sábado, 21 de agosto de 2010

Mitos, ángeles, dirigibles y otras máquinas voladoras. Parte 2.

"El ser humano no es ave ni tiene alas; actuará contra natura quién a pesar de ello las fabricare; el constructor será decapitado por pactar con el diablo y su ingenio quemado tras rezar la Santa Misa". (Edicto de la Santa Inquisición de la Iglesia Católica Romana).

Entre los seres voladores de nuestro pasado más lejano, quizás extraídos del subconciente y del mundo de los sueños encontramos a las Gárgolas, esas imágenes grotescas, de monstruos infernales y de muecas burlescas que se asoman desafiantes en las cornisas de las grandes catedrales góticas, que a veces se representan con alas que recuerdan las del murciélago, por lo que se las relaciona con el mal. Y en otras, con figuras de animales desconocidos y dantescos, únicos y jamás repetidos.

A pesar que su significado profundo permanece aún sin determinar y constituye una de las deudas pendientes de los secretos del mundo antiguo y a que hay referencias mitológicas que las ligan a los grifos y a los dragones, sus primeras manifestaciones las encontramos como formas arquitectónicas de drenaje de aguas de lluvias, sistema predilecto durante el siglo XII y XIII, donde predominaba el arte gótico. Durante la Edad Media, las Gárgolas se utilizaron como desagües y sumideros a través de los cuales se expulsaba el agua de la lluvia, evitando que cayera por las paredes y erosionase la piedra.

A esta utilidad se refieren todos los idiomas europeos cuando idearon palabras para designar estos apéndices arquitectónicos: el italiano gronda sporgente, frase muy precisa, arquitectónicamente hablando, que significa “canalón saliente”; el alemán wasserspeider, que describe lo que una gárgola puede hacer, esto es, escupir agua; el español gárgola y el francés gargouille, que derivan del latín gargula, garganta; o el inglés gargoyle, derivado de los dos anteriores

En la interpretación mítica y popular, las Gárgolas pueden ser representaciones mágicas que mantienen alejado lo maligno,
guardianes celosas de los sitios sagrados, o bien justamente lo contrario, testigos pétros de la existencia del demonio, las mil caras del mal, reminiscencia de los ídolos adorados por religiones paganas, que fueron recogidos por las nuevas religiones, adaptadas a sus credos e iconos sagrados y mantenidos en sus templos como recuerdo permanente para las generaciones venideras de distinción entre el bien y el mal. Para los creyentes fundamentalistas de todas las épocas, almas en pena sufrientes, peregrinas entre la vida y la muerte en su deambular al Purgatorio, o, a las que se les impide su entrada al cielo por sus pecados, destinadas eternamente a vagar por la tierra.

Leonardo Da Vinci (1452-1519) y muchos otros hombres de espíritu inquisitivo del pasado y la llamada Edad Media, comprendieron tempranamente que las leyes físicas podían hacer realidad la gran ilusión humana de vencer la ley de gravedad, volar con ingenios más pesados que el aire, conquistar el espacio aéreo y viajar hacia otros planetas, pero esto no solo era una herejía que desafiaba el poder de Dios, sino también una amenaza contra el poder terrenal alcanzado por la Iglesia Católica.

Con el reconocimiento del cristianismo como religión estatal en el siglo IV, los herejes empezaron a ser considerados enemigos del Estado y las herejías eran por lo tanto pesquisadas como delitos gravísimos contra las leyes de Dios y del Hombre. En 1252 el Papa Inocencio IV, bajo la influencia del renacimiento del Derecho romano, ya había autorizado la práctica de la tortura para extraer la verdad de los sospechosos. Hasta entonces este procedimiento había sido ajeno a la tradición canónica, pero en los siglos siguientes se convirtió en la técnica preferida de la Inquisición.

Por eso el empeño de destruir bibliotecas, laboratorios alquímicos y perseguir hasta el exterminio total a todos aquellos intelectuales, científicos, artistas y hombres sabios que podían traspasar estos conocimientos al bajo pueblo. Y por eso, los escritos de Da Vinci, fueron realizados de forma encriptada, de derecha a izquierda, que se conoce como escritura especular (legible a través de un espejo), al revés, para que no pudiera ser entendida por profanos, a los que además añadía signos y abreviaciones de su cuño y párrafos escritos con su mano izquierda, pués temía que estas teorías y dibujos de máquinas voladoras y sus otros inventos, cayesen en poder de los feroces inquisidores, ya que como pintor de frescos del Vaticano y dignatarios de la Iglesia, de reyes y Gobernantes europeos, era sabedor que se exponía a ser condenado a muerte por sus ideas.

Ya en 1505 había sido ajusticiado en los alrededores de Moscú un hombre llamado Nikita por atreverse a llevar a cabo un ensayo de vuelo en presencia del Zar Iván III.
Lo mismo le había ocurrido al admirable Alberto de Sajonia 1230-1390, obispo jesuita de Halberstadt y rector de las Universidades de París y Viena, matemático, físico y arquitecto además de filósofo, quién fue un precursor de la moderna teoría de la inercia. Discípulo del filósofo escolástico Jean Burilan y Nicolás de Oresme, cometió el delito de sostener la hipótesis de la rotación de la Tierra, por lo que fue condenado a la hoguera.

También su coterráneo el monje domínico Giordano Bruno (1548-1600), filósofo, astrónomo y poeta italiano, quien escribió y dictó conferencias acerca de la pluralidad de los mundos y sistemas solares, el heliocentrismo, la infinitud del espacio y el Universo y el movimiento de los astros, por lo que fue perseguido por la Iglesia Católica, encarcelado en sus mazmorras durante ocho años, acusado de blasfemia, herejía e inmoralidad, para finalmente ser condenado a la hoguera por herético, impenitente, pertinaz y obstinado, el 17 de febrero de 1600, en Campo dei Fiori, Roma. Y como ellos, no menos de quinientos científicos, gran parte de ellos hombres de iglesia, que era donde se radicaba principalmente la ilustración, soezmente mutilados, torturados y condenados a vil muerte por garrote o incinerados en la hoguera santa.

En febrero del año 1616 la Iglesia Católica romana por intermedio del Santo Oficio, declara oficialmente que la tesis del movimiento de la Tierra y posición central del Sol son falsas y contrarias a la Biblia, prohibiendo todos los libros que enseñan y defienden esta doctrina.

El 22 de junio de 1633 Galileo es condenado por postular que la Tierra gira en torno al Sol, obligándosele a afirmar que detestaba y abandonaba por completo sus ideas, humillando a ese hombre viejo y ferviente católico a renegar de sus descubrimientos científicos en aras de una ignorancia, so riesgo de ser quemado. Aún así fue mantenido en prisión, obligado a permanecer al lado de un monje imbécil y fanático hasta su muerte.

Hasta 1832 la Iglesia no consintió borrar los libros de Galileo de la lista de libros prohibidos para los católicos, bajo riesgo y amenaza de horrendos castigos para sus inmortales almas. Recién en 1992, a regañadientes admitió una posible equivocación pero no se retractó. Sus más recalcitrantes enemigos de la ciencia, cardenales y obispos de la más alta jerarquía, no quisieron aceptar que la infabilidad papal es una engañifa, ciñéndose a la doctrina aún vigente, proclamada en el Concilio convocado por el Papa Pío IX sobre la mentada infabilidad, donde estrambóticamente se expresa taxativamente:
“La revelación divina es perfecta y, por ello, no está sujeta a un progreso continuo e indefinido a fin de equipararla con el progreso humano... Ningún ser humano es libre de abrazar y profesar la religión que crea verdadera, guiado por la luz de la razón... La Iglesia tiene poder para definir dogmáticamente que la religión de la Iglesia católica es la única religión verdadera... Es necesario, incluso en el día de hoy, que la religión católica sea considerada la única religión del Estado, excluyendo todas la demás formas de devoción... La libertad civil para elegir el tipo de fe y la concesión de poder absoluto a todos para manifestar abierta y públicamente sus ideas y opiniones conduce con mayor facilidad a la corrupción moral y mental de las personas... El Pontífice romano no puede ni debe reconciliarse ni estar de acuerdo con el progreso, el liberalismo y la civilización moderna”.

Estas peregrinas, equivocadas, sectarias y obsoletas ideas religiosas, que si se osaba contradecirlas ponían en riesgo la vida del audaz, constituyeron durante cinco siglos, quizás el mayor impedimento que ha tenido la raza humana para conseguir su progreso. En particular la aviación, como interpretación de este anhelo del hombre de conquistar el espacio aéreo, fue sostenidamente perseguido, denostado e impedido por el poder vaticano, con encíclicas, amenazas a sus fieles, excomunión, quema de libros, prohibición de inventos y asesinato de sus pioneros y sostenedores. La sola idea que el hombre descubriera que no existe ese cielo allá arriba, descrito entonces como reino de Dios, habitat de su corte celestial y camino de ángeles y arcángeles, aterraba a la ignorante curia, que veía derrumbarse las falacias predicadas por sus huestes de exaltados y sus delirantes y tenebrosos monjes y teólogos trasnochados.

¿Qué era eso de leyes que rigen el movimiento de los planetas si la Biblia nada decía al respecto? ¿Cómo podía un humano remontarse en los aires cuando eso era atribución de Dios y sus criaturas divinas? ¿Quién podía desafiar a Dios sino el diablo, tan poderoso como él, entregándole estas facultades al hombre...?
No obstante ello, la inventiva humana no pudo ser exterminada, ni controlada ni menguada.
El siglo XIX fue la bella época de los dirigibles y los globos Aerostáticos, que perfeccionaban sus sistemas. Pero ahora el gran intento era crear una máquina más pesada que el aire, que fuese capaz de volar por medios propios. Ello dió paso al planeador, cuyos primeros modelos se encaminaban a conseguir un vuelo controlado y no sujeto al capricho del viento.

En 1799, George Cayley, un inventor inglés, diseñó un planeador relativamente moderno, que contaba con una cola para controlarlo, y un lugar donde el piloto se podía colocar, por debajo del centro de gravedad del aparato, dando así estabilidad a la aeronave. Cayley construyó un prototipo que realizó sus primeros vuelos no tripulados en 1804. Durante las cinco décadas siguientes, trabajó en su proyecto, tiempo durante el cual Cayley dedujo muchas de las leyes básicas de la aerodinámica.

Preconizó el uso de las hélices, las alas fijas y el motor de explosión, que había inventado Niepce en la construcción de aeronaves. En 1816 estudió la posible utilización del dirigible para viajes aéreos de largo alcance previendo la construcción de dirigibles rígidos.
Muchos consideran que Georges Cayley fue el primer verdadero científico de la historia de la aviación. Diseñó numerosos modelos de planeadores y realizó ensayos con ellos.
Entre los años 1856 y 1880, hubo varios pioneros de planeadores que construyeron máquinas voladoras, aportando su experiencia y observaciones a esta disciplina como el francés Jean-Marie Le Bris y su planeador "L'Albatros artificial", que se elevó 100 metros; el campesino polaco Jan Wnek, autodidacta que en 1866 construyó y voló con éxito un planeador controlable que probó lanzándose de la Iglesia de Odporyszów, a 45 mts. de altura y sobre una colina de 50 mts., es decir 95 mts. de altura.

El francés Félix du Temple, que en 1874, en su planeador de aluminio llamado Monoplano, de 13 metros y 80 kilos, consiguió el primer vuelo autopropulsado de la historia. El inglés, Frank Wenham, quién después de numerosos fracasos construyó en 1871 el primer “túnel de viento”, que dio como resultado una mayor sustentación en las alas fijas, demostrándose que la construcción de máquinas más pesadas que el aire era posible.
Ya en la década de 1880, muchos científicos que no dependían de financiamiento ajeno, avanzaron enormemente en el campo de la aeronáutica, destacándose entre estos grandes aportes el trabajo de Otto Lilienthal, Percy Pilcher y Octave Chanute.

A finales del siglo XIX hubo muchos intentos de producir un avión que despegara por sus propios medios, pero tal perfomance resultaba esquiva para los noveles inventores, que no tenían los conocimientos apropiados. En 1843, William Hensen, un inventor inglés, registró la primera patente de una aeronave equipada con motores, hélices y provista de un ala fija, lo que en la actualidad se conoce como avión, pero el prototipo no funcionó. En 1848, su amigo John Strngfellow, basado en esa nave construyó un avión que pudo despegar por sus propios medios, pero lo hacía sin piloto y duraba en el aire solo unos cuantos segundos.

Hiram Stevens Maxim, un americano nacionalizado inglés, constuyó un avión de dimensiones monstruosas para los patrones existentes, un biplano de 3.175 kilos y 32 metros de envergadura. Su interés esa estudiar el comportamiento de la aerodinámica y la potencia. Para el despegue construyó una pista de 550 metros con raíles para situar el aparato. En 1894 hizo varias pruebas incrementando cada vez la potencia de los motores, logrando alcanzar 68 km/hora sobre los raíles, pero sin lograr despegar.

Todos estos comentarios los hacemos para graficar las enormes dificultades que durante siglos impidieron concretar un aparato capaz de volar siendo maniobrado a voluntad, lo que como vemos aún a finales del siglo diecinueve aún no lograba cristalizarse.
Finalmente, los hermanos Orville y Wibur Wright, propietarios de una fábrica de bicicletas en Dayton, Ohio, Estados Unidos, que se dedicaban también a crear modelos de planeadores, lograron algunos éxitos que los animaron a proseguir sus investigaciones, decidiendo en 1902 fabricar un avión más pesado que el aire, consiguiendo tras múltiples pruebas, crear un motor con la potencia deseada, solucionando con una técnica denominada alabeo, los problemas que se presentaban con el control de vuelo
El prototipo de su invención, un biplano al que llamaron "Flyer" (volador en español), estuvo listo para la prueba el 17 de Diciembre de 1903, convirtiéndose Orville Wright en la primera persona en volar sobre una aeronave más pesada que el aire, propulsada por medios propios. El avión para mantenerse en trayecto e impulsarse precisó railes y una catapulta, alcanzando una altura máxima de 37 metros y una velocidad de 48 km/h durante los doce segundos que duró el vuelo.

Ese mismo día, realizaron tres vuelos más que fueron presenciados por cuatro socorristas y un niño de la zona del campo de pruebas Kitty Hawk, convirtiéndose en los primeros vuelos públicos y documentados de la historia. En un cuarto vuelo de ese mismo día, Wilbur consiguió recorrer 260 metros en 59 segundos.
La genialidad de los hermanos Wright, su investigación científica, había conseguido el sueño tan largamente acariciado por tantas generaciones, un vuelo libre, controlado y continuo, dándose así inicio a la era mundial de la aviación.
No obstante, después fueron muchos los que objetaron la hazaña, expresando haber conseguido con sus prototipos estos mismos resultados con fecha anterior al vuelo de los Wright, solo que ellos no tomaron la precaución de entregar el evento al conocimiento público.
Es el caso de Gustave Whitehead que afirmó haber volado en una aeronave más pesada que el aire, por medios propios, el 14 de agosto de 1901.
Cometió el error de no documentar su supuesto vuelo, pero posteriormente, una réplica de su avión denominado número 21 consiguió alzar el vuelo con éxito. El estadounidense Lyman Gilmore también dijo haber volado el 15 de mayo de 1902.


En Nueva Zelanda, el granjero e inventor Richard Pearse construyó un monoplano que alzó el vuelo el 31 de marzo de 1903. Hay grandes evidencias que dicen que eso ocurrió realmente, entre testimonios y fotografías. Pero el propio Pearse admitiría tiempo después que ese vuelo no fue controlado y que terminó al chocarse en un monte después de haber volado a una altura de unos 3 metros.

Todavía en 1903, hubo testimonios que afirmaban haber visto al escocés Preston Watson realizar vuelos en Errol, al este de Escocia. Pero a falta de evidencias fotográficas o documentadas, hacen que sea imposible su verificación.

El alemán Kart Jatho voló en una aeronave más pesada que el aire el 18 de agosto de 1903. Su vuelo fue de corta duración, pero con la velocidad y el diseño de las alas que poseía, hacían que el avión no fuera controlable por el piloto.

El ingeniero rumano Traian Vuia también afirmó haber volado en un avión, y que logró despegar y mantenerse en el aire durante un tiempo razonable, y sin ayuda de ningún elemento. Vuia pilotó el avión que él mismo diseñó y construyó, el 18 de marzo de 1906 en Montesson, cerca de París. Ninguno de sus vuelos superó los 30 metros de altura.

Pero la reivindicación más importante, corresponde al brasileño Alberto Santos Dumont, quien fascinado con la aviación desde que llegara con sus padres a vivir en París, pronto creó una serie de dirigibles, algunos de los cuales volaron con éxito, convirtiéndose en una persona muy famosa en esa ciudad. Su gran pertinacia e ingenio unido a los recursos económicos de su familia, resultaron en la creación de su famoso avión el 14-bis, que al contrario que el Flyer de los hermanos Wright, no necesitaba raíles, catapultas o viento para alzar el vuelo.

Así fue como el 13 de septiembre de 1906 Santos Dumont realizó un vuelo público en París logrando recorrer una distancia de 221 metros. Es importante hacer presente, que cuando se realizó este vuelo poco o nada se sabía de los Wright, por lo que la prensa internacional consideró al 14-bis de Santos Dumont como el primer avión capaz de despegar por sus propios medios.
Tal situación creo una natural controversia entre quienes creen que el primer vuelo autónomo fue de los hermanos Wrigth y aquellos que piensan que fue el de Santos Dumont, pero hoy en día, la mayor parte de las organizaciones relacionadas con la aviación, como es el caso de la comunidad científica, reconocen el vuelo del 14-bis, como el primero en la historia de la aviación mundial que se logra sin artificios externos y que ha quedado debidamente registrado y publicado.
Los expertos objetan al vuelo de los hermanos Wrigth el uso de raíles y catapultas en las pruebas de despegue. Especialistas en aviación acreditan que los hermanos Wright fueron los primeros en volar en un avión más pesado que el aire, pero los mismos especialistas también apuntan que a través de las noticias publicadas en periódicos de Ohio, el testimonio de testigos y de fotos de estos vuelos, demuestran que las aeronaves no despegaban por si solas, sino que utilizaban artefactos que las catapultaban, haciendo que el vuelo de Santos Dumont sea visto como el primero en la historia de la aviación, a pesar de haber ocurrido algunos años después de los primeros vuelos de los hermanos Wright, siendo por tanto considerado en una mayoría de países, con excepción de Estados Unidos, como el “padre de la aviación”.
Santos Dumont diseñó, construyó y voló los primeros globos dirigibles guiados. Llegó a construir hasta 20 modelos distintos Al hacer eso se convirtió en la primera persona en demostrar que el vuelo controlado era posible. Esta conquista le significó el otorgamiento del Premio "Deutsch de la Merthe" el 19 de octubre de 1901, cuando un vuelo de ida y vuelta en torno a la Torre Eiffel con su dirigible número 6, lo transformó en una de las personas más famosas del mundo a fines del siglo XIX. Su escasa estatura no le impidió granjearse los favores de las damas de la alta sociedad, que gustaban fotografiarse a su lado. Es en esos años, una figura pública muy admirada por la juventud e impone la moda de los cuellos altos de camisa y el sombrero panamá en París.

En esa oportunidad gana un premio de 100.000 francos, que donó íntegramente a los obreros que trabajaban en sus aviones y a los improvisados ayudantes que solían ayudarle en sus vuelos, sea para empujar o zafar su avión de alguna zanja, o salvarlo de entre los matorrales en sus accidentados aterrizajes.
También ostenta el honor de haber obtenido la primera Licencia de piloto aeronáutico de la historia el año 1904.

Cuando Santos Dumont llega al lugar donde los jueces decidirían quien fue el ganador del mencionado premio Deutsch, el prestigioso Restaurante "Maxim's", fue recibido por grandes aplausos que le sorprendieron. Su amigo Louis Cartier, el mejor joyero de la época en París, le preguntó por qué se había sorprendido de ser el ganador y Santos le responde: -Pués por que no sabía si me ajusté a los tiempos que fijaba la prueba.
—¿Es que no llevaba usted reloj?
—Sí —respondió el aviador, sacando un fino reloj de bolsillo—, pero no pude consultarlo durante todo el viaje porque el manejo del dirigible no permite quitar las manos de los controles ni un solo instante.
El joyero se quedó un momento silencioso y luego le dijo:
—No se preocupe usted. Yo le resolveré el problema para su próximo vuelo.
Pocos meses después Louis Cartier, le obsequió un reloj de oro de reducidas dimensiones, de forma cuadrada y plana, con la originalidad que no pendía, como era tradicional de una cadena, sino que estaba provisto de una elegante correa de cuero agujereada. El círculo de amistades de Dumont, rápidamente alabó el ingenioso regalo de su amigo y comenzaron a pedir a Cartier más relojes de pulsera. Tal fue la demanda, que Cartier elaboró lo que ha sido la primera linea de relojes de pulsera de la historia: "Cartier Santos", nombre tanto suyo como de su amigo Santos Dumont, que todavía se venden en el comercio a elevadísimos precios.

Santos Dumont, siguió creando dirigibles cada vez más eficientes, veloces y con capacidad de carga. El 20 de septiembre de 1898 realizó el primer vuelo de un globo autopropulsado al que llamó "Brasil", a partir del cual fue creando sus sucesivos diseños hasta el número 18.
A partir del 19 al 22 fueron los Demoiselle, aparatos más pequeños y perfeccionados, mezclas de dirigibles y avión, de donde saltó al avión 14-bis.

Y también siguió creando aviones. La Demoiselle, más conocido como La Libélula, fue el mejor modelo de avión creado por Dumont, con apreciables mejoras en el control del vuelo y en los alerones de sus aeronaves. Fueron los más pequeños y baratos aviones de su época, fabricados expresamente a precios muy populares, a lo menos por cuarenta talleres en toda Francia, dado que su intención siempre fue interesar por esta afición al grueso público.
Santos Dumont pensaba que un día los aviones serían como automóviles aéreos y que cada persona iría en uno de ellos al trabajo. No quedó contento con el rumbo que tomó la aviación comercial mas tarde, al construir aviones más grandes y mucho más caros, desviándose de lo que él tenía como objetivo.

En total Santos Dumont construyó nueve tipos de Demoisellles, negándose siempre a patentar sus inventos, expresando que su interés era no poner trabas a otros investigadores, que podían usar sus descubrimientos libremente y además porque su sueño era que se abarataran tanto los costos, que estos aviones fueran familiares y costaran lo mismo que un automóvil. Jamás se opuso a quienes quisieron copiar sus proyectos ni a quienes quisieron vender prototipos realizados a partir de sus diseños.
Sólo en 1909, Santos Dumont produjo un avión capaz de volar kilómetros de una sola vez, la Demoiselle IV, con motor Dutheil-Chalmers de 18 caballos-vapor y alas arqueadas, que producían bastante sustentación. En la primera prueba, realizada el día 9 de marzo, la nave cayó inmediatamente después del despegue y quedó con una de las ruedas despedazada, pero el aeronauta no se hirió. El día 8 de abril Dumont con la aeronave ya reparada, realizó un vuelo de 2.500 metros a 20 de altura.

En septiembre Santos Dumont adaptó a la avioneta un motor Darracq a vapor de 30 caballos de fuerza y enrolló los tubos del radiador en torno a las alas, creando la Demoiselle VI. Fue en ese aparato donde hizo sus más duraderos y extraordinarios vuelos en avión. El día 13 de aquel mes voló en 5 minutos los 8 kilómetros que separan Saint-Cyr de Buc, en una media de 96 km/h, velocidad inédita para un vehículo aéreo. Al día siguiente hizo el vuelo en camino inverso, usando esta vez 12 minutos en razón del viento contrario.

El día 15, en Saint-Cyr, quebró el récord mundial de salida, con un despegue de 70 metros, cronometrada en 6,25 segundos. El día 16 batió su propio récord, despegando en 60 metros, y aprovechó la oportunidad para hacer un vuelo de 10 minutos y 27 segundos. Poco después se elevó nuevamente, cargando ahora un peso muerto de 20 kilos. Esta carga adicional, al contrario de lo que se esperaba, no estorbó las maniobras y al ser soltado en pleno vuelo, ante un público entusiasmado de cerca de tres mil personas, causó tensión entre los espectadores, que temieron que la delicada avioneta se desestabilizara y capotara. El aparato, sin embargo prosiguió su trayectoria con perfecta armonía y gracia, aterrizando 2 minutos más tarde cerca del hangar de Saint-Cyr.
Santos Dumont sabía que la aviación iba a cambiar al mundo y enfrentó toda clase de peligros para mejorar los artefactos voladores del 1900. Toda su vida estuvo enamorado de la idea de crear un avión que fuera capaz de acortar las distancias, transportar pasajeros, entregar correo y favorecer la unión de las naciones.

En agosto de 1914, Francia fue invadida por las tropas alemanas. Era el inicio de la Primera Guerra Mundial. Los aeroplanos comenzaron a ser usados en la guerra, primero para la observación de tropas enemigas y después en combates aéreos, que fueron tornándose cada vez más violentos con el uso de ametralladoras y bombas. Alberto Santos tuvo que presenciar el horror de ver cómo sus aviones pensados para la paz, fueron utilizados como bombarderos ocasionando la muerte de miles de personas.

Decepcionado, irritado y enfermo, Santos Dumont en 1915 decidió retornar a Brasil y se retiró de toda actividad social o comercial. En ese mismo año participó en el 11º Congreso Científico Pan-Americano en los Estados Unidos, donde se abordó el tema del uso de la aviación como forma de facilitar las relaciones entre los países de América. Pero el avión era utilizado en ese momento para fines militares en la Primera Guerra. En los Estados Unidos eran producidos 16 aviones militares por día. Dumont estaba desolado y bajo una atroz depresión al ver cómo su sueño de ver a la Humanidad volando, se convertía en pesadilla.

En enero de 1926, apeló a la Sociedad de las Naciones para que se impidiera la utilización de los aviones como armas de guerra. Llegó a ofrecer diez mil francos para quien escribiera la mejor obra contra la utilización de aviones en la guerra.En junio de 1930, es condecorado por el Aeroclub de Francia con el título de Gran Oficial de la Legión de Honor de Francia. En ese mismo año fue electo miembro de la Academia Brasilera de Letras. También en 1931.
En 1932 ocurrió la revolución constitucionalista, en la que el estado de São Paulo se levantó contra el gobierno revolucionario de Getulio Vargas. Eso le incomodaba mucho a Santos Dumont, que realizó llamados para que no hubiera una guerra entre brasileños. Pero el conflicto era irrefrenable y los aviones atacaron el Campo de Marte, en São Paulo el 23 de julio de ese año.

Esta visión de los aviones en combate matando compatriotas, causó una profunda angustia en Santos Dumont y ese mismo día aprovechando la ausencia de su sobrino que siempre le acompañaba, puso fin a su vida, ahorcándose con su propia corbata, asqueado de la conducta humana. Tenía 59 años. No dejó descendencia.

En 1976 la Unión Astronómica Internacional rindió homenaje al inventor brasileño, bautizando uno de los cráteres lunares con su nombre.
El 18 de octubre de 2005, la Agencia Espacial Brasileña (AEB) y la Agencia Espacial Federal Rusa (Roscosmos), firmaron un acuerdo para la realización de la “Misión Centenario”, que llevó al astronauta brasileño Marcos César Pontes a la Estación Espacial Internacional.
La misión es un homenaje al centenario del vuelo de Soyuz TMA-8, fue el 30 de marzo de 2006, en el Centro de Lanzamiento Baikonur en Kazajistán.

La figura de Alberto Santos Dumont se ha agigantado a medida que transcurren los años. Fue un auténtico héroe de nuestro tiempo, audaz, generoso y comprometido con la causa de la aviación civil. Resulta un particular orgullo para los sudamericanos, saber que fue uno de los suyos quien cristalizó el sueño humano más esperado de la historia universal.

Con su aguda inteligencia y espíritu de observación del vuelo de los pájaros, como hicieron todos sus antecesores en 19 siglos, pudo encimar el proyecto al que dedicó su vida, abriendo para toda la humanidad el camino del cielo, antes reservado como lar de los dioses.

Algún día, nuestra civilización, -si no se autodestruye antes-, deberá abandonar el planeta en su búsqueda de un sitio incontaminado y con recursos para asegurar la subsistencia de la raza humana. Si ello se convierte en una realidad, esos sobrevivientes solo podrán agradecérselo a los cientos de visionarios y pioneros de la aviación que aportaron su tiempo y su inteligencia a vencer la ley de gravedad y a este sencillo pacifista y altruista sudamericano llamado Alberto Santos Dumont.










miércoles, 11 de agosto de 2010

Mitos, ángeles, dirigibles y otras máquinas voladoras.


La ilusión de volar como los pájaros, elevarse por los aires y conseguir una libertad de movimiento plena, sin la opresión de la gravedad y la ridícula dificultad humana de arrastrarse por la superficie del planeta, fue tal vez desde siempre una quimera buscada incansablemente por el hombre.

¿Quién no recuerda el chascarro de la mitología griega de Ícaro y Dédalo, con sus falsas alas de plumas de pájaro pegoteadas con cera a la espalda, intentando escapar de Minos por el aire, aventura que por supuesto culminó en estruendoso fracaso..? Según la leyenda, porque Ícaro se acercó demasiado al sol y la cera se derritió, pero la verdad es que tienen que haberse ido a pique de inmediato y mejor aún, que esta historia nunca ocurrió.

Y para que hablar de los angelitos y querubines bíblicos, esos tiernos ángeles y arcángeles, con camisa de dormir para tapar sus partes pudendas, que surcaban los cielos y se escondían tras las nubes para espiar a los humanos, con sus formidables alas emplumadas, que tienen que haber sido bastante aerodinámicas para permitir a estos seres celestiales volar sin paradas entre el Edén y la tierra, hazaña no igualada por vehículo espacial alguno

Nadie puede llamarse a engaño cuando mencionamos al mito y a las religiones como un sinónimo, pues en la práctica vienen a ser una misma cosa. No olvidemos que lo que hoy llamamos mitología griega, que fue una de las más esplendorosas y fuente de origen de la mayoría de las mitologías de la antigüedad, era en esa época, año 2.000 a. de C., ni más ni menos que la cuna de todos los dioses en los que creía la humanidad, en su morada del Monte Olimpo, donde Zeus, padre de los dioses y de los mortales, ejercía su potestad y poder como el Señor del Cielo.

Y si alguno cree que existen diferencias entre los mitos y las religiones, tendrá que concordar en que los unen notables parecidos en lo que a fe, ofrendas, veneración de iconos, milagros, poderes sobrenaturales, ascendencia divina, castas sacerdotales y otros asuntos relacionados se refiere.

Posiblemente, en un par de miles de años más, lo que hoy conocemos como religiones modernas, no pasarán de ser “mitologías del tercer milenio”, con la diferencia que no habrá nada que las recuerde, como pasa hoy con los dioses antiguos, cuyos nombres están presentes en las denominaciones de muchas valencias químicas, en los planetas y constelaciones y profusamente utilizados en marcas comerciales en todo el mundo. Son además, inagotable manantial de inspiración literaria y de todas las manifestaciones artísticas, incluido el cine moderno y las plataformas de video-juegos.

Tanto en las mitologías antiguas como especialmente en las religiones judía, cristiana e islámica abundan los seres voladores conocidos como ángeles. Más aún, se tiene la certeza que son producto de la divinidad; hijos de Dios y también sus ayudantes y encargados de ciertas misiones sagradas. Todo ello a contrapelo de que en sus Biblias y libros sagrados, no existe una sola línea que explique cómo, cuándo y por qué fueron creadas estas criaturas evidentemente no humanas.
Las explicaciones existentes, son fruto de la fértil imaginación de algunos teólogos y santones de los tiempos en que se inventó el hilo negro, que tuvieron ciertas “visiones”, “apariciones” de divinidades, “sueños”, que luego interpretaban y que nos han transmitido como verdades.
Y también, de versiones venidas de otros singulares sujetos, considerados “sabios” por sus sociedades, “iluminados”, que a pesar que nunca vieron un ángel, ni fueron coterráneos en el tiempo en que se dice que paseaban tranquilamente por la tierra, han acotado como graciosa contribución a la raza humana, en base a sesudos estudios de manuscritos perdidos y que por lo tanto nadie más ha podido leer, el aporte de conocer los nombres de miles de estos ángeles y arcángeles, su jerarquía celestial, sus características personales, las legiones a las que pertenecen, las Triadas o escalafones de su servicio a Dios, siendo curiosamente la principal de ellas, “Los Coros de Serafines”, cuya importantísima actividad es cantar todo el día, a Dios se supone, o a su misteriosa corte celestial, galimatías que sorprendentemente miles o quizás millones de personas cree tanto, como en la existencia del día y la noche.

La vocación de volar, la transmitió el hombre desde tiempos ignotos a sus credos e ideales y no es extraño encontrar criaturas aladas con características de aves y animales cercanos al hombre o mixturas inventados por éste, en un desborde imaginativo acorde a sus más fatales pesadillas, que poseen tal cualidad.

En la mitología griega encontramos a los fabulosos Pegasos, esos bellos corceles alados nacidos de la sangre del cuello de la Medusa cuando Perseo le cortó la cabeza. Se les representa generalmente de color blanco siendo su característica de vuelo, el mover sus patas como si estuviesen cabalgando. Los enemigos naturales del Pegaso en el aire son el Grifo y el Dragón, también seres prodigiosos voladores.

Se dice que El Burak de la tradición islámica, criatura celestial traída por el arcángel Gabriel, fue quien cargó en su lomo a Mahoma en ese famoso viaje de la Tierra al Cielo y viceversa, según cuenta El Corán.
Esta criatura alada, que se cree está inspirada en las leyendas del Pegaso griego y el Shedu babilónico, es descrito como “un animal blanco y grande, más largo que un burro pero menor a una mula, que puede poner su pezuña a una distancia igual a la que alcanza la vista.” Se lo representa como una bestia con cara de mujer y también como una criatura híbrida parte águila, parte caballo y cola de pavo real.

En la mitología mesopotámica, el Shedu, es un espíritu protector. Posee cuerpo de toro, alas de águila y cabeza de ser humano. Estaba representado, por parejas en la entrada de las ciudades, de los templos y de los palacios para repeler a los espíritus maléficos y a los enemigos.

El Lammasu, es una criatura legendaria, que posee cabeza de hombre, cuerpo de león y alas de águila. Guardaba los templos y mataba a todos los que se aproximaban, excepto a los hombres puramente buenos o totalmente malvados.

El grifo es una criatura mitológica, cuya parte superior es la de un águila gigante, con plumas doradas, afilado pico y poderosas garras. La parte inferior es la de un león, con pelaje amarillo, musculosas patas y cola.

El famoso dragón, esa serpiente o reptil volador que aparece en diversas culturas de todo el mundo, es también un animal mitológico que conlleva diferentes simbolismos asociados.
En la Biblia hebrea el dragón representa el mal. En la mitología persa destaca el caso del Azi Dahaka, un dragón malévolo. En Rumanía, el dragón geto-dacio tenía cabeza de lobo y cola de serpiente. Esta imagen era empleada en la guerra ya que en la bandera de Dacia aparece un dragón.
Los cristianos heredaron la idea hebrea del dragón, que aparece en el Apocalipsis, del Apóstol Juan y en otras tradiciones posteriores. En el arte cristiano del Medievo simboliza el pecado y al aparecer bajo los pies de los santos y mártires representa el triunfo de la fe y los reinos cristianos sobre el diablo.
Los dragones chinos y japoneses simbolizan el poder espiritual supremo, el poder terrenal y celestial, el conocimiento y la fuerza, y por lo tanto son benévolos. El dragón es la insignia más antigua del arte de estos países.
También en la mitología griega encontramos a La Esfinge, un demonio de destrucción y mala suerte, que se representaba con rostro de mujer, cuerpo de león y alas de ave. Para la mayoría de los escritores de la antigüedad, la Esfinge era única y de ascendencia divina.
Hesíodo, quien en su Teogonía es el primero que la menciona, la hace hija de la Quimera y de Ortro, el terrible perro hermano de Cerberos, opinión que no comparte Laso de Hermíone, quien la estima nacida de Equidna, la bella ninfa con cola de serpiente, y del poderoso Tifón.
Las Náyades, las ninfas de agua dulce, le entregan a Perseo, un semidios de la mitología griega, hijo de Dánae y Zeus, unas sandalias voladoras con las que consiguió su empeño de matar a la medusa, con las que éste podía elevarse por el aire y recorrer inmensas distancias. Este vuelo y en particular esas sandalias encantadas, nos entrega el primer personaje que se menciona en forma escrita, capaz de volar a voluntad, provisto de un adminículo. Como Perseo era un caballero, terminada su misión devolvió estas sandalias a sus dueñas.
Sorprendentemente, esta parafernalia de seres divinos y poderosos, esos ángeles y demonios que vivían entre los antiguos humanos, esos animales fabulosos y los dioses que les dieron origen, de pronto, como por arte de magia, desaparecieron del mapa, de la tierra y de los lugares donde las religiones y las leyendas decían que moraban.

Ni Zeus; ni Alá, el Dios de las religiones Abrahámicas; ni el Dios de los Judíos y cristianos; ni ninguno de los cientos y tal vez miles de deidades bondadosas, malas pulgas o anodinos, que han sido sucesivamente adorados por distintas generaciones en todas las latitudes, nunca más hicieron acto de presencia, mandaron mensajes subliminales, dictaron cartas de piedra esculpidas por rayos, cabalgaron sobre un sospechoso burro alado o realizaron esos actos de magia ni esos milagros sobrenaturales de que están saturados los libros sagrados.

Ya la gente no volvió a vivir mil años como Matusalén, que según el antiguo testamento vivió 969 años. Ya no hay estrellas inteligentes ni reyes magos que conduzcan a los caminantes a presenciar nacimientos de nuevos dioses, ni se sabe de resurrecciones, de gente caminando sobre las aguas, ni ascendiendo a los cielos como cohetes fulgurantes. Ni siquiera el diablo, el sempiterno Adversario, ese ángel rebelde y cachudo, rojo de tanto soportar el fuego infernal, manager del averno, emperador de los pecadores y el mayor enemigo de los “buenos”, ha dado señales de estar vigente.

Desde el momento que la educación de la población llegó a las masas y la cultura fue accesible a todas las capas sociales, todos estos mitos, supersticiones y elucubraciones engañosas, encumbradas a la categoría de realidad por distintas religiones y grupos sacerdotales, empezaron a ser desplazadas y fueron apresuradamente escondidas en el desván del olvido, y en la actualidad, solo siguen vigentes en los sectores más marginales del pensamiento humano.
Pero esto ejemplifica nítidamente lo que ocurrió por siglos con este anhelo humano de surcar el espacio por sus propios medios, creando en su impotencia seres imaginarios, mitos y dioses que volaban allá arriba en el cielo, luego explorando diferentes formas de armazones para simular el vuelo de las aves. Después, cuando el pensamiento ilustrado penetró las sociedades y el conocimiento de los fenómenos pudo ser comprendido a la luz de la investigación científica, se inició otra etapa de esta aventura, trabajar con la aleación de los metales nobles, probar la resistencia de los materiales y descubrir estructuras más livianas que el aire, que permitieran transportar peso y recorrer largas distancias.

Los registros más antiguos de este esfuerzo del hombre por derrotar la gravedad por medios manuales o mecánicos y sus aportes en la invención de fuselajes cada vez más ligeros, nos llevan al año 400 a . de C. y al griego Arquitas de Tarento, el filósofo, matemático y estadista contemporáneo de Platón, en cuyo honor el cráter Arquitas de la Luna lleva su nombre, quien fabricó un artefacto de madera que bautizó como “Paloma”, ya que era indisimulable su


forma de ave, el cual tenía un sistema que incluía un chorro de aire muy potente, del que se ignora como se producía realmente, que hacía elevarse el ingenio, según sus contemporáneos hasta 180 metros de altura. Este artefacto, pese a que tenía que ser amarrado por una cuerda para que no se descalabrara una vez terminado el chorro, fue quizás la primera máquina voladora de la historia, capaz de elevarse por medios propios.

El general e inventor chino Zhuge Liang, (181-234), inventor de la ballesta de repetición, creó a partir “la linterna de Kong Ming”, (unos globos usados para asustar a las tropas enemigas), unas lámparas flotantes para iluminar el camino por la noche sin que su ejército pudiera ser descubierto, que se consideran las precursoras del globo aerostático.

En el año 300 a. de C. los chinos inventaron la cometa, que se considera un tipo de planeador y desarrollaron técnicas para hacerla volar en el aire. Siglos después, en el año 559 hay documentados vuelos de seres humanos usando cometas. El emperador Gao Yang experimentó con prisioneros a quienes usaba como conejillos de indias. Pocos se salvaron, pero el principio físico quedó demostrado.

En el año 875, a los 65 años de edad, el árabe Abbás Ibn Firnás, un reputado poeta, experto en el uso de cristales para fabricar lentes, astrónomo, físico, químico y mecánico de primera, tratando de demostrar que se podía viajar por el aire y tras muchos años de pruebas y cálculos, siempre observando el vuelo de las aves, construyó una especie de planeador con alguna capacidad de control, algo así como un ala delta primitiva revestida de plumas y seda. Ibn Firnás, saltó de la mezquita de Córdoba y… ¡planeó! No hay datos de la distancia que pudo recorrer, pero sí se sabe que, durante el aterrizaje, se lastimó la espalda, lesión que arrastró el resto de su vida. Fue el primer ser humano conocido, en desarrollar un intento científico de vuelo. Se le considera el precursor del planeador.

Este vuelo sirvió de inspiración para Eimer de Malmesbury, un monje benedictino, que más de un siglo después, hacia el año 1010, recorrió más de 200 metros en el aire, sobre un aparato similar al de Abbás Ibn Firnás.

Roger Bacon, (1214-1294) filósofo, científico y teólogo inglés, conocido también como Doctor Mirabilis (Doctor Admirable, en latín), excelso alquimista y distinguido masón, fue uno de los frailes franciscanos más famosos de su tiempo y uno de los primeros pensadores que propusieron el moderno método científico. Sus ensayos y teorías fueron muy importantes para el desarrollo de aparatos voladores. En uno de sus escritos afirmaba que el aire al igual que el agua, tenía algunas características propias de los sólidos y siguiendo las teorías de Arquímedes relacionadas con la densidad de los elementos, llegó a la conclusión de que si se pudiera construir una máquina que tuviese las características adecuadas, el aire podría soportar esa máquina, al igual que el mar soporta un navío.
Bacon profetizó la aparición de diversos artefactos mecánicos del futuro que eran impensables en su época, como fueron los aviones, coches y submarinos. Fue perseguido por la Inquisición y encerrado por promover ideas demoníacas, salvándose de la hoguera gracias a sus amigos muy bien posicionados en la jerarquía eclesiástica. Un año después de finalizar su cautiverio, murió en la más absoluta y oscura soledad.

En uno de sus textos, decía: “No es imposible crear máquinas para navegar, grandes barcos para el mar y los ríos . Se mueven sin remos, un solo hombre los puede manejar mejor que si hubiera una tripulación completa.
También hay coches que van sin caballos a una velocidad colosal, carros de combate equipados de la misma manera, máquinas voladoras, que surcan los cielos a grandes velocidades. El hombre controlará todo esto y le hará batir las alas como las de un pájaro. Se puede construir un aparato con el cual un solo hombre pueda atraer violentamente un millar de otros hombres contra su voluntad. Y atraerá también otras cosas.
Se puede construir una máquina para los viajes submarinos, por los mares y los ríos. Se sumerge en el fondo sin peligro para los hombres. Todas esas cosas se han hecho hace mucho tiempo y las volveremos de nuevo a hacer. Se construirán otras muchas cosas, puentes que crucen los ríos sin pilares, pues se crearán otros soportes e instrumentos ingeniosos… ”

Pero fue tal vez el artista e inventor italiano, el gran Leonardo da Vinci, (Italia, 1452-1519) la primera persona que se dedicó seriamente a proyectar una máquina capaz de volar.




Diseñó planeadores y ornitópteros, que usaban los mismos mecanismos usados por los pájaros para volar, a través de un movimiento constante de las alas para arriba y para abajo. Pese a que éste solo dibujó estos prototipos de planeadores y otras máquinas voladoras de vuelo vertical, cuyo símil sería con los siglos el actual helicóptero, nunca llegó a construirlas, tanto por que en esa época, alrededor del año 1493, se carecía de todo tipo de tecnología y materiales adecuados, como porque da Vinci, estaba absolutamente absorbido por sus innumerables proyectos artísticos e inventos.
Solo en el siglo XIX y en el XX, se descubrieron y pusieron en práctica sus geniales diseños, que funcionaron correctamente, claro está, que bajo ideas aerodinámicas más avanzadas, siendo considerados como el primer esbozo serio de una aeronave, como las que ahora conocemos.

El primer vuelo realizado con éxito de un globo de aire caliente, que aunque no ha tenido todo el merecimiento que se merece, fue gracias al padre Bartolomeu Lourenco de Gusmao, un portugués nacido en Brasil en la época colonial.

El 8 de agosto de 1709, su enorme aerostato llamado La Passarola, ante el asombro del rey de Portugal Juan V, diplomáticos, religiosos y grandes dignatarios portugueses, ascendió tres o cuatro metros por encima del suelo del recinto de la Casa de las Indias de Lisboa, siendo bautizado por esta hazaña como “el padre volador”. El acontecimiento fue cubierto por el periódico vienés Wienerische Diarum de 1709. Según una crónica de ese periódico, el aparato consistía en un globo de papel grueso, que dentro contenía un cuenco con fuego y que consiguió elevarse más de veinte palmos.
La desgracia del padre Lourenço fue estar demasiado adelantado a su época. Paradojalmente, el papa Inocencio XIII, que no tenía en muy buena estima a los Jesuitas y más tarde incluso la Santa Inquisición, reprendieron al padre Lourenço por el manejo de sus globos, pues en sus enigmáticas ascensiones estos veían la mano oscura del diablo. Por tal razón se vio obligado a salir de Portugal y falleció en España en el año 1724, enfermo y abatido y sin llegar a cumplir el gran sueño de su vida, surcar los cielos con su máquina voladora. Para muchos, su mérito fue reclamado años después por los hermanos Montgolfier, que volaron un globo exacto al inventado por Lourenco y que son mencionados como pioneros de la aerostación mundial.

El primer estudio de aviación de que hay memoria, fue “Esbozo de una Máquina para Volar por el Aire”, publicado en 1716, (Sketch of a Machine for Flying in the Air): de Emmanuel Swedenborg (1688-1772), científico, teólogo y filósofo sueco. Tiene la importancia de resaltar las enormes dificultades materiales existentes en ese tiempo, pese a existir la teoría, pero al mismo tiempo muestra la fe inquebrantable en que algún día volar sería una realidad.

El esbozo de máquina voladora propuesto, conocido como El Ornitóptero Swedenborg Híbrido de 1714, el primer avión circular registrado, con ruedas del tren de aterrizaje, consistía en un fuselaje y dos grandes alas que se moverían a lo largo del eje horizontal de la aeronave, generando el empuje necesario para su sustentación en el aire. Swedenborg sabía que su máquina jamás volaría, pero decía que los problemas que existían en su diseño serían resueltos en el futuro. Sus palabras fueron:
"Parece más fácil hablar de una máquina capaz de volar, que de construir una capaz de alzar el vuelo, debido a que esto requiere una mayor cantidad de fuerza de la que el hombre es capaz de generar, y menos peso que el de un cuerpo humano. La ciencia mecánica tal vez podrá ayudar, como una fuerte barra en espiral. Si estos requisitos se cumplen, tal vez un día sabremos mejor como usar este diseño y así realizar las mejoras necesarias para intentar cumplir lo que nosotros actualmente, apenas conseguimos describir. Tenemos pruebas suficientes y ejemplos en la naturaleza que nos dicen que volar sin peligro es posible, aunque cuando se realicen los primeros intentos, posiblemente tendremos que pagar por la falta de experiencia, con un brazo o una pierna quebrada."

La “fuerte barra en espiral” descrita por Swedenborg, es lo que actualmente se conoce como hélice. Él sabía que la sustentación y la manera de generar esa sustentación serían indispensables para la creación de un aparato capaz de volar por medios propios.

Por fin, el sueño de volar en una máquina creada por el hombre se hizo realidad. El 15 de octubre de 1783, en París, el doctor Jean-Francois Pilâtre de Rozier y el noble François Laurent d'Arlandes, realizaron el primer vuelo libre en una máquina creada por el hombre. Lo hicieron en un globo de aire caliente inventado por los hermanos Montgolfier, dos fabricantes de papel a quienes ya habíamos mencionado. Consiguieron mantenerlo en el aire durante 25 minutos recorriendo 8 kilómetros y a una altura de 26 metros.
El aire dentro de la cámara se calentaba por una hoguera de madera y el gran inconveniente fue que seguía siendo incontrolable, ya que volaba donde el viento le llevaba.

Otros inventores, como el francés Jacques Charles, sustituyeron el aire caliente por hidrógeno, que es un gas más ligero que el aire. Pero de igual forma, los globos seguían sin poder ser dirigidos y solamente la altitud era controlable por los aviadores. No obstante se constituyeron en un “boom” en Europa e incluso Napoleón Bonaparte, en un momento, planeó usar globos en una posible invasión francesa a Inglaterra

Solo en el siglo XIX, específicamente en el año 1852, el ingeniero francés Henri Giffard inventó el dirigible, que es una máquina más ligera que el aire y se diferencia del globo en que su dirección sí podía ser controlada a través del uso de timones y motores. El primer vuelo controlado de un dirigible se realizó el 24 de septiembre de ese mismo año en Francia, controlado por el propio Giffard, logrando recorrer 24 kilómetros, a una velocidad de 8km/h usando un pequeño motor a vapor. El nombre de Giffard, figura entre las 72 personalidades del mundo científico francés inscritos en la Torre Eiffel ,en reconocimiento por sus contribuciones

Había culminado otra hazaña humana, larga y tediosa, que puso a prueba el ingenio y la inteligencia de muchos talentos venidos de todos los campos del intelecto. Los dirigibles hasta finales del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX parecieron ser la solución de los viajes aéreos y poco a poco se ganaban la confianza de las gentes, por su capacidad para transportar carga y pasajeros a través de largas distancias... La historia de la aviación moderna estaba comenzando...

Otro método no convencional con el que finalizaremos este primer bloque sobre la aventura de volar del hombre, que más viene a ser una curiosidad, se refiere a la capacidad de elevarse en el aire a voluntad, sin utilizar artefacto o vehículo alguno como es “flotar” en el aire. A esto se llama levitar, un acto de concentración mental suprema, que según se dice, permite a unos pocos seres en el planeta desafiar la gravedad y cumplir este sueño de generaciones.

Hay abundante literatura, pero también absolutamente vaga e imprecisa, que señala que este arte de volar a voluntad, es conocido desde muy antiguo y que han sido muchos los pueblos que lo han practicado. Se denomina levitación el efecto por el que un cuerpo u objeto se halla en suspensión estable en el aire, sin mediar otro objeto físico en contacto con el primero, que sustente al que levita o "flota".
La cuestión para algunos, es establecer si se trata de un fenómeno paranormal, un signo de divinidad o un simple fraude.
La mayor parte de quienes levitan creen en un sistema religioso particular, sea el cristianismo, el misticismo hindú, los antiguos misterios egipcios o el espiritismo. No obstante hay casos de levitadores de tribus africanas que ni conocen estas doctrinas.


A pesar que esta supuesta capacidad humana no está debidamente probada, ni recoge el reconocimiento científico, existen muchos testimonios de testigos, especialmente en el pasado, que han visto a monjes budistas, yoghis hindús e indios realizar actos de ingravidez. Además, la vida de muchos Santos cristianos, están plagadas de menciones sobre que éstos se elevaban en sus éxtasis de fervor.
El franciscano San José de Cupertino, 1603-63) fue canonizado gracias al extraño don que le permitía flotar en el aire.
Dicen que levitaba con frecuencia y ante testigos y se cree era por la autoflagelación, el ayuno y los silicios que se aplicaba para conseguir el éxtasis religioso. Un médico, dos cardenales y un Papa (Urbano VIII), entre otros muchos, fueron testigos de las momentáneas ingravideces de José.
Pasó toda su vida en oración y la Iglesia decidió que las levitaciones debían de ser obra de Dios. Si hubiesen pensado lo contrario este Santito habría ido a parar a la hoguera.


Otra Santa que levitaba fue la mística y escritora española conocida como Santa Teresa de Ávila, que murió en 1582.
El célebre escritor, historiador y filósofo alemán Joseph von Görres (1776-1848), autor de la colosal obra Christliche Mystik (Mística Cristiana) de cinco tomos y 3.000 páginas compuestas en 10 años de trabajo, cita hasta setenta y dos casos de levitadores en el entorno de la mística cristiana. Entre otros Santa Inés, Anna Latharina Emmerich, Francisco de Asís.


F. Leroy fue más allá, recopilando hasta 250 místicos cristianos capaces de atentar contra la ley de la gravedad, ampliando la lista de Göres con nombres como San Bernardo, Santo Domingo, San Buenaventura, Pedro Armengol, San Vicente Ferrer, San Ignacio de Loyola, Francisco Suárez, Felipe Neri, Juan de la Cruz, José Oriol, Juan Bosco, Santa Gemma Galgani, Teresa Newman, etc.


Claro está que todas estas declaraciones de la Iglesia y sus afines, no pueden tomarse muy en serio. En su mayoría estas manifestaciones atribuidas a sus Santos, no fueron sino la forma de exaltar virtudes milagrosas y justificar su supuesta santidad. La historia está plagada de estos casos de falso misticismo, de ignorancia y superstición. Baste recordar el “guatazo” fenomenal del catolicismo al canonizar a San Jorge por su homérica lucha con un dragón que tenía atemorizado a un pueblo, de lo que siglos después debió retractarse al resultar absolutamente ridículo este milagro, ya que evidentemente los dragones no existen, siendo exonerado de su estado de santidad y eliminado del calendario romano.

El caso más extraordinario de levitación que se recuerda es el de Daniel Dunglass Home, un médium inglés nacido en 1833, considerado por los que creen en este tipo de poderes, como los espiritistas y seguidores de la seudo ciencia de la parapsicología, el mayor médium de todos los tiempos, del cual se dice que sus supuestos poderes extrasensoriales, levitación, clarividencia y telekinesis, entre otros, habían sido hereditarios. Fuese donde fuese, se producían fenómenos extraños: soplaban vientos en habitaciones cerradas, flores recién cortadas caían del techo, las puertas se abrían y se cerraban, globos de fuego zigzagueaban por la habitación... y Home levitaba.
Su amigo Ward Cheney, próspero fabricante de soda, organizó una sesión en su casa de Connecticu en agosto de 1852. Home se hizo presente para provocar las manifestaciones «espiritistas» habituales: pero sucedió algo imprevisto que le hizo famoso de un día para el otro. Flotó por el aire hasta que su cabeza tocó el cielorraso. Entre los invitados se encontraba un escéptico periodista, F. L. Burr, director del Hartford Times, quien escribió lo siguiente acerca del insólito suceso:
«De pronto, sin que nadie lo esperase, Home se elevó en el aire. Yo le cogía la mano en ese momento y le miré los pies: estaban a 30 cm del suelo. Dos veces se elevó del suelo, y la tercera vez fue aupado hasta el cielorraso de la habitación, con el que sus manos y sus pies entraron en suave contacto.»


Otro caso espectacular que se narra, incluyendo declaración de testigos presenciales, es de una vez que salió flotando por una ventana de un segundo piso y entró por otra diferente. A ese respecto, el señor de Lindsay, que estaba presente, después Conde de Crawford, escribió:

«Estábamos en una sesión con el señor Home, Llord Adore y un primo de éste (el capitán Wynne). Durante la sesión el señor Home entró en trance , en ese estado fue transportado fuera de la ventana de la habitación contigua a la que estábamos y volvió a entrar por nuestra ventana. La distancia entre las ventanas era de unos 2,30m, y entre ambas no se tendía el menor apoyo.

En cada ventana había un alféizar de sólo 30 cm de anchura, que se empleaba para poner macetas de flores. Oímos cómo se abría la ventana de la habitación contigua y casi inmediatamente después vimos a Home flotando en el aire en el exterior de nuestra ventana. La luna iluminaba bien la habitación; yo estaba de espaldas a la luz y vi la sombra del alféizar y los pies de Home a unos 15 cm de altura por encima de éste. Se quedó en esa posición unos segundos, después abrió la ventana, de deslizó en la habitación con los pies por delante y se sentó.»


Michael Faraday, descubridor de la inducción electromagnética, quien vio en alguna ocasión a Home realizar una experiencia, declaró en cambio que era sólo un hábil ilusionista. Y esta opinión fue compartida por el poeta Robert Browning.
Los escépticos como Frank Podmore (1856-1910) famoso autor inglés de temas psíquicos, o, más recientemente, John Sladek, escritor estadounidense de ciencia ficción (1937- 2000), han tratado de refutar esta levitación. Sladek intentó desacreditar a los presentes comparando los detalles de sus relatos, como la altura de los balcones con respecto a la calle o, de hecho, la existencia o no de balcones.

Podmore insinuaba que las levitaciones de Home no eran más que alucinaciones provocadas por sugestión hipnótica, del mismo modo que el truco hindú de la soga que se eleva al son de la flauta o las alucinaciones masivas, provocada por la mirada o la charla del mago. Menciona el hecho de que, pocos días antes de la levitación y en presencia de los mismos testigos, Home había abierto la ventana y se había encaramado en el alféizar, lo que para Podmore significa que: «el médium, al actuar así, proporcionó una especie de boceto de la imagen que se proponía crear». En otra ocasión Home anunció súbitamente «Me elevo, me elevo» antes de levitar en presencia de varios testigos, gesticulaciones y actos que todo hipnotizador realiza previamente para fijar esa imagen en la mente de sus inducidos.
Pese a sus críticos, la carrera de Home progresó rápidamente y siguió realizando con éxito sus levitaciones durante 40 años. Entre sus testigos figuraron Napoleón III, John Ruskin y muchos cientos de personas más, cuyo testimonio, en general, no fue tan incongruente como el de Adare, Wynne y Lindsay. Visitó muchos países con su acto y recogió muchos aplausos, fama y dinero, ya que pese a que no cobraba en estas sesiones, generalmente privadas y en casas de grandes personalidades, sus asistentes recogían donaciones, objetos y regalos, que luego este reducía y vendía.
En 1857, Home viajó por primera vez a París, invitado por el Emperador Napoleón III, tan interesado como su esposa Eugenia de Montijo en los misterios del más allá. Home encontró un gentío a su arribo a la corte. Declaró que sus actos no eran espectáculo teatral. Napoleón III comprendió. Mandó a salir la concurrencia y se quedó solo, con su mujer y algunos íntimos. Pudieron ver entonces cómo Home levantaba sin esfuerzo una mesa.

Materializó a continuación una mano que apoderó de un lápiz y escribió en un papel la palabra Napoleón. El emperador examinó la palabra y vio que era la firma auténtica de Napoleón Bonaparte. Estaba entusiasmado con las maravillas realizadas por su invitado. Sin embargo, no todos en la corte estimaban al escocés. Y aprovecharon un descuido de éste para lograr su destierro y probar que era un farsante.
La ocasión se presentó en la ciudad veraniega de Biarrits, donde habían coincidido Home y la pareja imperial, cuando el barón Morio de L´Isle tenía a su cargo el manejo de las luces. La emperatriz, en el curso de la sesión espiritista en que se invitó a comparecer los espíritus de Luis XVI y de Carlomagno, sintió una mano suave y perfumada acariciar su rostro. Lanzó un grito. El barón se apresuró a encender la luz. Ante la mirada de todos los presentes, vino a descubrirse que la “mano fantasmal” era en realidad el pie descalzo de Home paseando sobre el cuerpo de Eugenia.
A pesar de defender la emperatriz al Médium, éste tuvo que abandonar Francia. Viajó a Italia, país que tuvo que dejar también atrás, después de ser acusado en Florencia de ser un nigromante que utilizaba los sacramentos de la Iglesia para obligar a los muertos a abandonar sus tumbas.
En 1866, de regreso a Londres, fue objeto de un proceso que perjudicó grandemente su reputación. Cierta Mrs. Lyon, de 75 años de edad, había entrado en comunicación con el alma de su difunto esposo, gracias a Home.
“El difunto”, convocado por Home, aconsejó a su viuda “adoptar legalmente al médium y legarle su fortuna”. La ingenua dama no solo obedeció la orden venida del más allá, sino que hizo entrega además de 30.000 libras esterlinas al médium. Pero poco después se arrepintió de su generosidad o alguien se lo aconsejó, pues concurrió a la policía para relatar lo sucedido. El juez condenó a Home a devolver la suma y lo metió entre rejas...

En todos los tiempos el tema de la levitación ha sido usada por médiums, magos, espiritistas, chamanes, ilusionistas, brujos, prestidigitadores y mentalistas de todo el mundo, quienes han desarrollado infinidad de efectos mágicos de levitación, todos ellos trucos, efectos especiales o a merced de un público cautivo por técnicas de hipnosis e histeria colectiva que creen ver lo que se les ordena.
Si realmente hubiera humanos con estos poderes extraordinarios que a voluntad pueden romper la fuerza gravitatoria, no solo serían ricos y poderosos, sino personas respetadas y queridas por la comunidad mundial; líderes religiosos, conductores de pueblos. Pero la triste realidad es que ni ayer ni hoy, éstos sujetos han aparecido a la faz pública y aquellos que dicen poseer tales dotes, no se arriesgan a ser controlados por científicos y prefieren desarrollar su arte o su farsa en ámbitos privados y seguros, con prosélitos y secuaces, que profitan de este tipo de espectáculo.
Hoy en día hay muchos levitadores de nota, como David Copperfield, el famoso ilusionista americano que realiza cada año sobre 500 shows de magia. En uno de sus espectáculos preferidos, Copperfield considerado el mago más famoso del mundo, se eleva por los aires verticalmente y luego vuela en forma acrobática por todo el escenario como lo hace Superman.

Luego desafía al público para que compruebe que no está usando trucos e incluso llama a una persona de entre los presentes, generalmente una mujer y se eleva con ella por los aires. Para eliminar posibles dudas, pasa a través de dos aros metálicos y luego flota dentro de una caja de acrílico transparente para convencer a los espectadores que no está sujeto por alambres.

No obstante este acto es solo un truco, que está registrado por John Gaughan, un especialista en efectos que simulan la realidad, bajo la Patente número 5,354,238 de la Oficina de Patentes de Estados Unidos. Se trata de un arnés que se coloca bajo la ropa consistente en dos pares de múltiples hilos pequeños de kevlar, una fibra plástica sintética, invento reciente de uso sofisticado en proyectos aeronáuticos, espaciales, chalecos antibalas, deportes extremos y otras aplicaciones de alta resistencia. Estos hilos pueden soportar hasta 200 kilos de peso, lo que le permite a Copperfield llevar con él una persona menuda. El resto, lo hace un sofisticado programa informático y una puesta en escena ad hoc.


Copperfield es un gran ilusionista, merecedor de ser considerado el mejor que ha existido nunca. Importa decir de él que no pretende tener poderes extraños fuera de su habilidad para pensar en trucos sensacionales. Sus actuaciones más espectaculares incluyen hacer desaparecer la Estatua de la Libertad, levitar sobre el Gran Cañón del Cororado y atravesar la Gran Muralla China.

Ha ganado 20 veces el Premio Emmy. Posee 10 records Guiness. Es el primer ilusionista en recibir una estrella en el paseo de la fama de Hollywood. En el año 2006 David Copperfield compró once islas de las Bahamas, con 40 playas privadas que ha convertido en un resort para millonarios. Tan sólo en 2009 ganó con sus ilusiones más de 30 millones de dólares.

Los magos del pasado quizás no tenían a su disposición tanta tecnología, pero también es cierto que su público era más ignorante, crédulo y facil de manipular. Por ello jamás actuaron al aire libre y a plena luz. Siempre bajo carpas oscuras y cortinas negras para esconder sus palomas, dobles fondos y cartas marcadas. En locales preparados con sus artilugios y con ayudistas entre la multitud para secundar sus trucos. La magia fue su fuerte y ellos la explotaron hasta la saciedad. Humo, incienso y pases mágicos. Los públicos de todos los tiempos gustan ver colmada su capacidad de asombro y están predispuestos a brindar credibilidad y buena fe, Y ese es el secreto de la mayor parte de estos nigromantes y agoreros. Solo tienen que conquistar la fe de las gentes, hacer que les crean. Es el truco de las religiones.

También es bueno para las recaudaciones finales. Pero nunca ganaron 30 millones de dólares en un año, como lo hizo Copperfield, solamente el 2009.