jueves, 19 de febrero de 2009

La Masacre de Napalpí.

Al mismo tiempo que Chile perseguía, eliminaba y acorralaba a los sobrevivientes mapuches en Reducciones en inhóspitas zonas del territorio nacional y se anexaba los territorios al sur del Bío Bío en la segunda mitad del siglo IX y gran parte del siglo XX, bajo la campaña guerrera anti mapuche conocida como Pacificación de la Araucanía, los argentinos hacían lo mismo con diversas iniciativas, la mayor de ellas la denominada pomposamente Conquista del Desierto, comandada por el General Julio Argentino Roca, Ministro de Guerra del Presidente Nicolás Avellaneda y luego electo él mismo Presidente de la República Argentina por dos veces, quien la bautizó así, por cuanto según su teoría en la Patagonia no había seres humanos ni vestigios de civilización europea del hombre blanco, sino indios y animales. Por lo tanto era un desierto.
Roca, se propuso eliminar la etnia Mapuche y Tehuelche que habitaba la Patagonia, que eran acusados por los hacendados de continuos ataques y depredaciones en las estancias del lugar.
Para ello, usó toda la fuerza militar de que disponía y del más moderno armamento y tecnología de guerra existente, (en la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento 1868-1874, el ejército usaba fusiles de retrocarga Remington y revólver de seis tiros, en sustitución de las carabinas de chispa que usaban antes) quebrando la resistencia de las tribus en pie de guerra y obligándolas a desplazarse siempre más al sur. En la primera fase de esta campaña oficial del gobierno argentino, se mataron sin piedad miles de individuos sin reparar en edad ni sexo, tomándose más de 3.000 prisioneros para ser vendidos al mejor postor para el servicio doméstico o las tareas del campo y al resto que no pudo ser comercializado, se ordenó recluirlos en mazmorras hasta el fin de sus días. El objetivo: apoderarse de las interminables praderas patagónicas y anexarlas a la naciente República en el temor que Chile, victorioso en la guerra con la Confederación Perú-Boliviana, los anexara antes que Argentina.
En Julio de 1879 todo había terminado. Muchos aborígenes lograron huir hacia los confines de La Patagonia y otros tantos lograron cruzarla. 14.000 aborígenes fueron capturados, transladándolos a la fundación de alejadas colonias, incorporándolos a la Marina de Guerra como carne de cañón, tomándolos como sirvientes, destinándolos como trabajadores forzados a la Isla Martín García, donde fueron a parar unos 800 Ranqueles para picar adoquines para las calles de Buenos Aires. El diario El Nacional, prestigioso informativo titulaba en esos días: "Entrega de indios": "Los miércoles y los viernes se efectuará la entrega de indios y chinas a las familias de esta ciudad, por medio de la Sociedad de Beneficencia".

El padre salesiano Alberto Agostini brindaba este panorama: "El principal agente de la rápida extinción fue la persecución despiadada y sin tregua que les hicieron los estancieros, por medio de peones ovejeros, quienes estimulados y pagados por los patrones, los cazaban sin misericordia a tiros de winchester o los envenenaban con estricnina, para que sus mandantes se quedaran con los campos primeramente ocupados por los aborígenes. Se llegó a pagar una libra esterlina por par de oreja de indios. Al aparecer con vida algunos desorejados, se cambió la oferta: una libra por par de testículos".
Calfucurá era el jefe indígena más importante. Había nacido en Lloma (araucanía chilena) en 1785. En 1835 logró imponerse sobre los araucanos de Masallé (La Pampa) y se proclamó "Cacique General de las Pampas". El cacique araucano sometió a todas las tribus del Sur. Calfucurá, dotado de una gran inteligencia y una notable capacidad de organización, estructuró en 1855 la "Gran Confederación de las Salinas Grandes", en la que confluyeron las tribus pampas, ranqueles y mapuches. Mantendrá en vilo a los sucesivos gobiernos hasta ser derrotado en marzo de 1872 en San Carlos, partido de Bolívar. Calfucurá murió un año más tarde con casi cien años en la isla de Chiloé. Tomará el mando su hijo, Namuncurá, quien secundado por sus bravos guerreros, Cachul, Catriel, Caupán y Cañumil, se dispuso a cumplir el mandato de defender sus tierras, pero no tendrá la tenacidad de su padre.
INFORME OFICIAL DE LA COMISION CIENTIFICA agregada al Estado Mayor General de la EXPEDICION AL RIO NEGRO (PATAGONIA) realizada en los meses de Abril, Mayo y Junio de 1879, BAJO LAS ORDENES DEL GENERAL JULIO A.ROCA (Buenos Aires, 1881).-

"El año 1879 tendrá en los anales de la República Argentina una importancia mucho más considerable que la que le han atribuído los contemporáneos. Ha visto realizarse un acontecimiento cuyas consecuencias sobre la historia nacional obligan más la gratitud de las generaciones venideras que la de la presente, y cuyo alcance, desconocido hoy, por transitorias cuestiones de personas y de partido, necesita, para revelarse en toda su magnitud, la imparcial perspectiva del porvenir. Esos acontecimientos es la supresión de los indios ladrones que ocupaban el Sur de nuestro territorio y asolaban sus distritos fronterizos: es la campaña llevada a cabo con acierto y energía, que ha dado por resultado la ocupación de la línea del Río Negro y del Neuquén.".
"Se trataba de conquistar un área de 15.000 leguas cuadradas ocupadas cuando menos por unas 15.000 almas, pues pasa de 14.000 el número de muertos y prisioneros que ha reportado la campaña. Se trataba de conquistarlas en el sentido más lato de la expresión. No era cuestión de recorrerlas y de dominar con gran aparato, pero transitoriamente, como lo había hecho la expedición del Gral. Pacheco al Neuquén, el espacio que pisaban los cascos de los caballos del ejército y el círculo donde alcanzaban las balas de sus fusiles. Era necesario conquistar real y eficazmente esas 15.000 leguas, limpiarlas de indios de un modo tan absoluto, tan incuestionable, que la más asustadiza de las asustadizas cosas del mundo, el capital destinado a vivificar las empresas de ganadería y agricultura, tuviera él mismo que tributar homenaje a la evidencia, que no experimentase recelo en lanzarse sobre las huellas del ejército expedicionario y sellar la toma de posesión por el hombre civilizado de tan dilatadas comarcas."
"Y eran tan eficaces los nuevos principios de guerra fronteriza que habían dictado estas medidas, que hemos asistido a un espectáculo inesperado. Esas maniobras preliminares, que no eran sino la preparación de la campaña, fueron en el acto decisivas. Quebraron el poder de los indios de un modo tan completo, que la expedición al Río Negro se encontró casi hecha antes de ser principiada. No hubo una sola de esas columnas de exploración que no volviese con una tribu entera prisionera, y cuando llegó el momento señalado para el golpe final, no existían en toda la pampa central sino grupos de fugitivos sin cohesión y sin jefes."
"Es evidente que en una gran parte de las llanuras recién abiertas al trabajo humano, la naturaleza no lo ha hecho todo, y que el arte y la ciencia deben intervenir en su cultivo, como han tenido parte en su conquista. Pero se debe considerar, por una parte, que los esfuerzos que habría que hacer para transformar estos campos en valiosos elementos de riqueza y de progreso, no están fuera de proporción con las aspiraciones de una raza joven y emprendedora; por otra parte, que la superioridad intelectual, la actividad y la ilustración, que ensanchan los horizontes del porvenir y hacen brotar nuevas fuentes de producción para la humanidad, son los mejores títulos para el dominio de las tierras nuevas. Precisamente al amparo de estos principios, se han quitado éstas a la raza estéril que las ocupaba."

Esta pieza maestra de la estulticia castrense, no amerita comentarios, habla por si sola del afán deshumanizado y avaricia de la soldadesca política que gobernaba al país en ese entonces, de agenciarse como propias las riquezas de un territorio ajeno que ambicionaban a cualquier costo, con total desprecio de la vida humana, desconociendo y discriminando las etnias indígenas que su torpeza intelectual y altanería consideraba inferiores y estériles.

En la actualidad existe un monumento que recuerda esta "hazaña" de apropiación de 880.000 kilómetros cuadrados. Y no es para menos, ello hace a la Argentina el octavo país más grande del mundo.


Pero la Conquista del Desierto fue sólo el comienzo de una serie de masacres y genocidios que sufrieron los pueblos primigenios de la Argentina. A continuación, algunas de las menos conocidas, ya que no enuncian aquellas producidas en la dictadura de Uriburu de 1930 a 1932.

- 1903 o 1905. El envenenamiento de Springhill, en este suceso hubieron 500 muertes, sucedió en Tierra del Fuego, toda una tribu Ona es exterminada tras ingerir carne de una ballena, abandonada por un barco ballenero en la playa, la misma había sido intencionalmente inoculada con veneno.
- 1905 , Matanza de la playa de Santo Domingo, 300 muertes, también en Tierra del Fuego, estancieros y criadores de ovejas liderados por Alexander Maclennan invitan a una tribu Ona a un banquete para concertar un acuerdo de paz, los emboscan y los matan a todos, hombres, mujeres y niños.
- 1922, Patagonia Trágica, 1500 muertos, sucedió en Santa Cruz donde el Ejército Argentino impone la "la pena de fusilamiento" contra los peones y obreros patagónicos que estaban en huelga, perseguirá a los huelguistas, los irá atrapando y fusilando sumariamente.
- 1924, Masacre de Napalpí, 200 a 400 muertos, sucedió en la provincia del Chaco, una rebelión de Tobas, debido a magros salarios y abusos de los estancieros, es aplastada a sangre y fuego por la policía.
- 1936, Masacre de Oberá, hubo entre 300 y 500 muertos, sucedió en Misiones donde cientos de colonos fueron muertos por las fuerzas del Gobierno en una manifestación que reclamaba un precio justo para los productos agrícolas, también se constata la violación de mujeres por estas mismas fuerzas.
- 1947, Masacre de Rincón Bomba, entre 400 y 500 muertos, ocurrió en Formosa, aborígenes de la tribu Pilagá, que intentaban realizar una marcha, son ametrallados por Gendarmería Nacional.
¿Por qué nos detenemos a narrar la Masacre de Napalpi?, Pues porque explica mejor que otras el verdadero sentido de las políticas de exterminio hacia el aborigen entronizadas en todas las sociedades sudamericanas.
Napalpí no fue una matanza aislada, sino una práctica recurrente del poder político y los terratenientes -con la mano de obra policial o militar- para privar a los pobladores originarios de su forma ancestral de vida e introducirlos por la fuerza al sistema de producción. Todos los historiadores revisionistas coinciden en esa mirada y en el libro "La violencia como potencia económica: Chaco 1870-1940", Nicolás Iñigo Carrera afirma: "Los aborígenes de la zona chaqueña vivían sin la necesidad de pertenecer al mercado capitalista. La violencia ejercida hacia ellos, por la vía política con la represión y por la vía económica tuvo como objetivo eliminar sus formas de producción y convertirlos en sujetos sometidos al mercado". "Se comenzó a privar a los indígenas de sus condiciones materiales de existencia. Se inició así un proceso que los convertía en obreros obligados, a vender su fuerza de trabajo para poder subsistir, premisa necesaria para la existencia de capital. Un modo de vivir había sido destruido", destaca Iñigo Carrera en su libro. Además de someterlos, el Gobierno quería ampliar los cultivos, dar tierra a grandes terratenientes y concentrar a los indígenas en Reservas. Siempre la versión oficial, "civilizadora y cristiana", hablaba de "malones" o enfrentamientos despiadados. Pero los muertos siempre eran pobladores originarios. Sobre los imaginarios combates, el historiador Alberto Luis Noblía remarcó que "las naciones aborígenes chaqueñas no practicaron el malón, usual en otros pueblos.
En 1895 la superficie sembrada de algodón en el Chaco era de sólo 100 hectáreas. Pero el precio internacional ascendía y los campos del norte comenzaron a inundarse de capullos blancos donde trabajaban jornadas eternas miles de hombres de piel oscura. En 1923 los sembradíos chaqueños de algodón ya alcanzaban las 50.000 hectáreas. Pero también debían multiplicarse los brazos que recojían el "oro blanco". El 12 de octubre de 1922, el radical Marcelo T. de Alvear había reemplazado en la presidencia a Hipólito Yrigoyen y el Territorio Nacional del Chaco ya se perfilaba como el primer productor nacional de algodón.

Pero en julio de 1924 los pobladores originarios Toba y Mocoví de la Reducción Aborigen de Napalpí, a 120 kilómetros de Resistencia se declararon en huelga: Denunciaban los maltratos, la explotación de los terratenientes. Los ingenios de Salta y Jujuy ofrecieron mejor paga. Hacia allá intentaron ir los pobladores, pero el Gobernador Centeno prohibió a los indígenas abandonar el Chaco. El indio no podía trabajar su propia tierra ni buscar otros horizontes, su única alternativa era seguir cosechando como esclavo, pero igual se resistía. El 18 de julio, y con la inveterada excusa de un “supuesto malón indígena”, Centeno dio la orden de atacarlos.
En la mañana del 19 de julio de 1924, 130 policías y un grupo de civiles, apoyados por una avioneta, partieron desde Quitilipi hasta Napalpí, a 120 kilómetros de Resistencia, Chaco. El historiador Favio Echarri reseñó que el entonces Gobernador del territorio chaqueño, Fernando Centeno, había instruccionado así a la tropa: "Procedan con rigor para con los sublevados". Según datos de la Red de Comunicación Indígena, durante 45 minutos la policía descargó más de 5 mil balas de fusil sobre la reducción de Napalpí, palabra Toba que paradójicamente significa "lugar de los muertos", otra vez, como en el caso de Salsipuedes, un nombre premonitorio. Pedro Solans y Carlos Díaz indican que el total de víctimas fue de 423, entre indígenas y cosecheros de Corrientes, Santiago del Estero y Formosa. El 90 por ciento de los fusilados y empalados eran tobas y mocovíes. Algunos muertos fueron enterrados en fosas comunes, otros sólo quemados. Se estima que lograron escapar 38 niños. La mitad fueron entregados como sirvientes en Quitilipi y Machagai, mientras el resto murió en el camino. También se salvaron 15 adultos, entre ellos Melitona, una de las pocas mujeres que tuvo la fortuna de no ser violada. El relato de los historiadores es desgarrador.
En el libro "Memorias del Gran Chaco", Mercedes Silva señala que el mocoví Pedro Maidana fue muerto de forma salvaje: "Le extirparon los testículos y una oreja para exhibirlos como trofeo de batalla". Maidana había sido uno de los líderes de la huelga que derivó en la matanza. Para la versión oficial se trató de una "sublevación indígena."
El 29 de agosto --cuarenta días después de la matanza--, el ex director de la Reducción de Napalpí Enrique Lynch Arribálzaga escribió una carta que fue leída en el Congreso Nacional: "La matanza de indígenas por la policía del Chaco continúa en Napalpí y sus alrededores; parece que los criminales se hubieran propuesto eliminar a todos los que se hallaron presentes en la carnicería del 19 de julio, para que no puedan servir de testigos si viene la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados".
En el libro "Napalpí, la herida abierta", el periodista Vidal Mario detalla: "El ataque terminó en una matanza, en la más horrenda masacre que recuerda la historia de las culturas indígenas en el presente siglo.
Este destacado periodista y escritor, además de haber sacado a la luz pública la vida de Melitona Enrique, la última sobreviviente de la Masacre de Napalpí , con ocasión del 107 cumpleaños de esta extraordinaria y longeva mujer indígena el 16 de Enero de 2008, en un acto oficial donde el gobernador de Chaco Jorge Capitanich le rendía un homenaje, entregó la primicia bastante desconocida y que no figura en ninguna recopilación biográfica, que el ex Presidente argentino general Juan Domingo Perón es el indio Tehuelche más famoso de la historia política argentina:
Subrayó que el fundador del justicialismo, “un indiecito anotado como Juan Sosa, que llegó a Buenos Aires a los 11 años hablando tehuelche y que el destino convirtió en Juan Domingo Perón, jamás renegó de su sangre india. “Y si ustedes supieran –señaló seguidamente- con qué cariño, en su exilio de Madrid, Perón recordaba entre sus íntimos a su abuela materna, la india Tehuelche Mercedes Toledo y Gaúna, de los pagos de Azul, a la que siempre se refería como mi abuela inmemorial”.
Hacemos esta disquisición a propósito que las enciclopedias solo reconocen como primer Presidente indígena del mundo a Benito Juárez García, abogado y político mexicano de origen zapoteca, quién alcanzó la Presidencia de México en varias ocasiones entre 1858 y 1872. Luego, se reconoce como segundo Presidente indígena a Alejandro Toledo, político y economista peruano de etnia quechua que gobernó constitucionalmente Perú desde el 28 de Julio de 2001 hasta el 28 de Julio de 2006 y finalmente al actual Presidente constitucional de Bolivia Evo Morales de etnia aymará.
Recordemos que Perón fue elegido Presidente de la nación Argentina en tres ocasiones. La primera fue en las elecciones del 24 de febrero de 1946, para el período 1946-1952; reelegido para el período 1952-1958 que no alcanzó a completar debido al golpe militar que lo derrocó el 16 de septiembre de 1955. Finalmente, tras 18 años de exilio, regresó al país y fue electo por tercera vez para el período 1973-1977, que no pudo completar a causa de su fallecimiento.
Roca no tenía razón, los Tehuelches como pueblo originario al igual que los mapuches y otras tribus patagónicas nunca fueron una raza estéril y siguen existiendo en el planeta a pesar de la persecución criminal de que han sido objeto por cientos de años. Si supiera este retorcido General que un Tehuelche ocupó después de su muerte tres veces la Presidencia de la Nación, todavía estaría revolcándose en su tumba.
Melitona Enrique, la india Toba sobreviviente del holocausto de Napalpi había nacido en 1901 y al ocurrir el ataque a mansalva de las fuerzas policiales contaba solo con 23 años. Fue una de las pocas mujeres que escapó no solo con vida sino de ser ultrajada por la tropa. Para la mayoría, la anciana era una desconocida hasta que el periodista Vidal Mario publicó los primeros relatos de la Masacre de Napalpí y el historiador Pedro Solans escribiera su novela Crónicas de Sangre, donde se aportaron datos que asombraron a quienes desconocían esta página de la historia.
En la celebración de su cumpleaños número 107, el 16 de enero de 2008, recibió el homenaje y las disculpas del Estado chaqueño por ese aberrante hecho en la plaza central del pueblo de Machagai. El subsecretario de Cultura, Francisco Romero, dijo en esa oportunidad: "haber sobrevivido a la matanza y aún estar en pie carga sobre los hombros de Melitona Enrique toda la simbología de las comunidades indígenas. Hasta hace unos días vivía en un rancho, totalmente ninguneada, con tanta dignidad como miedo a contar la historia”.
El gobernador Jorge Capitanich, que había asumido el 10 de diciembre de 2007, fue el primero en reconocer públicamente la res-ponsabilidad del Estado en la Masacre de Napalpí y en nombre de éste pidió disculpas, dijo: " La prolongada vida de Melitona no fue una paradoja, sino el ejemplo de una hija de pueblos heroicos, qom, wichí y mocoi, asolados por el destierro y la marginación, atacados por balas y enfermedades, asaltados por terratenientes y gobiernos obsecuentes. Melitona se aferró con toda su fuerza a la vida, resistió la llegada de la muerte y ganó perpetuamente sobre la oscuridad del olvido. Y nos concede, a todos los chaqueños, no sólo un retrato de su vida, de silencios y firmezas; nos deja el ejemplo de la lucha perseverante y obstinada de su pueblo. Recordar a Melitona, en la acepción fundamental de recordar, es comprometerse con el discurso y la práctica para derrotar todas las formas del flagelo de la discriminación y el racismo que nos han colonizado tanto el corazón como la mente, condición de posibilidad, la invisibilización social, para despojarlos de tierras y de toda clase de derechos".

Uno de los regalos recibidos por Melitona, además de un subsidio, una pensión y una silla de ruedas, fue una vivienda para reemplazar a su rancho, ubicado en el paraje conocido como “El Aguará” para que viviera con sus seis hijos de los doce que tuvo en vida, pero lamentablemente no pudo disfrutar de ellos. Poco después, el 13 de noviembre de 2008 un paro cardiorrespiratorio puso fin a su vida.
Su fallecimiento enlutó a las comunidades originarias y a toda la provincia del Chaco y caló hondo en el sentir de todos los líderes de opinión que acababan de conocer la historia de su vida. Su recuerdo, así como el de los 423 indígenas y cosecheros que fueron masacrados en Napalpí, permanecerá para siempre en la memoria de referentes y militantes culturales de todo el orbe.
Melitona ese día tuvo su último malón, lanzó la última flecha y exhaló su último suspiro.
Una calle de Machagai lleva hoy el nombre de Melitona Enrique y otra arteria de la misma ciudad se llama Rosa Chará, otra de las sobrevivientes de la masacre, fallecida en 2006.