miércoles, 17 de octubre de 2007

Las Animas Milagrosas, Santos informales del pueblo.

Curiosamente yo no soy religioso ni creyente. No obstante, y ésto es lo curioso, siempre he sentido fascinación por las grandes catedrales, por las iglesias olvidadas de los pueblos lejanos y muy especialmente por los santos populares. Pero por sobre todas las cosas, siempre me he sentido cautivado por la veneración de que son objeto “las animitas”, esa idolatría del pueblo por estos muertos anónimos atropellados en cualquier carretera o victimados en los campos, en el desierto desolado o la fértil montaña, en valles escondidos del mundanal ruido y en las pampas lúdicas y silenciosas de cualquier lugar de América.

Para mucha gente, las animitas son los patronos, los intermediarios e interlocutores válidos con su Dios en el que confían todas sus cuitas y miserias morales. También es el cartabón de su fé y esperanza . Poco les importa que la iglesia católica desapruebe este culto o que mire con desconfianza tales veneraciones. Son cientos de miles y tal vez millones de seres en el mundo los que piden, rezan, reclaman y bendicen los favores recibidos. Los que agradecen la respuesta a sus súplicas diarias y cumplen las encomiendas y promesas de prenderles un cirio, poner una placa de agradecimiento o llevarle flores de por vida a ese desventurado de su propia clase, que sufrió en carne propia las mismas humillaciones de la gente común y cuya alma en pena todavía vaga entre dos vidas sin encontrar el lecho de su legítimo descanso eterno.

En Chile, el famoso bandolero y asesino serial de los campos, el Chacal de Nahueltoro y también Emilio Dubois se convirtieron en animitas porque la gente consideró sus muertes injustas. En el caso del primero se le disculpa porque no sabía lo que hacía y una vez que tomó conciencia, se arrepintió; respecto del segundo, porque jamás se comprobó realmente su culpabilidad. No obstante haber sido ajusticiados por crímenes salvajes, son para el pueblo verdaderos mártires populares.

La historia del Chacal de Nahueltoro surge cuando a mediados de la década del 60 ocurre un impactante crimen, hito de la crónica roja o policial de entonces, que da cuenta de la detención de José del Carmen Valenzuela Torres, en la localidad de Nahueltoro, Chillán, por el asesinato de su conviviente y sus cinco hijos menores de edad, a quienes victimiza usando una guadaña con la que destroza sus cuerpos, luego de lo cual los entierra amontonando piedras sobre ellos. Por la brutalidad del crimen fue apodado el chacal.
Durante los tres años que duró el proceso y que estuvo en la cárcel, Valenzuela se arrepintió de los crímenes y abrazó la religión católica. Además, aprendió a leer, a escribir y a fabricar guitarras. Sin embargo, el indulto presidencial nunca llegó. No se tomó en cuenta que el hombre había dejado atrás su salvajismo.

El 30 de abril de 1963 las balas acabaron con su vida. Desde esa época hay una animita en el Cementerio de San Carlos. Este hecho significó un permanente cuestionamiento de la justicia chilena y de la pena de muerte, en especial por cuanto el hombre que murió fusilado, ya no era el mismo campesino analfabeto y alcohólico que cometió este salvaje crimen, sino un hombre que aprendió a leer en el encierro y por ende a comprender su equivocación buscando en el arrepentimiento y estudio rehacer su vida. Su vida y obras dieron origen a una película dirigida por el famoso director Miguel Littin, llamada justamente El Chacal de Nahueltoro.
Famosos son los versos de un cantor popular que rezan:
“Ha dado mucho que hablar / crimen tan premeditado / y a muerte lo han condenado / por esta causa al Chacal. Según el juez del lugar / la culpa la tuvo el vino / el que sigue este camino / con frecuencia se embrutece / y es peor que martes 13 / el que tiene este destino”.

Emile Dubois, también conocido como Emilio Dubois, Emilio Morales o Emile Murraley fueron los alias del inmigrante francés Louis Amadeo Brihier Lacroix, hijo de José Brihier y María Lacroix, nacido en Étaples, Pas-de-Calais, el 29 de abril de 1867. Dubois se hizo famoso en Chile a comienzos del siglo XX al ser acusado y posteriormente condenado por los crímenes de cuatro comerciantes extranjeros y el asalto e intento de homicidio de un quinto, el dentista norteamericano Carlos Davies.
Los hechos que le hicieron tristemente célebre tuvieron lugar en la ciudad de Valparaíso (salvo el primer asesinato, el del pagador Enrique Lafontaine, que ocurrió en Santiago) y fue en esta misma ciudad donde Dubois fue capturado, juzgado y finalmente ejecutado por un pelotón de cuatro fusileros el día 26 de marzo de 1907. La cultura popular desde entonces lo ha elevado al status de santo popular, transformándose su tumba - ubicada en el cementerio Playa Ancha de Valparaíso - en una venerada Animita llena de innumerables placas de agradecimiento por favores concedidos.

En la madrugada del fusilamiento, el 26 de marzo de 1907, Dubois recibió en la cárcel a su señora Úrsula Morales y a su pequeño hijo para el último adiós. Sólo el día anterior se habían casado, tras 14 años de convivencia. Aparecieron dos religiosos por su celda, pero los despachó. "Con Dios me confesaré, no con sus representantes", les dijo.
Minutos más tarde salió tranquilo de su lugar de reclusión y engrillado. Fumaba un puro.
Como si se tratara de un trámite, se sentó en el banquillo. Se le acercó el receptor para leerle la sentencia, pero le pidió que "abrevie... pase a la conclusión".
Enseguida lo amarraron, pese a su protesta. El público que repletaba la cárcel esa fría mañana se inquietó. De repente Dubois habló: "Público, tengo que hablaros algo. Deciros que muero inocente y que el primer culpable de mi muerte es el juez señor Santa Cruz, que tergiversó mis declaraciones, cambiando los hechos y suponiendo cosas que nunca he hecho".

Y agregó ordenando a los cuatro fusileros: "Ejecutad". Quisieron vendarle la vista, pero se negó. Con sosegado tono solicitó al pelotón: "Sólo les pido que apunten bien al corazón". El oficial bajó el sable y la simultánea tronadura lo derribó del asiento.

La gente humilde siente que es más fácil que le escuche y le comprenda una animita, generalmente tan humilde como el peticionario.
Los entendidos dicen que el culto de una animita es un lugar de veneración religiosa o mitológica. A veces son veneraciones locales transmitidas de generación en generación, algunas de origen precolombino. Generalmente está allegada a una especie de casita, templete, ermita, capilla o pequeño santuario construido en un espacio público en los que se venera personajes a los que se atribuye alguna característica extraterrenal.

Estas construcciones en recuerdo de estos muertos queridos y venerados, que simulan criptas de cementerio, no son considerados obras de arte ni tampoco pertenecen al denominado “arte popular”. Se les considera más bien un “fenómeno estético” en el entendido de que es una expresión plástica que tiene pretensiones y objetivos distintos a los de la obra de arte y que nace espontánea y voluntariamente en la gente, por admiración, respeto y creencia religiosa. Generalmente es construido por manos anónimas, que ocupan materiales de desecho, como fierros, maderos ladrillos, piedras y cemento.
Algunos nombres que reciben estas construcciones y lo que significan: templo mínimo, mausoleo a la muerte anónima, albergue vacuo, iglesia sin Dios, prisión del alma en pena, iglesia al viento, oráculo mudo...

En Sudamérica, producto de una combinación de creencias como el animismo, politeísmo y religiones convencionales, es habitual reconocer estos espacios en plena vía pública. De hecho, algunas animitas ya han alcanzado dimensiones inimaginables como ocurre en Argentina con La difunta Correa, cerca de San Juan, localidad de Vallecito Allí fue encontrada muerta una mujer en plena pampa, con un hijo vivo apegado a su pecho. Quienes la encontraron pusieron en su tumba una tosca cruz señalando su tumba.

Un arriero que tenía perdido su ganado por haber sido dispersado una noche de tormenta, se encontró con la cruz y la seña escrita "Difunta Correa". Su primera reacción fue rezarle: "ánima bendita, por tu muerte quizás más cruel que mi vida, ayúdame, hazme el milagro de que aparezca el ganado ...Yo te prometo construir aquí mismo una capillita y venir a rezarte hasta el fin de mis días". El arriero al otro día miró hacia el valle y vió reunidas todas las vacas.
Desde ese día la difunta Deslinda Correa fue considerada una milagrera y la fé popular amontona botellas de agua en su tumba como ofrenda y desafío a la sequedad eterna del valle que la mató. Hoy su santuario, con una casona con más de veinte piezas llegan los promesantes de Bolivia, Chile, Paraguay, Uruguay y Venezuela a dejar placas, ofrendas en cobre, oro, plata, fotografías, automóviles y dinero. En el año 1982 había en el Banco cien kilos de oro y muchísimos otros valores controlados por la Fundación Vallecito, con un interventor del gobierno que se ocupa de su administración.

En Paraguay, en la tradición guaireña de Curuzu Cedro se encuentra la figura de un joven, Antonio Berreto, predilecto de las mujeres de Tuyutimi, departamento de Villarrica, que fue ultimado después de un baile por una partida policial dirigida por el hijo del comisario y a raíz de una incidencia. La mujer que lo amaba sepultó su cadáver y puso sobre él una hermosa cruz de cedro, de ahí el nombre de Curuzú Cedro. Los vecinos del lugar la veneran, y las jóvenes saben hacer peregrinaciones hasta la misma el día de la Cruz, porque les da suerte en el amor y resuelve las dificultades más apremiantes de los mozos envueltos en aventuras amorosas


En Venezuela, en Pueblo Hondo está la momia de un joven de nombre Jorge Aldana, que fue enterrado a los dieciséis años, el 13 de octubre de 1945 y cuyo cadáver momificado fue hallado en el cementerio años después. El asombro popular se transformó pronto en fama de milagros atribuidos al joven, con el consiguiente corolario de romerías, ofrendas y flores, especialmente los domingos. El cadáver fue puesto en nicho especial, cerrado con vidrio, de modo que pudiera verse. Los devotos de la "Momia San Jorge", como le dicen algunos, ha ido aumentando lo mismo que su fama, al punto que en la actualidad vienen personas de muchos lugares a rendirle ofrendas. El pueblo explica este caso diciendo que, como era un alma pura, Dios lo conservó intacto.

Casos Emblemáticos en Chile:
El reflejo que habla de la identidad de un respeto especial hacia los muertos, es algo así como una sed de justicia que brota inmediatamente en el pueblo cuando sienten que se traicionado lo que el sentido común resolvería en algún momento dado. Muertes injustas que han pasado aformar parte de la cultura y tradición popular son las de Romualdito y Marinita
Sobre el primero, se cuenta que Romualdo venía saliendo del hospital tras tratarse una grave tuberculosis, cuando fue asaltado y asesinado por salvajes delincuentes para robarle sus pertenencias. Su cadáver habría sido encontrado justo en el muro donde hoy se lo venera: uno de los sectores más populares de Santiago, la Estación Central, específicamente en la calle san Borja. Otras versiones afirman que Romualdito no era adulto, sino un niño que murió asesinado en ese lugar tras ser violado por unos vagabundos. Tan poderoso es este culto popular, tanto respeto existe aún en esferas gubernamentales por la opinión de sus seguidores, que recientemente, con ocasión de una gran remodelación urbanística que afectó al sector donde todo fue removido y renovado, nadie osó destruir esta vieja muralla ni retirar los cientos de miles de placas y floreros incrustados por años en su ladrillaje por el fervor popular.

La veneración hacia Marina Silva Espinoza es algo común en el sector del Parque O´Higgins. Se dice que es milagrosa porque murió degollada el 28 de mayo de 1945 por su padrastro, a quien luego del incidente lo tomaron preso. La creencia popular cuenta que luego fue asesinado por los reos de la cárcel donde se encontraba recluido. La Marinita, así la llama la gente, era sordomuda y su animita está llena de juguetes. Dicen que es muy milagrosa.

En Argentina,otro de estos santos populares es Gauchito Gil. Tan solo su nombre despierta la fe de su gente y de quien descubre en él a un amigo, un hermano, un salvador, un intermediario para las buenas causas ante Dios, un santo!!

Antonio Mamerto Gil Núñez, Gauchito Gil simplemente es hoy uno de los santos populares más difundidos entre la gente, de boca en boca, de milagro en milagro podría decirse.

Por todos lados, en Corrientes, Entre Ríos, en la Provincia de Buenos Aires, bien al sur, a la vera de los caminos, en las casas de sus promeseros y creyentes hay una insignia, un altar, una señal de la fe que nace con el Gauchito. En el Departamento Mercedes, en la Provincia de Corrientes, a pocos kilómetros de la planta urbana de la ciudad, está su santuario. Allí permanentemente va su gente a rezarle, a pedirle y a agradecerle. Cada 8 de enero se conmemora su muerte y se agradece su bendición y milagro. Con alegría, como él quería, se celebra su ayuda y se pide protección.

Cementerios sin cadáveres.
En las cercanías de Talcahuano, Los Lobos, se encuentra sobre un acantilado un pequeño cementerio, en el que no se entierra a difunto alguno. Este camposanto es obra de los deudos de pescadores que naufragaron en alta mar y cuyos cadáveres no fueron devueltos a la playa.
Después de intensas búsquedas y angustiada espera, los familiares hacen en su casa el velatorio, de sólo el traje del desaparecido, el que es colocado en un pequeño ataúd. En otras ocasiones se lleva la ropa a la iglesia y sobre el ataúd se oficia un responso, partiendo de allí al cementerio inmemoriam, donde es sepultado, se reza y se clava una cruz blanca, que ostenta el nombre del desaparecido y el de la embarcación.
Este culto a los muertos, establecido por la razón del corazón, se realiza desde hace más de sesenta años en la zona.
Sobre estos cementerios simbólicos, Juan Guillermo Prado Ocaranza, investigador del folclor, en su trabajo "Los rituales de la muerte", informa que "el profesor Roberto Contreras Vaccaro, afirmó que estos entierros se hacen en diversos lugares de la zona. A eso se debe que en Tumbes, Lota, Tomé, San Vicente y Punta Lavapié, en Arauco, existen cementerios donde no hay muertos.

1 comentario:

Vivianne dijo...

Yo no tenía idea que eran las animitas, si sabía de la historia popular del chacal, Romualdito y del cementerio sin cuerpos en Talcahuano, con esta gran pincelada que ha dado maestro, he quedado absolutamente ilustrada e intrigada, pienso viajar pronto a Bs As y veré lo que usted nos a narrado, lo de la Difunta Correa incluso hay un grupo rock que lleva ese nombre seguro debe ser en su homenaje, abrazos...