Hermes Trismegisto, el Tres Veces Grande.
“Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba”. Hermes Trismegisto.
Cuando se incursiona en la búsqueda de antecedentes de determinados personajes que han marcado presencia en la historia universal, es frecuente encontrar que en todas las épocas, inclusive en las más pretéritas, han existido sujetos adelantados a su tiempo, con teorías muy potentes que han señalado el camino a sus contemporáneos.
Lo increíble de esta constatación, es que estos iluminados nacidos en una sociedad escasamente desarrollada, manejaron conocimientos de alto nivel, para cuya formulación se precisaba, como ocurre hoy en día, contar con una visión cosmogónica de la sociedad mundial, que en aquellos tiempos, -La Era Pre Faraónica-, tal vez más de cinco mil años atrás, no era posible.
Es el caso del egipcio Hermes Trismegisto, quizá el personaje más enigmático y controvertido de toda la historia de la humanidad, -que no es poco decir-, cuya leyenda y escritos ocultistas, mágicos y alquimistas, así como la formulación de sus teorías metafísicas, se anticiparon y dieron metodología creacionista a todas las religiones conocidas y que según la mayoría de sus estudiosos, constituye no solo la base ideológica de todas las existentes sino de las ciencias, tanto así, que según dice Platón, fue además quien descubrió los números, la geometría, la astronomía y las letras y para algunos pensadores medievales, el profeta pagano que anunció el advenimiento del cristianismo.
"Hermes -dice Lactancio- ha descubierto, no sé cómo, casi toda la verdad". Se le consideraba como una especie de revelador inspirado y sus escritos pasaban por monumentos auténticos de la antigua teología de los egipcios. Esta opinión fue aceptada por Marsilio Ficino y otros eruditos del Renacimiento que tradujeron o comentaron los libros herméticos. Estos creyeron encontrar en ellos la fuente original de las iniciaciones órficas, de la filosofía de Pitágoras y de Platón.
Cuando nos adentramos en el estudio de las creencias egipcias, estas expresan que los dioses habían gobernado el Antiguo Egipto antes que los faraones, civilizándolos con sus enseñanzas. En ellas, el dios egipcio Tot, en el que identifica a Trimegistus, era el dios de la sabiduría y el patrón de los magos. También era el guardián y escribiente de los registros que contenían el conocimiento de los Dioses. Más tarde, varias de las características de Tot se asociarían al Hermes de la mitología helenística. A la identificación entre Tot y Hermes en la figura de Hermes Trismegisto, ha de añadirse otra posterior de carácter esotérico, por la que éste es también Abraham, el patriarca hebreo, que habría comenzado dos tradiciones: una solar, pública, recogida en el Antiguo Testamento y otra privada, trasmitida de maestro a discípulo, accesible en el Corpus Hermeticum, de su creación.
Otros autores sin embargo, señalan que Hermes, fue contemporáneo de Abraham y llegó a ser el maestro que lo instruyó e inició en los misterios de la más alta Magia Sacerdotal. La obra de Hermes, cuyo legado obtuvo por inspiración divina, era materia de consulta obligada, para todo aspirante a adentrarse en los misterios espirituales. Se le atribuye a éstos, la constancia y evidencia del legado de Hermes de sus inventos musicales; los ejercicios preliminares para la práctica del Hata Yoga; principios de la Aritmética; sus tratados de medicina a través del arte sagrado de la alquimia; el arte del manejo de los metales; la Lira de tres cuerdas; las ceremonias de culto a Dios; estudios de Astronomía; la escritura, grabado y muchas otras habilidades.
Su identidad verdadera, si es que la tiene, se pierde en la noche de los tiempos, con una data mucho antes del tiempo de Moisés, siendo mencionado primordialmente en la literatura ocultista como un sabio que trabajó en la alquimia y en el desarrollo de un sistema de creencias metafísicas que después constituyeron la hermética. El nombre de Hermes Trismegisto es de origen griego y significa "Hermes, el Tres Veces Grande", y en latin, según Salomón : “Mercurio, Tres Veces Grande”.
No faltan quienes creen, como ocurre con las leyendas y escritos de la Biblia, que el nombre de Hermes Trismegisto no designa personalidad individual alguna, sino un conjunto de enseñanzas elaboradas en Egipto y enriquecidas a lo largo del tiempo.
En el mundo del esoterismo, se sostiene que Hermes Trismegisto fue uno de esos grandes maestros espirituales que descendiendo de esferas superiores, se encarnaron en la humanidad para guiarla. Sus enseñanzas pasaron de Egipto a Grecia y los griegos se encargaron, como en tantas otras ramas del saber, de conservarlas y transmitirlas.
Los misterios órficos y eleusinos, los pitagóricos, los filósofos presocráticos y Platón, fueron el vehículo fundamental de dicha transmisión, que también se realizó en parte a través del teatro griego. Posteriormente los neoplatónicos y sobre todo, los gnósticos, difundieron este saber en el mundo romano y en el cristianismo primitivo por un lado, y por otro, sirvieron de base para su posterior propagación entre los árabes.
Existe un acuerdo unánime en que la sabiduría de los faraones, cuyo exponente máximo es el cuerpo de doctrina atribuido a Hermes Trismegisto, fue brillante depositaria de las enseñanzas de la más pura tradición antigua. Unos opinan que los egipcios heredaron directamente este saber de los Atlantes quienes, tras la destrucción de su continente, hicieron un alto a orillas del Nilo en su éxodo solar hacia el Himalaya. Son en efecto sorprendentes las similitudes entre las manifestaciones externas de la cultura egipcia y las culturas latinoamericanas precolombinas (pirámides, momias, motivos ornamentales, etc.). Otros consideran sin embargo que los padres del saber egipcio fueron los hindús y los caldeos y que Egipto fue una etapa del reflujo hacia el Oeste a partir del Himalaya.
De los libros de Hermes, el “Tres veces Grande”, procedentes del país del Nilo, han quedado muy pocos datos y escasos originales dignos de auténtica fe. Según antiguas crónicas, en la famosa Biblioteca de Alejandría, durante el reinado de la última dinastía de los Tolomeos, se guardaban de Hermes, el más sabio maestro de la antigüedad, 42 libros esotéricos que resumían toda la sabiduría de las edades.
Más, después de la inmensa catástrofe que significó el gran incendio que asoló dicha Biblioteca a raíz del desembarco de la armada romana de Julio César en el puerto de Alejandría, no se pudo recuperar sino algunos fragmentos que se suponen son derivados de fieles traducciones griegas efectuadas por escribas y eruditos por encargo de los faraones Tolomeos.
Ellos son “El Pymander”, “El Kybalión”, ciertos libros de poemas sueltos y “El Libro a la Salida de la Luz del Día”, más conocido como “Libro de los Muertos”, por haberse encontrado ejemplares de él dentro del sarcófago de las momias de algunos destacados egipcios. Algunos fragmentos sueltos proceden de citas de las que fueron depositarias diversas escuelas de la época: gnósticas, teosóficas, platónicas, herméticas o eclécticas, acogidas en Alejandría y más tarde agrupadas e interpretadas bajo el título genérico de “Libros de Toth-Hermes”.
Tales libros de Toth circularon profusamente durante el período de dominación romana por los continentes de África, Europa y Asia cercana, bajo el lema de “Corpus-Herméticum” en traducción latina, la que unida a la griega, a otras de procedencia árabe y a las egipcias en lengua popular, son los textos que han llegado hasta nuestros días.
La línea esencial de toda la ideología hermética es la afirmación básica de un solo inmenso dios y de una sola religión raíz, científica y filosófica, a la que servían sabios moral y espiritualmente excelsos, ya que no podía encarnar tan elevada doctrina en quien no estuviera dotado de verdadera experiencia espiritual. Así lo justifican los sabios herméticos.
De ello se infiere que las verdades herméticas no podían transferirse integralmente más que a través de un auténtico y probado merecimiento.
La senda más perentoria de tal logro era el conocimiento, pero no a través de estudios mentalizados, sino de la llamada mente iluminada o superior, lo que podríamos llamar intuición adherida al super-razonamiento, traducida por NOUS por griegos y exégetas hermenéuticos. Algunos de estos conocimientos legados son:
El principio del mentalismo: El Todo es Mente; el universo es mental. El Universo es una creación mental del TODO en cuya mente vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser.
No hay nadie que no tenga padre y madre en el Universo.
El principio de correspondencia: Como arriba es abajo, como abajo es arriba. Hay siempre una cierta correspondencia entre las leyes y los fenómenos de los varios estados del ser y de la vida.
El principio de vibración: Nada está inmóvil, todo se mueve, todo vibra.
La mente, así como los metales y los elementos, puede transmutarse de grado en grado, de condición en condición, de polo a polo, de vibración en vibración.
La vibración del espíritu es de una intensidad infinita que parece en reposo y en el otro extremo, hay formas de materia densísima, cuya vibración es tan débil que parece también estar en reposo. Entre ambos polos hay millones de millones de grados de intensidad vibratoria. Si se comprende este principio, se puede llegar a controlar las propias vibraciones mentales, así como las de los demás.
El principio de polaridad: Todo es doble, todo tiene dos polos, todo su par de opuestos, los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado. Es posible cambiar o transmutar las vibraciones de odio por vibraciones de amor, en la propia mente y en la mente de los demás, con la voluntad.
El principio del ritmo: Todo se mueve como un péndulo, el ritmo es la compensación. El que comprende este principio se polariza a si mismo en el punto donde desea quedarse y entonces neutraliza la oscilación rítmica pendular que tendería a arrastrarlo hacia el otro polo. El maestro, elevándose mentalmente a un plano superior hace que la oscilación del péndulo se manifieste en el plano inferior, mientras él permanece en el otro.
El principio de causa y efecto: Toda causa tiene su efecto y todo sucede de acuerdo con la Ley universal, el azar no es más que el nombre que se le da a una ley no conocida.
Nada escapa al principio de causa y efecto, pero hay muchos planos de Causalidad y uno puede emplear las leyes del plano superior para dominar a las del inferior.
El principio de generación: La generación existe por doquier, todo tiene sus principios masculino y femenino, la generación se manifiesta tanto en el plano físico como en el mental y el espiritual. La transmutación mental: La mente, así como todos los metales y demás elementos, pueden ser transmutados, de estado en estado, de grado en grado, de condición en condición, de polo a polo, de vibración en vibración.
La palabra transmutar significa cambiar de naturaleza, de sustancia y de forma. (La ciencia moderna nos dice que la materia no existe realmente, sino que es “energía o fuerza interrumpida”, esto es, energía o fuerza en grado menor de intensidad vibratoria.)
La muerte no es real, ni aun en sentido relativo: no es sino nacer en una vida nueva, y ascendemos y seguiremos ascendiendo a planos de vida cada vez más elevados, durante eones y eones de tiempo.
Desde un enfoque absoluto, el Universo es una ilusión, un sueño, si se compara con el Todo. La materia solo “existe” para nuestros sentidos.
La opinión de los antiguos respecto a las enseñanzas de Hermes se objetiviza en la imagen de una puerta abierta con vista una dilatadísima perspectiva de praderas verdes, inmensas, llenas de sol y de flores preciosas y multicolores.
Esa maravillosa “puerta abierta” a lo desconocido y cuyo alto mirador franqueaban los escritos de Hermes, constituía el gran aliento vital, el aliento del espíritu de toda agrupación humana selectiva, cuya finalidad era la investigación de la verdad en el hombre y en el cosmos.
De ese modo, el fundador de la religión-filosofía, poniendo en juego el estudio y la experiencia profunda y directa a través de la supermente y del espíritu, alimentó, desde aquella remota época, todo empeño del hombre en atisbar las esencias reales de la vida divina.
Hijos de la sabiduría hermética fueron pues, los logros espirituales de Persia, Siria, Judea, Anatolia, Grecia y otros cultos nacidos y derivados de esa semilla espiritual depositada en las fecundas aguas del Nilo. Todas las civilizaciones antiguas tienen, por lo tanto, la misma fuente, porque desde Egipto Hermes pasó a Grecia, apoyado en su trascendente mitosofía y aportando a ella todo su bagaje de sabiduría. Por el delta del Nilo se derramó el mensaje profundo y legendario del “Tres Veces Grande”, desde Alejandría a todo el Mediterráneo.
Entre las obras herméticas perdidas debido a catástrofes, guerras, ignorancias, fanatismos y la falta de comprensión posterior, se dice que se hallaba una obra llamada “Libro de los Alientos o de las Respiraciones”, cuya ciencia enseñó el gran Hermes, y cuyas lecciones se recogieron en la India y fueron divulgadas a través del Hatha Yoga, y en su más trascendente efectividad, a través del Raja Yoga o Yoga Real. De todos modos, también en occidente existen testigos fidedignos de estas específicas enseñanzas del maestro egipcio y de su importantísimo libro.
Los sabios que han dado fe de las originarias enseñanzas de Hermes y de los mencionados principios, fueron entre otros, Manethon, Cicerón, Ammiano, Josefo, Heródoto y también Plinio.
Al sucederse las épocas y las dinastía en las orillas del Nilo, se fueron encontrando fragmentos de los Libros de Toth en inscripciones de origen antiquísimo, sobre todo en el interior de las criptas secretas de los grandes templos, especialmente en las cercanas al Delta, donde florecieron los primeros núcleos de civilización egipcia, no lejos de la Esfinge y de las Pirámides.
En el cercano oriente se conocieron durante muchos siglos dichas verdades compiladas en una obra que llevaba por título “La Profecía de Hermes”.
Las enseñanzas herméticas lograron un inmenso auge con la extensión del platonismo en el mundo culto, durante el esplendor de la civilización griega que nació entreverada con la egipcia. También parece que las enseñanzas herméticas constituyeron el trasfondo del ideario de la escuela estoica; lo que da a entender su fuerza y su importancia y la cosecha de su poderosa siembra eficaz en el mundo antiguo, así como su trascendental raigambre proseguida y reconocida en el campo de las ideas madres y de la conducta del hombre superior.
Consta en las antiguas crónicas dispersas que los Libros de Hermes, fragmentariamente salvados, constituyeron después el alimento espiritual de filósofos, profetas, pedagogos, científicos, investigadores, poetas y místicos de todos los países en todas las lenguas cultas conocidas. El ansia de investigación y estudio alentaba en todos los ansiosos de la verdad, que se afanaban en allegar conocimientos en aquellas limpias fuentes del saber, sin discriminación de escuela, tendencia, religión, psicología, formación o raza. Debido a ese elemento ecléctico imperante en la mejor época alejandrina, podemos todavía hoy aprovechar la ofrenda milenaria de aquellas enseñanzas puras.
Con respecto a los Libros herméticos, cita Duncan Grenlees un pasaje de Efraín Syrius, en el que se dice que en el año 365 dc. existían varios libros de Hermes en Siria, sin duda traducidos del griego o del latín.
Otros afirman que los primeros musulmanes protegían la secta de los herméticos y que en ellos se inspiraban sus libros. Lo cierto es que hasta el siglo VIII, podían encontrarse en Siria varios fragmentos.
El escritor hermético Scott, afirma que en el siglo XI una copia de tales libros pasó a Constantinopla, entonces la capital del cristianismo. Esta copia, al parecer, llegó mas tarde a Florencia, centro del renacimiento de todas las culturas clásicas, especialmente impulsado por la hegemonía de los Medici y de su Escuela Neoplatónica, la que atrajo a los mejores talentos asiáticos cuando los turcos invadieron Constantinopla.
Volviendo al período alejandrino, Jámblico, el gran maestro sirio radicado en Egipto, afirma que el pensamiento hermético impregnó en aquella época a la filosofía platónica.
Posteriormente, autores ignorados difundieron los libros de Hermes en forma fragmentada y tal vez mistificada, como diálogos breves entre Hermes y su hijo o discípulo Tat. Dos de tales fragmentos dialogados eran conocidos como enseñanzas de Isis a su hijo Horus. Según los críticos antiguos, tales diálogos eran los mejores porque constituían una traducción fiel del antiguo original egipcio. Sin embargo, en tales diálogos no se advierte el influjo gnóstico o hebreo, ni tampoco las tendencias de otras escuelas de la época alejandrina. De acuerdo con este aserto, parece que las obras de Plutarco sobre Isis y Osiris, y los mismos escritos de Manethon, el favorito del segundo Tolomeo, se inspiran en los textos herméticos directos que alimentaron, a su vez, las copias sucesivas.
De todos estos libros herméticos, vulnerado en parte su sentido original a través del tiempo y las excluyentes tendencias ideológicas, el conocido como “Asclepio” es de la máxima importancia para los estudiantes de hermetismo, a pesar de las naturales corrupciones. Parece que su mejor parte ha sido compilada bajo el título de “Pymander” y que ha conservado bastante bien su aliento original merced a haber sido cuidadosamente traducido al demótico o lengua jeroglífica popular en las postrimerías de la gran civilización egipcia.
1 comentario:
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