martes, 13 de noviembre de 2007

JOAQUIN MURIETA. Héroe o Bandolero. Mito y Leyenda.


Cuando el 24 de Enero de 1848, James Marshall descubrió una pepita de oro en el valle de Sacramento en California, territorio mexicano en ese entonces pero anexado a Estados Unidos ese mismo año, bajo el imperio de la doctrina Monroe, jamás pensó que estaba inaugurando uno de los períodos más convulsionantes que registra la historia, especialmente en lo que tiene que ver con la migración humana y las pasiones desatadas del homo sapiens cuando no hay ley que regule su avaricia, su sed de venganza y la criminalidad, fenómeno social que desde ese entonces ha sido conocido como LA FIEBRE DEL ORO.

Esta quimera de la ambición humana, que pone brillos dorados en el cerebro de las gentes, convocó como por arte de magia cientos de miles de hombres y mujeres venidos de los cuatro puntos cardinales de la tierra que empezaron a invadir las montañas y los valles surcados de cursos de agua del centro y sur de California.
Nadie se explica como la noticia de este descubrimiento recorrió la tierra, pero allí estaban mexicanos, chilenos, peruanos, australianos, argentinos, chinos, españoles, americanos y representantes de todas las etnias existentes, disputándose palmo a palmo cada metro de terreno como si en ello se les fuera la vida.

La ley, a pesar del férreo control ejercido por el Gobernador Militar del territorio el general americano Persifor Smith, es dictada por el imperio del más fuerte. Solo un año después en 1849, la estadística registraba que en aquellas soledades donde apenas existían algunos caseríos aislados, se levantaba ahora una poblada de 80.000 sujetos, que debían comer y subsistir en condiciones de gran precariedad, teniendo en cuenta que no existía ninguna infraestuctura, ni vial, habitacional o comercial. Qué decir de la sanitaria, jurídica o escolar.
Los crímenes son el pan de cada día, la xenofobia se exacerba, el asalto y el abigeato son la primera fuente de recursos alimenticios. Los gambusinos, mexicanismo popular que significa buscadores de oro, levantan sus carpas e instalan sus carromatos en cualquier lugar y en torno a ellos surgen verdaderas ciudades de toldos y ramadas de arbustos que abarcaban muchos kilómetros a la redonda. Y como era de esperar, a río revuelto ganancia de pescadores, cada cierto trecho están los burdeles, los salones de expendio de alcohol y los tugurios donde todo se transa, trueca o vende, hasta la vida.
Este era el país sin ley donde la avaricia y la desesperación conjuró a la mayor parte de los desposeídos, aventureros, cazafortunas y tránsfugas del planeta. Aquí fue donde llegó el joven Joaquín Murieta y su esposa Rosita, insertándose como todos en esta tierra desolada y árida que prometía, según las noticias que tenían, regalarles sus pedruscos más preciados a cambio del sudor y el desvelo en sus incontables lavaderos de arena aurífica de los arroyos escondidos o cavando las entrañas de esa tierra amarilla y hostil.
Los historiadores no se ponen de acuerdo de dónde era Murieta. Tres países se disputan su nacionalidad, USA, México y Chile. Tienen para él tres cunas y tres tumbas. Curiosamente Murieta es el único bandido que todos quieren tener como compatriota. Todos aportan antecedentes que los liga a familias de esas nacionalidades. Las más en boga lo sitúan como un mozalbete de Quillota, Chile y embarcándose junto a los cuarenta mil chilenos que salieron del puerto de Valparaíso para hacer fortuna en los lavaderos de oro de California entre 1850 y 1855.
Por su parte de México vienen voces que sitúan su nacimiento en Alamos, estado de Sonora y emparentado con una antigua familia de origen español los Murrieta, quien junto a miles de jóvenes de todo el país se volcaron en la cercana California, constituyéndose en la base de la mayoría hispanohablante que escribió la historia de la fiebre del oro en ese sector del mundo.
Como fuere, el mito de Murieta, su leyenda y su vida ya ni siquiera precisa un lugar de nacimiento. Baste saber que era latinoamericano y que su figura de bandolero y caudillo, de vengador y reivindicador de los derechos usurpados a los de su clase, originó en aquellos tiempos especiales el símbolo que persiste hasta nuestros días de la resistencia y altivez latina ante la dominación económica y cultural anglosajona en las tierras de esa California mexicana, arrebatada por los americanos, como luego lo fuera Texas, Sonora, Nuevo México y parte de Arizona.
Un día cualquiera, Joaquín llega a su morada después de una dura jornada encontrándose con que su casa ha sido incendiada por facinerosos yanquis, su hermano Jesús ahorcado en un arbol cercano y su esposa violada y algunos dicen que asesinada en ese mismo acto.
Este hecho en sí, respondía claramente a las medidas persecutorias emprendidas por el propio Gobernador Militar Persifor Smith contra los “greasers” latinos que por haber llegado tempranamente a esas tierras ocupaban los mejores lavaderos de oro.
Algunas de estas medidas provocativas de la autoridad ya estaban en rigor dando pávulo a los antisociales anglosajones para apoderarse por el uso de la fuerza de estos lugares privilegiados. Primero se fijó como tarifa a los latinos la suma de 20 dólares mensuales por lavar oro y se amenaza con duras penas a quienes resulten culpables de delitos. Esto desata la violencia y el hostigamiento de los comerciantes y aventureros yanquis sobre los campamentos latinos. Menudearon las denuncias infundadas y acusaciones de robos. En cualquier taberna se improvisaba un juicio sumario y se ahorcaba al acusado si el veredicto del jurado de vecinos era “culpable”. A los sospechosos de mal vivir o de frecuentes rencillas o que adquirían la categoría de “perseguidos” por haber sido acusados y condenados en ausencia, se les daba un plazo de tres horas para que se marcharan del territorio sin llevarse sus pertenencias y aperos.

Extrañamente, los delitos y acusaciones contra los no latinos quedan en la impunidad más absoluta. Miles de familias prefieren abandonar California, el resto debe conformarse con aquellos lugares de segunda o tercera categoría o explorar sitios nuevos en lugares inexplorados
Todos los días la gente es testigo de atrocidades y salvajismos. Un chileno es muerto de un tiro mientras baila cueca en una taberna. Un mexicano es linchado a pesar que el Sheriff le ha otorgado la libertad. La reacción fue la aparición de numerosas bandas, generalmente con mayoría de latinos, que asolan la región volviéndose cada vez más audaces. Las más conocidas fueron La “Guadalajara”. La de “Narrato Ponce”, la del “Bandido Leiva”, la de “Tiburcio Vásquez”, entre otras. Hubo más bandidos famosos, como Francisco Bárcenas, José California, Tomaso Redondo . Para ellos la autoridad fija la pena de muerte, la que debe ser ejecutada en el momento mismo en que se les arreste. El poblado conocido como Dry Diggins poco a poco pierde su nombre que es reemplazado por Hang Town, la Ciudad de los Ahorcados.
La situación se agudiza con las nuevas leyes que empiezan a regir en el territorio usurpado. Una población de más de 75 mil ciudadanos mexicanos, de la noche a la mañana debió adoptar otra nacionalidad, según el tratado de Guadalupe Hidalgo, convirtiéndose súbitamente en extranjeros en su propia tierra. Estas tensiones étnicas sumadas a las descritas por la fiebre del oro rebalsaron la paciencia de toda esa generación, particularmente a raíz de la promulgación de la ley de Impuestos a los mineros extranjeros, disposición discriminatoria que fue resistida por los latinos en general.

Joaquín Murieta promete venganza contra los yanquis y su salvaje prepotencia y se juramenta sobre las cenizas de su casa y los cadáveres de su esposa y hermano que no descansará en su empeño hasta el último día de su vida.
Al poco tiempo sus hazañas son comentadas en todo el territorio. Su banda, compuesta por Joaquín Botellier, Joaquín Carrillo, Joaquín Ocomoreña y Joaquín Valenzuela y él mismo, van sumando seguidores y acumulando todo tipo de delitos en las haciendas, comercios, Bancos y gente de fortuna americanos.
Durante tres años, entre 1850 y 1853 la banda de “Los Cinco Joaquines”, se convierte en una verdadera pesadilla para las autoridades. Todos los robos, asaltos, crímenes y homicidios le son adjudicados a Joaquín Murieta y su gente, que su vez encuentran en la población cómplices que los ayudan y los protejen de las redadas de la policía estatal, siendo frecuente que se le compare a Robin Hood,por su afición a dar dinero a los necesitados y perseguidos. En algunos troncos de árbol había letreros con su nombre. Se busca decían, 1.000 dólares de recompensa. Murieta escribía encima. “Yo pago 5.000.”
El Gobierno no tarda en reaccionar. El Gobernador del Estado patrocina una disposición legislativa que crea un Cuerpo de Vigilantes, “Los Rangers de California”, nombrando Capitán de este Cuerpo Armado a un antiguo hampón, Harry Love, que ya había servido como Ránger en Tejas, con la misión de desbaratar la Banda de los Cinco Joaquines que aparecía como la más importante.
La suerte, más que su pericia, hace que este Cuerpo de Rángers se tope con unos mexicanos alrededor de una fogata en el Condado San Benito, cerca del paso Panoche y los detenga por sospechosos. Los mexicanos emprenden la fuga y los Rangers los siguen y disparan, abatiendo a dos de ellos.
Uno de los abatidos resultó ser Manuel García, lugarteniente de Murieta, más conocido como “Juan Tres Dedos” y el otro, para sorpresa de los Rángers era el mismo Joaquín Murieta.
Aquí empieza la leyenda de Joaquín Murieta. El mito que señala que él no era el hombre muerto. Que todavía como el Cid Campeador cabalga por los antiguos caminos regalando su amistad y compartiendo su riqueza con los más desposeídos. Ya no es el bandolero, sino el espíritu vengativo de un pueblo asolado por las tropelías de los invasores. Tampoco es el resentido que venga su humillación personal y la muerte de sus seres queridos, sino el sujeto que no trepida en enfrentarse con un enemigo más poderoso para liderar una lucha reivindicadora de sus hermanos latinos.

La vida y la obra de Joaquín Murieta ha inspirado muchos textos literarios y su leyenda sigue vigente en el cine, la poesía y la narrativa. Los historiadores dicen que su bandolerismo fue consecuencia de la compleja época que le tocó vivir donde el sistema imperante obligó a mucha gente a sostener núcleos de resistencia cultural pasiva o extralegal, utilizando incluso la violencia, convirtiéndose en lo que se llama bandoleros sociales, ya que su norte siempre fue la justicia, de la que adolecían sus pares.
A la pregunta ¿qué se entiende por bandolerismo social?, el investigador británico Eric J. Hobsbawm dice que en general son: “proscritos campesinos a quienes el señor y el Estado consideran delincuentes, pero que permanecen en el seno de la sociedad campesina y son considerados héroes por su pueblo, paladines, vengadores, luchadores de la justicia, quizás hasta jefes de movimientos de liberación y en todo caso, gente que merece admiración.. .”

Para cobrar la recompensa de 5.000 dólares ofrecida por el gobierno, Harry Love corta la cabeza de Murieta y la coloca en un frasco de vidrio con brandy, para que se conserve. Lo mismo hace con una mano de Juan Tres Dedos. Luego recorrieron el Estado mostrándola, logrando 17 testigos que certificaron que la cabeza correspondía a Murieta. El frasco conteniéndola, se perdió o destruyó durante el terremoto de San Francisco, en 1906.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sin lugar a dudas uno de los grandes facinerosos mexicanos, si hubiese villa estado en su tiempo, ambos hubieran recuperado lo hurtado por los yanquis .