sábado, 19 de marzo de 2011

De Pan y de Circo. Parte 5.-

"Las falacias no dejan de ser falacias sólo porque estén de moda".—Gilbert Keith Chesterton (escritor inglés)

La Torá, especialmente los libros del Pentateuco que constituyen su parte medular, Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, son considerados por los judíos obra directa e inspirada por Dios, revelada personalmente a su primer escriba Moisés alrededor del año 2448 desde la creación, primero en el monte Sinaí y luego durante 40 años, que fue el tiempo que demoró el pueblo hebreo en llegar a la Tierra Prometida. La Torá comprende la historia de la vida de Moisés y de su pueblo hasta su muerte a la edad de 120 años en este año 2448, que según algunos cálculos exegéticos equivale a 1272 a. de C.

Redundando en la misma idea, para los israelitas su Biblia fue dictada palabra por palabra a su siervo Moisés y por lo tanto es integralmente un compendio del pensamiento divino del Hacedor, las cuales nunca han sido cambiadas ni modificadas por ningún ser humano. Más, según los expertos, el estudio de estos libros y las leyendas que contienen, evidencian diferencias léxicas, estilísticas y narraciones contadas más de una vez pero bajo distinta perspectiva, como es el caso de Dios a quién se menciona bajo a lo menos dos nombres, lo que hace pensar que sus autores fueron más de uno que conocían a esta deidad bajo distintos apelativos. Según tal hipótesis su antigüedad variaría según las fuentes entre los años 950 y 400 a. de C.

Julius Wellhausen, (1844-1918) formuló la llamada hipótesis documentaria, de acuerdo con la cual se reconocen en el texto cuatro fuentes distintas, que habrían sido objeto de la síntesis que conocemos por redactores tardíos, de la época del cautiverio de Babilonia. A lo largo del siglo XX se han elaborado interpretaciones derivadas y alternativas a la de Wellhausen, con grados diversos de rigor, consistencia y poder explicativo, pero todas coinciden en una autoría múltiple de los textos del Pentateuco.

Quizás el argumento más fuerte sea el propio Deuteronomio, el cual en su capítulo 34[1] habla acerca de la muerte de Moisés, su sepultura, lo que ocurrió con su cuerpo, la tristeza de su pueblo y varias otras cosas que ocurrieron en forma posterior al deceso. Nunca Moisés pudo haber escrito esos textos y las historias contadas en tal Biblia no guardan relación histórica comparable ni existen antecedentes en las fuentes tradicionales, en relación a que los personajes mencionados, así como los acontecimientos tal cual están relatados, pudieran guardar similitud o estar basados en circunstancias reales o hechos históricos.

El nombre tan usado de Antiguo Testamento, nació a partir del establecimiento del credo cristiano para distinguirlo del Nuevo Testamento que contiene los Evangelios. Para el cristianismo, su Bibla abarca tanto el Pentateuco como los libros históricos, proféticos y sapienciales del judaismo además del Nuevo Testamento, pero en verdad, para estos últimos el libro sagrado que recoge los 24 textos inspirados por Dios, es decir su Biblia judía, es llamado Tanaj.

Estas poderosas imágenes, tradiciones y leyendas de la cultura y religiosidad hebrea, compaginadas magistralmente durante siglos en el Tanaj por sus patriarcas y escribas, fueron fuente de inspiración para los primeros pensadores cristianos, que a pesar de las grandes diferencias de interpretación dogmática que los separaban, terminaron por adoptar y hacer suyos todos los grandes principios, doctrinas y ritos, incorporándolos a la nueva concepción, particularmente del catolicismo y algunas otras vertientes derivadas del mismo -que hoy se presentan con otros nombres-, todos quienes se rigen todavía por esta mixtura de escritos considerados sagrados que constituyen la Biblia Cristiana.

Esta mística mesiánica, profética y concebida exclusivamente para el pueblo israelí, que reflejaba fielmente los anhelos y esperanzas de esta nación errante y sin patria propia, se expandió como un reguero de pólvora ardiente por todo el mundo antiguo, con admiradores y detractores en todos los niveles de sus distintas sociedades y a través de varias épocas.

Quinientos setenta años después del mito de la cruxificción de Cristo, el sagrado libro del Tanaj y también el Nuevo Testamento cristiano, impresionaron vívamente a Qasim Muhammad ibn ‘Abd Allāh al-Hashimi al-Qurashi, (570-632) un Árabe de la tribu de Coraix, quién hoy es conocido como Mahoma, el gran profeta del Islam, de quien se cuenta que a pesar de ser analfabeto, haber tenido varios modestos oficios, como camellero, guía de caravanas, próspero comerciante luego, y Jefe guerrero después, en cuyo intertanto mantenía un harén con numerosas esposas, a lo menos 15, incluyendo su esposa más joven, una niña de 9 años de edad, de diversos credos y nacionalidades de las que tuvo varios hijos, recibió la revelación de la verdadera doctrina cuando tenía cuarenta años de edad, por intermedio del Arcángel Gabriel.

Esta revelación celestial, similar a las relatadas en todas las religiones por sus profetas y fundadores, provino de un serie de crisis místicas y alucinaciones que preocuparon a toda su familia, donde Mahoma dijo haber oído una voz que se identificó como el citado Arcángel, quien le traía un mensaje de Dios. En ellas, sufría fuertes convulsiones, echaba espuma por la boca y se retorcía en el suelo de forma frenética y descontrolada. Las palabras del Ángel lo convencieron a convertirse en un predicador de sus hermanos de raza, para convencerlos que era imprescindible para ser una nación fuerte y respetada, alcanzar una unidad política en un estado de paz entre las tribus. Un solo Dios y un solo pueblo. Si ello no ocurría, la nación árabe indefectiblemente sería conquistada por los infieles. Estas meditaciones de Mahoma ocurrían en una cueva en la montaña de Hejira, próxima a la Meca, donde se aislaba para no asustar a su familia dado que en un principio no acertaba a definir si estas visiones y alucinaciones provenían de la divinidad o de las fuerzas demoníacas.

Principalmente su reflexión era acerca de la multitud de dioses y las supercherías que el pueblo adoraba, entendiendo el flamante aspirante a Profeta que ello dificultaba la hermandad y la armonía entre las tribus. De la multiplicidad de dioses del pueblo, Mahoma escogió a Alá, el Dios Luna, antiquísima deidad que se adoraba en La Meca, que era el Dios preferido por su familia beduina. Una vez que definió que su misión era formar una nueva religión, se rodeó de escribas y seguidores que iban tomando nota de sus palabras, mensajes y recitaciones, que hoy debidamente metodizadas constituyen El Corán, las que fueron conformándose durante 22 años, en que siguió convulsionando y recogiendo en ese estado la asesoría del Arcángel Gabriel, hasta su muerte en el 632 d. de C.

Los comienzos de tal religión fueron difíciles, pues Mahoma no logró convertir más que a su esposa y a unos pocos amigos, y tropezó con una fuerte oposición en La Meca, donde los koroichitas, sus compatriotas, veían con malos ojos la nueva doctrina que atacaba a las divinidades, base de las peregrinaciones y de su enriquecimiento. Mahoma no se desalentó, pero al comprobar que su permanencia en La Meca se hacía de día en día más difícil y peligrosa, huyó a Medina -la ciudad rival- acompañado de 150 de sus partidarios. En el año 630 se presentó en La Meca al frente de 10.000 hombres, que derribaron y destruyeron los ídolos que rodeaban La Kaaba. De este modo se apoderó de la ciudad que quedó reservada a los creyentes. Seguidamente continuó la "guerra santa", hasta conseguir que todas las tribus árabes adoptaran el Islamismo. El mérito de Mahoma consistió en elaborar una doctrina compatible con las antiguas tradiciones de Arabia y en haber hecho del Islam una religión nacional. El Islamismo, -aunque por supuesto ninguno de sus seguidores lo acepta-, nace imitando a las existentes religiones judaica y cristiana, tomando elementos ora de una o de otra, que se acomodan a la idiosincracia de este pueblo nómada y sedentario, que lucha a diario con una naturaleza caprichosa, escabrosa y áspera como la tierra que habita, reseca y recalentada por un sol implacable en esa soledad donde el desierto domina las nueve décimas partes del país.

La mayor parte de los eruditos independientes, objetan que este texto haya sido escrito bajo la idea o el dictado de una sola persona y mencionan como prueba sus frecuentes repeticiones, su tipo de ordenamiento, la mezcla de estilos y de géneros, como signos clásicos de un proceso humano de recopilación que no tiene nada que hacer con supuestos métodos divinos. Además hacen notar las numerosas similitudes entre El Corán y las escrituras hebreas, sacando como conclusión, que Mahoma se guiaba para sus dictados a sus seguidores, en relatos y referencias de terceros, judíos y cristianos probablemente escuchados en su juventud, que el creyó era historia universal y no solo leyendas sin base real ni fundamentadas en la historia como son estos escritos del Antiguo Testamento y El Nuevo Testamento.

Ciertos eruditos seglares también debaten la creencia islámica de que todo El Corán fue enviado por Alá a la humanidad. En este sentido notan que en numerosos pasajes Alá es aludido directamente en tercera persona, o bien, cuando la voz narrativa jura por varios entes, incluyendo a Alá. Y aún hay otros especialistas, que tienden a no atribuirle el Corán entero a Mahoma, arguyendo que no hay una verdadera prueba de que el texto haya sido compilado bajo el mandato de Utman como se asegura, puesto que las más viejas copias conservadas del Corán completo datan de varios siglos después de Utman. (la más vieja copia existente del texto completo es del siglo IX). Alegan que el Islam se formó lentamente, durante los siglos transcurridos tras las conquistas musulmanas y en la medida en que los conquistadores islámicos iban elaborando sus propias creencias en respuesta de los desafíos judíos y cristianos.

En 1977, Michael Crone y Patricia Cook publicaron un libro llamado Hagarism, basado en el punto de vista respecto a el Corán de un afamado académico inglés el Dr. John Wansbroughen, en el que se sostiene que: "Básicamente, el Corán carece de una estructura central, frecuentemente es oscuro e inconsecuente tanto en lengua como en contenido; es superficial en su concatenación de materiales dispersos y muy dado a la repetición de pasajes enteros en versiones que presentan variantes. Partiendo de todo esto, se puede argumentar plausiblemente que el libro es el producto de la edición imperfecta y morosa de materiales provenientes de una pluralidad de tradiciones". (Patricia Crone y Michael Cook, Hagarism: The Making of the Islamic World, Cambridge, 1977, p. 18). (Traducción de Sergio Arroyo Molina).

Por supuesto esta interpretación y varias otras similares han levantado la ira de los fundamentalistas árabes, cuyo pensamiento, como el de todos los fanáticos de cualquier religión del planeta, equipos de fútbol y otras actividades humanas, está condicionado o/a un asunto de credibilidad, pálpito, fé, poco estudio y nada de reflexión, que no ayudan ni a su credo ni a la mejor convivencia humana. El mensaje del Profeta fue que venía a salvar a su pueblo. Mahoma predicó que tal comisión se la había asignado el propio Dios Alá, el Dios verdadero, de quien él era su único Profeta y también el último que tendría la humanidad. La religión que Mahoma predicaba era el Islam, que significa "sumisión a Dios". Sus seguidores serían llamados mahometanos, seguidores de Mahoma o musulmanes, del árabe mussulmini, el que se entrega en cuerpo y alma a Dios...

De los cuatro libros inspirados de esta reciente religión, el Corán es el más importante. Los otros libros son el Tauret (en realidad el Pentateuco de Moisés - Génesis, Exodo, Números, Levíticos, y Deuteronomio); el Zabur compuesto por los Salmos de David y el Injil que son Los Evangelios de Jesús, con la importante salvedad, que la religión islámica declara que las revelaciones previas al Corán, o sea todos estos escritos nombrados y adoptados por ellos, más otros extractados principalmente de los Evangelios apócrifos, han sido corrompidos y alterados y que el Corán los reemplaza a TODOS, pues han sido dictados y debidamente rectificados por el mismo Ángel Gabriel al último y más grande de todos los Profetas enviados por Alá a la tierra, Mahoma. Es tal el grado de cerrado fanatismo de algunos islamistas, que es facil encontrar en internet, afirmaciones que expresan que el Corán es el Único Libro Sagrado Verdadero, porque el Angel Gabriel, el más poderoso de los mensajeros de Alá, los leía primero en el cielo para no equivocarse, donde se encuentra el Corán original escrito en árabe por el propio Dios desde tiempos inmemoriales.. y luego se los dictaba a Mahoma... También allí se asegura que este Libro no lo ha visto ningún mortal.

¡Qué imaginación tan desbordada! No solo resulta inconcebible pensar siquiera, que una entidad sobrenatural como son los dioses, es decir no humanas sino divinas, pero igualmente extraplanares como Superman o cualquiera de esas criaturas de otras dimensiones de los Comic tan de moda, pudiera dedicar su tiempo a escribir un Libro de Conducta para los humanos. Y más encima uno de sus ayudantes, en este caso el Ángel Gabriel, que aparentemente tiene mala memoria, ya que debe pegarse carreritas para memorizar los párrafos en el libro que está en el cielo, tiene la ocurrencia de visitarle, justo en medio de los ataques epilépticos del Profeta, para dictarle tales frases.

Sin contar que Mahoma no sabe escribir y menos leer y que los instantes en que sufre tales convulsiones no son los mas propicios para prestar debida atención al divino dictado del Ángel, ni para forzar su cerebro para memorizar tales párrafos, la pregunta que surge ante estas megafantasías de estos fans de Mahoma es ¿cómo lo hacen para saber: primero que el Libro está desde siempre en el cielo; segundo que su original fue escrito por Alá personalmente; y tercero asegurar tan taxativamente que nadie lo ha visto nunca. ¿ Cómo llegaron al convencimiento de tal disparate?

Quizás muchos recuerden el incidente ocurrido en marzo pdo., cuando el pastor evangélico norteamericano Wayne Sapp, en un enfermizo episodio de odio islamofóbico, prendió fuego a una copia del Corán en una pequeña iglesia de Florida, en la sede de uno de esos cultos disidentes -que además del barrio donde están nadie más conoce-, denominado "Centro de Divulgación Mundial Paloma de la Paz", afirmando que el acto era un juicio donde El Corán había sido declarado culpable de diversos crímenes y que por lo tanto había que "ejecutarlo".

Tamaña imbecilidad, atroz e irrazonable de este pastor del grupúsculo evangélico, no pudo dejar de acopiar el lógico rechazo mundial, provocando de paso manifestaciones masivas de repudio de hordas fanáticas y fieles islámicos, que en su obnubilación creían poco menos que había que declarar una guerra santa. Esto ilustra de muy buena manera como opera este fanatismo religioso en ambas direcciones, aprovechando de recordar de paso, que este vocablo de fanático viene del sustantivo fanum que significa templo, lo que lo sitúa desde siempre ligado a las religiones, hasta que adquirió el sentido de intemperancia desmedida en la defensa de una idea determinada.

El fanático es terco y obcecado, intolerante y agresivo, rígido e incapaz de diálogo, con una visión distorsionada de la realidad y una radicalización ideológica muy intensa, características que por fortuna no corresponden a los credos, su casta sacerdotal ni a sus textos considerados sagrados, que se cuidan de sostener estos excesos, sino que corren por cuenta de sus seguidores, generalmente personas ignorantes e ingenuas, muchas veces con problemas psicológicos, con un modo desproporcionado de entender y defender una causa y capaces de recurrir a todos los medios con tal de verla triunfar. Decíamos que el ejemplo es bueno, porque sus provocadores no son un grupo religioso serio ni prestigiado, sino un culto recientemente separado de otra secta del mismo signo, por diferencias de ego y culto a la personalidad antes que otras ideas más profundas o espirituales, donde estos oscuros predicadores que las dirigen, buscan hacerse conocidos recurriendo a este tipo de alardes de intolerancia, sin medir ni por asomo, las consecuencias y el daño que estos actos irresponsables acarrean a la convivencia internacional.

Según el Hadiz Sahih (relato auténtico) por Ahmad en su libro Musnad, el número de Profetas enviados por Alá a la tierra han sido exactamente ciento veinticuatro mil y el de Mensajeros un poco más de trescientos diez, varios de ellos mencionados en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, ratificándose en El Corán solo 28 de ellos, como Noé, Abraham, Moisés, David, Juan (el Bautista) y Jesús, de quien se reconoce que fue un "profeta" sin pecado, pero recalcándose que Mahoma es el "más grande de todos", es decir superior a Jesucristo y que el Islamismo es la continuación verdadera de la fe del Antiguo Testamento.

Esta religión islámica, definitivamente calcada de la judía y cristiana, reconoce como ellas, a seres intermediarios como los Ángeles, los Ángeles Caídos, (djinn o demonios) y al Jefe de los demonios, Iblis o Shaitán (Satán), así como el Juicio Final, la resurrección de los muertos y el infierno, siendo el cielo islámico, un lugar muy especial donde a los privilegiados que tengan acceso a el, le esperan inconmensurables placeres sensuales y gratificaciones eternas.

Este tema no deja de ser interesante y hasta motivador, para los que creen por supuesto en dioses y diablos, infiernos y cielos. Lo menciono porque si hubiera que escoger una religión por el tipo de cielo que promociona, sería difícil desplazar la preferencia masculina del cielo del Islam.

Abundan los pasajes del Corán que describen algunas de las características de esa vida en la eternidad, después de la resurrección. Las suras 2:25; 4:57; 65:11, etc., nos describen el jardín eterno, las esposas "purificadas", los frutos, los arroyos de agua, de leche, de miel y de vino. Todo es muy sugestivo, tentador, casi afrodisíaco.

En la sura 44:51-59, del Corán publicado por Tahrike Tarsile Qu’ran, Inc., Elmhurst, New York, versión en español, p. 573 se describe la clase de "compañía" femenina que tendrán los hombres en el paraíso. La Aleya 54 expresa: "Y les daremos huríes de grandes ojos." Al pie de la misma página encontramos una descripción de lo que son las huríes: "Las huríes son doncellas del paraíso, libres de defectos físicos y morales, de ojos cuyo negro iris contrasta fuertemente con el blanco que lo rodea." Las huríes serán vírgenes, no tocadas hasta entonces por hombre ni genio, de recatado mirar, buenas, bellas ..." Corán 55:46-78. En el paraíso habrá jóvenes criados de eterna juventud, vino que no dará dolor de cabeza ni embriagará. Corán 56:17,19. "... nosotros las hemos formado [a las huríes] de manera especial y hecho vírgenes ... de una misma edad, afectuosas ..." Corán 56: 35-37. "Serán de túrgidos senos, de una misma edad ..." Corán 78:33.

Inquieta eso sí la frase de "nosotros las hemos formado..", que parece referirse a que fueron especialmente dotadas de todas esas virtudes por el mismo Alá. Quizás no fuera él mismo, sino uno de sus arcángeles. Tal vez Gabriel, que parece estar en todo. En todo caso esa información me parece también relevante conocerla, para tener la certeza que quienquiera haya sido quien dispuso tales doncellas y servicios, tenía experiencia al respecto.

La Meca era la ciudad más importante y el centro de la actividad financiera, comercial y político dirigencial. Allí tenían su residencia sus magnates y sus hombres ilustres; en sus mercados se compraba y vendían mujeres, esclavos, camellos y especias y allí estaba también La Kaaba, el más famoso santuario de los árabes donde éstos acudían a besar la Piedra Negra y redimir sus pecados, antiquísimo culto que concitaba una vez al año a creyentes beduínos que venían de todos los puntos del desierto.

La Kaaba, "el dado" o "el cubo", construcción que orienta sus esquinas hacia los cuatro puntos cardinales, guarda una extraña y antiquísima piedra que se supone es un aerolito caído del cielo. Fue en el pasado y sigue siendo el lugar sagrado y de peregrinación religiosa más importante del Islam, vetado para los no musulmanes, que no son admitidos en estas peregrinaciones. Es la "casa de dios", donde lo divino toca lo terrenal. Alrededor de esta construcción, se levantó en el siglo VIII la mezquita de Al-Haram. La peregrinación a este lugar santo es uno de los cinco pilares básicos del islamismo y todo buen musulmán siempre que pueda debe acudir, al menos, una vez en su vida en peregrinación para santificarse.

Hacia ella se orientan los musulmanes de todo el mundo para rezar. La tradición musulmana recogida expresamente en el Corán, dice que la Kaaba fue construida hace 4.000 años por Abraham (Ibrahim) y su hijo Ismael (Ismail), de quienes los árabes se sienten sus legítimos sucesores, en el mismo lugar donde Adán edificó el primer templo o morada de Dios que fue milagrosamente izado a los cielos antes del Diluvio Universal. También colocaron en la esquina oriental del edificio la Piedra Negra que les entregó el arcángel Gabriel. Una vez que estuvo terminado el templo, Alá ordenó a Abraham que convocase a toda la humanidad para visitar la Kaaba. Es por ello que cuando un musulmán la visita, exclama: “¡Heme aquí: Oh, Señor!. La Piedra Negra debe ser besada con unción pero nunca con adoración por todos los peregrinos que accedan a ella. Mahoma la besó y dijo: No me olvido que eres una piedra y no puedes hacerme ni bien ni mal. Está rodeada por un anillo de plata, para mantenerla unida, ya que sufrió un accidente a raíz de un incendió donde la reliquia estalló. También es conocida como la famosa piedra de Alá. Antes de los tiempos de Mahoma, La Kaaba servía como centro de culto para los árabes politeístas, pre-islámicos y se considera que contuvo 360 ídolos. En el año 630, el triunfante profeta Mahoma retornó a La Meca y limpió el templo de ídolos tras honrar la "Piedra Negra".

La Kaaba, (vaca) en su exterior está construido con sillares de granito sin decoración y sin ventanas. Tiene una sola puerta. Se cubre con un manto negro de seda que tiene una franja de textos del Corán escritos en oro. Es lo que se llama kiswa; está suspendido en el techo y sujeto con cordones a unos anillos de bronce que se encuentran en la base. Tiene además un canalón de oro macizo, que fue un regalo de un sultán de Turquía. Fue añadido en 1627, después de que una inundación produjera el año anterior grandes daños en la Kaaba, tantos que hubo de ser prácticamente reconstruida. Cada año se lava y se renueva el manto. El interior es oscuro. El techo se sujeta sobre tres columnas de madera. Las paredes están revestidas de placas de mármol, igual que el suelo. En tiempo reciente le fue añadida una puerta de oro. En época preislámica, el interior guardaba imágenes de las divinidades de diferentes tribus árabes.El Corán, el Libro Sagrado del Islam, es tras la Biblia cristiana, el libro más leído de todos los tiempos. La Sunna ocupa el segundo lugar, tras el Corán para sus creyentes, como fuente para la deducción de normas y juicios (ahkâm). El muŷtahid (la persona experta en ciencias legales, capaz por su habilidad y amplios conocimientos, de entresacar normas) acude a la Sunna sólo si no encuentra en el Corán la solución a un tema. El Corán es la fuente principal y primera de legislación y cuando alguno de sus pasajes tenga el carácter de texto unívoco, es decir, cuando habla estableciendo claramente una norma, debe ser seguido obligatoriamente. Resumiendo, las normas dictadas por la Sunna, o son normas que confirman lo ya dicho por el Corán, o las aclaran, o bien son normas sobre las que el Corán ha callado y que la Sunna establece basándose en la analogía o poniendo en pie otros sentidos generales del Corán. Por tanto, el Corán y la Sunna no se contradicen ni se oponen jamás.. Hacemos hincapié en estas explicaciones, porque estos escritos en la práctica son para el Islam, lo que los Evangelios para los cristianos y los estudios rabínicos para los judíos, es decir, un conglomerado de escritos posteriores a las Biblias, que junto a las interpretaciones de los exégetas y teólogos, tratan de modigerar los textos sagrados, en cuanto a que lo que expresan de primera fuente pueda interpretarse torcidamente o causen malestar en sus lectores. O bien, llanamente procuran disimular que sus versículos atenten contra principios que en la modernidad son considerados anticuados, injustos, clasistas, discriminatorios o simplemente inaceptables. Por ejemplo en los textos coránicos acerca de la dignidad de la mujer encontramos lo siguiente: Primer texto : Los hombres están un grado por encima de ellas (2,228).

Comentario del exégeta Al-Fakhr Al-Razi : "Sabed que la superioridad del hombre sobre la mujer es un hecho reconocido. En los avatares de la vida, el hombre es muy superior a la mujer por las razones siguientes : 1) por la inteligencia; 2) por la diya, precio de la sangre, pagada a los familiares de un hombre asesinado; 3) por la herencia (La mujer recibe, como máximo, la mitad que el hombre); 4) por la propia competencia para ejercer los cargos de Imam, de Qadi (juez) i de Xahid (el testimonio del hombre posee doble valor que el de la mujer); 5) por ser el hombre el que se casa con la mujer o el que puede vivir en concubinato y no al revés; 6) por la potestad que tiene el marido de repudiar a su mujer y de readmitirla, con o sin el consentimiento de ella, en cambio la mujer no puede repudiar a su marido. Una vez repudiada no puede exigir al marido que la readmita o, al contrario, no puede oponerse a que el marido la obligue a retornar al domicilio conyugal; 7) finalmente, porque la parte de los bienes obtenidos como botín de guerra es mayor en un hombre que en una mujer. Así, pues, habiendo establecido la superioridad del hombre sobre la mujer, es evidente que se puede afirmar que la mujer es como un cautivo impotente en manos del hombre...

Ahora viene la interpretación de este mismo párrafo:(Vease la diferencia). El significado del versículo 2,228 es, pues, el siguiente: La supremacía concedida por Allah a los hombres es también una invitación divina para que éstos reconozcan generosamente los derechos de las mujeres; y, al mismo tiempo, es una premonición sobre la maldad y la malicia de las mujeres en caso de que los hombres no se comporten como manda Allah. En efecto, la injusticia es innoble cuando es causada por aquellos que Allah ha privilegiado, pues se convierten en merecedores del desprecio definitivo por parte de Allah. ( Al-Fakhr Al-Razi: Tafsir, sura Al-Baqara,228, vol. III, p. 103-104). Por esta razón el Profeta ha dicho: Os recomiendo que os comportéis bien con las mujeres, ya que son vuestras auxiliares. Y, en otro hadith, nos dice: Reverenciad a Allah a través del huérfano y de la mujer, porque son los seres más débiles de la sociedad."

Aquí otro ejemplo, donde al parecer según la Sunna, la mujer es menos inteligente y menos religiosa que el hombre:

Según Abdullah b. 'Umar, el Profeta dijo : " ¡Mujeres! ¡Dad limosna! Multiplicad las plegarias y que Allah os perdone, ya que entre los moradores del infierno he visto que erais más en número que los hombres! Una mujer lista que no tenía pelos en la lengua le preguntó: -- ¿Y qué culpa tenemos las mujeres de ser más en número, en el infierno, que los hombres ? -- Es a causa de vuestra tendencia a insultar y a difamar con tanta facilidad y porque sois ingratas con vuestros maridos. No conozco ningún ser con tan poca inteligencia y con tan poca religiosidad como vosotras que pueda ser superior al hombre. La mujer le contestó : -- ¿En qué consiste esta falta de inteligencia y de religiosidad en la mujer? -- Su inferioridad intelectual se pone de manifiesto en el hecho de que se necesita el testimonio de dos mujeres para igualar el testimonio de un solo hombre: ésta es una prueba de poca inteligencia. En cuanto a la falta de religiosidad es porque la mujer no pasa la noche rezando ni cumple el ayuno durante el mes de Ramadán (por culpa de los periodos menstruales). (Muslim, Sahih, al-Iman, I,2, pp. 57-59).

Enseñanza del teólogo y jurista Ibn Taimiya: - Cuestión: ¿Hay que excisar a la mujer?: ¡Alabado sea Allah ! ¡Sí! Hay que excisar a la mujer. La excisión consiste en cortar esa cosa endurecida que tiene forma de cresta de gallo situada en la parte superior de la vagina. El Enviado dijo: ¡Tajad! ¡ Pero no arrancad de raíz! La ablación tiene por finalidad reducir la apetencia del deseo sexual femenino. Si la mujer conserva el prepucio (clítoris) vive con un exceso de excitación y con un deseo muy fuerte para los hombres. Por esta razón la inmoralidad y la lascivia existentes entre las mujeres asiáticas y occidentales no se dan entre las mujeres de los musulmanes (Ibn Taimiya: Al-Fatwa al-kubra, Al-Tahara, vol.1, cuestión 37, p. 274).

En todo caso, nada encontramos en nuestra lectura, de ese comentario que circula, probablemente mal intencionado, que asegura que el Corán acepta que se castigue físicamente a la mujer, eso si colocando algunas restricciones. De ahí que pensamos que la famosa teoría "sobre la manera de pegar a las mujeres", de Claude Aner, citado por H. Bousquet en "L´éthique sexuelle de l´islam" p. 171, que sería utilizada por los musulmanes frecuentemente, es indudablemente dudosa sino falsa. Allí se dice:

¡Hay que pegar a las mujeres, sí, pero hay maneras y maneras de hacerlo: a la que es delgada, con un bastón; a la robusta, con el puño; a la gordita, y sólo a ella, con la mano bien abierta..., de modo que uno no se haga daño a sí mismo !

La presunción del rasgo de epilepsia o alguna otra de sus formas presentes en Mahoma, no recoge la simpatía de sus seguidores que rechazan tal idea o prefieren cambiar el tema, posiblemente porque temen que tal enfermedad pueda menoscabar la figura del Profeta. Pero lo cierto es que han sido muchísimas las opiniones de especialistas médicos que la han diagnosticado a través de todas las épocas, ciñéndose a los signos físicos y síntomas descritos en el mismo Corán y también por opiniones de su familia y quienes le conocieron en vida.

Uno de los textos históricos más antiguos que señalan tal aserto, es la Chronographia de Theophanesse, más conocido como Teófanes el confesor, cronista bizantino nacido alrededor del año 752 en Constantinopla y que murió el 818 en la isla de Samotracia, donde gracias a la traducción latina de Anastasius Bibliothecarius, muerto hacia 879, sabemos que allí se afirma que Mahoma padecía «el gran mal», es decir, la epilepsia.

Entre los antiguos griegos la epilepsia estaba considerada una «enfermedad sagrada», pero más tarde se vio como una enfermedad natural a pesar de lo cual no dejó de ser estigmatizante, especialmente en la Edad Media donde en toda Europa se la tenía por una dolencia provocada por los demonios, enviada por Dios para probar o castigar a los seres humanos.

Por supuesto que la presencia de epilepsia en Mahoma, fue utilizada en su contra por sus enemigos seculares, en especial en ataques provenientes de la Iglesia romana y los doctores rabinos, como el que se atribuye al misionero domínico Ricoldo da Monte Croce (muerto en 1320) , quien en una de sus obras expresaba con sarcasmo: : "Pero, puesto que padecía el «gran mal», afirmaba que un ángel hablaba con él, con objeto de que nadie supiera que lo padecía, ya que sufría ataques con frecuencia. Y luego pronunciaba sentencias que, según decía, había escuchado de manera tal como si una campana hubiera tañido junto a sus oídos".

Otro famoso que padecía el mismo mal fue Fyodor Dostoevsky, el famoso autor de las obras clásicas Crimen y Castigo y Los Hermanos Karamazov, considerado uno de los mejores escritores de la historia. En una de sus novelas titulada "El Idiota" su personaje principal el príncipe Myshkin, está adornado según los expertos de los rasgos autobiográficos del autor.

A través del relato de las crisis sufridas por este personaje es posible adentrarse en la realidad de un enfermo con epilepsia y conocer de primera mano cómo vive su enfermedad alguien que no recibe tratamiento. Pero lo más llamativo de la enfermedad de este escritor es el relato de lo que se denomina aura extática, un sentimiento de armonía y felicidad absolutas que experimentaba antes de las crisis. "Siento que el cielo ha descendido a la tierra y me envuelve. Realmente he alcanzado a dios que se introduce en mí. Todos vosotros, personas sanas, ni siquiera sospecháis lo que es la felicidad, esa felicidad que experimentamos los epilépticos por un segundo antes de un ataque".

Así relata Myshkin -y a través de él el propio Dostoevsky- sus éxtasis, con los que se ha comparado la visión de Mahoma del Paraíso, el misticismo de Teresa de Jesús o los sueños de Juana de Arco. Los ataques comenzaban normalmente por la noche. Primero un ligero picor en las manos y luego la nada. Tenía crisis generalizadas, que cursaban con convulsiones en todas las extremidades, pérdidas de memoria, dificultad al respirar, taquicardia, espuma en la boca y perÍodos postictales largos con presencia de afasia y depresión. Todos estos signos, junto con las auras extáticas y la ausencia de enfermedades neurológicas o psiquiátricas hacen suponer que Dostoevsky sufría Epilepsia del Lóbulo Temporal.

También Flaubert, Napoleón, Pío IX, incluso Hércules, el semidios de la mitología griega, aparecen en la historia como demoniacus, lunaticus'o caducus, algunos de los nombres que han recibido a lo largo de la historia los enfermos de epilepsia. Pero ninguno de ellos nos ha dejado un testimonio tan valioso como Dostoevsky, quien con su dominio de las palabras y su facilidad para describir la psicología de las personas ha contribuido enormemente a que su visión de la epilepsia desde dentro, sea hoy paradigma del conocimiento de esta enfermedad , que en griego significa ser cogido desde arriba. Según la tradición oral recogida en los Hadits, (lo que dijo y lo que hizo el Profeta que hay que imitar) el Ángel Gabriel despertó de su sueño al último profeta del Islam y le hizo cabalgar de La Meca a Jerusalén pasando por Medina y Belén. Ató su caballo en el muro de las Lamentaciones y ascendió al cielo (Miraj) desde una roca del templo, que posteriormente se convertiría en el Cúpula de la Roca (Al Aqsa) en Jerusalén. Mahoma asciende por una escalera de cincuenta y cinco peldaños desde donde tiene varias visiones.

En verdad su cabalgadura no fue propiamente un caballo, sino un “Borak”, "un animal de naturaleza mística, más grande que un asno pero menor que una mula", una criatura que puso a su disposición el mismo Arcángel al cual se describe como“un animal con cuerpo de caballo con rostro humano, orejas de elefante, cuello de camello, alas de águila, cola de pavo real y pezuñas de toro; todo el cuerpo recamado de oro, perlas y diamantes y dueño de una fragancia muy agradable”.

De esta manera, el Profeta voló desde la Kaaba en La Meca hasta la Mezquita de Jerusalén; ahí oró un rato y luego por una escalera de luz que le mostró Gabriel, emprendió la subida al primer cielo o firmamento, distante de la tierra quince años de camino, pero que el Borak recorrió en el espacio de un suspiro En cada uno de los siete cielos, se dice que Mahoma encontró siete mensajeros o profetas: “En el primer cielo encontró a un gran número de ángeles, capitaneados por Israel, que tenía por misión guardar las estrellas, suspendidas como lámparas con cadenas de oro”. En el segundo cielo encontró a Juan el Bautista y a Jesús, en el tercer cielo vio a David y a Salomón, en el cuarto se encontró con un Ángel de la muerte y con Adán, en el quinto con otro Ángel “de colosal tamaño” y con Henoch y en el sexto vió a Moisés. Un instante después llegó al séptimo cielo, término de su ascensión. Allá vio a la más grande criatura y prodigio mayor del divino poder; un ángel con setenta mil cabezas. Cada cabeza tenía setenta mil caras; cada cara setenta mil bocas; cada boca setenta mil lenguas, que hablaban setenta mil idiomas. Más allá, en un trono de luz, estaba el patriarca Abraham, que cuando divisó a Mahoma saltó de su trono y con la alegría pareció rejuvenecer trescientos años.”

Por último estuvo en presencia de Dios. Se oyó una gran voz: "ángeles míos, levantad el velo que me separa de mi predilecto Mahoma. En el mismo instante se descorrió el velo y Mahoma se encontró a los pies mismos del Altísimo.” Después de haber hablado con Dios "Hizo Mahoma una profunda inclinación, agradeció a Dios con palabra balbuciente y le pidió licencia, que al instante le fue otorgada, para recorrer el paraíso: después tornó a su cabalgadura y emprendió el viaje de regreso, ahora sin paradas, con igual velocidad que a la subida...".

Es curioso como en el Corán, casi en un tono de disculpa, se menciona muchas veces que el Profeta Mahoma nunca gustó de "los milagros". Que en verdad no tuvo ni se preocupó de hacer milagros, de esos espectaculares que acompañan siempre a los Profetas de otras religiones y que son prácticamente una especie de signo distintivo que los identifica como hombres santos. Curar un leproso, hacer ver a un ciego mediante un escupitazo en el ojo u otro tipo de magia. Esto de curar a un ciego es un milagro común a casi todos los profetas y dioses antiguos. El modelo de hacerlo con saliva lo sacaron las religiones mas recientes de la mitología griega en el siglo VI a. de C., donde Asclepio, -Esculapio para los romanos-, famoso médico del que se cuenta que era capaz de revivir muertos y recuperaba moribundos, solía colocar saliva en los ojos de los invidentes para sanarlos, pues aseguraba que esta tenía propiedades curativas.

De esta historia deviene el plagio que relata luego Marcos en su evangelio: Marcos 8:22-26.-"22 Vino (Jesús) luego a Betsaida; y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase. 23 Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima, y le preguntó si veía algo. 24 El, mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan".)

Mahoma no registra ningún milagro oficial. Pero cuando uno lee en el Sagrado Corán y en los comentarios de los exégetas islámicos las peripecias de este doble viaje a Jerusalén y luego a los Siete Cielos, en esa cabalgadura fantástica algo de mula con cara humana, algo de elefante, algo de águila, algo de toro, un poco de camello, un algo de pavo real, todo ello oliendo a maravillas, cuajado de joyas y a la velocidad de la luz, no se puede menos que pensar que este hombre era realmente humilde y manso, poco amigo del lucimiento personal, puesto que este sin lugar a dudas es lejos el milagro, la maravilla o hecho sobrenatural más increíble de todos los conocidos por el hombre.

Sobre todo esta sensación es más nítida, cuando uno recoge su relato de esa inolvidable noche en que dormía plácidamente, siendo inerrumpido su sueño nada menos que por un Angel del cielo; y no cualquier Angel, sino por el secretario privado de Dios, Gabriel, conocido en árabe como Yibrail, el mismo que se le aparece a Daniel, el líder de los judíos en la cautividad de Babilonia anunciándole el "Fin de los días" en el Testamento Antiguo de los judíos. El que armado con una afilada guadaña destruye las huestes de Senaquerib; el que mostró a José el camino; el que previno a la reina Vasti de aparecer desnuda frente al Rey Ahasuerus y sus invitados, el Ángel que enterró a Moisés. El mismo que revela a los judíos, fariseos y al sacerdote Zacarías, que Juan el Bautista nacerá de la esposa de Zacarías, (luego Santa Isabel ) y el que visita a la prima de ésta, María, anunciándole que dará a luz un niño al que debe llamar Jesús. El mismo en fin, que según el Apocalipsis de Juan, en el Nuevo Testamento cristiano soplará el cuerno anunciando el Día del Juicio Final; que dijo a Noé que salvase a dos animales de cada especie en su arca antes de la inundación; la fuerza invisible que luchó con Jacob, la voz de la zarza ardiente, la voz invisible que dijo a Abraham que no era necesario que sacrificase a su hijo Isaac...

Y hete aquí que Gabriel, el más célebre, nombrado y poderoso de todos los Ángeles conocidos, que ya antes le había enseñado pacientemente el Corán del cielo dedicándole varias sesiones, que digo, 22 años seguidos asistiéndole para que aprendiera sin errores versículo tras versículo, lo conduce ahora en un siantamén, a lomos de esa bestia fabulosa hasta las ruinas del Templo de Jerusalén, ese lugar sagrado que fue la ciudad del patriarca Abraham, de David el año 997 antes de Cristo; de Salomón el rey sabio; de Nabuconodosor, rey de Babilonia , de Ciro El Grande de Persia; de Alejandro Magno de Macedonia y donde según la profecía de Yeshayahu, se llevará a cabo el Juicio Final. Apenas Mahoma pisa la insigne y legendaria roca donde estuvo el gran templo sagrado de Judea siente deseos de orar, por lo que hace esperar un poco a su guía celestial. Este sentimiento no debe extrañar a nadie, ya que es explicable la emoción del profeta al estar pisando la misma roca que según el catolicismo es la piedra fundamental en la cual tuvo inicio la humanidad; la que según el judaísmo fue donde Abraham a instancias de Dios, estuvo a punto de asesinar a su hijo Isaac, pero que a último momento fue reemplazado por un chivo expiatorio; tan cerca del lugar donde ocurrió la condena y la cruxificción de Cristo y que a través de la historia fue hoyado por las tropas invasoras de casi todas las potencias de la historia antigua, por Alejandro Magno de Macedonia, Los Emperadores Romanos, por Herodes El Grande, Los Cruzados y después Saladino y el Imperio Otomano entre otros; esa ciudad , ese templo y esa roca mencionada incansablemente en las Biblias existentes y en todos los libros sagrados.

Y mientras reza, según se presume a una velocidad cerebral increíble que no pudo ocupar más de una millonésima parte de un segundo, ya que todo ese singular viaje -si creemos al Corán-, ocurrió en un abrir y cerrar de ojos, se abre ante su asombrada mirada una escalera de luz que conduce a los cielos, abierta para ellos a un toque del Ángel Gabriel, revelación que nunca antes ningún mortal había tenido el privilegio de conocer.

Y luego ¡OH maravilla! recorren en un par de segundos esos cincuenta y cinco peldaños que introducen al cielo de Alá, que se dice demorarían a cualquiera quince años de camino (no se explica si a pie o en camello, pero da lo mismo, quince años son quince años).

Pero todos estos hechos inéditos e increíbles (pero que hay que creer) no son nada para lo que viene, para el extraordinario tour que de la mano del Angel Gabriel hace Mahoma, este hombre analfabeto y vulgar que unos años antes deambulaba cuidando camellos, pensando con cual de sus quince esposas dormiría esa noche y de quien sus amigos y vecinos se reían cuando contaba de sus visiones.

No solo recorre el primer cielo, sino que todos y cada uno de los siete cielos que constituyen el reino del Dios Alá, el dios Luna de los Arabes, trayéndonos a los humanos un conocimiento de primera fuente no solo de donde se encuentra su puerta secreta sino de su ámbito numeral. A todo ésto hay que decir,que Mahoma, según las enseñanzas coránicas viajaba con su apariencia corporal y no solo en espíritu como podría creerse, lo que hace a este viaje, tomando en cuenta la velocidad y las condiciones de la gira, algo totalmente no solo desusado, inimitable, extraordinario, sobrenatural, sino totalmente inexplicable para la inteligencia humana, pues rompe todos los principios físicos y parámetros conocidos, lo que nos hace presumir que a lo menos al Profeta debiera habérsele caído el turbante, despeinado su cabello o cortado el aliento. Pero nada de esos estudios, que de seguro también se han preocupado los exégetas islámicos de esclarecer, han llegado a nuestros oídos. Y mientras Mahoma pasa volando felíz en su exótico caballo propulsado por un misterioso dinamo, va saludando se supone a los connotados habitantes de ese lugar del que no hay indicios en todo el decurso y conocimiento de la raza humana, salvo Pablo varios siglos antes, el Apóstol de los Gentiles, que asegura que una vez fue llevado al tercer cielo, en una visión similar a la del profeta, ya que parece ser que compartían muchas cosas, entre ellas ese rasgo epiléptico con los consabidos estertores, con la diferencia que Pablo no vió nada, no saludó a nadie ni menos ninguno de estos seres sobrenaturales o ilustres difuntos resucitados le habló.

Así es como en el Primer cielo divisa a Israel, en realidad Jacob, el nieto de Abraham según la leyenda bíblica, el cual aparentemente no lo vió, o al menos no lo saludó porque estaba ocupado instruccionando a un escuadrón de ángeles perezosos, que habían descuidado un sector del firmamento, donde aparentemente se estaban cayendo unas estrellas, que de acuerdo a la certera impresión que tuvo en ese momento el profeta, estaban suspendidas por unas cadenas de oro. Desafortunadamente, no vió por allí a nadie más interesante, o al menos no lo menciona.

En el Segundo cielo fue otra cosa, no porque alguien le diera esférica, le hablase o saludase, sino porque ya el nivel de personalidades de la cohorte de Alá iba creciendo. Allí estaban el maestro Jesús y su primo Juan el Bautista charlando amenamente. Lo curioso es que tales cielos evidentemente son muy acotados, de poca densidad poblacional, porque Mahoma no se explaya mencionando más gente. Tal vez el problema era que el Borak iba muy rápido y Mahoma no sabía como moderar la velocidad y solo nombra a los que conocía y vió de reojo. Pero el hecho es que en el Tercero alcanzó a divisar a David y Salomón. En el Cuarto cielo vió a Adán y un Angel de la muerte, lo que podría explicar que no le interesó echar una paradita en ese lugar y lo mismo le ocurrió en el Quinto, donde estaba Henoch y otro Ángel descomunal y también en el Sexto donde solo estaba Moisés.

A esa altura seguramente el Profeta, ante ese panorama desértico de los cielos que visitaba, parecido a los arenales de arabia, ya estaba meditando, tal vez no sin preocupación en la frase "muchos serán los llamados pero pocos los escogidos. Un instante después, ya estaba terminando el paseo y llegaban a la Estación Terminal del Séptimo y último cielo donde la atracción mayor era un espectacular Ángel con setenta mil cabezas, que desde luego tenía entonces setenta mil caras, bocas y lenguas. Lo raro era que hablase cada lengua un idioma distinto. Es de esperar que tal prodigio no fuese del sexo femenino. Ahora eso significa que este Angelote tenía además ciento cuarenta mil orejas, ciento cuarenta mil ojos y ciento cuarenta mil piernas; para que hablar del resto de sus presas. Nada habla el Profeta de la cantidad de comida que consumía esta monstruosa criatura angelical ni que tuviera setenta mil cerebros. Lo más seguro es que solo tuviera uno. Para qué podría necesitar más en esas soledades y en qué podría ocuparlos. Y más alla se nos relata, que sentado en un trono de luz , que viene a ser una silla con adornos, como todas las que hay en los cielos gloriosos, estaba el mismísimo patriarca Abraham, tal vez aburrido y dormitando, o bien contándole las cabezas al Angel grandote, patriarca con el que los árabes y judíos comparten y compiten en la idea de ser sus únicos descendientes, quien, "cuando divisó a Mahoma saltó de su trono y con la alegría pareció rejuvenecer trescientos años.”

Este acontecimiento contado por el Islam resulta verdaderamente extraordinario y decidor. Y lo es, no tanto como ya lo dijimos, por la excepción única y absoluta que se hace a Mahoma sobre todos los seres vivientes del planeta desde el inicio de los tiempos de llevarle al reino de los cielos, ese lugar paradigmático y controvertido negado por los infieles y seguidores de Satán, perdón, Shaitán, sino porque ese brinquito de alegría que hace saltar de su trono al patriarca Abraham, es absolutamente iluminador y trascendente para despejar definitivamente y para siempre, esa nebulosa que ha inquietado por siglos a los pensadores y cerebros más privilegiados de nuestro mundo, decenas de Concilios ecuménicos y en particular a la miríada de teólogos, que nacen y mueren a través de las generaciones sin llegar a ninguna parte, en el debate famoso de si los resucitados por Dios y que están en su reino, lo hacen en cuerpo y espíritu o con un cuerpo incorpóreo Si en el paraíso del Corán hay vino que no produce dolores de cabeza al ingerirlo, es claro que no son los espíritus quienes lo beben y para quienes están destinadas esas bellas y apetecibles huríes, esas vírgenes de túrgidos senos, nunca tocadas por ningún hombre...

Y como acabamos de resaltar, un espíritu no podría como hizo Abraham, tener ese movimiento tan característico de pasar de un estado estático al de movimiento, que ocurre cuando hay algo inesperado que traducimos por sorpresa. En este caso, por la intensa alegría que lo invadió al ver a sus discípulo favorito, Mahoma, pasar volando como un cohete a su lado. Por lo tanto en el cielo del Corán, la resucitación es corporal y espiritual.

En cuanto a los cristianos, todos piensan lo mismo. Su maestro Pablo se los dejó claro en muchos versículos de Corintos. Así lo asegura en Romanos 2:16."Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi Evangelio". Su palabra es por tanto la que prima, Su evangelio. No el de Cristo, no el de los otros evangelistas. A los dudosos les responde que hay una continuidad entre el cuerpo presente y el de la resurrección, como hay una continuidad entre la semilla y la planta que nace, ambas son materiales (vv 35-38).

Usa una poderosa ilustración, dice todos resucitaremos en forma corporal, como Cristo lo hizo. Por eso le llama a Cristo "primicias" (vv. 20,23), el resto de la cosecha será igual. Todos los que han nacido de nuevo, todos los cristianos dice, resucitaremos corporalmente con un cuerpo material glorificado. Y si Pablo lo dice, para los cristianos, así debe ser.

Pero volviendo al comentario anterior de Mahoma, cuando este dice que Abraham con la "alegría pareció rejuvenecer trescientos años", me surge la sospecha que lo estaba confundiendo con Matusalén. Que conste que cuando digo esto, lo digo respetuosamente, no estoy contradiciendo al profeta. No soy ningún loco para arriesgarme que uno de esos fanáticos perdidos me mande un misilaso o me confunda con esos poetas irreverentes que hacen versos raros. Tengo esta sospecha, porque según todas las referencias bíblicas Abraham murió a la edad de ciento setenta y cinco años. Y si fue así, no cabría decirse de él que pareció rejuvenecer trescientos años. En cambio Matusalén vivió un tanto más; en Génesis 5:27 se afirma que alcanzó la edad de 969 años, por lo que en su caso si sería apropiado calcular que por un estado de felicidad supremo, como el que sufrió el patriarca Abraham, pudiera parecer trescientos años más joven.

En los registros bíblicos dice que «Tharé vivió setenta años, y engendró a Abraham, a Nacor y a Arán. (Génesis, cap. XI, vers. 26.) ». Y Tharé, después de vivir doscientos cinco años, murió en Harán. »El Señor dijo a Abraham: Salid de vuestro país, de vuestra familia, de la casa de vuestro padre, y venid al país que yo os enseñaré, y yo os convertiré en padre de un gran pueblo,» (Génesis, cap. XII, vers. 1.). Desde luego se ve claro en el texto de Tharé que éste tuvo a Abraham a los setenta años, y que murió a los doscientos cinco; y que Abraham, saliendo de Caldea inmediatamente después de la muerte de su padre, debía tener precisamente ciento treinta y cinco años cuando salió de su país.

La leyenda judía dice que iba a vivir ciento ochenta años, pero que Dios a propósito acabó con su vida porque sintió que Abraham no necesitaba pasar por el dolor de ver los perversos hechos de su nieto Esaú . Abraham murió a los ciento setenta y cinco años de edad.

Pero en todo caso, como una forma de conciliar cualquier idea dispar, pienso que no hay que hacerle caso a estos datos bíblicos tan humanos, porque según algunas estadísticas e informaciones que extracté de Wikipedia, como tantos otros párrafos que he utilizado de varios estupendos blogs que se refieren a estos temas, se aclara que nuestros conocimientos actuales sobre la duración de la vida de una célula nos llevan a suponer que el límite natural de longevidad en el ser humano está por debajo de los 150 años y que el récord Guinness de la persona más vieja permanece en el rango de los 112 a 122 años, por lo que se desprende que las edades extraordinarias de los patriarcas bíblicos son resultado de errores en la traducción: los ciclos lunares se confundieron con los solares, y las edades reales son 13,5 veces menores. De acuerdo a ello, Matusalén llegó a tener una edad de: 969/13,5. Esto implica una edad de 72 años para Matusalén que es de todas maneras una cifra impresionante teniendo en cuenta la esperanza de vida en esos tiempos.

Los exégetas bíblicos, estos caballeros que interpretan todo lo que cae en sus manos de diversas maneras, explican que la tradición asegura que lo que la Biblia dice es totalmente verdad basándose en documentos indiscutibles como son algunos escritos secretos que se extraviaron, otros textos originales encriptados cuya clave fue robada desde un convento de los Alpes y cuyo conocimiento fue confirmado por doce visiones tenidas por Adán, de las cuales no quedaron registros porque Eva confundió los papeles por servilletas e hizo una fogata...

En este sentido, según ellos, la versión correcta es que los seres humanos vivían cerca de mil años, hasta que después del diluvio Dios acortó su edad. (Génesis 6:3. Y dijo Yavé: "No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años."). Como se ve todo coincide, el texto sagrado y el Libro de Guinness.

Según el judaísmo (y nadie dice que lo estén diciendo para complicarle la visión a Mahoma) la primera persona que envejeció fue Abraham, ya que como se dijo las personas anteriores eran más longevas porque nacieron antes del diluvio. Finalmente en este Séptimo cielo Mahoma ve a Dios. No dice si allí mismo o en un lugar cercano, pero estuvo con Dios, le habló a Dios y Dios le habló a él. Repito, estamos en presencia de un hombre modesto, recatado, sencillo. Lejos de él la vanidad y el orgullo. Por algo le nombran como el más grande. Nadie de la raza humana ha logrado tal hazaña ni nunca ha existido un milagro de tal envergadura como el viaje que realizó a los cielos con el Angel Gabriel, en su cabalgadura enjoyada.


No obstante, según expresan los textos coránicos, al día siguiente, una vez vuelto a Meca, el Profeta (s.a.s.) describió a la gente lo que acababa de vivir. Los idólatras se trasmitieron el relato y lo acogieron entre burlas. Incluso algunos lo desafiaron a describir los restos del Templo de Salomón, ya que había estado en él. Durante su visita a Jerusalén, Sidnâ Muhammad (s.a.s.) no se había fijado en los detalles, y no pudo responder al principio. Al-Bujâri y Muslim continúan su narración con las siguientes palabras del mismo Profeta: “Cuando los qurashíes me desmintieron, fui al interior del recinto de la Kaaba, y ahí Allah me hizo ver de nuevo el Templo de Jerusalén. Salí y se lo describí tal como había aparecido bajo mi mirada”. A pesar de ello, los idólatras siguieron afirmando que Sidnâ Muhammad (s.a.s.) mentía o había sido víctima de una alucinación...