jueves, 8 de noviembre de 2007

FRIDA KHALO, DIEGO RIVERA, LEON TROTSKY Y LA CASA AZUL.

“No sé si mis pinturas son o no surrealistas pero, lo que sí estoy segura es que son la expresión más franca de mi ser" Frida Khalo.


ESTE 2007, como año del centenario de la muerte de la gran Frida Khalo, marca como pocas fechas y a-contecimientos del mundo de las artes, el paradigma de convencernos que hay personas que nacen predestinadas.

En este caso, a ser mundialmente conocida y admirada por todas las generaciones que le precedieron sin excepción, fenómeno éste que se ha visto potenciado a medida que va pasando el tiempo, a pesar que ella, como verdadero icono femenino de la pintura realizó pocas obras y escasamente vendió algunas, viviendo más bien a la sombra de este verdadero monstruo de la paleta como fue Diego María de la Concepción Juan Nepomuceno Estanislao de la Rivera y Barrientos Acosta y Rodríguez, mejor conocido como Diego de Rivera, creador de uno de los más pujantes movimientos de la pintura mexicana, el “renacimiento muralista mexicano”

No obstante haberse movido Frida en el ambiente de los grandes muralistas mexicanos de su tiempo y haber compartido sus ideales y tendencias, supo crear un estilo absolutamente personal, metafórico e íntimamente ligado con su sensibilidad y vivencias. Fue además una artista políticamente comprometida que luchó por demostrar que en las raíces populares se encontraba la identidad nacional.

Frida, nacida como Magdalena del Carmen Frieda Khalo y Calderón el 6 de julio de 1907, no fue nunca agraciada ni de apariencia agradable ni menos atractiva, en el sentido que este atributo tiene generalmente. Renga de una de sus piernas, a causa de una temprana poliomelitis, de espeso y rebelde bozo en su labio superior, un diente de oro con un brillante incrustado, de rebeldes cejas oscuras unidas sobre sus ojos, revolucionaria, trasgresora y de gran voracidad sexual que no reparaba entre hombres o mujeres, se sintió siempre desgraciada y sufrió permanentemente a causa de las secuelas del terrible accidente de tranvía que a los 18 años, le partió en tres la columna vertebral más la pélvis, quedando absolutamente estéril por el daño que una barra de hierro, que la atravesó de lado a lado, hiciera en su útero y ovarios. Estos daños mutilantes en su frágil cuerpo determinaron que debiera someterse a 34 operaciones correctivas en el calvario de sus 47 años de vida, sufriendo además la amputación de su pierna derecha.

Nadie esperaría que estos defectos físicos, accidentes y terribles sufrimientos pudieran dejar energías, valor o ganas de vivir en cualquier joven de nuestro siglo. Ni menos que tuviese la personalidad e indudable capacidad creadora para erguirse de igual a igual e incluso superar a otros pioneros del mundo intelectual. Frida se las arregló para hacerlo.

El azar y la predestinación quizás, hizo que mostrara a Diego Rivera sus bocetos para pedirle su opinión autorizada, los que en su mayoría dibujó tendida en su camilla y forrada en vendajes y emplastos que le permitían poco movimiento.

Rivera se interesó en la joven y en su aptitud y empezó a visitarla en su casa, La Casa Azul, conocida así por el color de sus paredes y que fue desde siempre su hogar donde a lapsos regresaba de sus múltiples residencias en el exterior, el lugar donde nació, el refugio de sus tristezas, amores y triunfos, el taller de donde salieron sus obras dolientes, el santuario de sus reminiscencias y donde falleció tempranamente, famosa, rica y adorada por políticos, artistas, intelectuales y talentosos pintores.

En 1937, León Trotsky, héroe de la revolución de octubre rusa y expulsado de su país por el régimen stalinista soviético, arribó a México con su esposa Natacha desde Noruega, acogiéndose al asilo político ofrecido por el presidente Lázaro Cárdenas. Los intelectuales de izquierda, en particular Diego Rivera, influyeron en esta decisión.

En febrero de ese año, Diego y Frida, casados desde el 21 de agosto de 1929, eran sus anfitriones y La casa Azul la vivienda oficial de Trotsky y también de Natacha, su sobrino Esteban y sus secretarios Jean Van Hijenoort , el ciudadano estadounidense Wolfe y su secretaria rusa Rita Jakolevna.

Dos años alcanzó Trotsky a vivir con ellos. La casa Azul parecía una fortaleza. Las ventanas que daban a la calle estuvieron siempre tapiadas con adobe y una guardia policial permanente custodiaba su seguridad. Aún así el brazo de sus poderosos enemigos lo alcanzó allí en Coyoacán. Stalin había dado orden de asesinar a Trotsky y Jotov, encargado de las operaciones contra Trotsky en México, se valió de dos comunistas españoles, Caridad y Ramón Mercader (madre e hijo), para llevar a cabo el plan. Aunque La Casa Azul estaba fuertemente custodiada, Ramón Mercader lograría infiltrarse en su círculo ganándose la confianza de una de las secretarias de Trotsky y de éste mismo. Con el pretexto de que leyera un escrito suyo se acercó a Trotsky y mientras este leía le clavó en la cabeza un bastón de alpinista con punta de hierro. Moriría un día más tarde. Mercader pasó solo 20 años en prisión por este crimen.

El régimen Stalinista no podía soportar la ridiculización de su mandato por parte del poderoso Trotsky quien escribía ensayo tras ensayo planteando la cuestión rusa, como la autobiografía Mi Vida, La Revolución Traicionada y artículos de actualidad sobre estalinismo, nazismo, fascismo, la Guerra Civil española y otros. Desde su exilio también encabezaría la oposición comunista disidente que formaría la IV Internacional.

Frida y su hermana Cristina y también Diego, son detenidos bajo sospecha, pero luego son dejados en libertad libres de culpas.

Desde antes de este trágico episodio que publicó a grandes titulares la prensa mundial, ya la pareja había tenido varias separaciones y enojos causados principalmente por la infidelidad reiterada del pintor. Frida no se quedó atrás, también le engañó entre otros con Trotsky, con quien mantuvo un apasionado romance. La gota que colmó el vaso fue sorprender a Diego acostándose con su hermana Cristina. Se separan finalmente en 1939 para volverse a casar al año siguiente. Nuevamente se van a vivir a La Casa Azul donde derrumban los muros y quitan las vallas de seguridad construidas para el resguardo de Trotsky y habilitan y transforman la vivienda que será su morada definitiva.

Durante su vida, la artista realiza tres exposiciones: una en Nueva York, otra en la Galería de Lola Álvarez Bravo, en México, y una más en París. El Museo del Louvre adquiere entonces uno de sus autorretratos más cotizados. También en México, Frida recibe el Premio Nacional de Pintura.

Frida, murió el 13 de junio de 1954 a la edad de cuarenta y siete años en el piso superior de la casona. Su velorio fue hecho en La casa Azul pero su cuerpo fue llevado al Palacio de Bellas Artes para hacerle un homenaje póstumo y luego, de acuerdo a sus deseos cremado.

Hoy en día, la afamada “Casa Azul”, donde su dueña pasara 28 de sus 47 años de vida enferma, prisionera de una cama, encadenada a una silla de ruedas o prisionera entre sus terroríficos corsés de hierro y yeso, está convertida en Museo desde el 12 de julio de 1958, donde se exhibe la mayoría de las obras de Frida y de Diego Rivera. En uno de los muros del patio, aún está la inscripción “Frida y Diego vivieron en esta casa, 1929-1954”.
La producción de Frida es modesta: 143 obras, de las que 55 son autorretratos. Su trabajo, solo empezó a ser reconocido tres décadas después de su muerte. Nadie duda de su genialidad. Ahora Frida Khaló, ya no es solo la extravagante mujer de Diego Rivera. En la actualidad ocupa un lugar principal en la pintura introspectiva mexicana del siglo XX y su fama se ha proyectado a todos los paises.

Entre las paredes abarrotadas de recuerdos del que fue su hogar, La Casa Azul donde nació, vivió y murió, permanecen intocados los retratos, enseres, escritos y regalos de los incontables personajes, escritores, artistas y pintores que fueron sus amigos. En particular los que recuerdan a Diego Rivera y León Trotsky.

La figura de Frida y su obra son un desafío a cualquier definición absoluta porque se prestan más a una descripción en la cual la ambigüedad es su característica. Frida se alternaba entre la esperanza y la desesperación. Le encantaba bailar y las multitudes, coquetear y seducir. Sin embargo, a veces se sentía miserablemente sola y rogaba a sus amigos y amantes que la visitaran o que no la "olvidaran". Poseía un agudo sentido del humor, usualmente un marcado humor negro al igual que una disposición muy fina para la inventiva y la metáfora. Frida siempre se esmeró por mantener un hogar para Diego y amaba preocuparse por él, prepararle comida y bañarlo. Le encantaba rodearse de mascotas exóticas como monos araña y perros y adoraba a los niños los que siempre trataba como iguales.

Frida gustaba de los chismes, chistes subidos de tono y los sin sentido, en cambio aborrecía la pretensión. Trataba a los sirvientes como a su propia familia y a los estudiantes como colegas muy estimados. La Kahlo era la personificación de la alegría, un anhelo por la vida. Valoraba la honestidad, especialmente la propia. Una vez le escribió a un antiguo amante, quien abiertamente la había dejado por su debilidad física, "tú mereces lo mejor de lo mejor porque tú eres una de esas pocas personas que, en este mísero mundo siguen siendo honestas consigo mismas y esa es la única cosa que realmente cuenta".

En el tocador de la recámara de SU CASA AZUL, reposan sus cenizas en una urna de cristal junto a flores coloreadas de papel maché que ella hacía con sus manos delicadas.

1 comentario:

Vivianne dijo...

Frida khalo,una mujer excepcional, me cuesta trabajo como una mujer tremendamente herida fisicamente pudo tener la fuerza, el coraje para plasmar su arte y revelarlo al mundo sin pretensiones, en forma natural y humilde, un bello homenaje Señor Puentes!!!