base a este encargo Papal y al relato de lo que sucedía en Alemania, relativas a las "conspiraciones demoníacas" de brujas y herejes, a quienes por supuesto estos piadosos inquisidores quemaron en la Hoguera Santa, el Papa les solicitó que pusieran estas experiencias por escrito. Pero quizás ni ellos mismos pudieron prever el enorme impacto que la publicación produjo en la sociedad de la época, en un período de más de doscientos años, donde se desató una verdadera histeria colectiva por la caza de brujas.
Técnicamente, el tema del libro está dividido en tres secciones, cada una de las cuales plantea exhaustivas preguntas específicas que se contestan seguidamente. La sección 1, trata de probar que la hechicería o brujería existe. Explica cómo el demonio y sus seguidores, las brujas y hechiceros, realizan su acción maligna en la humanidad. Se hace hincapié, que esta actividad del diablo y sus secuaces "obran con el permiso de Dios", quien permite estos actos, con tal que el demonio no gane poder ilimitado y destruya el mundo.
El diablo, sabedor que la naturaleza de las mujeres es más debil y su intelecto inferior, las utiliza para su servicio, dado que estas, son además más propensas a la tentación que los hombres. Los autores explican que el propio título del libro contiene la palabra maleficarum, la forma femenina del sustantivo. Se declara (incorrectamente) que la palabra fémina (mujer) es una derivación de fe+minus, sin fe (o infiel, o desleal).
Las brujas vuelan. Lo logran gracias a un unguento satánico con que se untan el cuerpo. Este unguento se obtiene a partir de sapos que las brujas tienen en cautiverio y que alimentan exclusivamente con ostias consagradas.
Luego estos sapos son quemados y sus cenizas se mezclan con los huesos pulverizados de un hombre ahorcado y la sangre de un niño recién nacido. Desde luego nadie podía cuestionar esta creencia, pues era suficiente motivo para ser investigado por herejía.
En la Parte II se describen las formas de brujería. Los autores sostenían que las brujas son el "harén de Satán" y que ellas son nada más ni nada menos que las mujeres comunes en estado natural, muchas de las cuales abrazan el credo del demonio. "Toda brujería proviene de la lujuria carnal, que en las mujeres es insaciable". Se enfatiza "que las mujeres siempre quedaban más hambrientas después de la gratificación intensa y eran posteriormente visitadas por el diablo y embrujadas."
Se asegura que "esos seres de aspecto bello, contacto fétido y mortal compañía", como las serpientes, encantaban a los hombres y los atraían. Se advertía a los incautos, citando a la Biblia: Cuidado: "La mujer es más amarga que la muerte. Es una trampa. Su corazón, una red, y cadenas sus brazos."
En esta sección se detalla como las brujas lanzan hechizos y cómo sus acciones pueden ser prevenidas o remediadas. Un fuerte énfasis se le da al Pacto con el Diablo y la existencia de brujas y brujos es presentada como un hecho. Se interrogaba con esmerada atención la cantidad y calidad de los orgasmos de las supuestas cupulaciones sostenidas con Satán. Los inquisidores recogían estas declaraciones cuidadosamente. Muchas de las informaciones del libro, sobre hechizos, pactos, sacrificios y cópula con el Diablo fueron obtenidos (supuestamente) de juicios inquisitoriales llevados a cabo personalmente por Sprenger y Kramer en su comisión en Alemania por encargo del propio Papa.
La Parte III detalla los métodos para detectar, enjuiciar y sentenciar o destruir brujas. Si el brujo o bruja no confesaba voluntariamente su culpa, la tortura era aplicada como un incentivo para hacerlo, pasándose a la práctica de métodos de interrogatorio de extrema crueldad y sadismo.
Los inquisidores eran instruidos para engañar al acusado, para confundirlo y sumirlo en un estado de caos mental. De ser necesario se les prometía misericordia si confesaban, la libertad personal y la de su familia, lo que luego era negado. Esta sección también habla de la confianza que se puede poner en los testimonios de los testigos. Sostiene que el rumor público es suficiente para llevar a la persona a juicio y que una defensa demasiado vigorosa de un inculpado es evidencia de que el defensor está embrujado.
Hay reglas acerca de cómo prevenir que las autoridades sean embrujadas y el consuelo y la seguridad avalada por el Papa mismo, que como representantes de Dios, los investigadores están protegidos de todos los poderes de las brujas.
Estas mujeres debían confesar su brujería tanto en la cámara de tortura como en un lugar alejado de ésta. La doble confesión constituía la prueba final de la culpabilidad y dado que a la brujería no se le podía vencer por ningún poder natural, las acusadas eran de todas formas ahogadas, ahorcadas o quemadas.
EL TABURETE DE SUMERSION:-
Las mujeres eran amarradas a esta peculiar silla y sumergidas bajo el agua repetidas veces, operación que podía durar horas y hasta días. Si no contestaba lo que el inquisidor quería, era vuelta a sumergir por mayor tiempo. Generalmente todas las víctimas morían durante este interrogatorio o poco después.
El sexismo del Malleus es innegable; la creencia de los autores de que las mujeres eran criaturas inferiores, más débiles y fácilmente corruptibles está enfatizada a lo largo de toda la obra.
El libro señala que algunas cosas confesadas por las brujas, tales como transformaciones en animales suelen ser meras ilusiones inducidas por el Demonio para atraparlas. (Si reconocían ésto, significaba que el diablo era más poderoso que Dios). No así otros actos, como por ejemplo volar, causar tormentas y destruir plantaciones, los cuales no cabe duda alguna que son absolutamente reales. El libro habla detalladamente sobre los actos licenciosos cometidos por las brujas, su habilidad de crear impotencia en los hombres e incluso da espacio a la pregunta sobre si los demonios podrían ser los padres de los hijos de las brujas...
Para cualquiera que lea en detalle este verdadero tratado de brujería, queda claro que el estilo narrativo es serio, extremadamente grave y completamente falto de humor, siendo incluso los hechos más dudosos, especulativos y ridículos, presentados como información real y confiable.
A pesar del horror de saber que este escrito fue el libro de cabecera de los Inquisidores, de la curia y de los jueces de los reinos y estados donde operó con mayor furia y crueldad el Santo Oficio, no se puede sino sentir pena, lástima y desprecio por el estado de profunda superstición, ignorancia e insanía, referida a todo lo relacionado con lo oculto y el demonio, que dominaba tanto al vulgo como al clero y que concitó un desenlace tan sanguinario para millones de seres inocentes, significando un auténtico infierno en la Tierra.
La familia de los condenados por el Santo Oficio a cualquiera de estas penas también sufría lo suyo. Había normas y regulaciones para ellos como descendientes o parientes. No podían vestir de color carmesí, utilizar seda, oro ni plata, viajar a las Indias, trabajar en actividades públicas o montar a caballo.
EL HOMBRE DE MIMBRE:-
Este antiguo sistema de tortura, fue otro de los aberrantes artefactos para causar la muerte por el fuego a los condenados de la Inquisición. Se usaba cuando las víctimas a quemar eran muchas. La estructura era forrada con ramas inflamables y usaban árboles como soporte. Luego procedían a prender fuego y así los acusados, 20 o más personas, morían quemados en medio de espantosos sufrimientos, ante la espectación y a veces júbilo de los presentes.
“Que los hijos y nietos de los tales condenados, no tengan ni usen oficios públicos, ni oficios ni horas, ni sean promovidos a Sacras Ordenes, ni sean Jueces, Alcaldes, Alguaciles, Regidores, Jurados, Mayordomos, Maestresala, Pesadores Públicos, Mercaderes, ni Notarios, Escribanos Públicos, ni Abogados, Procuradores, Secretarios, Contadores, Chancilleres, Tesoreros, Médicos, Cirujanos, Sangradores, Boticarios, ni Corredores, ni Arrendadores de rentas algunas ni otros semejantes oficios que público sean. No traigan sobre sí ni en sus ropas cosas de alguna Dignidad, o Milicia, tienen prohibido vestir de color carmesí, viajar a Indias, llevar oro ni plata...”
En los juicios de brujas no se admitían pruebas atenuantes o testigos de la defensa. En todo caso, era casi imposible para las brujas acusadas presentar buenas coartadas; las normas de las pruebas tenían un carácter especial. Por ejemplo, en más de un caso el marido atestiguó que su esposa estaba durmiendo en sus brazos en el preciso instante en que la acusaban de estar retozando con el diablo en un aquelarre de brujas; pero el arzobispo, pacientemente, explicaba que un demonio había ocupado el lugar de la esposa. Los maridos no debían pensar que sus poderes de percepción podían exceder los poderes de engaño de Satanás.
Como lo señala Carl Sagán en su libro El Mundo y sus Demonios "Lo que el Maellus venía a decir, prácticamente, era que si a una mujer la acusan de brujería, es que es bruja. La tortura es un medio infalible para demostrar la validez de la acusación. El acusado no tiene derechos. No tiene oportunidad de enfrentarse a los acusadores. Se presta poca atención a la posibilidad de que las acusaciones puedan hacerse con propósitos impíos: celos, por ejemplo, o venganza, o la avaricia de los inquisidores que rutinariamente confiscaban las propiedades de los acusados para su propio uso y disfrute. Su manual técnico para torturadores también incluye métodos de castigo diseñados para liberar los demonios del cuerpo de la víctima antes de que el proceso la mate.
EL TORO DE FALAIS:-
En esta tortura, los ajusticiados se introducían en el interior de una efigie de bronce hueca con forma de toro. La efigie se colocaba encima de una hoguera, con lo que la temperatura del interior aumentaba como en un horno. Tanto el hump, como los alaridos y los gritos de las víctimas salían por la nariz y boca del toro, haciendo parecer que la figura bufaba y mugía.
Rápidamente se convirtió en un provechoso fraude. Todos los costes de la investigación, juicio y ejecución recaían sobre los acusados o sus familias; hasta las dietas de los detectives privados contratados para espiar a la bruja potencial, el vino para los centinelas, los banquetes para los jueces, los gastos de viaje de un mensajero enviado a buscar a un torturador más experimentado a otra ciudad, y los haces de leña, el alquitrán y la cuerda del verdugo. Además, cada miembro del tribunal tenía una gratificación por bruja quemada.
El resto de las propiedades de la bruja condenada, si las había, se dividian entre la Iglesia y el Estado. A medida que se institucionalizaban estos asesinatos y robos masivos y se sancionaban legal y moralmente, iba surgiendo una inmensa burocracia para servirla y la atención se fue ampliando desde las brujas y viejas pobres hasta la clase media y acaudalada de ambos sexos.
Cuantas más confesiones de brujería se conseguían bajo tortura, más difícil era sostener que todo el asunto era pura fantasía. Como a cada "bruja" se la obligaba a implicitar a algunas más, los números crecían exponencialmente. Constituían "pruebas temibles de que el diablo sigue vivo", como se dijo más tarde en América en los juicios de brujas de Salem.
En una era de credulidad, se aceptaba tranquilamente el testimonio más fantástico: que decenas de miles de brujas se habían reunido para celebrar un aquelarre en las plazas públicas de Francia, y que el cielo se había oscurecido cuando doce mil de ellas se echaron a volar hacia Terranova".
11 comentarios:
SABEN ES MUY TRISTE QUE UNA COMUNIDAD TAN IMPORTANTE Y SEGUIDA COMO LO ES LA IGLESIA CATOLICA HAYA COMETIDO TANTAS BARBARIDADES EN CONTRA DE LOS QUE DICEN QUE PROTEGIAN, PERO EN SI LA IGLESIA NO TIENE LA CULPA DE QUE PERSONAS TAN CRUELES, DESALMADAS,AMBICIOSAS DE PODER Y DINERO UTILIZARAN SU NOMBRE PARA LAS COSAS TAN INHUMANAS QUE HICIERON CONTRA EL PUEBLO.
Típico... seguro que el comentario anterior es el de un creyente. A ver si estudiamos historia un poco y nos enteramos bien: la inquisición fue creada por la Iglesia católica. A ver si ahora va a resultar que los nazis no tenían la culpa de los homicidios cometidos por la "gente cruel, desalmada, ambiciosa de poder y dinero."
Los juicios los celebraba el tribunal de la "Santa" inquisición, un tribunal compuesto por sacerdotes, obispos y demás calaña.
Lamentablemente, se vivio y se vive la violencia, que azota a nuestros paises. La gente que por avaricia del poder y riqueza, hace todo lo posible por hacer y tomar la justicia por sus propias manos... Realmente Lamentable los hechos q ocurren a nuestro alrededor... Que Dios ayude a nuestros paises... At. JEM
y todavia hay católicos? estamos ciegos o que? son socios de estos asesinos incontrolables que hicieron que las personas descrean de Dios cuando Dios no tiene nada que ver con estas atrocidades. Me inclino mas por los que ellos llaman "protestantes" ahora me doy cuenta por que protestaban.
¿Cómo ocurrió la Inquisición en México?
IMAGÍNESE que se halla ante un tribunal religioso que pretende obligarlo a aceptar los dogmas de su fe. Usted desconoce a sus acusadores y el contenido de la acusación. En vez de revelársele los fundamentos de la denuncia, le corresponde a usted exponer los cargos por los que cree que se le ha arrestado y descubrir a sus denunciantes. ¡Cuidado con lo que dice!, pues podría confesar un delito que no se le ha imputado y empeorar su situación. Asimismo, podría complicar a otras personas que no tienen nada que ver con las acusaciones que pesan en su contra.
Si no confiesa, quizás lo torturen introduciéndole grandes cantidades de agua por la boca; o tal vez lo coloquen sobre una mesa con las extremidades atadas y tensen las ataduras poco a poco hasta que el dolor sea intolerable. El tribunal ya ha confiscado sus bienes, y seguramente nunca los recobrará. Todo se lleva a cabo en secreto. De ser declarado culpable, puede que lo destierren o lo quemen vivo.
Aunque en este siglo XX resulta difícil concebir una actuación religiosa tan horrenda, hace varios siglos se cometieron atrocidades semejantes en México.
“Conversión” de los indígenas
Cuando los españoles conquistaron lo que hoy es México, en el siglo XVI, también se produjo una conquista religiosa. La conversión de los indígenas fue apenas una sustitución de tradiciones y ceremonias, puesto que muy pocos sacerdotes católicos se interesaron en enseñar la Biblia; tampoco se molestaron en aprender la lengua de los nativos ni en enseñarles latín, el idioma en que impartían la doctrina.
Algunos opinaban que los indios debían recibir una educación integral en materia religiosa. Otros, por el contrario, compartían la opinión de fray Domingo de Betanzos, quien, según el libro Zumárraga y la Inquisición Mexicana, de Richard E. Greenleaf, “creía que debía rehusársele al indio la instrucción en latín porque eso lo conduciría a entender lo ignorante que era el clero”.
La Inquisición contra los indígenas
Los naturales del país que no abrazaban la nueva fe eran tildados de idólatras y se les perseguía cruelmente. Sirva de ejemplo el caso de un indio que recibió cien azotes en público por venerar a sus ídolos paganos, los cuales había enterrado debajo de un ídolo de la cristiandad con el propósito de simular un acto de adoración “cristiana”.
Don Carlos Ometochtzin, cacique de Texcoco y nieto del rey azteca Netzahualcóyotl, atacó a la Iglesia de palabra. Según Greenleaf, “don Carlos había ofendido particularmente a la Iglesia al haberle predicado a los nativos acerca de la disipación de los frailes”. Enterado fray Juan de Zumárraga, inquisidor de la época, ordenó su detención. Don Carlos murió en la hoguera el 30 de noviembre de 1539 acusado de ser “hereje dogmatizante”. A muchos indígenas más los castigaron tras imputarles cargos de hechicería.
La Inquisición contra los extranjeros
A los extranjeros residentes en México que se negaron a abrazar la fe católica se les inculpó de ser herejes, luteranos o judaizantes. Esto le sucedió a una familia portuguesa de apellido Carvajal, cuyos miembros fueron casi todos torturados por la Inquisición por el pretendido delito de observar la fe judía. El fallo dictado contra uno de ellos refleja el horror de las medidas inquisitoriales: “Condeno [a doña Mariana de Carvajal] a que [...] se le dé garrote hasta que muera naturalmente, y luego sea quemada en vivas llamas de fuego hasta que se convierta en ceniza y de ella no haya ni quede memoria”. En efecto, así sucedió.
Cualquier extranjero que representara una amenaza al poder clerical era sometido a juicio. Un tal Guillén Lombardo de Guzmán fue acusado de querer libertar México; sin embargo, con el objeto de apresarlo y procesarlo, el Santo Oficio lo acusó de practicar la astrología y ser un hereje partidario de Calvino. Perdió la razón durante su encarcelamiento, y finalmente fue quemado vivo en la hoguera el 6 de noviembre de 1659. El libro Inquisición y Crímenes, de Artemio de Valle-Arizpe, describe así el suplicio: “Fueron amarrando a los reos, fijándolos al palo con una argolla de hierro que les pasaba por la garganta. [...] Empezaron a arder las santas hogueras de la fe en un torbellino rojo y negro. Don Guillén [...] se dejó caer de golpe y la argolla que lo sujetaba por el cuello lo ahogó, desapareciendo luego su cuerpo entre el esplendor espantoso de las llamaradas. Salió de la vida después de diecisiete años de sufrimientos continuos y lentos en las sombrías cárceles del Santo Oficio. Se fueron acabando poco a poco las hogueras, bajando el cárdeno tumulto de sus llamas y cuando se extinguieron no quedó más que un montón brillante de brasas luciendo entre la noche”.
Creación del “Santo Oficio”
Como ya hemos visto, a muchos mexicanos de nacimiento y de adopción se les castigó, y a algunos se les mató, por criticar o rechazar la nueva religión. La situación condujo a que los frailes, y posteriormente los obispos, pusieran en práctica un método inquisitorial. El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición se creó oficialmente en 1571 con la llegada del español don Pedro Moya de Contreras como inquisidor mayor, y funcionó hasta 1820. Así pues, los discrepantes del culto católico sufrieron persecuciones, tortura y muerte durante cerca de trescientos años, contando desde 1539. Al acusado se le torturaba hasta que confesara. El tribunal esperaba que abjurara de sus creencias y aceptara la fe católica. Solo se ponía al reo en libertad si demostraba su inocencia, si era imposible probar su culpabilidad o, por último, si confesaba y se arrepentía, en cuyo caso se leía en público una declaración en la que afirmaba que aborrecía su ofensa y prometía enmendar su error. Sea como fuera, perdía sus propiedades y se le imponía el pago de una pesada multa. De ser declarado culpable, se le entregaba a la justicia secular para que esta le impusiera el castigo. La pena consistía, por lo general, en la muerte en la hoguera, ya fuera vivo o instantes después de habérsele dado muerte.
La ejecución de las penas tenía lugar en medio de un solemne acto público llamado auto de fe. Mediante un pregón se informaba a todos los habitantes de la ciudad la hora y el lugar donde se llevaría a cabo. Ese día, los condenados salían de las cárceles del Tribunal del Santo Oficio vistiendo un sambenito (especie de túnica sin mangas) y llevando un cirio en las manos, una soga al cuello y una coroza (gorro de figura cónica) en la cabeza. Una vez leídos los delitos cometidos contra la fe católica, se imponía el castigo acordado a cada una de las víctimas. De este modo, muchas personas fueron condenadas y castigadas en nombre de la religión. La crueldad y la intolerancia del clero eran patentes a las muchedumbres que observaban a las víctimas morir en la hoguera.
En completa oposición al cristianismo.-
Cristo Jesús comisionó a sus discípulos para que convirtieran a la gente al verdadero cristianismo. Les mandó: “Vayan, por lo tanto, y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo, enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado”. (Mateo 28:19, 20.)
No obstante, Jesús nunca dio a entender que debían convertirlos por la fuerza. Más bien, dijo: “Dondequiera que alguien no los reciba ni escuche sus palabras, al salir de aquella casa o de aquella ciudad, sacúdanse el polvo de los pies”. (Mateo 10:14.) El juicio final de estos individuos queda en manos del Dios Todopoderoso, Jehová, sin necesidad de que los cristianos intervengan físicamente.
Por lo tanto, está claro que en todos los lugares donde se instituyó la Inquisición se hizo en completa oposición a los principios cristianos.
El clima de tolerancia religiosa que ahora impera en México permite que los ciudadanos ejerzan su libertad respecto a la manera de adorar a Dios. Aun así, los siglos de la llamada Santa Inquisición son una lacra en la historia de la Iglesia Católica mexicana.
Es increible ver los comentarios de las personas, es verdad que la iglesia católica creó la inquisión torturarón a muchos cristianos, pero esto no es nuevo, Cristo, había dicho que un poder surgiría y perseguiría a los santos, no solamente perseguiría, si no que hablaría palabras contra el altisimo (Daniel: 7)el papado en todo sus ambito a ofendido a Dios, pero repasemos, realmente el papado hizo todas estas atrocidades?, no sólo fue el papado sino habia alguien que lo impulsaba a hacer los que hicieron, y es el Enemigo, llamado Diablo y Satanás, el es el que está debajo. Estamos ya cerca al final del cumplimiento de las profesías dichas por daniel y apocalipsis, estas cosas volveran a suceder.
Pero nuestro deber es perdonar a queines hicieron tando daño, la venganza no es nuestra, Dios a su regreso pagará a cada uno segun su obra, ese día sabran los papas que quemarón vivos a cristianos, aquellos que cubriendolo con pieles de animales los tiraban para que los perros los comieran, lo que torturaron en el coliseo romano, veran que lo que hicieron estaba mal, y cuando se dicte su sentecia, no habrá retroceso.
Tambien cabe resaltar que aquello cristianos a quienes torturarón muchos de ellos no se les veía tristes, sino cantaban, por sabían que el Rey de Reyes los cuidaba, y con sangre sellaron su fidelidad a Dios. Pues su Vida está en la manos de aquel que dio su Vida por amor de todos y vendrá pronto.
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