miércoles, 28 de enero de 2009

EL REINO DE LA ARAUCANIA Y PATAGONIA.

“Son de gestos robustos, desbarbados,
bien formados los cuerpos y crecidos,
espaldas grandes, pechos levantados,
recios miembros de nervios bien fornidos;
ágiles, desenvueltos, atrevidos,
duros en el trabajo, sufridores
de fríos mortales, hambres y calores.


Alonso de Ercilla, en La Araucana

Lo que vamos a exponer aquí no es una leyenda ni un cuento infantil sino que lamentablemente pertenece a parte de nuestra historia, a la historia real de Chile y de Argentina, en los tiempos en que la mayoría de los países ubicados en el cono sur de América se encontraban en plena gestación, con grandes luchas intestinas en donde todavía las ideas independentistas no poseían un claro desarrollo y en circunstancias muy difíciles para las nacientes naciones recién liberadas de la tutela española, en su legítima aspiración de encontrar su propio camino para convertirse en pueblos soberanos.
Cuando el siglo diecinueve estaba por expirar, uno de los más grandes desafíos a que se enfrentaba el Gobierno de Chile era la pacificación de la comarca, en particular porque las tribus aborígenes que lo poblaban desde hacía siglos se resistían a ser absorbidas por otra cultura y habían declarado la guerra contra el invasor de su hasta ese entonces indiscutido territorio, lo que impedía fijar los verdaderos límites en que se enmarcaría definitivamente la naciente República.
La etnia mapuche, (en mapudungún, gente de la tierra) asentada por siglos en su suelo natal, en lo que hoy son las provincias del sur de Chile, extendía también su habitat y dominio territorial a las pampas patagónicas, donde paralelamente coexistían otras etnias indígenas, que migraban buscando mejores pastos para su ganado, caza y condiciones climáticas más amables para vivir.

En ese contexto y en la inmensidad de la Patagonia, territorio virgen aún no reclamado por nación alguna, actualmente territorio argentino y en la región llamada de la Araucanía o Arauco en Chile, existió un auténtico reino de características similares a los europeos, de cuya ocurrencia no hay señales en los textos escolares y del cual las autoridades gubernamentales han sido muy cuidadosas de minimizar, pero que no obstante los archivos históricos recogen y reconocen con el nombre del REINO DE LA ARAUCANIA Y PATAGONIA.

Pero antes de fijar nuestra mirada en los acontecimientos que hicieron posible su existencia, tenemos que tener claridad que los Mapuches llevaban más de tres siglos combatiendo a los conquistadores españoles en la llamada Guerra de Arauco, a los que nunca dejaron penetrar en su territorio, y luego siguieron oponiéndose tenazmente a la colonización y avance de los primeros mestizos y chilenos, que eran también potencialmente sus enemigos declarados. Básicamente porque éstos al igual que los primeros, arrebataban su territorio, los despojaban de su cultura y los perseguían como bandoleros, fenómeno éste que era calcado por el Gobierno argentino, que no veía con buenos ojos a ninguna de las tribus indígenas que ocupaban franjas de tierra sobre los cuales esta Nación tenía puestos sus ojos expansionistas.

Es importante entonces mencionar aquí, que antes España, agotados sus esfuerzos por domeñar a los mapuches, que el poema épico de Alonso de Ercilla y Zúñiga ya había bautizado como araucanos, reconoció la independencia de la Nación Mapuche el 6 de enero de 1641 en el tratado de Killín o Quillín, fijándose como frontera entre las dos naciones, el río Bío-Bío. Se daba entonces el antecedente que la más poderosa potencia del planeta, en aras de la paz y luego de siglos de una guerra colonialista estéril y sangrienta, capitulaba ante su propia impotencia y renunciaba a sus designios de conquistar los territorios mas allá de la frontera establecida, frontera impuesta por los mapuches y ratificada por España y reconocida luego una y otra vez por el Gobierno de Chile. Por lo tanto, todas las tierras más allá del Bío Bío, eran suelo del Pueblo Mapuche.

En 1862, ratificando estos acuerdos, el Estado chileno firmó el Tratado de Tapiweh con la Nación Mapuche, en el cual se ratificó que la frontera natural entre estos dos pueblos sería el río Bío Bío, pero desde los primeros años Chile estableció dispositivos acordes con su política colonizadora que tendría como consecuencia la continuación de una guerra brutal a todo lo largo del siglo diecinueve.

Para las noveles Repúblicas de Chile y Argentina, la invasión y toma de posesión de tierras mapuches significaba lisa y llanamente la incorporación a su territorio de vastas extensiones geográficas con amplio potencial de explotación de riquezas naturales, la solución a sus constantes enfrentamientos por diferencias limítrofes con estos indígenas y la consolidación definitiva de sus líneas fronterizas. A su vez, potenciaban de manera importante las zonas de siembras de trigo en el caso chileno y la crianza de ganado lanar en el caso de Argentina, que constituían en esa época, a la altura de 1858, los productos exportables que sostenían la economía de estas naciones.

En cambio para el Pueblo Mapuche la invasión republicana invasora de estos dos países que actuaban al unísono, implicaba la pérdida de su indiscutida soberanía de las tierras de sus antepasados, el saqueo de sus bienes y riquezas, el desmoronamiento de sus estructuras de poder, ver diezmada considerablemente su población y el sometimiento a un ordenamiento legal que les asignaba un nuevo status, no ya como orgullosa raza libre y altiva sino como indígenas, condición subalterna que implicaba incorporación forzosa a un sistema distinto de vida, de cultura, religión, lengua, reproducción y costumbres familiares, lo que les aseguraba una nula participación en la vida ciudadana y la discriminación por parte de aquellos que ahora decidirían sus destinos. Los mapuches ya no serían la cabeza del león, sino la cola del ratón y ya no serían más araucanos o mapuches, sino chilenos.

En aquel climax arribó al puerto de Coquimbo el ciudadano francés Orélie Antoine de Tounens, joven romántico y emprendedor de indudable espíritu aventurero, abogado de profesión, quien vendiendo parte de sus posesiones, con las dificultades de viaje existentes en ese tiempo venía impulsado por el vehemente deseo de conocer personalmente la realidad de esta gesta única en el mundo de esta raza indomable resistiendo por siglos encarnizadas luchas contra cuatro naciones, el imperio inca, los conquistadores españoles, el Gobierno de Chile y el de Argentina. Además, en Europa se aprecia y admira que la Independencia Nacional del Pueblo Mapuche ocurre más de un siglo antes de la primera Constitución Democrática del mundo(1776) y de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del ciudadano (1789).

Pero dejaremos este relato al señor R. Marhikewun, recopilador de la tradición mapuche, perteneciente al Centro de Documentación Mapuche-Inglaterra, descendiente de esta etnia y fervoroso cultor de la historia no contada de su pueblo, quién en el Boletín Aukiñ No. 13, de esa organización nos dice: (Más antecedentes en http://www.mapuche-nation.org/espanol/indice.htm

“En 1858 llegó a Chile un ciudadano francés, quien atraído por la valiente y heroica resistencia del Pueblo Mapuche, en la defensa de su soberanía y autodeterminación (resistencia conocida en Europa); se trasladó al territorio Mapuche (entonces independiente) y quedó fascinado de la historia, hospitalidad y el carácter apacible de su gente. Rápidamente se integró en su sociedad, aprendió el mapu-dugún (idioma mapuche), vistió, usó el poncho y hasta se dejó crecer el cabello al estilo Mapuche, comió y compartió en el hogar de los Toqui (jefes máximos) y los Lonko (jefes locales), logrando conquistar la confianza, el respeto y el cariño de las autoridades máximas de nuestro pueblo.
En su condición de abogado y conocedor de la diplomacia occidental, asesoró a los más respetables Toqui de la época, Kilapan y Calfucura -entre otros- sobre la forma mas eficaz de negociar con las autoridades chilenas y argentinas, que entonces confabulaban la ocupación definitiva del territorio Mapuche. Su nombre, Antoine de Tounens; consecuente como pocos, demostró lealtad, tanto en la teoría como en la práctica y fue un fiel y seguro aliado de la Nación Mapuche. Con el visto bueno y participación activa de los Toqui y Lonko (nuestras autoridades) sentó las bases de un reinado que culminó el 17 de noviembre de 1860, con la aprobación de una Constitución que dió origen a dicho Reinado en la Araucanía y Patagonia. Parte del documento que se emitió, señala:

"Considerando que la Araucanía no depende de ningún otro Estado, que se halla dividido por tribus y que un Gobierno Central es reclamado tanto en interés particular como en el orden general; decretamos lo que sigue:
ARTICULO 1: Una monarquía constitucional y hereditaria se funda en la Araucanía; el Principe Orélie Antoine de Tounens es designado Rey.
Además la Constitución contemplaba la creación de: Un Consejo del Reino, Ministerios, un Cuerpo Legislativo nominado por sufragio universal, un Consejo de Estado encargado de redactar los proyectos de ley, etc. También se garantizaba en ella, el respeto como derechos naturales y civiles; las libertades individuales y la igualdad ante la ley. El Toqui Kilapan fue nombrado Ministro de Guerra, Montril, Ministro de Relaciones Exteriores; Quilahueque, Ministro del Interior; Calfouchan de Justicia; Marihual de Agricultura, ademas de los Lonkos Lemunao, Huenchuman, Magnuil, Huentecol, entre otros, quienes participaron activamente en la creación del Reinado.
Cuando los criollos chilenos y argentinos veían con beneplácito los preparativos del Ejercito para ocupar por la fuerza de las armas la Araucanía y Patagonia, Orélie Antoine se preparaba para la defensa, luchó junto a los mapuches y los defendió públicamente. Argumentaba con justa razón que la independencia de Chile y de Argentina no afectaba la soberanía territorial de la Araucanía y la Patagonia, pues estos eran territorios independientes antes y lo eran entonces, al mismo tiempo que denunciaba ante la opinión pública nacional e internacional el cobarde genocidio que los estados chilenos y argentino preparaban contra la nación Mapuche.
Las autoridades y medios de comunicacion criollos lo tildaban de "loco", de "aventurero", de un "chiflado", " iluminado", etc.y los historiadores, antropólogos, sociólogos, acorde y a perpetuidad continúan hoy repitiendo la misma "pieza desentonada", en un vano intento de desacreditar el real alcance del evento histórico y su implicancia jurídica, en las normas del derecho internacional. ¿Es que podemos honestamente suponer algo distinto? Me parece una ingenuidad asumir que los winkas (criollos) injuriasen y gratuítamente persiguieran a un "loco", especialmente si se toma en cuenta que la campaña contra él partía de altas esferas de ambos gobiernos, me parece dudoso que el Coronel Cornelio Saavedra (el "Roca" chileno)
ofreciera recompensa al que lo matase, con dinero de su bolsillo.
La visión positiva sobre el mapuche, su cultura y sociedad por Orélie Antoine, rompía con los estereotipos creados por la sociedad opresora; estereotipos necesarios pues justificaría el genocidio que se preparaba contra nuestro pueblo, que luego les traería generosas recompensas. Había que deshacerse del "intruso", después de todo no podía ser "normal" (se convencían así mismos), un "blanco", reivindicando los derechos de los "salvajes" de los "bárbaros"; en la mente cuadrada de los criollos constituía absolutamente una "anormalidad, una aberración, una "locura". El siguiente es un fragmento de una publicación que diariamente vertía veneno racista y pedía la pronta ocupación del territorio Mapuche que nos ilustra el carácter histérico y rabioso de la prensa chilena de la época que en nada puede envidiar a la Bonaerense; el 24 de mayo de 1859 el diario "El Mercurio" de Valparaíso escribía: "El Araucano de hoy es tan limitado, astuto, feroz y cobarde al mismo tiempo, ingrato y vengativo, como su progenitor del tiempo de Ercilla; vive, come y bebe licor con exceso como antes; no han imitado, ni inventado nada desde entonces, a excepción de la asimilación ... del caballo, que singularmente ha favorecido y desarrollado sus costumbres salvajes".


El Rey Orelie Antoine, protegido por los mapuches evadió una muerte segura, hasta que finalmente en enero de 1862 fue tomado prisionero por Cornelio Saavedra. El proceso lo convirtieron en un "show publicitario" barato, fue insultado y vejado, el "caso" era presentado por la civilizada sociedad criolla, como el “gran chiste del año.”
Durante el interrogatorio Orelie Antoine, puso en jaque a jueces y médicos siquiatras (al parecer no era tan loco) que habían llevado para reforzar su basura propagandista simulando un examen del estado mental del acusado. Encarcelado y posteriormente expulsado de Chile, la entrada en ambos estados le fue prohibida, a pesar de ello entra tres veces, su último viaje lo hace en 1876.
El Rey Orélie Antoine 1º, muere ostentando esa alta embestidura en Perigord su tierra natal, el 17 de septiembre de 1878. Su Reinado fue reconocido por numerosos Gobiernos y Monarquías de Europa y el mundo. Su deceso significó para la nación Mapuche una gran pérdida, el Rey Orélie Antoine fue sin duda, un gran aliado y fiel amigo de nuestro pueblo en los momentos mas cruciales de su existencia como nación independiente y en víspera del más víl e inhumano genocidio que conoce la historia americana, que en nombre de la "civilización" y el"progreso”, se cometiera contra nuestra nación.
La memoria del Rey Orelie Antoine, deberá ocupar un lugar destacado en los anales de nuestra historia aun no escrita. A su muerte, lo sucedió, pasando a ocupar el trono del Reino en el exilio, Su Majestad el Rey Achile 1º . Hoy a poco mas de un siglo de su muerte, el Príncipe Philippe D'Araucanía y Patagonia, mantiene viva la tradición de sus ancestros. Con profundo respeto, cariño y admiración por la capacidad de sobrevivencia de la nación Mapuche, solidariza y en la medida de sus posibilidades contribuye en la causa humana y común por un futuro de justicia y libertad para nuestro pueblo.

El Tribunal de Instancia de París reconocio al Príncipe Philippe 1º, por Sentencia del 4 de junio de 1971, como el legítimo sucesor con categoría de Alteza Real, al Trono de la Araucanía y la Patagonia en el exilio.
Referencias: Archivo Centro de Documentación Mapuche-Inglaterra.-


En un ligero resúmen vemos que el Reino de la Araucanía y Patagonia duró entre 1860 y1878 habiendo sido fundado el 17 de noviembre de 1860. El 20 de noviembre del mismo año el Reino anexó toda la Patagonia.
En enero de 1862, Orélie Antoine de Tounens fue capturado por el Gobierno de Chile y enviado a un manicomio antes de ser deportado a Francia.
La campaña de la invasión Argentina ocurre entre 1879 -1881.
El rey volvio a su territorio en los años 1869, 1874 y 1876 falleciendo el 17 de septiembre de 1878.
Un mes más tarde Argentina por Por ley del 11 de octubre de 1878 creó la Gobernación de la Patagonia al mando del coronel Alvaro Barros con jurisdicción en todos los territorios fuera de las provincias hasta el cabo de Hornos.
Se puede decir que aunque de forma desorganizada el Reino de la Araucanía y Patagonia existió real y legalmente de 1860 a 1878 pero fue invadido por la Argentina en el año 1878. Como muestra el mapa 1879, Argentina toma el norte de la Patagonia luego de haber invadido a sangre y fuego los territorios de la Nación Guaycurú y otros pueblos aborígenes del norte en 1876. Efectivamente, en el año 1881 Argentina toma toda la Patagonia, invadiendo no solo el Reino sino a la Naciones: Mapuche, Pampa, Tehuelche, Pehuenche y Ranquel, eliminando los últimos bastiones de la Nación Het o Querandíe emparentados con los Charrúas o Chonik Orientales.

Este triste episodio constituye un verdadero "genocidio" contra estas naciones indígenas, ya que sin atender al compromiso de los acuerdos y tratados, hizo posible que la invasión por fuerzas de ejércitos regulares, el saqueo y la persecución cultural, religiosa e ideológica permitiera a la Argentina y Chile anexionar sin piedad los territorios de la naciones libres y soberanas del Reino de la Patagonia.

Los cálculos más conservadores señalan que las guerras de ocupación europea en Sudamérica en contra de sus habitantes primigenios, así como aquellas ocurridas durante la colonización y florecimiento de nuevos estados, produjo la muerte de SESENTA MILLONES DE INDIGENAS.

domingo, 4 de enero de 2009

Sal si Puedes, el Reino de la Patagonia y la Masacre de Nepalpí, ejemplos de barbarie en el cono sur de América.

“Cuando vinieron,
ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra.
Y nos dijeron: cierren los ojos y recen.
Cuando abrimos los ojos,
nosotros teníamos la Biblia y ellos tenían la tierra.

Marici Weu (Guardianes de la tierra) Pueblo Mapuche

De todos los procederes vergonzosos y sangrientos protagonizados por la sociedad humana, sobresale sin duda alguna desde el principio de los tiempos el afán de exterminio sobre los pueblos originarios de territo- rios conquistados por potencias foráneas.
Y foráneos fueron los conquistadores españoles, portugueses ingleses, americanos y una variopinta de países del mundo entero, que protagonizaron episodios que por su naturaleza salvaje e inhumana, rayana en la locura homicida, marcaron la conducta, que no ha variado mucho, del trato que se ha dispensado sin excepciones a los habitantes primigenios de todos los continentes.

Y como si ello no bastase, la barbarie se contagió a los prohombres conductores de los países nacientes, a sus hijos ilustres, a sus próceres, manchando a la sociedad de esa época, a su clase política, al clero evangelizador y a los aventureros de ilimitada ambición que entraron a los territorios conquistados a sangre y fuego, para imponer otra cultura, nuevas leyes, distintos usos y costumbres y que vinieron para quedarse con todo, sin repartir migajas.

Es lo que ocurrió en Uruguay, cuando su sociedad daba los primeros pasos para convertirse en una República independiente, que como casi todas en el América del Sur de entonces, se zafaba del dominio español, pero se quedaba con los problemas internos y uno de ellos, quizás el más apremiante era domeñar a las tribus originarias para que abandonaran la peregrina y absurda idea que todo les pertenecía : los animales salvajes, cazar en el bosque, recoger los frutos de la floresta y pescar los peces en los arroyos, el escoger donde pernoctar y atravesar a campo traviesa con sus tolderías sin respetar las vallas y los hitos que delimitaban “la propiedad privada” y del Estado que se habían agenciado los nuevos colonos, en especial el loteo de las mejores tierras, antes ocupadas por estas tribus desde tiempos inmemoriales, pero que ahora, dado el nuevo orden, ya eran propiedad del país naciente y de quienes le servían, los caudillos, el clero, los generales, los negociantes y la parentela de la clase política.

Los indios Charrúas, una etnia de cazadores nómades que durante siglos se había desarrollado en el área y que se movía en la zona geográfica colindante a lo que hoy constituye soberanía de Brasil, Uruguay y Argentina eran los pobladores originales del territorio. No solo eran los más numerosos, sino que también quienes mayormente se resistían a las huestes colonizadoras, que colocaba banderas en sus tierras señoriales, poniendo empalizadas y muros allí donde antes solo existían sendas de caza.
Otros grupos indígenas, como los guaraníes, se habían doblegado tempranamente al conquistador y luego a los independentistas y eran utilizados por el ejército como sirvientes y carne de cañón a cambio del usufructo del botín de guerra y ya la historia había registrado numerosas matanzas de charrúas a manos de esta combinación de fuerzas, donde estos aborígenes habían masacrado y pasado a cuchillo poblados enteros de niños y mujeres, por lo que naturalmente eran enemigos declarados del pueblo Charrúa, lo que implicaba que ésta poderosa etnia no tenía aliados y luchaba solitaria contra el invasor y el resto de la población tribal.


Como en la llamada Batalla del Yi en 1702, en que alrededor de dos mil guaraníes, después de matar alrededor de doscientos guerreros charrúas, apresaron más de quinientos sujetos, entre mujeres, ancianos y niños y los condujeron a “las misiones”. Allí “los tapes”, guaraníes que vivían en estas misiones, azuzados por las autoridades y los jesuitas de quienes dependían, se lanzaron como fieras sedientas de sangre sobre sus víctimas sin dejar sobrevivientes.

Los Charrúas eran pues personas non gratas para los españoles, el resto de razas indígenas y los colonos y claramente eran sindicados como los responsables de todo tipo de tropelías y delitos que afectaban a la incipiente población uruguaya.
Por ello, el propio primer Presidente de la República , General Fructuoso Rivera, de acuerdo con los miembros de su gobierno, decidió inaugurar su gestión realizando un castigo ejemplarizador. Para tal efecto se planificó cuidadosamente una trampa. Se trataba de hablar con los Jefes de las Tribus y citarlos a una Cumbre de Conversaciones para plantearles una operación de robo de ganado en gran escala en territorio brasileño, donde se les ofrecería pingües ganancias y protección oficial, quedando estable que esta masiva reunión pacífica de todas las tribus con los máximos representantes del Gobierno se efectuaría en la Puntas del Queguay, en los potreros del arroyo SALSIPUEDES el 11 de Abril de 1831. Uno de los requerimientos era que este encuentro debía ser sin armas, las que quedarían a buen recaudo en un sitio determinado, dado que habría comida y bebidas alcohólicas en el festejo. Los anfitriones serían el propio Presidente de la República, General Rivera y su sobrino el Coronel Bernabé Rivera, a cargo de las tropas. Por los Charrúas sus principales Caciques llamados Polidoro, Rondeau, Brown, Juan Pedro y Venado.

Singular -mente pocos riachuelos del mundo ostentan un nombre tan amenaza - dor y lúgubre como el de SALSIPUEDES, arroyo ubicado a unos 300 kilómetros al norte de Montevideo. No obstante éste del Uruguay, de muy triste fama, reúne el paradigma de hacerse eco de su nombre al servir de sitio perfecto para una maquiavélica emboscada y teñirse un día de sangre aborigen en tal proporción que hizo crecer desmesuradamente su cauce llevándose consigo para siempre, más bien haciendo desaparecer de la faz de la tierra, una etnia aborigen completa, la raza de los Charrúas.
Para mejor comprensión, de este vergonzante y cobarde acaecimiento, gestado en la cúpula ejecutiva del Gobierno y llevado a cabo personalmente por el Presidente de la Nación, nos remitimos a la versión de Eduardo Acevedo Díaz, según apuntes del Brigadier General Antonio Díaz, (abuelo del anterior) donde da cuenta del episodio:

“[ ...pero, el Presidente Rivera llamaba en voz alta de “amigo” a Venado y reía con él marchando un poco lejos; y el Coronel que nunca les había mentido, brindaba a Polidoro con un chife de aguardiente en prueba de cordial compañerismo. En presencia de tales agasajos, la hueste avanzó hasta el lugar señalado, y a un ademán del cacique todos los mocetones echaron pie a tierra. Apenas el general Rivera, cuya astucia se igualaba a su serenidad y flema, hubo observado el movimiento, dirigióse hacia Venado, diciéndole con calma: “Empréstame tu cuchillo para picar tabaco”. El cacique desnudó el que llevaba en la cintura y se lo dio en silencio. Al cogerlo, Rivera sacó una pistola e hizo fuego sobre Venado. Era la señal de la matanza. El cacique, que advirtió con tiempo la acción, tendióse sobre el cuello de su caballo dando un grito. La bala se perdió en el espacio. Venado partió a escape hacia los suyos. Entonces la horda se arremolinó y cada charrúa corrió a tomar un caballo. Pocos sin embargo lo consiguieron, en medio del espantoso tumulto que se produjo instantáneamente. El escuadrón desarmado de Luna, se lanzó veloz sobre las lanzas y algunas tercerolas de los indios, apoderándose de su mayor parte y arrojando al suelo bajo el tropel varios hombres. El segundo regimiento buscó su alineación a retaguardia en batalla con el Coronel Rivera (Bernabé, sobrino del presidente) a su frente; y los demás escuadrones, formando una grande herradura, estrecharon el círculo y picaron espuelas al grito de “carguen”. Bajo aquella avalancha de aceros y aun de balas, la horda se revolvió desesperada cayendo uno tras otro sus mocetones más escogidos. El archicacique Venado, herido por muchas lanzas, fue derribado en el centro de la feroz refriega. Polidoro sufrió la misma suerte. Otros quedaron boca abajo, con el rejón clavado en los pulmones. En algunos cuellos bronceados y macizos se ensañó el filo de las dagas, pues no había sido en vano el toque sin cuartel; y al golpe repetido de los sables sobre el duro cráneo indígena, puede decirse que voló envuelta en sangre la pluma del ñandú, símbolo de la libertad salvaje. No fueron pocos los que se defendieron arrebatando las armas a las propias manos de sus victimarios. El teniente Máximo Obes y ocho o diez soldados pagaron con sus vidas en ese sitio la inhumana resolución del general Rivera. El Cacique Perú al romper herido el círculo de hierro, le gritó al pasar “Mirá Frutos (apelativo de Fructuoso Rivera) tus soldados, matando amigos”]…

Importa resaltar que este ataque traicionero resultó en la muerte de a lo menos quinientos charrúas entre hombres, mujeres y niños, a pesar que algunos autores aseguran que fueron más de mil y que los sobrevivientes, fueron hechos prisioneros y llevados a pie, encadenados uno al otro y con las manos atadas a la espalda a casi trescientos kilómetros de distancia hasta la ciudad de Montevideo. José Ellauri, Ministro de Gobierno del General Rivera fue el encargado de repartirlos, bien entre amigos que no tenían como comprar esclavos o entre los capitanes de barco surtos en el puerto. El mismo, reservó para sí dos indios jóvenes. Quién recibía una india joven, debía también aceptar a una vieja y no se admitían devoluciones. Así terminaron los charrúas. Con este genocidio se acababa su etnia, su lengua, su modo de vida. No obstante, esto no significó su extinción, pero si su desaparición como pueblo cultural.

Aquí reproducimos algunos párrafos del largo Parte Oficial del combate de Salsipuedes del día 2 de abril de 1831 emitido por el Cuartel General justificando esta acción.

“Después de agotados todos los recursos de prudencia y humanidad, frustrados cuantos medios de templanza, conciliación y dádivas pudieran imaginarse para atraer la obediencia y la vida tranquila y regular de las indómitas tribus de los charrúas, poseedoras desde una edad remota de la más bella porción del territorio de la República; y deseoso por otra parte el Presidente General en Jefe de hacer compatible su existencia con la sujeción en que han debido conservarse para afianzar la obra difícil de la tranquilidad general… […neutralizados por el desenfreno y la malicia criminal de estas hordas salvajes y degradadas. En tal estado y siendo ya ridículo y efímero ejercitar por más tiempo la tolerancia y el sufrimiento, cuando por otra parte sus recientes y horribles crímenes exigían un ejemplar y severo castigo, se decidió a poner en ejecución el único medio que ya restaba, de sujetarlos por la fuerza. Más los salvajes, o temerosos o alucinados, empeñaron una resistencia armada que fue preciso combatir del mismo modo….[ Fueron en consecuencia atacados y destruidos, quedando en el campo más de cuarenta cadáveres enemigos, y el resto con trescientas o más almas en poder de la División de Operaciones. Los muy pocos que han podido evadirse…. [son vívamente perseguidos por diversas partidas que se han despachado en su alcance y es de esperarse que sean destruidos también si no salvan las fronteras del Estado. En esta empresa, como ya tuvo el sentimiento de anunciarlo el Eximo. Gobierno, el Cuerpo ha sufrido la enorme y dolorosa pérdida del bizarro joven Teniente D. Maximiliano Bes, que como un valiente sacrificó sus días a su deber y a su patria; siendo heridos a la vez el distinguido Teniente Coronel D. Gregorio Salvado y los Capitanes D. Gregorio Berdum, D. Francisco Estevan Benítez y seis soldados más…


De los prisioneros sobrevivientes, un pequeño gupo fue enviado a Francia para "ser estudiados". La idea aceptada por el gobierno, provino de Francisco Curel, Director del Colegio Oriental de Montevideo. Los elegidos fueron tres hombres y una mujer, Senaqué, Tacuabé, Vaimaca Perú y Guyunusa, esposa de Tacuabé.

Allí fueron exhibidos por varias temporadas en el Museo del Hombre de París, como ejemplares de una raza exótica en extinción.
Guyunusa tuvo una hija y su padre Tacuabé logró escapar con ella, perdiéndose su rastro. El cacique Vaimaca fue a su muerte momificado y siguió siendo exhibido.

El día 16 de Julio de 2002, ante el clamor popular, fueron finalmente repatriados sus restos, llegando a la ciudad de Montevideo-

El cacique Vaimaca acompañó en su lucha por la independencia del Uruguay al máximo prócer nacional José Artigas.

El Diario El País, en su versión digital del 23 de febrero de 2008, titulaba una columna escrita por César Bianchi que rezaba: EL DIFICIL DESCANSO DE VIAMACA PERU.

Su primer párrafo indicaba:

"Vaya si ha dado que hablar el cacique Vaimaca Perú (1780-1833), en lo que va de este siglo. Desde su repatriación al Uruguay en 2002, previsto por ley en septiembre de 2000 como urgencia nacional, sus restos han levantado una polémica que continúa hasta la actualidad. Tal como lo quisieron los legisladores, descansa en el Panteón Nacional del Cementerio Central, al lado de prohombres de la vida social y política del país como José E. Rodó, Eduardo Acevedo o Juan Zorrilla de San Martín..."