lunes, 21 de abril de 2008

LA CIVILIZACION AMURALLADA, Parte 2

"El hombre es el único animal que tropieza con la misma piedra"

En la Historia de la Humanidad no ha sido infrecuente que una guerra concluya con discrepancias entre aliados. A pesar de ello, lo sucedido a partir de 1945 revistió una especial significación porque se trató de una discrepancia sustancial, imposible de superar a pesar de que se hubiera combatido codo con codo en los años previos.
Incluso cuando los aliados habían conseguido ponerse de acuerdo en los términos respecto a sus objetivos de guerra -cosa que no siempre sucedió- acabó por descubrirse que las palabras no significaban lo mismo. Se trataba de una "paz belicosa", términos aparentemente incompatibles, pero también explicables. "La guerra mundial" era improbable porque la bomba nuclear la convertía en tal, pero la "verdadera paz" era imposible porque la distancia ideológica entre las dos superpotencias era irreconciliable.

La ruptura, al final, en un plazo muy corto de tiempo fue absoluta y total. El enfrentamiento que había marcado las relaciones internacionales desde el fin de la segunda guerra mundial, va a terminar de una forma que nadie se hubiera atrevido a pronosticar unos años antes por el derrumbe y desintegración de uno de los contendientes. La URSS hizo muchos esfuerzos por mantener el régimen comunista, pero en 1985 el país no pudo evitar entrar en una profunda crisis, donde el gobierno planteó la necesidad de un cambio de política hacia la distensión con EEUU. A este proceso de reestructuración de la economía soviética se le denominó Perestroika.

El fin de la “guerra fría” y la desaparición de la Unión Soviética son dos fenómenos paralelos que cambiarán radicalmente el mundo. Pero a pesar del gran caos postguerra existe la ilusión que todo cambiará. Los más optimistas confían en que después de tanto desastre los gobiernos buscarán fórmulas para que la aberración de la guerra no exista nunca más. La apertura inter países y la teoría de la globalización que pretende borrar todo tipo de fronteras entre las naciones es la gran esperanza y todos confían en que no solo se evitarán las guerras, sino que desaparecerán los muros de la verguenza, se distenderán los diálogos belicosos y el terrorismo rebajará su diapasón. La promesa de un mundo nuevo, más fraterno y solidario es el pronóstico que la humanidad espera para el tercer Milenio.

No obstante la vivencia de una conflagración mundial que afectó a varias generaciones, hoy en pleno siglo 21, asistimos - algunos espantados - y otros impávidos como si estuviésemos en un cómodo anfiteatro universal, a una incesante creación de conflictos bélicos, invasiones terrritoriales por fuerzas de ocupación y nuevos muros vergonzantes en todo el mundo.

China instaló una zona de seguridad en las proximidades de Corea del Norte ante el temor de una avalancha de refugiados. La frontera tiene 1,400 kilómetros de extensión y ahora hace algo parecido con el Tibet, país invadido y masacrado por sus tropas, cometiéndose un atroz genocidio y etnocidio contra el pueblo tibetano, que en gran parte debió exiliarse juntamente con su líder el Dalai Lama.

Técnicamente, Corea del Norte y Corea del Sur continúan en guerra, pues el enfrentamiento entre 1950 y 1953 terminó en un armisticio que aún se mantiene, aunque nunca se firmó un acuerdo de paz.
La Guerra de Corea ocurrió entre el 25 de junio de 1950 y el 27 de julio de 1953. Fue un conflicto entre Corea del Norte (comunista) y Corea del Sur (capitalista). A la vez, fue una guerra no oficial entre Estados Unidos y la URSS. Los principales combatientes en esta guerra fueron: las repúblicas de Corea del Norte y China por un lado, quienes contaban con entre 1.040.000 y 2.500.000 combatientes, y Corea del Sur con ayuda de Estados Unidos, Australia, Canadá, Reino Unido, y otras naciones bajo el mando de Estados Unidos, quienes tenían entre 930.000 y 1.100.000 soldados a su mando. La Unión Soviética también suministró, consejeros militares y pilotos de combate, así como armamento a las tropas chinas y norcoreanas. Corea fue una colonia japonesa de 1910 a finales de la Segunda Guerra Mundial en 1945. Los Aliados acordaron que las fuerzas Japonesas en la península de Corea (al norte del paralelo 38) se rendirían a las tropas de la URSS, y al sur de este paralelo, a las de los Estados Unidos. Los aliados prometieron que Corea sería un país unificado independiente, pero sin concretar ningún detalle.

La guerra de Corea dividió la península en dos partes y a partir de la Conferencia de Ginebra de 1954 la situación quedó oficializada 600.000 civiles coreanos y entre 1.500.000 y 3.800.000 soldados chinos y norcoreanos murieron en el bando comunista, mientras que entre 900.000 y 1.800.000 combatientes aliados fallecieron. La guerra dejó a la península dividida permanentemente en un guarnecido estado comunista pro-soviético en Corea del Norte, que no ha logrado un gran desarrollo y uno capitalista pro-estadounidense en Corea del Sur donde se aprecia su modernización.

Las tropas de EEUU aún permanecen en la frontera actualmente, así como un gran número de coreanos. Esta es la frontera más fuertemente defendida en el mundo. Era una guerra sin vencedores, ambas partes habían perdido. En la actualidad, la zona está en un estado de alerta debido al programa nuclear norcoreano.

Corea está dividida desde el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, cuando Washington y Moscú se repartieron la colonia del derrotado imperio japonés.

La vieja disputa entre la Comunidad Chipriota y Griega es de nunca acabar. La isla está dividida entre el sur griego y el norte turco por un muro rodeado de minas y patrullado por tropas de la ONU.
Tailandia proyecta levantar un cierre estanco entre su sur musulmán y Malasia del norte. España protege con alambradas sus enclaves marroquíes en Ceuta y Melilla. Estas vallas, ubicadas en la parte norte de Marruecos fueron financiadas por la Unión Europea estando en principio conformadas por una doble muralla paralela de tres metros de alto, alambre de púas, cámaras de vigilancia y detectores de movimientos, pero luego del asalto masivo de que fueron objeto hace más de un año por parte de los inmigrantes africanos que intentaban ingresar a España, el gobierno de Luis RodrÍguez Zapatero dobló su altura hasta los seis metros.
En Portadown y Londonderry, Irlanda del Norte, una cincuentena de líneas de paz separan todavía hoy a católicos y protestantes. En todo el orbe los muros convierten a hermanos en enemigos, dividen países y culturas y ponen a unos contra otros en una nación, comunidad o grupo étnico. Este insensato contagio que más parece pánico no tiene trazas de finalizar.

El cierre de seguridad que separa Israel de Cisjordania tendrá 730 kilómetros. Este sofisticado muro de la vergüenza ha recibido la condena de la opinión pública mundial y ha sido declarado ilegal por la Corte Internacional de Justicia de la Haya, pero el Gobierno de Ehud Olmert parece no inmutarse en su implacable acción demoledora de ciudades y exterminio de civiles. Solo parece interesado en que esta barrera sea infranqueable para los terroristas palestinos.

El otro muro vergonzante que construye la Administración Bush se encuentra en plena ejecución y el Congreso americano aprobó un presupuesto de hasta 9.000 millones de dólares para construir 1.123 kilómetros de sólido hormigón que cruzará California, Nuevo México, Arizona y Texas con el claro objetivo de impedir a los espaldas mojadas cruzar el río Bravo y controlar así el flujo de inmigrantes que está convirtiendo amplias zonas de Estados Unidos en territorio hispano. Lo curioso es que no hay ninguna medida restrictiva para el intenso comercio existente en el área, solo para los indocumentados.

El último censo aterrorizó a las capas conservadoras y nacionalistas gringas. De los 30 millones de extranjeros presentes en su sociedad, la mitad son latinoamericanos y el otro cincuenta por ciento, en su mayoría mexicanos, llega desde el vecino sur.

La gran diferencia existente en esta frontera con respecto a otras, es la presencia de los Minutemen, sujetos fanáticos nacionalistas y además voluntarios, lo que significa ociosos y xenófobos, quienes conforman patrullas de vigilancia, quienes juran que en caso de que el gobierno no cierre la frontera, ellos lo harán.

La mayoría de estos individuos son veteranos de guerra que dicen estar cansados de ver como las autoridades fronterizas no tienen los suficientes medios para proteger los 3.200 Km. de frontera que separan México de los Estados Unidos y han decidido crear una especie de grupos paramilitares, cuyo objetivo es salvar a la madre patria.

El nombre de los Minutemen viene de la época de la independencia de los Estados Unidos. Los milicianos americanos que vigilaban la costa de Boston recibían el nombre de Minutemen (hombres minuto) porque en el momento que divisaban a los chaquetas rojas inglesas en el horizonte sólo tardaban un minuto en preparase para la batalla. Los Minutemen de aquellos tiempos eran unos auténticos patriotas, ya que eran los primeros en arriesgar su vida para impedir la entrada del invasor. Los Minutemen actuales se creen lo mismo. Piensan que son unos héroes nacionales por perseguir con sus fusiles a los inmigrantes que, después de varios días de camino por el desierto, intentan saltar el muro entre las dos Américas.

La actividad de estos sujetos, bajo la mirada pasiva del gobierno, ha sido en gran parte responsable del salvajismo incivilizado en el trato de aquellos que son sorprendidos atravesando el área. En el último año la estadística revela que han sido más de quinientos los asesinados a a mansalva por estos grupos, sin contar los cientos de torturados, expoliados y ultrajados impunemente por estos antisociales.

Pero no todos los estadounidenses piensan que los Minutemen del siglo XXI son unos héroes nacionales. Miles de ciudadanos americanos comprometidos con los derechos humanos de los inmigrantes también se han organizado en las zonas fronterizas de California, Nuevo México y Texas para hacerle el trabajo imposible a los Minutemen. ¿Quién lo diría? La frontera que cruza el desierto entre Estados Unidos y México está ahora llena de actividad. Se trata de un espectáculo único en el mundo que raya lo ridículo, pero que demuestra la esquizofrenia existente en la zona. Primero están los jeep patrulla del Border Patrol, la guardia fronteriza federal, cuya misión es proteger la frontera de intrusos y traficantes. Después están los coches de los paramilitares que intentan cazar algún inmigrante ilegal. Delante de ellos, o al lado, o detrás, están los grupos pro derechos humanos que intentan desviar la atención de los Minutemen con insultos de todo tipo y bailando con focos de luces al son de un Techno estridente. Y en medio de todo este jaleo están los inmigrantes ilegales que, en principio, no dan crédito a lo que ven, pero que no pierden el tiempo y aprovechan el caos para desaparecer en la oscuridad del desierto.

También en el Medio Oriente los americanos y su obnubilado Presidente trabajan sin descanso en conseguir su propósito de evitar su inminente derrota en Irak. Los asesores más astutos del Pentágono ven como su última oportunidad de reducir la resistencia del pueblo iraquí, a esta salvaje ocupación militar, el levantar muros que compartimenten la ciudad para que sus cientos de miles de soldados puedan controlar esos sectores. Para ello están cercando barriadas y comunidades que no han podido ser tomados por asalto por sus tropas regulares y paramilitares.

Ya lo han hecho en el distrito bagdadí de Adamiya, que hoy semeja una gran prisión al aire libre, cercada por enormes bloques de hormigón que se instalan a un ritmo de 2.000 por semana. El Ejército norteamericano va más lejos: está vallando 10 de los distritos más violentos de Bagdad y empleando tecnología biométrica para comprobar la identidad de algunos de sus residentes. Lo llaman "comunidades cerradas".

Las tropas estadounidenses, equipadas con escáneres biométricos, podrán crear un censo de habitantes al tener sus huellas dactilares y datos del iris del ojo. Son 10 los distritos destinados a convertirse en zonas cerradas, dijo el general John Campbell, número dos del Ejército en Irak. Muros similares existen en Faluya, al oeste de Bagdad, y en Tal Afar, en el norte de Irak. Los militares sostienen que han tenido éxito en esas ciudades. No es la primera vez que se utiliza el sistema. En Vietnam, fracasó.

¿Creen acaso estos estrategas de la muerte, que encerrando entre muros a la gente dominarán el clamor de la mayoría de la población que las encuestas ponderan en un porcentaje superior al 80 por ciento, que rechaza esta ocupación militar?

Arabia Saudita construye un muro de concreto de seis metros de altura a lo largo de su frontera de 900 kilómetros con Irak, para “impedir el ingreso de terroristas, contrabandistas, traficantes de armas e inmigrantes ilegales”. La obra incluirá un muro doble con 135 accesos controlados electrónicamente, sensores ultravioleta para detectar intrusos situados sobre sus bordes, sensores subterráneos para detectar ondas radiales y alambrados de púas a lo largo de su frontera con Omán, con los mismos objetivos.
En 1990, India comenzó en1990 la construcción de un muro de 550 kilómetros que la separa de Cachemira, con la intención de proteger a la nación de ataques de milicianos paquistaníes. La valla, tuvo un costo de 3 mil 700 millones de dólares y está compuesta por una doble cerca de alambre de púas de casi cuatro metros de altura. Para hacerla aún más inexpugnable, India instaló mil quinientos kilómetros de cables electrificados.

Egipto ha comenzado a levantar un muro de hormigón a lo largo de los 12 kilómetros de linde con la franja de Gaza, en una medida preventiva para evitar nuevos intentos palestinos de reventar la frontera. El nuevo muro, de tres metros de altura, estará equipado con torres de vigilancia para controlar cualquier movimiento en ambos lados de la frontera y evitar un éxodo como el que tuvo lugar en enero pasado, cuando cientos de miles de palestinos cruzaron durante dos semanas el paso de Rafah después de haber hecho explotar el muro.

El Muro de Marruecos. Este nuevo Muro de la Vergüenza, la mayor construcción humana después de la Gran Muralla China, divide en dos el Sahara Occidental.
Una profunda herida de más de 2.700 kilómetros atraviesa el desierto, una gran barrera que separa a las familias saharauis. Este crimen contra la Humanidad sigue desafiando al mundo con sus minas, su alambre de espinos, sus fosos, armas, municiones y soldados, ante la indiferencia de la Comunidad Internacional.
El 14 de noviembre de 1975 el territorio del Sáhara Occidental fue cedido por España a Marruecos y Mauritania por medio del llamado Acuerdo Tripartito, al que distintos dictámenes de Naciones Unidas no reconocen validez alguna.

Un muro al que el escritor uruguayo Eduardo Galeano describe de la siguiente manera: “Y nada, nada de nada, se habla del Muro de Marruecos, que desde hace 20 años perpetúa la ocupación marroquí del Sáhara occidental. Este muro, minado de punta y de punta a punta vigilado por miles de soldados, mide 60 veces más que el Muro de Berlín”.

Estamos en presencia de un contraste brutal. Los muros de la guerra fría eran para no dejar salir. Los de la globalización son para no dejar entrar.
Erigir estos muros monumentales constituye ni más ni menos que el reconocimiento del fracaso de la inteligencia . Esconder el problema, dilatarlo, meter las pelusas bajo la alfombra no soluciona nada...

¡Cómo hacer entender a nuestros líderes mundiales, a los gobiernos, a las organizaciones internacionales y a sus funcionarios, que la globalización que se hace necesaria en un mundo emergente, solidario y humanista como el que se busca, solo lo encontraremos en una sociedad donde no existan estos muros malditos sino solo puertas para entrar y salir tantas veces como se quiera…!

Vivimos días de crisis, éstos muros no son sino grandes miedos, grandes cobardías. Miedo del poderoso a perder su poder, miedo al pensamiento ilustrado, a la solidaridad humana, a la libertad y a la justicia.
Tantos miedos, tantos muros….

Hay que terminar con estas bardas infames y hacer murallas de paz. A este respecto, me sumo al gran mensaje de la canción del Grupo Quilapayún, compuesta en base a los versos del poeta cubano Nicolás Guillén, que dicen:

"Para hacer esta muralla tráiganme todas las manos / los negros, sus manos negras / los blancos, sus blancas manos. // Una muralla que vaya / desde la playa hasta el monte / desde el monte hasta la playa, / allá sobre el horizonte..."

Abramos la muralla a la paloma y al laurel. Al corazón del amigo. Al mirto y la yerbabuena. Al ruiseñor en la flor.

Hay que cerrar la Muralla “al sable del coronel, al diente de la serpiente, al veneno y al puñal...”


martes, 15 de abril de 2008

LA CIVILIZACION AMURALLADA, Parte 1

“Los hombres construimos demasiados muros y no suficientes puertas”
Isaac Newton, matemático y físico británico (1642-1727)

Quizás una de las mas relevantes características de la raza humana ha sido y sigue siendo esa salvaje costumbre, que deviene probablemente de algún atávico complejo ancestral, de crear divisiones, barreras, muros y fronteras entre lo que consideramos nuestra propiedad y aquello que deseamos excluir, alejar o apartar de nuestras vidas, sea para protegernos, imponernos o defendernos.

Donde quiera que uno fije su atención, hay cercos, murallas, rejas y muretes.
Incluso más allá de lo que alcanza nuestra visión están las fronteras y los límites territoriales, que a porfía de no existir materialmente son líneas imaginarias, parámetros artificiales, hitos o complicadas ecuaciones dimensionadas por la locura humana para prolongar su aislamiento y acotar sus dominios sea en el aire, los mares, el espacio exterior, las cimas o las profundidades del planeta.

Y como si ello no bastase, también ponemos barreras en nuestras elucubraciones cerebrales, en nuestros credos, en la creación intelectual y en nuestros actos, que sin duda no solo son reminiscencia de estos enclaves opresores que encuadran y determinan nuestra conducta, sino más bien constituyen una prolongación ilimitada de estas entelequias que desborda posiblemente todos y cada uno de nuestros espacios interiores, la mente, el espíritu y sus vericuetos, con una persistencia que nos atosiga y acompaña hasta el final de la existencia, aquella encerrada por álamos viejos y cipreses centenarios que rodean y ensombrecen nuestra última morada, sitiada desde luego por los muros y fantasmas que moldean nuestra tumba.

Quizás sea por ello que es tan difícil hablar de libertad, de vuelos elevados, de creación propia y de mentes abiertas a las nuevas ideas, quimeras todas que tienen como freno sus propias fronteras, donde campea el prejuicio, el cinismo, la mojigatería, la ambición y la mentira solapada, exponentes claros de la vileza de la naturaleza humana. ¡Cómo podríamos hacerlo, si en verdad todos somos prisioneros tras nuestras propias utopías e irrealidades que nos hacen pensar que así como no existe el hombre feliz tampoco existe el hombre libre!

Todo a nuestro alrededor son divisiones y murallas. Nuestras casas, nuestros vehículos, nuestras calles, nuestros edificios, nuestros pensamientos, nuestras obras y nuestro hábitat no pasan de ser la recreación de nuestro gran mundo amurallado y compartimentado.

Cerramos los ojos y quedamos encerrados en nuestro mundo interior, reclusos en la esfera del pensamiento propio, ciegos, explorando senderos inconexos que no conducen a parte alguna, obligados a salirnos de la rutina que marca nuestra incapacidad de ver cosas nuevas, de escaparnos como decía Buzz Lightyear, el juguete espacial de Toy Story cuando con su grito de guerra y mirando a lo alto nos interpela ir siempre “Al infinito y más allá”.

Nadie sabe cuál o dónde estuvo el primer muro, pero suponemos que fue el cerco que protegió a la tribu de las fieras salvajes, las rumas de piedras que fijaron las primeras demarcaciones de la propiedad privada y la losa de laja que tapió la caverna.

Muros ha habido siempre. Desde la más lejana antigüedad el hombre marcó la tierra de cicatrices levantando barreras que hoy son recordadas como monumentos a la opresión, como La Muralla de Adriano entre los años 122 y 132 por orden del emperador Antonino para defender el territorio Britanio sometido a Roma, de las belicosas tribus de los Pictos, que con el tiempo llegaría a ser Escocia y que tenía una extensión de 117 kilómetros, un grosor de 3,5 metro y 4,5 metros de alto.
La Muralla de Teodosio, murallas defensivas que rodeaban la ciudad de Constantinopla. Este conjunto de muros se mantuvo inexpugnable durante diez siglos y resistió numerosos asaltos, hasta 1453, cuando finalmente los otomanos tuvieron éxito. El Muro de Danevirke en la frontera germano-danesa en el sur de la península de Jutlandia, durante la Guerra de Los Ducados en 1864.

Londres tiene uno, construido para defender los puertos del Río Támesis en el Siglo XIII. En Francia está el Muro del Atlántico, en Roma los Muros Aurelianos, que se derrumban tras mil 800 años, y por supuesto están las célebres Murallas del Kremlin en Moscú. Grecia está llena de Muros: ahí están los Muros de Falerón, en las afueras de Atenas, el Muro del Pireo y el Muro de Temístocles. Alemania no se queda atrás, con el Muro Rhaetian Limes, y hasta la pacífica Suiza tiene sus Muros de Basel, que rodean la ciudad.

Asia y Africa están plagadas de Muros, desde el de Anastasio en Turquía, pasando por supuesto por la Gran Muralla de Gorgan en Irán. Para no ser menos, Ucrania tiene el Muro de la Serpiente y no se queda atrás el Muro de los Lamentos en Jerusalén, sin contar los míticos Muros de Jericó.

En Perú está el Muro de la ciudad de Lima, y en México del Sur, Hernán Cortés construyó un muro para separar sus propiedades en Coyoacán de las de Diego de Alvarado. Ese aún existe y ahora divide las delegaciones de Coyoacán y Alvaro Obregón.

En Praga está el Muro de Lennon, donde los fanáticos del fallecido Beattle le ponen poemas desde hace dos décadas, y en cambio en París está el Muro de los Comunes, donde 147 combatientes de la Comuna de París, primer experimento socialista en la historia moderna en 1871, fueron fusilados y arrojados a una fosa común. Hace contraste con el Muro de Beijing, que sirvió de "foro de la democracia" durante el movimiento de opinión en China durante 1978-79, que se llenó de críticas contra el régimen, pero donde sin embargo no fusilaron a nadie. Adolfo Hitler en Alemania, rodeó de alambradas los guetos para confinar a millones judíos y enemigos del nazismo, en un claro ejemplo de racismo y segregación.

Belfast, en Irlanda del Norte, tiene sus Muros llamados "líneas de paz", que según la versión oficial sirven para "prevenir la violencia entre protestantes y católicos", y en Zihuatanejo, en la Playa de Las Gatas, todavía quedan restos de la muralla submarina que construyó el Rey Tanganxoan II, conocido por los Tarascos como Emperador Tzitzipandácuri.
Están la Línea Molotov, fortificación entre la Unión Soviética y Alemania en 1941, que ni siquiera estaba terminada cuando los nazis la invadieron, y la Línea Maginot en Francia, que se levantó en 1930 en la frontera noreste francesa para proteger al país de una posible invasión alemana, que tenía el defecto de dejar desamparada la frontera belga. De hecho, el ejército alemán simplemente esquivó el obstáculo en Mayo de 1940 y en cinco días invadieron Francia. Alemania por su parte, frente a la enemiga Línea Maginot, entre 1936 y 1940, construyó la línea de fortificaciones, llamada Línea Sigfrido, que aguantó en pie hasta principios de 1945.

Pero, el más importante de todos los Muros que nos legó la antigüedad es sin duda La Gran Muralla China, edificada a lo largo de 1500 años a partir del siglo III antes de Cristo por distintas dinastías cuya construcción costo la vida a millares de esclavos cuyos cadáveres formaron parte del material usado en sus cimientos y que se extiende por 7.300 kilómetros de este a oeste y cuyo principal objetivo fue atajar las invasiones y ataque de Los Hunos, las salvajes tribus nómades de Manchuria y Mongolia. Hoy, esta fantástica construcción que todavía cubre unos 6.400 kilómetros sigue siendo considerada como una de las siete maravillas del mundo moderno, estableciéndose desde 1987 por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.

Después, casi todos los muros que han plagado la tierra constituyen lo que bien se ha bautizado como Los Muros de la Vergüenza, que son también del odio, del miedo, de la humillación, del abuso y la impotencia, llamados así, por el consenso generalizado de los pueblos, que han comprobado con vergüenza ajena, a través de varias generaciones, como la clase gobernante se ha equivocado invariablemente, al crear estas odiosas alambradas primitivas que no hacen sino retrotraer a esta civilización desde el siglo que se vive, hasta los oscuros inicios de la barbarie donde el hombre apenas se distinguía de las fieras salvajes.

Así nació el llamado Muro de Berlín, el más representativo de todos, el más incomprensible, el más tortuoso e hipócrita, que durante 28 años no solo dividió física y moralmente a la nación alemana sino que dio origen a la llamada Guerra Fría, que alineó a toda la humanidad en dos posturas irreconciliables, ambas falsas y decadentes, que ahora lo sabemos, soterraba bajo hermosas consignas solo odio y avaricia, la apropiación indebida de territorios y prebendas y la consigna de hacerse del poder mundial. Eran los tiempos en que Estados Unidos y la Unión Soviética se disputaban el poder planetario a través de una carrera armamentista que preocupaba a todas las sociedades por la constante amenaza de una guerra nuclear.

En 1945, al término de la Segunda Guerra Mundial, los vencedores de Alemania, Estados Unidos de Norteamérica, la entonces Unión Soviética e Inglaterra, y también Francia a quien se invitó a sumarse a los Tres Grandes con ocasión del llamado Pacto de Yalta, donde se planificó la repartición del "botín de guerra", ocuparon y dividieron para su control el territorio alemán.

Ninguno de los vencedores quería que el antiguo régimen fascista volviera a adquirir poder. Los británicos querían mantener su imperio y colonias para seguir teniendo un liderazgo mundial sobre todo en el mediterráneo y medio oriente. Los rusos querían poner bajo su influencia directa a la mayor cantidad de países de Europa del Este, Balcanes, etc. que fuese posible, así como avanzar hacia Oriente lo más que se pudiese. Los norteamericanos querían aplicar su “liberalismo económico” para preparar su política expansionista y poder dominar los mercados resultantes luego de la guerra, bajo su directa influencia y dependencia.
Así fue como los victoriosos aliados después de finalizada la Segunda Guerra Mundial dividieron Alemania en cuatro sectores, cada uno por supuesto bajo el estricto control de un país aliado.

Estadounidenses, Británicos y Franceses juntaron sus nuevas adquisiciones territoriales y conformaron un Estado Democrático que se llamó República Federal Alemana, RFA , también conocida como Alemania Occidental.
La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, como era de imaginar, impuso a su nueva dependencia un régimen comunista que se denominó República Democrática Alemana, RDA.
Berlín, la capital, también fue dividida en cuatro áreas. Nuevamente los sectores estadounidense, británico y francés se combinaron para formar Berlín Occidental. El sector soviético se convirtió en la capital de la RDA: Berlín Oriental.

Esta creación de fronteras y países trajo a los alemanes muchos quebrantos. Las leyes que regían a lo largo de una calle, no eran las mismas de la vereda del frente, los derechos ciudadanos de uno y otro sector tenían fuertes diferencias, así como el valor de la moneda, el costo de los alimentos, las oportunidades de trabajo y sistema de libertad individual. Miembros de una misma familia y que llevaban una vida viviendo juntos en la misma vecindad, ahora pertenecían a dos países distintos.
Durante agosto de 1961, las tensiones entre los sectores Este y Oeste de Berlín derivaron en una peligrosa crisis internacional. Por primera vez desde el fin de la guerra, soldados y policías de ambos sectores sostuvieron enfrentamientos. El origen de la crisis radicó en el continuo flujo de trabajadores desde el territorio controlado por los soviéticos hacia la zona occidental. Cada día, 53,000 berlineses del Este pasaban la frontera para trabajar en Berlín Occidental y no pocos decidían no regresar a la República Democrática Alemana
.
El máximo de deserciones se registró el día 9, cuando 1,926 personas decidieron permanecer en el Oeste. Se calcula que desde el final de la guerra, el número de personas que había abandonado la zona soviética se elevaba ya a 2.689,000. Para poner fin a este flujo que dejaba a la República Democrática Alemana sin intelectuales y mano de obra calificada, el ejército de la Alemania del Este ocupó la ciudad durante la noche del 13 y
levantó barreras y fortificaciones. Todo habitante de la RDA sólo podía pasar al Oeste si poseía una autorización expresa de las autoridades.
Walter Ulbricht, el líder de la Alemania Oriental, firmó las órdenes para cerrar la frontera.

Así, de los 80 puntos de paso permitidos entre uno y otro sector, sólo 12 quedaron abiertos. Más de medio millón de alemanes occidentales se manifestaron por la tarde contra el cierre unilateral de la frontera. Mientras tanto, el canciller de la República Federal de Alemania, Konrad Adenauer, se entrevistaba en Italia con el responsable de la diplomacia norteamericana, Dean Rusk. Ambos dirigentes creyeron, equivocadamente, que las medidas adoptadas por los alemanes del Este serían provisionales y se limitarían a ejercer mayor control sobre los trabajadores que pasaban diariamente la frontera. De ahí la sorpresa con que tuvieron que enfrentarse el 15 de agosto, cuando el ejército de Alemania del Este comenzó a reemplazar las cercas de alambres de púas por gruesos bloques de hormigón prefabricado.

Sólo en el mes de julio de 1961 (el muro se edificó en la noche del 12 al 13 de agosto) treinta mil alemanes orientales habían pasado al oeste. La República Democrática Alemana (RDA) se vaciaba de sus fuerzas vivas. El muro puso fin a esa hemorragia, pero exacerbó el deseo de libertad de los amurallados.

En la construcción del Muro trabajaron más de 50.000 obreros, que ejecutaron los planos del soldado Hagen Koch, después uno de los murólogos más codiciados por los medios de comunicación quien escribió en su Libro de Memorias sus impresiones: «En aquel momento estaba convencido al 300 por cien de que éramos los buenos y que queríamos la paz», asegura Koch, que tenía 21 años cuando Erich Honecker lo reclutó para ese efecto.

El Muro tenía una longitud de más de 155 kilómetros. La construcción inicial fue mejorada regularmente. El "muro de cuarta generación" que empezó a construirse en 1975 era de hormigón armado, tenía una altura de 3,6 metros y estaba formado por 45.000 secciones independientes de 1,5 metros de longitud. Su coste fue de 16.155.000 marcos de Alemania Oriental. Además, la frontera estaba protegida por una valla de tela metálica, cables de alarma, trincheras para evitar el paso de vehículos, una cerca de alambre de púas, más de 300 torres de vigilancia y treinta búnkers. También contiene un pasadizo por el que circulan perros amaestrados, sujetos por una argolla que corre a lo largo de un cable que deja al animal con autonomía suficiente para atacar a cualquiera que intente saltar la valla. Por si fuera poco, una serie de armas situadas a la altura del pecho de un hombre, se disparan automáticamente cuando algún intruso interfiere con los sensores.

El deseo de libertad fue para muchos más grande que la altura del muro. 75.000 personas fueron arrestadas por intentar escapar, 200 resultaron heridas de bala y cerca de 250 fueron asesinadas. Además, miles de ciudadanos fueron juzgados por ayudar a otros en su huída.

El primero en formar parte de la lista negra fue Günther Liltin, de 24 años, que fue abatido a tiros cuando trataba de cruzar nadando el río Spree. Sin embargo, muchos sí lo consiguieron. Más de 40.000 personas lograron escapar. En los últimos años la cifra se disparó. En el verano de 1989 se produjo el mayor éxodo de alemanes orientales hacia la República Federal desde la construcción del muro. Muchos huían aprovechando las vacaciones estivales. Desde Hungría, vía Austria, lograban salir.
El vopo (policía de fronteras) Conrad Schumann, de 19 años, considerado un soldado leal al régimen comunista, fue uno de los primeros en huir a las pocas horas de que se levantara el muro. Quince vopos murieron durante estos 28 años. Uno de ellos fue asesinado por los soldados occidentales que evitaron así la muerte de un joven de 15 años que intentaba huir.

Los berlineses agudizaron su ingenio para intentar escapar: un hombre cruzó el mar Báltico con un minisubmarino y consiguió llegar a Dinamarca; un vehículo Isseta fue empleado 18 veces para transportar a fugitivos, que se escondían en el hueco de la calefacción y en la batería; un coche consiguió pasar por debajo de la barra fronteriza gracias a su pequeño tamaño; una familia utilizó un cable tendido sobre el muro por el que se deslizaron y otros huyeron con un globo aerostático.

Una cadena de televisión norteamericana financió a cambio de la exclusiva la espectacular fuga de 29 personas bajo tierra. Otros tuvieron menos suerte. Las imágenes del joven Peter Fechter agonizando tras ser alcanzado por los disparos de la policía impresionaron al mundo occidental.
Otro caso significativo fue el de Klaus Brüske, que herido por una bala, aguantó al volante de su furgoneta hasta llegar al otro lado del Muro para poder salvar a sus compañeros. La última víctima fue Chris Geoffrey, que murió nueve meses antes del derribo.

El 9 de Noviembre de 1989, aproximadamente a las 7 de la tarde, el líder del Partido Comunista de Berlín Oriental Gunter Schaboswski, anunció que una parte del muro sería abierto para “viajes privados al extranjero”. Era el principio del esperado fin de una de las barbaridades más horrendas que ha soportado la humanidad.
En cuestión de horas, miles de alemanes del este se precipitaron a través de la frontera, ansiosos por saborear la libertad y ver cómo vive la otra próspera mitad. Otros miles pasaron horas bailando de alegría sobre el Muro. Otros desahogaron con picos años de furia contenida, algunos lo hicieron recogiendo trozos para venderlos como recuerdo. Muchos, simplemente se echaron a llorar, quizá recordando a las decenas de personas que murieron intentando cruzarlo. El Muro cayó, sin embargo todo había cambiado.


Finalmente el 1 de Julio de 1990., Alemania Oriental y Occidental se unieron asumiendo el viejo nombre de Alemania Occidental, la República Federal Alemana.
Después de varias décadas, millares de personas volvieron a juntarse con sus familias y pudieron por fin desplazarse por su propio país sin el obstáculo de esos muros que les cerraba la libertad de tránsito.

La caída del Muro de Berlín marcó el término de una época y dio paso a la esperanza de cambios drásticos y trascendentales no solo para Europa sino para toda la humanidad.

No hay que olvidar que finalizada la Segunda Guerra Mundial, las condiciones de quienes sobrevivieron resultaban dramáticas. Millones de personas se veían azotadas por el hambre, falta de trabajo, medicinas y sin hogares. Los sufrimientos por pérdida de familiares y seres queridos, así como de sus enseres y fuentes de trabajo se sumaba al complejo movimiento de masas ocasionado por aquellos que huían de las represalias, los prisioneros de guerra que intentaban regresar a sus países, los soldados que debían hacer respetar las reglas en medio de ciudades y campos arrasados y otras penurias propias de los estados de guerra. Además, como veíamos, desde el punto de vista social, la derrota de los estados fascistas y el reordenamiento de los nuevos límites de los países involucrados en el conflicto traía aparejados nuevos desafíos y sufrimientos, pero sobre todo un descomunal caos.

Nadie, apenas finalizada la más devastadora de las guerras que había vivido la humanidad, que con su terrible poder destructor había causado la muerte de alrededor de cuarenta y cinco millones de personas, arrasado gran parte del aparato productivo y dejado en la memoria reciente los horrores de las bombas atómicas lanzadas en Hiroshima y Nagasaki , podía dejar de celebrar el término del muro de la infamia, que era ahora el último punto de fricción política, entre las potencias aliadas y vencedoras, cuyas escaramuzas - así se creía - al fin habían finalizado.

El Muro de Berlín, ha sido, y es considerado por muchos, la máxima representación de lo que fue la Guerra Fría, la división de Europa y el mundo en dos bloques completamente enfrentados, así como el temor a la destrucción nuclear. Su caída es vista como símbolo del principio del fin de esta guerra fría, de los enfrentamientos ideológicos y de la caída del comunismo. Es vista también como el paso a un nuevo mundo, regido por nuevas reglas, nuevos retos y nuevas esperanzas. Y vista también finalmente, como el comienzo de un difícil período de transición para la economía mundial y la consolidación de viejos problemas como la pobreza, las guerras étnicas y las desigualdades, que ya los economistas habían bautizado como globalización, un Nuevo Mundo donde no existirían fronteras y los flujos de productos y ciudadanos serían absolutamente expeditos y donde por supuesto nunca más habría guerras ni muros.

Semanas antes del anuncio de la apertura y luego destrucción del Muro de Berlín, un desconocido hizo un grafitti con una leyenda en alemán que lo cruzaba, dice: "Eventualmente todos los muros caen"

El mismo día 9 de Noviembre, un prestigioso historiador inglés, Timothy Garton Ash, que en su calidad de reportero atravesó a menudo el llamado Telón de Acero, actualmente profesor de historia contemporánea en Oxford y quien escribe como analista político en el diario El País, se hizo mundialmente famoso al declarar que ese día de la caída del Muro de Berlín “había concluido el siglo XX.”

Y tenía razón, pues nada podía ocurrir en este siglo ni ser tan importante para la raza humana que el desmantelamiento de este oprobioso muro de la discordia que causaba tanta crispación y beligerancia entre los que se habían convertido en los conductores del mundo, que antes fueron aliados para derrotar al fascismo, pero que ahora amenazaban con un enfrentamiento cuyas consecuencias podían llegar a ser, por el manejo de la energía atómica, el fin de la humanidad.

Su desmantelamiento y destrucción, en gran parte por la contenida ira popular fue celebrada en todas las latitudes. Berlín se convirtió ese día en el ombligo del mundo, en el centro de gravitación del destino del planeta, en LA FRONTERA DE LA CIVILIZACION AMURALLADA...




sábado, 12 de abril de 2008

NI MEJORES NI PEORES


Para un hispanohablante es difícil vivir y entender a la sociedad australiana. Y ello porque los sudamericanos, centroamericanos y también los españoles, que suelen ser el estamento migratorio presente que estamos en ese caso, tuvimos oportunidad de conocer y sufrir en carne propia la realidad de nuestros países de origen. Por eso somos capaces de apreciar y valorar las diferencias, algunas de las cuales nos agradan y otras francamente nos molestan. Y entendemos que lo mismo debe ocurrirle a los australianos con respecto a nosotros.

Pero para comprender esta idea en sus distintas variantes y matices, no basta afirmar que este fenómeno se debe a que Australia es un país desarrollado y los países nuestros en general subdesarrollados o en vías de serlo, pues las distinciones vienen de más lejos.

En verdad viene de nuestro pasado precolombino, de nuestras vivencias, de nuestra cultura, de la forma en que nuestros mayores nos legaron y transmitieron sus costumbres. Pero sobretodo, de ese orgullo visceral de sabernos ligados a una raza pujante y conquistadora como los españoles del viejo mundo, que venían a descubrir una tierra nueva y por lo tanto desconocida, y por supuesto, al mestizaje resultante con las altivas culturas nativas que en ese tiempo ya exhibían brillo propio y atesoraban tradiciones y conocimientos ancestrales, en algunos aspectos muy superiores al mundo civilizado de aquel entonces y que aún constituyen cerrados misterios.
Como muestra, ahí están los gigantescos diseños de la Pampa de Nazca, las esculturas y jeroglíficos de Isla de Pascua; las experiencias quirúrgicas de trepanación y momificación realizadas por los chamanes en Perú doscientos años antes de la era cristiana; el avanzado conocimiento astronómico que denota el calendario maya y la extraordinaria predicción de eclipses solares, entre otros muchos interrogantes, que sería lato detallar.


Por eso, cuando irrumpe el despistado Colón en su aventura expansionista buscando llegar a la India y al continente asiático donde gobernaba el Gran Khan y desembarca preguntando por él en la isla de La Iguana, que bautiza como San Salvador, se encuentra un panorama muy diferente del que motivaba su viaje y la promesa hecha a los reyes católicos. Se ve obligado entonces a cumplir el rol de conquistador y buscar justificaciones y compensaciones para la corona.

Nunca pensó que en este nuevo mundo, ya hacía siglos cohabitaban distintas culturas americanas y que desde el tercer milenio a. de c. había asentamientos permanentes que fueron configurando las culturas de largo alcance.

Como La Olmeca, que se extendió por toda mesoamérica, alcanzando por el sur la localidad de Guanacaste en Costa Rica. Y la de Chapín de Huanta en las tierras altas de los Andes, que llegaba hasta Pechiche por el norte en Ecuador,
extendiéndose por gran parte del cono sur americano y a través de América central a Mesoamérica y al sur de lo que ahora es Estados Unidos.

Y la formidable organización social de la cultura Maya, con todos sus templos orientados hacia el planeta Venus, los Aztecas de México que llegan a convertirse en el más poderoso estado militarista de toda mesoamérica. También el imperio Inca de Perú, que domina territorios entre Colombia y Chile y toda la zona central hasta Guayaquil. La enigmática cultura Chimu, que se desarrolló en el mismo territorio donde siglos antes existió la cultura Moche, con su núcleo en la ciudadela de Chanchán a 550 kilómetros de Lima que sigue entregando sorprendentes descubrimientos y más al sur, los mapuches y otras tribus y asentamientos poblacionales que ocupaban todos los rincones de nuestras américas.

Distinto es el caso de Australia. Cuando Cook llegó a sus costas en 1770 e hizo posesión de ella para la corona británica, solo encontró una raza de aborígenes que eran dueños y señores de la gran isla. Las tropas inglesas no se mezclaron con la población indígena y ni siquiera se interesaron por desarrollar actividades en esta nueva posesión.
Tal es así, que las costas ni el continente fueron explorados sino hasta el siglo diecinueve. Para Gran Bretaña, Australia solo tenía un valor estratégico, especialmente después de haber perdido en 1783 las colonias americanas, actualmente los Estados Unidos de Norteamérica.

Posteriormente y tras varios años de mantener en Australia colonias penales y contingentes militares para su custodia, el gobierno británico decide en 1787, levantar una colonia europea el 26 de Enero bajo el nombre de Sydney, en homenaje del secretario del interior británico Lord Sydney, encargado de los planes de colonización, de donde deviene la celebración del Día de Australia.

Siendo la base de la población europea los miles de convictos, más de 150.000, que cumplían condena y sus familias que fueron trayéndose en oleadas al continente, éstos fueron naturalmente determinantes en los orígenes de Australia.

No tienen pues los australianos, como las naciones de América Central y del Sur, o de otras latitudes, tradiciones, pasado ni historia anterior. Mientras en esas fechas en el mundo ocurrían acontecimientos de gran nivel, descubrimientos científicos, revoluciones, guerras, pestes y sismos que diezmaban la población, los australianos construían su sociedad a pasos agigantados, consolidando su quehacer en base a las experiencias de otros pueblos, tomando ejemplo de sus resultados positivos y forjando una raza determinada a ponerse a la par con la sociedad mundial.

Por eso, resulta interesante a partir de este parangón, establecer que a pesar de estas diferencias en la conformación de las estructura de estas sociedades humanas, no existe hoy gran diferencia en la actuación de los habitantes de uno u otro sector, aparte del lenguaje y su nivel de ingreso per cápita.

Unos y otros han llenado las páginas de la historia de hitos señeros para la humanidad. Unos y otros se han dejado llevar por parecidas tendencias de la moda, de las artes, de la conquista de mayores derechos como igualmente han tomado parte de conglomerados belicistas y bloques exclusivistas que conspiran para una real convivencia y armonía planetaria, destacándose en esta conducta colectiva, que logra perfilarse como un patrón de conducta humana, la facilidad con que las masas olvidan el pasado y repiten errores de ingratitud para los conductores y líderes que encabezaron sus movimientos libertarios y emancipadores y cómo han endiosado antihéroes, sujetos que de no ser protegidos y prohijados por estados o sociedades, tendrían necesariamente que haber sido carne de horca, ajusticiados por crímenes de lesa humanidad o condenados por la opinión internacional.

Curiosa coincidencia que se repite hasta el infinito en todos los países sin excepción, donde los conductores primigenios de los pueblos, los visionarios que fijaron sus rumbos, fueron quedando en el camino, desplazados por audaces a quienes las masas les dieron mayor crédito, ocurriendo lo mismo con los más preclaros hombres de ciencia, que fueron perseguidos, denostados y hasta puestos tras los muros de la prisión y excomulgados por la religión imperante, por enunciar y sostener bajo la luz del conocimiento científico sus teorías, que solamente fueron debidamente acreditadas y valoradas, a veces siglos después.

Y ello, porque posiblemente existe en la naturaleza humana un sino trágico, una especie de destino castigador a quienes se destacan, que puede ser la suma de las envidias colectivas, que indefectiblemente sumerge a estos hombres y mujeres de excepción en una vorágine de estigmatizaciones, cuyo resultado es siempre la soledad y el olvido, sino la traición y el asesinato aleve, justamente a manos de los mismos que un día los endiosaron llamándoles prohombres y salvadores de la humanidad

El 25 de diciembre de 1553, Pedro de Valdivia, aventurero, soldado y explorador, conquistador de Chile, que con su yelmo y su caballo aterrorizaba a los nativos, cae derrotado por las huestes mapuches del toqui Lautaro sin lograr su cometido de someter el territorio para su rey, quienes lo mutilan y comen su corazón para recoger su bravura y como señal de triunfo sobre el usurpador.
En revancha el 29 de abril de 1557, en un enfrentamiento de esta guerra que duró trescientos años Lautaro resulta muerto en la región de Peteroa. Su cadáver fue desmembrado por la soldadesca española y su cabeza ensartada en una lanza se exhibió en la Plaza de Armas de Santiago por largo tiempo

Francis Drake, que a pesar de ser marino inglés es considerado el mayor pirata que asoló los mares en pillaje desatado, pero que a su vez fue un gran navegante y el primer inglés que circunnavegó el globo terráqueo después de Fernando de Magallanes, murió tristemente, de disentería, abandonado y denostado por su tripulación, envenenado por uno de los suyos el 28 de Enero de 1596. Nombrado Caballero por la Reina Isabel II en Greenwich a bordo de su galeón Golden Hind por servicios prestados a la corona, fue llorado por toda Inglaterra.

En cambio en España, las ciudades se vistieron de fiesta y todas las campanas de las iglesias repicaron jubilosamente mientras Cervantes y Francisco Quevedo lo celebraron componiendo versos. Lope de Vega con su poema La Dragontea, donde el pirata Drake es descrito como la encarnación del demonio, popularizó su mala fama.

James Cook, el famoso explorador, muere en un confuso incidente a manos de nativos de Hawai el 14 de febrero de 1779 en Kealakekua, en venganza por la desproporcionada medida de haber tomado como rehén a su rey Kalaniopuu, en represalia porque algunos ladronzuelos le robaron un pequeño bote de su barco.

Simón Bolívar el Libertador de América, quien fuera aclamado como presidente de la República de varios países y ayudara a independizarse a otros, muere de tuberculosis pulmonar el 17 de diciembre de 1830 en la quinta de San Pedro Alejandrino, en la población Santa Martha de Colombia, abandonado por sus seguidores, empobrecido, amargado y desilusionado de sus amigos, sin ejército ni poder de mando, dinero ni fama.


José de San Martín, prócer nacional argentino, considerado junto a Bolívar uno de los Libertadores más importantes de Sudamérica, a quien se reconoce como Padre de la Patria en Argentina, Libertador en el Perú y con el grado de Capitán General del Ejército chileno, se autoexilia a los 45 años de edad, desilusionado de sus colaboradores y de la política interna de su país, muriendo a la edad de 72 años en Francia, el 17 de Agosto de 1850, solo acompañado de su hija Mercedes y su yerno Manuel Balcarce.

Y así como ellos, hay infinidad de casos en todos los ámbitos y regiones del mundo, que necesariamente nos hace pensar que hay algo de vileza y de perfil autodestructivo en cada uno de nosotros, así como un extremado espíritu conservador, que nos hace mirar con recelo toda innovación que nace en estos pensadores selectos como también la codicia de apropiarse del mérito ajeno o utilizarlo en provecho propio. A Einstein, apenas muerto, un doctor obseso le sacó el cerebro sin permiso de la familia para pesquisas científicas, creyendo que recibiría honores por descubrir la fuente de la genialidad. El cerebro del sabio era como el de todos, pero todavía flota en algún líquido preservativo y deambula por los laboratorios y centros de investigación de la mente humana.

Algunos imbéciles en el pasado decían que a la raza negra le faltaba un cromosoma para ser humanos, por lo tanto solo servían como esclavos. En otro hemisferio sujetos arrogantes y de cortos alcances pregonaban que había razas inferiores, adjudicándose ser depositarios de la raza aria y por ende merecedores de gobernar el mundo.

Al ché Guevara, el último guerrillero romántico de nuestro siglo, lo asesinaron a mansalva unos cobardes de uniforme en la sierra boliviana. Juana de Arco, la doncella de Orleáns, que subyugó a países con su audacia y su causa libertaria para expulsar a los ingleses de su país, fue quemada en la hoguera de las brujas por la oscurantista inquisición de la fé católica.
Estamos en los tiempos en que cobra vigencia la frase de la leyenda urbana bíblica de ese otro iluminado clavado vivo en la cruz de los ladrones, que dijo ¡que lance la primera piedra el que no tiene pecado!

Quizás tienen razón aquellos que aseguran que los héroes y los hombres sabios necesitan de un final mítico que borre o disimule su ignominiosa muerte, para disculpar la responsabilidad histórica de quienes tuvieron la posibilidad de honrarlos cuando ellos estaban junto a nosotros.
Ya lo dijimos antes, los matices y diferencias humanas, sin importar el lugar donde nacimos, sean de sexo, raza, color o nivel de pensamientos, no nos hacen diferentes. No somos mejores ni peores.