martes, 6 de marzo de 2007

¡ AHH...! La Familia...

Una de las pocas cosas que caracterizan el sentimiento de cohesión de la especie humana es justamente la unidad familiar, ese sentido grupal que heredamos de la edad de las cavernas que nos impele a reconocernos, a juntarnos, a ser solidarios con aquellos con los que nos unen lazos consanguíneos, mejor expresado con nuestra familia.

Claro está, que uno no puede escoger su parentela. Hay un dicho popular que dice que uno puede escoger los amigos, pero que la familia viene en el paquete.

Es lo que me pasó con mi tía Eulalia. La verdad al final parece que la pobre no es realmente mi tía, pero yo desde que tengo uso de razón la he llamado así porque en mi niñez la veía a lo menos una vez al año cuando para la Pascua le íbamos a dejar un regalito, generalmente vituallas, a su modesta casita de madera y techo de zinc donde vivía absolutamente sola.

AQUI VA UNA FOTO DE MI TIA
Es de los tiempos en que era conferencista de una iglesia evangélica. Ahora por supuesto está más viejita aunque muy vital y yo la siento sinceramente como parte de mí, de mi parentela.

Lo que yo quería contar, es que después de muchísimos años en que la perdí de vista, especialmente porque vivo ahora en el extranjero, la encontré casualmente en uno de mis viajes justamente en un mercado de artesanía donde coincidimos.
No tengo palabras para expresar la alegría que tuve al verla de nuevo ni logro expresar la felicidad que inundó su rostro cuando me reconoció en medio de ese gentío.

De inmediato me invitó a su casa, la misma modesta vivienda donde yo la conocí, donde volví a saborear el mate de leche preparado de su mano y a rememorar en su compañía nostálgicos recuerdos de gente que ya no existe y de amigos que se perdieron consumidos en el laberinto de sus propios mundos.

Y fué allí precisamente en ese rincón de la pared de su salita, donde volví a contemplar largamente, con la misma curiosidad e igual aprensión que experimentaba cuando era niño, ese extraño retrato de periódico pegoteado en la muralla, donde aparecen unos enanos, una mujer barbuda y otros extraños sujetos, del cual, cuando le pregunté en ese entonces solo me dijo que era un recuerdo muy valioso porque la mayor parte de los que aparecen en la foto, formaban parte de la familia de su abuelo, todos artistas circenses.

Por respeto, tampoco esta vez quise ahondar en el tema de saber que pasó y dónde estaban esos otros personajes ahí retratados, pero no pude resistir la tentación de llevarme un recuerdo y sacarle una foto a ese retrato con mi cámara, que aquí reproduzco.

Seguidamente pasó algo maravilloso. Mi tía me confidenció con actitud compungida, casi con la expresión de una niña y con lágrimas en sus bellos ojos, que no quería morirse sin ver a sus padres, a sus hermanos y la familia que aún tenía, especialmente ahora que había sabido vivían todos juntos en una provincia cercana, en el extremo sur del país...

Dicho ésto por mi tía Eulalia con una turbación y excitación que yo nunca le había visto, sin pensarlo dos veces, atarantadamente quizás, le propuse que hiciésemos realidad su anhelo, que fuésemos juntos, que yo no veía inconveniente en desviarme un poco de mi plan de viaje con tal de darle esa satisfacción. Más aún, le dije que partiésemos de inmediato, aprovechando que yo tenía tiempo, dinero y contaba con un auto arrendado para movilizarme. Y así lo hicimos.

Dos días después de un viaje muy placentero, donde me sentí muy felíz de poder hacer realidad ese legítimo afán de mi querida tía, llegamos a un sector rural bastante alejado del último villorrio donde alojamos la noche anterior. Siempre preguntando a personas de buena voluntad que íbamos encontrando cada ciertos kilómetros llegamos al sector que según mi tía nos acercaba a nuestro destino.

Después de muchas horas de transitar por un mal camino de tierra, más bien una huella que una carretera, donde se apreciaba por las marcas del suelo que por allí prácticamente no circulaban muchos automóviles sino mas bien carretas o vehículos de tracción animal, empezó a inquietarme la idea de no tener donde reponer bencina y peor aún, llegué a pensar que era improbable que por esos lares hubiera siquiera una estación de servicio.

Estando en esas cavilaciones alcanzamos a un jinete solitario que iba cantando a viva voz una desafinada ranchera mexicana, a quien nos apresuramos a preguntar si conocía a la familia Gallinazo, el apellido de tía Eulalia.

El jinete, un hombre muy corpulento y peculiar, que montaba un esmirriado caballo alazán, seguramente un tanto sorprendido y quizás molesto por haber sido interrumpido en la mitad de su estusiasta canción, después de estudiarnos en silencio por cerca de un minuto nos dijo que justamente él era empleado de on Nico, el padre de Eulalia y que además también era su sobrino, por lo que tomamos debida nota con mi tía que ya estábamos en casa, donde sus recordados y desconocidos parientes y que enfrente suyo estaba uno de sus primos.

Calixto, así dijo que se llamaba nos pidió que lo siguiésemos porque la hacienda La Fortaleza estaba ahí a la vuelta, muy cerca. Acto seguido emprendió un mediano galope con su cabalgadura, haciéndonos señas con sus sombrero cada cierto trecho pensando tal vez que nos perderíamos. La estancia no estaba tan cerca en realidad, porque como a la media hora de seguir a Calixto que otra vez iba cantando su canción, recién avistamos a la distancia muy arriba en la montaña una mole que se silueteaba y que daba la impresíón de ser una construcción de varios pisos, lo que me causó mucha extrañeza y que nuestro guía nos señaló con grandes muestras de regocijo en su gran cara morena inundada permanentemente por una cálida sonrisa.

ESTE ES EL CALIXTO, hombre entrañable y leal, que supo con su gran conocimiento de la vida campesina, su simpatía personal y sus historias truculentas de tesoros escondidos, brujas y apariciones, entretenernos durante las fogatas nocturnas y los inolvidables paseos a la laguna negra donde toda la familia de mi tía Eulalia celebró con varios asados y comidas típicas nuestro arribo.

Hasta no conversar con mi tía, lo único que sabía de esta parentela que habitaba en esa zona enclavada en plena cordillera era que siempre, sin importar donde viviesen, gustaban vivir apartados de la gente y de las grandes ciudades y que por fin tras muchos años de persistir en el empeño de contactarse y mantener una fluida comunicación, Nicolás, su padre, que siempre tuvo un gran ascendiente sobre ellos, convenció a hermanos, yernas y sobrinos, en especial a los jefes de familia que se encontraban viviendo en distintos países del mundo, especialmente américa y europa, para hacer realidad un proyecto que todos acariciaban en secreto por muchos años, de juntar sus ahorros para adquirir una extensa propiedad para vivir juntos, compartiendo penas, trabajo y alegrías, pero alejados del mundanal ruido, en la práctica de una vida sana y esforzada donde criar sus hijos y entregarles valores familiares.

Toda esta hermosa historia real, contada por mi vieja tía en su casa me emocionó y me hizo pensar en lo complicado de mi vida y la de todos quienes luchamos en las grandes ciudades y capitales del mundo para hacer lo mismo, progresar y sacar adelante a nuestros hijos, pero con la diferencia que nunca podemos terminar la tarea de cuidarlos, tenerlos junto a nosotros y verlos crecer, desarrollarse y vivir su propia existencia en compañía de sus parejas y descendencia. Lo común era lo contrario, que se alejaran, que vivieran lejos, que se perdiera la comunicación y también la confianza. El olvido.

¡Quieren que me quede con ellos!, musitó tía Eulalia con un sollozo de emoción cuando terminó de contarme el proyecto de su familia. Y tú le dije, ¿quieres hacerlo?. Sí me dijo, más con la mirada y su gesto de rotunda afirmación que con su estrangulado que musitó muy quedo.

A continuación buscó en un cajón de su viejo velador un gran sobre amarillento y de allí extrajo dos fotografías antiguas, algo arrugadas, pero a juzgar por la reverencia con que las manipulaba eran constitutivas de un gran tesoro para ella. Esta es la última foto de mi padre, me dijo. Y aquí está mi madre.

EL TATA NICOMEDES
Por la foto, mi casi abuelo me pareció re simpático, para que voy a decir una cosa por otra. Al igual que yo, al parecer siempre sale con los ojos cerrados, quizás por efecto del flash. Después vendría no solo a confirmar esta opinión sino a valorarlo en su alta calidad humana, pero por encima de todas sus cualidades que eran muchas, a entender su extraña pero comprensible visión del mundo.

LA ABUELA ASUNCION
A decir verdad esta señora en principio no me gustó mucho, aunque le dije a Eulalia que su madre me parecía muy dije, expresión aprendida en mi juventud, que nunca más había escuchado, que significaba algo así como que era una persona aparentemente muy simpática y distinguida. Eulalia me contó que Asunción era el poder detrás del trono y que por lo que sabía todavía se ocupaba de las labores de su casa que manejaba con mano de hierro y donde atendía personalmente a sus siete hijos, todos grandes por supuesto, y no solo eso, sino que a todas sus yernas, primas, sus maridos y sus retoños fijando las reglas de la comunidad.

En eso dimos un giro y el sendero nos llevó a un hermoso bosque de pinos y de pronto casi me salgo del camino de la impresión. En un sector más raleado de los grandes árboles ví algo que me conmocionó. En un principio creí que era una aparición o una ilusión óptica, pero no era así.

Ahí cerca, dibujándose nítidamente en la claridad del atardecer, montado señorialmente en una elevación del terreno, vimos un castillo. Pero no un castillo cualquiera, sino un hermoso castillo de tipo medieval, con líneas arquitectónicas que yo nunca había visto en el país, muy similar a los que abundan en Europa.

Apenas llegamos al amplio portal de la vivienda después de sortear un pequeño puente levadizo bajo el cual rumoreaba un arroyo, nos salió a recibir en el gran patio exterior un seco y adusto sujeto, con trazas de predicador, que nos interrogó exhaustivamente, casi groseramente diría, sin hacernos pasar hasta establecer con documentos en mano además de nuestra versión, de quiénes éramos y que hacíamos allí. Sobre todo le interesaba saber de nuestra fé religiosa, de si teníamos algún vicio, si teníamos tendencia a la lascivia y cómo yo, un completo desconocido que no era familiar directo de nadie de los residentes del Ultimo Refugio, así le llamó, me atrevía a considerarme con derecho a quedarme allí...

Eulalia y yo nos quedamos de una pieza. Mudos y sorprendidos por esta intolerante intransigencia y autoritarismo. Al fin, Eulalia sacó su aguda y estridente voz que entrenaba solo cuando estaba ofendida y le dijo al sujeto. Tú debes ser el papanatas de mi primo Sosías no es verdad. Y al ver el sorprendido gesto afirmativo del interpelado continuó. Pués, si ya sabes que soy tu prima e hija de tu tío Nicomedes, a que esperas para avisarle que llegamos.

Yo me sentí pésimo y mi primera intención era dejar a mi tía allí y despedirme rápidamente para abandonar esos lugares.

ESTE ES EL PRIMO MESIAS
En el fondo, como pude establecer posteriormente el tipo no es malo, pero es un fanático moralista y llevado de sus ideas antiguas de como debe ser el comportamiento de la gente. Sobre todo impresiona su apariencia. Por su manera de ser y sus frases apocalípticas, se creería que fue enviado por Dios mismo, o por el Diablo, si se quiere exagerar, pero no hay que llamarse a engaño. Es solo un mortal que sufre mucho de dispepsia y que vive amargado desde su última expulsión del centro jesuita donde fue cocinero por varios años y donde no sin su desagrado fué bautizado como el monje loco.

Por fin habíamos llegado al lugar, al Castillo de la familia de mi tía que mirado desde la inmediatez del gran patio que lo circundaba era mucho más grande de lo que parecía, dado que además de los cuatro pisos donde había salones , habitaciones e innumerables cuartos pequeños que nunca supe para que servían, además de las almenas, torretas y miradores donde nunca fui admitido, contaba con un subterráneo del mismo perímetro de la construcción, que además de servir de bodega de vinos y de víveres, estaba destinado al museo privado de la familia Gallinazo, que a su vez oficiaba de Salón de Actos o Teatro, con enseres muy curiosos, muchos retratos y fotografías, cañones, juegos de trapecio, disfraces, ruedas gigantescas y una diversidad de elementos que hacían recordar el montaje que se exhibe en las ferias ambulantes y en los circos tradicionales , además de los muebles y trastos propiedad de casi una veintena de familiares que llegados de todas partes del mundo no quisieron desprenderse de ellos por el valor sentimental que representaban.

No tuve tiempo de continuar divagando ni tan siquiera de alcanzar a mi tía que ya había traspasado el umbral de la casa precedida por el primo Sosías, cuando fuí arrollado virtualmente por un altísimo muchachón de más dos metros y medio de altura que en el intento de tratar de evitar chocar su cabeza con el dintel de la puerta tropezó con mi maleta y cayó virtualmente cuan largo era encima de mi humanidad.

En medio de disculpas me ayudó a levantarme presentándose, previo comprobar que yo no tenía ningún hueso roto, como Demetrio, del cual supe posteriormente que se había criado en Francia donde sus padres se asilaron después de la gran guerra siendo él un niño y ahora que éstos habían muerto junto a su otro hermano en una horrible tragedia área, se había regresado para vivir con la familia para siempre, colocando, al igual que todos sus parientes, su fortuna personal en el proyecto común.

ESTE ES EL DEMETRIO
Muchacho muy despierto, con estudios en ocultismo y filosofía hermética orientalista, Demetrio daba la impresión de andar siempre de buen humor, riéndose solo por los pasillos y hablando en voz alta y gesticulando como si a su lado estuviera otra persona, constumbre que devenía de cuando estaba con vida su hermano gemelo, cuya pérdida ostensiblemente nunca pudo asumir.

Según algunos comentarios, el podía conversar con los muertos en lenguas ocultas, lenguaje misterioso que solo dominaban algunos mortales, conocimientos que utilizaba para coloquiar con su hermano y otros familiares fallecidos con los que tenía afinidad. Para otros, Demetrio estaba chalado y era un sujeto poco entretenido, motivo por el cual casi nadie frecuentaba su amistad, salvo sus más incondicionales amigos y primos, Pepe y Papo, italianos de nacimiento pero que se criaron en los Cárpatos cuidando cabras monteses.

AQUI ESTAN PEPE Y PAPO
Muy deportistas, con una agilidad asombrosa, éstos muchachos hijos de un mismo padre, acostumbraban escalar el castillo antes del desayuno, por lo que era frecuente verlos muy de mañana portando cuerdas y elementos propios de los andinistas. De Pepe se rumoreaba que le funcionaban los dos lóbulos cerebrales por lo que poseía el don de la ventriloquía, la videncia y el hipnotismo a distancia. Por su parte Papo, era un científico muy completo, un Geoólogo con un oído tan desarrollado que era capaz de percibir antes que el más moderno sismógrafo todos los movimientos terrestres en cualquier parte del planeta, incluyendo el cálculo de su intensidad.

LA TIA ESCOMBROS
Era inevitable no tropezarse con ella. Obligada a permanecer en el primer piso, no gustaba permanecer encerrada por lo que estaba instalada en un pasillo del Castillo de donde nunca la ví moverse. Eso sí, siempre vistiendo ropa transparente y muy coqueta. Su extremada obesidad la había hecho famosa en los países Bálticos donde regentaba un circo itinerante. Su verdadero nombre era Magdalena, pero se ganó el sobrenombre de escombros, porque cada vez que dormía en un segundo piso se derrumbaba el piso bajo su cama.

LAS GUAGUAS Y SU MASCOTA DESGRACIA.
El capítulo de los sobrinitos es bastante extenso, por lo que solo comentaremos y mostraremos dos o tres de los bebes que alegraban el castillo con sus gritos y aullidos y otras veces, nos ponían los pelos de punta, según fuera el tenor de sus travesuras. Extrañamente, todos estos bebes y niños, que eran en total 23, curiosamente compartían un solo mascota, una gatita que generalmente veíamos pasar como un celaje por los pasillos y habitaciones, bien con su cola en llamas, con trampas de ratones en las orejas, de algún color extraño o amarrada a una de sus patas alguna lámpara, por lo que fue bautizado como desgracia.

ESTE ES MIRADAS.
Es un bebe muy tierno, que tiene una mirada muy persistente, tanto que da fastidio estar con él, sobre todo porque su gran timidez hace que se esconda tras cualquier mueble y desde allí atisba subrepticiamente. Lo peor sin embargo es su curiosidad, ya que uno se lo encuentra en cualquier parte, bajo la cama, tras la taza del baño, dentro de la tina, en el ropero, bajo la mesa del comedor y en los lugares más insospechados.


FOTO DE LOQUILLO
El caso de este niño es muy extraño pués a pesar de su apariencia tiene en realidad 18 años. No obstante su edad cronológica nunca su cuerpo se ha desarrollado y aún sigue gateando y comportándose como un lactante, al revés de lo que ocurre con su cerebro que tiene un desarrollo casi normal. Su apodo de loquillo se lo ganó merecidamente porque constantemente pone en jaque a sus padres y a todos los habitantes del castillo porque trata de imitar todo lo que ve. Los sucesos más sonados del tiempo en que permanecí en ese lugar fueron la vez que se escondió en la mochila de alpinista de Papo y en medio de la ascensión vertical y suspendido a 14 metros del suelo intentó salirse ante la angustia de sus tíos Pepe y Papo que poco podían hacer para sostenerlo y el espanto de todos quienes salimos a los gritos a contemplar esta escalofriante escena. Lo otro fue cuando se coló tras el cuerpo de tía escombros y costó dos días sacarlo de bajo su inmensa humanidad debiendo utilizarse un poderoso tecle para levantarla lo suficiente para rescatar a loquillo que ya estaba semi asfixiado y con un sospechoso color morado que hizo temer lo peor.

Sin embargo su hazaña mejor recordada fue cuando amarró un diente del tío Calixto, que dormía profundamente al picaporte de la gran puerta de entrada al castillo. El aullido de dolor que lanzó el nombrado a las cinco en punto de la mañana cuando los andinistas Pepe y Papo acostumbraban abrir el portón, todavía es recordado con risueña expresión por los habitantes del lugar.

EL FAMOSO TOMASITO.
El Tomás es un verdadero bandido. Amante de las aventuras y diabluras no pasa día sin que arme un jaleo distinto en la mansión. Se especializa en coleccionar alimañas y no es extraño verle jugar, sea en el patio o en su habitación y en cualquier parte, con ratas, arañas gigantescas, serpientes, escarabajos, murciélagos y otros bichos que colecciona y amaestra con el solo propósito de hacer bromas y asustar a sus primos, tíos y abuelos. Su último escándalo fue meter en la almena de tía Aghata, que tiene 98 años y es sordomuda, alrededor de 35 murciélagos y alrededor de 100 arañas, que luchaban entre sí, unos para devorarlas y las otras para esconderse, ante la desesperación de la pobre Aghata, que siempre fue alérgica a estos animles, la que desde esa aciaga noche quedó en estado catatónico, inmóvil como una momia, hasta el punto que a diario hay que auscultarla para saber si sigue con vida, mostrando a los visitantes una mueca de terror indescriptible en su arrugada faz.

EL TIO DIENTES.
Otro hermano de tía Eulalia es el conocidísimo tío dientes, que durante a lo menos una década fue el presentador de espectáculos más famoso de Estados Unidos. Un tipo muy alegre y divetido que es un conversador muy culto capaz de mantener con uno una conversación de horas sin usar nunca las mismas palabras. Cumple ahora en el castillo la función de relacionador público de los habitantes del Refugio, para atender a los medios de prensa y papparazi que de vez en cuando tratan de entrevistar a algún miembro de la familia.



DIENTES JUNIOR
El hijo de Dientes sigue las mismas aguas de su padre. Pasa temporadas en El Castillo, pero la mayor parte de su tiempo reside en Italia, donde oficia de domador de fieras salvajes. Políglota consumado, domina quince idiomas y doce dialectos, diciéndose de él que puede hablar el lenguaje de las fieras, que obedecen sin vacilar todo tipo de instrucciones que Dientes Jr. les ordena con golpes de látigo en sus atractivas presentaciones. Entre sus números más aplaudidos está la pirámide de elefantes, que uno a uno, por intermedio de plataformas escalonadas van montándose sobre los otros hasta completar diecisés animales que alcanzan una respetable altura de cincuenta metros.

PANCRACIO EL PAYASO.
Este sí que es un sujeto fuera de serie. Famoso payaso de los Circos internacionales más reputados y que solo necesita trabajar año por medio, es decir un año en El Castillo y un año en giras artísticas, es donde lo ven, uno de los casanovas y conquistadores de espectaculares mujeres más envidiado en el mundo del espectáculo y la gente del best seller. Entre sus últimas novias se cuentan dos o tres cantantes pop de última moda, que ocupan los primeros lugares de los ranking y más de cuatro actrices consagradas de la pantalla grande. Cuando lo conocí andaba huyendo de la escandalosa persecución de que era objeto de una de las más prestigiadas presentadoras de programas miscelánicos americanos, una hermosa pero algo madura mujer de raza negra, una de las famosas más ricas del país del norte.

VIRACOCHA, LA MENTALISTA.
Fue muy impresionante conocer la vida y las extraordinarias dotes y poderes de que estaba investida la hermana menor de tía Eulalia, a la que no veía hacía largos cuarenta años.

Asustaba conversar con ella, porque en medio de cualquier charla casual y en especial cuando se requerían sus servicios profesionales, caía repentinamente en éxtasis, con gritos y expresiones gozosas e inequívocas de gran placer, que se debían según ella, a que en esos momentos era poseída sexualmente por una criatura demoníaca, aparentemente muy bien dotada, que en medio del fragor sexual le revelaba los secretos y premoniciones que ella como medium necesitaba. Como éstas consultas eran varias veces al día era usual ver a Viracocha con aspecto cansado, pero siempre muy contenta.

Recapitulando, todo lo que ví y disfruté en las dos semanas que pasé en el Castillo con mi tía Eulalia y su familia fueron por decir algo, emociones encontradas y quizás respuestas a muchísimas interrogantes que no tuvieron contraparte en la experiencia de mi vida y que para mi sorpresa me fueron develadas en una larga y emotiva conversación que mantuve con el carismático Jefe del Clan de los Gallinazo y padre de Eulalia, el GRAN NICOMEDES GALLINZO, el Banquero, que en la parte medular de su explicación del porque de la creación del Refugio, me confidenció que viniendo su familia de un grupo de seres que por la naturaleza grotesca y caprichosa de sus cuerpos fueron rechazados por la sociedad, separados cruelmente de la vida societaria de sus pueblos originarios , se vieron desde siempre en la triste necesidad de casarse entre ellos, de mezclarse, de vivir entre sus iguales.

Enanos con enanos, mujeres barbudas con hombres lobos, gigantes con gordas, llegándose con el tiempo a constituirse una sola gran familia que recogía a la mayoría de los seres deformes existentes en el mundo, que a su vez por efecto genético fueron procreando hijos igualmente deformes con características sicosomáticas que los hacían diferentes al resto de la humanidad, gran parte de los cuales alcanzaron notoriedad como especímenes únicos, monstruos humanos o como fenómenos de circo, ganando fortunas con ello, que solidariamente decidieron compartir con sus familiares más disminuidos, que por enfermedad o imposibilidades físicas y mentales nunca pudieron ingresar al mundo del trabajo.

Allí fue donde Nicomedes resaltó como el gan ideólogo que hizo posible que estos recursos asistieran a los parientes donde quiera que se encontrasen. Nicomedes viajó por todo el mundo, encuestó a todos los de su condición, los federó y creo el Monster Bank, el Banco privado más grande de Alemania que recogió las fortunas de todos los fenómenos del mundo.

De allí nació la idea de crear un lugar inexpugnable, una fortaleza, un lugar apartado de la civilización, para que sirviera como un refugio de la soledad, para que todos lo que así lo quisieran, sea para pasar el resto de sus vidas, vacacionar o permanecer una temporada, sea para esconderse o descansar, pudiesen hacerlo con tranquilidad y rodeados de sus iguales y seres queridos.

Esa era la gran obra de Nicomedes, a la que dedicó toda su vida y que hoy, ya retirado de la Banca administraba de por vida, el Ultimo Refugio y su Castillo de la Soledad.

Por eso no puedo develar sus secretos, por eso solo puedo borronear esta crónica con trazos generales y guardarme aquí en el corazón, la gran lección que aprendí de estos magníficos seres entrañables, carismáticos y extravagantes, pero todos ellos desbordantes de generosidad, de ganas de vivir y de entregar aquello más preciado de la naturaleza humana, que por ser material de conocimiento tan común no logra ser apreciado en su real dimensión y que no es mas que el amor y el espíritu de solidaridad humana.

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