viernes, 11 de mayo de 2012

¿Hay un alma y un espíritu alojados en el cuerpo humano?

"Y Dios procedió a crear los grandes monstruos marinos y toda alma viviente que se mueve[...] Y Dios pasó a decir: “Produzca la tierra almas vivientes según sus géneros, animal doméstico y animal moviente y bestia salvaje de la tierra según su género y todo animal moviente que se mueve sobre la tierra."Génesis.

Las creencias religiosas han acompañado al hombre desde el principio de los tiempos y aparecen en la cultura de todos los grupos humanos cualquiera haya sido su ubicación en el planeta. Por tanto, a nadie debe extrañar el arraigo que tienen en la actualidad y el apego de la gente por seguir estas tendencias, pertenecer a sectas y religiones y creer firmemente en dogmas, dioses, seres celestiales, espíritus y demonios. Y por mucho que estas creencias no tengan asidero racional, carezcan de elementos de prueba y que jamás en la historia humana se haya sabido o visto que un hombre resucita, se reencarna, vuelve de la tumba, habla con un Dios, regrese del infierno o llegue de vuelta del cielo; qué haya sido abducido por demonios, platicado con un ángel o presenciado un milagro, la gente sigue y seguirá tozudamente creyendo en lo que aseguran los sacerdotes, iluminados o patriarcas y eruditos de algún credo.

O bien, en lo que enseñan leyendas antiguas y folclorismos que se arrastran de remotas épocas, donde la ignorancia de la naturaleza y los fenómenos naturales producían temores y presagios de una lucha entre el bien y el mal y hacían pensar a estos primitivos que tales fenómenos, el rayo y la lluvia, la sequía o los diluvios, eran objeto de la ira de dios y que la vida y la muerte estaba en sus manos.

Existe mucha gente, quizás demasiada, que piensa que este concepto de alma, nació con la aparición de la religión judeocristiana u otra religión orientalista y que por lo tanto el término corresponde estrictamente a una materia religiosa y por ende transmitido a los mortales por alguna divinidad.
Ello es tan ilógico y falso, como pensar que la antigüedad del universo es de seis a ocho mil años, como predican los fundamentalistas bíblicos, especialmente de estas religiones judeocristianas, que basan su conocimiento y su cultura en la lectura y creencia ciega de tales escritos, otorgándole credibilidad a las palabras que supuestos profetas de tales edades aseguran. Efectivamente, durante la famosa y tenebrosa Edad Media, algunos teólogos y sabios católicos se interesaron en la antigüedad de la tierra tomando como fuente la Biblia, extractando de allí sus datos comparativos, los cuales por ser palabra de Dios transmitida directamente a Moisés quién sería el que escribió la Biblia, no podían ser mentira.

Así fue como sumando las edades que tenían los patriarcas a la hora de engendrar, desde Adán hasta el rey Salomón, ayudándose con dichos y menciones de otros hombres sabios y santos, llegaron a varios resultados, siendo el más famoso de ellos, considerado el más certero, el del Obispo irlandés Ussher de Armagh, quien calculó que según el Libro Sagrado, Dios había creado el Universo al caer la noche del día anterior al Domingo 23 de octubre del 4004 antes de Cristo. Con este fantástico estudio, la Iglesia declaró que la tierra fue creada por Dios no más allá de 6.000 años.

Esta ridiculez fue enseñada en la edad Media en todas las universidades e institutos existentes y fue materia de pecado no creer en tal versión. Por supuesto, a medida que fue creciendo la ilustración de las gentes, la Iglesia poco a poco fue relegando su enseñanza y hoy como muchas de sus Metidas de Pata Fenomenales, la mantiene muy escondida en su Gran Salón de las Torpezas que no deben ser conocidas por los fieles.
La ciencia ha demostrado hasta la saciedad, que nuestro universo y la tierra misma existe desde hace millones de siglos y que la vida en ella se originó alrededor de 3.500 millones de años; por ende la aparición de las religiones como dogmas constituidos, en la historia de la tierra solo vienen de ayer. Antes de la invención del Dios judío, la humanidad inventó miles de otros dioses, todos ellos a imagen y semejanza del hombre, todos los cuales, a pesar de haber perdurado por varios siglos en distintas sociedades, fueron desapareciendo y reemplazados por otros. De hecho los geólogos y geofísicos modernos consideran que la edad de la Tierra es de unos 4.567 millones de años, edad determinada mediante técnicas de fechado radiométrico de material proveniente de meteoritos y consistente con la edad de las muestras más antiguas de material de la Tierra y de la Luna.
Y mucho antes de la creación formal de tales religiones, de que se escribieran sus libros sagrados y antes de que existieran incluso las generaciones que se mencionan en la Biblia, ya existía en la mayor parte de las civilizaciones el concepto de alma y de espíritu. Y el alma y el espíritu fueron palabras de idiomas y lenguas anteriores al latín, en particular en la Grecia antigua. De estas supersticiones nacieron adjetivos muy populares aún en día. “Te amo con todo mi corazón”. “Era un asesino desalmado”.
Claramente este músculo no genera sensaciones. Y se ve que la gente ignorante de la antigüedad remota, creía que los malos instintos humanos aparecían cuando el alma faltaba y al parecer, que esta alma podía entonces a voluntad entrar y salir del cuerpo humano.
Recordemos que el esfuerzo de los filólogos y expertos de la lingüística histórica y la neogramática, después de ingentes estudios concluyeron la existencia de un tronco común de las lenguas más antiguas conocidas, idioma común ancestral que se conoce como protoindoeuropeo, que está conformado por las subfamilias albanesa, armenia, báltica, céltica, eslava, germánica, griega, indoirania, que incluye las lenguas indoaria y las iranias e itálica, que comprende el latín y las lenguas románicas, a las que se suman dos subfamilias hoy desaparecidas, la anatolia que incluye la lengua de los hititas y la tocaria.

Los documentos del sánscrito y del griego clásico son los más antiguos de las lenguas indoeuropeas, exceptuando a los hititas que por entonces no estaban descifrados. Fueron muchos los pensadores de la antigüedad que avanzaron sus tesis respecto a la existencia del alma.
Demócrito siglo V al IV a. de C. establece que el alma es un conjunto de átomos esféricos capaces de pasar a través de todo y de mover las demás cosas estando ellos mismos en movimiento.
Al igual que Leucipo siglo V a. de C., otro filósofo atomista, que afirma que el alma es la causa del movimiento de los animales. Para explicar esto y a modo de ejemplo, expone el proceso de la respiración: este mecanismo de supervivencia de los vivientes consiste en el movimiento de dichos átomos hacia el exterior del cuerpo (expiración) y en la introducción de otros semejantes (inspiración).

La doctrina de Pitagoras 580-495 a. de C. adopta una postura semejante pues concibe el alma como principio y causa del movimiento. La filosofía de Pitágoras se desarrolla en una doble vertiente: una místico-religiosa y otra matemático-científica. En lo que respecta a la primera, el eje central está representado por la teoría de la trasmigración de las almas y la consecuente afirmación del parentesco entre todos los seres vivos. Según ella, las almas son entidades inmortales que se ven obligadas a permanecer en cuerpos reencarnándose sucesivamente pasando de unos a otros durante un periodo de tiempo indeterminado, hasta superar el proceso de reencarnaciones gracias a la purificación (catarsis), que culmina en el regreso del alma a su lugar de origen.
Para ello, era necesario observar numerosas reglas de purificación, por ejemplo, la abstinencia de la carne, así como diversas normas rituales y morales. Esta teoría será adaptada posteriormente por Platón, constituyendo un elemento importante de su filosofía.

Anaxágoras 500.428 a. de C. identifica este principio de movimiento presente en los animales con el Nous, causa de la armonía y orden del Cosmos que se manifiesta de diferentes modos según el animal y la persona. Empédocles afirma que el alma se compone de los cuatro elementos al igual que Platón que añade además la concepción de principio de conocimiento en tanto que las ideas, los números proceden de los elementos.
Tales y Diógenes también conciben el alma como principio motor, Tales de Mileto 630-545 a. de C. iniciador de la indagación racional sobre el universo y el primero y más famoso de los Siete Sabios de Grecia dice que es agua mientras que Diógenes afirma que es aire por ser el elemento más ligero.

Heráclito 535-484 a. de C. dice que es fuego por ser el elemento más incorpóreo y que está en continuo movimiento, del mismo modo Alcmeón siglo VI a. de C. dice que el alma es inmortal porque se encuentra en continuo movimiento igual que todos los seres divinos: la luna, el sol, el firmamento.(En ese tiempo eran divinidades, dioses.)

Para el filósofo griego Platón, 428-347 a. de C., alumno de Sócrates y maestro de Aristóteles el hombre es un compuesto de alma y cuerpo. El alma, por su parte, es inmortal y pertenece al mundo de las Ideas, por lo que su unión con el cuerpo es accidental. Platón llega a admitir la doctrina pitagórica de la reencarnación, de modo que llevar una vida “sabia” puede ser una garantía para volver al mundo de las Ideas.
El cuerpo, por su parte, será siempre valorado por Platón de un modo peyorativo y despectivo: es lo que nos impide “despegar” de lo sensible, lo que pretende “atarnos” a los placeres y los datos aparentes. Por ello, Platón llega a referirse al cuerpo como la “cárcel” del alma. En segundo lugar, Platón, divide el alma humana en 3 partes: por un lado el alma racional, que es inmortal e inteligente, está situada en la cabeza y se encarga del pensamiento. Situada en el tórax estaría el alma irascible: sería el lugar propio de las pasiones y los sentimientos, tratándose en este caso de un alma mortal. Por último, en el abdómen estaría el alma concupiscible (o apetitiva), donde residen los impulsos, instintos y pasiones innobles.

Aristóteles, alumno de Platón en la Academia, luego postulará al respecto que existen seres vivientes y seres no vivientes en función de si poseen las funciones vitales que los definen como tales seres, es decir, en función de si poseen alma, vida. Las preguntas a resolver que se plantea desde un principio son: el alma, ¿es una sustancia primera, o una categoría de la sustancia (cualidad, cantidad..)?, ¿es potencia o es acto?, ¿es divisible o irreducible?, ¿son todas las almas iguales o varían según la especie, género?
 Concluye que las afecciones del alma son inseparables del cuerpo y enuncia que las propiedades que posee el alma de modo esencial son movimiento y sensación, es decir, los seres animados se distinguen de los inanimados en que se mueven y sienten.

En resumen, todas las doctrinas en torno al alma, como vemos, no son creaciones de Platón, Aristóteles ni menos del catolicismo, sino una temática que ha ocupado la imaginación de los pensadores que data de tiempos muy remotos y que en general fueron recogidas por las religiones para implementar sus doctrinas. Todas tienen en común que las han identificado y definido por sus características de: movimiento, sensación, incorporeidad y conocimiento. Los que la conciben como principio de conocimiento también la conciben como compuesta por todos los principios según la afirmación de que “lo semejante conoce por lo semejante" y teniendo en cuenta que "el alma conoce a todas las cosas".
Es importante acotar, para desmitificar otra falacia, que la Iglesia construyó su doctrina actual, la que enseña hoy, en sucesivos Concilios a partir del siglo IV d. de C. hasta el siglo XVIII a lo menos y aún todavía sigue afinando los errores bíblicos, interpretando conceptos y variando permanentemente la interpretación de los dichos sagrados según convenga a los tiempos y que para ello, se basó justamente en las concepciones platónicas y que lo curioso no es que estas tesis del alma persistan hasta la actualidad, sino que La Iglesia Romana Medieval y sus equivocadas concepciones y supercherías persistan aún en nuestros tiempos.

Posiblemente ello se deba, a su absoluta falta de principios éticos y morales que se manifiestan en su capacidad camaleónica para ir acomodando su discurso según sea su conveniencia política del momento. Ello se entiende mejor, cuando comparamos que para algunos pasajes de la Biblia, se insiste en que su mensaje es absolutamente literal y que siendo palabra del señor, no puede ser interpretada de otra forma y en otros, donde no le conviene o se aprecia una absoluta falta de consecuencia o conocimiento, se prefiere explicarla a manera de metáforas o bien recurriendo a parábolas, sin explicar por qué en tales casos Dios no dijo sencillamente lo que deseaba expresar.

Como ejemplo de los dicho, presento un caso muy difundido en internet, referente a la Doctora Laura Schlessinger, psicóloga, consejera familiar y autora de best-sellers como "Los Diez Mandamientos”y “El significado de la ley de Dios en la vida cotidiana", entre otros, quien lleva más de una década como conductora de un programa de radio que se emite desde California y es el segundo talk show más oído de Estados Unidos, además de numerosas intervenciones en shows y programas televisivos.
En su programa da consejos en directo a los oyentes que llaman por teléfono. Recientemente saltó a la polémica pública, cuando afirmó que la homosexualidad no podía ser consentida bajo ninguna circunstancia a la luz de lo que se dice en el versículo 18:22 del Levítico: "No yacerás con varón como mujer, es abominación".

Un oyente de su programa, bastante ingenioso y ostensiblemente muy culto, le escribió una carta abierta que ha sido difundida a través de muchos medios de comunicación. Este texto es un modelo del modo de replicar con fina ironía a los despropósitos y desmanes ideológicos que protagonizan quienes utilizan la Biblia como verdad suprema e inmutable.

“Querida Dra. Laura:
Gracias por dedicar tantos esfuerzos a educar a la gente en la Ley de Dios. Yo mismo he aprendido muchísimo de su programa de radio e intento compartir mis conocimientos con todas las personas con las que me es posible. Por ejemplo, cuando alguien intenta defender el estilo de vida homosexual me limito tan sólo a recordarle que el Levítico, en sus versículos 18:22, establece claramente, que la homosexualidad es una abominación.


De todas formas, necesito algún consejo adicional de su parte respecto a algunas otras leyes bíblicas en concreto y cómo cumplirlas: a) Me gustaría vender a mi hermana como esclava, tal y como indica el Éxodo, 21:7. En los tiempos que vivimos, ¿qué precio piensa que sería el más adecuado?


b) El Levítico, 25:44, establece que puedo poseer esclavos, tanto varones como mujeres, mientras sean adquiridos en naciones vecinas. Un amigo mío asegura que esto es aplicable a los mexicanos, pero no a los canadienses. ¿Me podría aclarar este punto? ¿Por qué no puedo poseer canadienses?


c) Sé que no estoy autorizado a tener contacto con ninguna mujer mientras esté en su período de impureza menstrual (Levítico 5:19-24). ¿Cómo puedo saber si lo están o no? He intentado preguntarlo, pero muchas se ofenden.


d) Tengo un vecino que insiste en trabajar en el Sábado. El Éxodo 35:2, establece que merece la pena de muerte. ¿Estoy moralmente obligado a matarlo yo mismo?


e) En el Levítico 21:20 se establece que uno no puede acercarse al altar de Dios si tiene un defecto en la vista. He de confesar que necesito anteojos para leer. ¿Mi agudeza visual tiene que ser del 100 por ciento? ¿Se puede rebajar un poco esta condición?


f) La mayoría de mis amigos (varones) llevan el pelo bien cortado y cuidado, incluso en la zona de las sienes, a pesar de que esto está expresamente prohibido por el levítico, 19:27. ¿Cómo han de morir?


g) Sé gracias al Levítico, 11:6-8, que tocar la piel de un cerdo muerto me convierte en impuro. ¿Puedo seguir jugando al básquet si me pongo guantes?


h) Mi tío tiene una granja. Incumple lo que se dice en el Levítico 19:19, ya que siembra dos cultivos distintos en el mismo campo, y también lo incumple su mujer, ya que lleva prendas hechas de dos tipos de tejido diferentes (algodón y poliéster). El, además, se pasa el día maldiciendo e insultando. ¿Es realmente necesario llevar a cabo el engorroso procedimiento de reunir a todos los habitantes del pueblo para lapidarlos? (Lev 24:10-16). ¿No podríamos sencillamente quemarlos vivos en una reunión familiar privada, como se hace con la gente que duerme con sus parientes políticos? (Lev 20:14).


Sé que usted ha estudiado estos asuntos con gran profundidad, así que confío plenamente en su ayuda. Gracias de nuevo por recordarnos que la palabra de Dios es eterna e inmutable.


Su adorado aficionado, James M. Kauffman, Ed.D. Professor Emeritus, Dept. Of Curriculum, Instruction, and Special Education University of Virginia".

Decíamos que en los tiempos en que el hombre trataba de definir si tenía alma y adoraba diferentes dioses no existía la Iglesia Católica, ni existía doctrina, ni existía la Santísima Trinidad ni el culto a María y ni siquiera muchos de los pasajes de sus llamados Evangelios, que según los expertos, fueron escritos con posterioridad a la creación del catolicismo e insertados maliciosamente en los escritos que ahora se dicen fueron de estos evangelistas.
Más aún, en el tiempo del Cristo histórico, sus seguidores fueron muy menguados, no más de treinta y solo se mantuvo junto a él su núcleo familiar de donde provienen sus mentados apóstoles, varios de ellos hermanos, vecinos y primos de Jesucristo. Después de su desaparición, entre los primeros y divididos grupos cristianos esparcidos por el mundo romano, en su mayoría gnósticos, predominaba la admiración por Jesucristo, pero solo en cuanto a su creencia que era el Mesías anunciado en la Torá y la tradición judía, que venía a anunciar el Fin de los tiempos. De hecho el nombre "Cristo", es una traducción literal del hebreo "Mesías".  Esa era la discrepancia dentro de la Sinagoga y por eso fueron segregados. Nunca que éste fuera el hijo de Dios. No podría haber sido, ya que todos los grupos cristianos eran judíos y siguieron siempre hasta su muerte siendo miembros de la religión judía que acepta Un solo Dios, sin hijos ni familia, sin vírgenes ni esposas que se sientan a su vera en el cielo.

Tal como lo dice y reitera el Viejo Testamento, que desmiente terminantemente al Nuevo Testamento, inventado por el movimiento creado por el Emperador Romano Constantino, que ahora se llama Catolicismo y como lo dicen todos los días los fieles judíos esparcidos por el mundo en el shema: "Oye Israel, Adonai es nuestro Dios, Adonai es (solo) Único". (Deum.64).
El escrito judío habla de un Dios, el manuscrito romano de tres dioses en uno. Por su parte los judíos nunca consideraron ni en esos tiempos ni en los actuales que Jesús fuera tal Mesías, al que aún siguen esperando. No hay datos que estos primeros cristianos aseguraran que Cristo era el hijo de Dios.
El Islamismo por su parte por intermedio del mismo Corán, su Libro sagrado escrito según ellos personalmente por Mahoma (que era analfabeto) y dictado por el Ángel San Gabriel, que bajaba especialmente a la tienda de Mahoma para dictárselo, dice en referencia a la Trinidad: “¡No digáis Tres! ¡Basta ya, será mejor para vosotros! Alá es solo un Dios Uno".

Fue Pablo quien inventó al Cristo que hoy se adora, él fue el primero en promover la idea que era el hijo de Dios, el Salvador de la Humanidad enviado por su Padre a salvarnos del Infierno. Por tanto las teorías del alma y del espíritu, sacadas de la Tora judía, donde efectivamente se mencionan reiteradamente, recogieron primero el estudio metódico y contundente de numerosos sabios de la antigüedad, que le dieron solidez a tales menciones y de los que se colgaron los sabios de la iglesia católica, sus teólogos y compiladores para escribir la doctrina al respecto.

Referente a la palabra alma, la Biblia hace varias menciones al espíritu de Dios. En el Génesis mismo, como bien se expresa en la pág. http://etimologias.dechile.net/?alma, se menciona que Dios le dio vida a Adán soplando, o sea le pasó su aliento, su ánimo, su espíritu. Cuando alguien muere se dice que expira, que exhala su último aliento, deja ir el alma.
En el Éxodo Dios abrió el mar con el soplo de su nariz o con su aliento (ánimo o espíritu). Las traducciones griegas utilizaron la palabra vernácula ánemos y de ahí la tomó el latín. Siendo el viento invisible y los humanos solo sensibles a sus manifestaciones, los hebreos supusieron que el viento era una manifestación de la presencia de Dios. En las lenguas semíticas, al menos en hebreo, arameo y árabe, también hay relación entre las raíces de las palabras alma=soplar y naríz.
La idea de que el alma es el soplo de vida, la respiración, la prueba de que se está vivo, está en la base de esta relación. En español se suele usar la palabra ánima para decir alma, pero en realidad ánima en latín no significa alma ni mente ni espíritu, ese significado lo expresaba su parónimo animus, cuya ubicación para los antiguos era la cavidad pectoral, de donde la sinonimia de las expresiones in pectore e in animo, algo así como soplo vital, una especie de hálito o brisa que al exhalarse implicaba la muerte. Espíritu viene de la palabra griega spirae=soplar.


En el diccionario de la lengua española alma tiene innumerables sinónimos y definiciones, algunos de ellos vergonzosos desde la perspectiva de apreciar como la religión con sus tentáculos de poder, ha colocado sus definiciones dogmáticas en la sociedad utilizando a sus funcionarios creyentes, ubicando la terminología metafísica para definir el alma, que ya dijimos no solo es imprecisa y especulativa y para nada científica, como la primera opción. Así cualquiera que consulta  en línea el Diccionario de la lengua española © 2005 Espasa-Calpe: encontrará que alma  es= "Parte inmaterial del ser humano que es capaz de entender, querer y sentir y que, con el cuerpo o parte material, constituye la esencia humana".

De manera que si el consultante es un niño por ejemplo de diez años, nadie le sacará de su cabeza que primero, el alma existe; segundo, que ello no puede ser falso por que lo dice la Real Academia de la Lengua Española y tercero que se supone que estos académicos que la integran y avalan tal definición por mayoría, son personas serias, doctas y justas y sobre todo criteriosas.

No puede saber un niño, que probablemente estos ancianos son antiguos católicos, fanáticos religiosos posiblemente octogenarios, poco interesados en sus labores académicas a pesar que son muy bien pagadas, que nunca se han preocupado de examinarse a si mismos si su creencia personal es racional y no solo un cuento de hadas y que las cosas íntimas y sobre todo si son del ámbito de la superchería, no pueden mezclarse, especialmente si avalan y dan carta de ciudadanía a una entelequia que no pasa de ser un acto de fe.

Probablemente cuando llegue el momento de exigirles cuentas por tamaña irresponsabilidad ya estarán jubilados o muertos, y quizás (lo digo pensando en ellos) en el reino de los cielos, repletos de la gracia de Dios, acunados por los cánticos de bellos ángeles alados tocando liras y chupando trozós de maná, que es el único alimento que podrán conseguir.
No les deseo mal, pero ojalá exista un infierno espinoso, ruidoso y en subida, especial para irresponsables, hecho de pedernal siempre encendido y completo de diablos pederastas que odien a los académicos descriteriados. Por fortuna estos sujetos no pertenecen a las religiones africanas antigüas, por supuesto tan respetables como la cristiana, donde muchas tribus primitivas creían que el alma era el reflejo que veían de sus cuerpos en los charcos de agua, sino esa sería la definición de alma que estaríamos discutiendo.

Es vergonzoso además, porque siendo estas palabras usadas mucho antes de que se supiera de ángeles y demonios y desde luego catolicismo papas y exorcistas, ya alma y espíritu eran un sinónimo de álgo íntimo, profundo, la expresión última y sublime de cualquier cosa. Algunos ejemplos, que encontramos a la cola en el mismo texto, son valor, fuerza o ánimo para actuar frente a las dificultades. Persona considerada por una cualidad determinada: espíritu aventurero. Conjunto de cualidades, gustos y características de una persona: es una persona de espíritu muy noble y refinado.  Principio general, idea central o intención. Tendencia o inclinación que puede apreciarse en las manifestaciones de una persona o colectividad: la defensa de la naturaleza debe formar parte del espíritu de nuestra época. Signo ortográfico empleado en la lengua griega que indica aspiración. Sustancia que se extrae de ciertos cuerpos sometidos a la destilación: espíritu de vino. Espíritu de contradicción; espíritu de la ley y varias otras más.

Las nombradas primero, está bien que las usen en el recinto de sus templos los creyentes, pero no se puede llamar a confusión (que es justamente la intención) para colocar la idea en la población que alma es la esencia de la parte humana, cuando no se ha probado que existe, no es enseñanza aceptada en el ámbito educacional, no se puede localizar y porque todo lo concerniente al alma es solo palabrería hueca, indemostrable y dogmática, que como vimos forma parte del conocimiento cultural de filósofos y pensadores de la antiguedad, que en casi todas sus concepciones, matemáticas, astronómicas y con mayor razón las metafísicas estaban profundamente equivocados, pero que tienen la importancia de haberse referido al tema, entregando lineamientos generales, métodos y casi toda una vida al análisis de sus teorías, que hoy sirven de punto de partida para muchas de las ciencias. 

Ahora y para finalizar de explicar lo que se entiende por Alma y Espíritu, haré referencia a la pág. http://es.scribd.com/doc/61707410/Alma-y-Espiritu, donde el Ingeniero Mario Olcese, nos ilustra con un artículo titulado Una Crucial Diferencia, que resumiremos.
Se explica aquí, que desde tempranas traducciones tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento ha prevalecido una confusión de las palabras alma y espíritu que han desviado su verdadero significado, pues están siendo utilizadas incorrectamente.

“El uso extendido de la palabra "alma" es totalmente inapropiado al referirse a la parte inmortal de nosotros la cual, de acuerdo con las religiones judeocristianas, sobrevive a la muerte y es eterna. Y esta confusión tiene su origen en un error de siglos atrás, que data desde la misma primera versión traducida de los libros que componen la Biblia tal y como la conocemos ahora, es decir, la versión conocida como la Septuaginta. Esta traducción hecha a partir de los textos originales del hebreo hacia el griego, fue ordenada por Tolomeo, gobernante de Egipto unos tres siglos antes de El Mesías.

La historia nos dice que de acuerdo con su idea de la creación de lo que llegaría a ser la famosa Biblioteca de Alejandría, Tolomeo fue convencido por Demetrio de Falaro, su bibliotecario en jefe, de la necesidad de tener dentro de ella los libros sagrados de los israelitas debido a la relevancia e importancia de su contenido. Y así, Tolomeo envió a Jerusalén algunos delegados, dentro de ellos Aristeo, un oficial de la guardia real, para solicitarle a Eleazar, el Sumo Sacerdote de los judíos, les proveyera una copia de la Ley así como a los sabios israelitas educados en el Templo de Jerusalén capaces de traducirla al griego.

La delegación fue exitosa: una copia ricamente ornamentada de la Ley fue enviada a Tolomeo junto con setenta y dos israelitas, seis de cada tribu, quienes fueron asignados para ir a Egipto y llevar a cabo el deseo del rey Tolomeo. Fueron recibidos con grandes honores y durante siete días asombraron a todos con la sabiduría que mostraron al responder setenta y dos preguntas que les fueron formuladas; después, fueron conducidos a la solitaria isla de Faros, donde comenzaron su trabajo de traducir la Ley, ayudándose mutuamente y comparando sus traducciones particulares conforme las iban completando. Leyendas y mitos posteriores argumentaban que cada uno de ellos hizo su propia versión sin consultar a los demás y que cuando compararon los trabajos finales, éstos eran idénticos; esto, por supuesto, es falso.
De hecho, existen muchos testimonios históricos, incluyendo la carta de Aristeo a su hermano Filócrato, que afirma lo contrario a esa leyenda. Y más aún, Jerónimo, el traductor de la Septuaginta a su versión latina (Vulgata), descartó esas leyendas como meras fábulas llenas de falsedad (Prefacio en Pentateuchum, Adv.Rufinum, II, XXV).

Como sea que hubiera sido, finalmente la traducción fue completada y el rey pareció muy satisfecho con el trabajo y lo colocó dentro de su nueva biblioteca. Pero lo que verdaderamente sucedió es que, en ese entonces, las relaciones entre los sacerdotes judíos de Jerusalén y la comunidad judía en el exilio -que usaba comúnmente el griego como su idioma cotidiano- eran casi inexistentes y ahí surgió el primer problema: confiar la traducción a los sacerdotes judíos de Egipto, que aun cuando muy capaces de manejar las sutilezas del griego, estaban muy lejos de poseer la sabiduría de los ilustres sacerdotes educados a la sombra del Templo de Jerusalén, o depender de los expertos en la Ley hebrea residentes en Judea, cuya comprensión del griego era vaga.

Y para abundar, había otro problema adicional, como lo explica Brenton, el experto en versiones traducidas de la Septuaginta: "Una dificultad que ellos tuvieron que sobrepasar fue la de introducir ideas teológicas, de las cuales ellos solo tenían los términos correctos en hebreo, al lenguaje de los gentiles, el cual para ese entonces carecía de nociones religiosas más allá de las propias de los paganos. De ahí la necesidad de usar muchas palabras o frases tratando de darles un nuevo y apropiado sentido." 
Había dos palabras en hebreo que carecían de equivalente en griego (en aquella época, el Koiné era el dialecto en boga): rúaj (espíritu y en género femenino) y néfesh (alma, masculino). Ambas fueron traducidas como psyjé, la que asimismo fue usada para traducir del hebreo hacia el griego una tercera palabra, la palabra "mente", por lo cual psyje vinieron a significar, indistintamente, "mente", "espíritu" y "alma". Rúaj fue la palabra usada en los textos originales para describir algo que es inmortal y etéreo, contrariamente a néfesh que se refería a algo material, físico, que podía ser tocado, comido y ciertamente no inmortal.

En algunas versiones bíblicas modernas, muy debatidas dentro de sus respectivas comunidades, sus revisores han corregido a partir de 1960 estas discrepancias -cambiando el término alma por el de "persona" o "ser", aunque han sobrevivido errores como sucede en las versiones revisadas de la traducción conocida como Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, donde Pablo hace una cita bíblica (usando el término que venía en la Septuaginta) que si usted la sigue, no corresponde a la letra del versículo citado en esa misma Biblia. Así, en las versiones revisadas posteriormente a 1960 en Corintios 1 15:45 Pablo afirma: "Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán, alma viviente"...El texto citado (Génesis 2:7) dice: "...y fue el hombre un ser viviente"... Como puede apreciarse, este segundo texto fue ya corregido aun cuando el revisor tímidamente usa la palabra "ser" en lugar de la original del texto hebreo que es "espíritu".

El texto de Pablo, no corregido aún probablemente por omisión o descuido, permanece apegado a la versión Septuaginta, con el uso inapropiado de la palabra "alma" en lugar del término "espíritu". Probablemente se percató Pablo de esto porque a continuación explica: "el postrer Adán, espíritu vivificante"; es decir, el que vivifica al cuerpo es el espíritu, no el alma. Es por esto que muchos creyentes en las religiones cristianas acostumbran todavía hoy en día, seguir denominando al espíritu como alma”.

Bien, esta información es muy relevante, porque efectivamente de antiguo hay dos corrientes al interior de los teólogos y también de creyentes que se disputan tener la razón, más bien dos escuelas de pensamiento respecto al estudio de la parte invisible del ser humano, los "Tricotomitas" y los "Dicotomitas".
Los "Tricotomitas" creen que le ser humano está compuesto de tres partes; espíritu, alma y cuerpo. Y los Dicomitas creen que el ser humano está compuesto por dos partes espíritu/alma y cuerpo, donde las palabras espíritu y alma son usadas para hacer referencia a la misma cosa.

El mayor problema que existe, es que los Tricotomitas al hacer diferencia entre el alma y el espíritu establecen que el Espíritu es aquella parte del ser humano que tiene la capacidad de comunicarse con Dios "sin ninguna intervención de la razón o el entendimiento". Maestros Tricotomitas sostienen la idea de que "el hombre es un espíritu que posee un alma y vive en un cuerpo".
De esta manera si el ser humano es tripartito, entonces lo que sucede en el alma puede ser conocido por el espíritu, (ser inmaterial dotado de inteligencia) pero no lo opuesto, vale decir, el alma no puede comunicarse con Dios ni saber lo que piensa el espíritu.
El Sr. Gary Zeolla, Dicotomita, de Darkness to Light Ministries, en un estudio respecto a este tema dice lo siguiente referente a los comentarios del maestro Tricotomita, Watchman Nee: (1930-1972) un influyente predicador cuyas ideas todavía influyen la iglesia hoy.

Su posición es un buen ejemplo de la tricotomita. "La Intuición es el órgano de sensación del espíritu humano… ese conocimiento que viene a nosotros SIN NINGUNA AYUDA DE LA MENTE, emoción o voluntad, viene intuitivamente…" La Comunión es adoración a Dios. Los órganos del alma son incompetentes para adorar a Dios. DIOS NO ES APPREHENDER POR NUESTROS PENSAMIENTOS, sentimientos o intenciones porque Él puede solo ser conocido directamente por nuestros espíritus".
Los Dicotomitas objetan a esta supuesta relación con Dios en la cual el intelecto de la persona no está involucrado y lo cual llevaría a una relación sin fundamento basado en conocimiento ya que todo ocurre en el ámbito espiritual, de forma espontánea y sin ser procesado por la mente.
Los Dicotomitas sostienen que la Biblia a primera instancia da la impresión de enseñar la "Tricotomía" del hombre, pero que una vez cuidadosamente estudiada en realidad enseña la "Dicotomía".

Cuando se hace un estudio del significado de alma y espíritu en distintos  diccionarios, tal parece que las definiciones fueran iguales.
Una rápida mirada al Tesoro Roget's (el famoso Tesauro de Peter Mark Roget, médico inglés que en 1805, cuando tenía 26 años, concibió para su uso particular un catálogo clasificado de palabras que publicó a los 73 años, con tanto éxito, que se convirtió en un diccionario de trabajo imprescindible que ha tenido al menos treinta ediciones) muestra que uno de los sinónimos para la palabra alma es espíritu. Y uno de los sinónimos para la palabra espíritu es alma. Por lo que en su uso popular, las palabras son intercambiables. Un estudio de las palabras originales en el griego y el hebreo parecen ofrecer resultados similares.
Otro estudio comparativo de la forma en que se usan las palabras "alma" y espíritu" en la Biblia nos demuestra que las características del alma y del espíritu son aparentemente idénticas y que tienen las mismas capacidades por lo que es probable que sean una referencia a la misma cosa.
El Teólogo Louis Berkhoff dice lo siguiente en cuanto al tema: "La postura usual es que el hombre consiste de dos partes, cuerpo y alma. Esto está en armonía con la auto-conciencia del hombre, y es también tomado de la Escritura, la cual habla del hombre como consistiendo de "cuerpo y alma", Mateo 6:25; 10:28, o de "cuerpo y espíritu," Eclesiastes 12:7; I Corintios. 5:3,5".
 
Algunos son de la opinión de que las palabras alma y espíritu, denotan distintos elementos, y que por lo tanto el hombre consiste de tres partes, cuerpo, alma y espíritu, ver I Tesalonicenses 5:23.
Sin embargo, es evidente, que las dos palabras 'alma' y 'espíritu' son utilizadas intercambiablemente. La muerte a veces es referida como entregando el alma, Genesis 35:18; I Reyes 17:21, y otras veces como entregando el espíritu, Lucas 23:46; Hechos 7:59. Los muertos en algunos casos son llamados "almas", Revelación. 9:6; 20:4, y en otros 'espíritus', I Pedro 3:19; Hebreos 12:23. Los dos términos denotan el elemento espiritual del hombre desde distintos puntos de vista.
Como espíritu es el principio de vida y acción, el cual controla el cuerpo, y como alma es el sujeto personal, el cual piensa y siente y desea, y en algunos casos es el asiento de las afecciones."

El Dr. Osvaldo Marino, presenta otra alternativa a este dilema en su libro Neuiasis : "Pero por no obedecer a Dios el hombre quedará con la naturaleza de la carne y será destituido de la imagen espiritual. Cuando el hombre llega a Cristo, la Biblia nos enseña que el Espíritu Santo recrea en él la imagen perdida de Dios (2 Corintios 3:18).
Pensamos entonces que el hombre natural es poseedor tan solo de cuerpo y alma. A través de su vida pasará por su sinnúmero de circunstancias que serán usadas por Dios para moverlo a la fe. Esta fe que promovida por el Espíritu Santo y propulsada por el gran amor de Dios por sus criaturas hace que el corazón se abra a Dios. El Espíritu Santo entonces entra al alma del individuo y la fecunda. De esta unión producida por la fe se da el nuevo nacimiento. En el momento en que el Espíritu Santo toca el alma humana se concibe un nuevo ser. Este hombre será ahora cuerpo, alma y espíritu". Él dice que el hombre sin Dios no tiene espíritu, es solo alma y cuerpo pero que el creyente si tiene espíritu y por lo tal es "espíritu, alma y cuerpo".
 No quiere decir que esta interpretación este correcta ni tampoco que este equivocada, solo que así de esta manera tiene usted otra puerta de pensamiento respecto a este tema”.

Como los estimados lectores podrán apreciar, los pensadores cristianos del gran abanico de religiones que lo integran, no logran ponerse de acuerdo ni aterrizar un concepto definitivo sobre estas entelequias. Para su consuelo puedo decirles que el muy sabio entre los sabios, San Agustín de Hipona, trató de llegar a una decisión al respecto y no pudo. Por lo tanto, si una mente tan grande como la de San Agustín, que creía en criaturas monstruosas con dos cabezas, hombres de un solo pie, otros que tenían ojos en el pecho y ángeles con seis pares de alas, no pudo resolver este acertijo por más que estrujó su mente o cerebro, (que ya vemos que para los cristianos es sinónimo de alma) menos lo harán estos pastores, sacerdotes y teólogos supersticiosos que creen en resucitaciones, brujas, súcubos y mal de ojo.
Cabe aquí intercalar a propósito de monstruos, que en el tiempo dorado del catolicismo, en esa Edad Media que tanto añora la clase clerical, existía la creencia generalizada en la existencia de monstruos humanos por la Iglesia y por su intermedio la sociedad; y junto a ellos, criaturas y lugares extraordinarios, como el ave fénix, los unicornios, el reino de Preste Juan, la Fuente de la Eterna Juventud y el Paraíso Terrenal, que originó graves problemas teológicos a la Iglesia, por cuanto la existencia de estos seres rompía la armonía y el orden de la naturaleza.

No hay que olvidar que el término naturaleza proviene de la palabra germánica naturist que significa “el curso de los animales, carácter natural” y natura es la traducción latina de la palabra griega Phisis, que en su significado original hacía referencia “a la forma innata en la que crecen espontáneamente plantas y animales”.

Aquí, para un observador sagaz está otra vez no solo la sotana sino la mano negra de la Iglesia. ¿Es verdad que las plantas y los animales y entre ellos los hombres nacemos espontáneamente? ¿No se parece eso demasiado a la teoría creacionista de que la raza humana viene de la nada?
¿O es qué acaso, como asegura la Biblia que sucedió en el Edén, de pronto en las selvas por arte de magia aparece un león? ¿En un río se crea espontáneamente un cocodrilo? ¿O una colina en un par de segundos se llena de flores en la ladera de una montaña, o crece un antiguo y hermoso sicomoro?

Desde luego que nunca ha sido así, pero eso lo sabemos gracias al método científico. Si no, capaz que todavía estaríamos pensando que Dios los pone al azar donde se le ocurre y que efectivamente la cigüeña trae los bebes.
En la actualidad la definición de naturaleza no ha sido dictada por estos creadores del mundo invisible y sus fórmulas mágicas, aunque no cabe duda que la teoría creacionista y esta misma idea fundamentalista y dogmática no ha cambiado en los últimos 16 siglos. Como se sabe los partidarios del creacionismo y su primo hermano el diseño inteligente, rechazan el evolucionismo descubierto por Darwin y dicen que no descienden de animales sino que fueron creados por Dios, tal cual asegura la Biblia y otros libros religiosos.

Para esplicarse lo que es la naturaleza, existe todo un proceso evolutivo que explica la vida natural totalmente diferenciado de cualquier ocurrencia sobrenatural y de la teoría del mundo de un mundo dual. El contexto moderno la observa más bien como un universo físico y sus fenómenos, que comprende desde el mundo subatómico al galáctico, excluyéndose los objetos artificiales y la intervención humana.

Pero el tema que tratamos de insertar es que, para el catolicismo y posiblemente algunas otras religiones, la naturaleza era una expresión de Dios, la forma en que Él mostraba al mundo su inteligente creatividad, la perfección, orden e inmutabilidad organizada del mundo que nos legó, el patio trasero del Jardín del Edén, la cual desde luego se resiente cuando aparece el monstruo, esa distorsión o error de la naturaleza.
El monstruo es un error que prueba la falibilidad de la naturaleza, de la creación y en última instancia, y he ahí el problema, del mismo Dios.
Tal era la opinión de Arnheim, muy respetado por la Iglesia medieval, quien decía: “…Pero el nacimiento de un monstruo es un fallo de la naturaleza misma y constituye una amenaza a nuestra fe en la lógica de todo lo que crece. En ese sentido el monstruo provoca miedo, incertidumbre, desazón, de esta manera las deformaciones son comentarios sobre la naturaleza que pueden provocar indignación, pero los monstruos suscitan inquietud porque muestran el fracaso de la realidad misma”.

La Iglesia de la Edad Media por tanto, se encuentra atrapada entre la necesidad de explicar este desorden o fallo de la naturaleza y mantener incólume el postulado que hace suyo la Biblia, según el cual la naturaleza como obra de Dios es perfecta. ¿Es posible que Dios se equivoque o lo haga la naturaleza?
En tal disyuntiva, a los sabios católicos, por mucho que les doliese, solo les quedó justificar la existencia de estos seres anómalos, de cuya existencia hablaban los viajeros y los héroes medievales, en  las zonas periféricas del mundo conocido. Reconocer que existen y que son criaturas de Dios y que este error es solo aparente y que el error no es tal desde el momento que estaba en el Plan de Dios. Al final, los designios Dios son inescrutables.

Por eso es que San Isidoro y con él la Iglesia, escribe en el libro XI de sus Etimologías el capítulo Del hombre y los seres prodigiosos, donde se reconoce la existencia de estos seres y hechos fantásticos que varios escritores, todos ellos jerarcas de la Iglesia y mentirosos además, dicen haber visto en sus viajes por extrañas y desconocidas tierras.
Isidoro señala, contestando a uno de sus críticos:
“Varrón dice que los portentos son las cosas que parecen naceren contra de la ley de la naturaleza. En realidad no acontecen contra la naturaleza, puesto que suceden por voluntad divina, y voluntad del creador es la naturaleza y todo lo creado”. Se fija así la doctrina que la maravilla (este presunto error) no es contrario a los dictados naturales y tales hechos se conocen con el nombre de portentos, ostentos, monstruos y prodigios, porque según Isidoro anuncian, manifiestan, muestran y predicen algo futuro. Ya sabemos entonces, que dirá el Vaticano, si por ejemplo se descubre un planeta habitado, o la existencia de seres extraterrestres, que aunque no conozcan a Dios ni hayan escuchado en su vida que hay una religión llamada Católica que dice representar a Dios en la tierra, pasarán a ser para la Iglesia su creación incógnita, que no nos quiso comunicar, sencillamente por que no le vino en gana por aquello de los designios inescrutables. Total, el papel aguanta de todo, por más absurdo que sea… y los creyentes también.

Esta persistencia humana de buscar respuestas a preguntas trascendentales, al origen de la vida y al misterio de la muerte, que ha conformado con el devenir de las épocas la Filosofía y la Sicología y de allí incontables otras disciplinas que como la Metafísica, proponen algunas posibles contestaciones y constituyen de hecho un respaldo a estos dogmas de fe, ya que la especulación y las conjeturas a falta de pruebas materiales e históricas, son la única manera de tratar de entender qué piensan, qué hacen, dónde están y qué persiguen tales seres fabulosos, celestiales y sobrenaturales a quienes se achaca la creación humana y del universo y si hay vida después de la muerte.

Hemos visto que desde el seno mismo de estas especulaciones, que bien podemos denominar supersticiones, dogmas de fe, convicciones religiosas y también locuras delirantes, se incorporaron al lenguaje innumerables expresiones que tratan de definir esta conducta esotérica, que cómo las palabras alma y espíritu, son el tema que trataremos de abordar, principalmente porque al igual que los dioses y diablos, ángeles y demonios, corresponden a esa entelequia irreal, invisible, inubicable, indetectable, inasible, inclasificable, inodora, insípida e incolora; incorpórea, pero que se especula es etérea, sutil, sublime y divina, que son la característica de estos entes del mundo invisible.

Aunque parezca un contrasentido, ya que jamás ello ha sido probado de ninguna manera, es creencia generalizada en casi todo el mundo por una abismante mayoría, que el alma es parte del cuerpo humano, así como que también en él habita un espíritu. Si señor o señora, usted entendió bien. No es una tomadura de pelo. Hay quienes dicen, basados en las especulaciones teológicas de algunas religiones, que la Metafísica hace suyas como verdad revelada, que dentro de nuestro cuerpo, en alguna porción de él, no se sabe dónde, cohabitan tal cual lo hacen ciertos parásitos, estos dos entes como son el espíritu y el alma, que al igual que el hombre son creaciones de Dios, una como es el espíritu a través de su soplido divino al inicio de la vida de cada criatura viva que se mueve, incluyendo plantas, arboles y mundo vegetal, más esa incrustación invisible y a imagen de la figura humana llamada alma, que en ese mismo acto del nacer, Él personalmente coloca en  cada embrión.

En las instrucciones que Dios dio al hombre después de crearlo, utilizó de nuevo el término néfesch para referirse a la creación animal: “Todo lo que se mueve sobre la tierra en que hay vida como alma [literalmente, en lo que hay alma viviente (néfesch)]”(Génesis 1:30.)
(La néfesch significa "garganta", "fauces" (2Samuel 16:14), "el que respira" (Job 41:13, 20, 21). Néfesch viene de una raíz que significa “respirar”, y en un sentido literal se podría traducir como “un respirador”. Exactamente la misma expresión hebrea que se usa para la creación animal, a saber, néfesch jaiyáh (alma viviente), se aplica a Adán cuando se dice que después que Dios formó al hombre del polvo del suelo y sopló en sus narices el aliento de vida, “el hombre vino a ser alma viviente” (Gé 2:7.).

Ello, porque según la mitología cristiana, en la creación Dios insufló su propio espíritu al soplar el barro con que fabricó la primera criatura. Y no contento con eso, incrustó además en el momento del nacimiento de cada mortal, bestia o ser de la tierra que se mueve, a todos quienes previamente sopló uno por uno, una especie de cuerpo invisible, un doble o réplica inmaterial, una copia exacta del cuerpo humano a su imagen y semejanza, algo así como un guardián que tiene por misión conducirle al cielo.

No estamos hablando del Ángel de la Guarda, que viene a ser otra entidad más que acompaña a cada hombre. Nos referimos a la mentada alma, cuyo principal distingo del espíritu es actualmente, que al contrario de lo que se enseñaba antes, ahora se dice que el alma no es substancia de Dios, sino mera creación. Otra más, como el hombre y los ángeles.

Es decir, este Dios desconfiado, inseguro y celoso de su propia obra creativa, según la doctrina cristiana puso para cada ser de la tierra, repetimos que para el caso de los humanos, pues los animales y hasta las plantas también habrían sido sopladas por Dios y por tanto tienen alma, tres criaturas para cada uno, a saber: Un ángel de la guarda, un espíritu y un alma, todos ellos gravitando sobre el cuerpo humano y con confusos roles entre si y en relación a su misión específica.

Es interesante destacar que bíblicamente nada se dice respecto a que si Dios también sopló su espíritu en animales y plantas, ya qué solo se afirma que tanto plantas y animales tienen alma, pero nada se indica referido al espíritu. En cambio en el hombre, que fue soplado de la misma manera, si se señala taxativamente que éste por tal soplo tiene espíritu y además le fue insuflada un alma. No obstante hay muchos teólogos que creen que también estas otras creaciones divinas, plantas y animales que tienen algún movimiento están igualmente dotadas de un espíritu. Esto es muy importante, ya que como veremos, estos sabios teólogos e insignes metafísicos católicos, han concluido que el alma humana es el asiento del intelecto, de las emociones y ordena al cerebro y todo lo que se dice o hace se desprende o emana de él: ideas y actos.

En buenas cuentas, si esto es cierto, da lo mismo que el hombre tenga o no masa cerebral, pues de nada sirve. Es según los sabios y metafísicos el alma la chispa de todo pensamiento, la que crea los conceptos que permiten el aprendizaje.
Ello es muy bueno para los padres que aspiran que su hijo sea médico o abogado. Si sus hijos no lo consiguen, nada de amargarse ni sentir sentimientos de culpa. Solo lamentar que les tocó un alma tonta.

Por tanto los árboles y plantas, micro organismos y todo animal viviente posee igualmente emociones y sensaciones y hasta actividad pensante. ¿si no para qué Dios les habría dado alma? Y muchos pensadores concluyen en consecuencia, que estas criaturas también están dotadas de espíritu. Claro está que siempre queda la duda y surge la pregunta si entonces estas plantas poseen también cerebro. Este tema, derivado de lo que dicen los escritos bíblicos, que no son claros, es otra de las tantas trampas intelectuales que legaron los autores de tales escritos, de la Biblia y los otros textos sagrados que la complementan, que tienen sumidos en la confusión a los teólogos que a pesar de su probada sabiduría, aún no aciertan a ser concluyentes en este "misterio". ¿Otro de los designios inescrutables de Dios?

El tema tiene múltiples facetas y derivaciones. El alma es quien se salva o se pierde, la que en el momento de la muerte se va al cielo o al infierno. ¿Van las almas de los animales y flores al cielo?, ¿posee un animal emociones?, ¿sufren dolor las plantas, tienen temor?, ¿ pensamientos propios?, ¿aman u odian?. ¿Son juzgadas por Dios si su comportamiento y vida ha sido torcido? Tienen su infierno particular y deben esperar allí hasta el Día del Juicio Final? ¿A qué cielo llegan? ¿Los cuidan también Ángeles de la Guarda?
Pues para que usted sepa, existen expertos en esto que dicen que sí, que los animales sienten temor, pueden "amar" a sus dueños y sentir otras emociones, comprenden más de lo que se supone y que por supuesto tienen un puesto en el cielo de Dios. Y no faltan los que aseguran que las plantas no tienen precisamente cerebro, pero si un sistema nervioso o sistema de comunicación biológico susceptibles a percepciones. Y que probablemente las células sean capaces de percibir lo que les rodea, reaccionar ante ello y recordarlo mediante un código.

Hace milenios, esta filosofía era común. Platón y Aristóteles creían en su existencia y también Hipócrates. Aristóteles, hacía el alcance que no sólo tiene alma el hombre, sino también las plantas y los animales, y en ambos casos el alma es definida en los mismos términos que la vida en general, en términos de automovimiento.
Varios católicos, entre ellos San Francisco de Asís; el teólogo Giordano Bruno, quemado en la hoguera por hereje por el Vaticano y últimamente el Papa Juan Pablo II, reconoció que los animales también tienen alma.
En el caso de las plantas, la comunicación y la memoria no tienen que depender necesariamente de un sistema nervioso central desarrollado. Hay varias teorías al respecto y los interesados pueden leerlas en la página que pondremos a continuación, teorías que por supuesto no están aceptadas por la ciencia, pero ¿es que acaso la existencia supra natural de Dios, las doctrinas y leyendas de cualquier dogma religioso y de este fantástico mundo invisible lo están? http://www.esquinamagica.com/articulosombras.php?id1=2&id2=32&idar=648

Así pensaba el erudito bíblico y teólogo Mario Canciani, sacerdote que escribió varios libros (El Arca de Noé), quien fue una señera figura de la curia romana y que terminó sus días en la oscura casa parroquial de San Juan Bautista, a pocas cuadras del Vaticano, sancionado por el Papado por sus declaraciones, que adjuntamos in extenso, por parecernos muy esclarecedoras, quien a la pregunta periodística de ¿tienen o no tienen alma los animales? Y otras más, responde: (http://hemeroteca.lavanguardia.com/preview/1991/02/18/pagina-3/33466244/pdf.html
 "Yo no equipararía el alma del animal y la del hombre. La del hombre es ciertamente diversa. Pero el alma del animal tiene en embrión la grandeza del alma humana. La delimitación entre una y otra no es tan precisa como la teología escolástica quería hacernos creer. Recordemos que la teología escolástica negaba el alma incluso a la mujer" Y comenta: El debate sobre la inmortalidad animal se ha visto enriquecido por un libro del francés Jean Prieur, cuyo título es ya una declaración de principios, "Los animales tienen un alma".
"Si por alma, escribe Prieur, entendemos una entidad inmaterial que se separa del cuerpo en el momento de la muerte; si por alma se entiende una copia conforme del ser que reproduce fielmente lo que fue en vida y que le permite seguir viviendo en otro mundo, entonces hay que decir que sí, que los animales tienen alma".
Fervoroso defensor de los animales y en contra de la opinión de la iglesia, el padre Canciani, propiciaba que sus fieles concurrieran a los oficios religiosos acompañados de sus mascotas, criticando en sus homilías ácidamente el maltrato animal y los sufrimientos innecesarios a manos del hombre. Esta presencia de animales mientras se oficia misa, estaba expresamente prohibida desde la promulgación del Edicto de Carlomagno, en la Edad Media.
En defensa del mundo animal decía: "En algunas localidades de España son las propias monjas quienes adornan las banderillas y las corridas son organizadas por las parroquias. Hay hasta un franciscano que es profesor de tauromaquía". En Italia la situación no es diferente: "En Florencia y en Viterbo existe la costumbre en Pascua de disparar una pobre paloma en un cañón. Y después está la matanza de los corderos pascuales". “Yo soy vegetariano y estoy convencido de que Jesús también lo fue. No digo que no haya que comer cordero. Digo que al menos no se haga sufrir a esos corderillos a los que se da muerte lentamente esperando que se desangren hasta la última gota para que así la carne sea más blanca"


En su libro “En el Arca de Noé” reitera que Jesús y los apóstoles eran vegetarianos y “no comieron el cordero pascual”, al contrario de lo que asegura hoy la Iglesia. “En ese tiempo la primera Iglesia cristiana era sustancialmente partidaria del vegetarianismo, una elección que compartían Jesús y sus discípulos. El Precepto de no comer carne el viernes no es solo una invitación a la penitencia, sino el residuo de aquella antigua costumbre. La mayoría de los exégetas del Nuevo Testamento tanto católicos como protestantes, sostienen que no es posible hoy, desde un punto de vista histórico, establecer si el banquete de adiós de Jesús se produjo o no en el medio de una celebración pascual. Sólo una minoría se inclina decididamente por dar un carácter estrictamente pascual a la celebración de la Última Cena. Esta discrepancia viene desde la Iglesia antigua y deriva de las diferentes indicaciones que dan Juan y los Evangelios Sinópticos. Según Juan, la fiesta de Pascua no coincide con el día de la Última Cena.
Los Sinópticos dicen que en Jerusalén la Pascua era celebrada según dos diferentes calendarios, el tradicional ligado al ciclo solar y el de los esenios, ligado al ciclo lunar. Los esenios eran una secta de antiguos judíos, que practicaba la comunidad de bienes y tenía gran sencillez y humildad en sus costumbres. Además, se oponían a los sacrificios de animales, lo que los había alejado de Jerusalén. Ahora bien, los hechos que cuenta Marcos, Mateo y Lucas se desarrollaron según el ciclo lunar. Como vegetarianos no sacrificaban animales sino que, gracias a la dieta vegetariana que practicaban, eran muy longevos y muchos de ellos superaban los 100 años de edad, debido a la vida simple y sana que hacían”. “Recientes excavaciones sobre el monte Sión efectuadas por el padre Bargil Pixner han demostrado que la zona del Cenáculo pertenecía a los esenios quienes ponían las salas a disposición de los huéspedes. La cena de ellos prohibía rigurosamente la carne, que estaba también excluida de la celebración pascual. Cuando los hebreos comen el cordero pascual, Jesús yace ya en la tumba y en su cuerpo no hay traza alguna del cordero ritual. Y cuando resucita, tiene junto a sí a un cordero, que no es el que Él habría comido la noche de la Cena. Quien describe esta escena es Santiago, primo de Señor , (ya se sabe que no era su primo, sino su hermano mayor, hijo de María, los sacerdotes deben decir esta mentira piadosa a pesar que saben positivamente que es una falacia contraria a las palabras de la Biblia) quien será jefe de la comunidad de Jerusalén por 25 años…”
“San Jerónimo escribe: “Después de la venida de Cristo no nos está permitido comer carne”. Y Jesús, que celebró la Última Cena en una casa de esenios, fue el máximo ejemplo de una misericordia infinita. Repetidamente, en sus predicaciones, había dicho que Dios no quiere sacrificios cruentos. Tengamos en cuenta que Juan y Pablo escribieron que Jesús había sustituido el sacrificio y el alimento cruento por los incruentos. Si hubiera tenido una posición contraria; sería inferior a Buda (quien pide “daya”; compasión, también por los animales), a Krishna y al mismísimo San Francisco de Asís.

En la Biblia, la primera ley divino-natural se refiere al alimento específico de los hombres y de los animales. Estos últimos no han sido creados como alimento de nadie: los hombres deben comer frutos, hierbas, cereales, como afirma el Génesis. Y San Jerónimo, en un libro poco conocido pero que es uno de los más importantes de la Patrística llamado Contra Iovinianum, sostiene que el permiso dado después a Noé para que pudiera comer la carne es una interpolación en el texto sagrado, agregado tardíamente en una época de escasa religiosidad…” ( Interpolar se define como: "intercalar palabras o frases en el texto de escritos ajenos", es decir, falsificar el contexto original, falsificación que por supuesto es hecha por orden de la Iglesia.)
“Los esenios, al volverse cristianos pasaron a llamarse ebionitas, o sea pobres, un término que se encuentra 12 veces en el Nuevo Testamento y conocidos también como nazoreis (nazarenos) que aparece 6 veces. San Epifanio escribe que en ambos casos se trata de términos que quieren decir “vegetarianos”. Lo eran Pedro, Santiago, Juan y Esteban… Otro testimonio lo aporta Plinio el joven; en el año 112 escribe una famosa carta al emperador Adriano y le dice: “El Medio Oriente se ha convertido de tal manera que los ricos, los latifundistas, pierden su poder, porque los cristianos se nutren de alimentos inocuos”. Y Porfirio, quien vivió a fines del siglo III y era según San Agustín el más grande de los filósofos, escribió un libro en el que afirma que Jesús había declarado la alimentación carnívora como la alimentación de los demonios…”
En otra entrevista periodística se le pregunta: ¿Cómo se explica, entonces, que los cristianos hayan empezado a comer carne? "Históricamente, cuando en las iglesias los ricos usurpan el poder, empiezan a perseguir a los verdaderos discípulos de Jesús y a sus libros, declarándolos heréticos. En el año 314 hubo también un Concilio en Angora que suspendió a todos los clérigos y los diáconos de sus funciones si no demostraban que comían carne. Se había ido consolidando en la nueva Iglesia la posición opuesta, que se hizo doctrina en dicho Concilio: “No querer comer carne, ni siquiera escondida entre las legumbres, es un ultraje al Creador que nos ha dado los animales para que los comiésemos”. Erigida esta concepción a nivel de teoría oficial, hubo también persecuciones contra los vegetarianos. El primer mártir fue Prisciliano, decapitado con otros. Pero lo importante es que, desde el siglo IV en adelante, la exhortación del Libro del Apocalipsis de no comer la carne de los animales muertos “en nombre de Dios” será letra muerta… El Papa Juan Pablo II en su encíclica “Sollicitudo rei sociales” de 1988 ha instado a los teólogos a estudiar una nueva relación entre el hombre y los animales. Y más recientemente, en un discurso del 10 de enero de 1990, llevó la felicidad a los animalistas, creyentes o no, recordándoles la enseñanza bíblica: “No sólo en el hombre, sino también en los animales se encuentra el soplo divino”. O sea que el creyente, con una renovada responsabilidad, tiene la obligación de considerar con toda seriedad a la Creación, cuidando todo aquello que Dios le ha entregado como don. Y esto es lo que son los animales: dones del Dios Creador.” “De una traducción que Edmond S. Bordeaux realizó de los textos araméicos del Evangelio de la Paz encontrados en Qumram, Jesús dice: “El Padre Celestial ha dicho: Os doy toda clase de hierba que crece en el campo, todas las legumbres y verduras que producen vuestros huertos y también toda fruta de vuestras arboledas, para que os sirvan de alimentos; además, la leche de vuestros animales y todos sus subproductos y derivados. Pero respetaréis la vida de esos animales, no los mataréis, ni comeréis sus carnes ni su sangre, pues, así no quebrantaréis la suprema Ley de No Matarás. (…) Pero el que mate un animal, aunque éste no lo ataque y sólo por el placer de matar, o por la carne, su piel o sus colmillos, éste sí que quebranta la Suprema Ley de No Matarás.” (Capítulo XXIII 10-14).
Cómo decíamos, este es un interesante tema. Queda claro entonces respecto al alma humana, que según la Biblia ésta última creación es la que realmente se va a estos lugares misteriosos que el culto denomina reino de los cielos, o simplemente cielo, infierno o purgatorio. No es nuestro cuerpo el que sufre las llamas eternas, es nuestra hipotética alma. Y por tanto, por mucho que se diga que es inmortal, parece que no lo es tanto, ya que sabemos por las mismas escrituras que muchas han sido condenadas y eliminadas del mapa, y que otras almitas, digamos que la mayoría de ellas, están fatalmente predestinadas a vivir por muuuuuuchooo tieeeeemmmmpo en el averno, esa área de castigo creada por este mismo Dios, para que se recuezan en ese fuego infernal eternamente.

Ello, al parecer por la imposibilidad de Dios, por su impotencia de quemar, dar de puntapiés, escupir, destrozar o desintegrar como al parecer quisiera hacer en su divina furia, con el cuerpo ya inservible de ese hombre desobediente y de poca fe que no obedeció sus leyes y que al igual que una gran parte de sus ángeles lo ha abandonado y despreciado su oferta y protección.

Alguien tiene que pagar por esta afrenta y ya vemos que le toca hacerlo a la pobre alma, esa copia invisible que Dios pegó premeditadamente al cuerpo humano. Es el castigo del creador por haber fallado en su cometido de enrielar por la senda señalada a esta díscola creación. Desde tal instante, esa alma en representación del cuerpo humano a su cuidado, se convierte a los ojos de Dios en un enemigo al que hay que aplicar el máximo grado de crueldad y represalia. No hay perdón ni olvido alguno. No cabe para ellas la manoseada misericordia divina. No tiene ni merece trato especial.

¡Cómo ocurrirá según la Biblia con el mismo demonio y los ángeles caídos; cómo todos los mortales que llevan el pecado original por culpa de Adán; como los fetos que no alcanzaron a nacer, cómo los que nacieron con parálisis cerebral o parecidos impedimentos cerebrales; cómo los orates y criminales, cómo los ángeles castigados por Dios; cómo todo aquél no bautizado y que milita en cualquier otra religión fuera del cristianismo! Esta alma divina que es otra creación de Dios, una vez muerto el cuerpo que la cobijaba, debe esperar en una de las cárceles celestiales hasta el Día del Juicio Final, donde vendrá solo la condena definitiva, que será solo una ratificación de la pena.
No existe posibilidad alguna de excusa, explicación, rectificación o perdón. Solo la manifestación vengativa de la famosa y terrible ira de Dios.

Lo que no explica el cristianismo, a pesar que sus pensadores y teólogos le han puesto mucha tinca en cada Concilio a estos temas por siglos, es respecto a la responsabilidad de los otros dos entes, que en el fondo, cumplen parecido rol acompañando en vida al ser humano. Solo dicen que el espíritu vuelve al creador; como si fuera algo prestado que a la muerte debe ser devuelto, pero nada se dice si este espíritu, corresponsable de la conducta humana, que viene de vuelta igual que el alma derrotada, también es castigado. Claro que se entiende que si es parte del espíritu de Dios, probablemente esencia del llamado Espíritu Santo, misteriosa e intrincada entidad que también es junto al Padre y al Hijo otro Dios, en verdad un mismo Dios dividido en tres, no podría ser de ninguna forma tal espíritu sancionado, porque sería lisa y llanamente una especie de auto flagelación, una actitud masoquista del Dios, que se ve precisado a castigarse a sí mismo. Lo confuso de este Dios Trinitario propuesto por la jerarquía eclesiástica hace varios siglos, es aceptar que cada tercio del mismo es una unidad, mejor dicho que sea cada tercio un Dios. Que los tres vengan a ser solo uno.

Lo lógico en una operación matemática es que sea cada uno de ellos una 3ª parte del entero. Ello implica que cada una de estas divinidades no podría ser Dios, sino cada uno solo un tercio de Dios. Un tercio para Dios Padre, un tercio para el Hijo y un tercer tercio para el Espíritu Santo. En cualquier diccionario leemos que un tercio se define como parte que resulta de dividir un todo en tres partes iguales. Visto de otra manera, cualquier ecuación matemática es absolutamente comprensible y lógica: 1+1+1= 3. Pero las ecuaciones metafísicas o teológicas evidentemente son distintas: 1+1+1= 1 ¿(curioso no?

Tal extravagancia se contrapone del concepto de monoteísmo, que requiere que la deidad suprema sea una sola persona. La fe cristiana pone taxativamente a tres personas en la misma categoría de omnipotencia y soberanía. Por tanto y por un proceso de lógica básica, el cristianismo a la luz de su credo es hoy una religión politeísta. En todo caso estimado lector, estos embrollos que dejaron los autores de la Biblia con sus sandeces irreflexivas, de que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, que la virgen nació con su alma pura y concibió sin haber perdido la virginidad, que nacimos de la nada, qué hay tres personas distintas y un solo Dios, y a renglón seguido asegurar que el catolicismo es una religión monoteísta etc, etc., le ha causado a la Iglesia graves trastornos, divisiones internas, pérdida de prosélitos y continuados esfuerzos para hacer coherente tanta conjetura y chifladura, al extremo que aún hoy no logran conciliar un discurso comprensible. Me voy a abstener de explicar el misterio de la Trinidad con mis palabras y dejaré las explicaciones teológicas oficiales del estamento cristiano, especialmente del catolicismo, de cómo conciben esta extraña figura. Tal vez ustedes puedan a diferencia mía, entender este acertijo con meridiana claridad.

“El hombre es imagen de la Santísima Trinidad. Puesto que el hombre es imagen de Dios, el cual es Trino, ¿es también imagen de la Trinidad? No ciertamente tal imagen, por la que podamos llegar con las solas fuerzas de la naturaleza a probar la Santísima Trinidad; pues la Trinidad es un misterio estrictamente tal (esto es cuya intrínseca posibilidad ni siquiera después de ser revelado este misterio podemos conocer naturalmente). Sin embargo, puesto que ha creado al hombre Dios que es Trino, tal vez dejó impreso en su efecto algún signo de este misterio, en virtud del cual, después de conocer por la fe la existencia de la Santísima Trinidad y la razón por la que se da en Dios esta misma, podemos afirmar que el hombre es de alguna manera representativamente proporcionado a Dios en cuanto Trino. Así como en Dios por el entendimiento del Padre, procede el Hijo en cuanto Verbo, esto es como término de la operación del entendimiento del Padre, y por la voluntad del Padre y del Hijo procede el Espíritu Santo, como término del amor entre el Padre y el Hijo, así en el hombre por la operación del entendimiento que conoce procede la palabra de la mente o término inmanente de la acción de entender, y por la operación de la voluntad procede el amor, como término inmanente de esta producción. Luego en el hombre se da alguna clase de representación de la naturaleza divina que obra inmanentemente, o sea alguna imagen de la Trinidad. De aquí que S.Agustín, el cual puso de relieve esta doctrina de la imagen de la Santísima Trinidad en el hombre de tal manera, que en dicha imagen situó la esencia de la parte humana superior, o sea de la mente, e hizo esta doctrina a manera de orientada a la médula de su concepción acerca del hombre, ve a imagen de la Santísima Trinidad en la relación interna de la mente, de la idea, del amor, y sin duda con más claridad en la actividad mutua de la memoria, del entendimiento, de la voluntad en una sola alma. Según el mismo S.Agustín el hombre no ha sido creado a imagen solamente del Hijo sino de toda la Trinidad: «En efecto Dios dijo hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza (Gen 1,26s). Nuestra, ciertamente, por ser número plural, no se diría de un modo adecuado si el hombre fuera creado a imagen de una sola persona, bien fuera a imagen del Padre o del Hijo o del Espíritu Santo; pero puesto que era creado a imagen de la Santísima Trinidad por eso se dice en la sagrada Escritura a nuestra imagen». Esta imagen se da en la mente, en la acción de entender, en el amor: «He aquí por tanto que la mente se acuerda de sí misma, se entiende a sí misma, se ama a sí misma; si tenemos en cuenta esto reconocemos la Trinidad: aún no ciertamente a Dios pero sí ya a la imagen de Dios Por el conocimiento de todo esto (por tanto mediata e indirectamente) se llega hasta Dios: «Y así la imagen (de Dios) es considerada en el alma, en cuanto que se dirige, o ha nacido para dirigirse a Dios. Ahora bien se dirige la mente hacia algo de un doble modo. De un modo directa e inmediatamente: De otro modo indirecta y mediatamente: Así como cuando alguien al ver la imagen de un hombre en un espejo se dice que se siente proyectado al hombre mismo. Y por ello S. Agustín dice... que la mente se acuerda de sí misma, se entiende a sí misma y se ama a sí misma. Si tenemos esto en cuenta reconocemos la Trinidad, aún no ciertamente a Dios, pero sí ya a la imagen de Dios».

Espero que les haya quedado a todos claro, con excepción de los católicos, que sabemos jamás han entendido nada de esto y la mayoría ni siquiera leído estas intrincadas disertaciones teológicas para explicar lo inexplicable. Y desde luego pido disculpas por hacerles leer tan aburrido e insulso texto, que les aseguro es bastante más largo, pero pienso que cualquiera que lea estas doctrinas oficiales de la Iglesia Católica, que estoy seguro casi nadie conoce, podrá sacar conclusiones y quizás llegar a entender la enormidad de los disparates que los más sabios teólogos cristianos juntando sus cerebros por varios siglos han llegado a maquinar, para teorizar y procurar dar un razonamiento creíble a estas perugrulladas y conformar a sus fieles, como vemos con inciertos resultados. De igual manera estos sabios de la Iglesia no dan muchas explicaciones del destino de los ángeles guardianes, que tampoco aconsejaron debidamente a sus custodiados, ni los salvaron, guiaron ni “prestaron ropa” para que se condujeran sensatamente.
De hecho se entiende que si el alma es castigada, estos otros dos entes divinos comisionados por el creador con parecida misión, que igualmente volvieron al reino de Dios al cabo de su misión con el rabo entre las piernas, debieran por un sentido de equidad, recibir el mismo grado de castigo. Pero esto es otro misterio, es decir un tema cerrado por la autoridad eclesiástica, que predica que no puede ser entendido por los profanos y que solo los sacerdotes y metafísicos perciben y logran entender, probablemente mediante vibraciones especiales que reciben tal vez de su propia alma exquisita, sino de los ángeles, que les cuentan al oído el acontecer exclusivo de la farándula celestial, porque no podría ser como hemos podido establecer, por la brillantez de su inteligencia o sobresaliente astucia.

Esto hace pensar que Dios fabricó su primera criatura con varias fallas fundamentales. Le salió mal su invento. No dio el ancho de sus expectativas, a pesar que si realmente Dios es dueño del destino de sus criaturas, sabe todo sobre ellas, lo que harán y lo que dejarán de hacer. Porque no es cuestión que un Dios que se precie de omnipotente y que tenga a su cuidado todo el universo, se excuse diciendo que no sabe del futuro ni sea él mismo responsable de todo lo que ocurra con sus criaturas. Esto quiere decir, que a la postre el creador es el responsable de todo lo que pasa en la tierra y el universo. Si alguien mata a un prójimo, es Dios quien fijó tal destino. Si hay un maremoto, Dios lo planificó. Si ocurre una guerra, es Dios quien se goza de estas matanzas. Dios todo lo sabe. Dios sabe lo que hace. Las cosas suceden por la gracia de Dios.

Son frases que escuchamos de sus monjes y partidarios. A nadie se le ocurriría pensar entonces que nada de lo que ocurre es por un suceso que escapa a este creador perfecto, que según los escribidores de la Biblia, se tomó la molestia de crear todo lo que existe, cuando nada necesitaba, solo por capricho, como pasatiempo para entretener su aburrida vida. Tan aburrido debe haber estado, que no ha cesado de crear: ha soplado en ángeles de diversos tipos, la raza humana, animales y fauna, ha creado rocas y minerales. Guerras civiles y guerras mundiales, algunas atómicas. Y mil barrabasadas que leemos con estupor ocurren a cada segundo en cualquier territorio de esta tierra de su creación. También Él debiera ser el creador del budismo, del confucionismo, del cristianismo, del islamismo, del ateísmo, de todas las religiones y sectas politeístas, satánicas y de de la Nueva Era que se generan, con sus ultra fanáticos e iluminados que tienen el mundo encendido por los cuatro costados.

Tal vez con ello ahora es un Dios más entretenido, vital, con su vasta experiencia en joderle y hacerle difícil la existencia a sus juguetes, inundarles sus viviendas, quemando sus campos, arrasando con pestes su población, volver hermanos contra hermanos, creando asesinos múltiples, de aquellos que matan vírgenes, o solo mujeres, sus esposas o hijas, en fin, en todo aquello que probablemente lo ha convertido en un tipo divertidísimo.

En relación a lo que leímos de la doctrina de la Iglesia acerca de Trino, que dice: "En efecto Dios dijo hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza (Gen 1,26s). Nuestra, ciertamente, por ser número plural, no se diría de un modo adecuado si el hombre fuera creado a imagen de una sola persona, bien fuera a imagen del Padre o del Hijo o del Espíritu Santo; pero puesto que era creado a imagen de la Santísima Trinidad por eso se dice en la sagrada Escritura a nuestra imagen", me llama la atención esta aclaración de que el hombre no es cierto que haya sido hecho a imagen y semejanza de Dios, como siempre se enseñó .Ahora se explica, que el hombre fue hecho a imagen y semejanza de la Santísima Trinidad. Si el hombre ha sido hecho a imagen y semejanza de dios, éste último es pues un ente antropomorfo provisto de cuerpo físico. Si este parecido se refiere al alma y lo que hizo Dios al crearnos es un alma a imagen y semejanza suya, y debido a que la Biblia dice que alma es sinónimo de ser humano, es decir cuerpo humano, se ratifica que Dios es un ser corpóreo. Y si razonamos, ya que esta es una cualidad que según se nos dice pertenece al alma, tendríamos que concluir que siendo el hombre a imagen y semejanza de Dios, es también semejante al Espíritu Santo, que también es Dios. Como conclusión final el hombre es igual al padre, al hijo y al espíritu santo. Luego esta trinidad sería corpórea, igual o semejante al hombre, lo que se desdice de un Dios incorpóreo, todo espíritu, insustancial, como se asegura es este Triple Dios del cielo. Esta falencia doctrinal de los que escribieron el Génesis, esos exégetas judíos compiladores de leyendas, (de hecho Biblia significa Libros) y luego su segunda parte o “capítulo II” por el Concilio de Nicea (325 d. de C.) convocado por el emperador Constantino El Grande, para crear una religión única del Imperio Romano, quienes escribieron sobre cuestiones sobre las que nada sabían y que no se tomaron el tiempo de pensar en sus consecuencias, dio como resultado que estos dos textos, el de la historia y peripecias del pueblo judío, tan discriminado a través de la historia por sus costumbres egoístas y amor a las cosas materiales y esta segunda versión, que trata de dar continuidad a la Biblia judía, inventándole un final a las leyendas inconclusas, contando la historia de las generaciones posteriores a la primera Biblia, donde le aparece hasta un hijo a este Dios Único, que al igual que los varios dioses paganos fue engendrado por una virgen (casada y con hijos pero virgen al fin según el credo) debió ser enmendada una y otra vez siglos después, por mala y errática, por varios de los más ilustres sabios de la Iglesia.

Por supuesto, este capítulo negro de la historia eclesiástica, aparece escrito de otra manera por sus sagaces eruditos, disimulando el rol del Emperador Romano que dirigió personalmente tal Concilio como lo hicieron otros Emperadores de siete u ocho de los otros primeros Concilios siguientes, en donde el catolicismo fue invitado y solo envió Delegados, en circunstancias que Silvestre, el Obispo de Roma que la Iglesia dice era el Papa del momento (en esos años aún no se usaba el título de Papa) ni siquiera asistió al mismo y que en cualquier Enciclopedia, se puede establecer históricamente que esta versión de la Iglesia es falsa de falsedad absoluta.

Y ello es así de toda lógica, por dos razones prácticas y contingentes. Qué, en ese tiempo, nadie podía negarse a los deseos, caprichos u órdenes del Emperador del mundo romano, sanguinario sujeto, pagano por los cuatro costados, con derecho a vida o muerte de sus súbditos, cuya palabra real era acatada por príncipes y reyes a su servicio por su carácter divino sin rechistar, pues los emperadores, todos ellos eran no solo reyes sino que dioses. Emperador que por lo demás logró ser bautizado mientras agonizaba justamente por el patriarca arriano Eusebio de Nicomedia, y no por un Obispo católico como se miente de la corriente conservadora.

Y después, porque el grupo antecesor de lo que hoy conocemos como católicos, en ese Concilio de Nicea era absolutamente minoritario. Solo asistieron los Obipos latinos Osio de Córdoba, Cecilio de Cartago, Marcos de Calabria, Nicasio de Dijon, Dono de Estridón y dos sacerdotes de Roma, Víctor y Vincentius, que representaban a Silvestre de los 300 Obispos que participaron en los debates. Todos los jerarcas, los miles de sacerdotes, diáconos y acólitos convocados, (se habla de dos mil y que luego fueron dejados de lado y se decidió que solo los Obispos tenían derecho a voz y voto) eran jerarcas de la Iglesia oriental, en ese tiempo la corriente mayoritaria de los grupos cristianos, a la que pertenecen todos los grandes Santos de ese siglo y de donde salieron la mayoría de los grandes pensadores del cristianismo.

Constantino, hoy Santo de la Iglesia, así como su madre Helena, la antigua prostituta que lo engendró por una fugaz relación tenida con su padre en una posada en medio de una guerra, ya que nunca fue reconocida como su esposa ni vivió con él, no solo fue en ese tiempo por derecho propio Pontifex Maximus (Pont Max) de la Divinidad Encarnada el Sol Invicto, Trono de Justicia, religión pagana oficial de Roma, sino que al mismo tiempo y por derecho propio, exigió para decretar también religión oficial del imperio al cristianismo ser su Sumo Sacerdote, siendo aceptado por unanimidad con la dignidad de Obispo de Obispos, el máximo representante del nuevo credo, ya que su categoría de Emperador Divino, no aceptaba estar bajo ningún Obispo o autoridad eclesiástica romana y tampoco aceptó que Jesús Cristo, de donde nacía el nombre del credo, fuese solo una creación de Dios y no un Dios por sí mismo.
 
Tal cargo de Obispo de Roma estaba servido por Silvestre, por lo que se supone que su inasistencia al Concilio, se debe justamente a este suceso, que le despojaba de su cargo, maniobra política que era altamente conveniente para el surgimiento del cristianismo, como ocurrió. Y allí, en ese Concilio nació el Jesús Dios, que obligó a crear la famosa Trinidad, que demoró aún varios Concilios y varios siglos para perfilarse como hoy se entiende.


Por ahí leí en internet, cómo máximo argumento, que era imposible que Constantino fuese Papa, pues no estaba bautizado ni era sacerdote. La respuesta a tan infantil argumento, es que pasó exactamente igual con casi todos los Papas Católicos conocidos como los fornicarios, la mayoría de los cuales eran astutos políticos, pertenecientes a familias adineradas, que compró el cargo papal sin ser sacerdotes, o fue conseguido mediante un complot o asesinando al Papa titular, muchos de los cuales, cometieron actos criminales, como homicidios, simonía, robos, perjurio, sodomía, idolatría, magia, defraudación, incesto, violaciones y otras degeneraciones que comprometieron el prestigio del papado y que significaron un baño de sangre para la humanidad y donde hasta fueron nombrados en tal dignidad niños de 11 años, que en 24 horas fueron sacerdotes, Obispos y Cardenales para al final del día sentarse en el trono de Pedro.

Hoy, todos esos monstruos, personificación de la maldad humana son Santos de la Iglesia Católica, según su tradición, de ir cananizándolos veinte, treinta o cincuenta años después de su muerte y cuando se han olvidado sus tropelías, por aquellos nuevos Papas que adoptan su mismo nombre, para pasar a engrosar la falsa lista de hombres buenos que han pasado por la falsa Sucesión Papal.
 
Constantino que fue laico hasta su muerte y que si se dice que fue bautizado cuando agonizaba, lo más probable es que ni siquiera se haya enterado, poco a poco fusionó las creencias de las religiones en las que era por derecho propio Sumo Sacerdote porque no era creyente de ninguna y solo estuvo siempre movido por su interés de unificar políticamente el Imperio. Las festividades paganas se transformaron en los días santos cristianos. La fiesta de las Lupercales Romana y la fiesta de la Purificación de Isis serían la Fiesta de la Natividad, la celebración de las Saturnales sería la Navidad y la antigua Fiesta de la Muerte se sustituiría por el Día de los Difuntos, en honor a los héroes cristianos, hoy Halloween. Los Santos cristianos pasaron a reemplazar el culto a los numerosos dioses paganos; el pueblo exigía el culto de la Diosa Madre pagana que llevaba una tradición de centurias adorándose y allí nació el culto a María.

Como madre de Jesucristo encajaba justo en el personaje. Las estatuillas madres se convirtieron en María con su hijo Jesús en sus brazos. Finalmente, este culto fue oficializado en el Concilio de Efeso en el año 431 d. C.
Es importante recalcarlo, la doctrina oficial de devoción a María solo se instauró a los 431 años después de la muerte de Cristo. Antes no existía tal devoción y los cristianos no la consideraban más que la madre terrenal de Jesús, no había efigies de ella, no era considerada divina ni estaba autorizado su culto. De hecho, ahora que existe, la Iglesia advierte a los fieles que el único mediador ante Dios Padre es su hijo Jesús. No es la Virgen María ni son ninguno de los apóstoles y Santos del catolicismo.

No obstante, todos sabemos que la gente le reza y le pide favores a determinados Santos. Tiene fe en sus poderes de sanación o mediación ante Dios. Lo mismo hace -y nosotros creemos que con mayor énfasis -con María que para con Jesús o el mismo Dios Padre. Y además - y huelga probarlo- le pide favores a “las animitas”, personas que murieron trágicamente atropelladas u otra muerte violenta, e incluso a sabiendas que más de uno fuera en vida un reconocido criminal.

Eso, es idolatría. Exactamente como la de muchos grupos tribales a través de la tierra y calcada de las creencias paganas del mundo antiguo. Y qué decir de los llamados Santuarios Populares, esos lugares erigidos por el pueblo, a veces sin injerencia de la Iglesia, donde existe una clara distorsión de la doctrina eclesiástica, con bailes, burdeles, borracheras y manifestaciones degradantes, que junto a una fe exacerbada por algunos creyentes, de estos Santos o la Virgen o el mismo Jesucristo, nos traen esas lamentables autoflagelaciones y martirios de algunos enajenados sadomasoquistas, muchos de ellos atroces y peligrosos para su sanidad corporal, sino mental, que ya opinamos ponemos seriamente en duda.

Paradojalmente, en aquellos casos donde con los años llegan a ser muy famosos y de gran concurrencia, la Iglesia que no desaprovecha ninguna ocasión de hacer negocio, se apodera de estos Santuarios Populares, los potencia construyendo allí monumentales construcciones donde hace oídos sordos y mira para el lado cuando aprecia estas manifestaciones anuales, paganas e idólatras, preocupada solamente de la recolecta de “las limosnas”, que luego ensaca, sin contar y se lleva raudamente a la Iglesia principal, dineros que nunca nadie sabe en que se emplearon y sobre los cuales, tal como ocurre con todos los bienes que posee la Iglesia a nivel mundial, gracias a sus contactos y chantajes espirituales a las autoridades de ideología cristiana, y al compromiso contraído en aquellos países donde no existe separación de Iglesia y Estado, están exentas de control e impuestos.

Eso me tocó observar en uno de estos santuarios dedicado a San Sebastián, en Yumbel, Chile, donde niño aún, me causó sorpresa ver un ruedo, cercado de estacas y alambres de púa, dentro del cual había cuatro o cinco fornidos curas, que eran reemplazados cada dos horas, cada uno provisto de una pala de madera, que sudaban apaleando los billetes y las monedas que miles de devotos lanzaban a través de la empalizada como testimonio de su religiosidad y deseo de pagar favores concedidos (mandas) y que constituían verdaderos cerros de dinero, que por más que apaleaban los curitas, no disminuían.
Preocupado de que alguien no crea esto, busqué en internet y me tope con la página http://www.iglesia.cl/especiales/santuarios/17.html, donde hay una entrevista de Monseñor Oscar Ríos Muñoz (1899 - 1989), que en una de sus partes dice: “Monseñor Ríos cuenta que desde el año 1930 llegaba a Yumbel como Seminarista Teólogo a la festividad del Santo. "Los seminaristas se empleaban en la recepción de las mandas y poco participaban de las actividades culturales y pastorales.
Ellos sólo tenían que recibir y contabilizar las limosnas". Más abajo acota: "ahora hay una valiosa cooperación de las Religiosas. Son muy activas y trabajadoras. Lo que antes se demoraban una semana en ejecutar los seminaristas, ahora ellas lo hacen en un día".
Qué más puedo agregar. Como dice el refrán “Más claro, echarle agua…”

Por ello, en ese Concilio la facción mayoritaria de los sacerdotes arrianos presentes fue declarada hereje por la minoría complaciente con la opinión imperial, por negarse a reconocer tal imposición que ascendía de grado a Jesús Cristo, que por votación del Concilio fue elevado de su calidad de enviado de Dios, a la categoría de divinidad.

Tampoco es cierto lo que aseguran los escritos católicos acerca de que Constantino solo citó a los Obispos para que se reunieran y facilitó los medios como el transporte y el alojamiento. En la Enciclopedia Británica podemos leer: “Constantino mismo presidió y dirigió activamente las discusiones y personalmente propuso [...] la fórmula decisiva que expresaba la relación de Cristo con Dios en el credo que el concilio emitió, que es ‘consustancial con el Padre’ [...]

Impresionados por el emperador, los obispos —con solo dos excepciones— firmaron el Credo, aunque muchos de ellos no estaban muy inclinados a hacerlo. Por ello es absolutamente incongruente la posición cínica y tendenciosa de la Iglesia actual, al usurpar las conquistas políticas y posicionamiento conseguidos por los grupos cristianos ortodoxos en el Imperio Romano. No fueron los católicos occidentales. Eso es falso ya que debieron pasar varios siglos antes que este grupúsculo conservador y dogmático que creó la Iglesia universal, cobrara fuerzas al interior del cristianismo.

Así como hemos visto que la doctrina del alma ha ido variando con el tiempo, el Corpus cristiano también se va modificando. El Vaticano para cooperar, cada cierto tiempo intercala palabras en cartas antiguas y escritos de sus patriarcas, descubre escritos inéditos de sus santos o inventa metáforas y parábolas que remarquen y justifiquen estos vacíos doctrinales, para darle una “ayudita” a los escritos bíblicos para que sean más creíbles, con su Departamento de Falsificadores Eruditos que dio fama al Vaticano por varios siglos, donde fue más bien conocido en casi todo el mundo, como “La Casa de las Falsificaciones”, denominada así en particular por la Iglesia Católica Oriental, tan numerosa en prosélitos como la romana, que aún no se une al catolicismo occidental, a pesar que entre ambas hinchan la misma estadística de sus fieles cautivos, separación conocida como El cisma de Oriente.

Aún en la actualidad las relaciones del catolicismo romano y el oriental se encuentran rotas, mayormente por el asunto del Filioque. El papa Romano y su equivalente griego se soportan pero no se pasan. Pueden juntarse a tomarse un whisky y charlar sobre el Pato Donald; invitarse en ciertas celebraciones religiosas, pero existe una gran brecha doctrinaria que lleva siglos en disputa, desde el 1054. Decíamos antes que la facción cristiana arrianista, mayoritaria en el imperio romano, que no reconocía a Jesús como hijo de Dios ni por ende como divinidad, cayó en desgracia con el Emperador porque echaba a perder sus planes de unir al cristianismo y ser su Sumo Sacerdote.
Justamente para destruir su poder, el Emperador citó aconsejado por un jerarca cercano a Silvestre este Primer Concilio Ecuménico en el 325.

El arrianismo tomó su nombre de Arrio (256-336) sacerdote de Alejandría y después Obispo libio, quien desde el 318 propagó la idea de que no hay tres personas en Dios sino una sola persona, el Padre. Jesucristo no era Dios, sino que había sido creado por Dios de la nada como punto de apoyo para su Plan. El Hijo es, por lo tanto, criatura y el ser del Hijo tiene un principio; ha habido, por lo tanto, un tiempo en que él no existía. Al sostener esta teoría, negaba la eternidad del Verbo, lo cual equivale a negar su divinidad. A Jesús se le puede llamar Dios, pero solo como una extensión del lenguaje, por su relación íntima con Dios. Admitía la existencia del Dios único, eterno e incomunicable; el Verbo, Cristo, no divino sino pura creatura, aunque más excelsa que todas las otras y escogido como intermediario en la creación y la redención del mundo. Aunque Arrio se ocupó principalmente de despojar de la divinidad a Jesucristo, hizo lo mismo con el Espíritu Santo, que igualmente lo percibía como creatura, e incluso inferior al Verbo.

Constantino opinaba que la palabra adecuada era consubstancial al Padre y por supuesto eso fue lo que se aprobó cuando se discutía el léxico a emplear en el Credo Niceno. El problema fue que no alcanzó el tiempo para establecer el nexo de este otro Dios de la Trinidad que se estaba inventando, El espíritu Santo. Por tanto en este Concilio quedaron dos cosas muy claras. Primero que el arrianismo era una herejía y por lo tanto fueron expulsados y luego perseguidos. (por eso no votaron) Y segundo, la redacción quedó de la siguiente manera: «Creemos en un solo Dios Padre omnipotente... y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre...»

Con el asunto del Filioque, que significa "y el hijo" pasó algo parecido entre la Iglesia romana y la Ortodoxa. Cuando en sucesivos Concilios se discutió el origen del Espíritu Santo, finalmente quedó a firme que este procede del Padre. «Creo en un solo Dios... y en el Espíritu Santo... que procede del Padre.» Pero por varias circunstancias que sería lato explicar, la Iglesia Romana agregó la frase que el tal Espíritu procedía tanto del Padre como del Hijo, es decir del Filioque: «Creemos en un solo Dios verdadero, Padre, Hijo y Espíritu Santo ... que procede del Padre y del Hijo.»

Los teólogos bizantinos se opusieron a tal agregado, en base a que la Iglesia de Occidente no tiene derecho a cambiar el texto de un credo ecuménico de manera unilateral y, en segundo lugar, porque la cláusula Filioque implicaba la reducción de las personas divinas a las relaciones simples ("el Padre y el el Hijo son dos en relación con los demás, en este caso en relación con el Espíritu Santo, que viene a ser un tercer ente en desventaja.") Para los griegos sólo el Padre es el origen de ambos, del Hijo y el Espíritu.  El debate por lo tanto implica que aún este disparate de la Trinidad sigue dividiendo a la Iglesia Católica como hace ya mil años y no tiene visos de tener solución.
Como es fácil deducir, esta es una pelea de los infaltables teólogos y sus inacabables vuelos retóricos, reforzados por los inefables metafísicos que todo lo explican sentados en sus escritorios y mirando fijamente el techo, de donde proviene su mejor inspiración. Lo malo es que son tan alambicados que tampoco se entienden entre ellos. Si existiera Dios y quisiera mediar en el tema, lo más probable es que los sabios teólogos refutarían su opinión y éste quedaría en minoría.