martes, 20 de abril de 2010

LOS PAPAS DE LA INQUISICION. Parte 2.-




“Durante años os he predicado, implorado y llorado para que salgáis del pecado. Pero donde fracase la bendición, prevalecerá la vara. Ahora hago un llamamiento a los prelados para que aúnen sus fuerzas y hagan que muchos muráis a golpe de espada, arruinen vuestras torres, destrocen muros y reduzcan a todos los pecadores a la servidumbre. La fuerza de la vara prevalecerá cuando la dulzura no haya conseguido nada”. (Santo) Domingo de Guzmán.

Una de las singularidades de la Iglesia Católica es su doble discurso, esa habilidad maestra para disfrazar sus conductas y desatinos más bullados y convertir sus derrotas en victorias. Cualquiera otra institución, incluso con menos antecedentes criminales como registra en su largo curriculo la actividad vaticana, ya habría sucumbido a la presión social y moral de los grandes poderes fácticos, de gobiernos y de sus críticos más acerbos.

Sin embargo esta iglesia inquisidora, como los corchos, se hunde una y otra vez en los torbellinos de agua, pero vuelve a reflotar, desafiante, impávida, bajo otra máscara, poniendo la otra mejilla, mostrando nuevas facetas o intentando reescribir la historia, para tornarla a su favor.
Ahí está el caso de Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de los Predicadores o Dominicos. Fue el Primer Inquisidor General de la Historia, responsable directo de todos los crímenes, los abusos y brutales métodos de tortura de los inquisidores bajo sus órdenes (arriba, presidiendo el Auto de Fe, según el famoso cuadro de Pedro Berruguete, Museo del Prado).

No obstante ello, fue canonizado por Gregorio IX en 1234, es decir, premiado por su labor represiva contra la herejía, que son hechos que trajeron gran dolor a millones de personas y que la humanidad ha reconocido como uno de los crímenes magnos en detrimento de los derechos inalienables del ser humano, comparable solo con el magnicidio nazi. Pero el Papa Gregorio, insensible a esta tragedia en la oportunidad dijo: "De la santidad de este hombre estoy tan seguro, como de la santidad de San Pedro y San Pablo".
Más aún, en su biografía no aparece una línea de estos luctuosos sucesos, de los varios años que pasó este Santo católico asesinando inocentes; de los miles de personas que envió a la horca, hizo empalar, torturó y mandó a la hoguera. No da cuenta esta biografía que en el sitio de Toulouse, entre otros ataques a mansalva, los Cruzados dirigidos por Domingo de Guzmán, quemaron a sesenta cristianos cátaros en la Hoguera Santa ese día, los cuales no eran soldados, sino familias de seres asustados, mujeres y sus hijos pequeños, los abuelos, los hombres de la casa, ni que tanto el mismo como sus subalternos, por la ferocidad y brutalidad de sus ataques mortales contra miles de inocentes, fueron bautizados por el pueblo como los “Domini canes”, "los perros del señor".
Como dijo Richard Leigh, en su libro La Inquisición, (año 1999): “Pocos Santos pueden haber tenido tanta sangre en sus manos”.Juana de Arco, llamada la doncella de Orleans, de quien muchos conocemos su historia, fue juzgada en una corte eclesiástica por la Inquisición bajo la acusación de brujería, por declarar que escuchaba voces de santos a quienes veneraba. Sus interrogadores decían que esta voz era del diablo. Fue declarada culpable de herejía y hechicería, condenada y quemada en una hoguera. Tenía tan solo diecinueve años de edad. En el momento en que su vestimenta fue totalmente consumida por el fuego, el verdugo apagó las llamas durante unos minutos, para que la multitud contemplara su cuerpo desnudo, de bruja.

Veinticuatro años más tarde, el Papa Calixto III, ante la crítica persistente de todas las sociedades se vio en la necesidad de revisar la decisión de aquella corte eclesiástica y ¡Oooh sorpresa!, encontraron que había fallado la infalibilidad de la iglesia y esta vez los jueces la encontraron inocente. Y no solo eso, la declararon mártir por lo que fue beatificada en 1909 y canonizada rápidamente en 1920, año en que Francia la proclamó su patrona.

Con ello, la iglesia mañosamente cerraba el paso a las objeciones de su barbárico acto y abría un nuevo capítulo; ahora Juana ya no era hereje, era parte de la iglesia..., una querida mujer mártir, una mujer amada. Y así sería conocida por las generaciones venideras.

Si algo hay que reconocerle a la iglesia, es esa tozudez en sus designios, su caradura, su tupé para deslindar responsabilidades y eludir su autoría o justificarse, achacando sus reprobables conductas a los demás, al destino, a las circunstancias ambientales, a la época histórica. Y si eso no es suficiente; a los designios divinos, a las profecías, al Nuevo o Antiguo Testamento, al demonio maldito. Aún así, tiene otros recursos: la infalibilidad papal, la fe, los autos doctrinales, porque según asegura, tiene un origen divino por lo que nunca se equivoca, en cambio los demás, carecen de este privilegio y por lo tanto son ellos los que yerran.

No en vano nacieron con nuestra era, recogieron del paganismo todo lo novedoso; copiaron de otras religiones lo más sustancial: las mejores tradiciones, el ropaje ceremonial , sus ritos ancestrales, sus fiestas y días de guardar, la historia sagrada de sus divinidades. Destruyeron sus templos y encima levantaron sus iglesias. Eliminaron a sangre y fuego la competencia para imponer su Dios, rigieron al mundo por centenas de años, impusieron su calendario, sus santorales, sus creencias y rituales a los estados antiguos y modernos.

Tuvieron los más grandes ejércitos que recuerda la historia, emprendieron las cruzadas más demenciales y sangrientas nunca vistas, asesinaron legiones de seres humanos, sin importar credo, raza o locación. Pusieron de rodillas a los monarcas y los incitaron a las conquistas de otras tierras, siempre buscando el poder y la propagación de su credo y desde luego, el oro, la riqueza de estas civilizaciones, que se agenciaron.

Llevaron su fe por todo el mundo con las conquistas e hicieron el trabajo que saben realizar. Consiguieron hacer desaparecer no menos de cien millones de aborígenes del Nuevo Mundo, por ser desafectos al verdadero Dios Católico, al extremo que la mayoría de estas etnias desaparecieron totalmente, sin que quede ni un solo representante. Otras, más afortunadas, lograron salvar algunas decenas de miles y hoy constituyen las minorías segregadas, empobrecidas y despojadas, de su orgullo, de sus dioses y tradiciones, de la tierra y sus bienes que nunca más recuperaron.
Pero sin duda, otro de los factores de su supervivencia, son sus agentes externos, verdaderas corporaciones de sujetos enquistados en las cúpulas más selectas de la sociedad y a su vez los más conservadores y fundamentalistas, los "duros". Los detentadores de las misiones que los hombres de iglesia no pueden cumplir, los ayudistas, los facilitadores y los cómplices de sus complots, los encubridores de la creación de riqueza y manejo de los negocios sucios y materiales; los cerebros de las relaciones públicas, propaganda y proselitismo, los señorones encargados de cautelar incólumes las tradiciones que no deben ser vinculadas al papado. Los núcleos de poderosos hombres de negocios, políticos, magistrados, intelectuales y educadores, con la misión de usar sus áreas de influencia para la propagación y primacía del poder vaticano.

Estas Órdenes, muy similares a las Logias masónicas en su estructura y secretismo son las encargadas de defender los postulados cristianos y los valores del catolicismo amenazados por los infieles, los ateos, los masones, los endemoniados y los herejes. Constituyen el brazo armado e incondicional del Vaticano y el instrumento de penetración más efectiva en la sociedad de cualquier nación.
Sus integrantes tienen reconocimiento oficial como dignatarios de la iglesia católica y su influencia y autoridad a veces supera la del Cuerpo de Cardenales, la opinión de sus Obispos o el clamor de sus fieles.

El gran público ya los conoce, son esos curiosos personajes del Opus Dei, de los Caballeros de Colón, de la Orden del Santo Sepulcro , los Legionarios de Cristo y muchos otros cuerpos de cruzados, de caballería y religiosos que tienen el mismo fin; recaudar fondos, difundir el catolicismo, defender a la iglesia y la fe. Su listado podemos encontrarlo en esta página de Wikipedia:
http://es.wikipedia.org/wiki/Orden_militar#.C3.93rdenes_militares

Hay mucho que decir de estas organizaciones, que suman cientos y que tienen la capacidad de movilizar millones de personas a la sola orden del Papa, para formar opinión, para impedir que los gobiernos progresistas coloquen leyes como el divorcio; la eutanasia; el control de la natalidad; los métodos anticonceptivos, la píldora del día después, la interrupción del embarazo o el uso del condón en las agendas legislativas. Es decir, los mismos tabúes oscurantistas y retrógrados por los cuales la iglesia eliminó tantas mujeres por medio de la hoguera y persiguió como brujas a las parteras y comadronas en todo el período de la inquisición.

Estas corporaciones mixtas, de laicos con asesoría de religiosos, de las cuales la más antigua, y poderosa es la Orden del santo Sepulcro de Jerusalén, (en la foto) constituyen los altavoces y los estandartes del Vaticano y este les paga apadrinando su quehacer, reconociéndolos como entidades bajo el alero de la iglesia y colocando a sus máximos representantes, a cargo de colegios, universidades, centros de estudio, entidades caritativas y del voluntariado. De allí la Iglesia escoge a sus adalides, a los que serán diputados o senadores de los partidos políticos que financia, “los expertos independientes” que declararán a su favor en casos de litigio o controversia, los que dirigirán, sus bancos e inmobiliarias, sus periódicos y revistas en todo el planeta…

De todos los documentos apócrifos y falsificados por la Iglesia Católica a través de sus dignatarios, se destaca por su importancia histórica, el famoso decreto llamado “La Donación de Constantino”, presentado recién en el siglo XVIII , por el Papa Esteban II a los reyes y gobernantes del mundo, como redactado por el propio Emperador Constantino (+337) en las postrimerías de su vida y que según el prelado, constituía su última y santa voluntad, que debía ser acatada por todo el mundo cristiano unificado en el Imperio Romano.

Recordemos que Constantino representaba el nacimiento del sistema de monarquía absoluta, hereditaria y por derecho divino, copiada después por el catolicismo para imitar su poder terrenal. El emperador era rey y representante de Dios en la tierra y su poder era autocrático.
También, que fue bautizado como cristiano en su lecho de muerte por Eusebio de Nicomedia, Obispo Arriano, doctrina cristiana según la cual Cristo era la primera criatura creada por Dios, pero no era Dios en si mismo. Una vez que la Iglesia definió el dogma de la divinidad del HIJO y posteriormente, de la Trinidad, el arrianismo fue condenado como una herejía.

Fue Constantino el primer emperador romano pagano, que permitió el libre culto a los cristianos mediante el edicto de la tolerancia en el año 313. Y no solo eso, sino que convocó al Primer Concilio Ecuménico (Universal) de Nicea, el 20 de mayo al 25 de julio de 325), para terminar con algunos de los problemas doctrinales que infectaban las Iglesias de los primeros siglos. En ese entonces Constantino practicaba la religión pagana, que era mayoritaria.

Como Emperador de todo el mundo conocido, él presidió este Concilio y se considera el creador del catolicismo tal como lo conocemos, que nació de su deseo de unificar las religiones existentes que le producían divisionismos y problemas políticos a través del imperio y que se forjó bajo su estricta égida, como una mezcla de elementos paganos y cristianos, para conformar las distintas ideologías representadas. Este Concilio de Nicea, 325 de la era cristiana, que tuvo profundas disidencias antes de ponerse de acuerdo, fue quien determinó la elección de los cuatro evangelios actuales, según San Mateo, según San marcos, según San Lucas y según San Juan, de entre los otros numerosos libros y evangelios existentes, por razones políticas que señaló Constantino, y que incorporó además los grandes temas de: la trinidad, la filiación divina de Cristo, el pecado original y la expiación. El Papa Silvestre I no asistió a este Concilio.

Tampoco debe olvidarse, que durante el primer milenio cristiano, todos los Concilios Ecuménicos, ocho en total, se realizaron por iniciativa de los Emperadores de Bizancio o Constantinopla y tuvieron sede en el oriente y que también el símbolo niceno, el Credo, fue elaborado allí palabra por palabra, sin ninguna intervención del Obispo de Roma.

Constantino es reconocido por su falta de piedad. Pueblos enteros fueron masacrados por su orden directa. Ejecutó a su cuñado Licinio, Emperador Romano Oriental por estrangulación en 325. En 326 ejecutó a su hijo mayor Crispo y unos meses después a su segunda esposa Fausta. Luego se arrepintió y vivió atormentado por la muerte de Crispo hasta que fue bautizado, ya que viejo y enfermo, creyó en lo que le prometieron, que “esta ceremonia lavaría sus pecados”.
Constantino es considerado "modelo de la virtud y santidad cristiana" según Lactancio y la Iglesia. Fue llamado “El Grande” por los historiadores cristianos y es reconocido como uno de los Santos Mayores de la Iglesia Ortodoxa.


Esta criminal falsificación de la Donación de Constantino por la Iglesia, conocida también como “Constitutium Constantini” o “Privilegium Sanctae Romanae Ecclesiae” y fechada el 30 de marzo del año 315, elaborada por designio del Papa Esteban II ,( 752-757) fue la “jugada maestra” del Vaticano para presionar y chantajear al rey Franco Pepino y su hijo Carlomagno y forzar una alianza militar con la Iglesia para combatir a los Longobardos, que amenazaban las riquezas y poder del Papa romano. Tras la derrota de los Longobardos, el rey Pepino, convencido al igual que todos los monarcas europeos, por el engaño de que Esteban II era el sucesor de San Pedro y del Emperador Constantino, devolvió a la Iglesia Católica todas las tierras "que por derecho le pertenecían", y que se detallaban en dicho documento.

Este texto de tardía aparición, considerado uno de los documentos falsificados de la Iglesia Católica que más rentabilidad le ha aportado a través de la historia, en una de sus partes decía: “…en tanto más cuanto que nuestro poder imperial es terrenal, venimos en decretar a que su santísima Iglesia romana será venerada y reverenciada y que la sagrada sede del bienaventurado Pedro será gloriosamente exaltada aun por encima de nuestro Imperio y su trono terreno. Dicha sede regirá las cuatro principales de Antioquía, Alejandría, Constantinopla y Jerusalén, del mismo modo que a todas las iglesias de Dios de todo el mundo. (...) Finalmente, hacemos saber que transferimos a Silvestre, Papa Universal, nuestro palacio así como todas las provincias, palacios y distritos de la ciudad de Roma e Italia como asimismo de las regiones de Occidente”.

Mediante este engaño de nivel mundial, la Iglesia Católica acumuló un patrimonio y un poder tan inmenso que aún hoy viven de las rentas de aquel magno e infame delito, que dio origen a la Iglesia-Estado.
El texto más antiguo que se conoce de esta Donación figura en los manuscritos de las Decretales seudo Isidorianas (c.850), pero no fue usado públicamente hasta el siglo XI, cuando ya todos lo daban por auténtico pese a que bien pocos lo habían visto.

El Papa León IX, (1049-1054), en sus escritos, citó amplios pasajes de la falsa Donación para justificar el primado del obispo de Roma, pero no fue sino con el Papa Gregorio VII, (1073-1085), que la doctrina jurídica diseñada por el engaño pasa a ser una base fundamental del derecho canónico. Los Papas posteriores, como Urbano II, (1088-1099), Inocencio III, (1198-1216), Gregorio IX, (1492-1503), lo emplearon con gran fuerza y mayor descaro para imponerse a príncipes, anexionarse territorios, títulos nobiliarios, comarcas etc. en casi todos los países y reinos europeos.

Según estos datos, recogidos del estupendo trabajo de investigación de Primitivo Martínez Fernández, en su libro “La Inquisición, el lado oscuro de la Iglesia”, Gregorio VII, usando este documento apócrifo, escribe una carta a todos los príncipes y nobles que quieran viajar a España estimulandolos a recuperar aquellas tierras de manos de infieles y sarracenos y devolverlas a su legítimo propietario, San Pedro, es decir, al Papa, que era la forma vaticana de reunir los soldados voluntarios, generalmente mercenarios y criminales, para la Cruzada Santa, que financiaban los reinos y los gentilhombres adinerados, para obtener la salvación de su alma y el botín de guerra consistente en tierras, castillos, hacienda, siervos y fortuna propiedad del enemigo. Y en el caso de los criminales, perdón de sus pecados por el papado, condonación de sus condenas por el rey y su oportunidad de saquear, violar y matar bajo la bendición de Dios, el Rey y el Papa.

“No se nos oculta, dice la carta, que el Reino de España, desde antiguo, fue de la jurisdicción de San Pedro, y aunque ese territorio ha estado ocupado tanto tiempo por los paganos, pertenece todavía por la ley de justicia a la Santa Sede Apostólica solamente, y no a otro mortal cualquiera"

En otra carta dirigida al rey de Castilla y León Alfonso VI, el Papa advierte que el Dios Omnipotente ha dado a Pedro y a sus sucesores "todos los principados y las potestades de la tierra".

El Emperador de Alemania Otón III, 983-1002, sabedor del engaño, denunció su falsedad ante el Papa Silvestre II, declarándolo nulo y dejándolo sin efecto. En su documento, 1001, tras denunciar y repudiar la corrupción y malversación de riquezas que había caracterizado al Papado, dice que los Papas: "torcieron las leyes pontificias y humillaron a la Iglesia romana y algunos Papas fueron tan lejos que hasta pretendieron la mayor parte de nuestro imperio.
No preguntaban por lo que habían perdido por su propia culpa, ni se preocuparon por cuanto habían dilapidado en su locura, sino que habiendo dispersado a todos los vientos, por propia culpa, sus posesiones, descargaron su culpa sobre nuestro imperio y pretendieron la propiedad ajena, a saber, nuestra propiedad y la de nuestro imperio. Son mentiras inventadas por ellos mismos (ab illis ipsis inventa) y entre ellos el diácono Juan, por sobrenombre Dedo-cortado, que redactó un documento con letras de oro y fingió una larga mentira bajo el nombre de Constantino el Grande (sub titulo magni Constantini longi mendacii tempora finxit)".

La falsedad fue descubierta también por el secretario pontificio y canónigo de Letrán, Laurenzio Vall, en 1440, pero no lo hizo público por miedo a la venganza del Papa; salió a la luz pública en el 1519, el mismo año en que Martín Lutero criticó con dureza el descarado negocio pontificio de las indulgencias.

La Iglesia, con su cínica política oportunista, defendió la autenticidad del documento hasta el siglo XIX, abandonando ese empeño presionada por los jefes de la naciones europeas, hartos ya de las extorsiones del Vaticano.

En este falso documento apoyó la creación de su Estado Pontificio (propiedades exigidas por el Vaticano a todos los reinos europeos, en general comarcas dentro de estos países bajo gobierno papal, con la amenaza de que si no se otorgaba, los ejércitos vaticanos, conquistarían y anexarían todo el país) y de su Primado, (la autoridad de ser la Iglesia Universal con el Papa representante de Dios en la tierra). Pero, para no perder la tradición, la Iglesia no pidió perdón por las riquezas hurtadas ni manifestó deseos de devolverlas ni de aclarar el asunto del Primado, que desde ese momento pasó a ser un título simbólico privado de jurisdicción, todo ello en contra de sus normas morales que en estos casos, por una especie de amnesia repetitiva, olvida para siempre.

Bonifacio VIII, con el Documento de la Donación y el auxilio del derecho romano, se convierte en Jefe de Estado y para expresarlo en símbolos, añade una tercera corona a su tiara, que había hecho su aparición también en el siglo XIII, para simbolizar el poder temporal. Antes, la tiara tenía una sola corona y luego dos, que, como las dos llaves, simbolizan el doble poder: el de orden y el de jurisdicción de los obispos.
Bonifacio VIII, se siente imbuido de un poder autoritario, como el de Felipe el Hermoso o el mismo Emperador Justiniano y en su persona fusiona el poder mundial absoluto: el religioso y el político. Este último en su propio Estado, El Vaticano.

Decíamos, que esta es una de las tantas falsificaciones y escándalos del catolicismo. Cito aquí un trozo de texto del extraordinario libro “La Biografía no autorizada del Vaticano”, del escritor y periodista Santiago Camacho, quien nos ilustra sobre otras falsificaciones papales.

“El poder de los papas era tal que fueron capaces de destronar a reyes y emperadores, o bien obligarles a usar su poder secular para hacer cumplir la Inquisición, que era conducida por sacerdotes y monjes católicos. La culminación de esta escalada de poder absoluto ocurrió en 1870, cuando el papa fue declarado infalible. Lo que la mayoría de la gente no sabía, y aún hoy desconoce, es que este proceso fue influido por documentos falsificados elaborados para alterar la percepción que los cristianos tenían de la historia del papado y de la Iglesia. Una de las falsificaciones más famosas son los Falsos decretos de Isidoro, escritos alrededor de 845. Se trata de 115 documentos supuestamente escritos por los primeros papas.

LA CASA DE LAS FALSIFICACIONES
Sobre la falsedad de estos textos no existen dudas y la propia Enciclopedia Católica admite que son falsificaciones, aunque en cierto sentido los disculpa. Dice que el objetivo del engaño era permitir a la Iglesia ser independiente del poder secular, e impedir al laicado gobernar la Iglesia, lo que dicho claramente no es otra cosa que aumentar el poder del papa. Más grave, si cabe, que la alteración de documentos era la manipulación de documentos existentes a los que se añadía material según la conveniencia del papa de turno. Esto era muy sencillo, en especial en la época en que para la preservación de los documentos se dependía exclusivamente del trabajo de copistas y bibliotecarios, que, en su totalidad, eran clérigos.

Una de estas manipulaciones es una carta que ha sido atribuida falsamente a san Ambrosio, en la que se hizo afirmar al santo que si una persona no está de acuerdo con la Santa Sede puede ser considerada hereje. Este tipo de cosas ocurría con tanta frecuencia que los cristianos ortodoxos griegos se referían a Roma como «la casa de las falsificaciones». No es de extrañar: durante trescientos años los papas romanos utilizaron este tipo de añagazas para reclamar autoridad sobre la Iglesia en Oriente. El rechazo de estos documentos por parte del patriarca de Constantinopla culminó con la separación de la Iglesia ortodoxa.

Hoy día aún permanecen vigentes muchos de aquellos errores. El Decretum gratiani, una de las bases del derecho canónico, contiene numerosas citas de documentos de dudosa autenticidad. Pero no es el único texto de capital importancia en la historia de la Iglesia cuyas fuentes son harto discutibles. En el siglo XIII, Tomás de Aquino escribió la Summa Theologica y otras obras que se cuentan entre las más trascendentes de la teología cristiana. El problema es que Aquino utilizó el Decretum y otros documentos contaminados pensando que eran genuinos"
.

El descubrimiento de la falsificación de la Donación de Constantino, que se usó para que los reinos aceptaran las bases del poder temporal del Papado en la tierra, fue reexaminado en el siglo XV donde nuevos expertos en filología demostraron la falsedad del documento. Tan escandaloso, espurio e inmoral proceder, sumado a las otras falsificaciones que se han podido establecer, ha sido señalado por diversos estudiosos como la raíz de la decadencia sostenida de la Iglesia Católica.

En esta misma línea de accionar del poder vaticano, ya conocido por lo reiterativo, se encuentra el intento de lavar imagen respecto al inaudito juicio de la inquisición al científico Galileo Galilei en 1633, juzgado por sus trabajos de investigación volcados en su libro “Diálogos de Galileo sobre los grandes sistemas del mundo”, donde entre otras muchas otras teorías, que le valieron en la posteridad ser considerado el padre de la ciencia, de la física y de la astronomía moderna, defendía que el sol era el centro del mundo y que la tierra tenía movimiento.


El tiempo ha dado la razón a los jesuitas, que sostuvieron que Galileo había hecho más daño a la Iglesia Romana que Lutero y Calvino juntos. Ello, porque allí se confrontaron dos mundos distintos, el de la ignorancia dogmática y la del hombre libre pensador, con la mente abierta a las oportunidades de descubrir la verdad mediante el método científico.
La Inquisición persiguió, prohibió y asesinó a muchos intelectuales bajo los mismos cargos que hizo a Galileo, pero nunca la sombra de la injusticia y la reprobación pública fue tan poderosa y persistente como con este hombre pacífico, dedicado a las ciencias, que abrió con sus ideas un nuevo mundo de esperanzas y de claridad respecto de las metas de la humanidad.

Nadie como él había creado las herramientas ni las líneas del pensamiento puro capaz de viajar por el espacio y conocer los fenómenos del cielo, vedados para el hombre hasta entonces. De paso, abrió la brecha del embuste bíblico, desmitificó el cielo como territorio de los dioses, de los ángeles y los arcángeles de grandes alas, los demonios y los feroces dragones voladores, que ya nunca más pudieron situarse allá arriba como aseguraba torpemente la santa iglesia.

Ahora, transitan por allí los aviones, los helicópteros y los cohetes propulsados por energía atómica. El rayo y la tormenta no eran castigos divinos y los planetas tenían leyes que afectaban la madre tierra, sus mareas y sus estaciones, sin necesidad de oraciones y autoflagelaciones físicas ni morales, ni tampoco sacrificios humanos, para satisfacer a ese dios cruel y vengativo, celoso e iracundo, asesino de pueblos, bajo cuya concepción solo se habían cometido trasgresiones y que la ambición ilimitada y vanidosa del hombre quería imitar, con entes que pretendían ser sus sucesores, sus hijos amados, sus representantes en quienes este hacedor había depositado su confianza y su poder divino.

Lejos habían quedado los tiempos en que el vulgo oprimido y privado de instrucción, sometido al poder feudal y al chantaje espiritual de la poderosa iglesia, con sus penitencias como limosnas dominicales y amenaza de excomunión, creía en los delirios papales como el de Inocencio III, quién dejó para la posteridad un mensaje que hoy resulta, por decir lo menos, incongruente y francamente ridículo.

«El señor concedió a Pedro», decía, «no sólo el gobierno de la Iglesia, sino del mundo. Ahora podéis ver quién es el servidor que es puesto sobre la familia del Señor; verdaderamente es el vicario de Jesucristo, el sucesor de Pedro, el Cristo del Señor; puesto entre Dios y el hombre, de este lado de Dios, pero más allá del hombre; menos que Dios, pero más que el hombre; quien juzga a todos, pero no es juzgado por nadie».

La insensatez de la iglesia inquisitorial, con el juicio a Galileo, había roto las cadenas del hombre común, que había abrazado a Dios porque lo sentía en su alma. Ahora tenía elementos de juicio, que le indicaban que Dios no podía ser tan cruel, tan malvado, tan ilógico, tan ignorante y tan dogmático, como aquellos que se habían apropiado de su culto.

Casi un siglo antes, en 1541, el cretense Doménikos Theotokópoulos, conocido como El Greco, popular por su obra de temática religiosa desplegada en Toledo en la que predominaban alargadas figuras manieristas, fue interrogado por la Inquisición debido a que en sus pinturas las alas de los ángeles no eran congruentes con las normas del decoro, esto es, no correspondían con las medidas que presuntamente describía la Biblia. Se le inculpaba de “transgredir la conveniencia armónica que clásicos como Horacio en su Ars poética o Vitrubio en su obra arquitectónica habían elevado a principio o axioma artístico”.

Como muestra el cuadro, estas alas de los angeles fueron encontradas muy cortas y feas por los puritanos inquisidores, poco aptas para volar.
Este y otros esperpénticos juicios del circo inquisitorial no pasaron a mayores y a pesar de haber provocado grave inquietud y retraso cultural en el ambiente artístico y científico, por las persecuciones necias de estos monjes legos y soberbios, ya nadie los menciona, pero ese no fue el caso del juicio a Galileo.

Recomiendo a los lectores, leer en este mismo blog el artículo titulado “Y sin embargo se mueve… para que no lo olvides”, que escribí con fecha 21 de Abril de 2007. Allí publico las partes principales del juicio original llevado contra Galileo. Vale la pena leerlo para entronizarse en la atmósfera siniestra y ominosa del pensamiento del Papado medieval, dado que muchos escritos que circulan en la red, sea porque sus autores no conocen este juicio o intencionadamente, distorsionan el fondo y la forma y por ende la verdad, en su afán de servilismo hacia el dogma católico.

La acusación del inquisidor, que ya contenía la condena, porque jamás existió en estos procesos ningún atisbo de legítima defensa, empezaba como sigue: “La proposición de que el sol es el centro del mundo y no se mueve de su lugar, es absurda y falsa filosóficamente y formalmente herética, porque es en forma expresa contraria a las Sagradas Escrituras.

La proposición de que la tierra no es el centro del mundo e inmóvil, sino que se mueve –y también con movimiento diurno- es igualmente absurda y falsa filosóficamente y considerada teológicamente, cuando menos, errónea de fe.”

“Y con el fin de que tan perniciosa doctrina pudiera ser extirpada por completo y no se instaure más con grave perjuicio para la verdad católica, fue expedido un Decreto por la Sagrada Congregación del INDEX prohibiendo el libro que trata semejante doctrina y declarando esta falsa y totalmente opuesta a las Sagradas Escrituras”.

(¿Dónde encontramos hoy día esas anacrónicas y demostradamente falsas afirmaciones bíblicas en que se basaban estos despistados inquisidores? ¿Cuándo desaparecieron de la Biblia y como es que tampoco la iglesia se ha disculpado por difundir falsedades?)

Galileo fue condenado a prisión perpetua en las cárceles de la Inquisición, cambiada más tarde, por su edad y enfermedad a confinamiento domiciliario, hasta su muerte y se le exigió, salvo ser considerado hereje y por lo tanto quemado en la hoguera que desmintiera su teoría. Tuvo que abjurar, maldecir y detestar su error de creer que la tierra tenía movimiento.
De allí su frase, entre murmullos, “Y sin embargo se mueve”.

Este juicio, clavado como una espina en el corazón vaticano, debió esperar mas de trescientos cincuenta años, para que un Papa, Juan Pablo II, más intuitivo y contemporizador de quienes le antecedieron, hiciera un intento de pedir perdón por los errores que hubieran cometido los hombres de la Iglesia a lo largo de la historia, así como por haber dejado de hacer el bien necesario en favor de judíos y otras minorías perseguidas. En una carta enviada a los Cardenales católicos, exhortó a la Iglesia a reconocer los errores cometidos “por sus hombres, en su nombre” y la anima a arrepentirse.

En el caso Galileo propuso una revisión honrada y sin prejuicios en 1979, pero esta indicación del Papa no fue escuchada, dado que la comisión que nombró al efecto en 1981 y que dio por concluidos sus trabajos en 1992, repitió una vez más la vieja monserga de la iglesia, que Galileo carecía de argumentos científicos para demostrar el heliocentrismo y sostuvo la inocencia de la Iglesia como institución y la obligación de Galileo de prestarle obediencia y reconocer su Magisterio, justificando la condena y negándose este pedido del Papa de rehabilitación.

Por lo tanto, no existe este perdón institucional de la iglesia Católica. No se llegó a formular. Solo permanece la palabra e intención de este Papa pidiendo un pronunciamiento que no se concretó. Al revés, no solo esta comisión no elevó ninguna proposición de disculpa pública DURANTE TRECE AÑOS al Papa Juan Pablo II, que como dice la canción "se murió esperando", sino, que al cabo de este tiempo salió con otra agenda, más ampliada.

La Comisión ya no se pronunciaría sobre el juicio a Galileo, sino que lo haría sobre todo el período de la Inquisición. Ello, con gran difusión pública y prensa mundial, anunciando que se haría un simposio de alto nivel, auspiciado por el Vaticano, de 30 expertos "de prestigio internacional", el cual estaría moderado por el profesor de Historia en la Universidad de Roma "La Sapienza" y director del Instituto Italiano de Estudios Ibéricos Agostino Borromeo .

Este profesor, editor también de la obra publicada por la Biblioteca vaticana sobre el análisis del Simposio y además docente de historia en varias universidades católicas de Roma, explica en esta entrevista, que aparece en la dirección electrónica que damos a continuación, cuyo contexto pasaremos a comentar, el significado del trabajo a la luz de la petición de perdón llevada a cabo por el Papa durante el Jubileo del año 2000. http://www.fluvium.org/textos/cultura/cul115.htm

Lo más seguro es que Juan Pablo supo que esta negativa de la iglesia a pedir perdón sobre el caso Galileo, iba a ocurrir. El, mejor que nadie, sabía el pensamiento mayoritario de la iglesia, su intransigencia y testarudez para reconocer sus errores del pasado. Pero también debió haber considerado que este intento sería una gran oportunidad de replantear el punto de vista de la iglesia y que la palabra perdón, sería interpretada por la gente común, como así ocurrió, como un gesto de buena voluntad del catolicismo para cerrar un ciclo penoso para los fieles.

Este mentado Magisterio de la iglesia que se menciona, y que Galileo no habría respetado, corresponde a esa megalomanía del vaticano de creer que la Iglesia puede controlar la vida de las gentes, vetar sus ideas, asesinarlas si no obedecen. Ese supuesto poder mesiánico heredado, es otro galimatías hecho a la medida de los cortos de entendimiento y para aquellos fundamentalistas que no usan la razón sino la fe para evaluar los hechos.

Según el diccionario “Megalomanía es un estado psicopatológico caracterizado por los delirios de grandeza, poder, riqueza u omnipotencia -a menudo el término se asocia a una obsesión compulsiva por tener el control”. Es un término muy interesante. Calza tan bien con lo que es la Iglesia Católica, que hace pensar si no fue creado pensando en ella.

Este "magisterio", se basa en los anacrónicos “Ejercicios espirituales” de Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús (jesuitas), quien siendo militar es herido por una bala de cañón que pasa por entre sus piernas. En la historia no se dice exactamente que daños produjo este proyectil entre sus piernas y partes íntimas, pero el hecho es que sale mal herido y cojo. Tanto lo afecta este hecho física y anímicamente, que deja el ejército y se retira de toda actividad mundana. Se esconde en una cueva y allí medita por largo tiempo. (Quizás de allí, viene el antiguo adagio popular que dice que no hay cojo bueno.)

De esas sesudas reflexiones en la cueva, sale esta frase para el bronce, convertida en doctrina por la Iglesia para reforzar las endebles motivaciones que existían, para declarar la infalibilidad Papal. Pongan atención, por que es de tal profundidad, que cualquiera queda confuso.

Loyola escribió esta joya literaria: “Debemos siempre tener para en todo acertar, que lo blanco que yo veo, creer que es negro, si la Iglesia jerárquica así lo determina, creyendo que entre Cristo nuestro Señor, esposo, y la Iglesia su esposa, es el mismo espíritu que nos gobierna y rige para la salud de nuestras ánimas, porque por el mismo Espíritu y Señor nuestro, que dio los diez Mandamientos, es regida y gobernada nuestra Santa Madre Iglesia”.

Más claro echarle agua. Si la iglesia dice que es de noche siendo pleno día, los creyentes tienen que decir que es noche. Si no lo hacen, faltan a su deber de fieles católicos. Como bien dice un amigo mío: “una imbecilidad con patas”. Pero, aunque a alguien pudiera parecerle increíble, estas frases hilvanadas planteando un absurdo, que no es el único del ramillete de estos “ejercicios espirituales”, que quizás no eran más que la letra de una canción, o delirios del anacoreta, fueron consideradas con el tiempo preciosas para el Vaticano. Por supuesto Ignacio es ahora Santo católico.

Pero Volvamos al Simposio. En el tiempo en que funcionó esta comisión, que como vemos se demoró bastante en no decir absolutamente nada, era Prefecto de la Inquisición, bajo el nombre de Congregación para la Doctrina de la Fe, el ya famoso e intolerante y en su juventud brigadista nazi Cardenal Ratzinger, ahora controvertido Papa, quién en 1990 declaró al respecto : “En la época de Galileo la Iglesia fue mucho más fiel a la razón que el propio Galileo. El proceso contra Galileo fue razonable y justo”.

Con razón, el teológo suizo Hans Küng, quién ha criticado ácidamente al Papa, por sus varias declaraciones extemporáneas y decisiones impopulares para el catolicismo, le ha pedido públicamente que renuncie al papado, para que la iglesia pueda avanzar y no seguir retrocediendo. http://www.psicofxp.com/articulos/filosofia/840432-la-iglesia-catolica-una-secta.html

Ya el cardenal Cottier, el teólogo de la Casa Pontificia, días antes de famoso Simposio de expertos en la Inquisición, nos orientaba como iba a ser esta farsa de perdón con un atraso de cuatro siglos que se trataría en estas jornadas: dejó en claro que «una petición de perdón sólo puede afectar a hechos verdaderos y reconocidos objetivamente. No se pide perdón por algunas imágenes difundidas a la opinión pública, que forman parte más del mito que de la realidad».
En otras palabras, esta autoridad eclesiástica, “experto también”, de “pensamiento libre e independiente” evidentemente, como se supone debían ser los convocados, anticipaba que otra vez veríamos textos retocados y “corregidos” por los eficientes falsificadores del Vaticano, confeccionados a la medida de sus explicaciones.

Esto era claramente perceptible por las cifras anticipadas por el “historiador” Agostino Borromeo, coordinador de la edición de las Actas del Simposio Internacional sobre la Inquisición. Muy suelto de cuerpo este declaraba: Los acusados condenados a muerte fueron del 1,8%, y de ellos el 1,7% fueron condenados en contumacia, es decir, no pudieron ser ajusticiados por estar en paradero desconocido; en su lugar se quemaba o ahorcaba a muñecos»

¿Impresionante no? Hagamos la operación aritmética: 1,8 - 1,7 = 0,1%.- Ese es el porcentaje que entregaron estos ilustrados expertos de los casos de penas de muerte, una décima de porcentaje, según estos experimentados estudiosos, fueron los condenados a muerte en la inquisición. LA NADA MISMA.

Hay que decir, para que entendamos como viene este cuento, que este caballero don Agostino Borromeo, era en esa fecha y debe seguir siendo el Gran Maestre de la Orden de los Caballeros del Santo Sepulcro, poderosa entidad de la iglesia que es la más antigua de las Ordenes de Caballería, cuya misión es conservar la fe en oriente, tiene como superior solamente dentro de la institución a un Cardenal, que es nombrado expresamente por el Papa. En consecuencia tampoco es un participante independiente ni libre en este Simposio, que pretende ser transparente, sino otro infiltrado del Vaticano para el montaje largamente planificado de desvirtuar con este show, la verdad histórica de los sucesos narrados en el medioevo, donde por supuesto, "la inteligencia vaticana", como lo estaban haciendo en este caso del simposio, buscaron todos los subterfugios a su alcance para torcerle la nariz a la verdad. Les dejo la dirección de esta benemérita Orden ultra conservadora del Vaticano. http://www.psicofxp.com/articulos/filosofia/840432-la-iglesia-catolica-una-secta.html


Don Agostino nos dice, con gran desfachatez, que prácticamente la Inquisición fue una especie de juego de niños, un divertimento donde nadie salió dañado y que esos hombres buenos de los inquisidores, para que el jueguito resultase entretenido, quemaban o ahorcaban a muñecos.

No explica este sabio hombre, si estos muñecos eran comprados en el comercio o los hacían las monjitas en los conventos ni tampoco, como es que este golpe noticioso que anunció, no se supo durante cuatrocientos años.

Otra de Borromeo: “El recurso a la tortura y a la pena de muerte fue menos frecuente de lo que se piensa. Muchas veces las penas eran de carácter espiritual: penitencias, peregrinaciones, etc.

¡Menos mal, que no dijo que entre las penalidades estaba hacer 50 tiburones y jugar a las bolitas!

Otras cifras entregadas como resultado de “este profundo examen de la inquisición por estos expertos internacionales, fue que: “Las tres inquisiciones condenaron, durante los tres siglos sobre los que hay documentación fidedigna, un total de 4 brujas en Portugal, 59 en España y 36 en Italia”.

¡Asombroso!, ¿que pasaría en Portugal que solo pudieron matar a cuatro brujas? Me imagino que a esos curas domínicos a lo menos los habrán dejado sin postre.

Otra curiosidad de este evento del Vaticano, que se anunciaba en enero de 1998, a todo bombo, como si se tratase de un favor relevante de la iglesia hacia la sociedad, fue el anuncio que La Congregación del Índice, (ex Congregación del Santo Oficio y ex Santa Inquisición) ahora abría sus archivos al público general. «Esta iniciativa –recuerda el cardenal Etchegaray– demuestra que la Iglesia no teme someter el propio pasado al juicio de los historiadores».

Esta bravocunada del Cardenal, si no fuera porque resulta francamente hilarante, habría que decir que a lo menos es bastante torpe. ¿Cómo es que ahora después de tantísimos años de pavor de la iglesia a tratar el tema, de sacarle el cuerpo, de hacer oídos sordos al clamor internacional al respecto para que se dieran a conocer estos archivos, al papado, repentinamente, en un ataque de valor sino de arrepentimiento, se le quitó el miedo al juicio de los historiadores?

¿Y qué pasa con el juicio de cientos de historiadores que durante más de trescientos años han condenado la criminal masacre de la Inquisición? ¿Hay que olvidarlos?

La respuesta era previsible: quienes iban a juzgar las cifras estadísticas que se mostrarían y los asesinatos luctuosos de los monjes inquisidores, iban a ser SUS PROPIOS HISTORIADORES, sus teólogos, sus Caballeros de Colón, los Jerarcas del Opus Dei, tal vez Los caballeros de San Juan, o los de Malta o los de santo Tomás, vaya uno a saber, y como vimos , hasta el hombre de más jerarquía en el mundo, no sacerdote, el inefable caballero Agostino Borromeo de la mismísima Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén había venido a representar su papel en esta misión de salvamento.

La idea , tan astuta como desesperada de la Iglesia, era reescribir otra vez la historia para ver si algún imbécil se tragaba este cuento.

Así fue como la sociedad mundial asistió con una sonrisa comedida a este nuevo representación histriónica de la Iglesia de Roma, en un intento postrero de explicar lo inexplicable. Algo así como convocar a los criminales mas destacados para que emitan un juicio sobre si el delito es el peor mal de la sociedad.

El Vaticano convocaba a un Simposio Internacional sobre la Inquisición, para el 29 al 31 de octubre de 1998, jugando con cartas marcadas. Los archivos escondidos por siglos los mostraban ellos. Ellos decían que éstos eran los verdaderos. También las estadísticas las proporcionaban ellos mismos. Los conferenciantes era sus empleados. Este jueguito ya lo habíamos visto antes, con la Donación de Constantino y los falsos Decretos de Isidoro.

«A ellos – (a los expertos), puntualizaba en las Actas el Cardenal Etchegaray– "no se les pedía otra cosa que exponer, con el máximo rigor metodológico posible, pero también con la máxima libertad, el resultado de sus investigaciones"».

Esta antesala del “complot vaticano”, auguraba cosas predecibles. Otra vez el público internacional –que al parecer la curia considera bastante tonto e inculto-, además de crédulo y sometido, asistiría al repetido acto de contrición donde según su tradicional obstinación, se negaría la verdad y se confirmaría "la pureza del accionar papal".

Para el testarudo teólogo de la Casa Pontificia, cardenal Cottier, « se combatió un mal real, la herejía, que amenazaba la fe y destruía la unidad de la Iglesia». Nació para defender la verdad; el problema fue el recurso a métodos violentos para combatir el mal; se equivocó en los medios.

¡Que elegancia para definir la tortura, las violaciones y aberraciones sexuales de esos inquisidores a las presuntas “brujas”; esos salvajes y cobardes asesinatos de la tropa sicópata del Vaticano llamados en ese tiempo los “Perros de Dios”!.. Y vaya que grande equivocación la de la Iglesia, Apostólica y Romana; usar ese método equivocado de mutilación del cuerpo humano, la horca, la quema de niños, mujeres y viejos en la hoguera santa.
O bien, la famosa y grotesca "prueba del agua", que consistía en atar de pies y manos a las mujeres sospechosas de hacer encantamientos y arrojarlas luego al agua; si se ahogaban eran inocentes, pero si no, quedaba demostrada su identidad de brujas, razón por la cual se las condenaba a muerte.

Escuchemos a esta otra celebridad:
«Los instrumentos utilizados en la época eran los comunes –observa monseñor Rino Fisichella, Vicepresidente de la Comisión Teológico-Histórica–, eran los que la sociedad empleaba».

Nótese con que liviandad el distinguido Vicepresidente de la Comisión, nos dice cómo todo el mundo en esa época usaba el potro, la guillotina, quemaba a sus vecinos en la hoguera, los colgaba del pescuezo, desmembraba sus cuerpos o los mataba a palos. O quizás usaban “el aplasta cabezas,” un instrumento que primero rompía la mandíbula de la víctima, después con la presión se hacían brechas en el cráneo y, por último, el cerebro estallaba y se “escurría” por la cavidad de los ojos y entre los fragmentos del cráneo.

O, el sistema llamado “Las Garras de Gato”. Esta especie de rastrillo de puntas afiladas que arrancaba la carne a tiras de las víctimas desnudas, que colgaban por sus muñecas suspendidas en el aire. O quizás los vecinos utilizaban “La santísima Trinidad”, como se llamaba a un casco de acero, que se calentaba al rojo vivo y luego se ponía a viva fuerza al hereje. en la cabeza.

Según Monseñor Fisichela, casualmente también experto en la Inquisición, otro historiador “independiente”: “estos instrumentos eran muy comunes en la época”.

(Sobre la tortura dijo): “en los tribunales civiles ya se empleaba este procedimiento hasta 1252””... (Consuelo de muchos, consuelo de tontos dice el adagio).“…cuando el Papa Inocencio IV la autorizó, teniendo en cuenta algunos límites, como el de prohibir llegar al extremo de la mutilación o poner en peligro la vida del imputado”.

Buen chiste Monseñor, por eso debe ser que en esos casos, los amables monjes inquisidores, atentos a cumplir la indicaciones del equilibrado Vicario de turno usaban “La cama rompe coyunturas".

Un sádico instrumento donde los verdugos, cumpliendo órdenes del piadoso inquisidor, estiraba poco a poco los miembros del cuerpo del interrogado hasta descoyuntarlos, procedimiento que causaba indecible dolor, pero no la muerte. O bien,la "Tortura del agua", en que las mujeres acusadas de brujería eran inmovilizadas en una dolorosa posición, para echarles agua con un embudo por la boca, unos diez litros, ahogándolas, hasta que la víctima confesase lo que querían los interrogadores.



«En el derecho inquisitorial–puntualizaba el profesor Agostino Borromeo en la entrevista–, la tortura no era un procedimiento para arrancar una confesión, sino, según la mentalidad de la época, un medio de prueba: quien, bajo los tormentos, se afirmaba en sus declaraciones precedentes y continuaba proclamando su inocencia, no podía ser condenado».

Esta “novedad” que nos presenta este profesor es inaudita. No solo justifica torpemente la institución de la tortura, sino que cae en una afirmación estrambótica. Tal vez el docto profesor Borromeo, cuando declaró esta procacidad olvidó que ya en 1184 el Papa Luciano III aprueba un decreto en el que la Iglesia puede aplicar la “inquisitio”, es decir, que la autoridad competente podía acusar por iniciativa propia, sin necesidad de testigos y menos tomando en cuenta solo la versión del acusado.
No me cabe ninguna duda que el distinguido profesor, bajo tortura tipo inquisición, confesaría hasta los lápices que se robó en la primaria. Y además, todos los que no se robó.

¿Cómo no se le va a ocurrir a esta “eminencia” sobre la Inquisición, que ningún humano puede resistir ciertos grados de tortura y que prefiere mentir a seguir siendo torturado? Además, existe variada evidencia escrita por los historiadores y testimonios de la época, que los inquisidores torturaban hasta que la víctima moría, y aún así, se confirmaba su culpabilidad, y que, esa estramótica afirmación que quemaban muñecos, nunca fue cierta, porque en esa época nadie podía arrancarse o evadir el férreo control del estado y el clero y por que no había cómo ni adonde hacerlo, por el soplonaje y el terror instaurado por la Inquisición.

La pesadilla de la Inquisición fue una afrenta para la humanidad. El simposio vaticano donde se esperaba una rectificación de la iglesia pidiendo perdón por sus inconsecuencias, resultó en una burda burla. El corolario de todo esto no puede ser otro que la Iglesia miente.



jueves, 8 de abril de 2010

LOS PAPAS DE LA INQUISICION, Parte 1.-

«Los papas, como Jesús, son concebidos por sus madres al ser cubiertas por el Espíritu Santo. Todos los papas son una especie de hombres-dioses, con el propósito de ser más capaces de servir las funciones de mediadores entre Dios y la humanidad. Todos los poderes del cielo y de la tierra les son concedidos». Papa Esteban V.

Cuando de hechos históricos se trata, participo decididamente con aquellos que piensan que es tal la cantidad de inexactitudes que muestran algunos textos oficiales, que su enseñanza de los hechos del pasado no es sino una caricatura deformada de la realidad, que obedece a opiniones generalmente interesadas o indoctas, que en una especie de acto de prestidigitación escamotean la verdad, generalmente para justificar imperios, gobiernos o instituciones a quienes en ese momento se rendía pleitesía o que se habían apoderado abusivamente del poder.
Esta manipulación amañada, en defensa de una determinada causa inmoral de los poderes fácticos, tiene una connotación muy trascendente, dado que de tanto ser repetida, llega a transformarse en una razón histórica indiscutible en las generaciones venideras y a veces, en hitos sociales inamovibles.


Por ejemplo, la historia real de los Papas romanos y su personal responsabilidad ante la historia, jamás se ha impartido en las aulas escolares a lo largo de los siglos. ¿Por qué?

Solo sabemos de estos santos varones, los detalles que la Iglesia ha querido mostrar, sus retocadas biografías. Y de sus actividades, aquellas que los documentos eclesiásticos han estimado desarchivar relativos a su actividad social, que a la postre solo conforman el trabajo administrativo de cientos de secretarios y activistas del Estado Vaticano, que como cualquier otro, tiene moneda propia, autoridades, territorio, burocracia y bandera, pero que en esencia, es solo una maquinaria de propaganda para la propagación de la fe católica. Los papas, son solo la cabeza visible de una política preestablecida, que la conforman equipos de especialistas que con o sin Papa elaboran documentos, preparan simposios y fijan estrategias.
Otros Estados, Repúblicas y Reinos, buscan su engrandecimiento para dar satisfacción y bienestar a sus ciudadanos. Tienen riquezas bajo su subsuelo, explotan su mar o generan comercio internacional, respaldan la idiosincrasia de una raza, su historia y tradición. Y procuran dictar leyes, impartir justicia y hacer una distribución adecuada de los ingresos fiscales.

El Estado Vaticano se sostiene de especulaciones financieras, de inversiones secretas de dudosa moralidad como los contactos demostrados en el pasado con la mafia siciliana, la trata de blancas, el blanqueo de capitales o como fue su colusión con el fascismo y luego con el nazismo Hitleriano para conseguir granjerías. Para ello cuenta con el dinero del “diezmo” de los fieles, la venta de indulgencias a viudas y poderosos moribundos, el negocio de las iglesias y capillas, impuestos y prebendas, la explotación de santuarios de santos milagreros, propios o paganos en todo el orbe; sus universidades y escuelas subvencionadas por los estados y un sinfín de recursos que no son fruto del trabajo sino de las mil maneras en que explotan y venden ese manantial inagotable llamado fe. Como buenos descendientes de Pedro, solo pescan dinero, pero no lo distribuyen, no lo comparten, solo se usa para adquirir más poder. La caridad cristiana funciona en un solo sentido, desde la sociedad a la iglesia.

Pero sobre todos estos canales por donde fluye dinero hacia las arcas vaticanas, está el aporte que los gobiernos de todo el mundo entregan graciosamente desde siempre a la Iglesia Católica, por antiguos e indisolubles pactos políticos y de conveniencia, por el hecho de definirse católicos y por ser esta religión la reconocida oficialmente por el Estado.
Ello les reporta diversos privilegios fiscales e inmunidades legales como la inviolabilidad de archivos y registros, la exención de impuestos de las residencias de sacerdotes, religiosos y religiosas, validez de los títulos universitarios expedidos por universidades eclesiásticas en carreras estrictamente religiosas como Teología o Derecho Canónico, capellanes pagados por el Estado en la Fuerzas Armadas, Prisiones, Policía y otros establecimientos y centros sanitarios asistenciales. Buena parte de los centros religiosos de enseñanza son financiados por fondos públicos, etc. etc.
En Italia por ejemplo, se ha publicado hace poco un libro de Curzio Maltese que compila artículos publicados en la prensa contestando la pregunta ¿Cuánto cuesta la Iglesia Católica a los italianos?, que pienso, relativiza lo que ocurre en el resto de los países. Solo haré un resumen y los interesados pueden leerlo directamente en http://www.somosiglesiaandalucia.net/spip/spip.php?article630

El libro parte de una afirmación; el coste de la Iglesia Católica para los contribuyentes italianos es superior al coste del sistema político. Se calcula en más de cuatro mil millones de euros al año lo que recibe la Iglesia entre la financiación directa del Estado, de los entes locales y las exenciones fiscales.

Veamos un pequeño desglose, con algunos ejemplos sin entrar al detalle con que se expone en el libro.
Mil millones proceden del 8 por mil (dinero que se obtiene de los ciudadanos a través de la declaración de la renta y que es un astuto convenio iglesia-Estado). El 60 % de los contribuyentes dejan en blanco el apartado “8 por mil” en la declaración de la renta pero gracias al 35% que marca Iglesia Católica, la Cei acapara casi el 90% del total recaudado.
La Iglesia Católica recibe por anticipado cerca del 90 % sobre el año sucesivo, mientras que otras confesiones lo reciben hasta con 3 años de retraso. Como el fisco entrega financiamiento a las ONG para sus programas, la Iglesia también tiene sus propias ONG’S. Esta es una vía más para obtener otra poderosa fuente de financiación.

Otros mil millones procedentes del Estado van a los salarios de los 25.679 profesores de religión. Todos con contratos precarios hasta que se convocó un concurso “en masa” y 14.670 ahora son fijos. (Por supuesto estos profesores son curas).
El Vaticano recibe además 700 millones de euros del Estado y entes locales por los convenios de la escuela y la sanidad. Por financiación de grandes eventos una media de 2,5 millones de euros año. En ventajas fiscales, 500 millones en el 50% de descuento sobre el Ires, Irap y otros impuestos. 600 millones de exclusión fiscal procedente del turismo católico, que gestiona cada año de y hacia Italia 40 millones de visitantes y peregrinos. El patrimonio inmobiliario del Vaticano es incalculable en el país y también tiene exenciones fiscales.

El turismo es un gran negocio para la Iglesia; 40 millones de peregrinos, 19 millones de pernoctaciones, 200 mil camas en 3.500 albergues católicos en Italia; el volumen de negocio se estima en 4,5 mil millones de euros al año. El triple de lo que factura el primer tour operador italiano.
La competencia es desleal; en el corazón de Roma está el hotel Brigidine, propiedad de la iglesia, en plaza Farnese. Es un palacio del siglo xv clasificado con 5 estrellas. Cuatro mil metros cuadrados en la zona más cara de Roma, la habitación cuesta entre 120 y 190 euros la noche.

Todas las monjas que lo atienden hablan inglés y está siempre lleno. A los hoteles los llaman “casas religiosas”, Este lujoso Hotel, así como todos los demás, están inscritos en el registro catastral como “conventos” por lo que no pagan nada de Ici. Según diferentes estudios cada año los ayuntamientos italianos pierden en torno a 400 millones de euros a causa de esta exención fiscal ilegal y contraria a las normas europeas de la concurrencia.
En 1992 la Corte Suprema juzgó ilegal la exención del Ici al Vaticano, pues estas actividades son claramente comerciales. La Iglesia posee también restaurantes, cines, teatros, librerías, etc. En ellos siempre hay una pequeña capilla como prueba de que no son exclusivamente comerciales. Hay incluso salas de bingo para los peregrinos. Y con un régimen fiscal privilegiado. ( ¿Esto es moral cristiana?).

Casi el 25% de Roma es propiedad de la Iglesia. Entre el 20 y el 22 % del patrimonio italiano es de la Iglesia Católica. Se narra en el libro como una región con grandes carencias de infraestructura; Sicilia, destina entre el 80 y el 90 % de los fondos de Bruselas a las iglesias y entes religiosos, obligados por disposiciones de mantención de edificios en la ciudad. Una vez restaurados con fondos públicos, estas propiedades de la iglesia se ponen en el mercado a la venta y se transforman en hoteles y otros negocios, que arriendan o venden. (Por supuesto con los dineros obtenidos vuelven a comprar barato y venden caro). No siempre pueden vender sus propiedades, por ejemplo el 2007 en Lazio, la Iglesia solicitó vender 257 edificios y sólo se le autorizaron 146. En Abruzzo los franciscanos han sacado al mercado, a la mejor oferta, 46 conventos. Si no se venden, generalmente se establecen concesiones a sociedades hoteleras a cambio de un buen alquiler, a la Iglesia no le interesa quedarse sin patrimonio. (Es un negocio redondo, donde los costes son del fisco y las ganancias para ellos).
Otro negocio es el supermercado; el Vaticano importa a precios bajos una gran cantidad de productos que después revende. No hay relación entre las cantidades compradas y las necesidades del número de personas que habitan en la Ciudad del Vaticano (921 ciudadanos, casi todos altos funcionarios de la curia). En el año 2005 el Vaticano importó: 1000 toneladas de carne, 200 toneladas de pasta, 174 de toneladas de leche, 27 toneladas de jamón, 15 de embutidos variados, 700 de licores, 240 de cerveza, 50 de vino, 48 de cava y 3 de champán, 110 de tabaco, 17 de cosméticos, 14 de perfumes y 70 de medicamentos.

Otras ventajas; en el año 2006 el Ayuntamiento de Roma establece un impuesto automovilístico para los vehículos del centro de la ciudad, fue fijado en 550 euros año, el Vaticano protestó argumentando los pactos del año 1929 y el impuesto quedó reducido para ellos a 55 euros año. El parque móvil del Vaticano es de 200 vehículos.

Desde 1929 con la firma de los pactos Lateranensi el Estado italiano se hace cargo de la dotación de agua al Vaticano, es decir, que recibe gratis 5 millones de metros cúbicos de agua que consume como media.
¿Qué son los pactos Lateranensi? Aquellos que fueron firmados entre la Iglesia Católica y los dirigentes de diferentes países por los que se le concedía a la Iglesia condiciones especiales en determinados asuntos. ¿Con quién firmó la Iglesia Católica? con Benito Mussolini el 11 de febrero de 1929, con Adolf Hitler el 20 de julio de 1933, con Antonio Oliveira Salazar el 7 de mayo de 1940 y con Francisco Franco el 27 de agosto de 1953. Para reflexionar un poco ¿no?.
El Vaticano es el Estado más rico del mundo por renta per cápita, 407 mil dólares. Es la única religión que tiene Banco propio. Se estima en más de 5 mil millones de euros solo de depósito. En este punto es interesante leer sobre la muerte del Papa Albino Luciani, (Juan Pablo I, que murió “misteriosamente”, algunos dicen que asesinado en el Vaticano, a solo 33 días de haber asumido, llamado el Papa de la sonrisa, quien en toda su carrera demostró ser un sacerdote probo y progresista) y la vida y obras de Michele Sindona, encargado de los negocios vaticanos (asesinado), de Roberto Calvi, que le sucedió (asesinado), después Emilio Alessandrini (asesinado) y Giorgio Ambrosoli (asesinado) y varios otros, todos ellos si bien por diferentes motivos, tenían en en común ser miembros de la mafia y fueron los banqueros del Vaticano, llamados los banqueros de Dios). A la cifra mencionada hay que sumar cantidades en otros bancos, por ej. en Suiza al menos existen tres cuentas de la Santa Sede sumando más de 3 mil millones de euros.

No hay que olvidar que estas astronómicas cifras son sólo para Italia, pero la Iglesia es una multinacional con más de 4.649 diócesis. Para finalizar otro motivo de reflexión: con el dinero del Estado la Iglesia desarrolla una gran desigualdad. Mientras que los sacerdotes tienen salario y pensión, las mujeres de la iglesia no, lo cual no solamente es anticonstitucional sino que marca el invariable talante misógino del Vaticano.
En numerosos países el panorama es igual o peor. Ver Argentina. http://www.diariodemadryn.com/vernoti.php?ID=105823.Ver España. http://www.informativos.telecinco.es/dn_2497.htmhttp://www.rebelion.org/noticia.php?id=62946


La iglesia antes llevaba a la hoguera a la gente para quedarse con sus bienes y convirtió la simonía y las indulgencias en su plan maestro para esquilmarlos. Ahora todos sus artilugios los centra en desmantelar a los gobiernos y medrar parasitariamente a costa de sus economías vendiendo “ilusiones”, sin mencionar que otro de sus grandes negocios son los cementerios católicos, donde vende la tierra que les ha cedido gratuitamente el estado y también las chucherías del culto, medallitas, libritos de rezos, rosarios, insignia y joyería varia.

A todas luces, la razón de su existencia es convertirse en la única religión con poder divino y material sobre todo el mundo conocido. Aspira al dominio de todas las razas y ambiciona todas las riquezas. No tiene otro objetivo. El estado vaticano no quiere ciudadanos, desea almas para su reinado terrenal. Sabe, que una vez dominada la entelequia del alma, el cuerpo y sus riquezas vienen en el paquete.


El Estado de la Ciudad del Vaticano, regalado por Mussolini a la Iglesia en 1929 mediante el Pacto de Letrán, en agradecimiento a su decidido apoyo para salir electo como Jefe de Gobierno y generar ante el pueblo una imagen pública de tribuno responsable, es un micro estado europeo, que solo tiene una superficie de 44 kilómetros enclavados dentro de Italia.

La población de este estado es de solo 900 habitantes, de los cuales solo alrededor de 400 viven realmente en ese “país”. La Basílica de San Pedro ocupa un 7% de su superficie y la plaza de San Pedro un 20% “del territorio”, lo que lo convierte en el Estado independiente más pequeño y urbanizado del mundo e irónicamente, en el más poderoso y rico de la tierra.
Además ostenta otro récord mundial: su gobierno es una Teocracia electiva, que según el diccionario significa “Gobierno ejercido directamente por Dios o sometido a las leyes divinas a través de sus Ministros o representantes” y de Monarquía Absoluta, es decir “aquella en que el poder del rey no está limitada en ningún sentido.
En otras palabras, para que algún iluso, o uno de estos “historiadores” de la nómina eclesiástica, no diga luego que electiva significa algún atisbo de democracia interna en la elección papal, aclaramos que la elección ocurre a la muerte del Papa, solo para escoger otro y que solo la muerte del monarca coloca el límite de su mandato.

Es bueno saber en estos tiempos de democracia, de respeto a los derechos humanos, de igualdad de oportunidades para todas las personas, donde la soberanía reside en el pueblo a través de sus representantes, que aún persiste un caso en todo el mundo, de esa cavernaria institución de la Monarquía Absoluta, erradicada hace siglos por las gestas libertarias de la mayoría de los países en sangrientas guerras civiles, con el agregado que esta aberración política es además una Teocracia Electiva.
La pregunta es ¿cómo le entregó Dios esta representación de un gobierno que no tiene límite alguno, de un pequeño estado en medio de Europa, a los Papas? ¿Misterio, mentira, delirio, iluminación?
Se supone que un Dios que se precie de tal no entregaría a sus representantes en la tierra el más pequeño de los países. Ese solo acto, ya habla mal de él, de su poderío, de su grandeza de su hipotético poder infinito. Y menos para que se enriquezcan a su costa.

Como es de público conocimiento, los bienes y fortuna vaticana solo se comparan al patrimonio de países de gran desarrollo como Estados Unidos o Israel y no es un secreto para nadie que posee millones de establecimientos, tierras, edificios, iglesias, universidades, escuelas, conventos y otros bienes muebles e inmuebles en todos o la mayoría de los países del mundo, siendo sus negocios e inversiones, bajo distintos nombres y corporaciones, uno de los capitales más importantes del orbe.

Además, sus sacerdotes y demás miembros del clero, diseminados en todo el planeta suman cientos de miles de sujetos, insertos en toda la gama político-administrativa de esos estados, con Iglesias poderosas que constituyen un poder paralelo y en algunos lugares, superior al de los gobiernos del país. Son por tanto excelentes espías y por supuesto que la CIA los tiene en sus nóminas y desde antiguo han sido sus ayudistas principales en todas sus intervenciones en los países llamados del tercer mundo.

Todo esto que hemos mencionado es parte del “Poder moderno” de la Iglesia Católica Romana, el cual trasciende a todos los niveles de la sociedad, estando presente este concepto en el inconsciente colectivo de la gente, en el trasvasije cultural occidental, en el rito religioso oficializado por el Estado y por lo tanto aceptado por el pueblo o parte de él, que siempre se inclina, por alguna razón que los sociólogos son los llamados a explicar, a permanecer al lado o cercanos “a la autoridad”, bajo el alero de los poderosos, del rey, del señor feudal, del dictador, de la iglesia.

El poder vaticano, está impreso en la sociedad como un sello de agua, tenue pero permanente. Penetra en la memoria sutilmente, ligado al mito religioso, al “Poder antiguo” de la curia, al terror supersticioso sembrado en generaciones del pasado, a la fama de ser los intermediarios de dios, capaces de facilitar el pasaporte para la vida eterna. Jueces de la balanza del bien y del mal, con el plus sensacional de dominar a su antojo esa magia poderosa que les dio dios mismo y que nadie mas tiene, de hacer unos cuantos pases y transformar el agua común, en “agua bendita”, prodigio que sirve para tantas cosas. Más aún, otros pases de mano, sobre un poco de vino y un trozo de masa y he aquí que esos elementos se convierten súbitamente, ante los ojos embobados de los testigos, en la sangre y el cuerpo de Jesús Cristo, el hijo de Dios, es decir, otro Dios.

Esto sin duda impresiona a las masas, los hace sentirse partícipes de un “milagro verdadero”, que hoy son tan escasos, que solo los curas, por el poder de que están investidos, pueden realizar.
Por suerte para la iglesia a nadie se le ha ocurrido llevar estos elementos al laboratorio para establecer si este milagro es realmente verdadero u otra superchería. Si resulta verdadero, y esa harina de trigo y ese jugo de uva son sangre y carne humana, ¡cómo subiría hasta las nubes el prestigio de la iglesia!, y quien sabe que insospechados misterios arrojaría el ADN de esa sangre de un dios.

Pero suele ocurrir, que el tinglado de estos supuestos hechos históricos inamovibles, estas verdades acomodaticias, llamadas también actos de fe, a veces presentan resquebrajaduras, debilidades y puntos muertos que el ojo experimentado, la lógica, el buen sentido, el criterio, la memoria histórica, la tradición oral, la inteligencia humana y los testimonios documentales y sin duda la investigación científica pueden contradecir, negar y desmentir.

Allí donde se genere un raciocinio sin corpiño espiritual o la inexistencia de actitudes genuflexas, conservadoras o temerosas de quienes no quieren pensar por si mismos, se abre un amplio campo para explorar aristas que conducen a nuevos descubrimientos, revelaciones insospechadas, que nos muestran el otro lado de la historia, quedando de manifiesto el mundo grosero que se nos ocultó deliberadamente haciéndonos “comulgar con ruedas de carreta”.

En esta trilogía que hemos estado presentando con El Martillo de Las Brujas, El Malleus Maleficarum y la Inquisición Pontificia, y ahora, Los Papas de la Inquisición, hemos querido profundizar en la responsabilidad del Vaticano en sucesos graves de la historia, donde la Iglesia, premunida de máximos poderes nunca alcanzados por imperio alguno, ha sido gestora y protagonista de los mayores atropellos a la vida y la dignidad humana sin que jamás haya mostrado signos de arrepentimiento, pedido perdón por el asesinato injustificado de millones de seres o rectificado sus políticas hegemónicas.

Antes bien, como ahora es posible demostrar, ha tergiversado los hechos, mentido una y otra vez y fabricado pacientemente justificaciones absurdas y hasta ridículas, desligando estas responsabilidades en terceras personas, minimizando la cantidad de casos juzgados por la inquisición y reafirmando que estos juicios fueron absolutamente justos y apegados a derecho y a la doctrina de la iglesia, preceptos que quizás puedan ser aceptados por los fanáticos recalcitrantes y sus prosélitos fundamentalistas, pero que no hacen mella ni pueden encontrar eco en los espíritus libres e instruidos, tanto por su pobreza conceptual como porque estos predicados decimonónicos ofenden la inteligencia humana y la cultura alcanzada por nuestra civilización.


Hemos hablado del fanatismo religioso de toda una época; de la credibilidad popular en todo tipo de supersticiones; de los antecedentes de ese período oscurantista de la inquisición y del terror impuesto con sus métodos de refinada tortura. Del atraso cultural en que cayó toda la humanidad, que luego dio paso a un período que no por casualidad es conocido como El Renacimiento. Y hemos dicho que toda esta maldad, el ignominioso derrame de sangre inocente, el sadismo del Santo Oficio, la lujuria y perturbado estado mental de los inquisidores, su insano fanatismo homicida, la imposición de la Hoguera Santa en esta caza de brujas como medio de salvar almas para Cristo, -ferocidad e insanía demostrada antes en las Cruzadas y otras guerras religiosas donde perecieron otros millones de personas-, generan muchas preguntas que han quedado sin respuesta.

Ahora, trataremos de conocer a los ideólogos de tanta perfidia, a los hombres que estaban tras estos asesinatos; sus motivaciones reales para sumergir al mundo conocido en un baño de sangre; a su catadura moral y su responsabilidad religiosa como líderes de una ideología que se dice basada en el amor.

¿Por qué este dios podría estar agradado con estas matanzas?; ¿fueron realmente infalibles los papas como su dogma asegura, al propiciar estas torturas horrendas, apropiarse de los bienes de sus víctimas y arrebatarles la vida calcinando, descuartizando, lanzándolos en abismos, ahorcándoles, ahogándoles bajo el agua sin respetar mujeres embarazadas, infantes, ancianos y hasta animales domésticos, como los gatos negros, que junto a sus amos fueron exterminados bajo la sospecha de servir al demonio y ser cómplices de herejía? ¿Si actuaban como representantes de Dios ¿es que éste también es supersticioso, ignorante, homicida, corrompido..?

Y también hablaremos de otros trasgresores, que nacidos en la misma cuna y alimentados con la misma leche dogmática, son solidariamente responsables de estos crímenes de lesa humanidad: las corrientes Protestantes, que separadas ideológicamente de la Iglesia Católica por justificadas razones conceptuales, que como el tardío endiosamiento de María, el cristianismo trinitario, el culto a las imágenes y en particular la simonía, ese chantaje eclesiástico instaurado de antiguo por la avaricia papal, que acepta dotes y dinero a cambio de indulgencias para una estadía más cómoda en el purgatorio o el infierno y un viaje más directo a la mesa de Dios, no se quedaron atrás en la persecución de herejías, en su básica credulidad en seres demoníacos, supercherías populares y supersticiones baladíes, compitiendo mano a mano, en la sed de sangre humana, que saciaron con católicos, judíos y otras religiones, a quienes también y por cientos de miles, sometieron a las más salvajes torturas y a la quema inmisericorde, vivos, junto a sus familias.

Nadie desconoce que el papado es una institución que se ha perpetuado desde la antigüedad hasta nuestros días atesorando importantes hitos históricos, donde sin duda fueron protagonistas muy principales. Tampoco se debe olvidar que siempre su intención fue avasallar a los reinos, ponerlos bajo su égida y convertir a los herejes al cristianismo. Esto significó un tremendo esfuerzo de diplomacia y frecuentes guerras, de concilios y cruzadas donde los Papas eran elegidos políticamente de acuerdo a su temperamento y capacidad personal para enfrentar estas crisis.


Esta política hegemónica, en la misma línea de los Grandes Emperadores de la antigüedad clásica, enfrentó al papado a delicados conflictos con reyes, emperadores y países, con quienes sostuvo guerras y alianzas que muchas veces les fueron desfavorables. A tal punto, que muchos Papas guerreros y conquistadores murieron en prisión, sucumbieron en batallas, fueron desterrados, martirizados y asesinados.
Más tarde, en la Edad Media, no fueron muy distintas las cosas, ya que la mayoría de los pontífices murieron antes de completar su período, envenenados, asesinados a mansalva, en prisión o descuartizados, pero ahora, por acción de las intrigas palaciegas de reyes y emperadores y principalmente por la lucha de poderes al interior de la Iglesia Católica, hervidero de intrigas, con aspirantes al Trono de Pedro que no dudaban en acometer cualquier felonía con tal de suplantar al Papa de turno.
Es este ambiente de degeneración, de sadismo, de bacanales y de perversión sexual de los Papas el que se ha ocultado por siglos a la gente. Se han quemado archivos, escondido informes, suprimido párrafos de antiguos documentos y falsificado testimonios para hacerlos aparecer ante la grey como hombres buenos.
Como mártires de Cristo los asesinados por Cardenales y Obispos rivales. Muchos de ellos, electos ya Papas, una vez fallecidos fueron ordenados Santos, para tapar el descrédito de sus vidas licenciosas y mantener a toda costa la sucesión apostólica, piedra angular de la feble teoría que el primer Papa de esta iglesia creada siglos después, fue Pedro. Teoría esta sin fundamentos verdaderos, pero que como otras muchas que han venidos sosteniendo porfiadamente por centenas de años, defienden a brazo partido para que no se derrumbe este castillo de naipes, ya a bastante mal traer, que tanto sudor les ha costado; supuesto, que es el único que le permite al papado afirmar que ellos son la iglesia de Dios.
Como todo el mundo sabe que los judíos son el pueblo elegido de la leyenda, que en su Biblia está la explicación de la creación y que todos los profetas incluido Cristo fueron de esta raza, tuvieron que inventar siglos después, ese galimatías que nadie ha logrado entender, que produce sonrojo a los teólogos, además de colocarles en serios apuros, de la divina trinidad donde está el dios padre, su hijo encarnado humano y el espíritu santo, que vendría a ser otro poder divino, todos ellos, uno solo.
Inventaron que Jesucristo era dios, creencia en la que no participa ningún otro credo en el mundo que solo lo consideran otro de los profetas caminantes; lo hicieron nacer como en las historias paganas de los dioses clásicos, producto de un dios y una mortal, le agregaron lo que ya había pasado en otras religiones anteriores como 600 años antes el dios persa Mitra, como Krishna, que nació de la virgen Davaki, el rito de Gautama Buda nacido de la virgen Maya y miles de años antes, Horus, nacido de la virgen Isis; inventaron que esta madre no tuvo sexo para procrear sino que fue un milagro genético, tan solo para tener algo propio, exclusivo, y no ser, como efectivamente cualquiera puede entender solo copistas de la doctrina judía. Ahora son entonces, los campeones de la doctrina Judea-cristiana. Tienen hoy algo diferente, particular. A Cristo, al que metieron en este saco junto a su madre y toda la historia, que no existió, de su muerte, calvario y resurrección, también copiada de a lo menos cuatro religiones paganas anteriores.

Otros Papas, despiadados asesinos, fornicarios y hasta ladrones, por la misma razón han sido considerados Padres de la Iglesia, Vicarios de la fe cristiana, Prohombres de la Humanidad, Hijos Predilectos de Dios…, y si no son Santos, se veneran sus reliquias, sus tumbas están en San Pedro y su dichos y pensamientos son recordados como hitos de la historia sagrada.
He aquí una síntesis de las vidas reales de algunos de estos dechados de virtud, según dichos y escritos de personeros de la época, historiadores y documentos de la propia Iglesia Católica, Apostólica y Romana…historia guardada celosamente por la cúpula vaticana y que ha sido develada no más allá de los últimos treinta años por investigadores y documentos que salieron al conocimiento general y que obligaron al papado a hacer público reconocimiento de estos hechos y a mostrar algunos de sus libracos empolvados mantenidos en el secreto de los archivos vaticanos.

La elección de Sergio III, (904 – 911) Conde de Túsculo como Papa, supone el inicio de un período de la historia del papado conocido como "pornocracia”,
término acuñado en el siglo XVI por el cardenal César Baronio, caracterizada por la influencia que sobre el papado van a ejercer dos mujeres: Teodora, esposa del senador romano Teofilacto, amante oficial del Papa Sergio III y la hija de ambos, Marozia, prostituta y amante también de Sergio, con la que tuvo un hijo, el futuro Papa Juan XI, las que se convirtieron en las verdaderas gobernantes de Roma durante varios decenios. Este período es conocido también como "Saeculum obscurum" y como "Gobierno romano de las Cortesanas".
Este Papa era un aventurero audaz y sin escrúpulos. A la muerte del Papa Esteban VI, en 897, apoyado por la influyente familia Spoleto y el senador Teofilacto, intentó acceder por primera vez al trono papal aunque fracasó al resultar elegido Teodoro II. Al año siguiente intentó por segunda vez acceder al pontificado, fracasando nuevamente al ser elegido Juan IX lo que le supuso ser excomulgado y exiliado hasta que el Papa León V revocó la excomunión y pudo volver a Roma en 903.
Tras su regreso depone y hace encarcelar al antipapa Cristóbal para luego hacerlo estrangular. Lo mismo hace con el Papa León V, quien muere en la cárcel donde ordena asesinarle. (En ese entonces las cárceles estaban en centros de reclusión de la iglesia).

Eliminados el Papa y el antipapa, sus valedores lo hacen elegir pontífice el 29 de enero de 904. Su primera orden fue anular los decretos de todos los Concilios celebrados desde 898, con el objeto de rehabilitar al fallecido Papa Formoso. Es otro de los papas de la Historia que tiene el récord de haber asesinado dos Papas. La mayoría de los otros prelados solo mató uno.

Cómo mencionábamos a Formoso I, no podemos dejar de contar su historia, la cual, por decir lo menos es esperpéntica y sirve para retratar el relajo existente en la elección de estos energúmenos como cabezas visibles de la Iglesia.

Formoso I, fue Papa entre el año 891 hasta su muerte en el 896, sucediéndole Bonifacio VI, quien murió de manera misteriosa, (de gota dice la historia oficial) 15 días después. Inmediatamente asumió Esteban VI, el que en vida le había reprochado a Formoso que no apoyara sus pretensiones.

Tras su elección, Esteban ordenó exhumar el cadáver de este, que ya llevaba 9 meses de enterrado, para someterlo a juicio en un Concilio especial que reunió a tal fin y que ha pasado a la historia como el “Concilio Cadavérico” o “Sínodo del Terror”.
En dicho Concilio, Celebrado en febrero o marzo de 897 en la Basílica Constantiniana, bajo su presidencia, se procedió a revestir el cadáver de Formoso con los ornamentos papales ceremoniales, joyas, la corona papal y el cetro de su autoridad entre sus dedos esqueléticos y se le sentó en un trono para que escuchara las acusaciones, las cuales junto a las respuestas del enjuiciado serían calificadas por un jurado compuesto por Cardenales y Obispos.

Por supuesto el cadáver hedía horrible dado que se encontraba en plena descomposición y hubo que ponerle cobijas y soportes para que se mantuviera erguido ya que a cada momento se derrumbaba. Varios de los presentes no podían evitar las náuseas y los otros, lívidos y descompuestos solo querían que este Concilio terminase pronto.

El juicio siguió pomposamente todos los pasos legales y el propio Esteban ofició de acusador formulándole las preguntas, la principal de las cuales, fue: ¿por qué siendo Obispo de una diócesis, la de Porto, la había dejado acéfala para ocupar como Papa la diócesis de Roma?.
Como el acusado se rehusó reiteradamente a contestar, el Jurado lo encontró culpable de todas las acusaciones, retirándosele su categoría de Papa. En consecuencia le fueron quitadas las vestimentas papales, arrebatada la corona desde su calavera. Se declaró inválida su elección como Papa, se anularon todos los actos y ordenaciones de su pasado, disponiéndose que se borrase su nombre y su historial de todos los documentos vaticanos y según la tradición, le mutilaron los tres dedos usados para las bendiciones papales, dado que al no cumplir los preceptos y ser culpable, constituían un anatema.

Luego, a manera de escarmiento, por orden del Papa Esteban amarraron su cadáver a una carroza de caballos y arrastraron sus despojos por toda la ciudad, tras lo cual fue arrojado al Tíber.
Cuando el pueblo de Roma conoció este escándalo invadió el Palacio Luterano. Encarcelado, el Papa Esteban quedó a merced de sus enemigos. Fue estrangulado el 14 de Agosto de 897.

Fue al año siguiente, siendo Papa Teodoro II, cuando fue encontrado el cuerpo de Formoso en el río Tíber y restituido a la tumba de la Basílica de San Pedro. Esta fue una de las pocas cosas que hizo Teodoro II, ya que solo duró un mes como Papa pues también murió envenenado.

Teodora hizo Papa a Juan X, (914-928). Este había sido enviado a Rávena
como Obispo, pero para satisfacer sus deseos carnales, lo hizo volver a
Roma y lo hizo nombrar Papa. Su reinado tuvo un fin súbito, cuando su hija Marozia, lo asesinó.
Marozia quería deshacerse de Juan X, para de esta manera, poder llevar al que luego fueJuan IV, (928-929), de quien también era amante, al oficio papal. Consiguió su objetivo, pero el reinado de Juan fue muy breve pues la celosa Marozia también lo asesinó cuando se enteró de que la estaba engañando con otra cortesana, una mujer más descarada que ella.

Poco después llevó a su propio hijo ilegítimo (Hijo del Papa Sergio
III) al trono papal. (Según el historiador Liutprando y el Liber Pontificalis).
El muchacho era todavía un adolescente y tomó el nombre de Juan XI. Pero durante un altercado con los enemigos de su madre, (políticos y varios cardenales y prelados) fue azotado y puesto en prisión dónde lo envenenaron y murió.

En el año 955 el nieto de la prostituta, Octaviano - después de varios encuentros sangrientos entre los bandos -, pudo tomar el trono pontificio bajo el nombre de Juan XII. Apenas tenía 18 años cuando fue nombrado Papa e informes de su tiempo concuerdan con su desinterés en lo espiritual, su afición a placeres groseros y su vida disoluta sin inhibiciones. (The Oxford Dictionary of Popes.
Llegó a estar tan corrompido que los cardenales reunidos en el Concilio en San Pedro en noviembre de 963, en una medida inusual, deponen al Papa acusándolo de vicios como el incesto, el perjurio, el homicidio y el sacrilegio; imputaciones que eran del todo fundadas. Este rehusó presentarse para contestar a las acusaciones y en vez de esto los amenazó con excomulgarlos a todos. Aún así le hallaron culpable de varios crímenes y pecados, incluyendo los siguientes: hizo prender fuego a varios edificios, bebió un brindis dedicado al demonio, jugó a los dados e invocó la ayuda de los demonios, obtuvo dinero por medios injustos y fue enormemente inmoral.

Tan viles fueron sus acciones, que incluso el noble obispo católico de Cremorne, Luitprand, dijo de él: “Ninguna mujer honesta se atrevía a salir en público, porque el Papa Juan no tenía respeto a mujeres solteras, casadas o viudas, puesto que él faltaba al respeto a las tumbas de los santos apóstoles Pedro y Pablo”.
Levantó la ira del pueblo al convertir el Palacio Laterano en “una casa de prostitución pública” (Patrologine Latinae Vol. 136, pag. 900) y fue descrito por el Liber Latinaes (Vol.2 p.246) con las siguientes palabras: “Pasó toda su vida en adulterio”.

Finalmente, su vida terminó mientras cometía adulterio siendo aún Papa: el furioso esposo de la mujer lo mató (Italia Medieval p.331-336). Murió el 14 de mayo de 964 asesinado por asfixia con una almohada por un marido que lo sorprendió en su lecho con su mujer.

El Papa Bonifacio VII, (984-985) mantuvo su posición a través de
cuantiosas distribuciones de dinero robado. El obispo de Orleans se
refirió a él (y también a Juan XII y León VIII), como “monstruos de
culpabilidad, llenos de sangre y suciedad”
y como “anticristos
sentados en el templo de Dios”.
Además, Bonifacio fue un asesino. Hizo
que el papa Juan XIV fuera encarcelado y envenenado. Cuando este Papa Juan murió, el pueblo romano arrastró su cuerpo desnudo por las calles. La sangrienta masa humana qué había sido un Papa de la Iglesia Católica, líder espiritual del mundo cristiano, fue dejada como festín a los perros callejeros.
A la mañana siguiente, sin embargo, algunos sacerdotes lo enterraron secretamente.(Enciclopedia Católica. El otro lado de Roma. p. 115).

Bonifacio VII, cuyo nombre era Francone Ferruchi, también asesinó al Papa Benedicto VI estrangulándolo. Bonifacio ocupó el trono pontificio de forma ilegal en dos ocasiones, en 974 y entre 984 y 985.
En esta primera etapa sólo gobernó la Iglesia durante seis semanas, el tiempo que tardó el conde Sicco de Spoleto en llegar a Roma en calidad de representante del nuevo emperador Otón II y obligar a Bonifacio a huir de la ciudad y refugiarse en Constantinopla, donde se llevó consigo parte del tesoro de la Iglesia. No obstante en ese breve período fue cuando hizo estrangular al Papa legítimo, Benedicto VI.

Tras su huida es elegido nuevo Papa Benedicto VII, quien excomulga al antipapa Bonifacio en una de las primeras medidas que adopta.
Bonifacio permanecerá en Constantinopla durante diez años hasta que en 984, aprovechando la muerte de Otón II, y que su sucesor Otón III, tiene apenas tres años de edad, regresa a Roma y con la complicidad de Cresencio II, hijo del citado Juan Crescencio, encarcela al Papa que entonces regía los destinos de la Iglesia, Juan XIV, y vuelve a ocupar el solio pontificio casi durante un año.

El papa legítimo, Juan XIV, falleció de hambre durante su encarcelamiento, por lo que Bonifacio VII está considerado como el asesino de dos Papas.

Bonifacio VII falleció asesinado el 20 de julio de 985, siendo su cadáver mutilado y arrastrado por las calles romanas hasta terminar expuesto a los pies de la estatua de Constantino. Es considerado antipapa.

El Papa Silvestre II, lo llamó “un horrendo monstruo que sobrepasó a todo
mortal en su maldad”
(Sacrorum Conciliorum Vol. 19, p.132).
Pero, evidentemente, el papa Silvestre no era mucho mejor, pues la Enciclopedia
católica dice qué: “... el pueblo le consideraba como un mago pactando
con el diablo”
(Vol. 14, pag. 372)

Transcurridos quince días desde la muerte del antipapa Bonifacio VII y un año de la del Papa Juan XIV, es elegido como sucesor, y por imposición de Crescencio II, un presbítero romano, hijo de un sacerdote llamado León, que tomará el nombre de Juan XV. (985-996) quien dividió las finanzas de la Iglesia entre sus familiares (Liber pontificalis vol.2 p.246), lo que le trajo la reputación de ser codicioso, de torpes ganancias y corrompido en todas sus açciones (Annali d'Italia Vol.5 p.498)

Aprovechando la muerte de Crescencio III, (1012) sus enemigos y rivales políticos, los condes de Túsculo, aprovecharon para nombrar a uno de sus hijos, Teofilacto, como Papa el 18 de mayo de 1012 , que quiso llamarse Benedicto VIII, quien compró el oficio de Papa por medio del chantaje, permaneciendo en el cargo hasta su muerte el 9 de abril de 1024, fecha en que fue sucedido por su hermano, Juan XIX.

El Papa Juan XIX, sucesor en el solio pontificio de su hermano, en el momento de su elección era cónsul y senador además de laico, por lo que recibió todas las órdenes sagradas hasta la diginidad de Obispo en un solo día a cambio de una importante cantidad de dinero, con lo que inició su pontificado con una de las lacras que lo definirían: la Simonía..

Después de esto, Benedicto IX, (1033-1045) fue elegido Papa, siendo apenas un niño de 14 años, por medio de arreglos monetarios por las poderosas familias que manejaban a Roma.
Este Papa-niño creció en la maldad y “cometió homicidios y adulterios en pleno día; hizo robar a peregrinos en las catacumbas de Los mártires. Fue un horrendo criminal a quien el pueblo desterró de Roma”. (Italia Medieval p.349).
Benedicto fue tres veces Papa. El nº 145, 147 y 150 de la Iglesia católica de 1032 a 1044 en un primer período; de abril a mayo de 1045 en un segundo período y de 1047 a 1048 en un tercer período. De la disnastía de los Teofilactos que le dio seis papas a la cristiandad, fue sobrino de los papas Juan XIX y Benedicto VIII y descendiente de Juan XII, Juan XI y Juan XIII. Elegido sumo pontífice históricamente a los 14 años de edad, se le conoce como el Mozart o el Rimbaud de los papas.
Finalmente, la compra y venta del cargo papal se hizo tan común y la corrupción tan pronunciada que los gobernantes seculares de los reinos existente, tuvieron que intervenir en el nombramiento de los Papas, ideando un sistema rotativo para escogerlos.

Enrique III, emperador de Alemania, eligió a Clemente II, (1046- l047), que era un clérigo alejado de la corte papal porque ningún sacerdote romano pudo ser hallado limpio de corrupción, de simonía y de fornicación, declaró un historiador (Italia Medieval p.349).

Muchos de los papas fueron asesinos, pero sin duda alguna Inocencio III, (1194-1216) sobrepasó a todos sus predecesores en homicidios. Durante su reinado, Inocencio hizo asesinar a más de un millón de supuestos “herejes”, de diferentes credos y razas. (Cruzadas contra los Valdenses, Albigenses y Cátaros). El promovió la más cruel y diabólica acción en la historia de la humanidad: La Inquisición.

Durante el cuarto Concilio Laterano en 1215, Inocente decretó la mas infame legislación contra los judíos, forzándolos a vivir en guetos, prohibiendo casamientos fuera de él, expulsando a los judíos de ciertas profesiones y también forzándolos a usar un símbolo amarillo en su ropa marcándolos como tales, la raíz histórica de la correspondiente ley Nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Quizás una de las mas escandalosas de sus acciones fue su ambición personal de aniquilar totalmente a los herejes Albigenses, quienes ya para esta época constituían casi la mitad de la población del Languedoc, hoy Francia. Los herejes, quienes se consideraban buenos cristianos, eran un pueblo pacifico y respetuoso que estaba en contra de la pena de muerte, ellos simplemente se oponían al dominio Católico, a la escandaloa y disipada vida eclesiástica y sus autoridades.

Hasta el rey de Francia se rehusó a hacerles la guerra a los Albigenses, a pesar de la declaración Papal que le otorgaba los territorios si los hacía desaparecer. Inocente finalmente organizó una Cruzada contra esta inofensiva gente.
Todas las Cruzadas organizadas en su mandato, no le costaron dinero al Papado, por el contrario, la iglesia se quedó con grandes comarcas, Castillos, títulos de nobleza y tierras.

Inocencio III, hábil negociador de la fe, les ofreció indulgencias y salvación del alma a todos los combatientes que se sumaran a esta Guerra Santa. Los reyes y caballeros feudales, interesados en salvar su alma, financiaban de su peculio a las tropas y de toda europa venían pecadores y delincuentes que veían en estas guerras, la oportunidad de librarse de sus numerosos pecados y de paso conseguir fortuna. Además, estaba la promesa papal que toda tierra o bienes conquistados, pasaba legítimamente a poder del vencedor y que bastaba un solo enemigo muerto, para que las puertas del cielo estuvieran abiertas para ese soldado de Dios.

En el baño de sangre subsiguiente que llegó a atormentar al país por veinte años, murieron más de un millón de hombres, mujeres y niños lacerados, apuñalados, ahogados y descuartizados. Inmediatamente después que la primera carnicería desbastó la ciudad de Beziérs y aniquiló su población, el Abad de Amaury de Citeaux, emisario Papal y líder de la soldadesca católica, volvió y le informó al Papa triunfalmente la "muerte en ese día de 20.000 personas sin respeto hacia la edad o género.", siendo gratificado por la bendición del vicario.

El Papa Bonifacio VIII, (1294-1303) otro corrompido de tan negra lista de sucesores de Pedro, practicó la brujería (Durant vol. 6, p.232). Llamó mentiroso e hipócrita a Cristo, profesó ser ateo, negó la vida futura y fue un homicida y un pervertido sexual. Oficialmente dijo lo siguiente: “EI darse placer a uno mismo, con mujeres o con niños, es tanto pecado como
frotarse las manos”
(Historia de los Concilio de la Iglesia, Libro 40, art. 697).
Y, aunque parezca imposible concebirlo de semejante personaje, él fue quien escribió la BulaUnam Sanctam, en la cual declaró oficialmente que “La iglesia Católica es la única y verdadera iglesia; fuera de la cual nadie puede salvarse”.
Fue este Papa tan inmoral que declaró oficialmente: “Nosotros afirmamos y declaramos definitivamente que es necesario para la salvación, que todo ser humano sea sujeto al pontífice de Roma”. Es decir, pontificó que ninguna otra religión servía para este efecto. Que todo aquel que quisiera ser salvo, tenía que sujetarse al papado.

Fue durante el reinado de este Papa, cuando Dante Aligheri visitó Roma. Describió el Vaticano como el “alcantarillado de la corrupción”, y para ratificar su opinión, puso a Bonifacio (junto con los papas Nicolás III y Clemente V, en las profundidades de uno de los infiernos de la Divina Comedia.
Durante el período de 1305 a 1377, el palacio papal estuvo situado en Avignon. (Cuando le tocó el turno a Francia). Durante esta época, Petrarca que estaba en el apogeo de su fama, declaró que dicho establecimiento papal "era un lugar de violación, adulterio y toda clase de fornicación. Y debido a que Los papas eran tan inmorales, no debemos sorprendernos de que los sacerdotes no fueran mejor que ellos. Como consecuencia, en muchas parroquias Los feligreses insistían en que los sacerdotes tuvieran concubinas como protección parasus propias familias".

En el Concilio de Constanza, tres Papas y algunas veces cuatro, todos ellos elegidos por grupos de cardenales o impuestos por reyes, se autoproclamaban Papas legítimos y se insultaban todas las mañanas en las reuniones del evento, acusándose los unos a los otros de anticristos, demonios, adúlteros, sodomitas, enemigos de Dios y del hombre.

Uno de estos papas, Juan XXII, (1410- 1415), compareció ante
el Concilio para dar cuenta de su conducta. Fue acusado por 37 testigos
obispos y sacerdotes, en su mayoría, de fornicación, adulterio,
incesto, sodomía, hurto y homicidio. Y se probó con una legión de
testigos que había seducido y violado a 300 monjas.
Su propia secretaria, Niem dijo que en Bolonia mantenía un harén donde no menos de doscientas muchachas habían sido víctimas de su lujuria. Por todo ello el Concilio lo halló culpable de 54 crímenes de la peor categoría; le depuso del papado. Para no verse condenado a lo que se merecía, el indigno Papa optó por huir.

El Registro oficial del Vaticano ofrece de ese hombre esta información sobre su inmoral reinado: “Su señoría, Papa Juan, cometió perversidad con la esposa de su hermano, incesto con santas monjas, tuvo relaciones sexuales con vírgenes, adulterio con casadas y toda clase de crímenes sexuales... entregado completamente a dormir y a otros deseos carnales,
totalmente adverso a la vida y enseñanzas de Cristo... Fue llamado públicamente el Diablo encarnado”.

Para aumentar su fortuna, el Papa Juan puso impuestos a todo, incluyendo la prostitución, el juego y la usura. Se le ha llamado con frecuencia “el más depravado criminal que se haya sentado en el trono papal”. Y vaya que han sido varios…

Del Papa Pío II, (1458-1464) se dice que fue el padre de muchos hijos ilegítimos. Hablaba en público sobre los métodos que usaba para seducir a las mujeres, aconsejaba a los jóvenes y hasta ofrecía instruirlos en métodos de auto indulgencia.

Pío fue seguido de Pablo II, (1464-1471), quien mantenía la casa llena de concubinas. Su tiara papal estaba tan cuajada de joyas, que sobrepasaba el valor de un palacio.

Vino después el Papa Sixto IV, (1471-1484), éste tuvo dos hijos ilegítimos de su manceba Teresa a Los cuales hizo cardenales. Financió sus guerras vendiendo posiciones eclesiásticas al más alto postor y usó el papado para enriquecerse él y sus familiares. Hizo cardenales a ocho
de sus sobrinos, aunque algunos de ellos eran aún niños. En cuanto al lujo y extravagancias, rivalizó con los césares. El y sus familiares sobrepasaron a las antiguas familias romanas tanto en riquezas como en pompa.

El Papa Inocencio VIII, (1484-1492) tuvo dieciséis hijos de varias
mujeres. No negó que fueran sus hijos engendrados en el Vaticano. Como
muchos otros papas, multiplicó los oficios clericales y los vendió por
vastas sumas de dinero, incluso permitió corridas de toros en la plaza de
San Pedro.

Vino más tarde Rodrigo Borgia, quien tomó el nombre de Alejandro VI, (1492-1503) y ganó su elección al papado mediante chantajes con los cardenales, práctica común en aquellos días. Antes de ser Papa, cuando aún era cardenal y arzobispo, vivió en pecado con una mujer llamada Vanozza dei Catanei y después con la hija de esta, Rosa, con la cual tuvo cinco hijos. En el día de su coronación nombró a su hijo -joven de temperamento y hábitos viles- como arzobispo de Valencia. Vivió en incesto público con sus dos hermanas y con su propia hija y era el padre y amante de su hija Lucrecia Borgia, de quien se dice tuvo hijos. El 31 de octubre de 1501 realizó una orgía sexual en el Vaticano, que no ha tenido parangón alguno en los anales históricos de la humanidad (Diarium, Vol.3, pag.167).
Entre sus crímenes se encuentra la muerte de cuatro Cardenales, a quienes el mismo vendió el cargo. Luego los hizo envenenar con cantarela, para poder seguir vendiendo cargos cardenalicios. Fue un intrigante y un asesino, teniendo por secuaces a su numerosa familia.

En cuanto al Papa Pablo III, (1534-1549), incluso la revista de signo católico Life dijo que siendo cardenal había tenido 4 hijos y en el día de su coronación celebró el bautismo de sus dos bisnietos; que eligió a dos de sus sobrinos adolescentes como Cardenales, realizó festivales con cantantes, bailarinas, bufones y buscó ayuda de astrólogos.

El Papa León X, (1513-1521) fue entrnado por las "familias" que se disputaban la obtención del papado, que era utilizado como fuente de financiamiento y poder político, para desempeñarse en 27 oficios diferentes clericales antes de tener 13 años de edad. Fue enseñado a considerar los cargos eclesiásticos sólo como un medio de ganancia. Con su producto compró el cargo y fue el Papa que declaró que el quemar a herejes era “una orden divina”.

Fue durante esos días que Martín Lutero, siendo aún sacerdote de la iglesia Romana, viajó a Roma. Al ver por primera vez la Ciudad de las Siete Colinas, cayó al suelo diciendo: “Santa Roma, te saludo”. No había pasado mucho tiempo en dicha ciudad, cuando pudo darse cuenta de que Roma era todo menos una ciudad santa. Pudo ver que la iniquidad existía en todas las clases del clero. Los sacerdotes contaban chistes indecentes y usaban palabras profanas, incluso en la misa. Lutero describió a los papas de la época como peores en su conducta que los emperadores paganos y explica que los banquetes de la corte papal eran servidos por doce mujeres desnudas. “Nadie puede imaginarse los pecados tan infames y los actos que son cometidos en Roma -dijo después- tienen que ser vistos y escuchados para ser creídos”. Tanto es así, que se acostumbra a decir. “Si hay un infierno, Roma está construida sobre él'.
Otra cosa que llamó su atención fue ver una estatua en la vía pública camino a la Iglesia de San Pedro de una mujer vestida de Papa, una Papisa, la que junto con el cetro y la mitra papal tenía un niño en sus brazos. Era la estatua de la Papisa Juana. Cuarenta años después de la muerte de Lutero, dicha estatua fue quitada por orden del papa Sixto V.
Hoy, la iglesia como ha sido su inveterada costumbre, niega este hecho ya que desea evitar el ridículo que significa. Y también por que reconocer tal bochorno, rompe la doctrina católica de la sucesión apostólica que tanto les ha costado estructurar durante siglos, sacando y poniendo papas, tratando de explicar lo inexplicable y excusando esos largos períodos en que la Iglesia tenía al unísono, dos, tres y hasta cuatro papas que se disputaban el trono de Pedro.

Más aún, ha tratado de ocultarlo con diversas interpretaciones y supuestas leyendas que ha ido fabricando en complicidad con personeros católicos de alguna credibilidad. No obstante, antes de la época de la reforma, tanto la historia como el monumento era conocida por obispos e historiadores. Incluso el Papa Anastasio, la menciona en su “Historia de los Pontífices Romanos.”

Por espacio de más de 500 años, los Papas usaron la Inquisición para poder mantener el poder. Nadie sabe exactamente cuánto millones de personas, en su mayoría cristianos y sobre todo judíos, musulmanes y hasta católicos, fueron aniquilados al no estar de acuerdo con la doctrina de la Iglesia Católica Romana Inquisicional, sea, principalmente por disentir o criticar los postulados o dignatarios católicos; escribir, pensar o conversar de las ideas creacionistas, y en segundo término, por ser acusados de brujería, herejía y practicar la actividad de comadronas, el uso de yerbas consideradas medicinales o creer en supercherías populares, todo lo cual era considerado grave delito por la Inquisición.

Nunca nadie sabrá exactamente las cifras oficiales de estos muertos. Ello no es posible, porque todas las actas y procedimientos eran mantenidos bajo absoluto secreto por los inquisidores. El solo hecho que alguien tuviese acceso a ellas, constituía una herejía y podía costarle la hoguera. Luego, todo registro de estos interrogatorios, de los elementos probatorios del delito que se quería castigar, los nombres de los jueces, inquisidores y del verdugo a cargo de la ejecución, fue requisado por la Iglesia, que durante cientos de años ha mantenido en su poder esta documentación.

Lo mismo ocurrió con los decomisos de los bienes de las víctimas que pasaron a manos de la Iglesia. No hay un solo documento que pruebe que ello ocurrió. Fueron falsificados, tergiversados, cambiados sus datos, de predios, de palacios, de casas, de herencias y nunca el Papado ha dado cuenta de estos robos y despojos. De no ser, por algunos datos dispersos, encontrados en bibliotecas privadas, algunos municipios, descendientes de los despojados y actas de iglesias, especialmente en España, todo atisbo de esta masacre odiosa, habría quedado soterrada en el silencio del terror impuesto por cinco siglos de dominación del Vaticano.
Todas las investigaciones documentales, todas las estadísticas que se conocen, así como las versiones más populares y difundidas acerca de este período aciago, han sido trascendidos o documentos desarchivados de la Biblioteca Vaticana o bien, de instituciones bajo su control y dependencia y por ende emanan de fuentes directas o indirectas del Papado y es a partir de esta información sesgada, recortada, antojadiza y falsa de falsedad absoluta, donde se afirman muchos periodistas, sociólogos e historiadores católicos para asegurar irresponsablemente y yo agregaría que además, sin un ápice de vergüenza profesional ni misericordia cristiana hacia estos millones de seres humanos inocentes inmolados, que prácticamente la Inquisición nunca ha existido.

Estas barbaridades son inverosímiles, ingenuas y retorcidas y en la imposibilidad de negar el hecho de fondo, despreciablemente se buscan subterfugios subalternos y de forma, con dichos respaldados por escritos, donde se defiende que: “la Inquisición no fue tan mala como dicen”, que “la gente estaba feliz con el advenimiento de la Inquisición”. “Qué se ha tejido una leyenda negra por parte de los enemigos de la Iglesia”. “Qué son invenciones de los masones y protestantes que quieren desprestigiar a la Iglesia” “Qué es parte de una campaña de difamación del comunismo internacional”. “Qué estos juicios seguían pasos y normas estrictas, a fin de evitar injusticias”. “Qué solo fueron a la hoguera, según las estadísticas, solo un 2% de los que fueron encontrados culpables.” “Qué el papado, tuvo especial cuidado en que los inquisidores fueran mayores de cuarenta años y de sólida vocación y méritos académicos.”

Esta última aseveración es realmente inconsistente. Es como cuando dicen que los millones de botellas de whisky que se consumen en el mundo a diario, salen de destilerías ubicadas en Escocia. Si la afirmación fuese verdad, sería interesante que el Vaticano confesara entonces, documentalmente, cuántos miles de inquisidores de solo 40 años tenía en las ciudades, villorrio y pueblos de toda europa, de latinoamérica y también de aquellos que acompañaron a los conquistadores en sus campañas de ultramar, donde, historia aparte, provocaron la muerte de más de cien millones de naturales de esos países conquistados a sangre y fuego, para sacarlos del "error" y llevar "el santo evangelio".

Y lo más ridículo de todo, es que los Papas de la época, cuyas historias ya comentamos, era muy improbable, dados sus bajos instintos, su desprecio por el ser humano, su odio supremo a los judíos y a cualquiera que practicase otra religión, que hayan estado preocupados siquiera de lo que pudiera ocurrir con la comodidad o injusticias cometidas por los inquisidores con los llamados herejes.
Antes bien, ahí están como pruebas inconmovibles sus bulas, que no son otra cosa que las órdenes oficiales que deben cumplirse por el cuerpo completo de la iglesia, para matarlos sin misericordia, para hacerlos desaparecer de la faz de la tierra.

Y más risible resulta todavía, imaginarse a estos dignatarios corruptos, depravados sexuales, de rebajados instintos y propensos a las más viles actitudes criminales, dictar normas de equidad o transparencia a sus subalternos, los crueles inquisores, cuando era "vox populi" su carencia de autoridad moral para hacerlo.
Y cuando ya todos saben, que esta persecución pretendía justamente acallar las voces de la nobleza y el bajo pueblo, relativa a los escándalos de la jerarquía eclesiástica, que amenazaba con que otras religiones los desplazaran de su sitial de amos del mundo.

Es difícil resumir tanto escándalo, homicidios, violaciones, torturas, estafas, violencia y corrupción de gran parte de los Papas católicos de esos quinientos años, lo que no puede significar que todos ellos sean criminales. Sin duda, los hay honorables y normales, pero aún así, por el peso de tan terrible herencia de sus antecesores, por su juramento de lealtad a sus santos y padres espirituales, que resultan ser estos mismo asesinos. Por el hecho de ser representantes de una institución veleidosa, cruel y falsaria, no son confiables.

Cómo pensar que las personas civilizadas de esta u otras sociedades, a la vista de sus antecedentes personales, de las tropelías cometidas por estos papas que creían tener origen divino, que tuvieron la chifladura de sentirse representantes de dios en la tierra, que estaban convencidos que tenían libertad "para hacer y deshacer" sobre toda la humanidad viviente; que estas bestias homicidas, mercenarios y necesariamente locos, fueran capaces de tener elevados pensamientos, creer que dedicaron sus vidas a crear las condiciones para un mundo mejor y que puedan ser creíbles y depositarios de la confianza de la humanidad.
Tampoco merecen respeto ni menos confianza aquellos papas de hoy, que sabiendo de antiguo y mejor que nadie la corruptela vaticana, se han prestado como cómplices acomodaticios, para sostener en el tiempo, el engaño a quienes ingenuamente han depositado su fe sincera en esta creencia, a sus fieles y feligreses, de que estos sujetos, que bien podrían figurar en el listado de los más grandes criminales de la humanidad, son por sus bondades, por su espíritu manso, hombres respetables y santos.