jueves, 7 de diciembre de 2006

La Moda no incomoda

La moda hoy en día es una actividad que importa mucho a la humanidad, sobre todo porque genera una impresionante actividad económica y porque prácticamente no hay quien pueda sustraerse a su área de influencia.

Y que decir de oponerse a esta avalancha de imposiciones que viene desde el sofisticado mundo de los modistos y diseñadores. De impugnarla o aseverar en voz alta que es una moda absolutamente idiota, hecha por idiotas y destinada a los idiotas.

Podría ser fatal. El ostracismo mismo. Eso jamás, pués te sales de la buena onda. Y lo menos que te pueden decir, si es que alguien te habla, es que eres un viejo amargado, antisocial y hasta medio estupidón, sino un anacoreta.

Lo malo es que esta influencia ha traspasado el mero uso de la ropa. Ahora hay dictadores que nos dicen como llevar los peinados, que cosméticos deben usar las señoras, los calzoncillos, los perfumes, los pañuelos, las corbatas, las cremas, de qué color usar los ojos.

Todo debe ser de marca sin importar si la blusa no da tu talla y te cubre hasta la mitad del pecho o si el blue jeans te cae estrecho. O, si al fabricante se le ocurre hacerle hoyos o le pone diluyente para simular manchas, todo eso es lo de menos. Lo importante es que sea de una marca que suene y sobre todo extravagante, muy extravagante; cortado a media pierna, deshilachado, con pintura indeleble al goteo que deje ver el tatuaje al comienzo de la hendidura maestra, allí donde la cintura pierde su nombre y en el caso de las jovencitas, sin la pieza de la cintura, para que se vea el g- string.

Esto ha devenido en una moda insípida y displicente y casi toda la gente que vemos en las calles parece uniformada en su mal gusto, porque según la creencia en boga la gente evita la formalidad, no quiere verse antigua o pasada de moda vistiendo como sus progenitores. Prefiere vestimentas usadas por tal o cual actor o estrenada por las figuras y famosos de la televisión y el mundo del espectáculo. Eso es choro, eso es moderno y actual, eso es lo que se usa y por eso todos visten en las tiendas pop o in.

No obstante consiguen el efecto contrario al deseado. Todos lucen igual de desarrapados y pintorescos, por no decir grotescos. Y no es extraño toparse en una esquina con una persona, que a primera vista uno no logra clasificar. Y te dices interiormente: ¡ Y ESO QUE ES !, porque sinceramente resulta una cosa híbrida dificil de determinar.

La cosa es alta o alto, de pelo largo, rubio y vaporoso con un trazo negro al medio como la cola de un chingue, por supuesto con colgantes en las orejas, a pie pelado y un gancho en la naríz . De lejos uno cree que viste camiseta, pero de cerca se da cuenta que tiene el dorso, o lo que se ve de él absolutamente tatuado. Brazos, cuello y piernas, plagados de dibujos dantescos, serpientes, dragones, flores negras, líneas zizagueantes. Alrededor del cuello, una cadena del tipo usada por los perros regalones. Viste una especie de abrigo sin mangas hasta el suelo sin abotonar y uno alcanza a vislumbrar una gran hebilla plateada que relumbra en el cinturón. Y de remate, un cuarto de faz que incluye un ojo, sombreado con pintura simulando una aureola morada. La visión pasa cerca tuyo, tu la miras de frente, de reojo cuando pasa a tu lado y luego te das vuelta y aún no sabes que mierda era eso. ¿Sería hombre, será mujer, tal vez un mariposón extraterrestre, o un chalado?

Si te dice la propaganda que hay que usar sombreros en las rodillas, no se te ocurra ignorar esa moda porque sería mal visto. Si te dicen que se usa el violeta opalescente para los ternos, pues apresúrate a conseguir uno antes que se agoten. Si alguien menciona que luces ridículo, que hueles mal o que pareces payaso de circo pobre, muéstrate indiferente. Seguramente no lee de modas, pertenece a la vieja guardia. ¡Cómo no saber la última palabra del vestir, la opinión de los diseñadores para esta temporada!. De Paco Rabbane, Chanel, Christian Dior, Givenchy , Lacroix, Gaultier, Giorgo Armani, de Nina Ricci o de Giani Versace, o de lo que visten y recomiendan los actores y actrices del momento.¡No puedes ser tan ignorante!.

En casos como éste es mejor decir la verdad. Decirle al envidioso que tú no tienes nada que ver en ésto, que te limitas a comprar lo que las tiendas te venden y a imitar lo que usan tus amigos. Que en fin, no tienes responsabilidad moral, intelectual ni social alguna. Que tú al igual que todos, solo te limitas a seguir los dictados de la moda. Y punto. Quien te va a sacar de ahí.

Ahora la cosa no es como se estilaba antiguamente. Eso del traje oscuro para las ocasiones solemnes o para ir a fiestas ya no corre. Es muy dificil ver en una actividad social a una dama elegante, luciendo joyas valiosas, bien peinada, con zapatos de tacón fino y vestidos apropiados.

Tal vez si alguna blusa brillante, zapatos militares y pantalones afirmados de milagro en el hueso de la cadera y claro, algunos piercing y tres o cuatro aritos, sino en las cejas, en medio de la lengua.

O cualquier cosita colgando, un fierrito, dos o tres esferitas doradas, lo que sea, pero que atraviese la piel y se vea. Tampoco se usa el bigote, en los hombres digo, o la barba bien recortada, colleras o prendedores. Basta con no afeitarse a menudo para tener una apariencia de macho descuidado y parecerle atractivo a las jovencitas de hoy.

Para que decir sobre la urbanidad de las mesas bien servidas, del correcto uso del servicio, de las copas y vasos, de las servilletas, del protocolo del orden de precedencia que debe guardarse con las visitas, etc.etc. De eso ni idea. Eso es antiguo. Ahora se come con la mano, no hay sillas y la mesa luce en un rincón para dejar los trastos sucios, se usan platos y vasos plásticos y servicio desechable. Para limpiarse la grasitud de los labios, la manga. Para no tener problemas intestinales, unos cuantos eructos a soto voce. Es la moda, es lo práctico. Y no es extraño observar, aunque para algunos resulte chocante, como en una reunión social o comunitaria, aparecen unos tipos que parecen sacados del film la guerra de las galaxias, del último mohicano, o de Taras Bulba, de cabeza rapada y bigotes lacios y aceitados que causarían la envidia de cualquier lobo marino.

No es extraordinario tampoco que a uno le toque como compañero de mesa un tipo con unos colgajos amasijados en la cabeza en lugar de pelos, desde donde uno teme que en cualquier momento se deslice una manada de piojos, u otro, con una inmensa cresta amarilla tipo pavo real que amenaza con voltear las lámparas del techo y más allá alguno de aspecto patibulario con ropas de cuerina matizadas de remaches metálicos, rapado adelante pero con coquetas trencitas cayendo por la tosca nuca, tipo Rapuncel.

Lo más indignante es que uno debe quedarse callado, no criticar y hacerse el leso, que es otra moda adquirida en estas sociedades multiculturales como la australiana donde la prudencia aconseja callar y observar, por eso de que estamos en un país donde se respetan los derechos del prójimo y de que las minorías tienen derecho a expresarse. O, la palabra sagrada. Estás discriminando. O como dicen algunos que prefieren no comprometer su opinión: son representantes de la diversidad y por lo tanto hay que respetarlos.

¿Cuál diversidad me pregunto a veces, la de los raros, de los incultos, de los flojos, de los sinverguenzas, de los imbéciles, de los rebeldes sin causa?. Pero si eso no es nada nuevo. Siempre han existido y no veo porque ahora debemos dejarnos influenciar por sus conceptos e ideas estrambóticas que no representan sino a otros que piensan como ellos. Y respetar qué, su rareza, su incultura, su flojera, su sinverguenzura, su imbecilidad: su rebeldía de qué. Qué acaso fueron a alguna guerra, sufrieron años de represión, tienen crisis de identidad por vivir años difíciles, que justifiquen que no van a la escuela, que sean drogadictos, que carezcan de instrucción mínima, que sean matones.

Nadie piensa que son justamente estos individuos desfasados de la sociedad por gusto propio los que discriminan a toda la sociedad. Que no tienen respeto por los demás. Que son minorías que quieren imponer su autoridad o mejor aún, su mediocridad.

Son ellos los que no tienen consideración ni guardan miramientos con el prójimo al usar públicamente alcohol y drogas e insultar y agredir a quienes los reconvienen. Son ellos los que en una charla demuestran una ignorancia inconcebible de cualquier tema que se les hable, salvo futty y otras vulgaridades. Son estos especímenes los que hacen gala de mala educación, que abusan de descortesía reiterada, malos modales, gritos desaforados cuando hablan por teléfono o conversan y producen ruidos desagradables al comer. Son más bien estos desadaptados sociales los que deben corregirse, los que deben aprender a comportarse de manera más o menos civilizada, los que tendrían que aprender de quienes sí conocen formas de convivencia normal.

Criticarlos, procurar que se corrigan, evitar que esos malos ejemplos cundan en la juventud no puede ser discriminación. Quienes así piensan están enteramente equivocados. Eso es un deber ciudadano, una falla del sistema educativo e incluso una responsabilidad del estado.

Hay gentes que amasan sus fortunas diciéndonos como vestir el próximo invierno y cada una de las estaciones venideras y también al principio y al medio de ellas. Ello no quiere decir que estos dictadores de las prendas y de las modas tengan buen gusto, ni que sean prácticos, tengan imaginación o tan siquiera aporten algún sentido estético al arte del buen vestir.

Para comprobar este aserto o para salir de dudas y tener una opinión propia, basta salir a la calle y ver la cantidad de esperpentos humanos que transitan por nuestro lado con chaquetones que no se sabe si son abrigos que les quedaron cortos o chaquetas que les quedaron grandes. Pobres muchachos disfrazados con esos monstruosos pantalones anchos y a media pierna que les dejan sus tristes canillas al aire y que como remate calzan un par de zapatillas gigantescas, posiblemente cinco a ocho números más del que les corresponde y que como broche de oro están con sus cordones sin amarrar, lo que les hace andar dando bandazos por las calles, pisando a los transeuntes descuidados y sin que uno sepa si estan drogados, alcoholizados, son tontos de capirote o nacieron con alguna tara, moda que pienso impuso sin -querer queriendo- el actor mexicano Roberto Gómez Bolaños con su personaje el Chavo del Ocho.

Seguramente nunca éste pensó que su idea de tomar cualquier pantalón de gran talla, cortarlo a media pierna y ponérselo a este chico huérfano y solitario junto a unas zapatillas en desuso que le quedaban grandes, iba a ser con el tiempo un boom de la moda de los mozalbetes de hoy, quienes en su supina ignorancia nunca sabrán quién fue Gómez Bolaños ni quién es el genial Chavo del Ocho...

O si no, el eterno uso de diferentes estilos de ropa superpuestos, añeja moda hippie de los sesenta. Y en la testa, un gorrito ridículo, presumiblemente imitación del sombrero andino, de los alpes suizos, del africa septentrional o de la gélida Terranova.., en verdad no importa de donde, solo que sea estrambótico. Tampoco ayuda el olor que generalmente desprenden. Algunos dicen que es olor a hombre, porque hieden a sudor estratificado con algo de perfume encima. Otros creemos que son simplemente cochinos.

Desde luego la última moda es no peinarse ni afeitarse a menudo, solo rascarse un poco con los dedos, luego echarse polvitos de colores y una buena untada de gel en lo que tengan de cabellera. Así lo hacen algunos actores de cine, los futbolistas famosos y uno que otro tenista despistado.

Dependerá del peluquero que les tocó en suerte. Si les rapó todo un lado de la cabeza, si solo alrededor de las orejas, si les dejó un mechón de indio hurón, si les hizo tijeretazos al como caiga. Tampoco lavarse porque no es ecológico. Todo ésto está a la última moda y vaya si se usa.
¡Ah,! y si en el desván hay guardada ropa de los bisabuelos, de los tatarabuelos, pués a ponérsela, sea el chaleco rococó, el sombrero hongo, esa chaqueta a cuadritos o el lustroso chaqué. Eso es pura moda. Es retro. Que no viene a ser otra cosa que la falta de imaginación de estos modistos, lo que ocurre con gran frecuencia, que los hace recurrir a las técnicas que aprendieron en las escuelas básicas donde reprobaron: copiar. Pero ahora, retrotrayendo las modas de lo que se usó en el pasado, de gente más imaginativa y verdaderos creadores a los que esta gente torpemente intenta imitar.

Reciclar las modas y estilos de antes, los mismos chiches, los mismos cortes, los mismos colores, las mismas telas, los mismos peinados. ¿Cuál es la gracia, el mérito de estos genios del diseño pop; a eso se llama moderno? Pamplinas...

También en aras de la moda se cometen muchas insensateces, como por ejemplo usar modelos tan flacas y denutridas que para cumplir con las medidas anatómicas exigidas, muchas han caído en la poco recomendable práctica de la bulimia, que aparte de tener connotaciones psicológicas proviene de comer poco y de vomitar después de hacerlo, costumbre reforzada por modistos homosexuales que odian caderas y pechos y que para lucir cuatro trapos brillantes necesitan de la cultura diet o de modelos asexuadas.

Particularmente en esto de las modas lo que más me molesta es quizás el uso de los aritos, o aretes en los hombres. Y para que decir de aquellos que además usan collares, pulseras, colitas de caballo, pañuelitos en la cabeza, uñas esmaltadas, anillos en todos los dedos y probablemente
(quien puede saberlo), calzones rosados, fajas, petos, medias de seda y hasta sostenes en esa quimera de querer parecerse a las mujeres, de imitarlas o de hacerlas sus iguales.Moda unisex, le pusieron los afeminados que las inventaron.

No me referiré ahora, por verguenza ajena, a aquellos especímenes, sean hombres mujeres o maricones que los usan en las cejas, en la naríz, en los labios, en la lengua, en el pene, en el ombligo y quien sabe en cuántos otros sectores de su anatomía. Me molesta, porque cada vez que veo a un o a una idiota luciendo su cara agujereada por un sinnúmero de estos brillos, me pregunto si esa gente habrá pensado alguna vez por qué los usa. ¿Por snobismo, por que cree que así llama la atención, por que piensa que se ven lindos, porque no tiene personalidad propia y trata de comunicar que sí la tiene?.

Porque se supone que no se puede ser tan iluso como para justificarse diciendo que es la moda y basta. Eso daría tema para otro artículo donde podríamos hablar de la cultura oveja, donde solo hay que bajar la cabeza y seguir al cencerro, imitar, automatizarse, calcar la conducta colectiva, seguir al de adelante sin pensar, sin preocuparse, sin usar nada de la materia gris que se supone casi todos tienen en el tope de la cabeza.

Ultimamente he visto con espanto que muchachitos de seis o siete años ya usan el famoso arito. O dos, o tres. O cuatro. Desde luego no puede ser voluntad de estos infantes sino el gusto de padres retrasados. Me asalta entonces la idea de los nuevos problemas que se suscitan al interior del hogar, si por ejemplo el padre que va esa noche a una cita de negocios no encuentra sus pendientes preferidos y los reclama: ¿ María, qué pasa con mi aritos de oro, esos con un brillante en el centro ?.. ¡Hay Juan, no te enojes pero te los tomó Jaimito que tiene hoy un cumpleaños !

Bueno, antiguamente ésto pasaba con las colleras, el prendedor de corbata y otros artículos de joyería en uso por los varones, pero no me imagino que un padre de hoy sea tan caradura para reclamar a su hijo o hija sobre estas libertades de tomarle sus pendientes o anillitos preferidos.., sus pañuelitos para la cabeza, el elástico para la coleta o sus brillos y pinturas de ojos, de cejas, de pómulos.Creo que es demasiado y pienso que es hora de ponerle freno a esta invasión de roles y a la ola de ignorancia y de mal gusto que pasa por nuestro lado.

Un día pregunté por que usaba aritos a un muchachón que andaba con una infección en las orejas por hacerse “hoyitos”. Me dió dos argumentos. “Y que tiene tío si es la moda y hasta los piratas, que eran muy machotes los usaban…” Es decir, dale con que la moda todo lo permite. La moda no incomoda dicen. Y eso de los piratas ya me tiene hasta aquí, porque parece que es la respuesta parche de todos estos piratitas indoctos.. Principalmente porque estos imitadores de cualquier cosa, no saben, no conocen ni se han preocupado de confirmar esta historia. Primero, porque no han tomado un libro en su vida para agenciarse este tipo de información y segundo, porque sencillamente no se les ocurre, porque para muchos, ésto de consultar un diccionario o leer libros viene a ser en Australia como una actividad intelectual extravagante y todos saben que eso toma mucho trabajo.

No saben entonces que en los tiempos en que había piratas, particularmente cuando existía la lucha por el predominio de los mares por parte de las coronas españolas e inglesa principalmente, existían muchos indeseables que se hacían a la mar para asaltar, robar, violar y matar a los pasajeros de buques mercantes y privados sin importarles si eran aliados de españa, portugal o inglaterra. Esto motivó a estos países a usar a estos piratas, muchos de ellos bastante poderosos y sanguinarios, ofreciéndoles impunidad en sus costas siempre y cuando atacasen solo a barcos de guerra o mercantes del país enemigo. Lo mismo hizo el bando
contrario. Esto significaba una especie de permiso para robar, violar y saquear las posesiones del enemigo. Se les llamo Corsos y los piratas para operar debían tener Patente de Corso.

Muchos de ellos, con el tiempo y por servicios distinguidos incluso fueron nombrados Caballeros, o capitanes y otros títulos que se podían comprar. Esta famosa patentita de corso daba para todo. Los piratas no eran ya piratas. Eran Corsarios al servicio del Rey. Muchos de ellos hasta fueron conquistadores y colonizadores de países. El hecho es, que una de las garantías de estos corsos, era que podían sacar desde las prisiones a todo aquel que era carne de horca, es decir, la hez de los criminales condenados a muerte o cadena perpetua, para usarlos como remeros en las galeras. Entre estos criminales, muchos de ellos, por ser tipos enclencles, delicados, por ser agraciados de rostro y por ende ya abusados sexualmente, o para conseguir con ello un medio de vida facil, ofrecían sus servicios sexuales al resto de sus compañeros de prisión pasando
a ser formalmente usados como prostitutos. Pues bién, éstos hombres para identificarse usaban aritos. Y así llegaron a las galeras de los piratas. Y aún en nuestros tiempos, los aritos siguen identificando a los homosexuales. Estos son los “machotes” piratas que la juventud y otros despistados no tan jovencitos están ahora imitando.

No me imagino a un gerente de Banco, a un empresario o político distinguido o a un profesor universitario o a cualquier persona que utilice un poco el mate, usando aritos, anillitos en el ombligo o en la lengua, a menos que sea medio leso, le gusten las patitas de chancho y lo haga ex profeso, por joder. A pesar que sí conocí eventualmente a uno, que me dijeron era profesor de una universidad de Melbourne, que poco antes se había cambiado el nombre. Ahora se llamaba Very impressible, muy impresionable. Yo lo encontre very maricón.

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