domingo, 11 de mayo de 2008

El Mítico Mundo de cada día. Sobre los seres prodigiosos inventados por el hombre.

¿Crees en brujos Garay? NO, no creo porque es pecado ¡ pero que los hay, LOS HAY!

En algún lugar de nuestra anatomía sino de nuestro cerebro aún no precisado por la ciencia, y/o según algunos, quizas en nuestro espíritu o alma, que tampoco se sabe donde se aloja, encontramos un fenómeno absolutamente contractual y positivamente vigente desde los albores mismos de la humanidad y que es, esa capacidad sorprendente del hombre para allegar a su monótona existencia prodigiosos entes, fabulosas criaturas, ángeles y demonios y desde luego dioses, semidioses y otras divinidades y entidades mágicas que por supuesto viven su vida colateralmente en forma invisible para el ojo humano, en lugares paradisíacos o de locura demoníaca perfectamente descritos por algunos audaces del sofisma, que no solo poseen nuestras mismas virtudes y defectos, sino que fueron según se deduce, quienes nos inculcaron estos antivalores como la envidia, la hipocresía, la traición, la venganza, el engaño, la mentira, y los instintos y trasgresiones más primarias que son frecuentes en la conducta humana.

La importancia de estos seres mitológicos y su sorprendente desarrollo paralelo junto al hombre, enquistados en sus leyendas y folklore, en sus credos, en su música y literatura, no puede pasar desapercibido para nadie. No obstante tampoco nadie osa desmitificarlos, borrarlos como falsedades que son de la imaginería popular o prohibir su proliferación.

Por el contrario, es bien aceptado que vengan más, siempre más como el Papá Noel de los mercaderes y otros espantos cuya data de vida es prácticamente reciente y que atiborran la bitácora de la historia, confundiendo la realidad con la irrealidad, la razón con la sinrazón, convirtiéndonos a todos y cada uno de nosotros en ciudadanos de dos mundos, que como ya lo hemos dicho antes, configuran las dos realidades en que se desenvuelve la vida en nuestro planeta, la vida real y aquella producto de nuestra fantasía, dándose el paradigma que muchas veces, creemos más en estas cosas de nuestra imaginería, que en los hechos contingentes del día a día
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Entre las primeras manifestaciones conocidas en el universo de la mitología está la griega, donde primero aparecen Los Entes, como Ërebo, hijo del Caos que entre los griegos personifica a las tinieblas, Nicte, la noche y el mismo Caos que es la personificación del vacío y primer ente que da lugar a todos los demás seres y que en el lenguaje moderno sería el Dios, el primer Dios. El Padre de todos los dioses.

Después nos encontramos con los primeros seres mitológicos. Estos son personificaciones de la naturaleza, como Urano, el cielo y Gea, la tierra que forman la primera pareja en el "trono divino".
Urano es en realidad la Personificación del Cielo, elemento masculino y fecundante de la Tierra. Hijo de Gea (Tierra) su prole es numerosa: Es también el Padre de los Titanes, los Hecatonquiros, de los Cícoples, Furias, Ninfas y de Afrodita, entre otros.

Hay seis titanes: Océano, Ceo, Crío, Hiparión, Jápeto y Cronos. Y seis titánides, Tía, Temis, Mnemóside, Febe, Tetis y Rea.
Cronos y Rea destronan a sus padres y forman la segunda pareja en el trono. Esta unión incestuosa da lugar a la primera generación de dioses olímpicos. Estos son: Zeus, Poseidón, Hades, Deméter, Hestia y Hera.

Como no podía dejar de ser en estos dioses de condiciones tan humanas y dado el poco ético ejemplo familiar, los hermanos Zeus y Hera consagran también una unión incestuosa, derrocan a sus progenitores y se instalan definitivamente en el trono divino.

Aún existe una segunda generación de "Olímpicos" compuesta por Atenea, Apolo, Artemisa, Ares, Hermes y Hefesto.

Después, como todos sabemos, cada cultura tuvo sus propios seres mitológicos, sus dioses y sus demonios con sus respectivas cortes celestiales y demoníacas, sus hombres santos, sus vírgenes y sus apóstoles, enviados del cielo y representantes de alguno de ellos. Y detrás, como personajes de segunda y tercera línea, y yo diría de algunos que hasta de cuarta y quinta categoría, una variopinta legión de criaturas y engendros, en las que el vulgo creyó y santificó en forma parecida a como hizo con estos dioses a imagen y semejanza del hombre y en las que, aunque parezca increíble, aún hoy día millones de seres consideran mecenas, encomiendan su vida, creen firmemente en sus poderes divinos, temen o depositan en ellos su confianza, elevan súplicas y piden protección, sino el perdón de los pecados.

Dioses han existido siempre, en todas las épocas y para todos los gustos. La historia nos dice que no le costó mucho a los hombres crearlos. Ya estaba en la naturaleza humana la predisposición para aceptarlos y no era difícil para la gente primitiva y sumergida en un mundo de pobreza e ignorancia, adorar todo aquello que los protegía, daba alimentos y abrigaba. Ahí estaba la maravilla del Sol, el Dios Sol. La misma Tierra, la diosa Tierra y el aire que permite la vida. Era lógico que fueran los primeros dioses y luego los planetas y todo aquello que se moviese y estuviese fuera del conocimiento alcanzado.

Luego vinieron otros dioses, tantos que debieron fundirse sus doctrinas, encontrar similitudes para que no resultase bochornoso esta abundancia de seres divinos.

Aún así aún no se logra un consenso mundial entre los creyentes y distintos credos para que se reconozca solo un Dios común para toda la raza humana. Disputan esta hegemonía cuatro o cinco, algunos más crueles que otros, con dogmas que han provocado la mayor parte de las muertes sangrientas en el planeta y que aglomeran fanáticos de distinta naturaleza. Algunos para conducir su religión enmarcada por las paredes de sus templos hasta aquellos más fundamentalistas que quieren involucrar a su divinidad en todos los aspectos de la vida humana y que son capaces de matar a sus detractores para hacer prevalecer sus cultos

Resulta curioso comprobar, por decir lo menos, que estos fervorosos creyentes de los actuales dioses, no se hayan detenido a pensar que los Dioses del Olimpo eran venerados 2.000 o más años antes de Cristo y otros como Atón, Ormuz el Dios Persa, Brahamán el Dios Indio, el Dios creador chino Shung Ti, Sidarta Gautama, Alá y cualquier otro que quiera nombrarse. Y que fueron cientos de generaciones en el planeta los que creían en ellos a pies juntillas. Después vinieron muchos otros dioses, miles, cientos de miles, reemplazándose unos a otros en una seguidilla interminable hasta llegar, en un proceso paulatino de eliminación, al concepto monoteista.

También la morada de estas divinidades ha traído no pocas controversias y especulaciones. Lo dioses olímpicos no tuvieron grandes problemas. Tenían su reino en el Monte Olimpo, majestuosa montaña, la más alta de Grecia donde los antiguos creían estaban los castillos de sus deidades comandados por el impredecible Zeus. Los dioses más recientes fueron ubicados por los sumos sacerdotes y dignatarios de las religiones modernas en el cielo. Ello resultaba algo ambiguo, pero era convincente porque el espacio exterior era totalmente desconocido por el hombre. El problema vino con la exploración espacial, el conocimiento del sistema planetario y los viajes espaciales. Menudo lío para algunos credos, que situaban a sus dioses allá arriba cerca de las estrellas, contiguo al purgatorio y un poco más acá del infierno.

Hoy nadie quiere hablar de este tema, el cielo prometido es solo otro misterio. Los creyentes deben creer que existe. ¿Dónde?. No importa, pero por ahí debe estar, cerca de alguna galaxia, tal vez en la inmensidad de un agujero negro, quien puede saberlo.

En la actualidad las cinco religiones más importantes del mundo podría decirse que son el Judaísmo, el Islamismo, el Cristianismo, el Hinduismo y el Budismo. Por supuesto existen muchas más como el Confucianismo, el Shintoismo, el Taoismo, el Zoroastrismo, entre otras.
En un resumen apretado, que no pretende ser un estudio, importa destacar que para los judíos lo más sagrado está contenido en La Torá, el antiguo Testamento de la Biblia cristiana, en particular los Diez Mandamientos que Moisés promulgó al pueblo, lo que les da una forma de vivir en paz con Yahvé, su Dios. Esta religión monoteísta es muy estricta y mística y acepta como verdad sagrada el cien por ciento de esta parte de las escrituras. El Mito judío es que Dios creó todo lo que hay en el universo incluyendo la Tierra y todo lo que existe en ella. Otro mito asegura que Yahvé escogió a Israel para ser su pueblo. También les ofreció la Tierra Prometida y lo Selló con su Alianza.

Para los islamistas las enseñanzas de Mahoma y las formas de vida, como los 5 pilares que se muestran en el Corán son cosa sagrada : Un solo Dios, 5 oraciones diarias a distintas horas del día, limosna, en especial para los viejos de la comunidad que lo necesiten, ayuno a manera de rito y peregrinar a La Meca a lo menos una vez en la vida.
El Mito del Islam es que Mahoma fue llamado por Alá para retransmitir su mensaje a los hombres. Alá es el único Dios y Mahoma es su profeta.

El Cristianismo es en verdad una forma genérica de clasificar a los seguidores de Cristo. Hay que distinguir entre aquellos que como los católicos veneran imágenes e iconos de santos y los protestantes, calvinistas, luteranos, anglicanos y otras sectas que rechazan tal adoración.
El catolicismo tiene muy pocas cosas inéditas, en general utiliza la mayor parte de las doctrinas que se encuentran en el judaísmo. Su base de sustentación son las enseñanzas que transmitió Jesús a sus seguidores y discípulos y lo que establecen las sagradas escrituras. Tienen una poderosa jerarquía eclesiástica y distintos niveles sacerdotales presididos por el Papa, cabeza visible de la Iglesia.
El Mito cristiano dice que Dios creo todo lo que está en el universo, le dio vida a los humanos y que Dios Padre envió a su hijo Jesús a la tierra para redimir con su sacrificio los pecados del hombre. También, que Dios escogió a Israel para su pueblo.

Para el Hinduismo toda vida es sagrada, sean animales o humanos. Ello hace que no consuman algunos elementos de animales. Le dan gran importancia al equilibrio entre lo bueno y lo malo para conseguir la paz espiritual necesaria, dejando los karmas en el pasado. Sin credo ni fundador, sin sistema moral escrito ni fecha de nacimiento segura, el Hinduísmo más que una religión es el sistema de vida indio desde hace varios milenios.

El Mito de esta religión es que todo lo que está en el universo tiene un Dios que lo creó, que cuida de ello y que espera que lo adoren.
Creen en la reencarnación. Piensan que la vida humana tiene cliclos que la hacen reencarnar varias veces hasta alcanzar el estado perfecto de paz absoluta.
El Hinduismo es una religión politeísta, tiene millones de dioses. Cada cosa tiene un Dios y cada Dios tiene cultos y templos propios. Hay dioses más importantes y poderosos que otros, como Visnú, que creó el universo.

El Budismo es una mezcla de las ideas de Siddhartha Gautama o Buda, “el Iluminado” y la religión hinduista, que era la mayoritaria en ese tiempo, cuyo problema básico consiste en suprimir la causa del dolor mediante la aniquilación del deseo. Buda recogió varios ideales hinduistas aunque también refutó gran parte de ellos. Originariamente, el budismo no pretendió ser más que un método de vida, y su creador no se arrogó un origen sobrenatural ni exigió a sus discípulos culto alguno a su persona. Doscientos años después de la muerte del reformador, el budismo modificó su doctrina en este punto e impuso la veneración de Buda, con ritos formales y oraciones. Creía Buda que la vida es inseparable del dolor

Para ellos son sagradas las enseñanzas de Buda, en particular "Las Cuatro Verdades Excelentes" que explican la vida. El ideal es llevar una vida sana buscando siempre mejorar el ámbito espiritual, sin dejar que la codicia llene nuestras vidas.
Aunque tienen como el hinduismo prácticas como el Nirvana o el Karma no hay un dios definido, solo adoran a Buda por su gran inteligencia y por sus enseñanzas.

Otra cuestión común en este universo invisible y fantástico son las representaciones y temores que inspira el demonio, llamado el maligno o simplemente diablo, criatura de dudosa reputación y peores antecedentes que al parecer en el principio de los tiempos fue la mano derecha del Dios, quien bajo el nombre de Lucifer desafió el poder del creador siendo expulsado del paraíso. Ignoramos si otras religiones tienen sus demonios propios o éste es privativo para el dogma cristiano o si también es una leyenda copiada de la mitología griega o judía.

A todas luces, este angel malacatoso era sumamente poderoso ya que se llevó consigo una legión de colegas y fundó otro sitio también ubicado en un lugar misterioso, sino el cielo quizás el centro de la tierra, al que bautizó según se dice con el sugestivo nombre de Infierno o Averno, no tenemos la fuente exacta de tales aseveraciones, pero entendemos que en este lugar aterrizan irremediablemente todos aquellos que no van al cielo o no pasan el test del purgatorio.
Curiosamente se dice que este lugar es muy caluroso y que es facil ser consumido por las llamas en medio de inenarrables tormentos. Esto es raro, ya que se supone que lo que llega de nosotros los mortales, sea al cielo, el purgatorio o este infierno es solo espíritu y esta aseveración doctrinal del dogma católico cuando asegura la existencia del infierno, nos trae la primicia que cualquiera sea la materia de que está compuesta el alma o espíritu, se trata de un material combustible.

También la muerte, tan trágica y atemorizante ha sido caricaturizada y su imagen es mundialmente conocida como La Parca, sobrenombre de la muerte, como lo son la huesuda, la calaca y la pelona.

La verdad es que las Parcas o Fatum de la mitología romana son el equivalente de
Las Moiras, seres pertenecientes a la mitología griega y son tres: Cloto, Láquesis y Atropos, "la que hila", "la que asigna el destino" y "la inflexible". Son la personificación del destino y su misión en el horizonte mitológico griego, es la de asignar el destino a los seres que nacen, deparándoles suertes y desgracias.

Como diosas del destino velan porque el sino de cada cual se cumpla, incluyendo el de los propios dioses. Asisten al nacimiento de cada ser, hilan su destino y predicen su futuro. Se las representaba como tres mujeres de aspecto severo: Cloto, con una rueca; Laquesis, con una pluma o un mundo y Átropos, con una balanza.

En los orígenes del mito estos espíritus estaban relacionados con el nacimiento. Ya que en el momento del nacimiento decidían cuál iba ser la vida del nacido, predestinaban sus actos y el momento de su muerte.

Posteriormente el mito evolucionó a la forma que conocemos de las tres hermanas. El destino era determinado mediante un hilo de lana blanca o dorada, para los momentos de felicidad, o de lana negra, para los momentos de dolor. La más joven, Cloto, preside el momento del nacimiento y lleva el ovillo de lana con el que va hilando el destino de los hombres; la segunda en edad, Láquesis, enrolla el hilo en un carrete y dirige el curso de la vida y la anciana Átropos, la propia Parca, coge del carrete el hilo de la vida y lo corta con sus tijeras de oro, sin respetar la edad, la riqueza, el poder, ni ninguna prerrogativa, y así ésta llega inevitablemente a su fin.