sábado, 14 de abril de 2007

Me carga el viejo pascuero Parte 2.

Cuando digo que Papá Noel no es de mi agrado, estoy diciendo en realidad que no me gusta la fiesta de navidad en su totalidad. Y ello se debe a que desde muy joven supe que todo era una superchería, no solo la inexistencia real del personaje pascual que desde luego es una ingenuidad que nadie en su sano juicio puede creer, a menos, como pasa con los niños - que alguien con mucha autoridad moral a quienes ellos respeten y crean a pies juntillas los induzcan - que es lo que ocurre, sino también porque el contexto general de la justificación religiosa de esta fecha es otra ixactitud histórica.

Si uno se detiene a reflexionar sobre este punto aunque sea unos minutos, no puede sino convenir que uno de los deberes de la paternidad responsable es criar a los hijos dentro de lineamientos honorables. ¡Qué padre no quiere que su hijo sea honrado, leal, buen amigo, profesional, generoso y probo!.

¡Quién podría querer que su hijo fuese deshonesto, traidor, egoísta, analfabeto y rufián!.

Y no obstante, y lo digo con estupefacción, el mito de navidad orquesta a la iglesia católica, a una gran mayoría de padres y a un inmenso porcentaje de la sociedad a una conducta cómplice desde el punto de vista moral, para tendenciosamente, con malicia y yo diría hasta con alevosía, hacer creer a los infantes desde su más tierna edad que Papá Noel existe. Que vive con su esposa y sus renos en el Polo Norte y que junto a sus elfos fabrica todo el año juguetes para distribuirlos la noche del 24 de Diciembre a todos los niños del mundo que hayan hecho mérito ante sus padres, como no mentir, no pelear con sus hermanos o ser amables con las personas...

Es decir toda esta gente miente y se confabula para que sus hijos en el futuro sean decentes y no mientan. Dicen que también lo hacen para que vivan una ilusión y se sientan felices. ¡Ah y lo más impactante!, que ello es una mentira piadosa.

Vaya novedad. Hay que actuar falsamente, engañar y dar señales equívocas para conseguir el efecto contrario. Me pregunto por qué no han patentado esta regla de oro y cómo es que la iglesia aún mantiene como mandamiento fundamental No mentirás, ("No levantarás falsos testimonios ni mentirás"). La misma Biblia advierte en Apocalipsis 21:8 "que todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre.

Busqué el significado de mentira piadosa y en la definición de la RAE dice "mentira que se dice con intención de no causar pena. Nada dice de justificar mitos.

Para mí una mentira es una mentira. Se define «una mentira» como «afirmación falsa hecha a sabiendas,» Todo lo demás que se diga para justificar una acción como este desacierto mitológico no pasa de ser como decía un amigo, solo "sacudidas de perro mojado".

Desde otro punto de vista, si tomamos en cuenta las estadísticas oficiales respecto de los niños que están abandonados, sin hogar, pasando extrema pobreza y muriendo de hambre nos encontramos que un inmenso porcentaje de los niños del mundo están siendo afectados por uno o todos estos flagelos, en especial en los países subdesarrollados y en vías de desarrollo.

Para enfatizar esta idea me remito a la página de UNICEF http://www.unicef.org/spanish/mdg/poverty.html, de la que tomo algunos párrafos.

"A quienes más afecta la pobreza es a los niños y niñas. Aunque la privación grave de bienes y servicios perjudica a todos los seres humanos, resulta más amenazante para los derechos de la infancia: a la supervivencia, la salud y la nutrición, la educación, la participación y la protección contra el peligro y la explotación. Establece un entorno que perjudica el desarrollo infantil de muchas maneras: mental, física, emocional y espiritual.

Más de 1000 millones de niños y niñas sufren una grave carencia de por lo menos uno de los bienes y servicios necesarios para sobrevivir, crecer y desarrollarse

La pobreza contribuye a la desnutrición, que a su vez es un factor importante en más de la mitad de las muertes de menores de cinco años en los países en desarrollo. Alrededor de 300 millones de niños y niñas se van hambrientos a la cama de todos los días.

Uno de cada tres niños y niñas del mundo en desarrollo -es decir, más de 500 millones- carece de acceso a cualquier tipo de instalación de saneamiento. Y alrededor de 400 millones de niños y niñas, uno de cada cinco, no tienen acceso a agua potable. Al mismo tiempo, el agua no potable y la falta de saneamiento adecuado causan alrededor de 4000 muertes infantiles al día.

Podríamos dar más cifras aterradoras de otros organismos internacionales, de las Naciones Unidas , de la Organización Mundial de la Salud, etc. pero ello solo agregaría más páginas a esta Columna.

Ya lo leíamos Unicef dice que hay mil millones de niños abandonados a su suerte solo en los países en desarrollo, sin casa, sin padres, sin ropa y sin comida suficiente para conservar la vida mucho tiempo más.

¿Sabrán estos niños de Papá Noel, Father Christmas, San Nicolás o como queramos llamarle? ¿Conocerá esta legión mayoritaria de infantes desnutridos y bajo condiciones de vida paupérrima a ese simpático y generoso anciano de luenga barba blanca, que se deja caer por las chimeneas trayendo regalos a los niños que se portan bien cada Navidad?

¿Qué pensarán del trinero mágico de Santa tirado por Trueno, Relámpago, Bromista, Cupido, Cometa, Alegre, Bailarín, Acóbata y su líder Rodolfo, que va a la cabeza alumbrando el trayecto con su naríz encendida?

Seguro que también se preguntarán por qué a ellos jamás Santa Claus los visitó, les trajo regalos o los saludó a lo menos desde el firmamento. Y desde luego, en sus mentes infantiles buscarán respuesta al desprecio de ese santo varón y al por qué han sido dejados en el olvido si ellos nunca se han portado mal.... y cómo es que el mentado Papá Noel le trae presentes solo a los niños ricos...

Ojalá ninguno de estos mil millones de niños nunca sepa nada de Santa Claus y todo el envoltorio dorado que rodea esta patraña, porque si fuese así, es facil imaginar el desencanto, la amargura y la desilusión que haría presa de sus sentimientos.

Y bien harían todos aquellos que se sienten tocados por la luminosidad de la aureola y el jolgorio festivo de esta fecha, por hacer algo por ayudar concretamente a esta infancia
desvalida, que es algo real, contingente y que coexiste muy cerca nuestro. Pero no con campanitas, villancicos, guirnaldas de colores y trozos de algodón, sino con humanidad, con vocación de servicio y con entrega solidaria.

Solo así, podrían invocar ser verdaderos representantes de lo que se conoce como caridad cristiana y ganarse el legítimo derecho y la calidad moral para exijirle a sus hijos y al resto de sus conciudadanos el respeto que hoy no se merecen.






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