sábado, 27 de marzo de 2010

Malleus Maleficarum y la Inquisición Pontificia.


Tras tolerar todo lo que debe tolerar el historiador y lo que se le permite al cristiano, tenemos que clasificar la Inquisición, junto con las guerras y persecuciones de nuestro tiempo, entre las manchas más negras en la historia de la humanidad, la manifestación de una ferocidad desconocida hasta en las bestias. Will Durant, escritor, filósofo e historiador.

El fenómeno de la Inquisición Pontificia, que sumió al mundo en una pesadilla dantesca, nunca dejará de ser un tema vigente, de plena actualidad y sobre todo inolvidable, por más que los interesados en borrar toda huella de los luctuosos sucesos que recién están siendo de conocimiento general, se afanen en minimizar su trascendencia, hacer desaparecer las pruebas del bestialismo irracional de sus protagonistas y en sumergir en aguas profundas, sus mezquinos intereses y la falsedad de sus predicados.

No ocurrirá, porque es imposible desvirtuar los hechos históricos por mucho tiempo, ni tampoco borrar de un plumazo casi cinco siglos de ocurantismo, atraso cultural, persecución enfermiza de supuestos herejes de la fe cristiana, prohibición y destrucción de bibliotecas, apresamiento y ostracismo de científicos e intelectuales y requisamientos y quema de obras literarias, de arte, estatuas, monumentos y piezas musicales.

El proceso inquisitorial, también destruyó la herencia científica de la época clásica, al negar la causa de la ocurrencia de todos los fenómenos naturales y de las enfermedades, en especial las mentales, que se atribuyeron a la acción del demonio, siendo en consecuencia eliminados los cultores de estas disciplinas y condenados por herejes y satanismo estos enfermos.
El Santo Oficio no sólo quería controlar la religión de las personas o eliminar otras religiones. Se persiguió con igual dureza todo intento del pensamiento libre y crítico sin respetar la natural libertad de culto, asociación ni credo, ni menos los derechos inalienables de toda persona humana ni su dignidad personal

La pregunta es ¿por qué el Papado se tomó la atribución de juzgar a la gente, de inventar brujas, de sumir al mundo en el terror, de asesinar burdamente en base a supersticiones propias o colectivas a millones de seres humanos?

¿Quién le entregó el derecho de disponer a su amaño de la vida de la gente, de arrestarlos, matar a sus hijos, martirizar a su familia o quitarles la vida mediante atroces torturas?

¿De apropiarse de sus pertenencias, de sus tierras y heredades? ¿De condenarlos a galera o a esperar su juicio por años en los sótanos de viejos castillos, condición en que murieron cientos de miles de ellos?

¡Y no solo eso. Ya muertos, declararlos herejes y quemar sus huesos y restos mortales en la hoguera santa!
¿Por qué destrozar sus cuerpos, dejarlos insepultos o a merced de las alimañas? ¿De quemarlos vivos en la hoguera, de violar el recato de las mujeres denudándolas y exponer su cuerpo a la multitud, de destrozar sus partes íntimas con instrumentos desgarradores para castigar supuestas herejías?

¿Por qué rajar, mutilar, desmembrar, sumergir en el agua hasta su muerte a tantas mujeres, a las bonitas, a las parteras, a las pelirojas, a las ancianas solitarias, a las dementes?, ¿aplicarles la pena de horca, del garrote, del suplicio de descoyuntar lentamente todos sus huesos, hacerles beber plomo hirviente..

¿Qué tipo de odio fué necesario para eso. Qué talla de moral humana hubo en esas sociedades que fueron capaces de crear estos monstruos? ¿Y finalmente, que temía la Iglesia Católica, qué trataba de ocultar, qué pretendía con este baño de sangre...?

Para mejor ilustración de los lectores, he aquí un breve desarrollo de los tiempos en que históricamente se desarrollan las principales actividades criminales de la Inquisición.

Aunque el procedimiento inquisitorial como medio para combatir la herejía es una práctica antigua de la Iglesia Católica, la Inquisición Medieval fue establecida en 1184 mediante la Bula del Papa Lucio III Ad Abolendam, como un instrumento para acabar con la herejía cátara. Fue el embrión del cual nacería el Tribunal de la Santa Inquisición y del Santo Oficio. Se entregaba potestad a los Obispos para extirpar la herejía en su diócesis.

En 1231, ante el fracaso de la Inquisición Episcopal, Gregorio IX, mediante la Bula Excommunicamus, creó la "Inquisición Pontificia", dirigida directamente por el Papa y dominada por órdenes mendicantes, especialmente los Domínicos.

En 1252, el Papa Inocencio IV en la Bula Ad Extirpanda autorizó el uso de la tortura para obtener la confesión de los reos, medidas posteriormente confirmadas por Alejandro IV el 30 de noviembre de 1259 y por Clemente IV el 3 de noviembre de 1265. En ella se decretaba que la herejía era una razón de Estado y autorizaba a la Inquisición el uso de la tortura como medio legítimo para obtener la confesión de los herejes. Esta bula concedió al Estado una parte de los bienes confiscados a los herejes hallados culpables. Los que se negaban a abjurar, "herejes relapsos", eran entregados al brazo secular para la ejecución de la pena de muerte.
La Inquisición Española fue creada en 1478 por una Bula papal con la finalidad de combatir las prácticas judaizantes de los judeo conversos españoles. A diferencia de la Inquisición Medieval, dependía directamente de la corona española. Se implantó en todos los reinos de España donde antes no existía, en Sicilia y Cerdeña y en los territorios de América (hubo tribunales de la Inquisición en México, Lima y Cartagena de Indias).

La Inquisición romana, también llamada Congregación del Santo Oficio, fue creada en 1542, ante la amenaza del Protestantismo, por el Papa Pablo III. Se trataba de un organismo bastante diferente de la Inquisición Medieval, ya que era una congregación permanente de cardenales y otros prelados que no dependía del control episcopal. Su ámbito de acción se extendía a toda la Iglesia Católica. Su principal tarea fue desmantelar y atacar la integridad de la fe, y examinar y proscribir los aciertos y verdaderas doctrinas.

Inquisición portuguesa. Todos los judíos españoles expulsados por la inquisición española se refugiaron en Portugal. El Rey Manuel I presionado por sus suegros, los Reyes Católicos, decretó en 1497 la expulsión de los judíos que no se convirtieran al cristianismo. Por supuesto miles de judíos se convirtieron para evitar ser expulsados nuevamente de un país, pero en privado siguieron practicando sus creencias. En un principio, la Inquisición portuguesa estaba bajo la autoridad del Papa, solo en 1547 este aceptó que la inquisición dependiese de la corona portuguesa.

LA PERA ORAL, ANAL, VAGINAL:-
Eran forzados en la boca, recto o vagina de la víctima y allí expandidos a fuerza por el tornillo a su máxima apertura. El interior de la cavidad en cuestion era irremediablemente mutilada, y casi siempre fatalmente. Las puntas al final de los segmentos servian para cortar mejor la garganta, los intestinos y el cervix. El uso de la pera originalmente fue ideado para aquellas mujeres que habían sido encontradas culpables de la unión sexual con el diablo o sus familiares.
En 1555 el Papa Pablo IV, comenzó a perseguir a numerosos sospechosos de heterodoxia, entre los que se encontraban varios miembros de la jerarquía eclesiástica, como el cardenal inglés Reginald Pole.
En 1600, entre otros, fue juzgado, condenado y ejecutado el filósofo Giordano Bruno, sacerdote domínico, Doctor en Teología, filósofo, astrónomo y poeta. Se le adjudicaban cargos por blasfemia, herejía e inmoralidad principalmente por sus enseñanzas sobre los múltiples sistemas solares y sobre la infinitud del universo.

Fue expulsado de la iglesia y sus trabajos quemados en la plaza pública. El Papa Clemente VIII ordenó que fuera llevado ante las autoridades seculares. La sentencia lo declaraba herético impenitente, pertinaz y obstinado. Fue quemado el 17 de febrero de 1600 en Campo dei Fiori, Roma.
En 1965 el papa Pablo VI reorganizó el Santo Oficio, denominándolo Congregación para la Doctrina de la Fe que sigue funcionando sin tregua.

Este resumen, indica que el uso de esta herramienta vaticana llamada Inquisición fue y sigue siendo una política de Estado de la Iglesia Católica y no hechos ocasionales y fortuitos, como algunos teorizantes católicos aseguran.

DESGARRADOR DE SENOS:-
También llamadas "arañas de la bruja", garras con cuatro puntas unidas en forma de tenazas constituían herramientas fundamentales del verdugo. Servían tanto frías como calientes, para alzar las víctimas por las nalgas, los senos, el vientre y la cabeza, a menudo con dos puntas en los ojos o en las orejas.

El Malleus Maleficarum, es sin duda el texto aprobado por la Iglesia Católica mas trascendente del medioevo, referido a la persecución de brujas en el ámbito europeo y también en otros continentes, donde el brazo del Papado tenía potestad sobre reyes y territorios.

El Martillo de las Brujas se publicó por primera vez en 1486 por los inquisidores alemanes Henry Kramer y James Sprenger. Dos años antes de su publicación, ámbos teólogos, hombres de la exclusiva confianza de Inocencio VIII, fueron comisionados e investidos por él de poderes especiales para "investigar" los delitos de brujería que se cometían en las provincias del norte de Alemania.

De los alarmantes informes y testimonios entregados por estos clérigos, se desprende tanto la Bula Papal, como la publicación del Malleus. En efecto, en su Bula "Summis Desiderantes Affectibus", Inocencio VIII ensalzaba a "nuestros queridos hijos Henry Kramer y James Sprenger" que, "mediante Cartas Apostólicas han sido delegados como Inquisidores de esas depravaciones heréticas". Refiriéndose a lo relatado por ellos la Bula decía: "Si las abominaciones y atrocidades en cuestión se mantienen sin castigo", las almas de las multitudes se enfrentan a la condena eterna".

LA SILLA DE INTERROGATORIO:-Las víctimas eran atadas a esta silla, que tenía afiladas puntas aceradas adosadas a su estructura, que hacían sufrir dolores espantosos al interrogado, quien debía responder en esa terrible posición a las preguntas de sus verdugos.

En base a este encargo Papal y al relato de lo que sucedía en Alemania, relativas a las "conspiraciones demoníacas" de brujas y herejes, a quienes por supuesto estos piadosos inquisidores quemaron en la Hoguera Santa, el Papa les solicitó que pusieran estas experiencias por escrito. Pero quizás ni ellos mismos pudieron prever el enorme impacto que la publicación produjo en la sociedad de la época, en un período de más de doscientos años, donde se desató una verdadera histeria colectiva por la caza de brujas.

Técnicamente, el tema del libro está dividido en tres secciones, cada una de las cuales plantea exhaustivas preguntas específicas que se contestan seguidamente. La sección 1, trata de probar que la hechicería o brujería existe. Explica cómo el demonio y sus seguidores, las brujas y hechiceros, realizan su acción maligna en la humanidad. Se hace hincapié, que esta actividad del diablo y sus secuaces "obran con el permiso de Dios", quien permite estos actos, con tal que el demonio no gane poder ilimitado y destruya el mundo.

El diablo, sabedor que la naturaleza de las mujeres es más debil y su intelecto inferior, las utiliza para su servicio, dado que estas, son además más propensas a la tentación que los hombres. Los autores explican que el propio título del libro contiene la palabra maleficarum, la forma femenina del sustantivo. Se declara (incorrectamente) que la palabra fémina (mujer) es una derivación de fe+minus, sin fe (o infiel, o desleal).

Las brujas vuelan. Lo logran gracias a un unguento satánico con que se untan el cuerpo. Este unguento se obtiene a partir de sapos que las brujas tienen en cautiverio y que alimentan exclusivamente con ostias consagradas.
Luego estos sapos son quemados y sus cenizas se mezclan con los huesos pulverizados de un hombre ahorcado y la sangre de un niño recién nacido. Desde luego nadie podía cuestionar esta creencia, pues era suficiente motivo para ser investigado por herejía.

En la Parte II se describen las formas de brujería. Los autores sostenían que las brujas son el "harén de Satán" y que ellas son nada más ni nada menos que las mujeres comunes en estado natural, muchas de las cuales abrazan el credo del demonio. "Toda brujería proviene de la lujuria carnal, que en las mujeres es insaciable". Se enfatiza "que las mujeres siempre quedaban más hambrientas después de la gratificación intensa y eran posteriormente visitadas por el diablo y embrujadas."
Se asegura que "esos seres de aspecto bello, contacto fétido y mortal compañía", como las serpientes, encantaban a los hombres y los atraían. Se advertía a los incautos, citando a la Biblia: Cuidado: "La mujer es más amarga que la muerte. Es una trampa. Su corazón, una red, y cadenas sus brazos."

En esta sección se detalla como las brujas lanzan hechizos y cómo sus acciones pueden ser prevenidas o remediadas. Un fuerte énfasis se le da al Pacto con el Diablo y la existencia de brujas y brujos es presentada como un hecho. Se interrogaba con esmerada atención la cantidad y calidad de los orgasmos de las supuestas cupulaciones sostenidas con Satán. Los inquisidores recogían estas declaraciones cuidadosamente. Muchas de las informaciones del libro, sobre hechizos, pactos, sacrificios y cópula con el Diablo fueron obtenidos (supuestamente) de juicios inquisitoriales llevados a cabo personalmente por Sprenger y Kramer en su comisión en Alemania por encargo del propio Papa.

La Parte III detalla los métodos para detectar, enjuiciar y sentenciar o destruir brujas. Si el brujo o bruja no confesaba voluntariamente su culpa, la tortura era aplicada como un incentivo para hacerlo, pasándose a la práctica de métodos de interrogatorio de extrema crueldad y sadismo.
Los inquisidores eran instruidos para engañar al acusado, para confundirlo y sumirlo en un estado de caos mental. De ser necesario se les prometía misericordia si confesaban, la libertad personal y la de su familia, lo que luego era negado. Esta sección también habla de la confianza que se puede poner en los testimonios de los testigos. Sostiene que el rumor público es suficiente para llevar a la persona a juicio y que una defensa demasiado vigorosa de un inculpado es evidencia de que el defensor está embrujado.
Hay reglas acerca de cómo prevenir que las autoridades sean embrujadas y el consuelo y la seguridad avalada por el Papa mismo, que como representantes de Dios, los investigadores están protegidos de todos los poderes de las brujas.

Estas mujeres debían confesar su brujería tanto en la cámara de tortura como en un lugar alejado de ésta. La doble confesión constituía la prueba final de la culpabilidad y dado que a la brujería no se le podía vencer por ningún poder natural, las acusadas eran de todas formas ahogadas, ahorcadas o quemadas.


EL TABURETE DE SUMERSION:-
Las mujeres eran amarradas a esta peculiar silla y sumergidas bajo el agua repetidas veces, operación que podía durar horas y hasta días. Si no contestaba lo que el inquisidor quería, era vuelta a sumergir por mayor tiempo. Generalmente todas las víctimas morían durante este interrogatorio o poco después.


El sexismo del Malleus es innegable; la creencia de los autores de que las mujeres eran criaturas inferiores, más débiles y fácilmente corruptibles está enfatizada a lo largo de toda la obra.

El libro señala que algunas cosas confesadas por las brujas, tales como transformaciones en animales suelen ser meras ilusiones inducidas por el Demonio para atraparlas. (Si reconocían ésto, significaba que el diablo era más poderoso que Dios). No así otros actos, como por ejemplo volar, causar tormentas y destruir plantaciones, los cuales no cabe duda alguna que son absolutamente reales. El libro habla detalladamente sobre los actos licenciosos cometidos por las brujas, su habilidad de crear impotencia en los hombres e incluso da espacio a la pregunta sobre si los demonios podrían ser los padres de los hijos de las brujas...
Para cualquiera que lea en detalle este verdadero tratado de brujería, queda claro que el estilo narrativo es serio, extremadamente grave y completamente falto de humor, siendo incluso los hechos más dudosos, especulativos y ridículos, presentados como información real y confiable.

A pesar del horror de saber que este escrito fue el libro de cabecera de los Inquisidores, de la curia y de los jueces de los reinos y estados donde operó con mayor furia y crueldad el Santo Oficio, no se puede sino sentir pena, lástima y desprecio por el estado de profunda superstición, ignorancia e insanía, referida a todo lo relacionado con lo oculto y el demonio, que dominaba tanto al vulgo como al clero y que concitó un desenlace tan sanguinario para millones de seres inocentes, significando un auténtico infierno en la Tierra.

La familia de los condenados por el Santo Oficio a cualquiera de estas penas también sufría lo suyo. Había normas y regulaciones para ellos como descendientes o parientes. No podían vestir de color carmesí, utilizar seda, oro ni plata, viajar a las Indias, trabajar en actividades públicas o montar a caballo.
EL HOMBRE DE MIMBRE:-


Este antiguo sistema de tortura, fue otro de los aberrantes artefactos para causar la muerte por el fuego a los condenados de la Inquisición. Se usaba cuando las víctimas a quemar eran muchas. La estructura era forrada con ramas inflamables y usaban árboles como soporte. Luego procedían a prender fuego y así los acusados, 20 o más personas, morían quemados en medio de espantosos sufrimientos, ante la espectación y a veces júbilo de los presentes.

“Que los hijos y nietos de los tales condenados, no tengan ni usen oficios públicos, ni oficios ni horas, ni sean promovidos a Sacras Ordenes, ni sean Jueces, Alcaldes, Alguaciles, Regidores, Jurados, Mayordomos, Maestresala, Pesadores Públicos, Mercaderes, ni Notarios, Escribanos Públicos, ni Abogados, Procuradores, Secretarios, Contadores, Chancilleres, Tesoreros, Médicos, Cirujanos, Sangradores, Boticarios, ni Corredores, ni Arrendadores de rentas algunas ni otros semejantes oficios que público sean. No traigan sobre sí ni en sus ropas cosas de alguna Dignidad, o Milicia, tienen prohibido vestir de color carmesí, viajar a Indias, llevar oro ni plata...”

En los juicios de brujas no se admitían pruebas atenuantes o testigos de la defensa. En todo caso, era casi imposible para las brujas acusadas presentar buenas coartadas; las normas de las pruebas tenían un carácter especial. Por ejemplo, en más de un caso el marido atestiguó que su esposa estaba durmiendo en sus brazos en el preciso instante en que la acusaban de estar retozando con el diablo en un aquelarre de brujas; pero el arzobispo, pacientemente, explicaba que un demonio había ocupado el lugar de la esposa. Los maridos no debían pensar que sus poderes de percepción podían exceder los poderes de engaño de Satanás.

Como lo señala Carl Sagán en su libro El Mundo y sus Demonios "Lo que el Maellus venía a decir, prácticamente, era que si a una mujer la acusan de brujería, es que es bruja. La tortura es un medio infalible para demostrar la validez de la acusación. El acusado no tiene derechos. No tiene oportunidad de enfrentarse a los acusadores. Se presta poca atención a la posibilidad de que las acusaciones puedan hacerse con propósitos impíos: celos, por ejemplo, o venganza, o la avaricia de los inquisidores que rutinariamente confiscaban las propiedades de los acusados para su propio uso y disfrute. Su manual técnico para torturadores también incluye métodos de castigo diseñados para liberar los demonios del cuerpo de la víctima antes de que el proceso la mate.


EL TORO DE FALAIS:-
En esta tortura, los ajusticiados se introducían en el interior de una efigie de bronce hueca con forma de toro. La efigie se colocaba encima de una hoguera, con lo que la temperatura del interior aumentaba como en un horno. Tanto el hump, como los alaridos y los gritos de las víctimas salían por la nariz y boca del toro, haciendo parecer que la figura bufaba y mugía.

Rápidamente se convirtió en un provechoso fraude. Todos los costes de la investigación, juicio y ejecución recaían sobre los acusados o sus familias; hasta las dietas de los detectives privados contratados para espiar a la bruja potencial, el vino para los centinelas, los banquetes para los jueces, los gastos de viaje de un mensajero enviado a buscar a un torturador más experimentado a otra ciudad, y los haces de leña, el alquitrán y la cuerda del verdugo. Además, cada miembro del tribunal tenía una gratificación por bruja quemada.

El resto de las propiedades de la bruja condenada, si las había, se dividian entre la Iglesia y el Estado. A medida que se institucionalizaban estos asesinatos y robos masivos y se sancionaban legal y moralmente, iba surgiendo una inmensa burocracia para servirla y la atención se fue ampliando desde las brujas y viejas pobres hasta la clase media y acaudalada de ambos sexos.
Cuantas más confesiones de brujería se conseguían bajo tortura, más difícil era sostener que todo el asunto era pura fantasía. Como a cada "bruja" se la obligaba a implicitar a algunas más, los números crecían exponencialmente. Constituían "pruebas temibles de que el diablo sigue vivo", como se dijo más tarde en América en los juicios de brujas de Salem.

En una era de credulidad, se aceptaba tranquilamente el testimonio más fantástico: que decenas de miles de brujas se habían reunido para celebrar un aquelarre en las plazas públicas de Francia, y que el cielo se había oscurecido cuando doce mil de ellas se echaron a volar hacia Terranova".

lunes, 22 de marzo de 2010

EL MARTILLO DE LAS BRUJAS

El Martillo de las Brujas, más conocido por Malleus Maleficarum, es una publicación realizada por dos monjes domínicos, los teólogos Heinrich Krämer, pseudónimo de Enrique Institoris y Jacob Sprenger, libro cuya fama ha cruzado varias generaciones en los últimos siglos, no por su profundidad literaria, virtudes u otros valores destacables como se pudiera esperar, sino justamente, por constituir el escrito más infame, cruel, inhumano y despreciable realizado nunca en toda la historia humana.

Tal publicación, avalada por sucesivos Papas de la iglesia Católica, Romana y Apostólica y también por los dignatarios de la Iglesia Protestante de la época, sirvió como Manual de Instrucción de los verdugos e Inquisidores y dio pábulo a la mayor caza de brujas de la historia por parte de la siniestra institución del Santo Oficio, autores materiales e intelectuales de los peores crímenes, las torturas más escalofriantes y los métodos más diabólicos de interrogatorio nunca antes vistos.

Capítulo aparte merece la inhumana práctica de quemar vivos en la “hoguera purificadora” y otros sistemas que detallaremos, a cientos de miles de seres humanos inocentes o quizás varios millones de ellos. La estimación de los estudiosos del tema, referida solo a las mujeres muertas en estos eventos después de la publicación del Martillo de las Brujas, oscila entre 9 millones y ciento cuarenta mil mujeres sacrificadas por la Santa Inquisición durante los quinientos años de este triste y sanguinario período.



¿Por qué mujeres?; pués porque la Inquisición Vaticana fue expresamente pensada en la eliminación femenina, que en el concepto medieval, era para la curia, libertina y endemoniada, "La hembra, es más amarga que la muerte", decían...

“Tienen el hábito de comer y devorar a los niños de su misma especie”, “causan el granizo y tempestades y rayos, y esterilidad en los hombres”, “echan al agua a los niños que caminan junto a las orillas”, “encabritan a los caballos”, “se transportan por el aire”, “despiertan horror en las mentes”, “practican la lujuria carnal con los demonios”… cada uno de los capítulos es un descarnado proceso descriptivo de lo que son capaces de hacer y de las más diversas formas de torturar para finalmente arrancar a las brujas la verdad.

De acuerdo a los autores del libro, las maldades cometidas por las brujas estan divididas en siete metodos mediante los cuales "infectan con brujería el acto venéreo y la concepción en el vientre obstruyendo la procreación": "Por inclinar a las mentes de los hombres a pasiones irregulares; mediante la extirpación de los miembros acomodados para esos actos; transformando a hombres en bestias mediante sus artes mágicas; mediante la destrucción de la fuerza generativa en las mujeres; mediante la ofrenda de niños al demonio."...

Hoy en día, cualquier turista puede visitar en los museos europeos y latinoamericanos y en castillos feudales abiertos al turismo, exposiciones públicas con los instrumentos de tortura usados por los inquisidores para interrogar y extraer una declaración de culpabilidad de sus víctimas.
La SIERRA:
A la víctima se la colgaba boca abajo de los tobillos, con las piernas separadas y se procedía a cortar lentamente con una sierra normalmente no muy afilada.
El corte comenzaba en la parte genital y no terminaba hasta no dividir el cuerpo en dos mitades.
Debido a la posición invertida del reo, se evitaba la pérdida general de sangre por el corte y se aseguraba suficiente oxigenenación del cerebro, con lo que la víctima no pierde el conocimiento hasta que la sierra alcanza el ombligo o el pecho.
Era una tortura muy utilizada por la inquisición sobre todo para ajusticiar a homosexuales (de hecho en la ilustración son tres homosexuales los representados).
Luego sus restos eran quemados en la hoguera purificadora.

Ya antes, la historia registraba otras barbaries de la Iglesia Católica avalada directamente por su Sumo Pontífice y el brazo ejecutor de esa rama de la iglesia encargada del “trabajo sucio”, conocida como Santa Inquisición.
Solo basta recordar la Bula del Papa Nicolás II en 1280, donde en un lenguaje procaz y amenazador y para nada piadoso o cristiano, se fijan las pautas de acción que terminaron en innumerables matanzas y crímenes contra poblaciones enteras de cataros y gentes que cometieron el grave delito de pensar diferente al catolicismo y denunciar públicamente los excesos de la curia, su lujo y ostentación así como las depravaciones y la vida disipada de sus dignatarios.

Esta dice: "Por este medio excomulgamos y anatematizamos a todos los herejes, Cataros, Patarios, Hombres Pobres de Lyon... y a todos los otros, cualquiera sea el nombre que tengan. Una vez condenados por la iglesia, ... Si alguno, después de ser apresado, se arrepiente y desea hacer penitencia, será encarcelado de por vida... Todos los que reciban, defiendan o ayuden a los herejes, serán excomulgados...," y si permanecen excomulgados por un año, serán finalmente "proscriptos" o "condenados como herejes. No tendrán derecho de apelación... Cualquiera que les de un entierro cristiano será excomulgado hasta que haga satisfacción propia. No será absuelto hasta que haya desenterrado sus cuerpos con sus propias manos y los haya arrojado de nuevo...
"Prohibimos a todos los laicos discutir asuntos de fe católica; si alguien lo hace será excomulgado. Cualquiera que conozca herejes, o a aquellos que sostienen reuniones secretas, o a los que no se conforman en todo respecto a la fe ortodoxa, harán conocer esto a su confesor, o a algún otro que traerá la información al obispo o al representante de la inquisición. Si no lo hace, será excomulgado. Los herejes y los que los reciben, apoyan, o ayudan, y todos sus niños hasta la segunda generación, no serán admitidos para un oficio eclesiástico... Los privamos ahora de todos los beneficios mencionados para siempre. "


Es fácil observar la prepotencia del lenguaje, la soberbia vaticana y la autoridad que ostentaba el Papado sobre Reyes y Estados, donde estas Bulas eran prácticamente Decretos Oficiales de cumplimiento obligado, que debían realizarse a rajatabla, sin importar fronteras ni leyes propias de esos estados, so pena a ser excomulgados por la Iglesia Católica, gravísima sanción que dejaba al trasgresor automáticamente en la condición de hereje, es decir al margen de la iglesia y en condición de ser juzgado y condenado a la hoguera sin mas trámite.... En aquel entonces, la herejía era la negación de un auto de fe, que además se reafirmaba en la persistencia a seguir cometiendo tal “error”. Dentro del orden social que perseguía una Iglesia Católica absolutista y vengativa, los herejes eran considerados como vulgares traidores a la convivencia cristiana y enemigos sociales peligrosos que era necesario eliminar..

Ya la excomunión en si, era un elemento de presión y de chantaje muy usado por la jerarquía eclesiástica en esos tiempos de exacerbada religiosidad. Significaba que el castigado no sería salvo y que su destino era morar para siempre en el infierno, terrible destino que nadie quería experimentar.

Obsérvese, que desde tempranos tiempos, la iglesia, por intermedio del Santo Oficio no condenaba a nadie a muerte. Por una sutileza del derecho inquisitorial, entregaba a los condenados a la justicia civil, "los relajaba al brazo secular”, es decir, la iglesia arrestaba, interrogaba y dictaba sentencia y el Tribunal ajusticiaba, una figura muy conveniente, que ha sido usada en el presente por la Iglesia y por aquellos historiadores y sociólogos católicos empeñados en minimizar las responsabilidades históricas del Vaticano, sea porque estaban convencidos de ello, o porque luego de su declaración les esperaba un decanato, una rectoría o un empleo en alguna universidad de las miles de propiedad del Vaticano en todo el mundo.
EL EMPALAMIENTO.

Esta tortura consistía en colocar a la víctima sentada en un palo aguzado anclado firmemente en tierra, en una plaza o lugar público. Se ensartaba este soporte, usualmente por el ano y se dejaba que lentamente por su propio peso, la punta fuera rompiendo tejidos y subiendo hasta que la víctima moría. Usualmente ello ocurría en dos o tres días de horribles dolores.

Los acusados que confesaban voluntariamente, y sus faltas eran menores, eran sentenciados inmediatamente con penas religiosas que consistían en oraciones diarias, peregrinaciones, ayunos y multas.
En el caso de existir "pruebas" suficientes contra el reo y éste no confesaba la verdad, se aplicaba el tormento.
Si el acusado confesaba, era condenado según el caso, a varios años de prisión o de galeras, la pena era confiscación de todos sus bienes, que pasaban a la iglesia. Prohibición de ejercer ciertos oficios para él y sus herederos, y a llevar vestimentas especiales que denotaran su condición de arrepentido.
En caso de persistir en su error, (léase no confesar y afirmarse en ser inocente), era relajado al brazo secular para que se le aplicara la pena de muerte en la forma, estilo e instrumentos que determinaban los inquisidores.
Entonces venía el show de la Iglesia. Se organizaba en un lugar público con invitación de autoridades, una misa solemne. Se exhibía a los reos desnudos, con carteles distintivos de sus "delitos" en su cuerpo y se anunciaba a viva voz sus herejías, instando a los presentes a compadecerse del hermano en desgracia y pedir a Dios la salvación de su alma. Es decir, se pedía clemencia para el reo y por otro lado se impulsaba su salvaje ejecución a manos del verdugo.
Este es otro argumento de estos impúdicos defensores de la iglesia y de la Inquisición, cuando dicen que contrariamente a la leyenda negra que "se le ha inventado a la iglesia", los inquisidores siempre pedían clemencia al rey y a la autoridad civil para estos reos.

LA CUNA DE JUDAS.


Dentro de los métodos de tortura más eficaces para sacar una confesión, se encontraba la Cuna de Judas. Este método, consistía en atar a la víctima de las muñecas y elevarla, para luego dejarla caer sobre una pirámide muy puntiaguda para que con su propio peso se le clavara en el ano, escroto o vagina. Ni que decir tiene, que la confesión se conseguía en las primeras veces, ya que esta operación se repetía sucesivamente hasta que el condenado hablara o muriera, caso este último, que confirmaba su culpabilidad.

Hoy les dicen a los ingenuos que no se han preocupado de investigar, que la Iglesia nunca mató a nadie y que si ello ocurrió, fue obra de los Tribunales de cada país. También, que tanto los juicios como la cantidad de víctimas fueron mínimas según las estadísticas. Lo que no dicen es que las estadisticas las fabricaron ellos y que han tenido varios siglos para "acomodar" su version de estos luctuosos hechos.

En la Edad Media, como en la Antigüedad Clásica, casi todo el mundo creía en brujos y demonios. A pesar de las olas sucesivas de puntos de vista racionalistas, persa, judío, cristiano, musulmán y del posterior fermento revolucionario social, político y filosófico, la existencia, gran parte del carácter e incluso el nombre de los demonios, se mantuvo inalterable desde Hesíodo hasta las Cruzadas.
No es de extrañar entonces que de antiguo, un sector de la iglesia tenía la obsesión de erradicar los cultos “paganos de los brujos y hechiceras”, enemigos naturales de Dios y los creyentes católicos, quienes además, como aún suele suceder hasta nuestros días, eran sumamente supersticiosos y creían a pies juntillas, tanto en los encantamientos como en los milagros.
Y por supuesto había habido muchos intentos de sacerdotes fundamentalistas que buscaban la forma de eliminar esta “competencia desleal” de los llamados brujos populares, compuestos por comadronas, yerbateros, adivinadores, echadores de suerte, parteras, gitanos……

LA DONCELLA DE HIERRO
La Doncella de Hierro era una especie de sarcófago provista de estacas metálicas muy afiladas en su interior. De este modo, a medida que se iba cerrando se clavaban en la carne del cuerpo de la víctima que se encontraba dentro, provocándole una muerte lenta y agónica. Las más sofisticadas disponían de estacas móviles, siendo regulables en altura y número, para acomodar la tortura a las medidas del "delito" del torturado. Además, en los museos se han encontrado desde el modelo más básico, que es un sarcófago de hierro puro y tosco; hasta las más refinadas obras de arte, ricamente decoradas con relieves.

El monje carmelita francés Jean Bodin, había escrito con relativo exitoso su “Démonomanie des Sorciers”, (Demonomanía de los Brujos), quién llegó a recomendar que para infundir a las brujas el temor de Dios se utilizaran cauterios y hierros al rojo vivo con el fin de “arrancarles la carne
putrefacta”.
Ideas parecidas era expuestas en textos anteriores tales como el Formicarius en 1435 y el Praeceptorium, de Johannes Nider, prior domínico. El más conocido de los “martillos” reformistas fue escrito por Benedict Carpzov, principal perseguidor de la brujería en Sajonia, que tenía por título Practica Rerum Criminalum.
Años después de su muerte, su contemporáneo Philipp Andrea Oldenburger, renombrado abogado del siglo 17, crítico de la Inquisición, dijo que Carpzov firmó más de 20.000 sentencias de muerte de herejes y brujas. Uno de sus escritos causó la ira de la autoridad eclesiástica y llevado bajo arresto fue condenado a comerse íntegramente el texto. Además, en el intertanto era azotado y flagelado, con órdenes de no detener el castigo hasta que se comiese la última migaja de papel.

Pero fue a raíz de que el Papa Inocencio VIII publicase en Estrasburgo su Bula "Summis Desiderantes Affectibus", conocida también como “Bula Bruja” y mayormente como “Canto de Guerra del Infierno”, el 9 de diciembre de 1484, dirigida según el Pontífice, a subsanar los errores que el Tribunal del Santo Oficio había cometido en torno a los procesos de brujería, cuando se dieron las condiciones para iniciar el horror del medioevo..
Para tal efecto el Papa, a porfía de la opinión contraria de varios de sus consejeros, decidió derogar el Canon Episcopi del año 906, donde la Iglesia sostuvo por siglos que creer en brujas era una herejía.

EL POTRO.
Instrumento de tortura en el que la víctima, atada de pies y manos con unas cuerdas o cintas de cuero, a los dos extremos de este aparato, era estirada lentamente produciéndole la luxación de todas las articulaciones, muñecas, tobillos, codos, rodillas, hombros y caderas. Este método, se tiene constancia que se aplicó durante todo el período que duró la Inquisición en los países de Francia y Alemania, si bien ya se conocía desde mucho antes y por supuesto se utilizaba frecuentemente en las lúgubres mazmorras de castillos, prisiones y palacios de justicia.

En esta Bula el pontífice decía: "Ha llegado a nuestros oídos, que miembros de ambos sexos no evitan la relación con ángeles malos, íncubos y súcubos, y que, mediante sus brujerías, conjuros y hechizos sofocan, extinguen y echan a perder los alumbramientos de las mujeres. Además de generar otras muchas calamidades”...

En dicho documento, Inocencio VIII se refería a un amplio catálogo de prácticas “brujeriles” que debían ser erradicadas y otorgaba un permiso especial a los “queridos hijos” Heinrich Krämer y Jacob Sprenger para proceder con absoluta libertad y contundencia a multar, detener, torturar y castigar, incluso con la pena máxima, a aquellas personas –generalmente mujeres– cuyas prácticas fueran sospechosas de demoníacas.

En este contexto apareció el Malleus Maleficarum, “el libro más funesto de la historia literaria”, conocido popularmente como “Martillo de los Brujos” o “Hexenhammer”, en inglés.
La bula Summis Desiderantes fue el “vamos” que necesitaban los ejecutores de la Inquisición para dar forma a estas recomendaciones y técnicas propias de mentes enfermas, incoherentes, retóricas y pedantes que fueron tenidas en cuenta durante siglos como códigos para torturar y asesinar a personas inocentes, mayormente creyentes pero también supersticiosos, pero no más que sus verdugos.


Con la autorización de la máxima instancia político-religiosa de su tiempo, los inquisidores tenían vía libre para provocar una de las mayores masacres de la historia humana.

Publicado en 1486 y teniendo como prólogo la mencionada Bula Papal, el éxito del Malleus Maleficarum fue instantáneo, erigiéndose como fuente de inspiración de todos los tratados posteriores sobre el tema, tanto del sector religioso, como de la banda de aduladores, intelectuales católicos y conservadores, filósofos e historiadores, insensatos de gran ignorancia, que aceptaban este tenebroso ajuste de cuentas del vaticano con sus enemigos seculares.

Llegó a ser tan popular, que vendió más copias que ningún libro en la historia aparte de la Biblia, hasta 1678 en que se publicó El progreso del Peregrino de John Bunyan.
Incluso humanistas como Desiderio, Erasmo, y Tomás Moro, creían en brujas. «Abandonar la brujería -decía John Wesley, el fundador del metodismo-- es como abandonar la Biblia
William Blackstone, el célebre jurista, en sus Comentarios sobre las Leyes de Inglaterra (1765), afirmó: "Negar la existencia real de la brujería y la Hechicería, equivale a contradecir llanamente el mundo revelado por Dios, en varios pasajes tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento”.


LA RUEDA.



En una rueda común de carretela, montada para girar horizontalmente, se amarraba a las víctimas y el verdugo procedía a golpear sus brazos y piernas rompiendo meticulosamente todas las articulaciones, ante la espectación pública que aplaudía cada dislocamiento, o pérdida de un miembro del torturado. Antes de la ceremonia, un sacerdote bendecía la barra de fierro o el mazo que utilizaba el verdugo.

En doscientos años hubo 29 ediciones del libro que se agotaban rápidamente, convirtiéndose el Malleus en el libro de cabecera de jueces y gobernantes, de autoridades civiles y religiosas, así como de todos aquellos que entre los siglos XV y XVIII, vivían obsesionados con el demonio, las brujas, los nigromantes y los espíritus del mal que moraban entre ellos , a quienes los curas y los monjes, convertidos en oráculos y poseedores de la verdad divina, exigían desde todos los púlpitos e iglesias de Europa y sus colonias, que estos herejes fueran denunciados por el aterrado pueblo, separados de sus familias para ser purgados de sus pecados y herejías, so pena de ser excomulgados si no atendían esta necesidad divina.

Krämer y Sprenger explicaban que la intención del libro era poner en práctica la orden que emanaba directamente de las Sagradas Escrituras de perseguir la magia, en concreto los versículos 22,17 del Exodo que sentenciaba: “A la hechicera no dejarás con vida”.

EL ATAUD AEREO O LA JAULA DE LA MUERTE.
Las víctimas, desnudas o casi desnudas, eran encerradas dentro y colgadas. Sucumbían de hambre y sed, por el mal tiempo y el frío en invierno, por el calor y las quemaduras solares en verano; a menudo habían sido torturadas y mutiladas para mayor escarmiento. Las aves de rapiña hacían festines con estas víctimas, por lo que se dejaban colgando por meses. Los cadáveres en putrefacción generalmente se dejaban in situ hasta el desprendimiento de los huesos.
Alguno de sus párrafos: “Las brujas conjuran y suscitan el granizo, las tormentas y las tempestades, ofrecen a Satanás el sacrificio de los niños que ellas mismas no devoran, y, cuando no, les quitan la vida de cualquier manera. Claro está que en esos casos se trata casi siempre de niños aún no bautizados. Pueden también trasladarse por los aires de un lugar a otro; son capaces de embrujar a los jueces y presidentes de los tribunales, como lo son de conseguir mediante hechizos un inviolable silencio propio y de otros acusados en la cámara del tormento; saben infundir en el corazón de quienes se disponen a descubrirlas una angustia paralizante, y tienen, por último, poder para penetrar las cosas secretas y aún para predecir muchas cosas futuras con la ayuda del diablo”.
“Los ojos de estas mujeres tienen la virtud de ver lo ausente; entre sus artes está la de inspirar amor desatinado, según su conveniencia; cuando ellas quieren, pueden al saludarlas dirigir contra una persona descargas eléctricas y hacer que las chispas le quiten la vida, así como también pueden matar animales por otros varios procedimientos. Saben concitar los poderes infernales para provocar la impotencia en los matrimonios y llegan a herir o matar con una simple mirada. En una palabra: pueden estas brujas originar un cúmulo de daños y perdición. Todas tienen en común, así las de superior categoría, como las inferiores y corrientes, la facultad de llegar en su trato carnal con el diablo a las más abyectas y disolutas bacanales”

Algunas de las recetas del libro para conseguir la confesión de las brujas: “Escríbanse las siete palabras que Cristo pronunció en la cruz en unas cuantas tarjetas, cosiéndolas unas a otras, para que juntas den la medida de la estatura de Cristo. Una vez hecho esta, como cosa fácil que es, enróllense estas cadenas de tarjetas al cuerpo desnudo de las brujas. La experiencia ha demostrado que esos seres nefastos se sienten entonces extrañamente inquietos y abrumados, y propicios, por tanto, a la confesión. Pero si con todo esto, se obstinasen en guardar silencio o en negar su culpabilidad, puede recurrirse a la intimidación de un largo y duro encarcelamiento, hasta quebrantar su contumacia. Y todavía queda el recurso extremo” (…)


Estas peligrosas chifladuras del Martillo de las Brujas, deja meridianamente clara la condición misógina de los autores, la enfermiza visión del cristianismo sobre la sexualidad humana, el fanatismo supersticioso imperante y lo brutal que iba a resultar la persecución a las mujeres.
Las "marcas del diablo" se encontraban "generalmente en los pechos o partes íntimas", según el libro de 1700 de Ludovico Sinistrani. Como resultado, los inquisidores, exclusivamente varones, afeitaban el vello púbico de las acusadas y les inspeccionaban cuidadosamente los genitales.


Además, se aseguraba en este Maleficarum, que los Inquisidores actuaban desinteresadamente y solo buscando la verdad para salvar un alma endemoniada para el cielo. No podían equivocarse. Las confesiones de brujería que se conseguían, no podían basarse en alucinaciones o en intentos desesperados de satisfacer a los inquisidores para detener la tortura.


En este caso, explicaba el juez de brujas Pierre de Lancre (en su libro de 1612, en su Descripción de la Inconstancia de los Angeles Malos), la Iglesia Católica estaría cometiendo un gran crimen por quemar brujas. En consecuencia, los que plantean estas posibilidades y sospechan procedimientos incorrectos atacan a la Iglesia y cometen ipso facto un pecado mortal. Por lo tanto, se castigaba a los críticos de las quemas de brujas y en algunos casos, también ellos morían en la hoguera. Los inquisidores y torturadores realizaban el trabajo de Dios. Estaban salvando almas, aniquilando a los demonios.


EL PENDULO.



Una tortura fundamental, que a veces constituía únicamente una preparación de la víctima para posteriores tormentos, era la dislocación de los hombros mediante la rotación violenta de los brazos hacia atrás y arriba. El suplicio del péndulo es (como tantas otras torturas) barato y eficiente. No necesita equipos complicados. Las muñecas de la víctima se ataban por detrás de la espalda, y en esa ligadura se añade una cuerda y se iza. Inmediatamente, los húmeros se desarticulan junto con la escápula y la clavícula. Tal dislocación producía horribles deformaciones, a menudo permanentes. La agonía se podía estimular mediante pesas agregadas progresivamente a los pies, hasta que al fin el esqueleto se desmembraba. Al final, la víctima, paralizada, moría bajo dolores espantosos, mientras repondían preguntas de los Inquisidores.


El término Caza de Brujas es muy usado en la actualidad. Significa buscar algo que no existe.
Una sospecha infundada de alguien que tiene la porfía de afirmar que el hecho es verdadero, a pesar que todo su entorno comprueba que ello es falso.


Quizás este vocablo, junto a la versatilidad de los monjes domínicos y franciscanos, para inventar sofisticados instrumentos de tortura y de muerte, sean los únicos legados que persisten de la actividad de la Iglesia Católica, Romana y Apostólica durante el oscurantismo medieval, en que recrearon su infierno en la tierra.

En la última ejecución judicial de brujas en el siglo XVI en Inglaterra, se colgó a una mujer y a su hija de nueve años. Su crimen, debidamente calificado y sancionado por un Inquisidor, fue provocar una tormenta por haberse quitado las medias.

domingo, 7 de marzo de 2010

El Poderoso Libro perdido de Toth.


El famoso y enigmático Libro de Toth, es uno de los libros perdidos o malditos, como también se le denomina, que contiene el secreto de grandes y extraordinarios poderes. Escrito por Toth, enigmático personaje, cuyos hechos y vida dejaron profundas huellas en distintas épocas y razas, de lo cual hay antiquísimos testimonios que lo prueban, es un documento que atraviesa transversalmente los pilares fundamentales de las creencias, creyéndose que uno de sus principales méritos es que dio origen a todas las religiones monoteístas existentes.

Y más aún, sus enseñanzas constituyen la base fundamental de todas las entidades ocultistas, esotéricas, mágicas, alquimia, astrología, cábala y también de las corrientes del pensamiento filosófico de todas las épocas, como las hermandades de Los Caballeros Templarios, La Masonería Universal y Los Rosacruces, quedando de manifiesto, a pesar que muchos no comparten esta idea, que tanto las religiones como estas doctrinas y filosofías herméticas tienen un solo tronco común.

Es un Libro perdido, porque se supone destruido o desaparecido, constituyéndose por ende, en uno de los manuscritos más antiguos y codiciados de la humanidad, al que sin embargo, según leyendas y documentos donde es mencionado, solo han tenido acceso unos pocos privilegiados de entre los más selectos y sabios hombres y mujeres de los primeros tiempos.

Se considera maldito, porque de acuerdo a la tradición ocultista, en los últimos siglos los escasos grandes iniciados que han llegado a conocer sus secretos, lo tuvieron en su poder por desgracia brevemente, pues todos ellos fallecieron en forma trágica, alevosamente asesinados, o desaparecidos misteriosamente para siempre.

Y además, es un libro condenado, porque dado el extraordinario poder de sus escritos herméticos, se dice que fue prohibido, perseguido su rastro y destruido por reyes, gobernantes y diversas congregaciones religiosas que veían en él un serio peligro para su fe y el ejercicio de la autoridad de sus dignatarios.

Como suele ocurrir, cuando se trata de acontecimientos y hombres extraordinarios que vivieron en los albores de la humanidad, de la cual no existen registros escritos minuciosos, la memoria colectiva, siempre imaginativa, crea historias y leyendas que los convierte en personajes ambivalentes que existen y no existen, que pertenecen tanto a la realidad como al mito, siendo el papel de los descubrimientos documentales y materiales de la arqueología, paleontología y otras ramas del saber, el recuperar y arrancarle sus secretos al nebuloso y pequeño mundo que se nos ha permitido conocer.

Así ha pasado con todos los personajes bíblicos y también del mundo de los dioses de la antigüedad clásica y con muchos textos y evidencias, cuya existencia ha quedado soterrada al conocimiento general por el implacable paso del tiempo. De cada nuevo descubrimiento arqueológico, de cada ciudad desenterrada, de cada papiro escrito en lenguas olvidadas, de cada jeroglífico codificado sometido a la luz de nuevas técnicas de descifrado documental, el hombre ha ido extendiendo su frontera de comprensión de cómo fue realmente el mundo de ayer.

Y sobre todo ha sido la curiosidad humana, ese profundo anhelo de llegar a la verdad absoluta, la que ha permitido desprendernos de dogmas y doctrinas interesados, que nos contaron una verdad disfrazada que poco a poco la verdadera ciencia y la investigación científica ha develado y desmitificado.
No obstante todos sabemos que hay preguntas y misterios sin respuesta. Nadie puede contestar que es y representa la Esfinge, esa mole de piedra del tamaño de un estadio de fútbol, ni la real edad y constructores de las Pirámides Egipcias y cientos de otras construcciones monumentales dispersas en todos los continentes. Ni siquiera las preguntas fundamentales de quiénes somos, de dónde venimos ni a dónde vamos.

Como ejemplo de lo afirmado está el hecho que se nos ha dicho que las pirámides egipcias son monumentos funerarios y la explicación de los historiadores es que estos gigantescos sepulcros fueron construidos para guardar los restos mortales de los faraones y así se enseña en textos de historia, en escuelas y universidades.

No obstante en ninguna de las 116 pirámides censadas en Egipto, nunca nadie ha encontrado momias ni vestigio de cadáver alguno. Por el contrario, éstas han sido ubicadas en otros lugares a veces bastante distantes de estas construcciones, en cámaras funerarias donde no solo se encuentra el cuerpo del dignatario sino su sarcófago y todo lo que atesoró en vida.
Por lo tanto las pirámides de Gizeh no fueron tumbas y la explicación de para qué fueron construidas se encuentra pendiente. Y si no fueron tumbas, estos recipientes parecidos a sarcófagos de granito encontrados en su interior, tampoco son ataúdes. Pueden ser solo sitios para recostarse y meditar o permanecer en su interior muchas horas u otro tipo de usos rituales o fines, que debieron ser muy importantes, porque fueron hechos expresamente de un tamaño más grande que los pasillos, de seguro para que no pudieran ser sacados de allí.

Quizás eran cámaras destinadas a conseguir un estado especial de conciencia o para recoger algún tipo de energía desarrollado en el tecnicismo de esta construcción piramidal, pero lo cierto es que estos receptáculos en sí no solo son un misterio del uso al que estaban destinados, sino que presentan un enigma científico hasta ahora insoluble, para establecer cómo y con qué tipo de herramientas, en una época en que apenas se conocía el bronce, fueron cortadas tan precisamente las cubiertas de estos cofres y se confeccionaron estas piezas de un solo bloque de duro granito, que no presenta junturas ni soldadura de ninguna especie.
Un enigma aparte se ha presentado al establecer sus medidas y proporciones matemáticas, que guardan datos astronómicos y biólogos de moderno significado, que era imposible estuviesen al alcance humano en aquellos tiempos.

Lo mismo ocurre con Toth, pues sus datos son controversiales y abarcan un gran trecho de la historia humana. Según la cronología egipcia de Manethón, sacerdote e historiador egipcio que vivió alrededor del año 222 A. de C., su época se denomina"Reino de los Dioses". Y dice de él que “ningún dios, después de Osiris, obtuvo un culto tan universal como este representante del arte y de la ciencia en los tiempos mitológicos.”. Se cree que vivió durante el reinado de Ninus, alrededor de 2270 años A. de C. y hay registros de su vida por los siguientes trescientos años, sin que esto quiera decir que tuvo esa longevidad, a pesar, como todos podemos establecer, que según la Biblia y el Corán, algunos de sus personajes mitológicos como Salomón, Noé y otros, superaron los novecientos años de vida.
Por lo que se puede interpretar que Thot fue un dios múltiple, sucesivamente adoptado de culturas anteriores por los egipcios bajo el nombre de Dyehuty y también Thot.
Luego fueron los griegos los que lo incorporaron a sus deidades como Hermes Trismegisto. Para los latinos fue Mercurio, para los indios Buda, para los sirios Gigón, para los judíos Henoch, para los galos Gwyón y para los árabes Idris, quién según los hagiógrafos y cronistas de los primeros tiempos de la Hégira Islámica, identificaron rápidamente a Hermes Trismegisto con este dios, el Nabí de las Suras, 19, 57, 21, 85, del Corán, a quien también los árabes identifican con Enoch (Génesis 5:18-30).

No olvidemos que según los musulmanes y el Islam, Alá ha enviado alrededor de 124 mil mensajeros, profetas o Nabí a través de todo el mundo a predicar la creencia en un solo Dios y el rechazo de la idolatría y el pecado. Los más respetados de entre ellos, por su fuerte compromiso con Dios a pesar de haber sufrido grandes sufrimientos son los profetas: Noé, Abraham, Moisés, Jesús y Mahoma.

En el culto egipcio de Osiris, Toth era el gran consejero; que presidía las ciencias y se le atribuían la totalidad de un conjunto de obras que contenían prácticamente todo el saber del antiguo Egipto.
Los griegos, discípulos de los egipcios, lo llamaban Hermes Trismegistus o Trinidad Suprema, o Mercurio Trismegisto, tres megas, esto es, "Tres Veces Gran Hermes",
Se atribuyó a Hermes la división del día en 24 horas, contrariando la tesis de que fueron los sumerios o los babilonios. Fue el primero en pregonar la existencia de un solo Dios creador del universo, siendo por tanto el primer monoteísta del mundo.
También se atribuye a Hermes el principio de metempsicosis, tesis que precedió por milenios a la actual religión kardecista, doctrina según la cual una misma alma puede animar sucesivamente cuerpos diversos: hombres, animales o vegetales. Es la teoría de la trasmigración del alma. Predica que cuando el cuerpo muere, el espíritu, animador de la carne, pasa a otro cuerpo de hombre o de animal. De ahí el respeto a la vida de todos los animales.

Sabios y filósofos de la antigüedad como Platón, Sócrates, Aristóteles y Pitágoras fueron iniciados en los secretos del Hermetismo, ciencia que fue cultivada durante la Edad Media bajo distintas denominaciones: ocultismo, esoterismo, iluminismo, magia, alquimia, astrología, cábala y varias otras, que influenciaron decisivamente casi todas las corrientes de pensamiento filosófico de la época. Sin embargo, bajo el nombre de hermetismo se designó particularmente a la parte teórica y filosófica de la alquimia medieval, según la cual existen íntimas y misteriosas relaciones entre todas las partes del universo visible e invisible. Según Platón, descubrió los números, la geometría, la astronomía y las letras.

El adjetivo “hermético” que se usa en el lenguaje común, cuyo significado tiene que ver con aquellas cosas o conocimientos que son secretos o no están permitidos para todo el mundo, o bien, usado para significar que algo está cerrado, que no tiene fisuras, proviene de su nombre, Hermes.
El diccionario dice al respecto: “que se cierra de tal modo que no deja pasar el aire u otros fluidos” Adj. Impenetrable, cerrado, aún tratándose de algo inmaterial.

Los masones activos (operativos) al escribir sus Antiguas Constituciones, obtuvieron sus conocimientos a través del famoso Polycronycon del monje Arnulfo Hidgeu, traducido en 1482, donde se menciona repetidas veces que el Manuscrito Cook, cuya fecha probable es de fines del siglo XV, ya era familiar a los escritores de las Constituciones anteriores

En todos los registros y manuscritos antiguos que contienen leyendas de la fraternidad, se hacía mención a Hermes Trismegistos como fundador de la Masonería. Así el Manuscrito de la Gran Logia de los Operativos, que data de 1632, afirma que "el grandioso Hermarino, que fue hijo de Cuby, hijo de Sem y nieto de Noé, fue identificado posteriormente como Hermes, padre de la sabiduría."

La leyenda menciona que El Libro de Thot fue quemado por primera vez por el Faraón Ramsés II, al descubrirse una conspiración contra su persona y sus consejeros, mediante artes mágicas sacadas de este libro. Esta historia está en el papiro de Turis, descifrado y publicado en Paris en 1868 y en él se cuenta que la represión del Faraón fue ejemplarizadora y terrible ya que cuarenta funcionarios y seis damas de la Corte fueron ejecutados y varios otros implicados se suicidaron antes de ser apresados.

Según las creencias egipcias, los dioses habían gobernado en el Antiguo Egipto antes que los faraones, civilizándolos con sus enseñanzas. En ellas, el dios egipcio Toth era el dios de la sabiduría y el patrón de los magos. También era el guardián y escribiente de los registros que contenían el conocimiento de los Dioses.

Thot figura en la mitología egipcia entre los ocho dioses primitivos anteriores a los doce dioses. Pasa por ser el inventor de las letras y de la astronomía.
El regente del saber oculto en Egipto era Toth. Y en Grecia Hermes es el patrono de la medicina, el comercio, el maestro de la mente y la iniciación y su simbolismo representa la unión de los 3 principios del ser humano. Espíritu, alma y cuerpo. Jámblico atribuye a Thot la paternidad de 20.000 escritos y según Clemente de Alejandría, produjo 42 volúmenes.

Para situarnos en el tiempo y en el espacio y analizar a Toth y sus enseñanzas, es preciso establecer a lo menos dos escenarios.
El primero, decir que de acuerdo a la documentación existente, cuando la civilización egipcia se encontraba en sus albores, ya existía el Libro de Thot, que posiblemente no era un libro propiamente tal, sino solo escritos borroneados en un papiro, seguramente copias de antiguas inscripciones en piedras, jeroglíficos grabados en columnas y antiguos templos, que pasaban de generación en generación, pero que eran considerados como un auxiliar invaluable por el Faraón y la poderosa casta sacerdotal, en virtud de los secretos de los diversos mundos que contenía y la capacidad de otorgar considerables poderes a sus tenedores, un poder que podía llegar a ser ilimitado.
Y segundo, es claro que debió existir una civilización prefaraónica, con un alto grado de conocimientos filosóficos, astronómicos, matemáticos y físicos, quienes fueron los constructores de las pirámides y los colosales monumentos, que en gran cantidad se encuentran en esta región, que indudablemente, no pudieron bajo ningún punto de vista, ser atribuidos a los egipcios que al igual que otros pueblos de la época, estaban en la fase de de aldeanos, cuya mayor actividad productiva estaba cifrada en el pastoreo de animales domésticos y que al decir de los historiadores se encontraban aún en estado primitivo.

¿Cómo se explica entonces que de pronto empezaron a construir edificios gigantescos, esculpir estatuas, fabricar obras de arte, utilizar la escritura, practicar la medicina y a demostrar que poseían enormes conocimientos científicos?.. ¿Qué fue lo que transformó a estas tribus nómades que vivían a orillas del Nilo en un estado altamente civilizado que duró más de 3.000 años?

Conviene recordar a este respecto, que 2.500 años A. de C. ya los egipcios conocían la escritura y confeccionaban libros y por lo tanto, estamos hablando fácilmente de 15 a 20 mil años antes de Cristo, pues las leyendas de ese entonces hablaban que justamente el mismo Thot era el inventor de la escritura y que como Dios de la escritura, era el inventor de todas las palabras, del lenguaje articulado, ya que míticamente, Thot (Dyehuty en egipcio), era virtualmente para todo el mundo antiguo una deidad reconocida a quien se representaba con cabeza de Ibis, el ave sagrada del Nilo, a causa de su gran sabiduría. Además de Dios de la escritura, lo fue de la música y símbolo de la Luna en la mitología egipcia.

No obstante la leyenda de la destrucción por el fuego de este libro por el Faraón Ramsés, sucede que al morir éste, su hijo Kaumás es depositario de sus bienes y entre ellos hereda el Verdadero Libro de Thot o Libro del Conocimiento Oculto, que enseñaba como descifrar y dominar los secretos de la tierra, el mar, el aire y los cuerpos celestes. Asimismo confería la facultad de asimilar el idioma de los animales, devolver la vida a los muertos y obrar sobre mentes distantes y cercanas.
Pero el nuevo Faraón Kaumás, por alguna razón misteriosa no logra soportar al Libro Maldito cerca suyo y decide destruirlo, obsesionándose de tal manera con esta idea que finalmente lo coloca en medio de una hoguera. Pero pronto se percató con espanto que ello resultaba imposible. El Libro era incombustible y al parecer existía una razón mágica para que así aconteciese. Entonces lo guarda en un lugar secreto, donde ni el mismo pudiera sacarlo fácilmente.
Pero había alguien que conocía el lugar exacto del escondite del Libro Prohibido. Un antiguo sacerdote de la Gran Pirámide conocía el secreto. Sabiendo que su vida tocaba a su fin y ya en su lecho de muerte hizo llamar a su discípulo predilecto NeferKa-Ptah, hijo de faraones, a quién le cuenta que El Libro de Toth se encontraba dentro de tres recipientes de varias toneladas de peso sumergido en las profundidades del río Nilo, el que además era vigilado por una serpiente de procedencia interplanetaria inmortal, puesta allí por “Los eternos Custodios”, a pedido de Kaumás. Le asegura que si se hace con este libro será el hombre más poderoso de la tierra.

Nefer-Ka-Ptah, en la imposibilidad de realizar el rescate solo, pidió ayuda a un sacerdote de Isis que era mago, quien le proporcionó (según reza el papiro de donde fue extraída esta historia) un aparato mágico para elevar objetos muy pesados. (¿una grúa hidráulica?)

Gracias a ello logró sacar del fondo del río la caja metálica que protegía el libro, que había reposado durante años en su líquido lecho y cortó la serpiente en dos, cuidando de destruir una de las dos mitades para que no se unieran nuevamente, formando así una nueva serpiente inmortal.

La leyenda dice que el faraón Kaumás se quitó la vida, por que no pudo soportar la enormidad de secretos que le fueron revelados. Uno de estos, muy preciado era un espejo mágico construido bajo las enseñanzas del Libro de Toth. Su particularidad era que no devolvía la imagen del que se miraba en él, sino solo de horrendas entidades, estando además imposibilitado de verse a si mismo en cualquier otro espejo corriente. Cuando fue encontrado muerto, el espejo reflejaba su rostro.

Toth se presento en Egipto procedente de un país situado más allá de donde se oculta el sol. Es decir, que vino del oeste, igual que otros dioses del firmamento Egipcio, el más grande de todos, Osiris..
Su nombre recuerda de manera sospechosa al God Anglosajón y al Gott Germánico, pero los estudiosos del tema no se ponen de acuerdo. Algunos creen que tiene un origen Atlante, otros de la lejana Hiperbórea, llamada Tierra de Thule en las tradiciones Escandinavas, que pudo estar entre Groenlandia e Islandia y que algunos autores identifican con la Gran Bretaña y no faltan los que afirman que arribó de un planeta ajeno al nuestro.
Otro dios egipcio que los griegos harían suyo fue Imhotep, quien realizó grandes cosas en Egipto. Además de ser, según se dice, el arquitecto de las primeras pirámides egipcias conocidas, que eran escalonadas y las levantó en la zona de Saqqarah, fue un médico genial. Poseía una técnica inigualable para realizar todo género de intervenciones quirúrgicas como la trepanación y las operaciones del corazón.
Un documento escrito en lengua copta hallado hace unos años en la ciudad de Alejandría informaba acerca de cierta operación médica realizada en tiempos de Djoser, faraón de la III Dinastía,. Un oficial de la guardia recibió un lanzazo en el corazón, pero Imhotep, utilizando una técnica sorprendente, realizó un trasplante de la víscera que devolvería la vida al militar.
Con justa razón sus contemporáneos lo consideraban poco menos que un Dios. Los griegos tomaron a Imhotep como modelo para crear a Esculapio, Dios de la medicina. El símbolo creado por Esculapio había pertenecido a Mercurio, pero en sus manos se convertiría en el símbolo de la profesión médica.
Dice la leyenda que Esculapio encontró un día en su camino a dos serpientes que luchaban furiosamente entre sí. Interpuso entre los dos reptiles su bastón y ambos se enroscaron al mismo hasta quedar inmóviles.
Así se formó el caduceo, que ha sido adoptado por todos los médicos del mundo occidental como su símbolo.

Sabemos hoy, que esta representación posee una asombrosa semejanza con la molécula en espiral del ácido desoxirribonucleico, más conocido como ADN, elemento primordial de la vida que rige la herencia biológica y cuya estructura es conocida desde hace unos pocos años nada más. ¿Se trata de una simple coincidencia el hecho de que el caduceo y la estructura de la molécula de ADN, tal como aparece en los tratados de biología, sean casi iguales? ¿Significa, por el contrario, que Imhotep sabía sobre medicina mucho más de lo que se suponía?
¿De dónde provenían estos extranjeros tan especiales, que llegaron a ser considerados dioses del mundo antiguo?

Más tarde, durante casi quinientos años de apogeo de la negrura medieval, los escritos de Hermes dominaron el pensamiento ilustrado de la sociedad. Todo mago, sacerdote, monje u hombre iluminado decía tener fragmentos de sus obras, ser su cultor o se declaraba seguidor de sus doctrinas.
Los libros de Hermes Trismegisto gozaron de gran autoridad durante los primeros siglos de la Iglesia. Los Doctores cristianos invocaban a menudo su testimonio junto con el de las Sibilas, que habían anunciado la venida de Cristo a los paganos, mientras que los Profetas la predecían a los hebreos: “Hermes –dice Lactancio- ha descubierto, no sé cómo, casi toda la verdad”. Se le consideraba como una especie de revelador inspirado y sus escritos pasaban por monumentos auténticos de la antigua teología de los egipcios.
Muchos aseguraban que siguiendo las instrucciones de este manual podía resucitarse a los muertos y hablar el lenguaje de los animales, penetrar en los mundos sobrenaturales y descifrar el secreto del funcionamiento de la tierra y las estrellas, así como crear el fabuloso espejo Ankh-en-maat, que descubría las intenciones negativas y pensamientos perniciosos de cada persona que se mirase en él.

Pronto esto disgustó a los celosos amos que se autoproclamaban guardadores de la fe y soberanos de la verdad y numerosos alquimistas y magos fueron a parar a la hoguera purificadora y estos escritos ocultistas fueron perseguidos con saña buscando su exterminio. La aberrante Iglesia inquisicional anunció una treintena de veces haber destruido total y completamente este libro maldito, pero una y otra vez aparecía una copia, trozos de antiguos escritos y leyendas incompletas, que también fueron requisadas.
Las últimas noticias de este texto se pierden en el siglo XVIII. Desde ese tiempo hasta nuestros días han pasado trescientos años de silencio, por lo que debemos creer que la sagrada inquisición cumplió también este objetivo de depredador de la cultura. Si el libro está en algún lugar, es en las secretas recámaras de la Biblioteca Vaticana.
Toth está íntimamente ligado al Tarot. Según aparece en “Los Libros Malditos” de Jacques Bergier, la historia de la difusión de los naipes del Tarot comienza en los albores del siglo XV con la contribución principalísima de La orden del Temple, quienes de alguna manera tuvieron acceso al ya famoso y temido Libro de Toth.

Ellos, en el afán de esquematizar la información reprodujeron en fichas las numerosas láminas que no comprendían, las mismas que hoy se conocen como Barajas de Tarot.
Según Christian Pitois, funcionario de la época de Napoleón III, estos Tarots encierran el verdadero conocimiento oculto del Libro de Thot.

El Tarot es denominado "la Clave Universal". Es una llave perdida de una cerradura encontrada. Eliphas Levy dice al respecto: "Era un alfabeto numeral y jeroglífico manifestado mediante caracteres y números una serie de ideas universales y absolutas; luego, una escala de diez números multiplicados por cuatro símbolos y unidos junto por doce figuras representando los doce signos del zodiaco, más cuatro genios, los de los cuatro puntos cardinales".
El nombre "Tarot" deriva de Thot y el esplendor, la gloria y el tecnicismo conservado en la civilización egipcia tiene como base las enseñanzas del Libro de Thot. Los estudiosos del tema indican que TARO-ROTA y ATOR son las cuatro letras del Tetragrammaton, que significa "nombre del Señor".

El Tetragrámaton, entre otros nombres es también llamado Pentagrama, signo que expresa la dominación del Espíritu sobre los elementos de la naturaleza.
Muchos se sorprenderán, pero este pentagrama no es sino la estrella de cinco puntas que todos conocemos. La misma que dicen que guió a los reyes magos hasta el establo de Belén, la que adorna el árbol de Pascua para la Navidad y está presente en la mayoría de las banderas del mundo, el cuál en esencia… es uno de los principales signos de la magia, en todos sus aspectos y por excelencia uno de los símbolos cabalísticos más completos y relevantes existentes.
De tal forma, que cuando ondean las banderas y se practican oficios religiosos o se veneran iconos y paramentos sagrados donde hay una estrella de cinco puntas, sin importar la nación donde ello ocurra, no se hace otra cosa que rendir homenaje a la memoria del Gran Dios Thot, el principal de todos los que han existido, el que entregó a los hombres los fundamentos civilizadores de la escritura, el arte y la cultura; el iniciador de la astronomía y las ciencias, el fundador de las artes mágicas, las religiones y la alquimia. El hombre que vino del oeste 19 siglos antes de Cristo y que insufló conocimientos cosmogónicos que no eran del dominio del pueblo egipcio, que hacen que sean conocidos como los constructores de las Pirámides y antes de la Gran Esfinge, civilización emergente de la que aún la humanidad está aprendiendo.