jueves, 6 de septiembre de 2012

Día Internacional de la Mujer Indígena.

"En estas ovejas mansas, y de las calidades susodichas por su Hacedor y Criador así dotadas, entraron los españoles, como lobos e tigres y leones cruelísimos de muchos días hambrientos. Y otra cosa no han hecho de cuarenta años a esta parte, hasta hoy, e hoy en este día lo hacen, sino despedazarlas, matarlas, angustiarlas, afligirlas, atormentarlas y destruirlas por las extrañas y nuevas e varias e nunca otras tales vistas ni leídas ni oídas maneras de crueldad". Fray Bartolomé de Las Casas

La celebración del "Día Internacional de la Mujer Indígena" el día 5 de septiembre, instituido solo en el año 1983 por el Segundo Encuentro de Organizaciones y Movimientos de América, realizado en Tiahuanaco, Bolivia, en reconocimiento de las heroínas indígenas americanas, cristalizó el antiguo anhelo de las diversas etnias que lo integran tomando como ejemplo la azarosa vida de Bartolina Sisa, insigne y aguerrida mujer Aymara, Virreyna y Comandante del ejército de 40.000 indígenas que combatían la opresiva dominación colonial española en Bolivia, donde compartía funciones militares con su esposo el caudillo Tupac Katari y virrey del Inca, haciendo justicia a la memoria de tantas señeras luchadoras del continente, que con su coraje, inteligencia y sacrificio, hicieron posible tal hazaña compartiendo mano a mano junto a los líderes revolucionarios todos y cada uno de los grandes hitos que desencadenaron la victoria final. En este 2012, se cumplen 230 años de ese aciago amanecer del 5 de septiembre de 1782, en que la heroica comandante aymara apresada por las fuerzas realistas sufre la sentencia de los opresores, acto de escarmiento que explica por sí mismo la odiosidad y el temor de sus verdugos para con los naturales alzados en armas que hacen peligrar estas posesiones de la Corona. Para los españoles dominar la insurrección era cuestión de vida o muerte. Si vencían los rebeldes, acababa el poderío de España no solo en las colonias americanas, sino en todo el imperio, en cuyos dominios nunca se ponía el sol. El texto original de la sentencia, copiado del castellano antiguo dice: “A Bartolina Sisa Muger del Ferós Julián Apaza o Tupa Catari, en pena ordinaria de Suplicio, y que sacada del Quartel ala Plaza mayor por su sircunferencia atada ala cola de un Caballo, con una soga de espatro al Cuello, y Plumas, y una Aspa afianzada sobre un Bastón de palo en la mano y a vós de pregonero que publique sea conducida ala Horca, y se ponga pendiente de ella hasta que naturalmente muera; y después se clave su caveza y manos en Picotas con el rótulo correspondiente, y se fijen para el público escarmiento en los lugares de Cruzpata, Alto de San Pedro, y Pampaxasi donde estaba acampada y Precidía sus juntas sediciosas; y fecho sucesivamente después de días se conduzca la caveza a los pueblos de Ayohayo, y Sapahagui de su Domicilio y origen en la Provincia de Sicasica, conla orden para que se queme después de tiempo, y se arrojen las senizas al aire, donde estime convenir”. Bartolina descendía de una estirpe de mujeres dentro de la cultura Aymara llamada “Mama T´allas”, linaje muy respetado por producir mujeres fuertes y bravías, siendo además muy atractiva, joven e inteligente, con un talento y visión político militar innato que demostró en batalla, donde hizo gala de responsabilidad, fortaleza y disciplina que inspiraron a sus huestes. Por tanto al estallar la insurgencia Aymara-Quishwa de 1781, mientras su esposo era proclamado Virrey del Inca, ella era proclamada Virreyna, pero no porque haya sido la esposa de Tupaj Katari, sino por el mérito propio que adornaba su personalidad. Merced a una celada propiciada por un traidor llamado, Tomas Inkalipe, los españoles detienen a Tupac Catari el 9 de Noviembre de 1781,quien es conducido hasta Achachicala. Allí es rapado, coronado con una gorra de espinas y clavos y paseado por la ciudad expuesto para burlas. El 14 de noviembre de 1781 es masacrado siguiendo el modelo de Túpac Amaru II, curaca, caudillo y primer líder libertador de América, ejecutado poco antes el 18 de mayo de 1781 en el Cuzco quien lideró un levantamiento inca en 1780 y fue ejecutado luego de ser obligado a presenciar la tortura y ejecución de su esposa e hijo entre otros; luego se le cortó la lengua y fue atado a cuatro caballos con la intención de descuartizarlo, tarea que finalmente fue realizada con hachas.
Después de ser apresado, Tupac Katari fue sometido a tortura y seis días después fue sentenciado a ser atado de sus extremidades para que tirasen cuatro caballos de ellas, siendo finalmente descuartizado. Sus partes fueron repartidas por el Alto Perú, en señal de “escarmiento a los indios rebeldes”, su cabeza fue expuesta en el cerro de K’ili K’ili (La Paz), su brazo derecho en Ayo Ayo, el izquierdo en Achacachi, su pierna derecha en Chulumani, y la izquierda en Caquiaviri. Francisco Tadeo Díez de Medina, el juez quien lo condenó a morir descuartizado en su sentencia dijo: “Ni al rey ni al estado conviene, quede semilla, o raza de éste o de todo Túpaj Amaru y Túpaj Catari por el mucho ruido e impresión que este maldito nombre ha hecho en los naturales... Porque de lo contrario, quedaría un fermento perpetuo..." Después de 10 meses sus restos son quemados y sus cenizas arrojadas al aire. Un año más tarde, el 5 de septiembre de 1782 los españoles y sus bizarros mestizos, sacan a Bartolina Sisa rapada y desnuda, la hacen pasear por la calles de Chuquiago, torturada, golpeada e insultada; es atada a la cola de un caballo con una soga al cuello y le ponen una corona de espinas. Sus miembros fueron arrancados y su cabeza clavada en un palo fue expuesta en Cruzpata. Así fue como Bartolina Sisa, Comandante en Jefa de las fuerzas emancipatorias de las naciones originarias andinas, murió ahorcada frente a toda la comunidad obligada a presenciar el brutal acto, no sin antes sufrir horrendas torturas físicas y morales, ser flagelada, violada repetidamente, azotada, arrastrada a puntapiés en el charco de su propia sangre y luego paseada desnuda y emplumada en burro en la Plaza colonial de La Paz, hoy Plaza Murillo. Esta heroicidad y tipo de muerte no fue solo de Bartolina Sisa, sino también de Micaela Bastidas, Gregoria Apaza, Kurusa Llawi y otras varias docenas de valientes féminas, que son el genuino reflejo de la verdadera historia de los ayllus de la patria ancestral tawantinsuyana y del mundo indígena del Abya-Yala, nombre Kuna con que se conocía al continente antes de la llegada de los españoles, ratificado actualmente por los Indios de América en las últimas Cumbres Continentales de Pueblos y Organizaciones Indígenas del Continente, conjunto de innumerables etnias que ocupaban los territorios que ahora son de Chile, Bolivia, Perú y Argentina y otros pueblos americanos que más tarde, por lo complicado de su vinculación y definición, fueron nominadas genéricamente como Aymaras. No conformes con ello, sus verdugos descuartizaron su cuerpo y exhibieron su cabeza y sus extremidades en distintos lugares de los ayllus (pueblos) y caminos donde ella resistió con su lucha. Su cabeza fue desmembrada de su cuerpo y clavada en la punta de una picota y dejada en exhibición en Jayujayu-Marka, hoy provincia Aroma del departamento de La Paz. Sus extremidades fueron enviadas a Tinta-Marka, una comunidad situada en la actual república del Perú, donde también fueron exhibidas en sendas picotas. Meses después, recogidos sus restos, fueron quemados públicamente, esparciéndose sus cenizas al viento y borrados sus nombres de todos los registros existentes, negándoseles existencia y nacionalidad. Esta trágica ejecución, es solo un ejemplo y una reflexión sobre un hecho repetitivo en la lucha contra el invasor a través de todos los pueblos del continente avasallados por la conquista española. Y no solo estamos recordando etapas de la incipiente vida indígena dentro del marco colonial, sino también aquellos tiempos en que no existían fronteras, países, ejércitos ni leyes escritas de ninguna naturaleza, sino solo razas orgullosas nativas, viviendo en paz y armonía con la naturaleza; con dioses y creencias propias que la llegada del blanco invasor sustituyó por los suyos, esclavizando a estos pueblos y utilizándolos como obra de mano gratuita para la explotación minera y agrícola, aherrojando sus derechos, robando sus posesiones y destruyendo su cultura, sin hablar de uso y abuso sexual de sus mujeres y la posterior venta de ellas, sus hijos y sus hombres en Europa, como esclavos para todo servicio.
Todo ello, en una política de implacable exterminio, que en tres siglos sumó casi cien millones de naturales de las tierras conquistadas, asesinados y fallecidos por plagas, torturas y separación familiar obligada, donde desaparecieron para siempre incontables y valiosas civilizaciones, etnias, lenguajes y culturas. No olvidemos que tal "descubrimiento" y posterior conquista a sangre y fuego de América, pudo realizarse tan solo porque el Papa de la Iglesia Católica entre 1492 y 1503 fue el español Rodrigo de Borgia, famoso por su escabrosa vida licenciosa con diversas amantes con las que tuvo más de una docena de hijos ilegítimos, la más poderosa de todas Rosa Vanozza Catanei, el que una vez electo Papa y como Alejandro VI, desencadenó y se involucró en decenas de situaciones políticas que causaron grandes escándalos, intrigas, traiciones y misteriosas muertes de prelados y enemigos de Los Borgia por veneno, conspiraciones todas tendientes a lograr alianzas políticas para que su familia se consolidase dentro de la nobleza italiana acrecentando su poderío personal, tarea donde contó con la complicidad de sus hijos, Juan Borgia, César Borgia, Lucrecia Borgia y Jofre Borgia, de triste memoria por sus actuaciones criminales, los cuales sirvieron como instrumentos de sus maquinaciones políticas. Fue este Papa por intermedio de una Bula conocida como Enter Caetera, firmada el 4 de mayo de 1493, quien donó graciosamente a los reyes de España Fernando e Isabel “La Católica”, tierras y poblaciones que desde luego no eran de su propiedad y ni siquiera conocidas, que se pudiera descubrir en estas latitudes, documento que en sus partes principales a la letra dice: “Sabemos ciertamente que vosotros, desde hace tiempo, en vuestra intención os habíais propuesto buscar y descubrir algunas tierras firmes e islas lejanas y desconocidas, y no descubiertas hasta ahora por otros, para reducir a los residentes y habitantes de ellas al culto de nuestro Redentor y a la profesión de la fe católica; y que hasta ahora, muy ocupados en la conquista y recuperación de este reino de Granada, no pudisteis conducir vuestro santo y laudable propósito al fin deseado". "Pero, porque así lo quiso el Señor, recuperado el citado reino, deseando cumplir vuestro deseo, destinasteis al dilecto hijo Cristóbal Colón, varón digno y en todo recomendable y apto para tan gran negocio, con naves y hombres igualmente instruidos, no sin grandes trabajos, peligros y gastos, para que con toda diligencia buscasen las tierras firmes e islas lejanas y desconocidas en cualquier modo, por el mar donde hasta ahora no se hubiese navegado; los cuales, con el auxilio divino y con extrema diligencia, navegando en el mar océano, encontraron ciertas islas remotísimas y también tierras firmes que hasta ahora no habían sido descubiertas por otros, en las cuales habitan varios pueblos que viven pacíficamente y, según se asegura, andan desnudos y no comen carne: y, según pueden opinar vuestros citados enviados, estas gentes que habitan en las mencionadas islas y tierras creen en un Dios creador que está en el cielo y las consideran bastante aptas para abrazar la fe católica e imbuirles buenas costumbres; y se tiene la esperanza de que, si se les enseña, fácilmente se introducirá el nombre del Salvador, nuestro Señor Jesucristo, en las tierras e islas mencionadas". Por tanto, diligentemente en todo y ante todo para la exaltación y difusión de la fe católica, como conviene a reyes y príncipes católicos, considerasteis, según la costumbre de los reyes vuestros progenitores de ilustre memoria, y propusisteis someter a vosotros, con el favor de la clemencia divina, las tierras firmes e islas ya mencionadas y a sus residentes y habitantes y reducirlos a la fe católica". "Nos, por consiguiente, [...] afectuosamente os requerimos, para que semejante expedición sea proseguida en todo y tratéis de aceptarla con buen ánimo y celo por la fe ortodoxa [...]. [Otorgando] con la plenitud de la potestad apostólica: todas las islas y tierras firmes, descubiertas y por descubrir, halladas y por hallar hacia el occidente y mediodía… [Por lo cual] por la autoridad de Dios omnipotente concedida a San Pedro y del vicariato de Jesucristo que ejercemos en la tierra, con todos los dominios de las mismas, con ciudades, fortalezas, lugares y villas y los derechos y jurisdicciones y todas sus pertenencias, a vos y a vuestros herederos los reyes de Castilla y León, perpetuamente.," "A ningún hombre, por consiguiente, sea lícito infringir esta nuestra página de encomienda, exhortación, requerimiento, donación, concesión, asignación, constitución, delegación, decreto, mandato, inhibición y voluntad o atreverse temerariamente a contrariarla. Pero si alguno presumiese atentar contra esto, sepa que incurre en la indignación de Dios omnipotente y de los santos Apóstoles Pedro y Pablo".
Así y solo así, con esta concesión que desde luego no fue gratuita y con esta ilegítima y falsa doctrina, pudo legitimarse tal conquista de los territorios americanos, en base a la idea que el mundo era de Dios y por lo tanto su Vicario en la tierra tenía poder de administrarlo a su regalado gusto. Es importante destacar, que en la mayoría de las culturas existentes en lo que hoy se denomina América Latina, muchas de ellas muchísimos más antiguas y avanzadas que las existentes en Europa en la misma época, como fueron las civilizaciones precolombinas Azteca, Maya e Inca, las mujeres compartían la autoridad con los hombres de su pueblo, construyendo una sociedad más solidaria y equilibrada. Durante los tres siglos de vida de Nueva España, fueron primero las rebeliones de los indígenas y los esclavos y al final, las acciones de los criollos y mestizos las que prepararon el terreno para la revolución de independencia. Mujeres de todos los sectores sociales y étnicos participaron de frecuentes y distintas maneras en el proceso de la independencia. De ahí que no resulte extraño encontrarlas mencionadas en la Historia en encumbradas posiciones de mando o jerarquía. Una de las primeras mujeres que enfrentó a los invasores colonialistas en la isla La Española (hoy Haití) fue la cacica Anacaona, de Jaragua. Luego de un período de conciliación para evitar una masacre de su gente, Anacaona se rebeló, siendo apresada en una celada tendida por los españoles y luego colgada. Primeras en la línea de la resistencia a los españoles en Colombia fueron las cacicas Gaitana, también conocida como Guaitipán, Ague y Ayunga; aunque algunas traicionaron a su pueblo colaborando con los conquistadores, como la Malinche de Hernán Cortés.
En tierras venezolanas al norte de Barquisimeto, Ana Soto, indígena convertida luego en cacica por su intrépida bravura, jefa gayón y de los camagos, forma parte de esa legión del heroísmo de las mujeres indígenas, primeras en el suelo en que nacieron en enfrentarse al dominio colonial español. La aguerrida y astuta Orocopay demostró gran valor y resistencia al coloniaje. Las heroicas Apacuana y Urimare, quienes también resistieron con gran valentía la invasión de sus tierras, fueron solo algunas de las indígenas que en tierra venezolana no se rindieron y pagaron con sus vidas revelarse a las pretensiones del imperio español. Las mujeres negras participaron en diversas formas de resistencia, como las prácticas mágicas, el arte del bien querer, los ritos religiosos, la música afro y sobre todo en múltiples rebeliones. Guiomar compañera del negro Miguel combatió junto a él en la primera rebelión de esclavos en Venezuela (1552), convirtiéndose ambos en el azote de la región, siendo proclamada reina del cumbe, a la usanza africana. Igual pasó en otras revoluciones. Juana Francisca, María Valentina y Juana Llanos fueron importantes protagonistas de la rebelión encabezada por el negro Guillermo en 1771-74 en la zona del Tuy Barlovento, cerca de Caracas, que sacudió el dominio de los “Gran Cacao”, venezolanismo aplicado a las personas arrogantes o fanfarronas que aparentan ser lo que no son : “Se las da de gran cacao y no llega ni a borra de café”.
En la conspiración de Gual y España,(1796) donde increíblemente participaron españoles, tuvo destacado protagonismo, Joaquina Sánchez, esposa de José María España, conocida como "La bordadora de la primera bandera de Venezuela" y quién sufrió cárcel durante ocho años. En esta conspiración en que Gual y España pretendían instaurar la República no solo en Venezuela sino en toda América, resultaron detenidos 49 criollos y 21 españoles. Filippa Aranha, esclava negra del Brasil, se rebeló y fugó y fue a vivir a una tribu indígena del Amazonía donde llegó a ser cacique de los indios malalí, rebelándose a la ocupación portuguesa. Lorenza Abimañay, nacida en un hogar indígena de la zona del Chimborazo (Ecuador), siguió el camino de lucha de otras mujeres de su pueblo, como Rosa Señapanta, Margarita Ochoa, Baltazara Chuiza y Margarita Pantoja. En 1803, Lorenza junto con Jacinta Juárez y Lorenza Peña, encabezó una rebelión de 10.000 indígenas en Guamote y Columbe en contra de la tributación, al grito de «sublevémonos, recuperemos nuestra tierra y nuestra dignidad». Aplastada la rebelión, Lorenza fue degollada junto con Cecilio Tanday y Valentín Ramírez «para que se perpetúe la memoria del castigo aplicado», según rezaba la sentencia dictada por las autoridades de la Real Audiencia de Quito. Gregoria Apaza dirigió a las tropas femeninas, en varias batallas, vestida de hombre, en apoyo al ejército del joven Amaru. Era compañera de Andres Tupak Amaru, hijo del Inca Tupak Amaru. Kurusa Llawi dirigió con valentía el ejército de Quiswas de Chayanta, hasta ser derrotada por las fuerzas de auxilio que recibieron los españoles, dirigidos por Ignacio Flores. Otra destacada mujer fue Micaela Bastidas, compañera de Tupac Amaru, de clara estirpe indígena, quien combatió en la gran insurrección de 1780. Janequeo fue una mujer lonko, de origen mapuche-pehuenche, esposa del Lonko Hueputan.
Su preparación militar y cualidades de líder, hicieron que se ganara el apoyo de los estrategas militares de su nación. Con el patrocinio de su lof (comunidad) y el apoyo de su hermano Guechuntureo, el Consejo de Lonkos la nombró a cargo de las tropas de la región, mapuches y puelches y atacó la fortaleza de Puchunqui derrotando las tropas invasoras. En el Canto Épico, La Araucana, Ercilla menciona la presencia de valerosas mujeres mapuches tales como Guacolda, compañera inseparable del Toqui Lautaro en todas sus batallas, Jefe de guerra y estratega máximo del pueblo mapuche. A él se le atribuye la arenga de “Yo soy Lautaro, que acabé con los españoles; yo soy el que los derroté en Tucapel y en la cuesta. Yo maté a Valdivia, y puse en huida a Villagrán. Yo les maté sus soldados; yo abracé la ciudad de Concepción”; Y de Fresia, quien habría arrojado su pequeño hijo a los pies de su esposo Caupolicán, en señal de desprecio por haberse dejado apresar vivo por los invasores españoles a mediados del siglo XVI, cuando éste sufría la cruel pena de muerte de la pica o lapidación, según la pluma del escritor español. Llamada La Tirana , la princesa Huillac Ñusca, era una princesa kolla que combatía a los españoles. Se rebeló ante los conquistadores, pero se enamoró de uno de sus prisioneros, Vasco de Almeida, e intercedió ante sus compañeros rebeldes para que no lo asesinasen. La Tirana fue la líder de un grupo de incas traídos a Chile como esclavos para trabajar en las minas de plata de Huantajaya, luego de que su padre muriera. Las mujeres de la clase acomodada criolla jugaron un papel importante en las luchas por la independencia, fomentando una sociabilidad en la que se debatían y defendían las ideas independentistas. En sus salones se reunieron los patriotas conspiradores; se destacan entre ellas la ecuatoriana Manuela Cañizares; en su casa se dio el primer grito de independencia; Mariquita Sánchez de Thompson en Argentina, en su casa se escuchó por primera vez el Himno Nacional.
Francisca Javiera Carrera, hermana de José Miguel el presidente de la Junta Chilena, fue una infatigable, consecuente y voluntariosa compañera de los ideales libertarios, tanto en los días de triunfo como en los de derrota transitoria. Todas ella se ocuparon además como financistas de la causa independentista, se desprendieron de posesiones e hicieron colectas, además de su generosidad y fidelidad a la causa patriota. Junto con los combatientes avanzaron las voluntarias, que fueron soldadas, enfermeras, aguateras, cocineras. Las mujeres del pueblo partían a la guerra con sus compañeros, cargando sus hijos, sus ollas, sus ropas y las pocas pertenencias del hogar. Estas camaradas de batalla, determinantes en un momento dado, no sólo no fueron valoradas, sino que tampoco fueron registradas e incorporadas a la historia, fueron invisibles y aún siguen así. Avanzadoras, troperas, soldaderas, rabonas, vivanderas, juanas, fueron inseparables de los ejércitos y el mejor sostén con que podía contar el campesino soldado. Fueron multitud de mujeres del pueblo anónimas y olvidadas cuyos nombres desaparecieron a medida que las batallas avanzaban. A la retaguardia de todos los ejércitos iban las mujeres. Este olvido histórico tiene relación, por un lado con el papel subordinado y la discriminación del conjunto de las mujeres en la sociedad criolla y mestiza y por otro, con la negación del colectivo de ellas, quizás por estar constituido por mujeres del pueblo pobre, quienes sin embargo fueron las que hicieron posible los históricos cambios sociales. Los historiadores oficiales desaparecieron la lucha del pueblo y dentro de esa lucha, especialmente la de las mujeres, casi nada se sabe de su real participación en la lucha independentista como conjunto de masas. Faltan relatos, faltan anécdotas y descripciones que las visibilicen y las muestren como sujetos de la historia y las transformaciones a que dieron lugar. Más conocidas y recordadas fueron las mujeres patriotas relacionadas o compañeras de los grandes héroes comandantes que lideraron tropas. Algunos ejemplos son Francisca Zubiaga y Bernales, apodada “La Mariscala”, esposa del presidente peruano Agustín Gamarra Mesía, político y militar peruano que fue Presidente Constitucional del Perú. La Mariscala llevó a los europeizantes salones de Lima aires espartanos y de mayor apego criollo. El viajero estadounidense Ruschenberger (1832) cuenta que "la presidenta, como es ella llamada, dispara la pistola con gran precisión en el tiro, maneja la espada con mucha agilidad y es un arriesgado e intrépido jinete". En Venezuela no se puede dejar de mencionar Dominga Ortiz de Páez, primera enfermera de los campos de batalla y esposa del “Centauro de los Llanos”, a quien Dominga seguía con un grupo de troperas, llamadas también Juanas en Colombia y Adelitas en México. Para salvar del fusilamiento a su marido, a la altura de 1810, disparó varios tiros cerca del lugar de su prisión y gritó que venía una avanzada de patriotas, lo que hizo poner en fuga a la patrulla de realistas. Este episodio se conoce como el combate del ejército de las ánimas. Luisa Cáceres de Arismendi, esposa del general Juan Bautista Arismendi, uno de los personajes femeninos más insignes de la gesta de independencia de Venezuela, primera mujer cuyos restos reposan en el Panteón Nacional, el más alto altar de la patria. Famosa es la frase de su marido Jefe de las tropas, a quien los realistas ofrecen canjear su esposa prisionera entonces por varios oficiales realistas. Arismendi responde: “Diga al jefe español que sin patria no quiero esposa”. Y por supuesto, comentario aparte merecen las excepcionales generalas (recién ascendidas en nuestro siglo): Manuela Sáenz Aizpuru, patriota ecuatoriana y compañera sentimental de Simón Bolívar, heroína de la Independencia de América del Sur, considerada como una de las grandes defensoras de la independencia de los países sudamericanos y como una de las más destacadas y avanzadas defensoras de los derechos de la mujer.
Y, Juana Azurduy de Padilla, que hablaba castellano y quechua, patriota del Alto Perú, hoy Bolivia, que acompañó a su esposo Manuel Ascencio Padilla en las luchas por la emancipación en el Virreinato del Río de la Plata contra el Reino de España. A la muerte de su esposo asumió la comandancia de las guerrillas que conformaban la luego denominada Republiqueta de La Laguna, por lo que es honrada su memoria en la Argentina y en Bolivia.
Juana Azurduy, tras el triunfo logrado en el Combate del Villar, recibió el rango de teniente coronel por un decreto firmado por Juan Martín de Pueyrredón, Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el 13 de agosto de 1816. Tras ello, el general Belgrano le hizo entrega simbólica de su sable. En 1825, el libertador general Simón Bolívar, luego de visitarla y ver la condición miserable en que vivía, avergonzado la ascendió al grado de coronel y le otorgó una pensión. Luego de la visita le comentó al mariscal Antonio José de Sucre: «Este país no debería llamarse Bolivia en mi homenaje, sino Padilla o Azurduy, porque son ellos los que lo hicieron libre”. Ambas mujeres fueron de turbulenta vida, ambas apasionadamente comprometidas con la libertad de nuestra América, ambas combatientes y ambas muertas en el olvido, la soledad y la miseria. La organización de los pueblos indígenas, la discriminación histórica de que han sido objeto y sus demandas reivindicatorias en todas nuestras naciones no es un hecho baladí o un capítulo finalizado. Por el contrario, la sociedad latinoamericana tiene una gran deuda pendiente con las razas originarias que empieza por reconocerles que eran ellas las dueñas de estas tierras “descubiertas por los europeos” merced al ardid evangelizador de la hegemónica Iglesia Católica de ese tiempo. La celebración del Día Internacional de la Mujer Indígena, sitúa el debate en su justo medio y abre las puertas para una mejor comprensión de quienes fueron en verdad los gestores no solo de la defensa de la tierra y de la lucha inclaudicable contra el invasor, sino que también los sustentadores del proceso revolucionario independentista que se prolongó por varios siglos y abarcó varias generaciones de indígenas, mulatos y negros, mestizos y criollos de las incipientes naciones de nuestras Américas, con una importante y fundamental presencia activa de sus mujeres, que comprendieron como madres mejor que nadie, que tal lucha no solo era necesaria sino trascendente para el futuro de sus razas.