domingo, 6 de noviembre de 2011

Yagan. El héroe australiano de la cabeza viajera.

La historia de las conquistas, ocupaciones y descubrimiento de nuevas tierras ha tenido en todas partes casi un mismo patrón: países guerreros con afanes expansionistas que no han vacilado en posesionarse de nuevos territorios descubiertos casi siempre por aventureros ambiciosos, truhanes y desalmados que cometieron las tropelías más atroces para obtener su objetivo, los que paradojalmente por estos servicios supuestamente prestados a sus patrias madres o a la iglesia, en su mayoría fueron considerados héroes, dotados de poder y riquezas y premiados con regencias, virreinatos, gobernaciones y altos cargos militares o eclesiásticos.
Sus nombres han quedado grabados a fuego en la historia universal y son considerados líderes, guías, adelantados, colonizadores, caudillos, y fueron depositarios de ostentosos cargos como capitanes generales, cancilleres imperiales, emperadores, reyes o césares de origen divino.

Algunos de ellos son Genghis Khan, Tamerlán, Ciro II el Grande, Cambises II, Darío I el Grande, Alejandro Magno, Julio César, Trajano, Atila, Los papas, que como Urbano II y Eugenio III dieron inicio a Las Cruzadas, monjes como Pedro de Amiens el Ermitaño o Walter el indigente, Cristóbal Colón, Napoleón Bonaparte, Hammurabi, Constantino el Grande, Aníbal Barca, Escipión el Africano, Belisario, Hernán Cortés, Francisco Pizarro, Adolf Hitler, Pedro de Valdivia, que junto a muchos otros, han sido los responsables de las más sangrientas guerras fratricidas y perversas masacres de gente inocente que han existido en el planeta.
Ellos ganaron estas guerras, sometieron a sus contrarios, avasallaron sus territorios e impusieron sus leyes, esclavizando y explotando a los habitantes naturales de estas islas, continentes y pueblos que eran sus habitantes originarios y por ende sus legítimos propietarios y regentes.
Pero lo que la historia evita resaltar, es que todos estos territorios no estaban deshabitados. Por el contrario allí había vida, flora y fauna autóctona, civilizaciones antiguas, culturas a veces más desarrolladas que los invasores, que tenían costumbres propias, dioses y héroes, visiones cosmogónicas del origen de la vida y por sobre todas estas consideraciones, gente desarmada, mansa, que amaba la vida, sobre quienes cayó, como si fuera un castigo, el azote de la guerra y de la muerte, de manos de bárbaros inclementes sin dios ni ley, que sólo obedecían a sus más brutales instintos y que ironicamente justificaban su lucha diciendo que la suya era la lucha del bien, de la verdad, de la civilizacion y del dios verdadero.
Todo fue incendiado, destruido, desvalorizado y prohibido. Un dios extranjero incitaba a matar a los paganos, considerar bestias a quienes no abrazaban la nueva religión y acusar de herejes o hijos del diablo a quienes adoraban otros dioses. Los indios no piensan, no sienten dolor ni tienen sentimientos y por ende carecen de espíritu. Dios tiene reservado el reino de los cielos solo para quienes le sirvan y le adoren.

Y así nacieron los héroes y guerreros nativos, hoy tan olvidados. Las gestas y hazañas de quienes defendían sus tierras y costumbres. De aquellos que sufrían en carne propia la injusticia; de los que perdieron sus dioses, sus tierras y familias. De los vengadores de tanta humillación y amargura. Los solitarios indomables que alentaron a sus pueblos a luchar por sus valores. Qué juraron ante las cenizas de sus muertos queridos que recobrarían la dignidad arrebatada a sangre y fuego. Qué expulsarían al invasor y pondrían coto al saqueo y las violaciones de sus hijas y mujeres. Qué juraron que nunca más sus vástagos serían usados cómo comida de los perros del conquistador y que prefirieron morir combatiendo antes que aceptar tan abusivas pretensiones, tanta barbarie e irracionalidad.
Quizás uno de los más anónimos, por corresponder a un continente que tardó en ser vastamente conocido como es Australia, es Yagan, hijo de Midgegooroo, guerrero Noongar de la tribu Beeliar, un subgrupo familiar de otra tribu mayor denominada Beelgar, donde era un Ballaroke, hombre de nivel elevado en la ley de la tribu según la clasificación Noongar.
Yagan, a veces también conocido como Egan o Eagan, nació en 1795 y era un típico aborigen de esta Terra Australis incógnita del fin del mundo. Era un joven aguerrido y corpulento y tenía fama de ser el más fuerte y valeroso de su tribu a quien se describe como un hombre más alto que el promedio y que ostentaba un tatuaje distintivo de su tribu en el hombro derecho.

La tribu Beeliar ocupaba la tierra al sur de los ríos Swan y Canning, llegando hasta la Bahía Mangles y se ha establecido que incluso su zona de caza iba más allá del lago Monger y por el noroeste hasta el río Helena, sectores ocupados por otras tribus con quienes los Beeliar probablemente tenían buenas relaciones y hacían intercambios matrimoniales y comerciales.
A la altura de 1829, cuando los invasores británicos que iban cubriendo el territorio por etapas llegaron a estas tierras estableciendo la colonia de Swan, Yagán tenía aproximadamente 35 años de edad y su prestigio ya estaba muy asentado entre sus iguales.
Las tropas inglesas enviadas a conquistar el territorio actuaban bajo el principio invocado por la corona para justificar la ocupación llamado Terra Nullius, expresión latina que significa “tierra de nadie” y que se utiliza para designar la tierra que no es propiedad de ninguna persona. Es decir, para Inglaterra, Australia era una tierra solitaria, abandonada, que no era propiedad de ningun ser humano. Toda esta gran isla según el criterio de los colonizadores estaba habitada solo por animales, sin vestigios de presencia humana.
Paradojalmente la cultura aborígen australiana es la más antigua de las civilizaciones que se conoce, ya que se piensa que las primeras migraciones llegaron a sus costas hace alrededor de 125 mil años y de hecho los restos humanos más antiguos encontrados hasta la fecha, conocidos como el hombre de Mungo, datan de hace 40 mil o 50 mil años. Sin embargo, los conquistadores ingleses, probablemente por algún problema congénito y colectivo de visión y oído, no veían ni escucharon a nadie, y según se desprende por cómo hicieron las cosas, caminaron por territorios desolados, abandonados de presencia humana y por lo tanto los ocuparon sin ningún problema de conciencia ni menos ético, porque esta desolación legitimaba su presencia y se verificaba lo aseverado por la corona.
Esta es una cuestión que no se ha explicado suficientemente, ya que ningún Tribunal internacional se ha atrevido ni se atreverá, a decir que esta figura de la Terra Nullius usada por Inglaterra fue sencillamente una torpe engañifa, una hipocresía y una invención tan abismante y falsa como la utilizada por el Papa español Alejandro VI, tras cuyo título se escondía el siniestro Alejandro Borgia, de triste memoria, quién mediante simples Bulas y la artificiosa artimaña de que, por ser representante de dios en la tierra, era por sucesión divina el dueño material del mundo entero y por lo tanto con capacidad para repartir el planeta a su amaño.

Sentado tal ridículo y falso enunciado, expidió las llamadas Bulas Alejandrinas, un adefesio que carecía de toda legalidad y sustento racional, pero que sin embargo, fue aceptado como bueno por los reyes catolicos existentes e incorporado a sus preceptos como ley inapelable a regir dentro de sus posesiones.
Con tales instrumentos, se realizaron las más grandes conquistas y abusos de la antigüedad. Tales decretos papales permitieron primero a España invadir y quedarse con las Islas Canarias y otras islas menores y luego los portugueses pudieron conquistar y posesionarse del Cabo Bojador al noroeste de África, abriendo la codiciada ruta hacia el lejano oriente, llamada la Ruta de las Especias, que acapararon en forma exclusiva sin dejar que ningún otro país y menos España su principal competidor la usara, capitalizando estas rutas por derecho de conquista y ratificación papal.
Luego el mismo Papa, quizás con sentimientos nacionalistas, pero no por amor al arte precisamente, concedió a España nuevas Bulas cediéndole el dominio de las tierras descubiertas por Colón y las otras por descubrir, generosidad propia de quien no sabe de que habla, la que en su parte medular decía:

" haciendo uso de la plenitud de la potestad apostólica y con la autoridad de Dios omnipotente os donamos concedemos y asignamos perpetuamente, a vosotros y a vuestros herederos y sucesores en los reinos de Castilla y León, todas y cada una de las islas y tierras predichas y desconocidas que hasta el momento han sido encontradas por vuestros enviados, y las que se encontrasen en el futuro y que en la actualidad no se encuentran bajo el protectorado de ningún otro señor cristiano, junto a todos sus dominios, ciudades fortalezas, lugares y villas con todas sus jurisdicciones correspondientes y con todas sus pertenencias, y a vosotros y a vuestros herederos".
"Nadie pues se atreva en modo alguno a infringir o contrariar con animo esta deputación, mandato, inhibición, indulto, extensión, ampliación, voluntad y decreto. Si alguien pues se atreviese, que sepa que incurre en la ira de Dios omnipotente y de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo.
Dado en Roma. San Pedro, en el año de la encarnación del señor, mil cuatrocientos noventa y tres, el día quinto de las nonas de mayo, primero de nuestro pontificado."
Allí se establecia el principio, recogido también por la Corona británica en su terra nullius, que se entiende que se toma la tierra y todo lo que ella contenga, sin tener en cuenta otros dueños o habitantes, por el solo hecho de ser infieles, es decir contrarios al dios del conquistador o simplemento porque no se les considera humanos.
Esto es lo que se conoce como las donaciones papales, que en el mundo del fanatismo católico más extremo de entonces, significaba la excomunión para todos aquellos que osasen viajar a Las Indias sin la autorización de los reyes de Castilla, máximo castigo que implicaba otra estupidez, la pretendida capacidad del Papa de entregar pasaporte a la inmortalidad, abrir o cerrar la puerta del cielo o el infierno, administrando el reino de los cielos desde la tierra.
No obstante y volviendo a la realidad australiana, la porfiada historia nos dice que cuando los ingleses llegaron a Australia a finales del siglo XVIII, había alrededor de 750.000 aborígenes, repartidos en más de 250 naciones con 250 lenguas distintas, que en la actualidad se encuentran reducidas a unas 20, la mayoría de las cuales en grave peligro de extinción.
Los aborígenes de Australia, de la alocución latina Ab origine, que significa que estaban allí desde el origen, desde luego no eran transparentes ni traslúcidos, ni se escondieron ni se mimetizaron en los bosques y desiertos, sino que por el contrario, en principio recibieron con muestras de regocijo a estos extraños visitantes y los ancianos de las tribus incluso creyeron, de acuerdo a lo que rezaban antiguas leyendas, que se trataba de los djanga, los espíritus reencarnados de los noongar muertos, que volvían a su tierra para visitar a sus descendientes y por lo tanto trataban a los invasores blancos con afecto y con respeto.

Este antecedente, plenamente ratificado por las crónicas de la época, deja otra vez en el mayor enigma la postura inglesa, que solo puede avalarse a partir de admitir que todos sus soldados y colonos o estaban recibiendo órdenes de no reconocer presencia humana en este continente, lo que ratifica la mala fe de la Corona, o en su defecto adolecieron de una falencia que comprometía su normal visión, ya que de acuerdo a los cánones científicos, un material puede calificarse de transparente cuando deja pasar fácilmente la luz, pues tal transparencia no es sino una propiedad óptica de la materia que reconoce diversos grados y propiedades. Por el contrario, se dice que un material es traslucido cuando deja pasar la luz de manera que las formas se hacen irreconocibles, lo que es contrario al término opaco, que significa que el material no deja pasar fácilmente la luz. Habría que decir pues, que este casi millón de habitantes primigenios de esta tierra australiana, fueron a los ojos de estos invasores sencillamente traslúcidos y por ende irreconocibles.
Como dijera acertadamente Joseph Conrad, novelista inglés nacido en Polonia, quien después de conocer estas latitudes y la historia de la colonización en Australia escribió: "La conquista de la tierra consiste en arrebatársela a aquellos que tienen un color de piel diferente o la nariz ligeramente más aplastada que nosotros".

Tal vez con el tiempo, durante los próximos siglos, se pueda determinar si los colonizadores ingleses simplemente engañaron a la humanidad como más de una vez lo hicieron los papas con sus bulas por conservar intereses mezquinos, utilizando la falacia de Terra Nullius, o fueron presa al pisar esta tierra desconocida de ese extraño fenómeno óptico colectivo, que los privó de conocer a estos humanos extraordinarios, pacíficos y de costumbres sencillas, a quienes no solo desconocieron sus legítimos derechos ni respetaron sus costumbres, sino que expulsaron de las tierras fértiles que les legaron sus antepasados, hacia lugares inhabitables, sin agua ni comida, asesinaron, separaron a los hijos de sus madres y discriminaron con el fin de hacerlos desaparecer físicamente del planeta, a ellos y su cultura milenaria, por fortuna, sin resultados.

Si acudimos a las comparaciones, algo parecido ocurrió con los “amerindios” e “indios” “descubiertos” por Colón, mexicas y quechuas, mapuches y mayas. Centenares de años antes las leyendas decían que desde el cielo había bajado un Dios salvador blanco, con ojos azules, cabello rubio y gran barba, llegado del Este. En México se lo llamó Quetzalcoatl, en Perú Viracocha; y los Mayas de la Península de Yucatán lo conocían por el nombre de Kukulkan. El Dios Blanco dijo a los indígenas que algún día regresaría...
Cuando llegaron los conquistadores españoles, los nativos creyeron que se trataba de aquel Dios y facilitaron el camino de su propia conquista" (Gene Savoy -Dios Blanco- 1969).
"... Al llegar Pizarro, en 1532, los indios dan a los conquistadores el nombre de Viracocha (espuma de lago). Los señores blancos, venidos de lejos, surgidos de los espacios, de una raza de hijos del Sol, reinaban allí por milenios. En todos los lugares de la América del Sur, los europeos que iban en busca de oro conocieron esta tradición del hombre blanco y se aprovecharon de ella. Sus ansias de conquista fueron auxiliados por el más grande y misterioso recuerdo" (Louis Pauwels y Jacques Bergier -ob. cit.).
Ello explica la hazaña de Pizarro. Los aztecas eran un pueblo altivo y guerrero y se calcula que en aquel entonces eran a lo menos 14 millones de habitantes. Sin embargo en pocos días y casi sin lucha se sometieron al conquistador español que traía un menguado número de aventureros de 40 jinetes y 60 infantes.

Los indios vieron en los españoles a aquellos seres sobrenaturales que esperaban. Y Pizarro se aprovechó a maravilla de la tradición. Les dejó creer que eran en verdad sobrenaturales. Por eso, en contraposición, a los indios les llamaron "naturales".
Los indígenas no solo creyeron que los españoles eran dioses que habían venido del cielo y que eran inmortales, por lo que les llamaron tucupacha (dioses), y también teparacha (grandes hombres o dioses); y acazecha (gente que trae gorras y sombreros) y a las mujeres españolas las llamaron cuchaecha (señoras y diosas), sino que pensaron que el vino, el trigo y otras semillas se las había dado a los españoles la madre celestial Cuerauaperi cuando vinieron a la tierra, tal como siglos antes según la leyenda, esta diosa le había entregado el maíz y el frijol a  Xaratanga cuando envió tales semillas a la tierra.

Creyeron que los caballos hablaban y que entendían lo que los españoles les decían, los llamaron venados o tuycen, unas figuras de masa en forma de venado con cabellos que hacían para la fiesta de Cuingo; pensaban que sus crines eran cabellos postizos, decían que las herraduras eran cótaras o zapatos de hierro y al principio, en señal de respeto, les llevaban raciones de comida como a los españoles.
Pero apenas los indios descubrieron que los españoles no eran los Hijos del Sol, ni seres "sobrenaturales", sino solo perversos buscadores de oro, rapaces y asesinos, les declararon una guerra a muerte, sin cuartel. Los sacerdotes indígenas hicieron creer a la gente, para impedir la evangelizacion de los misioneros, que estos religiosos eran muertos, que sus hábitos eran mortajas, que en la noche se deshacían y hechos huesos se iban al infierno donde tenían mujeres para su placer. También dijeron que el agua del bautismo era sangre, que dañaba la cabeza de los niños y que les provocaba la muerte.
También en Chile, los mapuches pensaron que esta unidad hombre -caballo, eran dioses indestructibles, pues sus lanzas rebotaban en sus yelmos y bruñidas corazas y los bufidos de las bestias los espantaban, no pudiendo explicar cómo estos dioses mataban a distancia.
Incluso en “La Araucana”, el poeta soldado Alonso de Ercilla y Zúñiga deja constancia en el verso 585 de tal hecho, diciendo:..
“... Por dioses, como dije, eran tenidos
de los indios los nuestros; pero olieron
que de mujer y hombre eran nacidos,
y todas sus flaquezas entendieron...”

Los quechuas se sentían aterrados por los arcabuces, a los que llamaban illapa, porque creían que la explosión era el trueno del cielo y que sus dueños eran los hijos del Sol. Más aún les impresionaban los caballos, como comenta Garcilazo: “Y así ninguna cosa los admiró tanto para que tuviesen a los españoles por dioses, y se sujetasen a ellos en la primera conquista, como verlos pelear sobre animales tan feroces, como al parecer de ellos son los caballos, y verles tirar con arcabuces, y matar al enemigo a doscientos y a trescientos pasos”.
De la misma manera no solo la Tribu Beeliar se engañó respecto de las intenciones de las tropas inglesas y de su calidad de seres divinos. Lo mismo ocurría a lo largo y ancho del territorio australiano donde empezaron a menudear las matanzas de indígenas, a quienes se llevaron a vivir a reducciones y monasterios donde los sacerdotes católicos, con la experiencia lograda en las Américas, bajo el pretexto de cristianizarlos, les arrebataron sus tierras, destruyeron sus dioses y los expoliaron para convertirlos en esclavos, aptos para el servicio doméstico, trabajar de sol a sol sin sueldo en las minas de piedras preciosas de los blancos y para labrar la tierra, porque esa humildad y servidumbre, la resignación y el sufrimiento, agradaban al nuevo dios, a su hijo Jesucristo, al espíritu santo y a María, la reina de los cielos.

En las tierras donde el padre de Yagan era el Jefe de la tribu, los invasores procedieron a cercar trozos de tierra, a poner rejas y puertas con seguros, apropiándose de lagos y de ríos, donde los poblados nativos solían tener sus cotos de caza y se proveían de alimentos de los árboles y arbustos, pescaban deliciosos peces y recogían la preciosa agua que proveía la madre naturaleza.
Cuánta más tierra era cercada, más impedimentos encontraban los Noongar para tener acceso a sus tradicionales territorios de caza y a sus lugares sagrados, así que para 1832 el grupo de la familia de Yagan y su tribu, estaban imposibilitados de acercarse a los ríos Swan o Canning sin ponerse en peligro, porque sus recientes “propietarios” eran muy celosos con sus pertenencias y amenazaban con insultos y armas de fuego a quienes transitaban por las cercanías violando las reglas que protegían a las propiedades privadas.

Cualquiera puede entender lo que sintieron estos hombres, que durante siglos y generaciones vivían de lo que podían obtener de la naturaleza y cuyo sentido de la vida les dictaba que había que protegerla y preservarla. Su visión siempre fue que el hombre comparte en igualdad de condiciones el medio ambiente con el resto de los seres y creaciones de la tierra, que todas las criaturas, lo que existe sobre y bajo la tierra y sobre ella son libres y tienen el mismo valer, sea una lombríz o un canguro, la lluvia la roca o los muertos. Ninguno tiene poder para sojuzgar al otro, sentirse superior, limitarlo ni herirle, porque cada uno cumple una función.
Para esta raza de piel oscura y cabellos rubios y cobrizos que como todas provino de África, que por milenios vivió interpretando la naturaleza, el fenómeno de la creación y ordenación del mundo tuvo lugar en un período mitológico y sobrenatural, conocido como «Alchera», Dreaming o Dreamtime, cuya mejor traducción literal es «Tiempo del Sueño».

Según sus tradiciones, en este tiempo mágico, la Tierra tomó forma y la vida surgió en ella libremente. En estas leyendas y tradiciones, se relatan los viajes de los espíritus ancestrales, llamados Wondjina, que crearon el mundo tal y como lo conocemos, con sus ríos y montañas, las estrellas y el cielo y dieron vida al ser humano, a las plantas y a los animales. Posteriormente, durante el Dreamtime, estos espíritus, viajaron por el territorio y después de transmitir a lo seres humanos los conocimientos necesarios para su supervivencia y para el mantenimiento del orden establecido, desaparecieron dentro de la Tierra y habitan y permanecen en las formas del mundo natural de su creación, en los minerales, en las aves, en los ríos, en los insectos y animales. Por ello todo es sagrado y merece respeto. Hoy en día, arrinconados, disminuidos y segregados, estas costumbres y su naturaleza mágica, están plenamente presentes en uno de sus más tradicionales y consagrados lugares de culto de sus ritos ancestrales a través de los siglos, el Ayers Rock, ese monolito misterioso de arenisca roja, conocido como Uluru.
Ahora todo les era prohibido, pescar en los ríos o sacar agua de los manantiales, cruzar las regiones o cazar su comida ni menos como acostumbraban hacer, incendiar los arbustos para alentar la germinación del subsuelo, porque estas quemas eran un delito que ponía en riesgo los cultivos y las casas de los nuevos amos y tal actividad atávica en las tribus, ahora estaba penada con cárcel, azote y multas.

La presencia europea trajo consigo el alcóhol y el tabaco, el juego y las drogas y también las enfermedades venéreas y la temible viruela, contagiosa enfermedad que causó estragos entre los aborígenes.
La primera epidemia se declaró en abril de 1789, a quince meses de la llegada de los primeros colonos, pero hubo otras, todas terribles y que diezmaron las tribus aborígenes que morían como moscas en sus villorrios y en las zonas áridas donde estaban relegados, sin asistencia, medicinas ni preocupación de las autoridades. Entre 1829 a 1831 y 1865 a 1869, fueron incontables los muertos diseminados por los senderos de los bosques, montañas y desiertos, que insepultos fueron poco a poco devorados por las alimañas.

Pero esta no era la única forma en que los aborígenes morían. Para los colonos de Queensland, el deporte favorito era cazarlos cómo si fueran piezas de caza animal. De 1824 a 1908, se cree que fusilaron a mansalva o atraparon con trampas de las usadas para osos, a no menos de 10.000 indígenas, a quienes luego asesinaron. Otros diez mil fueron masacrados en los territorios de más al norte.
Es muy dificil saber con certeza cuáles fueron las cantidades de estos asesinatos y torturas permitidos por la autoridad pues nadie llevaba estadísticas, pero hay artículos de periódicos y declaraciones de testigos que hablan que en la masacre de Myall Creek de 1838, ataron a 28 aborígenes, en su mayoría mujeres y niños y los atravesaron con espadas dentro de unos corrales usados para los animales. Ese mismo año, la policía mató a cientos de aborígenes en la masacre de Slaughterhouese Creek. En 1840 los colonos mataron unos 80 aborígenes en la masacre de Fighting Hills. Otros cien cayeron abatidos por los colonos y la policía en abril de 1868 en la masacre de Jaburrara. En 1886 los mineron balearon alrededor de 150 aborígenes para quitarles sus posesiones auríferas.

Algunos historiadores australianos muy prestigiados como Henry Reynolds, que ha escrito varios libros sobre el tema y en particular el titulado El Otro Lado de la Frontera en 1981, avanza que los aborígenes asesinados pudieron ascender a 15.000 o 20.000 personas. También estima que las luchas en la frontera produjeron unas 3.000 víctimas entre los colonos blancos.
Este libro cambio profundamente la manera de entender la historia de las primeras relaciones entre los australianos indígenas y los colonos europeos, versión que hasta ese momento estaba acotada estrictamente a la visión de la corona britanica, estableciéndose por primera vez que los aborígenes resistieron ferozmente la invasión y que efectivamente se aplicaron en su desmedro por varios siglos, políticas represivas y de exterminio sistematizado.

En Tasmania la represión fue feroz y empezó casi inmediatamente de asentarse allí los primeros colonos. Solo tres años después se desató el genociodio de aborígenes sin control ni medida. Las razones que argüían los colonos era que los indígenes cazaban su ganado y atravesaban sus propiedades sin permiso robándose la ropa tendida en los patios. En represalia raptaban a los ninos aborígenes y los ponían a realizar trabajos forzados; violaban y torturaban a las mujeres a quienes mataban entregándoles harina y otros alimentos envenenados y ejecutaban a como diera lugar a cada aborigen que avistaban o cazaban en los bosques. A tal extremo llegó la violencia y las batallas entre colonos e indígenas, que la autoridad decretó la ley marcial, autorizando a los colonos a balearlos o acabar con sus vidas allí donde los encontrasen.
Famosos fueron los grupos racistas anti aborígenes, que todos los días traían orgullosos las piezas que habían cazado en sus incursiones. Hacia 1834, el saldo de muertos contabilizados era de 4.000 aborígenes muertos. La estadística y los diarios daban cuenta ese mismo año que finalmente se había alcanzado una contundente victoria y que solo quedaron en la isla 123 aborígenes vivos, a todos los cuales los expulsaron a otra isla, de nombre Flinders, para que no siguiesen haciendo daño ni perturbando a los vecinos.
Esto es conocido como The Black War. (La Guerra Negra), que culminó tras casi 20 años de guerra, siendo considerada uno de los más crueles genocidios étnicos de la historia, ya que hizo desaparecer completamente de un sector, en este caso de una isla, la presencia indígena, cuyos escasos sobrevivientes se extinguieron en el destierro, debido a las epidemias y a la tristeza de haber perdido a todos sus seres queridos y al hecho de no poder regresar nunca más a su tierra natal.
La primera resistencia aborígen importante contra los asentamientos de blancos en el occidente de Australia fue en diciembre de 1831 después de que Thomas Smedley, un sirviente del granjero Archibald Butle, emboscara a unos nativos que estaban tomando una porción de patatas de un predio agrícola e hirió de muerte a un miembro de la familia de Yagan. Pocos días después, Yagan, Midgegooroo y otros fueron a la casa de la granja a cobrar venganza según las reglas Noongar y al encontrar la puerta cerrada, comenzaron a romper y atravesar las paredes de ladrillos de lodo con sus lanzas. Dentro estaba otro de los sirvientes de Butler, Erin Entwhistle y sus dos hijos Enion y Ralph. Después de ocultar a sus hijos debajo de la cama, Entwhistel abrió la puerta para hablar con ellos pero fue instantáneamente atravesado por las lanzas de Yagan y Midgegooroo. Las leyes de los Noongar dictaban que los asesinatos debían ser vengados con la muerte de un miembro de la tribu del asesino sin ningún tipo de apelación aunque este no fuera necesariamente el autor material del agravio. El hecho de que hayan atcado a Entwhistle puede entonces ser entendido como una retribución bajo las leyes de la tribu ya que los atacantes Noongar deben haber pensado que el que abrió la puerta era parte de la familia del señor Butler.
Pero tal acto no fue visto así por los invasores ingleses, quienes lo consideraron como un asesinato a sangre fría y sin ninguna justificación ni provocación de la víctima.
La ocupación de Australia a diferencia de otras invasiones por parte de extranjeros, es que jamás se firmó ningún tratado con los pueblos autóctonos y estos nunca permitieron ni aceptaron la colonización de su tierra y tampoco hubo como en otro lugares del mundo una guerra formal de conquista, a pesar que los británicos debieron enfrentarse a una especie de guerrillas y otros violentos episodios de resistencia, que consistían en ataques de represalia contra asentamientos británicos, generalmente en respuesta a violación de mujeres, secuestro de menores de edad, actos brutales de homicidios colectivos y envenenamiento de tribus completas. Entre 1790 y 1802 por ejemplo, un destacado guerrero de la etnia Bidjigal llamado Pemulwuy, sublevó varias tribus y llevo a cabo repetidos ataques, siendo abatido en 1802, siendo considerado actualmente como el primer héroe de la resistencia aborígen, siguiéndole después Yagan.

La bitácora referida a Yagan, indica que en junio de 1832 protagonizó un incidente al atacar junto a un grupo de aborígenes bajo su mando, a unos trabajadores que sembraban un campo de trigo junto al río Canning cerca de Kelmscott. Allí habrían emboscado a dos de ello; uno llamado William Gaze fue herido gravemente y el otro logró escapar. Pocos días despues Gaze murió a consecuencia de las heridas. Esto hizo que Yagan fuese considerado un bandido peligroso ofreciéndose una recompensa de £20 por su captura,
En octubre del mismo año, un grupo de pescadores invitaron a Yagan y otros dos indígenas a pescar en un bote, en la idea de capturarlos y cobrar la recompensa. Una vez que estuvieron en aguas profundas los empujaron al agua y huyeron, logrando luego una patrulla , tal cual estaba planeado, capturarles.
Los tres Noongar fueron inicialmente llevados a la prisión de Perth para ser transferidos después a Round House, la Casa Redonda, en Fremantle. Yagan fue sentenciado a muerte pero fue salvado por la intervención de un colono llamado Robert Lyon, en realidad Robert Menli Lyon, un ex Capitán del ejército escocés, que llegó a la zona a la edad de cuarenta años y fue uno de los pioneros en convertirse en defensor de los derechos de los indígenas australianos.

Viajó mucho por la nueva colonia y tenía un contacto amistoso con los indígenas locales y pudo comprobar la hostilidad y la violencia ejercida contra los aborígenes y varias veces intervino en asambleas públicas argumentando en contra de las propuestas de expediciones punitivas y otras medidas extremas de los colonos y autoridades.
En el incidente de Yagan, donde él y sus dos compañeros fueron condenados a muerte, el sabía que éste había liderado una serie de ataques contra los colonos en represalia por el asesinato de uno de sus amigos. Por eso, en 1832, alegó ante el Gobernador James Stirling para que esta sentencia no se llevase a cabo, exponiendo que estos indígenas no eran bandoleros y que en realidad estaban luchando por su país, comparando sus acciones con las de Guillermo Tell y William Wallace. Por lo tanto, no eran delincuentes comunes sino prisioneros de guerra que tenían derecho a ser tratados como tales.
Estas imágenes y semblanzas de estas leyendas independentistas que trajo a colación Lyon y que estaban en aquella época muy de moda, impresionaron fuertemente al Gobernador.
Guillermo Tell, mítico y legendario héroe de la independencia suiza del siglo XV, que según la leyenda, siendo famoso por su puntería en el Cantón de Uri, un día no respetó la costumbre impuesta por la casa reinante de los Habsburgo que se había anexionado los cantones suizos, de saludar un sombrero colocado en la plaza mayor de Aldorf, que simbolizaba al soberano.
Ante tal rebeldía, el Gobernador detuvo a Tell y sabiendo de su puntería, le obligó a disparar su ballesta contra una manzana colocada sobre la cabeza de su pequeño hijo, ubicado a 80 pasos de distancia. Si acertaba sería liberado, si fallaba sería condenado a muerte.

Tell, tomó dos flechas e hizo un disparo certero. Al preguntarle el Gobernador por qué tomó dos flechas, Tell contestó que si hubiera matado a su hijo, la otra iba destinada al corazón del Gobernador.
Enfurecido, éste ordenó aprhenderle otra vez y trasladarle a la prisión de su castillo. En el viaje en barco se desató una tormenta y Tell tomó el timón y logró salvar del naufragio a la tripulación y al propio gobernador, luego huyó y tendió una emboscada al tirano y le mató con su segunda flecha. Esta rebeldía y bravura fue el comienzo de la sublevación de los cantones suizos y marcó su lucha independentista.

Sir William Wallace fue un caballero escocés, un terrateniente que se convirtió en uno de los principales líderes durante la guerra de la independencia escocesa .
Junto con Andrew Moray , Wallace derrotó con un pequeño contingente al poderoso ejército del imperio inglés en la Batalla del Puente de Stirling en 1297 y fue nombrado por esta hazaña Guardián de Escocia, cargo que ocupó hasta su derrota en la batalla de Falkirk . El título de Guardián implicaba que debía cumplir muchas de las responsabilidades del rey ausente, John Balliol, quien estaba en prisión en Inglaterra.
La humillación inglesa por esta derrota le acarreó el odio de Eduardo I, y de la sociedad inglesa y es uno de los hechos que hizo que Wallace consiguiera un status de icono mas allá de su patria, dando pauta en el siglo 15 al poema épico de Henry the Minstrel, más conocido como el Ciego Harry, titulado "The Actes and Deidis of the Illustre and Vallyeant Campioun Schir William Wallace", que relata la vida de William Wallace, el luchador por la libertad de Escocia, publicado alrededor de 1477, 172 años después de la muerte de Wallace, escrito en una época de fuerte sentimiento anti ingles en Escocia.
En 1305, Wallace fue traicionado y capturado en Robroyston cerca de Glasgow y entregado al rey Eduardo I de Inglaterra.
Wallace fue trasladado a Londres y juzgado por traición, sacrilegio, homicidio y por las atrocidades cometidas contra civiles en la guerra,  "sin perdonar edad ni sexo, ni monja o monje.".
"Wallace afirmó con vehemencia que nunca fue culpable de traición porque nunca aceptó a Eduardo cómo su rey". Fue coronado con una guirnalda de roble para sugerir que él era el rey de los bandidos . Tras el juicio, el 23 de agosto de 1305, Wallace fue desnudado y arrastrado por ocho kilómetros por la ciudad en los talones de un caballo. Luego, ante la propia Iglesia de San Bartolomé fue ahorcado y descuartizado, pero mientras él todavía estaba vivo fue castrado y destripado y sus entrañas se quemaron delante suyo.

Ya muerto es decapitado y se corta su cuerpo en cuatro partes. Su cabeza sumergida en alquitrán para su mejor conservación, se colocó en una pica sobre el Puente de Londres. Otras partes de su cuerpo fueron llevadas a las principales ciudades de Escocia cómo una advertencia de lo que sucedería a todos aquellos que osaran traicionar al rey.
Después de la brutal ejecución de William Wallace parecía que la cruzada escocesa por la libertad había muerto con él. No obstante, en Escocia se produjeron sorprendentes procesos y Robert Bruce se convirtió en rey.

El 25 de marzo de 1306, Eduardo volvió con sus tropas al norte para combatir al nuevo traidor. Pero el 7 de julio de 1307, a sus 68 años, murió en la frontera con Escocia. Su ejército y su reino habían quedado en las incompetentes manos de su hijo Eduardo II quien regresó con sus fuerzas a Inglaterra. Tras saber de los triunfos y los errores de Wallace, Bruce recuperó gran parte de Escocia en los años siguientes. Eduardo II finalmente llevó su ejército al norte para combatir en Bannockburn, Escocia,
El 23 de junio de 1314, tras una feroz batalla de dos días los escoceses lograron derrotar a los ingleses. Inspirado por Wallace, Bruce obtuvo la independencia de Escocia por los 400 años siguientes. Pero, en mayo de 1707, el Acta de Unión aglutinó a Inglaterra y Escocia en la nación de Gran Bretaña.
Parecía el fin del sueño de William Wallace de una Escocia independiente...Sin embargo, y hasta hoy, sigue siendo en el sentir de todos los escoceses su máximo héroe, existiendo tributos en todo el país cómo el monumento nacional a Wallace en Stirling, erigido en 1861.

Esta defensa a favor de Yagan, pesó en la decision del Gobernador, quien conmutó la pena de muerte, medida que le fue además recomendada por John Septimus Roe, el Agrimensor General de Australia Occidental, También este antecedente, nos da una clara idea del nivel de liderazgo que Lyon pensaba tenía la lucha de Yagan. Finalmente, éste y sus hombres fueron exiliados en la Isla Carnac, bajo la supervisión del propio Lyon y dos soldados.
Un mes después Yagan y sus compañeros escaparon robando un bote que estaba sin vigilancia. No hubo ningún intento para recapturarlos; aparentemente el Gobierno pensó que ya habían sido suficientemente castigados.
Durante febrero y mayo Yagan estuvo involucrado en una serie de conflictos menores con distintos grupos de colonos que mencionaban haber sido objeto de pillajes y ataques. El constante conflicto provocó que La Gaceta de Perth remarcara: “La imprudencia osada de éste desesperado que se juega la vida…” Por la ofensa más trivial... él tomará la vida de cualquier hombre que lo provoque”. “Él es la cabeza y frente de cualquier desgracia.”

La noche del 29 de abril, un grupo de Noongars irrumpió en una tienda de Fremantle para apropiarse de harina y el velador nocturno Peter Childow les disparó. Domjum, un hermano de Yagan fue herido gravemente y murió en la cárcel pocos días después.
Todos sabían que Yagan y su grupo buscarían venganza. Efectivamente poco después, de cincuenta a sesenta Noongars se reunieron en el suburbio de Bull Creek y emboscaron una caravana dando muerte a dos hombres blancos, Tom y John Velvick. Las leyes de la tribu solo requerían una muerte; el nativo Munday explico después que ambos fueron apuñalados por que habían maltratado antes a los aborígenes. Los Velvick habían sido previamente condenados por agredir a los aborígenes y a las personas de color.
Por el asesinato de los Velvick el gobernador invasor Frederick Irwin declaró a Yagan, Midgegooroo y Munday bandidos, ofreciendo recompensas de £20 por la captura de Midgegooroo y £30 por la captura de Yagan vivo o muerto.
Munday pudo apelar con éxito. Midgegooroo y Yagan deben haberse dado cuenta de que serían cazados por los invasores, porque su grupo se desplazó inmediatamente hasta el Valle Helena donde se dispersaron. Un par de semanas después Midgegooroo fue capturado en el Río Helena y tras un juicio breve fue ejecutado por un escuadrón de fusilamiento.

Más tarde en mayo, Yagan fue visto por George Fletcher Moore en su propiedad en Upper Swan y los dos sostuvieron una conversación en Ingles pidgin, un dialecto asiático con palabras inglesas. Después Yagan habló en su propia lengua; Moore escribió en su diario:
“Yagan dio un paso adelante y descansó su mano izquierda en mi hombro mientras gesticulaba con la derecha, haciendo una especie de declaración mirando honestamente hacia mi cara. Lamenté no poder entender. Pensé que por su tono y la manera de decirlo que era ésto: Vinieron a nuestra tierra, nos han quitado a nuestras presas y nos han molestado en nuestras ocupaciones. Mientras caminamos en nuestra propia tierra somos disparados por hombres blancos. ¿Por qué los hombres blancos nos tratan así?"

Yagan después le preguntó a Moore si Midgegooroo estaba muerto o vivo. Moore no le dio una respuesta, pero un sirviente contestó que Midgegooroo era prisionero en la Isla Carnac. Yagan respondió : “Si hombres blancos dispararon a Midgegooroo, Yagan matará a tres.”
El 11 de julio de 1833, dos hermanos adolescentes llamados William y James Keates estaban cuidando su ganado en la cercanías del Río Swan, al norte de Guildford, cuando un grupo de Noongars se acercó a ellos. Les contaron que iban al molino de Henry Bull a buscar harina. Los hermanos Keates, reconocieron a Yagan entre ellos y decidieron matarlo para cobrar la recompensa. Se mostraron amigables y les sugirieron que para evitar las patrullas se quedaran con ellos evitando así ser arrestados. Yagan y sus amigos se quedaron en su choza toda la mañana. En un momento en que se quedó a solas con Yagan, William Keates intento dispararle por la espalda, pero su arma se atascó. Después ya no hubo oportunidad. Desesperados, cuando ya el grupo de indígenas se iban, arriesgaron una última oportunidad. William Keates le disparó a Yagan y James le disparó a otro nativo llamado Heegan, quien junto a otros nativos a su vez los atacaron.

Ambos chicos huyeron y se deshicieron de sus seguidores, pero William estaba apuñalado de muerte y falleció en la huída. James escapó nadando en el río y poco después regresó con un grupo de hombres armados que encontró cerca del molino de Bull.
Moore relataria luego que un grupo de soldados pasó por el área a la hora en que ocurrió el incidente y cree que esto debe haber asustado a los nativos y que ese fue el motivo porque no persiguieron a James ni se llevaron los cuerpos de Yagan y Heegan.
Cuando la patrulla llegó al lugar, encontraron a Yagan muerto y a Heegan agonizando, aun gruñendo y quejándose. Parte de su cerebro estaba fuera del cráneo y a simple vista no tenía salvación. Uno de los soldados, sea por piedad o simple brutalidad, apoyó el caño de su arma en su cabeza y disparó volándosela en pedazos.

A continuación, los soldados procedieron a cortar la cabeza de Yagan separándola de su cuerpo e igualmente cortaron el trozo de piel de su hombro para recojer como trofeo y signo de reconocimiento, el tatuaje distintivo de Yagan. Los cuerpos de los asesinados los enterraron en ese mismo lugar.
Por su parte James Keates reclamó el premio exitosamente, pero sus acciones fueron muy criticadas por lo que éste, al mes siguiente desapareció de la ciudad, posiblemente por miedo a ser asesinado. La Gaceta de Perth se refirió al asesinato como: “Un acto salvaje y truculento… , no obstante afirmó “que se trató de una muerte merecida”.
La cabeza de Yagan fue llevada inicialmente a la casa de Henry Bull. George Fletcher Moore, la vio ahí y la dibujó para publicarla en su Diario, constándole que la cabeza fue después preservada colgándola de las ramas de un árbol aplicándosele un sistema de ahumación con fuego de madera de eucalyptus durante tres meses, comentando en una publicación posterior que “posiblemente figurará en algún museo hogareño…”

Moore era un abogado irlandés establecido en la Colonia del Río Cisnes en el año 1830, segundo año desde el inicio de la colonia, quien tenía una vocación de periodista, abocándose a registrar en forma manuscrita todos los incidentes que le parecían interesantes que ocurrían a su alrededor.
Tal diario de la temprana vida colonial de Australia Occidental, es considerado un registro muy importante ya que es uno de los pocos que se han escrito desde el punto de vista de un colono común, sobre todo, porque los comentarios y referencias de la correspondencia oficial escritas por empleados públicos, eran muy escuetos y obedecían a la versión gubernamental.
Este Diario manuscrito de Moore del período 1834 a 1841 se ha conservado y se encuentra en la Biblioteca del Estado de Australia Occidental .

A principios de la década de 1880, estas cartas de Moore cayeron en manos de Sir Thomas Campbell Cockburn, editor del periódico The West Australian. Cockburn Campbell pidió y recibió permiso de Moore para su publicación en el Oeste. Las cartas aparecieron en serie durante 1881 y 1882, y un ejemplar de cada número se envió a Moore, quien mantenía un libro de recuerdos de ellos. En 1884, Moore decidió reeditarlas, adjuntando un vocabulario descriptivo de la lengua de los aborígenes. Estos fueron publicados bajo el título Diario de Diez Años de Azarosa Vida de los Primeros Colonos en el Oeste de Australia, comúnmente conocida por el título más corto Diario de Diez Años, que constituye la mejor edición conocida del Diario de Moore.

Charles Thomas Stannage, destacado historiador y académico australiano, quien fuera Presidente en 1991 de la Fundación del Consejo de Patrimonio de Australia Occidental, describe el diario como "un documento social de inmenso valor" y "la mejor guía que hemos publicado a la vida en la colonia del río Cisnes entre 1830 y 1840 ".
En el 2006, Hesperian Prensa publicó una versión del Diario de Moore cuidadosamente editado y anotado por James Cameron, bajo el título Las Memorias Millendon. (Western Australia Diarios de George Fletcher Moore y Letras, 1830-1841).

A partir de esta fecha, se inicia un agobiante cúmulo de peripecias y un increíble proceso que gira en torno al destino de la cabeza de Yagan.
En septiembre de 1833 la cabeza de Yagan fue llevada a Londres por el influyente colono Robert Dale. Según Paul Turnbull, Dale parecía haber persuadido al Gobernador Frederick Irwin para que lo dejara tener la cabeza como “curiosidad antropológica”. En Londres, Dale intentó vender la cabeza por £20, diciendo que valía el doble de eso. Después la arrendó por un año al cirujano y anticuario Thomas Pettigrew, quien se hizo famoso por tener fiestas privadas en las que realizaba autopsias de momias. Con la cabeza momificada de Yagan, a la que adornó con un cordón con coloridas plumas de cacatúa de cola rojinegra, daba charlas explicando se trataba de un jefe aborígen australiano abatido por la Corona., apoyándose en dibujos de Dale con reproducciones de arte indígena, vendiendo además baratijas supuestamente aborígenes como recuerdos de la velada.

Pettigrew también consiguió que la cabeza fuese objeto de pericias por organismos oficiales ingleses, la que en tal examinación arrojó que presentaba una fractura en la parte de atrás causada por un disparo. Tales pericias fueron publicadas por Dale en un panfleto titulado Descriptive Account of the Panoramic View & c. of King George's Sound and the Adjacent Country. La portada del panfleto era una acuarela pintada a mano, donde estaba impresa la cabeza de Yagan por el artista George Cruikshank.
En octubre de 1835, la cabeza fue devuelta a Dale que estaba viviendo en Liverpool. El 12 de octubre se presentó en el Liverpool Royal Institution, donde fue mostrada junto con otras cabezas preservadas y modelos de cera que ilustraban la anatomía craneal de razas desaparecidas.
En 1894 las colecciones del Instituto se diseminaron y la cabeza de Yagan se dio en préstamo al Museo de Liverpool. Cerca de los años 60 la cabeza de Yagan estaba gravemente deteriorada y en Abril de 1964 se tomó la decisión de prescindir de ella.

El 10 de abril de 1964, la cabeza de Yagan fue puesta en una caja con una momia peruana y una cabeza maorí, tambien en malas condiciones y se enterraron en el Cementerio General de Everton, sección 16, tumba número 296. En los años siguientes muchos entierros fueron hechos alrededor de la tumba y en 1968 un Hospital local sepultó 20 bebés que no habían podido sobrevivir, y dos bebés que habían vivido menos de veinticuatro horas, directamente sobre la caja del museo.
Durante muchos años, por lo menos desde los años 80, un número de grupos Noongar agitó en los medios de prensa e hizo presión política para conseguir el regreso de la cabeza de Yagan, alegando que de acuerdo a sus ritos y costumbres el esqueleto del Jefe Yagan no estaba completo y así su espíritu estaba ligado aún a la Tierra. Unir la cabeza al cuerpo liberaría inmediatamente su espíritu para que continuara su camino. En aquél tiempo se desconocía el destino de la cabeza de Yagan y lo último que se conocía era que había dejado de ser posesión de Pettigrew.

En los años 1980 el prestigiado aborígen Ken Colbung, nacido como Kenneth Desmond Colbung, mayormente conocido por su nombre indígena Nundjan Djiridjarkan, fue el encargado por los Principales de la tribu, de la búsqueda de la cabeza en el extranjero.
Ken paso 15 años en el ejército australiano y estuvo en servicio activo en Corea y Japón, llegando a ser sargento. Luego ocupó altos cargos gubernamentales en los asuntos indígenas y fue uno de los fundadores del Nyoongah Aborígenes Community College, el cual es financiado por el gobierno de Australia. Murió a la edad de 78 años el 12 de enero de 2010.
En 1985, Colbung comprometió a la investigadora Lily Bhavna Kauler para ayudarle y luego de varias pistas fallidas en los museos del Reino Unido procedió a enlistar en los 90, a los ayudantes del arquélogo Peter Ucko de la Universidad de Londres. Uno de los investigadores de Ucko, Cressida Fforde, fue encomendada por el Gobierno de Australia para llevar a cabo una investigación literaria para buscar información referente a la cabeza. Ella rastreó y encontró finalmente la cabeza en Diciembre de 1993. En Abril del siguiente año, Colbung pidió un permiso para exhumarla bajo la Sección 25 del Acta de entierro de 1857, pero las regulaciones de la Oficina Principal, cuyos miembros estaban más preocupados del daño que podrían sufrir los restos de los 22 bebés fueron un gran obstáculo y no concedían tal autorización a pesar que los peticionarios argumentaban
que la exhumación sería de gran importancia personal para los parientes vivos de Yagan, y de gran importancia nacional para Australia.
Mientras tanto en Australia, las comunidades Noongar de Perth empezaron a dividirse discutiendo la legitimidad de Colbung en la repatriación. Había debates muy importantes en la comunidad aborigen acerca de quién tenía las mejores cualidades culturales para tomar posesión de la cabeza, algunos de los cuales fueron publicados. El 25 de julio una reunión pública tuvo lugar en Perth, en donde todos acordaron hacer a un lado sus diferencias y cooperar para asegurarse de que la repatriación fuera un “éxito nacional”. Un “Comité Yagan” fue establecido para coordinar la repatriación y se dio respaldo a la gestion de Colbung.
En enero de 1995 la Oficina Principal le comunicó a Colbung que no era posible obtener la exhumación en el lugar. En junio de 1995, Colbung y las otras partes fueron notificadas de que la exhumación había sido rechazada.

El Comité Yagan se reunió el 21 de septiembre y decidio movilizaciones y protestas en varias localidades, esperando que los políticos Australianos y Británicos los apoyaran. Este acercamiento condujo a una invitación para que Colbung visitara el Reino Unido con los gastos pagados por el Gobierno británico. Colbung llegó al Reino Unido el 20 de mayo de 1997. Su visita atrajo una cobertura substancial de los medios de comunicación y aumentó la presión política en el Gobierno Británico. También permitió que él asegurara la ayuda del Primer Ministro de Australia John Howard en el asunto. Poco después el mismo Howard realizaría una visita al Reino Unido para éste efecto.
Mientras Colbung estaba en el Reino Unido, los especialistas Mártin y Richard Bates estaban comprometidos a investigar el medio geofísico del lugar de la tumba para encontrar una fórmula que eliminase las prevenciones de la Oficina Central. Usando técnicas electromagnéticas y un radar penetrante de tierra, identificaron la posición de la caja en que supuestamente podría estar la cabeza de Yagan, la cual debía ser espoleada desde el lado de la vía del lote adyacente para no interferir con los cadáveres de alrededor.

Un reporte de una fuente externa informó tal hecho a la Oficina Principal, motivando suspicacias y determinando nuevas discusiones entre el Gobierno de los Británicos y los Australianos. La Oficina Central, decía seguir recibiendo cartas que objetaban el hecho de que Colbung estuviera inmerso en el proceso de repatriación. El Gobierno Australiano insistía que Colbung era el más indicado para presidir el caso. En respuesta Colbung pidió a sus superiores que exigieran a la Comisión de aborígenes de Perth y del Estrecho isleño Torres (ATSIC) que convinieran una reunión en Perth, donde otra vez se resolvió que la aplicación de Colbung podía proceder y que contaba con toda su confianza.
Colbung continuó presionando para la exhumación, pidiendo que se realizara antes del 164 aniversario de la muerte de Yagan, el el 11 de julio, para que así el aniversario pudiera ser una ocasión de celebración. Su petición no pudo ser concretarse y en el aniversario de la muerte de Yagan, Colbung solo pudo efectuar un pequeño servicio memorial de honor, en el cementerio de Everton, volviendo a Australia con las manos vacías.

La exhumación de la cabeza de Yagan prosiguió eventualmente, sin el conocimiento de Colbung. Se escarbaron seis pies por debajo de un costado de la tumba, después por medio de un túnel hecho horizontalmente se llegó a la localización de la caja. Así, la exhumación se hizo sin perturbar a ninguno de los otros restos que allí se encontraban.
En esos mismos días un paleontólogo forense de la Universidad de Bardford identificó la calavera de Yagan, haciendo una relación de las fracturas que Petigrew había descrito en su reporte. El cráneo permaneció en el museo hasta el 29 de agosto, cuando se cedió al Consulado de la ciudad de Liverpool.
El 27 de agosto de 1997, una delegación de Noongars constituída por Ken Colbung, Robert Bropho, Richard Wilkes y Mingli Wanjurri-Nungala llegó al Reino Unido para llevarse definitivamente la cabeza de Yagan.
La delegación se suponía que sería más numerosa, pero algunos miembros se retiraron en el último instante por disidencias internas. La entrega del cráneo de Yagan tuvo un nuevo retraso, cuando un Noongar llamado Corrie Bodney pidió a la Corte Suprema del Occidente de Australia que entregara la cabeza a la familia directa de Yagan, alegando que estos eran quienes tenían la responsabilidad entera sobre los restos.

Bodney declaró que la exhumación había sido ilegal y negó que hubiera existencia de cualquier tradición o creencia religiosa en la cual se necesitara para la liberación espiritual, que la cabeza estuviese junto al cuerpo. Otro Noongar, Albert Corunna, compareció después diciendo que era el familiar vivo más cercano a Yagan.
El Gobierno del Reino Unido acogió favorablemente la objeción y aceptó quedarse con el cráneo mientras se llegaba a una resolución. El 29 de agosto la Corte rechazó la aplicación de Bodney basándose en que éste había estado de acuerdo con los arreglos primarios y luego varió de parecer por consejo de otro Noongar Mayor.
Finalmente, el cráneo pasó a la delegación Noongar en una ceremonia realizada en el Ayuntamiento de Liverpool. Al aceptar el cráneo, Colbung hizo un inoportuno comentario que relacionaba la muerte de Yagan con el de la princesa Diana de Gales que había muerto ese mismo día, dijo: “Porque los Colonos invasores hicieron lo incorrecto, tuvieron que sufrir. Tendrán que aprender también a vivir con eso cómo nosotros lo hicimos, y así es como la naturaleza es”.
Los comentarios de Colbung suscitaron gran furor de los medios a través de toda Australia e Inglaterra, y el público expresaba su cólera en la prensa por tales dichos. Colbung declaró más adelante que sus comentarios habían sido malinterpretados, y que su intención nunca fue herir los sentimientos de la gente.

En su regreso a Perth la cabeza de Yagan continuó siendo una fuente de controversia y conflicto entre los aborígenes. La responsabilidad del sepultamiento de la cabeza se dejo en manos de un Comité llamado “Reburial of Yagan´s Kaat”, dirigido por Richard Wilkes. Este proceso estuvo plagado de disputas entre los jerarcas por el lugar en el que se debía hacer el entierro; algunos tenían dudas referentes al resto de su cuerpo y hubo desacuerdos respecto a la importancia o no, de enterrar la cabeza con el resto del cuerpo, cuando éste fuese hallado.
Todas estas discusiones no tenían mucho sentido porque todavía no se había encontrado el lugar de la tumba de Yagan. Una serie de intentos para hallar sus restos en el sitio donde se decía que fue enterrado, resultaron infructuosas y se cavaron muchos lugares buscando su tumba en el Suburbio de Belhus, lugar donde murió. Un seguimiento de radar se realizó en el lugar en 1998, pero no se encontraron los restos.

Dos años después se hizo una búsqueda arqueológica que tampoco tuvo éxito.
Las disputas al interior del Comité se dieron después sobre si la cabeza podía ser enterrada separada del cuerpo. Wilkes, conciliador, sostenía que ello era posible, hasta que pudiera ser colocada junto al cuerpo en el lugar en el que Yagan fue asesinado. Así, los "espíritus del sueño" podrán reunir a los restos.
En 1998 la Comisión de Planificación del Occidente Australiano y el departamento de Aborígenes, publicaron un documento llamado «Yagan's Gravesite Master Plan», que discutía “asuntos de propiedad, manejo, desarrollo y uso futuro” referido a las posibilidades de que Yagan no pudiera ser encontrado. También se consideró la factibilidad de convertir el lugar de su tumba en un sitio para enterrar aborígenes, a cargo del “Metropolitan Cemeteries Board".

El hecho es, que pasaba el tiempo y la cabeza de Yagán seguía sin ser enterrada. Pasó años en un Banco de Almacenamiento antes de pasar a las manos de los forenses expertos que reconstruyeron, a partir de ella, un modelo de cómo era Yagan en vida. Los planes para que se hiciera el entierro se negaron numerosas veces por la autoridad y esto causó conflictos entre los grupos de Noongar. El Comité fue acusado de actuar en contra de los deseos de la comunidad Noongar, usando esta demora para poder ganar dinero haciendo monumentos y parques. Sin embargo Richard Wilkes siempre afirmó que el Comité tiene estrechos lazos con la comunidad y líneas directas con la familia Yagan, quienes quieren que la cabeza sea enterrada pronto, pero que hasta ahora se han negado, porque aun se negocia que se realice en un lugar correcto.
A principios de 2006, Ken Colbung clamó que la cabeza fuera cremada y que las cenizas fueran esparcidas en el Río Swan. En Junio de 2006, Wilkes aseguró que la cabeza sería enterrada cerca de julio de 2007.

El 6 de septiembre de 1997, The West Australian publicó una caricatura del dibujante Dean Alston titulada “Alas Poor Yagan”, que era una abierta crítica respecto a que el regreso de la cabeza de Yagan se hubiera convertido en una fuente de conflicto entre los Noongars en lugar de propiciar su unión. El contenido de la caricatura ofendió a muchos aborígenes Australianos y un grupo de los Noongar Superiores se quejó de la misma ante la Comision de Derechos y Oportunidades Iguales. La Comisión indicó que efectivamente había en la caricatura referencias inapropiadas hacia las creencias de los Noongar, pero que no rompían leyes de discriminación racial. Tal indicacion fue sostenida por la Corte Federal de Australia.
Desde mediados de los años 1970, miembros de la comunidad Noongar, propiciaban la construcción de una estatua para el líder aborígen que estuviera levantada como parte de las celebraciones WAY 1978. (Sesquicentenario, 150 años en Australia Occidental). Tal proposición fue negada por el Premier de Australia Occidental Sir Charles Court. No obstante surgieron donaciones y aportes para concretar tal idea y con esos dineros se encargó la estatua al escultor australiano Robert Hitchcock. El resultado fue una estatua de tamaño real en bronce en la que se veía a Yagan desnudo, de pie con una lanza sostenida a través de sus hombros. La estatua de Hitchcock de Yagan fue oficialmente abierta al público por el Comité Yagan por manos de Elizabeth Hanson el 11 de septiembre en 1984 en La isla Heirisson, en el río Ewan, cerca de Perth.
La placa conmemorativa reza lo siguiente:
En conmemoración deYagan
muerto trágicamente 07 1833
Erigido por el Comité Yagan
Sra. EM Hansen Sr. Hansen HP
LJ señora Hume Sr. SP Hume
Sra. R. Pell Sr. K. Colbung
Sr. L. Hill
con la asistencia de WA Gobierno laborista
oficialmente inaugurado por la Sra. Elizabeth Hansen MBE
11 de septiembre 1984
Escultor: Robert Hitchcock.

En 1997, sin haberse completado una semana del retorno de la cabeza de Yagan a Perth, unos vándalos decapitaron la estatua y robaron la cabeza, lo que motivó gran revuelo de la prensa y una vuelta de las antiguas disidencias entre los Noongar.
Luego de ser restaurada la estatua por la Comisión, colocándole otra cabeza, el monumento volvió a ser profanado y la estatua fue decapitada por segunda vez. Después de que recibió la segunda restauración, no ha sido dañada de nuevo.
A la fecha, la Policía del Occidente de Australia no ha podido identificar a los vándalos ni recobrar las cabezas de bronce robadas, sin embargo el crédito de los actos de vandalismo se lo adjudicó anónimamente un demente autodenominado “Británico Leal” como un acto por los comentarios de Colbung acerca de la princesa Diana.

No obstante esto no termino allí. En el 2002, Janeth Woollard, Miembro de la Asamblea Legislativa del Occidente Australiano, pidió que las “partes privadas” de la estatua fueran cubiertas, pero nadie atendio tal peticion. Tales partes que preocupan a esta parlamentaria tan conservadora, deben referirse sin duda a lo que antiguamente otras damas quisquillosas y moralistas denominaban las partes pudendas, un circunloquio para referirse a los órganos genitales, que también en el pasado se denominaban partes vergonzosas o naturales e impudicias. La RAE incluso, en una desafortunada definición de miembro viril dice: torpe, feo, que debe causar verguenza…

En Noviembre de 2005, Richard Wilkes pidió de nuevo que las partes privadas de la estatua se cubrieran, basándose en que eso haría que de cierta forma se viera “más histórica”. (curiosa opinión ésta, de que lo histórico debe presentarse siempre vestido, velado, tapado.)
También está bajo la consideración del Comité, la creación de una nueva estatua con la forma de la cabeza más acorde con la reconstrucción forense que se hizo de la original, porque la que ahora ostenta y lo mismo la que fue robada, no guarda relación con la de un indígena australiano.
Desafortunadamente, desde el 2005 a la fecha al parecer nadie se ha preocupado de entregar major información sobre la búsqueda de su cuerpo ni de levantar un monumento que obtenga un reconocimiento oficial de la autoridad australiana, colocarlo en alguna calle o parque importante, cerca del Capitan Cook o de alguno de los próceres ingleses que ocuparon ilegalmente el territorio y que hicieron fama asesinando aborígenes.

Ya lo decíamos al principio, parece un sino de los héroes indígenas a través del planeta, que a pesar que la ciudadanía reconoce en ellos su gran gesta, sus valores morales y se aplaude su valentia, arrojo y su capacidad para dirigir a su pueblo, no cuaje en la practica un reconocimiento colectivo, a la altura de aquellos otros prohombres, la mayoría sátrapas, sea que hayan vestido sotana o traje acorazado, que buscando fama y fortuna, arrastrando un pasado tormentoso y a veces criminal, son hoy considerados Padres de la Patria, conquistadores de nota o grandes guerreros de la historia, a quienes las naciones honran y de quienes podemos ver a menudo sus figuras egregias en los sectores mas selectos de nuestras ciudades.

Los egresados de los Liceos y Universidades de nuestras Américas, que han aprendido historia bajo los mismos preceptos educacionales, sabiamente colocados por la Iglesia y los cánones ibéricos, conocen mejor el nombre, vida y hazañas de los conquistadores, que de nuestros antepasados, estos aborígenes y pioneros que combatieron por defender su tierra y su raza.
Ningún guerrero indígena o Jefe aborigen, que luchó contra crueles invasores que asolaron su país en defensa del genocidio que se cometía con su su gente, murió en su cama gozando de opulencia, ni tuvo títulos nobiliarios ni fortunas reales. Tampoco las generaciones posteriores honramos su recuerdo ni guardamos su memoria; ni sus vidas son exaltadas en los libros educativos y de historia general. Sus nombres son olvidados en las grandes festividades cívicas. Es de mal gusto homenajearles en el Día Patrio de cada país; no están presentes en el Día de la Raza o de la Hispanidad, ni existen preseas ni medallas al mérito o al valor en los ejércitos americanos, que lleven sus nombres, cuando se trata de destacar el honor, la bravura o la entrega desinteresada de la vida por las causas patrióticas. No aparecen estos héroes en billetes ni sellos conmemorativos ni se respetan las celebraciones típicas nativas.
Túpac Amaru II, el mestizo que decía ser descendiente directo del último Inca gobernante Tupac Amaro, líder del primer levantamiento indígena contra los españoles en el Perú, figura mítica en la lucha por la independencia de su pueblo y los derechos indígenas, e inspiración para todas las naciones americanas que buscaban expulsar a los invasores, fue capturado por los españoles merced a la traición de dos de sus capitanes.
El 18 de mayo de 1781, a la edad de 39 años fue ejecutado públicamente en la Plaza principal del Cuzco, sentenciado por el Virreinato del Perú. La ejecución escogida para él es una de las mas crueles que se conoce…
Primero, se le obligó a contemplar la ejecución de su esposa, su hijo mayor Hipólito, su tío Francisco, su hermano Antonio y algunos de sus capitanes que murieron en la pica frente a sus ojos.
Luego se le cortó la lengua y sus extremidades fueron atadas a cuatro caballos a quienes se castigó para que galopasen en cuatro direcciones distintas, esperando que su cuerpo se desmembrase, Tupac Amaru era muy fuerte y resistió la fuerza ejercida por las bestias en sus extremidades.
Entonces se procedió a torturarle para doblegar su ánimo y actitud desafiante, y luego fue decapitado.
Pero el odio del invasor era inmedible. El cadáver de este Jefe Inca fue trozado y partes de su cuerpo fueron exhibidos en las ciudades mayormente leales a su causa; sus casas y las de sus familiares fueron demolidas, sus bienes confiscados, sus familiares declarados infames y todos los documentos relativos a su estirpe fueron quemados.

Al mismo tiempo, a partir del 18 de mayo 1781, la autoridad emitió decretos destinados a eliminar todo vestigio de la cultura aborígen. La ropa tradicional inca, el idioma, los dialectos, las tradiciones y creencias culturales, y la auto-identificación como "Inca", fueron prohibidos, junto con otras medidas civiles y religiosas para convertir a la población a la cultura española y al cristianismo.
Lo mismo ocurrió con el Toqui y estratega mapuche Lautaro, que logró la hazaña de vencer a los españoles una y otra vez, impidiéndoles avanzar hacia el sur y destruyendo todas las ciudades que levantaron. Quién no solo les venció, sino que capturó en batalla al propio Pedro de Valdivia, Gobernador de Chile, a quien mató con sus manos y devoró su corazón.
Igual que Tupac Amaro, fue traicionado por indios leales al invasor y sorprendido durmiendo en su ruca. Al sentir ruido, salió con la espada de Valdivia en su mano dispuesto a defender su vida, pero sus enemigos no le dieron tiempo y murió atravesado en la misma puerta de un lanzazo mientras que los suyos eran tomados por sorpresa y masacrados uno por uno por las fuerzas españolas, que jubilosas gritaban: -¡Aquí españoles que Lautaro es muerto!-(1557).

El caso que nos preocupa es diferente. Evidentemente en Australia no hubo mestizaje entre el europeo invasor y la población aborigen, porque en general la ocupación del territorio fue gestada de manera distinta, por oleadas de inmigrantes conformadas por familias constituidas y por aquellos cientos de miles de prisioneros, que a los pocos años, fueron trayendo sus esposas, sus grupos familiares, que se avecindaron en la gran isla, una prisión en si misma. Gente blanca, rubia, que traía gustos y modelos estéticos definidos, que no gustaba de la gente de color.
Y además, porque es sabido que el fenómeno conocido como supremacía blanca, llegó en algunos períodos a ser la ideología predominante del mundo anglosajón y de permanente práctica en la mayor parte de Europa, en particular en los territorios conquistados de ultramar, como es el caso de Australia.
Esta doctrina sostiene que la raza blanca, definida como tal por los elementos biológicos, culturales y morales inherentes a ella, es superior a otras razas, lo que la asocia inmediatamente con el racismo en contra de los negros indígenas y también con el antisemitismo, pues los judíos no serían tampoco suficientemente claros, y hasta discriminan con los pueblos de Asia, que tampoco tienen piel absolutamente blanca.

En Estados Unidos, desde sus albores los no blancos fueron privados de sus derechos cívicos hasta la segunda mitad del siglo XX. Recordemos los procesos de la esclavitud que devino en la Guerra de Secesión americana, y en que los negros no tenían derecho a voto ni aspirar a cargos públicos, llegándose a extremos en que ni siquiera podían ir a colegios o lugares donde había blancos. Los nativos de Usa, Canadá y Australia, a menudo fueron vistos como seres inferiores, limitados, biológicamente incompletos, que no llegaban a tener el rango de humanos y por lo tanto, las leyes no podían alcanzarles para igualar derechos, para ser mirados como iguales y menos para conformar sus familias.
Pero las novedades respecto a Yagan no terminaban. El 5 de marzo de 2009,  ABC NEWS informaba escuetamente: "Más de 170 años después de su muerte, la cabeza del guerrero Noongar, Yagan, será enterrada en un parque conmemorativo en el Valle de Swan. El Departamento de Asuntos Indígenas ha dado a la ciudad de los cisnes más de 500.000 dólares para desarrollar el Parque en su honor.
El Yagan Memorial Park estará abierto al público".


Esta noticia pasó desapercibida en la prensa mundial, tanto que fueron muy pocos los medios de prensa que dieron cuenta del hecho.
Igualmente ocurrió el 2010.Varios medios de prensa de la órbita británica, publicaron entre el 7 y el 12 de Julio aquello que todo el pueblo Noongar y parte de la sociedad australiana estaba esperando.
Por fin, informaciones de prensa relataban suscintamente el acontecimiento del sepultamiento de la cabeza de Yagan con fecha 10 de julio de 2010. Algunos de los encabezados de estos medios decían:
Telegraph: Remains of Aboriginal warrior laid to rest 180 years after death.
The Independent: Aboriginal warrior in 'dignified' burial.
NEWS.com.au: Aboriginal warrior Yagan laid to rest.
 Philippine Daily Inquirer: Australian aboriginal warrior buried after 170 years.

La información estaba referida a que el Sábado 3 de Julio, en una ceremonia privada de los representantes de la etnia Noongar, con asistencia de las autoridades del Estado, se había llevado a efecto la sepultación de los restos de la cabeza de Yagan. Esta ceremonia fue coincidente con la apertura del Parque Memorial Yagan en Swan Valley, en las afueras de Perth en Australia Occidental.
El presidente del Comité de reenterramiento de Yagan, el Principal Richard Wilkes dijo en su alocución que había sido un largo proceso el reunir los restos del guerrero, pero que la ubicación exacta del cuerpo de Yagan no se conoce y por lo tanto este objetivo nunca se logró.
"Todos estamos orgullosos de que Yagan será enterrado con dignidad", dijo a la Australian Broadcasting Corporation.

 Colin Barnett, el Primer Ministro de Australia Occidental, dijo en un comunicado.
"El Yagan Memorial Park es un tributo a la vida, las luchas y la muerte de Yagan y para la memoria de todos los pueblos aborígenes que sufrieron y murieron en apoyo de su tierra, cultura y patrimonio",
Tales informaciones de estas Agencias de Prensa, contaban con una única fotografía a cuyo pie se leía:
Los aborígenes australianos ancianos Richard Wilkes (L) y Sullivan Hume (R), llevan la cabeza de Yagan un guerrero del siglo 19 aborígenes Foto: AFP / GETTY
INQUIRER.NET, Agence France-Presse,  de Filipinas abundaba en mayores detalles, subtitulando la información como La Historia, la investigación (07/10/2010 16:10:00) "Los restos de un guerrero tribal que se hizo conocido conduciendo la resistencia a la colonización británica de Australia fueron sepultados el Sábado en una ceremonia tradicional después de que su cráneo se recuperó de Gran Bretaña.
Yagan, un aborigen de la famosa tribu nómade Noongar en el oeste de Australia, fue muerto a tiros por los colonos en 1833, después de una recompensa de 30 libras por su la cabeza". ...."es considerado un héroe en el folclore indígenas y locales"... "su tribu  ha luchado durante décadas para su exhumación y regreso a Australia en 1997"... "Richard Wilkes , quien viajó a Gran Bretaña para recoger la cabeza, dijo que por fin sus restos descansarán el sábado, 170 años después de su muerte, en un parque memorial construido en su honor fuera de la ciudad de Perth".


"Autoridades de Australia Occidental dijeron que este entierro es la conclusión de una "larga campaña del pueblo Noongar para reunir a la cabeza de la Yagan guerrero con su cuerpo, que se cree que está enterrado en algún lugar en el lugar del parque..". "Estamos empezando a reconocer los errores históricos y el uso de la sabiduría, en la retrospectiva de obtener una mejor comprensión y apreciación de los yaganes, el guerrero y el hombre ", dijo el representante del oeste de Australia del Departamento de Asuntos Indígenas..." "Yagan era un guerrero respetado, un hombre de su pueblo y un hombre que había ganado el respeto de los primeros colonos. [Fue] un líder de su pueblo, un hombre que luchó por sus ideas y también un hombre que extendió el brazo de la amistad ... [y] fue muerto haciendo lo que él creía estaba en lo cierto. "

En otro párrafo este Diario destaca: Era una práctica común entre los colonos decapitar a los guerreros aborígenes y enviar las cabezas a Gran Bretaña para su estudio y exhibición. Prince William, (el príncipe William de Inglaterra) acordó ayudar a la búsqueda de la calavera faltante del famoso héroe aborigen Pemulwuy, que fue asesinado y decapitado en una emboscada de 1802 , tras su visita a Australia en enero.  Se cree que la cabeza de Pemulwuy, ha sido colocada en un frasco y enviado a Inglaterra a principios de 1800, cuando los antepasados ​​de William, el rey Jorge III estaba en el trono. Su ubicación es desconocida".

Y ello no es poca cosa. Es un gran mérito de Australia reconocer y respetar las tradiciones tribales, crear organizaciones de Asistencia y financiar las reparaciones a la memoria histórica de sus pueblos originarios.
Por supuesto aún falta mucho por hacer, y posiblemente nunca Australia logrará reparar el sufrimiento y el dolor causado a estos grupos étnicos originarios, pero es un buen comienzo.
Distinta es la situación en otras partes del mundo. En doscientos años es poco lo que se ha logrado en beneficio de los pueblos indígenas, tan maltratados, degradados y pisoteados por la sociedad mestiza que ha seguido pensando muy parecido al conquistador.

El héroe Yagán hoy tiene su tumba en un lugar predeterminado que le estaba esperando. Sus restos, en este caso su cabeza, de la que hemos contado sus extraordinarias peripecias yace con honor en un lugar donde su tribu puede rendirle sentido homenaje. Un monumento en su honor se yergue en un paseo de la ciudad donde nació.
No ocurre así con los héroes indígenas americanos. Casi ninguno posee tumba que le recuerde y si hay monumentos o estatuas recordatorias, ha sido por una insistente y provocativa presión de sectores ciudadanos, nunca por  iniciativa de gobiernos ni acuerdo de la sociedad.
Así culminaba esta terrible y casi desconocida odisea. Tuvieron que pasar casi ciento ochenta años para que la sociedad australiana, su gobierno y su clase política finalmente reconocieran el derecho que asistía a estos primeros habitantes del Continente a luchar por sus ideas, costumbres y creencias.

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