sábado, 21 de abril de 2007

"Y sin embargo se mueve..." Para que no lo olvides...

Este texto es una selección de párrafos de la condena a Galileo Galilei, en 1633, cuando tenía setenta años, llevada a cabo por la Santa Iglesia Romana e Inquisidores Generales del Santo Oficio especialmente designados por la Santa Sede Apostólica contra la depravación herética en toda la Comunidad Cristiana.

“Visto que vos, Galilei, hijo del finado Vincenzio Galilei, florentino, de setenta años de edad, habéis sido denunciado el año 1615 ante este Santo Oficio por sostener como verdadera la falsa doctrina por algunos enseñada de que el sol ocupa el centro del mundo y permanece inmóvil y que la Tierra se mueve – y también con movimiento diurno-; por tener discípulos a quienes habéis enseñado la dicha doctrina; por haber mantenido correspondencia con ciertos matemáticos alemanes sobre lo mismo; por haber impreso ciertas cartas intituladas “De las Manchas Solares” en las que desarrollasteis la misma doctrina como verdadera y por contestar a objeciones de las
Sagradas Escrituras – que de tiempo en tiempo os fueron presentadas contra ella –, glosando tales Escrituras según vuestra propia interpretación y visto que sobre ello presentasteis copia de un documento en forma de carta, haciendo creer que fue escrito a quien fuera vuestro discípulo y en el que se expresa diversas proposiciones siguiendo la posición de Copérnico, contrarias al verdadero sentido y autoridad de las Sagradas Escrituras.


Este Santo Tribunal que tiene, pues, la intención de proceder contra el desorden y la perversidad resultante de ello [...] las dos proposiciones de la estabilidad del Sol y el movimiento de la Tierra fueron calificadas como sigue por los Examinadores Teológicos.


La proposición de que el Sol es el centro del mundo y no se mueve de su lugar es absurda y falsa filosóficamente y formalmente herética, porque es en forma expresa contraria a las Sagradas Escrituras. La proposición de que la tierra no es el centro del mundo e inmóvil, sino que se mueve – y también con movimiento diurno –, es igualmente absurda y falsa filosóficamente y considerada teológicamente, cuando menos errónea en fe.


Pero visto que en aquel entonces se deseaba trataros con lenidad, fue decretado en la Sagrada Congregación reunida ante su Santidad el 25 de febrero de 1616, que Su Eminencia el señor Cardenal Bellarmino os diese orden de abandonar por completo dicha falsa doctrina y que, en caso de que os rehusarais, fueseis requerido por el Comisario del Santo Oficio para abandonarla y no enseñarla a los demás ni defenderla ni aún discutirla, y que de no acceder a ese requerimiento seríais encarcelado.


[...] Y con el fin de que tan perniciosa doctrina pudiese ser extirpada por completo y no se insinuare más con grave perjuicio para la verdad católica, fue expedido un decreto por la Sagrada Congregación del INDEX prohibiendo el libro que trata semejante doctrina y declarando a esta falsa y totalmente opuesta a las Sagradas Escrituras. El libro recientemente aparecido aquí, impreso el año último en Florencia, cuyo título demuestra

que sois el autor, siendo dicho título: “Diálogo de Galileo sobre los Grandes Sistemas del Mundo”.

[…] En consecuencia, y por nuestra orden fuisteis citado para comparecer ante este Santo Oficio, donde al ser examinado bajo juramento reconocisteis haber escrito y publicado el libro.


Confesasteis haber comenzado en su escritura hace alrededor de diez o doce años, después de haberos impuesto de la orden antes dicha; que solicitásteis licencia para imprimirlo, sin manifestar, empero, a quienes os la otorgaron, que habíais sido intimado para no sostener, defender ni enseñar la doctrina en cuestión de modo alguno.


[…] Y visto que nos pareció que no habíais expresado toda la verdad con respecto a vuestras intenciones, creímos necesario someteros a severo interrogatorio[…] en consecuencia, habiendo visto y considerado detenidamente los méritos de esta vuestra causa, junto con vuestras confesiones y disculpas antes referidas, y todo cuanto ha de ser visto y considerado en justicia, hemos llegado a lo abajo expresado como sentencia definitiva contra vos:


[…] Decimos, dictamos sentencia y declaramos que vos, el dicho Galileo, en razón de los asuntos aducidos en juicio, por vos confesados, como figura más arriba, os habéis vuelto en opinión del
Santo Oficio, fuertemente sospechoso de herejía, vale decir de haber creído y sostenido las doctrina – falsa y opuesta a las Sagradas y Divinas Escrituras- de que el Sol es el centro del mundo y no se mueve de este a oeste; y que la Tierra se mueve y no se halla en el centro del mundo; y que una opinión puede ser sostenida y defendida como posible luego de haber sido declarada y definida como contraria a las Sagradas Escrituras; y que consecuentemente habéis incurrido en todas las censuras y penalidades impuestas y promulgadas en los cánones sagrados
y otras disposiciones generales y particulares contra tales delincuentes. De las cuales nos placerá veros absuelto siempre que; primero; de todo corazón y con verdadera fe abjuréis, maldigáis y detestéis ante nos los antedichos errores y herejías y cualquier otro error y herejía contrarios a la Iglesia Católica Apostólica y romana en la forma que os prescribiremos.


[...] Os condenamos a la prisión formal de este Santo Oficio por el tiempo que sea de nuestro agrado, y por vía de saludable penitencia os requerimos que durante los tres próximos años recitéis una vez por semana los siete salmos penitenciales. Nos reservamos la libertad de moderar, conmutar, o suspender, en todo o en parte, las antedichas penas y penitencia. Y así decimos, pronunciamos sentencia, declaramos, ordenamos y nos reservamos en éste y cualquier otro modo y mejor modo y forma que queramos y podamos emplear legalmente.”

En este otro texto está la "retractación voluntaria "de Galilei ante los diáconos y cardenales de la Inquisición romana

Yo, Galileo Galilei, hijo del difunto florentino Vincenzio Galilei, de setenta años de edad, comparecido personalmente en juicio ante este tribunal, y puesto de rodillas ante vosotros, los Eminentísimos y Reverendísimos señores Cardenales Inquisidores generales de la República cristiana universal, respecto de materias de herejía, con la vista fija en los Santos Evangelios, que tengo en mis manos, declaro, que yo siempre he creído y creo ahora y que con la ayuda de Dios continuaré creyendo en lo sucesivo todo cuanto la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana cree, predica y enseña. Mas, por cuanto este Santo Oficio ha mandado judicialmente que abandone la falsa opinión que he sostenido, de que el Sol está en el centro del Universo e inmóvil; que no profese, defienda ni, de cualquier manera que sea, enseñe, ni de palabra ni por escrito, dicha doctrina, prohibida por ser contraria a las Sagradas Escrituras...

En consecuencia, deseando remover de la mente de Vuestras Eminencias y de todos los cristianos católicos esa vehemente sospecha legítimamente concebida contra mí, con sinceridad y de corazón y fe no fingida, abjuro, maldigo y detesto los arriba mencionados errores y herejías, y en general cualesquiera otros errores y sectas contrarios a la referida Santa Iglesia, y juro para lo sucesivo nunca más decir ni afirmar de palabra ni por escrito cosa alguna que pueda despertar semejante sospecha contra mí; antes por el contrario, juro denunciar cualquier hereje o persona sospechosa de herejía, de quien yo tenga noticia, a este Santo Oficio, o a los Inquisidores, o al juez eclesiástico del punto en que me halle. Juro además y prometo cumplir y observar exactamente todas las penitencias que se me han impuesto o que se me impusieren por este Santo Oficio. Mas en el caso de obrar yo en oposición con mis promesas, protestas y juramentos, lo que Dios no permita, me someto desde ahora a todas las penas y castigos decretados y promulgados contra los delincuentes de esta clase por los Sagrados Cánones y otras constituciones generales y disposiciones particulares. Así me ayude Dios y los Santos Evangelios sobre los cuales tengo extendidas las manos. Yo Galileo Galilei arriba mencionado, juro, prometo y me obligo en el modo y forma que acabo de decir, y en fe de estos mis compromisos, firmo de propio puño y letra esta mi abjuración, que he recitado palabra por palabra.

En Roma, en el convento de la Minera, 22 de junio de 1633; yo, Galileo Galilei, he abjurado conforme se ha dicho antes con mi propia mano".

Ita pronunciamus nos Cardinalis infrascripti
:
A. Cardinalis S. Honuphri B. Cardinalis Gypsius G. Cardinalis Bentivolius F. Cardinalis Verospius
D. Cardinalis de Cremona M. Cardinalis Ginettus F. Cardinalis de Asculo

Se dice que inmediatamente después de su «confesión voluntaria», Galilei musitó: Eppur si muove (Y sin embargo se mueve), que fué sin duda lo menos que alguien violentado en sus derechos, humillado en público, torturado y amenazado con la hoguera puede exclamar con legítima indignación. Lo increíble sería si no hubiese musitado nada.

Galileo fue declarado "preso de la Inquisición". Se le prohibieron todas las entrevistas, salvo en presencia de inquisidores y tampoco pudo escribir o leer algo sin el visto bueno de los mismos. En 1634 murió su hija y en 1637 perdió la vista.

Solo nueve años después de la condenación de Galileo, cuando estaba ya a punto de morir, dejó de ser vigilado por la Inquisición.

Falleció el 8 de enero de 1642. Los inquisidores trataron de adueñarse de los papeles del difunto e impedir que fuera enterrado en un cementerio consagrado por la Iglesia.

Tumba de Galileo en Santa Croce, Florencia
Las obras de Galileo estuvieron vedadas durante varias centurias por orden de la Iglesia. Sólo en 1835 dejaron de figurar en el Indice de Libros Prohibidos por la Iglesuia (INDEX), al igual que las de Copérnico, Kepler y otros célebres descubridores de fenómenos cósmicos.

Los juicios inquisitoriales contra Galileo considerado como el "padre de la astronomía moderna", el "padre de la física moderna" y el "padre de la ciencia", y otros destacados pensadores causaron un daño irreparable al desarrollo de la ciencia y por tanto al progreso social. Una de las consecuencias más graves de esta condena de Galileo consistió en haber desanimado y quitado toda eficiencia a las investigaciones científicas de la humanidad, lo que perjudicó a la cultura universal por mucho tiempo.

CIUDAD DEL VATICANO, 7 nov (ZENIT).- El caso Galileo ha sido durante más de tres siglos fuente de malentendidos y polémicas entre el mundo de la ciencia y la Iglesia católica. Cuando el 31 de octubre de 1992, Juan Pablo II reconoció públicamente los errores cometidos por el tribunal eclesiástico que juzgó las enseñanzas científicas de Galileo se abrió un nuevo panorama fecundo para la relación ciencia y fe. Las consecuencias de ese acto marcarán definitivamente la historia.

El Papa Juan Pablo II, en 1992 pidió perdón por los sufrimientos que ocasionó la iglesia católica a Galileo Galilei: "Una trágica incomprensión mutua –señaló el Papa 350 años después del juicio contra Galileo- ha sido interpretada como el reflejo de una oposición radical entre ciencia y fe, dijo.

«En la época de Galileo la Iglesia fue mucho más fiel a la razón que el propio Galileo. El proceso contra Galileo fue razonable y justo»
Cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Corriere de la Sera, 30 de marzo 1990.

TERRA, Actualidad, Foros, 25 deOctubre 2006.
"El sábado pasado el Papa Benedicto XVI, en la inauguración del año académico de la Universidad Pontifica Lateranense, envió a la comunidad científica allí reunida y por extensión a la del resto del mundo, un mensaje de advertencia. Según él creyendo sólo en la “inteligencia artificial” y la tecnología, los científicos corren el riesgo tener el mismo destino que el mítico Ícaro que voló demasiado cerca del sol." (es decir: recibió el castigo de los dioses).

¡Qué más podríamos decir o comentar después de leer en su fuente misma los estremecedores textos originales de la acusación y la condena de este extraordinario científico, humanista, astrónomo, filósofo, matemático y físico por esa iglesia oscurantista, retrógrada y prepotente que manejaba el mundo cristiano, con poder de vida o muerte sobre reyes y gobiernos!

¡Qué comentario podríamos hacer del intento de rehabilitación de Galilei por parte de la iglesia por boca de un Papa al final de su mandato después de 346 años de ocurrida esta injusticia, por haber dicho el terrible anatema contra las escrituras sagradas que la tierra tenía movimiento!.

¿Que es una estupenda idea, quizás un poco tardía?. ¿O que en verdad lo que corresponde es que la iglesia sea la que se retracte, pida perdón y se rehabilite ante la humanidad de esta salvajada?

¡O tal vez todavía cabe preguntarse quiénes son los herejes!, ¿ los ajusticiados o los ajusticiadores, los quemados en la hoguera o los que prendieron los fuegos, los linchados o los linchadores, los excomulgados o los excomulgadores, los torturados o los verdugos..?

¿Y qué tal, ya que parece costumbre de la Iglesia Católica pedir perdón de sus fechorías tres o cuatro siglos después, si pidiera humildemente perdón, digamos durante este mismo siglo, a todas la generaciones de acólitos y fieles que creyeron a pies juntillas las mentiras e inexactitudes culturales de la Biblia, por haberlos hecho caer en el error durante siglos.. y quedar, según sus creencias expuestos a permanecer eternamente en el infierno por pecadores ..?

Y aún más, dado que no ha sido éste el único error grueso del Libro Sagrado desde que fue permitido ser leído por el público, ya que antes era pecado hacerlo, ¿ porqué la curia romana no explica cómo corrigió estos falsos conceptos en las decenas de oportunidades en que retiró la Biblia "del mercado", cuando los descubrimientos científicos echaban por tierra sus enseñanzas?.¿ Borró simplemente estos párrafos o hizo rectificaciones?. Sería intresante saberlo.

¿O acaso se espera, como ya han hecho muchos periodistas y pseudo intelectuales dogmáticos y afectos al Opus Dei, a los legionarios de Cristo, a los caballeros de Colón y del Santo Sepulcro buscar justificar a esos Papas cínicos, asesinos y tenebrosos de la larga lista de sucesores de Pedro, directos responsables de los lenocinios que durante siglos ha cometido esta institución fundamentalista y tender un manto de olvido sobre tan poco cristianas actividades terrenas?.

En el tiempo del juicio a Galileo era Papa su amigo de la época en que era Cardenal, Maffeo Barberini, conocido como Urbano VIII quien por un tiempo fue hasta su protector. En un gesto que lo retrata de cuerpo entero, baste decir que apenas asumido su papado, se apresuró "a acomodar" a su familia en lo que ciertamente era los suyo, el mundillo vaticano.

"Urbano VIII, en un alarde de nepotismo de los más atrevidos que salpican la historia pontificia nombró, a los pocos días de su nombramiento papal, cardenal a su sobrino Francesco Barberini, poniéndolo al frente de la Biblioteca Vaticana; a su también sobrino Antonio Barberini lo hizo igualmente cardenal nombrándolo camarlengo y comandante en jefe de las tropas pontificias; un tercer sobrino, Tadeo Barberini, también alcanzó el cardenalato y fue nombrado prefecto de Roma y general de las tropas papales. Por último, a su hermano Antonio tras nombrarlo cardenal lo hizo gran penitenciario".
Este escandaloso comportamiento hizo sentenciar al pueblo romano: quod non fecerunt barbari, fecerunt Barberini, (Lo que no hicieron los bárbaros, lo hicieron los Barberini).( http://es.wikipedia.org/wiki/Urbano_VIII) . Este era el líder moral de la cristiandad, el sucesor de Pedro, el Vicario de Cristo en la tierra, el infalible..., el que dió la orden de sacar de circulación a Galileo Galilei, acusándolo de hereje, que en aquellos días aciagos, era el pecado más terrible que podía existir, cuya pena última era la hoguera.

Por fortuna la memoria histórica de la humanidad, a fuer de ser escrita con dolor, lágimas, amargura y sufrimientos, no ha permitido el olvido que afanosamente ha buscado la Iglesia Católica respecto de todos estos terribles hechos en que se persiguió, torturó y se mató a tantos millares de personas inocentes en nombre de la Fé, de las evidentemente equivocadas Santas Escrituras e interpretaciones del clero respecto de la Biblia y por el sectarismo, en mi opinión, inherente a los cultos religiosos.

La iglesia de ayer y también la del presente siempre ha mirado con recelo el avance científico, los descubrimientos, la educación de las masas y sobre todo la exploración espacial. En la antiguedad especialmente, eran muy sensibles a este respecto. Por eso Galileo Galilei, cuando perfeccionó el telescopio y lo enfocó hacia las estrellas se volvió inmediatamente sospechoso. Las sagradas escrituras decían que la tierra era el centro del mundo y que Dios lo había dispuesto así. Todo se movía alrededor de la tierra, que el Señor la había construido para la raza humana y había dictado las reglas, todas las cuales estaban en la Santa Biblia.

Antes, el cielo era para la curia romana, como lo había sido también para todas las religiones, mitos y supersticiones antiguas, el lugar donde moran los dioses, donde se construyen los milagros, de donde vienen las voces divinas, y cada vez que se referían a Dios alzaban su cara hacia el firmamento, como reiterando que allí estaba su reinado celestial. Y la biblia era el frondoso arbol del conocimiento. Todos estos experimentos y descubrimientos diabólicos, estaban minando la credibilidad del vulgo despojando al arbol de sus más preciosas hojas.

Con el tiempo, se ha comprobado que estos Inquisidores y Guardianes celosos del Culto tenían razón. Ahora los curas cuando hablan de Dios ya no miran al cielo. Copérnico, Newton, Galileo y la muchedumbre de sabios que han entregado una visión científica del funcionamiento de los planetas y del sistema solar, les han enseñado que el cielo no está poblado de dioses, vírgenes ni huríes, y que tampoco se encuentra por ahí el limbo, el purgatorio, el infierno ni las comparsas de ángeles. Y si ahora llegan a mirar hacia arriba, solo verán el firmamento, el sol, la vía láctea, la luna, las estrellas y los aviones y helicópteros surcando los cielos y si acaso miran con atención, quizás hasta podrían atisbar la órbita de algún satélite.

Y si comparamos el frondoso arbol del conocimiento bíblico, ese arbol que nunca dió frutos con el actual, veremos que efectivamente hoy se encuentra deshojado, mustio y reseco, porque cada paso que da la ciencia develando lo que ayer era misterioso, arroja más luz al entendimiento de las personas. Por eso la Iglesia teme a la ciencia y a la tecnología, por eso se estremece cuando sale un libro como El Código Da Vinci, por eso no quiere que se hable ni se mencione la época oscura de la Inquisición y por ello es que cuando desentierre de sus catacumbas los archivos secretos, guardados celosamente de aquel período, veremos que estos documentos curiosamente se han perdido, extraviado con los años, deteriorado por el paso del tiempo y que nunca jamás sabremos la real verdad y alcance de estos crímenes de lesa humanidad.





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