miércoles, 26 de septiembre de 2007

Gala Dalí, la última cortesana

Una cortesana es inferior a una amante y superior a una prostituta. 
Es inferior que una amante porque vende su amor por beneficios materiales; y es superior a una prostituta porque elige a sus amantes. 

Para comprenderlo cabalmente, cada lector, si le interesa, deberá hurgar por sí solo ivestigándolas por sus nombres, apodos, anécdotas o genialidades, si desea explicarse los más grandes escándalos, las mayores tragedias y los sucesos que muchas veces marcaron de luto, de alegría o fueron importante factor en los cambios de algunos pueblos y sociedades a través de distintas épocas. Nuestro papel es solo mencionarlas, porque sus historias llenarían anales y bibliotecas, en particular aquellas que han quedado rezagadas en la nebulosa del pasado, pués es muy probable que todos conozcamos aquellas divas, amantes, artistas del espectáculo, del cine y las tablas, que de alguna manera son las cortesanas de nuestro tiempo. Pero la mejor manera es leer Reinas de las Sombras, de la estupenda escritora española, María Pilar Queralt del Hierro, de donde tomé estas notas.

La cortesana es en realidad, una mujer cuya profesión es el amor y sus clientes pueden ser más o menos distinguidos. Sin importar sus orígenes y propósito, cualquiera sean sus otros talentos, la profesión de la cortesana es vender bien su cuerpo y sus favores y practicar sus artes personales con habilidad.

Muchas mujeres famosas eran cortesanas sólo por placer. Entre ellas están la Baronesa de Staël, escritora francesa que fue la amante de una época, y Mme Sand, cuyo nombre verdadero era Aurore Dupin que se hizo conocida como escritora bajo el nombre masculino de George Sand, de la que se dice que tuvo tantos amantes como libros publicados, Liszt y Chopin entre otros.
Rachel, que llevó una vida turbulenta dentro y fuera del escenario, y Sarah Bernhardt, quien declaró: "He estado entre las grandes amantes de mi época". Hortense Schneider permanece, por sobre todas las cosas, como la intérprete de Offenbach, por más famosa que haya sido su vida privada; y La Castiglione, a quien Cavour envió para seducir a Napoleón III, era además de un excelente agente político, un ornamento de espléndida belleza del Segundo Imperio.

En el pasado las cortesanas eran mucho más importantes que las propias reinas, cuya razón de ser era únicamente la de aportar herederos a la corona. En Francia, incluso, se creó un título para ellas: "maîtresse en titre"..

Inés de Castro, amante del infante Pedro de Portugal (con quien llegó a casarse en secreto), fue asesinada por un grupo de nobles con la anuencia de su suegro el rey Alfonso. Cuando años después, éste murió y Pedro subió al trono, hizo ejecutar a los asesinos y exhumar el cadáver de Inés. Luego ordenó vestirla de gala, coronarla y sentarla en el trono y obligó a todos los nobles a rendir pleitesía a la muerta.


Simple lujuria o amor genuino: hubo de todo a lo largo de la Historia. Algunas de estas amantes llegaron a contraer matrimonio con sus reyes. Generalmente eran bodas morganáticas, que no conferían a las esposas categoría de reinas.
¿Y las reinas? La mayoría toleraba la situación, pues no les quedaba remedio. Catalina de Braganza solía jugar a las cartas con su marido, Carlos II de Inglaterra y dos de las amantes de éste, Nell Gwyn y Luisa Portsmouth.

De los reyes ingleses, Carlos II fue muy prolífico en materia de amoríos. Antes de casarse ya era padre de cinco hijos e incluso había obligado a su hermano (el futuro Jacobo II) a casarse con una mujer a quien él mismo había dejado embarazada.

En Francia, las favoritas brillaron como en ninguna otra parte y dotaron a la nobleza de gran cantidad de nuevos miembros: algunas competían con las reinas en materia de fecundidad (Madame de Montespan, por ejemplo, tuvo siete hijos de Luis XIV), y no era raro que muchos reyes prefirieran a sus hijos ilegítimos por sobre los legítimos. Generalmente los medio hermanos se criaban y educaban juntos y hubo algunos casos de afecto verdadero entre ellos.
Francisco I, en el siglo dieciséis, instaló la tradición del adulterio real, aunque ya había habido un antecedente en el siglo anterior (Carlos VII y Agnes Sorel). Su primera amante oficial fue Francisca de Foix, condesa de Châteaubriant, dama de honor de la reina Claudia. A ella le sucedió Ana de Pisseleu, elegida por la propia madre de Francisco y promovida como gobernanta de las princesas. Desde entonces, y mientras duró la monarquía, cientos de mujeres pasaron por las alcobas reales. A Enrique IV se le conocieron cincuenta y seis amantes, sin contar las que no pudieron ser inventariadas.

Ana de Pisseleu recibió títulos y señoríos -entre ellos dos ducados-; consiguió altos cargos para sus familiares, amigos y amantes y hasta se daba el lujo de impartir órdenes a los generales.
Para conseguir los favores de Luis XIV, Madame de Montespan -una de las más famosas cortesanas reales- fingió hacerse amiga de la favorita de turno, mademoiselle de La Vallière y se lo birló. No contenta con esto, consultó a magos y brujas, realizó misas negras, compró filtros mágicos y por las dudas, se acercó a una famosa envenenadora, la Voisin. Montespan fue amante del rey durante varios años, hasta que sus prácticas de brujería salieron a la luz y estalló un escándalo que llevó a varios a la horca.

La sucesora de Montespan, Madame de Maintenon, consiguió lo que ninguna había logrado en Francia hasta entonces: casarse con el rey. Era un matrimonio morganático y secreto, pero Luis XIV le confirió un gran honor: la admitió oficialmente en las reuniones de ministros y la consultaba para los asuntos de Estado.

Una que hizo época fue Madame de Pompadour, amante de Luis X, cuyo verdadero nombre era Juana Antonieta Poisson. No sólo era una casquivana que frecuentaba los salones parisienses: tenía una sólida formación intelectual y una inteligencia notable.
Cuando murió la Pompadour fue tal que el rey tardó cinco años en tomar otra favorita. Y cuando se decidió, optó directamente por una profesional: Juana Bécu, conocida en los burdeles como la señorita Beauvernier y por la Historia como Madame Du Barry.
Cuando Luis XVI subió al trono, en 1774, la Du Barry debió ir al exilio durante un tiempo. Años después pudo volver a su hogar, pero no sobrevivió a la Revolución Francesa.

En la Venecia renacentista convivían dos clases de cortesanas: la cortegiana "onesta", cortesanas intelectuales, y la "cortigiana di lume", cortesanas de clase baja más parecidas a las prostitutas de hoy y que solían ejercer cerca del puente de Rialto. Las primeras solían disfrutar de privilegios únicos; visten valiosos vestidos bordados en rojo, leen, componen poemas y música y discuten asuntos de Estado con los hombres que gobiernan la República. Quizá la figura más destacada de esa época es Verónica Franco, poetisa y cortesana. Como muchas cortesanas famosas, Verónica más que bella era atractiva, y sobretodo muy culta. Prueba de su cultura fue la publicación de un libro de poemas amorosos, tema en el que era una experta y en el que muestra su elegancia y su amor por el lujo. Su honradez y honestidad le abrieron muchas puertas en la alta sociedad.

En el año 1572 aparecía su nombre en la lista oficial de tarifas que tenían las cortesanas de Venecia, Il Catalogo di tutte le principale et piu honorate cortigiane di Venecia. Su precio era de tan solo dos escudos, un valor bastante mediocre, sin embargo, tan solo un año después su nombre estaba en boca de toda la ciudad. Así, en el año 1574, cuando el futuro rey Enrique III pasó por Venecia en su ruta hacia París, las autoridades no dudaron en presentarle a Verónica, como el mejor presente que podía ofrecerle la ciudad.
Hetera o hetaira (en griego antiguo ἑταίρα) era el nombre que recibían en la antigua grecia las cortesanas, es decir, una forma de compañía sofisticada mezclada con prostitución.

En la sociedad de la antigua Grecia, las heteras eran mujeres independientes y en algunos casos de gran influencia, a quienes se les obligaba a utilizar vestidos distintivos y que tenían que pagar impuestos. Era un colectivo formado principalmente de antiguas esclavas y de extranjeras y tenían un gran renombre en sus capacidades de danza y música, así como por sus talentos físicos.


Existen evidencias de que, al contrario de la mayoría del resto de mujeres griegas de la época, las heteras recibían educación. También es importante señalar que las heteras no sólo eran las únicas mujeres que podían tomar parte en los "simposion", sino que sus opiniones y creencias eran además muy respetadas por los hombres.
Se han encontrado algunas similitudes entre las heteras griegas y las geishas japonesas , las kisaeng corenas; figuras complejas y posiblemente intermedias entre prostitutas y damas de compañía.

Entre las más famosas se encontraban Thargelia, una renombrada hetera jónica de los tiempos antiguos, Aspasia, compañera durante mucho tiempo del político ateniense Pericles y Thais, una concubina de Ptolomeo I, Soter, general de la expedición de Alejandro Magno y posterior rey de Egipto.
Las Hetaera parecen haber sido contempladas de forma distinta a las pornê o simples prostitutas, y también distintas a las amantes o esposas. En su discurso Contra Nerea, Demóstenes dijo:

Tenemos a las heteras para el placer, a las pallakae para que se hagan cargo de nuestras necesidades corporales diarias y a las gynaekes para que nos traigan hijos legítimos y para que sean fieles guardianes de nuestros hogares.

Aparece Gala. De ella se dice que la historia contemporánea no registra ninguna mujer que respondiese tan bien al dicho "el poder detrás del trono". Era dueña de una personalidad avasalladora y un temperamento terrible. Exuberante, promiscua y a la vez exigente con los hombres que estaban a su lado. Ellos debían fascinarla, hacerla soñar, superarse a si mismos. Muchos surrealistas se enamoraron perdidamente de Gala antes de su matrimonio con Eluard y era tan fuerte su impresión respecto de su poder, que cuando se hablaba de la pintura, el libro o la escultura del algún colega, decían: ¡Oh sí, es bueno porque ha estado enamorado de Gala...!

Nacida el 26 de agosto de 1894 como Elena Ivanovna Diakonova en Kazan, Rusia, Gala Eluard Dalí, conocida simplemente como Gala, nombre con que la bautizó su primer marido el poeta francés Paul Eluard, se fue transformando como una libélula hasta alzanzar el estado de zarina de las cortesanas.

En Suiza conoce al joven y aún desconocido Paul Eluard. Después de una larga convalecencia en el sanatorio helvético, los dos jóvenes llenos de pasión, se prometen amor eterno. En el año 1917 se casan en París, y en mayo del 18 nace Cécile su hija, Gala la confía inmediatamente al cuidado de la suegra con quien se quedará gran parte de su vida, debido al escaso interés que ella demuestra por la pequeña. El matrimonio vive años intensísimos en la capital francesa, que es escenario privilegiado de las vanguardias, asisten al nacimiento del Dadaísmo. Eluard, inspirado por su joven esposa, junto a André Breton, Louis Aragon y Max Ernst, crean el grupo surrealista, la vanguardia más revolucionaria de aquella época.

Gala tiene el privilegio de ser la musa de Eluard. Este la guía en el enredado mundo pasional que rodea su obra, le enseña el amor libre sin reserva ni moderación, la joven virgen y naïve que había llegado de Rusia, ya no existía, la remplaza la femme fatale, la devoradora de hombres.
No se sabe exactamente cuando empezó su pasión por el artista y mejor amigo de su marido, Max Ernst. Lo que sí se sabe, es que Ernst en 1922 dejó en Colonia a su mujer y a su hijo y se fue a vivir con los Eluard. El artista inspirado por su musa Gala, pinta todos los muros y las puertas de la casa de Eaubonne, en un ímpetu creativo sin precedentes en su carrera artística. En el 1967, gracias a la ayuda de Cécile Eluard, que se recordaba perfectamente de estas piezas pintadas con las cuales pasó parte de su infancia, el artista Gérard Guyomard, rescató los frescos, retirando el papel mural que lo recubrían, limpiándolos y transfiriéndolos sobre tela.

Durantes varios años, bajos los ojos comprensivos y distraídos de Paul, los dos amantes vivían su pasión sin mayores complicaciones, hasta que Eluard se cansa de este "ménage à trois" y parte a recorrer el mundo. Durante varios meses Gala no tiene noticias del marido hasta que un día recibe una carta de Saigón donde le pide que vaya a buscarlo para “reconciliarse”. Gala respondió al llamado, pero llevó con ella en su viaje a Max. El mensaje para Eluard era clarísimo, ella no estaba dispuesta a negociar su dosis de amor libre que él le había inculcado, como higiene de vida y camino a la felicidad durante estos años de matrimonio. La pareja, o mejor dicho el trío, vuelve a París, el padre de Paul muere dejándole una importante fortuna, Gala empieza a viajar y a vivir sus aventuras amorosas de un día, que se consuman como cigarrillos, uno atrás de otro, en el intento de saciar esta hambre de amor que era la única religión que profesaba con gran rigor y devoción.

Tras un amor fugaz y otro llegamos al mítico verano del 1929, en Cadaqués. Gala viaja junto a su marido, con Magritte y Buñuel a visitar el joven pintor catalán. La historia se repite, en el enésimo viaje se presenta el enésimo hombre, que esta vez ella decide adoptar, dejando todo atrás, olvidando lo que había sido y ofreciéndose en alma y cuerpo a su “petit” Dalí. Gala tiene treinta y cinco años, Salvador veinte y cinco. Este joven virgen e inseguro le confiesa su amor, ella le toma la mano y le dice: “Pequeño, ya nunca más nos separaremos”.

A partir de este momento la vida de esta mujer deslumbrante, se confunde y se funde con la de Dalí. Empieza el mito de Gala, nace la musa, madre, Eva, Elena, bruja, adivina, y así se convierte en el eje de la vida de un hombre, por cierto genial, sin embargo muy perdido en sus sueños de grandeza para poderlos concretar. Gala llega a la existencia de Dalí, despertando en él, durante los cincuenta y tres años de vida en común, un sinnúmero de momentos creativos que se traducen en la tela, que se concretan en objetos bizarros, en pensamientos profundos y en actos irreverentes. En más de una oportunidad le recordó que lo rescató del homosexualismo y la impotencia ya conocida de su temprana amistad con Federico García Lorca, con quien intimó por mucho tiempo.

Ella hace publicar al pintor su primer libro en la Edición Surrealista y convence a Breton de que acepte al artista en el grupo surrealista. Ella se dedica a que uno de los artistas más significativos del siglo XX pueda expresarse y pueda crear sin preocuparse del aspecto económico del cual se encarga a partir del 1929. Sucesivamente creará el producto “Dalí”, lo lanzará en el mercado y vivirá de él, pero siempre con la aprobación del artista que en ella lo encontró todo, la razón de vivir y la de morir.

Gala es omnipresente en su obra, su facciones se encarnan en la tela como madonas, heroínas, diosas y ninfas, pero sobre todo Gala es la personificación de Gravida, el mito de la mujer que avanza, que Dalí conoció a través del texto freudiano “El delirio y los sueños”, basado en la homónima novela de Wilhelm Jensen, donde un arqueólogo a través de una obra de arte encuentra a su amada, a quien ama antes de conocerla. La primera vez que este tema aparece en su pintura es en 1929, en “El hombre invisible”, que se convertirá en la pintura “fetiche paranoico” protectora de Gala y Dalí. "Gravida-Gala" aparece en el plan inferior derecho del cuadro, Dalí la representa como una mujer que tiene dos cabezas idénticas, cada una simbolizando la duplicidad que encarna la heroína en la novela de Jensen, realidad y sueño, mentira y verdad, memoria y presencia.


Helena Ivanovna Diakonova fue también la última musa del siglo XX, mujer capaz de estallar los amores más locos y las antipatías más violentas, mujer del calibre de Beatrice, Laura o de la escritora Lou Andreas Salomé, que hechizó con su gracia el brillante tríptico Nietzsche, Rilke, Freud. Se podrían llenar páginas sobre los insaciables amores de Gala, que hasta a los ochenta años recibió a los amantes más jóvenes en el castillo de Pubol que Dalí le había regalado y en el cual el artista solo podía entrar bajo invitación explícita de ella. El más conocido es Jeff Fenholt, protagonista del musical “Jesucristo Súper Estrella”. También se podría hablar de las míticas orgías de Cadaqués, en las cuales Gala y Dalí consumaban sus perversas fantasías sexuales, él la del impertérrito voyeur, ella la de reina del amor carnal; del trío Gala- Dalí-Amanda Lear. Seguramente la pasión de Dalí por Gala, quien murió en 1982, se manifestó de varias maneras con el pasar del tiempo y las necesidades de ella dejaron en un momento impreciso de ser satisfechas por el artista, y viceversa.

¿Qué podía tener esta mujer de especial para subyugar así a los hombres y también a las mujeres que fueron sus amantes, que técnicas amatorias. Qué desvaríos sexuales, para absorverlos, convertirlos en sus esclavos, pendientes de sus caprichos, aún los más perversos?

Gala, esta insaciable mujer, reina del amor libre, solo obediente a sus pasiones es sin duda la última de las cortesanas de nuestro siglo, la más conocida, la más poderosa y las más recordada.


Gala permaneció activa y coqueta hasta el final. Varias cirugías la mantuvieron con su piel tersa y estirada. Algunos pensaron incluso que tenía más años de los que oficialmente decía. Una fractura de fémur fue el comienzo del final. Pese a que la operación a la que se tuvo que someter con casi 90 años de edad fue un exito, su avanzada edad la precipitó después a una crisis sin regreso. Murió rodeada del cariño y la atención constante de Dalí en el castillo medieval de Pubol, en la provincia de Gerona que el pintor le regaló en 1968. Allí fue enterrada y allí se recluyó por un tiempo el artista tras su muerte acaecida el 10 de junio de l982.

Dalí pasó más de dos años encerrado en el castillo de Pubol donde no había entrado jamás en vida de Gala y parecía que deseaba dejarse morir. Fue un largo calvario de tinieblas para el pintor, que terminó con un accidente que pudo costarle la vida: un cortocircuito en un interruptor para el timbre de llamados a la servidumbre provocó un incendio en el que Dalí resultó con graves quemaduras. Era el mes de agosto de 1984. Esa circunstancia, la inmediatez de la muerte, le devolvió a Salvador Dalí las ganas de vivir y la cordura.

Viviría aún cinco años más, haste el 23 de enero de l989, siempre en la Torre Galatea de Figueres, junto al museo que lleva su nombre.





domingo, 23 de septiembre de 2007

¿Quién es el El Roto Chileno?


Podrías ser tú o yo mismo……… En verdad más que personificar a un sujeto determinado el roto chileno viene a ser la suma de lo que se ha dado en llamar el alma nacional, es decir ese conjunto de capacidades, de modismos, actitudes y comportamientos que son propios del pueblo chileno. Y cuando señalamos pueblo chileno nos estamos refiriendo a lo que antiguamente se denominaba el bajo pueblo que era un extracto social ostensiblemente mayoritario en aquella época. Al patipelado, al gañán, al patiperro, al pata rajá, en suma al personaje popular que ha sido tantas veces graficado en revistas, telenovelas, obras de teatro y radiofonía tales como el inolvidable Verdejo con la eterna picardía de su sonrisa sin dientes, el archifamoso Condorito internacional de Pepo y sus entrañables amigos Pepe Cortisona, garganta de lata, huevoduro, comegatos y su compadre don Chuma.

Y que decir de los recordados programas radiales Residencial La Pichanga, Hogar Dulce Hogar y la misma Pérgola de las Flores, todas ellas en el baúl del olvido pero vivas en la memoria de muchos coterráneos de hace una o dos generaciones.

En las incursiones que los estudiosos han hecho en búsqueda de nuestra identidad nacional o lo que algunos denominan el rostro de nuestra chilenidad, se ha concluído que en el quehacer de la formación de la sociedad chilena, más o menos al final del período colonial y principios del siglo XIX, primero estaba el huaso y su compañera la maiga -más conocida después como china-, como la pareja típica de Chile. En ellos encontramos las primeras cualidades distintivas de la raza como son el orgullo, la picardía y el afán libertario.

El huaso era el único prototipo de aquel entonces sea como gañán rural o inquilino de los campos. Gran trabajador y ya incursionando en diferentes faenas de los incipientes asentamientos urbanos lo encontramos enraizado al terruño, creyente, muy conservador, enemigo de las reformas y aferrado al patrón con quien compartía el mismo vestuario y competía de igual a igual en las maestrías de la trilla, la siembra y la cosecha, el rodeo y marcación de las reses.
Al mismo tiempo que proliferaban las faenas y centros de trabajo y nacían nuevos oficios en los pueblos y ciudades del país, la figura del roto empezó a perfilarse con mayor nitidéz como antítesis del huaso, sumándosele además de las virtudes y defectos señalados otros aspectos costumbristas
provenientes del trabajador minero, del marino, del arriero cordillerano, del pescador y del habitante de las pampas y desiertos, que le aportaron una nueva faceta aventurera, osada, anárquica y guerrera.

Pero fué sin duda por el ámbito bélico suscitado en el país con ocasión del conflicto entre Chile y la Confederación Perú-Boliviana, donde el pueblo-pueblo se volcó a enrolarse para defender la patria, donde aparecieron aquellas otras cualidades distintivas que hasta hoy adornar la figura del roto chileno, como son su arrojo, valentía y aguante en las peores condiciones climáticas y su desprecio a la propia vida para enfrentar con escasas armas al enemigo, vencerlo y perseguirlo a través de su propio territorio.

Así ocurre en la batalla de Yungay acaecida el 20 de Enero de l839, fecha a partir de la cual el roto chileno obtiene su fé bautismal como arquetipo del hombre modesto pero decidido, que en la instancia del deber sagrado de defender la patria, sin preparación militar, vistiendo muchos sus ropas de trabajo, se alza como símbolo viviente de nuestro pueblo, de la idiosincracia y de los valores constitutivos de nuestra nacionalidad, trasunto del mestizaje biológico y cultural entre la soldadesca española y las mapuches que poblaban el territorio de aquel entonces. De esta gesta, aún se recuerdan los nombres de la sargento Candelaria Pérez y del oficial araucano Juan Lorenzo Colipí, quienes junto a su Comandante el General Manuel Bulnes escribieron una de las páginas más brillantes de la historia patria.

Alberto Cabero, escritor de nota, abogado y parlamentario radical, Senador y Ministro de Estado, escribía por los años 20 en su libro Chile y los Chilenos que el Roto era la base étnica de la nación chilena y que por lo consiguiente su carácter encerraba una mezcla de virtudes y defectos, que el definía de la siguiente manera:

“patriota y egoísta – hospitalario y duro, hostil – fraternal y pendenciero, agresivo - religioso y fatalista, supersticioso que cree en ánimas – prudente y aventurero, despilfarrador, - sufrido, porfiado e inconstante…resignado con su suerte, violento con los hombres – triste, pesimista, callado, socarrón, rapiñador, marrullero y ebrio.”
Por todo ésto la fecha 20 de Enero, que rememora la gesta de Yungay, quedó institucionalizada como reconocimiento nacional para aquel pueblo convertido en ejército, en homenaje a esos rotos transformados en soldados que revistiendo sus cuerpos con valor a falta de un uniforme y armados de heroicidad a falta de armas, representan al hombre anónimo dispuesto a ofrendar su vida por la patria.

Bien rezaba el homenaje del compositor José Zapiola, cuando compuso su Himno a la Victoria de Yungay, que después de la Canción Nacional ha sido el más tocado:

“Cantemos la gloria
del triunfo marcial
que el pueblo chileno
obtuvo en Yungay”

Chile, en memoria de este hito guerrero, construyó la Plaza de Yungay en la capital del país y más tarde se eriguió allí, el que primero se llamó Monumento a la Victoria y que hoy se ha legitimizado como Monumento al Roto Chileno, que viene a ser el Juan Pueblo que nos representa a todos.

No obstante a 168 años de la batalla de Yungay, Chile como país ha vuelto a reinventarse varias veces y siempre con características nuevas y todavía los sociólogos y los historiadores siguen escarbando en la fenomenología social para determinar quién y cómo se representa el roto chileno actual.

Desde que Alonso de Ercilla escribiera la epopeya La Araucana, han quedado abiertas numerosas puertas y cauces que han dado origen a diversas facetas de la siempre cambiante identidad nacional que no ha cesado de amoldarse y metamorfosearse en la búsqueda de su identidad.

Todos los cambios de la modernidad, el internet, la expansión del tráfico aéreo, la comunicación celular y digital, las autopistas internacionales, han transformado la fisonomía de Chile y por ende de sus habitantes. Ahora el país ya no tiene como antaño ese carácter insular que nos encerraba en el cono sur del hemisferio. El advenimiento de nuevas tecnologías y el gigantesco paso de las ciencias entrometiéndose en la vida cotidiana ha creado interconexiones entre las gentes de todos los países que antes nunca existieron, atravesando tangencialmente la cultura chilena, trayendo nuevas modalidades y costumbres que hacen que el chileno de hoy necesariamente sea un hombre nuevo, más universal y abierto a las tendencias en boga, con un afán y predisposición muy distintas al pasado. Desde luego todo ha cambiado y tanto el huaso como el roto chileno hoy tienen probablemente distinta connotación.

Ya te digo, el roto chileno de ayer y de hoy, podrías ser tú o yo mismo.


“Monumento al Roto Chileno realizado por el escultor Virginio Arias, que se encuentra en la Plaza de Yungay en Santiago de Chile y erigido el 7 de Octubre de 1888, durante el gobierno de José Manuel Balmaceda Fernández”