sábado, 25 de diciembre de 2010

Descubriendo a Cristóbal Colón. Parte 7.-.

"Cuando un error entra en el dominio público, ya no sale nunca más de él; las opiniones se transmiten hereditariamente. Y, al final, eso se convierte en la Historia." Rémy de Gourmont.

COLÓN JUDIO
Uno de los mayores problemas que trajo de cabeza a los reyes católicos fue precisamente la presencia que les producía el Almirante interfiriendo en el gobierno de las indias, ya que las granjerías excepcionalmente entregadas a su persona, eran absolutamente contradictorias con la política centralista de los nuevos monarcas.

De ahí que siempre buscaron la manera de enmendar este error y trataron de librarse de él. En las Capitulaciones posteriores nunca más entregaron cargos y granjerías de sueldos y beneficios como no fuere para el agraciado el rango de Capitán de la expedición, salvo desde luego, dos o tres excepciones.

Con el Almirante hubo un vacío. La Corona no intervino para nada. Quedó completa y extrañamente pasiva. Se limitó a agregar a cada petición un lacónico “Plaze a sus Altezas” y la firma del Secretario. Es decir todos los puntos propuestos, fueron peticiones redactadas por Colón y sus asesores y aceptadas por los reyes tal cual fueron pedidos.
Esta indiferencia hace pensar que los monarcas no tenían gran esperanza en las teorías y propuestas de Colón, o bien, que tal era la premura por ganar tiempo a hipotéticos otros expedicionarios, de Portugal por ejemplo, que no dio lugar a redactar la Capitulación de la manera acostumbrada.
Tampoco este documento especificó objetivos geográficos y toda referencia a Catay, Cipango o Las Indias; solo puede encontrarse en documentos privados, por la sencilla razón que estos territorios y rutas marítimas eran por Bula papal exclusividad de Portugal y se supone que la omisión del posible derrotero de Colón tuvo por objeto no levantar recelos en el reino vecino. Cualquier descubrimiento que hiciese Colón, sería inmediatamente reclamado por Portugal legítimamente y los reyes de España sindicados como incumplidores de un Mandato papal.

En las otras Capitulaciones solo se pactaba el quinto para la Corona, o sea el 20%, todo lo demás se reservaba al capitulante, que tenía que distribuirlo para costear los gastos que significaba la expedición, o lo que es lo mismo, pagar las naves, los sueldos, vituallas, medicinas y los implementos necesarios. En el caso de Colón, este se lava las manos y solo se preocupa por asegurarse su propio beneficio. Quería todo para sí en circunstancias que precisaba de mucha gente para conseguir los objetivos que se propuso. Para algunos su sentido práctico, el afán de lucro y el aprecio casi reverencial por el dinero son características que señalan su origen semita.
Ese fue sin duda el principal motivo de las continuas rencillas que tuvo con sus tripulantes, ya que no estipuló para ellos ni siquiera una pequeña parte de los hipotéticos beneficios. Su ambición lo dejó aislado. De sus excesivas ganancias provino su perdición.
Los hermanos Pinzón por ejemplo, que fueron su brazo derecho en todo aspecto en el primer viaje, lo único que consiguieron fue purgar con cárcel y su propio capital, al ser acusados de ejercer el contrabando de esclavos en el norte de África, sin recibir ayuda de Colón, su patrón, que los había envíado.
Durante toda su gestión, nunca consiguió apoyos valederos de sus subordinados, otras autoridades o lugareños, por su obstinado y cicatero comportamiento.

De más está decir entonces y ya en el terreno de ir despejando las incógnitas, que Colón era de origen judío, no tan solo por estas características de suprema avaricia de su personalidad, su afán de codicioso mercader y la cicatería en cuestiones domésticas -que los banqueros y usureros judíos de todo el mundo han dejado claramente demostrado y que le han costado a ese pueblo no pocos bochornos-, sino por que hay diferentes elementos de juicio, que indican bastante precisamente que ésta y no otra era su educación y pensamiento religioso.

Oscar Villar Serrano, en su libro “Cristóbal Colón: El Secreto Mejor Guardado”, presenta la correspondencia mantenida entre Colón y su hijo Fernando, la cual brinda contundentes pruebas acerca del origen del navegante. Las cartas eran fechadas con letras hebreas y las despedidas eran bendiciones judías. Colón recomendaba a su hijo que delante del pueblo se comportase como mandaba la ley canónica, “más entre nosotros, tenemos que conservar nuestras costumbres” (sic).

En varios sitios se menciona que un hermano de Cristobal Colón, fue quemado en Valencia en 1943 por judaizar. Quizás este hecho tenga que ver con lo que consta en un Acta del Santo Oficio de Tarragona, donde en julio de 1489 fueron quemados en la hoguera inquisicional una familia de marranos llamados Andreo Colom, su mujer y su suegra, quienes habían confesado que a pesar de haberse convertido oficialmente al cristianismo, se habían mantenido fieles a su religión judía. También los investigadores del tema Colón, descubrieron en 1461 en Valencia, un caso contra una familia Colom. En él se juzgó a Thome Colom, a su mujer Leonora y a su hijo Joan, por haber lavado, vestido y enterrado el cadáver de la madre de Eleonora, costumbre propia del rito judaico.

Abraham Haim, Doctor en Historia de la Universidad de Tel-Aviv y Licenciado en Historia del Medio Oriente y en Lengua y Literatura Arabe de la Universidad Hebrea de Jerusalén y uno de los más destacados especialistas en el estudio de las raíces de la comunidad judía en España, hace pocos años, en el 2006, en una conferencia en ese país titulada "La dimensión judía de Colón y su primer viaje”, ratificó este aserto aclarando que en las cartas que Colón dirige a su hijo Diego, incluye dos letras hebreas, que se siguen utilizando hoy y que significan “con la ayuda de Dios”. Además acota Haim, Colón nunca utilizaba la palabra “templo” como la usan los cristianos, sino “casa” traducida en hebreo Beit Eloka.

Simón Wiesenthal, autor del estupendo Libro Operación Nuevo Mundo, al respecto agrega: “En las notas marginales de los libros que poseyó, demuestra Colón conocer a fondo el patrimonio cultural del judaísmo. Así, una de las que figuran en la Historia "Rerum Ubique Gestarum" del "Papa Pío II, pone de manifiesto cómo estaba familiarizado con la cronología hebraica. Tras referirse al año de 1481, aquel en que estaba escribiendo el comentario, consigna en seguida el correspondiente del cómputo hebraico, 5241, la edad que tenía entonces el mundo según la Biblia, y de ahí pasa a observar que Adán murió a los ciento treinta años, y que la destrucción del segundo templo —al que llama «secunda Casa», denominación típicamente hebrea, nunca usada por los no judíos— había ocurrido 1413 años atrás. Como esa nota se conservan otras muchas. Prueban, en conjunto, que Colón dominaba la historia hebraica y que había penetrado en el carácter del judaísmo. ¿Cuándo adquirió tal saber? Y aún otra pregunta: ¿Qué otro navegante cristiano de aquella época lo poseyó en grado comparable? Y permítaseme citar aquí la frase que escribió en una carta a Diego de Deza, preceptor del príncipe Juan: «Pónganme el nombre que quisieren, que al fin David, Rey muy sabio, guardó ovejas y después fue hecho rey de Jerusalén; yo soy siervo de aquel mismo Señor que puso a David en este estado». Una frase que, ciertamente, da qué pensar. En otro libro de la Biblioteca Colombina se halla la siguiente acotación, también de su puño y letra: «Gog Magog». Según el profeta Ezequías, el nuevo David, el redentor, advendrá tras haber erigido Gog, el demoníaco soberano de la tierra de Magog, un poderoso imperio. ¿No parece esa nota como un símbolo de aquel tiempo? Bien podría haberla escrito un judío, pues, para los judíos, el demonio Gog reinaba ya sobre España”.

Otro elemento de juicio fue el intento de beatificar al descubridor de América como paso previo a la canonización, por cuanto su hazaña permitió cristianizar millones de personas, pero luego de la investigación preliminar la Iglesia negó tal petición al establecerse su origen judío.

Efectivamente, en el año 1873 el Cardenal Donnet, intentó llevar hasta la Santa Sede su proposición de canonizar al “Almirante genovés”, obteniendo una negativa por cuanto se demostró hasta la saciedad que “Colón fue un hombre excesivamente ambicioso y carente de los méritos necesarios para ascender a los altares".
En 1876 el mismo Cardenal Donet otra vez puso su intento y pretensión ante la Santa Sede de introducir oficialmente la causa de la canonización, sin resultados. Este nuevo fracaso se debió entre otras cosas a la afición de Colón de esclavizar y vender a los naturales de América en Europa: “lo hizo abiertamente, contra todas las leyes e instrucciones que tenía, realizada por sí mismo, introduciendo la captura y esclavitud de los indios a buen precio de ganancia”.

Este pronunciamiento de la Iglesia es extraño, pues invoca en los dos rechazos motivos atingentes a la conducta ética y personal del Descubridor, lo que a todas luces son solo excusas, pues muchos altos dignatarios de la Iglesia, la mayoría de sus Santos y también sus Papas, cometieron delitos y felonías mucho más graves y escandalosas que los que se achacan a Colón. Además es fácilmente comprobable, que el comercio de esclavos fue practicado por casi todos los Obispos y Gobernadores eclesiásticos que llegaron al Nuevo Mundo. El real motivo que esconde este rechazo, es la seguridad vaticana que Colón nunca fue católico convencido y que simuló su fanatismo católico, como hacían todos los judíos conversos, para sacar partido personal y poder llevar a cabo sus ambiciosos proyectos.

También las creencias religiosas judías se revelan en la fecha elegida por el Almirante para partir en su primer viaje. Recordemos que el decreto de expulsión de los judíos del territorio español vencía a las 12 de la noche del 2 de Agosto. Colón exigió a su tripulación embarcarse a las 11 de la noche de ese día, sin permitir visitas familiares ni despedidas. No obstante las carabelas se hacen a la mar al día siguiente 3 de Agosto.
¿Con qué objeto hacer permanecer a su gente un día completo a bordo? La explicación es que el pueblo judío conmemora y respeta el día 2 de agosto, en memoria de la destrucción de los dos templos de Jerusalén y que de esta manera, Colón protegía a los numerosos judíos que integraban la tripulación.

Otro antecedente que se menciona para probar la escasa sinceridad de Colón al dogma católico, es que en ese tiempo la mayor parte de los jerarcas de la Iglesia sostenía con gran vehemencia que la tierra era plana y que aventurarse a sobrepasar los límites conocidos acarreaba la muerte segura de los navegantes. Los sacerdotes además, transmitían la sabiduría de Dios extractada de antiguos conocimientos, en el sentido que solo podían existir los continentes conocidos, es decir Asia, Europa y África. Creer lo contrario o poner en duda estos dogmas, era una herejía imperdonable y muchos habían ido a parar a la hoguera por solo sugerirlo.
A esto se sumaban las leyendas populares, alimentadas también por los propios frailes, que aseguraban que mar adentro en las regiones mas lejanas de la tierra habitada, había un mundo de monstruos y animales fantásticos, preludio de otra zona habitada por espantosos demonios.
De ahí que cuesta creer que Colón, un ferviente católico como se asegura, se pusiera a buscar nuevas tierras que fuesen a demostrar lo falso del dogma tan tajantemente sostenido por su propia religión, en particular, porque si era un judío converso, o un marrano que pretendía disimular su origen, nunca daría opiniones o causales que volviesen los ojos de la Inquisición a su persona.
Un aspecto curioso, que suscitó un pronunciamiento oficial de la Iglesia y que puso en jaque a los sabios y teólogos cristianos medievales, fue justamente este de los monstruos, de las razas de seres extraños que se decía existían en algunas islas de los confines del mundo, de los que se contaba que tenían cola, los ojos en el pecho o un solo ojo. ¿Existían realmente?¿ Eran criaturas de Dios o de Satanás? ¿Eran bestias o eran hombres..? ¿De qué rama primigenia de la humanidad descendían, de Adán?

Parecía una cuestión difícil de resolver, porque primero había que creer en ellos, comprobar su existencia, hacer un estudio profundo y serio, tal cual el caso lo ameritaba. Sin embargo, el tema fue zanjado cuando se consultó al más eminente y sabio de los Padres de la Iglesia, el ilustre y siempre bien ponderado Santo Católico Agustín de Hipona, quién pontificó sin vacilar, que "todas las razas monstruosas, hombres sin cabeza, o con la cabeza equivocada incluidos, si existían, eran hijos de Adán y por lo tanto participaban de la naturaleza humana tanto como nosotros"

Esta aventurada conclusión, fue refrendada por otro ilustre sabio católico, San Isidro de Sevilla, quien muy suelto de cuerpo, dedicó en el siglo VII un volumen entero de sus Etimologías, a describir las diversas razas y las regiones del mundo que habitaban. Entre las curiosidades de sus escritos recogemos algunas joyas de su sapiencia:

"Del mismo modo que en cada pueblo aparecen algunos hombres monstruosos, así también dentro del conjunto del género humano existen algunos pueblos de seres monstruosos, (...) Los cynocéfalos deben su nombre a tener cabeza de perro; nacen en la India. También la India engendra cíclopes. (...) ostentan un ojo en medio de la frente. Se los designa también con el nombre de agriophagitai, porque sólo se alimentan con carne de fieras. Se cree que en Libia nacen los blemmyas, que presentan un tronco sin cabeza y que tienen en el pecho la boca y los ojos. Hay otros que, privados de cerviz, tienen los ojos en los hombros".

A esta altura del siglo 21, estas verdaderas certificaciones de existencia de tales engendros emitidas por esas autoridades de primer nivel del catolicismo no pueden sino llamar a risa. Está bien que la Edad Media haya sido culturalmente rebajada y que abundase la estupidez supersticiosa, cuestión que la Iglesia rebate y argumenta que ello no es realidad. Pero para nadie es un secreto que así era.
Pero llama profundamente la atención que sean justamente estos personeros llamados Padres de la Iglesia, prohombres del cristianismo y canonizados como Santos, lo que aseguren tales barbaridades. Ello hace suponer, que también todo lo que escribieron y en lo que se basa esta doctrina, es poco serio, banal y antojadizo, sino falaz.

Pero ello se comprende mejor, cuando se establece por sus biografías, que las causales de sus canonizaciones son muy menores, casi incomprensibles. Agustín Aurelio, del que nunca se pone su apellido sino que le viene el de Hipona por haber sido Obispo de ese lugar, no hizo nunca un milagro, a menos que se considere milagro el haber sido hijo de otra Santa Católica, Santa Mónica, o bien, por su transformación de ser un joven libertino y disipado, ávido de sexo, que convivió con muchas mujeres, con una de las cuales tuvo un hijo; también actorcillo de teatro y vividor a concho que explotó todas las aristas del placer; que hizo un tour por todas las religiones existentes quedándose muchos años en el maniqueísmo, filosofía dualista de Persia y que luego ya maduro y aburrido se hizo cristiano, haciendo carrera eclesiástica y terminando como filósofo y teólogo con numerosas publicaciones donde opina de lo humano y lo divino, como es el caso de La Ciudad de Dios, considerada una de sus obras maestras. Es en uno de sus innumerables tomos, (XVI, 8) donde este Gurú cristiano, se da un tiempito para ilustrarnos de sus elevados y asombrosos conocimientos étnicos:

"De ellos habla también la historia profana; resulta que alguno tenía un solo ojo; otros tenían los pies al revés; otros eran de dos sexos y tenían el pecho derecho de hombre y el izquierdo de mujer y si se acoplaban podían concebir y engendrar alternativamente; otros no tenían boca y respiraban tan solo a través de la nariz; otros no medían más de un metro y por eso los griegos los llamaban pigmeos; en cierto lugar las mujeres podían concebir a la edad de cinco años y no vivían más de ocho. Cuentan también que existía un pueblo de hombres que tenían una sola pierna y no flexionaban la rodilla, aunque eran velocísimos: se llaman esciápodos, porque en verano, cuando se tumban en el suelo, se protegen con la sombra de su propio pie (...)"

Este asuntillo de los monstruos, planteó un serio conflicto teológico a los sacerdotes, que se preguntaban que criterio adoptar para decidir si un recién nacido en esas condiciones es realmente humano y por ende si corresponde administrarle los sacramentos. En el caso por ejemplo de criaturas con dos cabezas y un cuerpo, ¿que hacer? ¿bautizarlos como una sola criatura, y por lo tanto una sola alma, o cómo dos…?

Ello motivó adecuar los manuales para sacerdotes, agregándoles instrucciones detalladas para bautizar seres monstruosos. Estos rezaban: “el bautismo tiene su principio en el alma del ser no en su cuerpo, por lo tanto si hay dos cuerpos y una sóla alma hay que bautizar como si fuera una persona sóla; el problema está en averiguar si hay una sóla alma o dos”.

Por su parte, San Isidro al parecer tampoco tiene ningún milagro conocido, ni su vida un ejemplo de sacrificio o piedad fuera de lo común. Más bien, como se estilaba en esos años, su rica y poderosa familia estaba empeñada en el productivo afán de conseguir un Papado, sin resultados. Este Obispo, teólogo y erudito de la España visigoda, de quien tampoco se publican los apellidos de su familia, fue el menor de cuatro hermanos, todos los cuales, como él mismo, fueron Obispos y luego canonizados como Santos, por lo que se les conoce como Los Cuatro Santos de Cartagena.
Sus hermanos Santos son San Leandro, San Fulgencio y Santa Florentina. Otra hermana, Teodora o Teodisia, fue Reina de la Hispanía Visigoda por estar casada con el rey Leovigildo.
Por tanto, estos Cuatro Santos de Cartagena, son tíos de los hijos de Teodora; Hermenegildo, el que para no perder la costumbre familiar también fue canonizado y Recaredo, el otro hijo, que llegó a ser como su madre, Rey visigodo.

Canonizado en 1598, fue declarado Doctor de la Iglesia por el Papa Inocencio XIII, el 25 de Abril de 1722. La Iglesia lo pondera como un gran compilador medieval y para que no perdiera vigencia y la gente se interesara en saber quien diablos fue, lo propuso como Patrón de Internet en el año 2001; como no hubo oposiciones, lo presenta ahora con este nuevo Galardón en su curriculum, que le da un toque más moderno.

En tiempos de Colón, según la teoría bíblica, esta tierra plana estaba fija y era el centro del universo.
Esta certeza provenía del capítulo 7 del Apocalipsis, versículo 1, donde se habla de “los cuatro ángulos de la tierra” y que el “movimiento” de los astros se debía a que “el cielo se mueve como un libro o pergamino que se enrolla”, Isaías, cap. 34, vers. 4, y Apocalipsis cap. 6, vers. 14.

Muchos se preguntan por qué la Iglesia sostenía tal teoría, en circunstancias que desde hacía más de un siglo, diversos científicos habían probado la esfericidad de la tierra, calculado su circunferencia y su peso, e incluso fijado sus movimientos. Además ya la tierra era dibujada como un globo terráqueo y había mapamundis, existiendo fundados antecedentes que el mundo científico de la época no tenía dudas sobre la esfericidad del planeta.

Lo que quizás hay que entender al respecto, es que sus teólogos no lo hacían de porfiados o atontados, sino porque su extremo y enfermizo fanatismo les impedía apartarse de la letra de la Biblia y El Libro, decía que el sol y la luna, no eran esos planetas de gran volumen, incluso superiores a la tierra que algunos osados cuentistas afirmaban, sino como se expresa taxativamente en el Génesis, creadas por el capricho de Dios como luminarias para que luciesen sobre la tierra y alumbraran. El sol para alumbrar el día y la luna y las estrellas para alumbrar la noche. Génesis capítulo 1 versículos 15, 16,17,18.

Es decir, estos astros estaban allá arriba pegoteados en la bóveda celeste, que para ellos era la parte superior de esta esfera y no podían ser más grandes que la tierra porque Dios lo habría señalado en alguna parte. Las estrellas por ejemplo, se creía no eran más grandes que una manzana o una pera, y estaban desplegadas sobre este pergamino, pero según el mismo Apocalipsis, llegará el día en que estas “caerán sobre la tierra como higos de una higuera mecida por el viento”, cap. 6, vers. 3.
Ello quedaba corroborado por el mito de Josué, cap. 10, ver. 12-13, cuando Dios hizo detener al sol en el cielo, justo al pasar este sobre la aldea de Gabaon. Isaías también hizo lo mismo, pero haciéndolo retroceder en su carrera...

Comprender además, que esta forma esférica, era para la Iglesia la bóveda celeste por abajo y por encima de la tierra, no la tierra misma, que suponían circular. Ellos veían esta bóveda como una gran carpa metálica que protegía allá muy arriba a la tierra, pero les costaba aceptar que continuaba por el otro lado dejando en su curvatura otro gran espacio bajo la tierra, pues ellos suponían que allí había solo mar y no era posible que hubiera vida antípoda teniéndolo por cielo, si es que efectivamente estaban estos antípodas exactamente al revés.

La idea generalizada era que en el medio de esta bóveda esferoide, como una torta, se encontraba suspendida la masa terrestre, plana y circular, afirmada sobre cuatro pilares que se hundían en una masa de agua convulsionada. Nunca comprendieron, que esta tierra no era circular como una moneda, sino que toda ella era esférica, como una bola, con mares, montañas y ríos, por toda su superficie esférica.

Por eso, las objeciones de sus sabios, sus profundas elucubraciones a la manera de las suscitadas por la inmortalidad del cangrejo, era por la capacidad de equilibrio que podrían tener los antípodas y si estos eran o no descendientes de Adán. Es decir, no creían posible que por abajo del círculo existiese el mismo tipo de vida conocido arriba. Claro está, que para ellos, estos antípodas estaban por el otro lado de la torta, cabeza abajo, con el mundo al revés, en medio del círculo del otro lado de la tierra, teniendo por techo el mar.

San Agustín de Hipona (354-430), uno de los cuatro Grandes Padres de la Iglesia latina, el mismo que difundió el disparate que la virgen María había sido dotada de una virginidad perpetua “Virgen concibió, Virgen dio a luz y Virgen permaneció”, (¿y cómo se las arregló entonces con los numerosos hijos que tuvo de José?); el mismo que avaló que las razas de monstruos existentes eran también hijos de Dios, siempre tan equivocado en sus infinitas teorías, argumentó en contra de que hubiera habitantes en las antípodas. Dijo:

“…Sobre la fábula de que existen los Antípodas, es decir, hombres que viven en el lado opuesto de la tierra, donde el sol se levanta cuando para nosotros se pone, hombres que caminan con sus pies opuestos a los nuestros, eso no es creíble en modo alguno. Y, ciertamente, no se afirma que se haya aprendido tal cosa por conocimiento histórico, sino por conjetura científica, basándose en que la tierra está suspendida dentro de la concavidad del cielo, y que tiene tanto espacio en un lado como en el otro: por ello afirman que la parte bajo nosotros también debe de estar habitada. Pero no remarcan que, aunque se supone científicamente demostrado que el mundo tiene una forma esférica y redonda, de eso no se sigue que la otra cara de la tierra esté libre de agua; ni tampoco, aunque estuviera realmente libre de agua, se sigue que esté necesariamente habitada…” ( ¡Qué gran sabio era este hombre nó, qué acertivo!)

También es importante saber que en la sociedad o en el tiempo que le tocó vivir a Colón, predominaba entre la curia la Escolástica, un movimiento filosófico y teológico que intentó utilizar la razón natural humana, en particular la filosofía y la ciencia de Aristóteles para comprender el contenido sobrenatural de la revelación cristiana. El gran gurú de esta teoría era Santo Tomás de Aquino, quién argumentaba que tanto la razón, es decir el razonamiento e inteligencia humanos como las revelaciones divinas, (esos sueños y alucinaciones de los profetas o las voces que escuchaban ordenándoles determinadas misiones y los dichos de la Biblia), eran obras de un mismo ser, Dios.

Por lo tanto no podía haber contradicción alguna, ya que solo eran dos de los caminos que Él eligió para llevarnos a la verdad. Consecuentemente cualquier oposición aparente entre revelación y razón solo podía deberse a un uso incorrecto de la razón o a una errónea interpretación de las palabras de la revelación. La única diferencia era que siendo las revelaciones una enseñanza directa de Dios, tenían necesariamente un mayor grado de verdad y certeza que la razón natural. Por ello, en los conflictos de fe religiosa y razonamiento filosófico, la fe actuaba como árbitro supremo.

Es fácil inferir entonces, que durante toda la Edad Media la filosofía estuvo al servicio de la teología, no solo porque la verdad de la filosofía estaba absolutamente subordinada a la verdad de la teología, sino porque los teólogos, es decir los voceros de la iglesia, como única voz autorizada, utilizaban la filosofía para comprender y explicar la revelación. Por ende, no había ninguna posibilidad que otra teoría colocara alguna idea independiente, porque lo único que importaba era si esa idea estaba en El Libro. Si no estaba allí, entonces no era una verdad. Solo lo escrito en la Biblia era una verdad inconmovible porque era palabra de Dios.

En base a esta reflexión, se entiende entonces que Colón presentara su proyecto como una revelación, aportando además algunos datos “científicos” con que podría haber contado: "Me abrió Nuestro Señor el entendimiento con mano palpable a que era hacedero navegar de aquí a las Indias, y me abrió la voluntad para la ejecución de ello. Y con este fuego vine a Vuestras Altezas".

Citó en defensa de su presentación ante los sabios de la Corte, que sus cálculos, se basaban además de su experiencia como marino, de sus lecturas de La Imago Mundi, del Cardenal y teólogo francés Pierre D’Ailly, quien sugiere en su tratado que se podría llegar a Las Indias desde el oeste; a los estudios contenidos en la Historia “”Rerum Ubique Gestarum” del Papa Pio II y al contenido de un par de escritos apócrifos, además del mapa y correspondencia tenida con el geógrafo florentino Paolo dal Pozzo Toscanelli.

Les dijo a los sabios que sus cálculos coincidían con los detalles mostrados en un mapa por el científico musulmán Alfrageno, del siglo IX, que indicaban que Cipango estaba no más allá de 4.300 a 4.500 kilómetros de la costa europea. Además sacó a relucir el axioma bíblico del respetado profeta Esdras, que afirmaba que la tierra estaba compuesta por seis partes de tierra firme y solo una séptima parte de agua, por lo tanto no podía ser tanta la distancia; pero éstos, tanto en la Corte portuguesa como española se mofaron de esta aseveración encontrándola un verdadero disparate, dado que existían mediciones y aproximaciones muy documentadas que señalaban que la distancia a cubrir a través de este desierto de agua que era el Mar Tenebroso, era de aproximadamente 20.000 kilómetros. Que no había tripulación ni barco que soportara tal navegación y que esta empresa no solo era riesgosa sino que francamente ridícula.

Hoy se sabe, que la distancia real es de 19.500 kilómetros y que el Almirante amén de estar absolutamente equivocado era un pésimo cartógrafo. De no ser que chocó con esas islas mar afuera, de las que jamás supo que eran el continente buscado, de Cristóbal Colón solo sabríamos que fue ahorcado por la tripulación amotinada, o que todos desaparecieron tragados por ese temido Mar Tenebroso, al que tanto temían los marineros.

Finalmente, hoy existen contundentes antecedentes que avalan que el viaje del Descubrimiento y con mayor razón los posteriores, fueron decididamente apoyados moral y financieramente por los judíos conversos españoles, que merced a que se habían convertido tempranamente al catolicismo y tenían control sobre negocios estratégicos del reino o altos cargos en la magistratura y el clero, permanecían en España conservando importantes grados de influencia sobre el rey y la reina.

Por ello, nos parece importante adjuntar textualmente algunos de los varios los antecedentes de la página http://www.scribd.com/doc/40242790/Daniel-Mesa-Bernal-Los-judios-en-el-descubrimiento-de-America, del repertorio Histórico de la Academia Antioqueña fundada en 1903, con los escritos de Daniel Mesa Bernal, año 1989 – No. 252, Vol.38.

CREENCIA JUDÍA SOBRE NUEVAS TIERRAS
Judíos y conversos apoyaron el viaje de Colón con entusiasmo pues estaban convencidos de que existían hebreos en otras tierras; esa convicción se fundaba en la tradición, en las interpretaciones de los rabinos de los libros sagrados, y en los comentarios de los viajeros.

Siempre preocupó a los judíos la desaparición de las Diez Tribus que se remonta al año 722 a. de J.C., cuando el rey Sargón II tomó la capital del reino de Isabel y dispersó su población. Hasta la época del descubrimiento de América se consideraba que las Diez Tribus vivían en Asfareth, palabra que significa "la otra tierra"; término confuso y poco significativo, de allí que surgieran hipótesis y fantasías.
Comenta Vicente Risco que según el Talmud de Jerusalén había "israelitas en lugar oculto donde por especial providencia de Dios vino una nube y los cubrió, para preservarlos de los pueblos extraños". Scheder Olam llama a aquellas nubes "Montañas de Oscuridad" y se ha interpretado que esa tierra oculta durante siglos fue América.
La idea de que las Diez Tribus vivían en tierras lejanas se basa principalmente en el libro cuarto de Esdras, un Apocalipsis que contiene las visiones que tuvo en Babilonia en el año 557 a. J.C.
En él se da cuenta del destino del pueblo de Israel y se dice que las Diez Tribus tardaron año y medio en la travesía después de que fueron esclavizadas, para llegar a una tierra desconocida y deshabitada (Asfareth) y que diversos autores han insistido, desde el siglo XVI, es el Nuevo Mundo. El libro IV de Esdras parece fue escrito en hebreo o arameo y no está incluido en la Biblia.

Es uno de los libros apócrifos más importantes del Antiguo Testamento y fue incluido como apéndice de la Vulgata, por lo que gozó de gran difusión; algunos textos litúrgicos como la misa de Réquiem se basan en él.
Sabemos que Cristóbal Colón leía a Esdras, pero la mayor parte de las citas que hace son del profeta Isaías: "Si, se reúnen las naves para mí, con los navios de Tarsis a la cabeza, para traer de lejos a tus hijos con su oro y su plata, para el nombre de Yavé, tu Dios; para el Santo de Israel, que te glorifique", y, "Porque he aquí que voy a crear unos cielos nuevos y una tierra nueva, y ya no se recordará lo pasado ni vendrá más a la mente". Las interpretaciones de las profecías de Isaías hacen impacto en el Almirante, más que las disquisiciones geográficas.

Dentro de este contexto de ideas los judíos españoles recordaban las palabras del
Deuteronomio, que dice; "Y ella (la Biblia), no está al otro lado del mar" y pregunta: "¿quién pasará para nosotros hasta allende el mar, para que nos la traiga nos la proclame, y la cumplamos?" (id. 30.13) . Ibn Ezra, español, nacido en el año 1092, anota que la expresión "al otro lado del mar", expresa lejanía, algo remoto distante del pueblo de Israel y agrega que ese "Mar Grande" no puede atravesarse por la oscuridad de las aguas; al Océano Atlántico en tiempo de Abraham Ibn Ezra nadie osaba atravesarlo; faltaban varios siglos para el descubrimiento de las Indias.
Los sefarditas añoraban que un país dirigido por una de las Diez Tribus apareciera y saliera en su defensa ; por ello, el proyecto de Colón no era para los judíos una aventura descabellada y fue la razón para que el descubridor de América contara en todo momento con el apoyo de los sefarditas.
Cuando hubo conciencia de que había descubierto un nuevo mundo, los judíos y hombres de ciencia no dudaron que nuestros indígenas descendían de las Diez Tribus.
JUDÍOS Y CONVERSOS APOYAN A CRISTÓBAL COLÓN
Los esfuerzos de los sefarditas para ayudar al genovés fueron manifiestos; en un principio contó con el apoyo infructuoso de Isaac Abrabanel y Abraham Senior, figuras importantes dentro del judaismo y cuya influencia y riqueza eran tan reconocidos que sus correligionarios los comisionaron para negociar con los Reyes Católicos que no los expulsaran. La situación mejoró para Colón cuando entraron en juego conversos cómo Luis de la Cerda, y el Duque de Medinaceli, que pudo haber disputado el derecho de Isabel al trono de Castilla como heredero de la rama primogénita.

Al conocer a Colón tomó interés por sus proyectos, le hospedó en su casa durante dos años; solicitó a su pariente Pedro González de Mendoza, Arzobispo de Toledo y Cardenal de España al que llamaban el "Tercer rey de España" que apoyara al genovés y escribió a la reina recomendándole el proyecto; su interés también se manifiesta al ofrecer tres barcos para realizar el viaje; tuvo que desistir de la idea porque la reina no le dio su asentimiento.

Gracias a Luis de la Cerda el Cardenal de España, se convirtió en uno de los más entusiastas promotores de Colón. El Duque y el Cardenal tenían sangre israelita pues una abuela común era hebrea; el duque tuvo que defenderse ante el Tribunal de la Inquisición que lo acusó de judaizante.

El abuelo de Cabrero, Sancho de Paternoy, murió en la prisión del Tribunal de la Inquisición. A Juan Colonia, Secretario de estado del reino de Aragón de origen judío por la línea materna y cuya esposa pertenecía a la familia conversa De la Caballería, correspondió firmar la Capitulación de Santa Fe y la Carta de Privilegios de 1492, donde estipulan las condiciones económicas y prerrogativas a que tenía derecho Colón; también refrendó la firma de los Reyes Católicos ordenando la expulsión de los judíos.

Luis de Santángel, escribano de la Ración del Reino de Aragón, era de familia conocida como conversa; procesado por la Inquisición, fue obligado a llevar sambenito.
Luis de Santángel fue quizá el que más apoyó a Colón; cuando las negociaciones con los Reyes se malograron, el genovés salió de Granada; al enterarse de esta situación, tres conversos: Luis de Santángel, Juan Cabrero y fray Diego de Deza entraron a defender el proyecto. La reina temía apoyar el viaje de Colón por los gravámenes financieros que implicaba pues las arcas estaban vacías por la guerra contra los moros; Luis de Santángel concedió un préstamo sin intereses por 17.000 ducados de oro (casi cinco millones de maravedíes), iniciativa que consultó a los conversos Juan Cabrera, Gabriel Sánchez y Alonso de la Caballería. Tal vez esta transacción fue la que originó la leyenda de que la Reina ofreció sus joyas para conseguir fondos para el viaje a las Indias.

El apoyo de Santángel a Colón perduró; para realizar el segundo viaje intervino ante el duque de Medina Sidonia para que prestara cinco millones de maravedíes, suma que "... se completó mediante las propiedades de los judíos expulsados, a quienes se robaron y confiscaron las casas, los capitales, las joyas y los haberes inmuebles...".
Este procedimiento legalizado, lo aprovechó Santángel para financiar la tercera expedición en 1498, que tuvo el privilegio "de apropiarse de los bienes confiscados por el Santo Oficio a los herejes apóstatas del Reino de Valencia..."
El Rey le demostró en varias oportunidades su amistad; en 1491 lo salvó de que lo condenasen por judaizante.

En Barcelona en el monumento a Colón, aparece Santángel a quien recuerdan los aragoneses
como el protector del Almirante. Gabriel Sánchez, tesorero mayor del reino de Aragón, fue uno de los cinco hijos de un judío quemado en efigie en 1493, sentenciado por "hereje, apóstata y judaizante"; su suegro murió en la hoguera. Gabriel Sánchez y Luis de Santángel pertenecían a eminentes familias y según Salvador de Madariaga "es muy posible que en último término se debiere a ellos la decisión histórica que hizo posible el descubrimiento".

No es exageración afirmar que la empresa colombina fue estimulada y financiada por los marranos aragoneses; al fin y al cabo buscaban una ruta comercial en la que tenían interés los judíos; Colón valoró su apoyo y antes que a los Reyes Católicos dio cuenta de sus triunfos a Gabriel Sánchez y a Luis de Santángel quienes transmitieron la noticia a sus Majestades.
Hemos visto algunos de los hombres de la Corte de Fernando de Aragón que apoyaron a Colón; veamos, los de la Corte de Isabel de Castilla.

Fray Diego de Deza, ilustre teólogo que llegó a ocupar después de la muerte de Fray Tomás de Torquemada el cargo de Inquisidor General; era descendiente del judío Ruy Capón. Colón lo encontró en el Colegio de San Esteban Salamanca, donde trabó con él amistad y por su intermedio conoció al astrónomo hebreo Abraham Zacuto profesor de Astronomía de la Universidad de Salamanca.

Fray Diego de Deza, obispo de Zamora y tutor del príncipe Heredero Juan de Castilla, ocupó importantes cargos en la Corte de Castilla; en 1486, la reina lo nombró en una comisión presidida por fray Hernando de Talavera para estudiar el proyecto de Colón. Fray Hernando de Talavera, profesor de la reina, y prior del Monasterio de los Frailes Jerónimos del Prado; más tarde fue Arzobispo de Granada; se sabía que era de origen israelita y al final de su vida se vio envuelto en un proceso inquisitorial por judaísmo. La comisión rechazó el proyecto; fray Hernando de Talavera estuvo en contra, pero de Deza hizo lo imposible para que lo aprobaran.
De Deza siempre apoyó a Colón, por eso el Almirante escribe a los Reyes: "Desde que vine a
Castilla ese prelado me ha aumentado mi prestigio. A él, junto con Chambelán Cabrero, deben vuestras Majestades la posesión de Indias."

Como si no fuera suficiente la polémica en torno a la figura del Almirante, durante el siglo XX, el Centro de Estudios Colombinos de Cataluña, aseguró que Colón era Catalán y no nació en Génova como señala la historia… Para sustentar la teoría, presentaron un documento fechado en 1476, donde se presenta una lista de corsarios catalanes que intervinieron en la batalla naval frente a las costas de Portugal, en contra de las naves españolas; y en esa lista aparece el nombre de Cristóbal Colón. Por otra parte, se argumentó que Colón nunca escribió en italiano y siempre en español, tal cual fue demostrado por especialistas en “lexicometría”, quienes analizaron cartas del Almirante.
En la página oficial web del Centro de Estudios Colombinos. “Colón Catalán”, escrito por Ignacio Ma. Muntaner. http://www.cecolom.cat/infocaps.php?id=1488, leemos el resultado de algunas de sus investigaciones que refrendan cuanto hemos dicho:
“En el primer cuarto del siglo XVI, Fernando (1488-1539), hijo natural de Colón, cuando quiso escribir la vida de su padre, se interesó, naturalmente, por su lugar de nacimiento. Recorrió la península ibérica, - el año 1519 Cataluña- y luego fue a Italia. Sorprendentemente, a medio viaje, en 1523, Carlos V , le prohibió que continuara sus investigaciones". (Carlos de Austria, o Habsburgo (1500-1558) fue rey de España con el nombre de Carlos I. Fue el primero que unió en su persona las coronas de Castilla, Aragón y Navarra y como Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico con el nombre de Carlos V.)

"¿De qué tenía miedo el Emperador?, Cuál era el motivo de esta prohibición? Sea como sea, Fernando Colón no pudo encontrar ni en Génova ni en la Liguria, pasados sólo 20 años de la muerte del descubridor, ningún pariente de su padre, e incluso se muestra molesto por la abundancia de poblaciones italianas que pretenden ser cuna del descubridor".

"Fernando menciona Nervio, Cuquero, Bugiasco y Savona en la Liguria, y Piacenza al'Emília-Romagna. ¿Aclaró o no aclaró Fernando donde había nacido su padre? Pues, no lo sabemos, porque el manuscrito sobre la vida de Colón escrito por Fernando no fue publicado en vida".

"Muerto él un nieto de Colón, Luis Colón, se encargó de suprimir en ellos las cosas que consideraba equivocadas o que no convenía decir, y no fue hasta el año 1571 que la biografía colombina de Fernando se publicó, traducida al italiano por un tal Alfonso Ulloa, con el título “Della vita e di fatto dell almiraglio don Cristoforo Colombo”, el padre se entiende, de Fernando Colón. Y después de publicada esta traducción, sorprendentemente, el original desapareció, entrando a formar parte de la gran cantidad de textos y documentos referentes a Colón que han sufrido una misteriosa y más que sospechosa desaparición...."

“Si repasamos cuáles son los primeros testigos del origen genovés de Colón, se ve claramente que pertenecen a círculos relacionados con la casa real, que varios escritores italianos repiten su afirmación por obvias razones de amor patrio. Y en cuanto a los escritores peninsulares, amigos y conocidos de Colón y que dentro de ciertas limitaciones podemos considerar independientes, están afectados por una posible, por mucho que parezca increíble, conspiración política, comenzada como hemos visto en torno a los reyes Católicos y continuada por sus sucesores, con el fin de falsear, en lo posible, los orígenes y los hechos de la vida del Cristóbal Colón previos al descubrimiento".
“De hecho es escandalosa la cantidad de documentos y obras del entorno de Colón que han desaparecido. Dice María Aguiló-y también otros historiadores no catalanes...".

"Según Pedro de Madrazo, citado en Bayerri 61 p. 31, 7, "los Veinte mil Cuerpos que donó don Fernando Colón se hallan reducidos a diez mil tomos, no comprendemos por qué..." (la mitad de los libros y documentos que, según Fernando Colón, hijo del descubridor, había en la Biblioteca Colombina, habían desaparecido cuando él la consultó a mitad del siglo XIX).

"Es inevitable pensar que ha habido mucha gente interesada en ocultar tantos detalles como fuera posible de la verdadera personalidad de Colón, y también personas que, sin escrúpulos, han hecho desaparecer documentos enteros, o párrafos de alguna obra que contradecían lo que por intereses políticos convenía decir del descubridor..."


Bayerri piensa que colaboró voluntariamente el mismo Colón / Bayerri 61 p. 335 ss. /, y esta conspiración es aceptada por la mayoría de los que creen en un origen no genovés del descubridor: no es lógico que haya tantas oscuridades en este tema, cuando los siglos XV y XVI son una época de la que se conserva documentación abundantísima, y cuando Colón es un personaje tan importante y estudiado con tanto interés y tanta pasión”.

2 comentarios:

Manuel Doval dijo...

El origen de Cristóbal Colon esta mas fundamentado y argumentado en la tesis Gallega, en la cual relacionan a Cristóbal Colón y Pedro Álvarez de Sotomayor (Pedro Madruga) noble Gallego enemigo de los reyes católicos, a día de hoy hay un 80% de probabilidades de ser la misma persona la documentación histórica es concluyente. cada día aparecen más datos con los que se relaciona a Colon con Pontevedra Galicia, siendo por ejemplo el único lugar en el mundo donde existía el apellido Colon, que es el apellido que utilizaba el almirante en documentos oficiales y como lo llamaban los reyes católicos, el rey portugués, el Papa, etc. escribía en Gallego, le puso más de 300 nombres a las tierras descubiertas iguales a los de la costa de Pontevedra, tenía que conocer forzosamente las costas de Pontevedra, los Hijos de Colon y de Pedro Álvarez de Sotomayor se llamaban igual, los amigos de Colon que lo ayudaron ante los reyes eran los mismos amigos de Pedro A. de Sotomayor, los enemigos de Colon eran los mismos que de Pedro A. de Sotomayor, y un sin fin de argumentos como ejemplo el pasado octubre de 2009 se hizo un peritaje caligráfico entre la escritura de Colon y la de Pedro Álvarez de Sotomayor, la escrituras demuestran que son la misma persona este estudio lo realizo una perito y mando sus resultados a la universidad de Barcelona donde 100 peritos especializados coincidieron que era la misma persona.

Anónimo dijo...

excelente texto, ojala que continue la huella de luz para esclarecer definitivamente la mostruosa obra de los peninsulares y la innombrable e inmoral iglesia