martes, 20 de julio de 2010

Suicidio; la última frontera, Parte 2.-

Sin duda, uno de los suicidios más controvertidos y envueltos en un espeso velo de misterio de toda la historia, es el del dictador alemán Adolf Hitler y de su esposa Eva Braun, que según la versión oficial se habrían suicidado en abril de 1945 en el búnker asediado por las tropas rusas que entraban en Berlín. Hitler mediante un disparo en su paladar con su pistola automática Walther y la Braun triturando entre sus dientes una ampolla de cianuro.

Luego, siguiendo precisas instrucciones del Führer, sus cuerpos debían ser incinerados completamente por sus ayudantes que estuvieron a su lado hasta el final. A las 10.30 de la noche, el general Rattenhuber y unos soldados de la Guardia Selecta sepultaron en los jardines de la Cancillería lo que aún restaba de los cadáveres, a los que habían prendido fuego varias veces después de empaparlos en gasolina. La artillería rusa estuvo bombardeando ese sector de la ciudad toda la noche por lo que los restos óseos de los cadáveres quedaron dispersados.

Cuesta escribir sobre Eva Anna Paula Braun, mejor conocida como Eva Braun, por su bajo perfil, su anónima entrega al Führer a la temprana edad de 18 años, cuando ya Hitler contaba 41 años de edad y por su pasivo papel de amante sempiterna, leal, discreta y sobre todo muy solitaria, siempre encerrada en los apartamentos del líder en Berlín, Múnich o en el Berghof, la casa privada de Hitler y uno de los 14 cuarteles secretos distribuidos por toda Europa, donde éste sostenía reuniones privadas con los mandos de sus tropas, gobernantes o destacados políticos.
La más conocida de estas sedes oficiales utilizadas por el líder nazi fue el Führerbunker de Berlín, donde se suicidó.
Otros notables cuarteles fueron Wolfsschanze (La Guarida del Lobo) en Prusia Oriental, el lugar donde fracasó la conspiración liderada por Claus von Stauffenberg para asesinarlo el 20 de julio de 1944.

Este era el nombre clave de uno de los mayores cuarteles secretos durante la Segunda Guerra Mundial ya que poseía unos 80 edificios camuflados, 50 de los cuales eran búnkeres, todos rodeados de campos minados e inmerso en un tupido bosque, con una central eléctrica propia y se aprovisionaba con suministros de una base aérea cercana.

Otra instalación importante fue el Kehlsteinhaus (Nido del Aguila), que estaba asociado con el Berghof y que tenía una entrada secreta en la montaña con una entrada disimulada para el elevador que conducía a sus instalaciones.

Cuesta además imaginarse a Eva Braun suicidándose a las pocas horas de haber conseguido su sueño más codiciado, casarse con el jerarca nazi, convertirse oficialmente en su única esposa y no estar siempre alejada, separada de toda participación del mundo que se movía junto a Hitler y generalmente tratada muy mal en público por éste, que evitaba mostrarse en actitudes íntimas con ella ante sus ministros y soldados. Ello, porque este sueño de toda mujer, precisa continuidad, crear el hogar y la familia, infundir ánimo en el compañero para luchar juntos.

Se dice que durante el sitio de Berlín, Hitler intentó convencerla para que escapase de Alemania, pero ella, obstinada, se negó y prefirió quedarse a su lado. Mientras afuera, a pocos cientos de metros las fuerzas rusas demolían todo a su paso, ellos se casaron privadamente ese 29 de abril, un día antes de morir. La recién desposada debió sufrir mucho en esas horas, pues agregado a la tragedia de la derrota, el Führer mandó fusilar a Hermann Fegelin, el cuñado de Eva, por intento de evasión y complicidad con Himmler.
A las tres y media de la tarde ambos entraron al despacho y Eva recibió de manos de su esposo una dosis de cianuro y una pistola. Hitler mascó el contenedor del veneno y se suicidó disparándose en la cabeza. Eva no logró hacerlo porque falleció con el cianuro.

La aceptación de la muerte del Führer, jamás demostrada con pruebas, se basó fundamentalmente en la investigación llevada a cabo por el historiador y agente de la inteligencia británica Hugh Trevor-Roper por encargo del propio Churchill, que vio la luz años después en un libro titulado “Los últimos días de Hitler” y que aún hoy en día se considera la Biblia sobre el asunto. Trevor Roper interrogó personalmente a los dirigentes nazis prisioneros, así como a aquellas personas que se habían movido en el entorno de Hitler en sus últimos momentos, como fueron los casos del militar de Estado Mayor Von Loringhoven —que posteriormente sería general de la OTAN— o de la secretaria del Führer Tradl Junge, cuyas memorias —junto con la investigación de Roper, fueron el armazón histórico de la película “El hundimiento sobre la Agonía del Nazismo”. El propio Roper, que se decanta por la versión del suicidio, admite sin embargo muchas lagunas en su histórico informe y reconoce que no existe ninguna prueba concluyente de la muerte de Hitler.

Gertraudl Humps Junge, fue una de las secretarias personales de Adolf Hitler y una de las pocas y privilegiadas testigos que le acompañó en sus últimos momentos. Fue la encargada de redactar el testamento político del Führer y solo abandonó el búnker, en compañía de Otto Gúnsche, asesor personal de Hitler, Erich Kempka y Martin Bormann, según su versión, hasta que su Jefe y su esposa, así como otros funcionarios del régimen se suicidaron. Su intención era escapar de los rusos, aunque finalmente fue capturada y entregada a los americanos, quienes la liberaron en 1947.
En el 2001, a la edad de 81 años, publicó junto a Melissa Múller, su libro “Hasta la Hora Final”. Estas memorias son el más firme puntal sobre la teoría del suicidio. No obstante, siempre existió la sospecha de que todo fue una maquinación para tapar la huida de Hitler, que los burócratas rusos no desmintieron, para que su fracaso de impedir el escape no quedase en evidencia, evitar la burla internacional o porque creyeron en la versión del suicidio.

Los puntos oscuros reaparecen también en la reciente obra “La caída de Berlín” del historiador británico Antony Beevor —también partidario de la teoría oficial del suicidio— que revela sin embargo que el servicio de inteligencia del Ejército Rojo, el Smersh, prohibió la entrada en la guarida de Hitler al mismísimo mariscal Zhukov, máxima autoridad de las tropas que conquistaron Berlín, que afirmó en una rueda de prensa ante una multitud de corresponsales de guerra en abril de 1945 que el cadáver de Hitler no había sido hallado y que se le daba por fugado.
Beevor recoge también un oscuro episodio que da a entender que en el búnker se encontró el cadáver de un segundo Hitler —también con bigotito y flequillo transversal— que fue descartado por llevar calcetines zurcidos, algo que les pareció impropio del Führer.

Hay varias otras afirmaciones de autoridades militares y civiles de ese tiempo en el mismo sentido. El teniente general Bedell Smith, jefe de personal del general Eisenhower en la invasión europea y después director de la CIA, dijo públicamente el 12 de Octubre de 1945: "Ningun ser humano puede decir conclusivamente que Hitler esté muerto". El Coronel W.J. Heimlich, ex jefe de la inteligencia de EE.UU. en Berlín, que estuvo encargado en la investigación para determinar que había pasado con Hitler, dijo en el reporte final: "No hay más evidencia que las habladurías para sostener la teoría del suicidio de Hitler". -También afirmó que: "En base a la presente evidencia, ninguna empresa de seguros de Vida en Estados Unidos, pagaría la prima por Adolf Hilter". El juez del tribunal de Nuremberg, Michael Mussmann, dijo en su libro "Diez Días Para Morir": "Rusia debe de aceptar toda la culpa, hasta el entendido que todavía existe, de que Hitler no murió en Abril de 1945".

Las fotografías existentes de Hitler muerto constituyen un misterio. Los rusos no pueden haberlas tomado porque solo encontraron cadáveres carbonizados e irreconocibles cuando llegaron al Búnker. Solo pudieron tomarlas sus más íntimos colaboradores alemanes, eventualmente también sus cómplices para simular tal tipo de muerte y favorecer el destino incógnito de su líder. La pregunta es, porqué hicieron desaparecer las evidencias. Todo el mundo sabe que una simple foto, sin el respaldo de un cadáver o de una pericia de reconocimiento científica no sirve para probar una identidad. ¿Era ésto parte del plan o complot de fuga del Führer y la jerarquía nazi? Los rumores comenzaron a circular acerca de un doble de Hitler. The New York Times del 19 de abril de 1945 decía: "Se suponía que debía tener un total parecido, y él fue entrenado para “ser” Hitler y supuestamente iba a morir como un mártir en el campo de batalla y así Hitler podría ser glorificado sin haber muerto". En esos años existía conocimiento que a los dobles se les dio instrucción sobre la voz y el movimiento, y ellos dominaban el suave voz de conversación de Hitler y su caminar particular. Sus caras y piezas dentales fueron modificados, e incluso sus espinas se rompieron en el mismo lugar donde Hitler había sido herido en la Primera Guerra Mundial.

Las autoridades rusas hicieron cuanto estuvo a su alcance por entorpecer la investigación de los aliados occidentales. Testigos muy importantes capturados por los rusos, el general Rattenhuber entre otros, desaparecieron de la noche a la mañana. El Servicio de Información de los Estados Unidos tuvo noticia de que dos técnicos que le hicieron los dientes postizos a Hitler habían identificado positivamente como perteneciente al Führer un hueso maxilar hallado por los investigadores rusos en el lugar donde se prendió fuego a los cadáveres.
Maxilar y técnicos fueron despachados a Moscú y no volvió a saberse de ellos.

El propio Stalin sentó cuál es la actitud de Rusia al manifestar en la Conferencia de Potsdam, con gran asombro del presidente Truman y del secretario de Estado Byrnes, que creía que Hitler estaba vivo y se hallaba oculto en España o en la Argentina. La Prensa rusa siempre se refirió en sus comunicados como “a la misteriosa desaparición” de Hitler.

Así las cosas, en estos 65 años transcurridos de esos luctuosos y determinantes sucesos, la falta de información pública, el permanente hermetismo de los gobiernos rusos, la serie de rumores, algunos de ellos fantásticos, que daban cuenta de que Hitler seguiría con vida, incluso asociado con extraterrestres, o viviendo en un refugio secreto en la Antártida, solo crearon un halo de leyenda y fantasía de mal gusto en torno a este evento.

En 1992, el gobierno ruso permitió el desarchivo de los expedientes secretos del caso. Solo entonces, la publicación de la KGB, (la Agencia de Inteligencia Soviética) y la versión de la FSB rusa (el Servicio de Seguridad Federal, por sus siglas en ruso) confirmó la versión ampliamente aceptada de la muerte de Hitler, como fue descrita por el historiador británico Hugh Trevor-Roper, sin embargo, los archivos rusos seguían no mostrando ni dando pistas sobre lo que sucedió con el cadáver de Hitler.

Este hecho resulta ser de mucha importancia, dado que la apertura de ese secretismo, coincide con los eventos sociales en que la Unión Soviética estalló en mil pedazos en el otoño de 1991 y el caos se apoderó de Rusia, cuando la libertad y la democracia llegaron de manera anárquica y las estructuras del país se derrumbaron como un castillo de naipes.
Sin embargo, todos los analistas coinciden en que en esta mar revuelta sólo una organización sobrevivió a su derrumbe y resurgió como el verdadero poder en Rusia para rescatar al país de sus ruinas: la KGB.

Desde el crash de agosto de 1998, estaba claro que los hombres que estaban sacando al país del caos venían de los servicios secretos. Un ejemplo fueron Yevgeny Primakov, Sergei Stepashin y el mismo Vladimir Putin, tres ex espías que llegaron consecutivamente al cargo de Primer Ministro. Efectivamente Putin, cuando fue nombrado Primer Ministro en agosto de 1999, tenía 46 años y había pasado más de 20 años en los servicios de inteligencia, primero en la KGB y luego en el FSB. Por lo tanto, este destape del secreto tan guardado por años venía de la cúspide misma del poder ruso y se podía contar con que todo lo desclasificado correspondía a documentación oficial existente.

Por ello resulta inexplicable, qué buena parte de los documentos del servicio de inteligencia estadounidense referidos a la muerte de Hitler, no puedan ser desclasificados hasta 2020, no existiendo garantía que en esa fecha ello ocurra así, pués, como ha ocurrido otras veces, han vuelto a ser archivados dándose otra fecha de desarchivo.

Esto afecta los documentos de la llamada operación Ultramar Sur, consistente en la correspondencia oficial y el contenido de los interrogatorios de militares argentinos a la tripulación de dos submarinos nazis —los U-530 y U-977—, que se rindieron en Argentina al término de la guerra y que Estados Unidos obligó a entregar a las autoridades del país austral.

Ahí se cuenta que el 26 de junio de 1945, un submarino no identificado fue visto en las costas argentinas mientras era reabastecido por un velero. Del sumergible, según el dossier, desembarcaron en un bote de goma un hombre y una mujer, que fueron recibidos por un ciudadano alemán. Este dato coincide con un informe que el director del FBI Edgar J. Hoover recibió de un agente de contraespionaje en septiembre de 1944, en el que se mencionaba como posible escondite una residencia del conde de Luxburg en Argentina, de quién se sabía era el encargado de las relaciones públicas del espionaje alemán desde la I Guerra Mundial. También se especula con otra versión, muy popular de aquellos años, que ha ido cayendo en el olvido referida a estos submrinos.
Ella dice que en 1945, varios meses después de terminada la Guerra, llegaron hasta las costas argentinas de Mar del Plata un par de valiosos y modernísimos submarinos alemanes, capaces de permanecer hasta seis meses sumergidos y cargados de más hombres de los que necesitaría cualquier misión usual. Traían una curiosa carga de cigarrillos, a pesar de que ninguno de ellos fumaba (como es tradicional entre los austeros oficiales de este tipo de naves).

Los submarinos llevaban mucho tiempo en el mar, lo que es más extraño aún. La tripulación no tuvo una razón satisfactoria para explicar su presencia en estas aguas australes ni por qué las naves estaban falsamente clasificadas con las series U-530 y U-977, correspondientes en realidad a dos viejos submarinos que en los archivos navales de la Marina Alemana aparecían incluso en reparaciones, de modo que la adulteración era una clara muestra de que se trató de ocultar la desaparición de estas naves.


Los norteamericanos enviaron en tiempo récord una enorme dotación de oficiales que apresaron a los alemanes y se los llevaron a Estados Unidos haciéndolos desaparecer.
Actuaron con tal intriga y rapidez que prácticamente, nadie supo lo que sucedió. Fue instantáneo. Sin embargo, inmediatamente después comenzaron sus expediciones a la Antártida, siendo la mayor de ellas la del Almirante Byrd, quien volvió convencido de que los jerarcas alemanes que no estaban en Nüremberg, yacían en un secreto refugio antártico.

Sus expediciones principales tuvieron lugar entre 1946 y 1947, y en ellas los americanos utilizaron sus más modernos aparatos de sondeo y rastreo, aviones y buques. Tal despliegue jamás habría tenido lugar en base a un mero rumor fantasioso.

La noticia que circuló entonces, incluso entre algunos medios de prensa de la época, era que los dos submarinos habrían sido parte de un enorme convoy que salió de Alemania con Hitler y sus principales asesores hasta algún lugar secreto de las tierras australes, el "paraíso inexpugnable" del Almirante Doenitz.

Argentina entregó los submarinos y sus tripulaciones el 17 de julio de 1945 a USA, el mismo día que comenzaba en Potsdam la cumbre de los vencedores. Allí, el secretario de Estado estadounidense Jimmy Birnes preguntó a Stalin durante el brindis si creía que Hitler estaba muerto. ¡“No, escapó a España o a Argentina”!, le respondió el líder soviético. El investigador y periodista argentino Abel Basti, uno de los mayores expertos en nazis fugados a Latinoamérica y de quien hemos recogido sus importantes investigaciones de diversas entrevistas otorgadas a la prensa internacional, ha publicado ya varios libros sobre el tema como “Bariloche Nazi”, (2004) e “Hitler en la Argentina” (2006), en los que desmenuza las supuestas andanzas del líder del nazismo y su esposa Eva Braun en Argentina en base a documentos oficiales argentinos y estadounidenses y también de entrevistas a gentes que aseguran haber visto e incluso atendido al matrimonio.
"El exilio del Hitler" (2010) es un trabajo de investigación tras los pasos de Adolf Hitler, desde sus últimos días en el búnker de Berlín hasta su llegada a Argentina en 1945.

El libro presenta documentación inédita que demuestra que existió un plan de fuga, preparado por los nazis, así como un acuerdo militar entre los alemanes y los norteamericanos, realizado antes que cayera Berlín en manos de las tropas soviéticas. Mediante ese pacto se posibilitó el escape de jerarcas alemanes incluyendo al Führer y su esposa, Eva Braun. La investigación -que sorprende por su contundencia- incluye testimonios europeos y argentinos. Esta obra es complementaria de "Hitler en Argentina", del mismo autor.

Desde los años 30 Hitler recibía importantes aportes financieros provenientes de Estados Unidos. Sus campañas políticas, para llegar al poder, eran apoyadas por importantes empresarios y políticos de esa y otras naciones del planeta.
Entre otros personajes participaban activamente, para conseguir financiación que beneficiara a las empresas alemanas y al mismo partido nazi, los hermanos norteamericanos John Foster Dulles y Allan Dulles -este último abogado de varias empresas estadounidenses-, quienes se reunieron con Hitler y Martin Bormann, en 1933,en Hamburgo.

La llegada de Hitler al gobierno, como Canciller en 1933, tranquilizó a la derecha internacional, ya que se sabía que a partir de ese momento habría una férrea voluntad dispuesta a controlar el avance del comunismo.
Desde Estados Unidos el Tercer Reich recibió créditos varias veces millonarios que le facilitaría a Alemania salir de una situación de crisis para luego convertirse en una gran potencia. Con esa ayuda se rearmó y se preparó para el mayor conflicto armado de la historia.
Hitler gozaba de popularidad en Europa y en América a tal punto que en 1938 -a menos de un año antes que empezara la guerra- la publicación Time lo calificó como el "hombre del año".

Cuando Estados Unidos entró en guerra contra el Eje, Allan Dulles, fue nombrado embajador de Estados Unidos en Suiza desde donde, además de cumplir con sus funciones diplomáticas, mantuvo negociaciones permanentes para que la guerra no perjudicara a los grupos económicos alemanes.

Respecto a los hermanos Dulles hay que destacar que John sería designado, en 1953, Secretario de Estado del presidente Dwight Eisenhower, mientras que Allan fue el segundo titular de la Central de Inteligencia de ese país (CIA), entre 1950 y 1953 y director de la misma entre ese año y 1961.
Lo cierto es que las ayudas que recibió Hitler de los norteamericanos fueron realmente fabulosas y que desde Wall Street se le preparó el camino que le permitiría convertirse en el hombre más poderoso del mundo.
En 1945, cuando Berlín caía, los principales acuerdos entre la jerarquía nazi y los militares norteamericanos estaban cerrados y los mismos se comenzaban a cumplir. En las negociaciones entre nazis y norteamericanos fue fundamental el papel que cumplió el general Reinhardt Ghelen, jefe de espionaje de Hitler, quien disponía de abundante documentación que demostraba que empresarios y políticos británicos y norteamericanos estaban involucrados con Hitler y su política. La no difusión de esos informes lapidarios, entre otros motivos, formó parte del acuerdo que daría impunidad a los nazis después del conflicto.

La guerra -que enriqueció a un selecto grupo de empresarios- estaba terminando (ya habría tiempo para inventar nuevos conflictos) y comenzaba otro negocio, también millonario, como lo era el de la reconstrucción de las zonas destruidas.

Durante el mes de mayo de 1945, luego que Alemania se había rendido, los criminólogos rusos reconstruyeron los últimos días de Hitler en Berlín, guiados por el Mayor Ivan Nikitine, jefe de la policía de seguridad de Stalin.

En esos días, según un artículo del Time Magazine, “al lado de una biblioteca se encontró una placa removible de concreto en el cuarto personal de Hitler. Detrás, había un conducto del tamaño de un hombre que llevaba a un refugio de cemento super secreto a 500 metros. Otro túnel lo conectaba con el túnel de una línea de subte. Los restos de comida indicaban que allí hubo entre 6 y 12 personas hasta el 9 de mayo”.

Nada dice la historia conocida de este pasaje secreto. No sabemos quienes lo usaron para salvar su pellejo. Solamente el libre acceso a los archivos rusos, que permanecen secretos, permitiría conocer más detalles sobre esa “salida de emergencia” oculta que permitía escapar del refugio subterráneo.
Por otra parte, en los interrogatorios que realizaban los soviéticos a los nazis apresados hubo una coincidencia entre todos los testimonios: nadie había visto morir al Führer.

Toda la prensa española se hizo eco de este tercer libro, al asegurar que tiene “pruebas fehacientes” de la llegada del Führer a España en abril de 1945. Basti, reveló que su investigación apunta a que el dictador nazi fue embarcado en Vigo rumbo a Argentina en un submarino; tiene en marcha una película sobre los nazis con investigadores europeos, así como una expedición para recuperar el supuesto submarino en el que Hitler habría viajado a la Patagonia desde Vigo."Hitler escapó vía aérea a Austria y luego a Barcelona, España, dice Basti. La última etapa fue en submarino, desde Vigo, con rumbo directo al litoral de la Patagonia.
Finalmente en automóvil, Hitler y Eva Braun, en un auto con chofer y guardaespaldas —una caravana de por lo menos tres automóviles—, se trasladaron hasta Bariloche. Allí se refugiaron en la estancia San Ramón, ubicada a unos 15 kilómetros al este de ese pueblo. Se trata de una estancia de 100.000 hectáreas, con costa en el lago Nahuel Huapi, que históricamente estuvo en manos de alemanes, desde principios del siglo XX, época en que pertenecía a un principado alemán, el de Schamburg-Lippe."
Hitler vivió con su esposa y sus guardaespaldas en situación de fugitivo. Los primeros años estuvo en la Patagonia y luego vivió en provincias ubicadas más al norte. Durante los primeros años mantuvo reuniones en diferentes partes de Argentina e inclusive en el exterior —Paraguay— con otros nazis y referentes de la derecha internacional. No tenía el clásico bigotito y estaba rapado, así que no era fácilmente reconocible. Vivió alejado de los grandes centros urbanos, aunque tuvo reuniones en Buenos Aires. Murió en los años 60 en Argentina, siendo en este momento un tema de mi investigación sus últimas horas y el destino final de sus restos.

Pruebas históricas son la posición pública de Stalin, quien hasta su muerte en 1953 sostuvo que Hitler había escapado. Stalin les comunicó esta misma información a los aliados en 1945. Hay tres versiones taquigráficas de Stalin en las cuales se comprueba que sostuvo que el líder alemán había huido. En Argentina he entrevistado a personas que estuvieron con Hitler. En los archivos rusos hay abundante documentación que demuestra que Hitler escapó.

Mi libro ha tenido una importante repercusión, pero la versión de la fuga es rechazada oficialmente en Rusia, donde han descartado sistemáticamente los pedidos de hacer una prueba de ADN a los supuestos restos de Hitler, aunque la reunión que acabo de mantener con el embajador ruso en Buenos Aires (1998) me da esperanzas de que esto cambie. Lo mismo ocurre con las naciones involucradas en la guerra: Estados Unidos acaba de reclasificar a 20 años todo el material oficial relacionado con esta historia, y cuando se cumpla ese plazo seguramente volverá a ser reclasificado; los ingleses han reclasificado a 60 años la documentación que demuestra que Hitler escapó. Los investigadores no podemos tener acceso a esa información por ese lapso.
–¿Quién protegió a Hitler? Al final de la segunda guerra mundial se produjo un impresionante trasvase de tecnología, cuadros de espionaje —la base de la CIA— y capital nazis a los aliados, que fueron empleados en la incipiente guerra fría. La complejidad de la trama es enorme y aunque Hitler aparece en ella como lo más llamativo y fantástico, desde el punto de vista estratégico fue apenas un elemento menor. “Hitler, Eva Braun y 13 jerarcas nazis aterrizaron en Barcelona el 27 de abril de 1945, en un vuelo que partió de Berlín e hizo escala en Linz (Austria)”, sostiene Abel Basti."Viajaron en un avión Junker 290, número de serie 0163, código PIPQ, que tiempo después fue localizado por los aliados en un aeropuerto naval de la localidad de Travemünde, cercana a Hamburgo”, revela el investigador, para quien España “apenas fue un trampolín para la escapada de Hitler en submarino hacia Suramérica”.

Este documento del FBI, fechado en mayo de 1947, cobra valor uniendo todos estos datos históricos, aunque mi teoría es que Hitler estuvo en España no más de un mes y ya había abandonado ese país cuando el Ejército estadounidense lo buscó allí”, afirma el experto en nazis fugados en Latinoamérica.

"He conseguido también encontrar documentación en la que Stalin y otros generales soviéticos hablan de la fuga de Hitler a España. Un capitán argentino me reveló que en 1945 fue enviado con un barco a Hamburgo para embarcar con pasaportes falsos a una gran cantidad de mandos nazis. En agosto de 2003, el gobierno argentino ordenó investigar la destrucción de dossiers que revelaban la identidad de 43 jerarcas nazis llegados tras la guerra, entre ellos Eichmann, Mengele y Priebke”.

Vigo, el puerto de embarque en la supuesta fuga de Hitler a la Argentina, según Abel Basti, fue durante la II Guerra Mundial una importante base de aprovisionamiento para los sumergibles alemanes —como se puede comprobar en la célebre película de Hollywood “El Submarino”, dirigida por Wolfang Petersen.

"Tengo al menos un testimonio español que lo sitúa físicamente en la localidad cántabra de Somo, en una antigua hostería llamada Las Quebrantas. Un jesuita de 94 años conoce la historia. A Hitler lo trajeron en avión desde Berlín a Barcelona. La siguiente pista aparece en Somo y, de acuerdo con los documentos y testimonios que hemos conseguido, fue embarcado en un submarino en la costa gallega, estamos prácticamente seguros de que fue en Vigo". "De acuerdo con documentos norteamericanos desclasificados, sabemos que grandes Junkers volaron directamente a Suramérica, pero Hitler no iba en ellos. En esos momentos, el FBI busca a Hitler en España —estos documentos pueden ser ya consultados públicamente, aunque la gran parte están bajo secreto hasta 2020—, donde lo sitúan Stalin y Zhukov, el mariscal que tomó Berlín, y el gobierno español tiene que salir a desmentirlo."El punto de llegada del submarino que transportó a Hitler a la Patagonia casi lo tenemos acreditado, pero hay que hacerlo tangible. Está en marcha una operación para ello y ya hemos conseguido registros por magnetografía, aunque no surgen todavía por visión directa. Es una zona muy arenosa y supone un trabajo triple: registrarlo, situarlo y sacar la arena. Va a ser costoso”. "El trozo de cráneo que se presume es el de Hitler, que presenta un agujero de bala y que había sido sacada del búnker donde supuestamente este murió y que fuera durante todos estos años preservado y custodiado por la Inteligencia Soviética, sometido a una prueba de ADN, arrojaba ser de una mujer"

La información, correspondiente a un grupo de científicos de la Universidad americana de Connecticut, era concluyente:
"Los resultados de nuestros exámenes fueron obvios desde el primer momento. Las muestras que hemos analizado corresponden al cráneo de una mujer sin lugar a dudas", dijo la profesora de biología molecular y celular de esa universidad estadounidense, Linda Strausbaugh.
La profesora analizó junto a varios científicos forenses unas muestras de ADN que el arqueólogo estadounidense Nick Bellantoni obtuvo en un viaje a Rusia del cráneo que las autoridades de ese país aseguran que corresponde a Hitler y que se descubrió en 1993 en uno de los archivos secretos de la antigua Unión Soviética.

"Sabemos que el cráneo corresponde a una mujer de entre 20 y 40 años" ha declarado la arqueóloga de la Universidad de Connecticut, Nick Bellantoni. «Los huesos parecían muy finos. Los huesos de varón tienden a ser más robustos. Y las suturas donde su juntan las placas del cráneo parecen corresponder a alguien con menos de 40 años

Los resultados de ese análisis han alentado de nuevo las dudas sobre si el Führer realmente llegó a suicidarse en 1945 ante la entrada de las tropas soviéticas a Berlín. Desde luego si este cráneo es de una mujer de menos de 40 años e Hitler tenía 56 cuando se dice que murió, solo queda especular que pueda ser el cráneo de Eva Braun, o sencillamente de cualquier persona que se usó pata fabricar una falsa muerte.

Respecto a la posibilidad de que esos restos que se guardan en Moscú y que fueron expuestos por primera vez en 2000 correspondan a la amante de Hitler, Eva Braun, el informe señala:
"No hay nada de lo que hemos encontrado que pueda ofrecer información del dónde y del cuándo de la muerte de la persona a la que corresponden los restos, ni por supuesto de su identidad", aclaró Strausbaugh, quien dijo que su laboratorio guardará las muestras de ADN que tiene para posibles estudios posteriores.
La profesora, sin embargo, explicó que es "muy dudoso" que puedan investigar acerca de si el cráneo en cuestión corresponde a Braun, quien se cree que se suicidó con Hitler, porque la muestra de ADN corresponde a "un perfil parcial y no completo", debido al mal estado de los restos.

"Sin una muestra de referencia, será muy difícil llegar a conclusiones sobre la identidad. Necesitaríamos muestras de la misma persona o bien de algunos familiares. Ya hemos tenido mucha suerte al poder determinar que se trata de una mujer y no de un hombre como se creía hasta ahora", sostuvo la científica estadounidense.

Cuando las tropas soviéticas tomaron el búnker donde se refugiaba Hitler en 1945, encontraron los restos quemados del dictador nazi y de su amante y un año después los cadáveres fueron trasladados a Moscú para investigar las circunstancias de la muerte del Führer.
Ya en 1970 el entonces líder de la URSS, Leónidas Brezhnev, ordenó incinerar y dispersar los restos de Hitler, así como los de Braun, los del ministro de Propaganda nazi Joseph Goebbels y los de su mujer y seis hijos, de entre 3 y 13 años.

Todos los restos de Hitler trasladados a Moscú al término de la guerra fueron almacenados en secreto durante décadas, hasta que en 1970 el KGB los incineró y arrojó las cenizas a un río.
Unicamente la mandíbula, el fragmento de cráneo y los trozos de sofá impregnados con restos de sangre fueron preservados hasta nuestros días.
Bellantoni estudió los restos tras volar a Moscú para inspeccionar los truculentos restos de Hitler en los archivos del Estado. Sólo se le permitió estudiarlos durante una hora, tiempo durante el que obtuvo muestras de ADN, para su traslado posterior a su laboratorio en Connecticut.

En el centro de genética aplicada, se aplicaron técnicas propias de medicina forense destinadas al esclarecimiento de crímenes. Para su sopresa, una pequeña cantidad de ADN viable fue extraída.
Entonces, lo replicó a través de un proceso conocido como copia molecular para proporcionar suficiente material dedicado al análisis.

Las autoridades rusas también cuentan en su haber con numerosos objetos que pertenecieron a Hitler y que se llevaron tras entrar en el búnker alemán, entre los que destacan también el sofá donde se cree que el Fhürer y Braun se suicidaron y cuyas muestras también han examinado los científicos de la Universidad de Connecticut. "Podemos afirmar que la mancha del sofá sí tiene restos de ADN correspondientes de un hombre, aunque obviamente no podemos decir a quién corresponde y mucho menos si es de Hitler", aseveró Strausbaugh, quien insistió reiteradamente en que sus análisis de ADN poco pueden aportar sobre cuál fue el auténtico devenir del tirano alemán.Los resultados de estos análisis se explican en un nuevo documental del canal por cable History Channel, en el que se expone la hipótesis de que Hitler pudo haber escapado de Berlín y que de el cuerpo recuperado por las tropas soviéticas fuera de otra persona.

"Si se hiciera un juicio histórico sobre el destino de Hitler —replica el investigador Abel Basti— se puede asegurar que ya hay más pruebas que demuestran que escapó que las relacionadas al supuesto suicidio.

Como fundamento de su presunta muerte sólo existe la declaración de un puñado de nazis fanáticos. La farsa contemplaba que ellos contaran la misma historia. Pero no hay pericias del lugar del suicidio, ya que no se encontraron elementos relacionados con su muerte. No se encontró el arma asesina, ni balazos en las paredes o en el techo, ni los cadáveres en el despacho de Hitler. Excepto un pequeño charco de sangre que no se pudo demostrar que perteneciera al canciller alemán. Tampoco hay un solo testimonio que haya dicho que vio a Hitler pegándose un tiro. O una foto de los cadáveres en el lugar del suicidio o ardiendo en la supuesta pira funeraria. Se encontraron en los jardines varios cadáveres, algunos quemados, y un par de ellos fueron atribuidos a Hitler. Pero en las pericias forenses se demostró que ninguno tenía las medidas ni las características físicas del canciller del Tercer Reich.

Esta realidad quedó documentada por los soviéticos. Después de la guerra, Stalin quería juzgar a Hitler en Nüremberg, y en el Senado norteamericano se analizó ofrecer una recompensa de un millón de dólares por su cabeza. Alemania, al no haber certificado de defunción ni cadáver, lo declaró muerto en 1956 en presunción de fallecimiento. Así que, para Alemania, Hitler estuvo vivo desde 1945 hasta esa fecha”.

Efectivamente, la resolución del Acta de Defunción de Hitler (resolución 2/48/52 del 25 de Octubre de 1956, dictada en Berchtesgaden) confirmó oficialmente la muerte de Adolf Hitler el día 30 de Abril de 1945 a las 15.30 horas, mientras que a Eva Braun la declararon muerta el mismo 30 de Abril de 1945, 2 minutos antes de su marido (a las 15.28 horas).

El gobierno alemán, en particular las autoridades de Berchtesgaden, extendió los actas de defunción del dictador de Alemania y de su esposa hasta el año 1956, debido a que nunca se habían encontrado los cadáveres. Conforme al procedimiento que establece el derecho alemán, como el de muchos países del mundo, primeramente se dicta la declaración de ausencia, cuando no se encuentra el cadáver de una persona a la cual se le da por desaparecida.

Diez años después, cuando no exista ninguna prueba física del desaparecido y no se le haya encontrado, se dicta la declaración de muerte para los efectos legales pertinentes, principalmente los testamentarios.

"El episodio mencionado por Beevor de los dos cadáveres de Hitler hallados en el búnker, según Basti, sugiere obviamente el tema de los dobles del Führer, nunca reconocido oficialmente ya que echaría por tierra la aceptación de la tesis oficial al poder tratarse de un doble el cuerpo supuestamente encontrado por los soviéticos cuya identificación jamás se ha verificado fehacientemente.
Basti, revela que una de las pruebas que maneja sobre la activa existencia de dobles de Hitler en los últimos días del nazismo la encontró en un aparentemente inocuo libro publicado en España. Se refiere a las memorias de Joaquín Navarro Cristóbal corresponsal de La Vanguardia en Berlín durante la II Guerra Mundial —que firmaba con el pseudónimo de Cristóbal Tamayo—, reeditadas en 2005 con el título de Los últimos días de Berlín.

Navarro, fallecido en 1970, cuenta en este libro su experiencia a bordo del último servicio aéreo de Lufthansa entre España y Berlín en abril de 1945. Para alguien que no esté muy familiarizado con el tema de la muerte de Hitler, el pasaje es irrelevante, pasa como una historia más de los últimos días de guerra en Berlín. Pero contiene un dato que contradice todas las versiones oficiales. Navarro quería ver cómo caía Berlín, quería llegar antes de que los rusos la tomaran. Cuenta que llegó al aeropuerto de Tempelhof, situado a 20 kilómetros de Berlín, a media mañana del 20 de abril de 1945. No había forma de llegar a la capital, sitiada por el Ejército Rojo, así que se queda en el aeropuerto hasta que de pronto aparecen cazas alemanes. Pregunta que está pasando a oficiales de las SS y le dicen que llega el Führer.

Efectivamente, ve cómo Hitler baja de un Junker 290 y lo trasladan a Berlín. Navarro consigue viajar también en un camión militar y se vuelve a topar con el auto en el que iba Hitler girando por las calles de Berlín. Lo asombroso es que la historia oficial mantiene —y en eso está todo el mundo de acuerdo— que Hitler entró en el búnker el 19 de enero de 1945 y que no salió nunca de allí. El inocente testimonio de Navarro evidencia el tema de los dobles de Hitler, que es lo que se va a emplear en la farsa del suicidio en el búnker. Lo cierto es que nadie sabía a ciencia cierta dónde se hallaba Hitler en esos caóticos días de la caída de Berlín".

En las profundidades de la ría viguesa, frente a las islas Cíes, se encuentran los pecios de cuatro submarinos nazis hundidos por la aviación inglesa.
El periodista Eduardo Rolland cifra en 37 submarinos, con 1.400 tripulantes, los submarinos alemanes hundidos en aguas del sur gallego. Al menos ocho U-boot fueron aprovisionados en Vigo (los U-29, U-43, U-52, U-77, U-96, U-434, U-574 y U-575) donde operó al final de la II Guerra Mundial una importante organización de cobertura para la fuga de nazis conocida como Der Spinner.
La actividad de los submarinos nazis en las costas gallegas llegó a ser tan intensa en los primeros años de la guerra, que Churchill llegó a planear un desembarco aliado en la zona de Doniños.
¿Fue una puesta en escena con dobles el suicidio de Hitler en el búnker del Berlín sitiado?
Resulta difícil de creer que uno de los episodios más importantes de la historia haya sido sencillamente una farsa, pero no deja de ser inquietante la acumulación de indicios aparecidos últimamente que nos dan a entender que la historia real poco tiene que ver con la historia oficial. No hace mucho, la BBC divulgó documentos desclasificados que prueban que los servicios de espionaje británicos conocían desde el principio el verdadero cometido de los campos de exterminio nazis —algo que siempre fue oficialmente negado— pero que no hicieron nada para no comprometer a sus fuentes de información. En la misma línea, un alto cargo del espionaje israelí, el mítico Mosad, desveló recientemente que dejaron escapar a Mengele —el monstruo de Auschwitz— por no arriesgar la captura de Eichmann. Mengele moriría sin que nadie lo molestase en Brasil en 1979. El mundialmente célebre escritor Le Carré aportó también su grano de arena a este alud de revisiones al confesar que cuando era agente de la inteligencia británica estuvo a punto de pasarse a los soviéticos. El motivo se encuentra en uno de sus libros más duros —Una pequeña ciudad de Alemania— en el que relata cómo buena parte del aparato nazi fue protegido por los aliados al final de la guerra.
“Lo único cierto en toda esta historia —afirma Abel Basti— es que a Hitler nadie lo vio morir”.

A diferencia de otros enigmas del pasado que han inquietado a la sociedad mundial, éste de Hitler reviste la particularidad de ir compilando nuevos datos, más antecedentes que arrojan más luz sobre los hechos, por lo que se presume que la verdad de lo que ocurrió aún no está establecida y que por lo tanto esta historia, en el futuro deberá ser reescrita...







1 comentario:

Vivianne dijo...

Muy entretenido, amplia información, vertiginoso uhmmmm esperaremos hasta el 2020 para que los rusos entreguen la información, naaaa este Hitler permaneció vivo, gozando de tranquilidad en Argentina, excelente columna como siempre amigo, abrazos!!!